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El señor MARTÍNEZ .-
Señor Presidente , el hombre de acción imbuido de un sentido de trascendencia se define sobre la base de sus principios y valores. Así, quien profesa una fe que concibe al mundo sólo como un paso hacia una vida más plena, si quiere ser fiel a lo que cree, debe testimoniarlo, hacerlo carne en su conducta y acción, tanto privada como pública, dando así coherencia a esta concordancia plena entre la fe y la acción. Y es esta concordancia la que permite definir a esta persona como un líder, conductor de hombres que marca y señala caminos en la sociedad en que se desenvuelve.
Estimo que de esa manera debe entenderse la personalidad de Jaime Guzmán Errázuriz , conductor de hombres de una consecuencia total entre una creencia y su filosofía y una cosmovisión completa, en donde la sociedad debe regirse por principios y valores permanentes, más allá de los intereses transitorios del momento, y en donde el alcanzar y obtener el poder político es sólo un medio para concretarlos.
En una sociedad altamente contaminada por la lucha para obtener el poder político, tales personas son molestas y significan siempre un escollo para quienes han hecho del poder un fin y una meta, al que debe subordinarse todo lo que sea útil para alcanzarlo y mantenerlo.
En esta visión tan ajena a la idea de que el fin no es el poder, sino un medio para servir mejor al bien común general de los pueblos, los hombres así definidos son considerados peligrosos para los fines utilitarios y oportunistas del momento.
La ausencia de Jaime Guzmán Errázuriz se debe, a nuestro juicio, a esa realidad. En su vida hay consecuencia total entre el ser y el hacer y, como es lógico, ésta se extiende a su familia, raíz sólida de su formación integral de hombre religioso, profundamente católico.
¡Qué gran señal de caridad cristiana y de firme comprensión de lo que significa tener una fe y vivirla plenamente; en donde el amor impregna todo el hacer y el decir, aceptándose el dolor de perder a un ser querido como una prueba más que envía Dios; en donde no hay cabida para el odio; en donde no se grita la justicia que se busca, sino que se espera en ella con la comprensión de que los actos humanos violentos hieren tanto a la víctima como a los victimarios!
De los familiares, hemos escuchado sus opiniones expresadas a la televisión y leído sus declaraciones a la prensa. De todas ellas queda una profunda sensación de paz, que brilla más allá del ambiente gris de la contingencia política, dejando en claro que no hay rencor ni odio y sólo trasciende la resignación en la confianza en Dios y en sus insondables designios. Contraste luminoso, opuesto a quienes claman justicia con sentido político, opacando y desdibujando los legítimos sentimientos personales de otros chilenos y chilenas afectados por la violencia política, que quedan sepultados detrás de un manto de odiosidad y rencor, que se prolonga más allá de la natural comprensión que el paso del tiempo otorga a todos los dolores.
El uso político del legítimo dolor -que no apoyo y cuya actual utilización rechazo, justamente por respeto a todos los sentimientos de las personas afectadas- se internaliza y termina en que, al mismo tiempo, los acusadores pasan también a ser jueces, perdiéndose toda objetividad y comprensión.
Un político de la talla de Jaime Guzmán agita siempre, en su mundo, la bandera del ejemplo, esencialmente valórico, en donde la valentía del decir y del actuar en consecuencia, pasan a ser sus colores más notables y pendones más brillantes. Su personalidad hace realidad la cadena de oro y diamantes que constituye la íntima unión del ser y del hacer. En nuestro mundo político debemos hoy meditar sobre esta necesidad, para responder al clamor de la gente que pide líderes y busca conductores.
Nos unimos al recuerdo de su persona con la firme convicción de que, al asumir todas las implicancias, con los deberes y derechos que se derivan de pertenecer a una cultura cristiano-occidental, desde la demostración pública de una fe, hasta el respeto y la tolerancia decidida y firme de quienes piensan de otra manera, estamos haciendo de la política un oficio noble y admirado que, consubstancial al servicio público, guíe y oriente a nuestros compatriotas hacia una sociedad en donde el mayor bien común general sea una realidad.
Como una invitación, planteamos que sólo el entender la acción política en esta forma contribuye a dignificar una gestión que, siendo cada vez más necesaria, es reclamada por la ciudadanía y exigida por toda la sociedad en su sentido superior de servicio público. La acción política así enfocada adquiere un sentido de ejemplo y de enseñanza. Jaime Guzmán Errázuriz lo hizo. Quizás por lo mismo no está ahora entre nosotros; pero actuó con valentía, la misma que debemos asumir en todo nuestro accionar público: consecuencia entre el ser y el hacer.
El Comité Institucionales 1 hace llegar su profundo sentimiento de apoyo y comprensión a la familia Guzmán Errázuriz y a sus camaradas de partido. Y en el rocío y en el consuelo de una fe profunda, en un respeto real y sincero por la persona, y en un espíritu de tolerancia para todos, rogamos por el descanso eterno del alma de Jaime.
He dicho.
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