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- rdf:value = " Tiene la palabra, en primer lugar, el Diputado señor Ignacio Balbontín.
El señor BALBONTÍN .-
Señor Presidente , al iniciar esta sesión especial quiero hacerlo señalando claramente los tres objetivos que persigo con mi intervención: en primer lugar, señalar por qué todos los chilenos hemos sido objeto de un engaño o manipulación que agota la transición y la reconciliación; en segundo lugar, qué fundamentos básicos y éticos puede tener una eventual acusación constitucional; y en tercer lugar, por qué es imprescindible que el pueblo juzgue, a través de un plebiscito, los acontecimientos que estamos viviendo.
Ese es el sentido que tiene este juicio político. Más que eso, de hacer un juicio ante la historia, ante la ética colectiva de Chile de hoy y mañana. Tiene como finalidad que se cumpla aquella frase del Evangelio que dice: “la verdad nos hará libres”.
En esta Sala no le faltaremos el respeto a nadie como persona. Sencillamente pretendemos exponer al país, a través de esclarecer ante la opinión pública -y, por lo tanto, (ruego a los medios de comunicación, por la importancia y trascendencia histórica que tienen estos hechos, que no se distorsione lo que señalamos en esta Sala)- y establecer cuáles son las responsabilidades políticas de un hombre político. Es decir, de un hombre que ha ejercido, ejerce y pretende seguir ejerciendo el poder. Es ni más ni menos que emitir un juicio acerca de las conductas y de las acciones políticas de un político que ha desempeñado dos cargos centrales y pretende desempeñar un tercero de esa misma índole.
Ha sido dictador y, como consecuencia, ha ocupado el cargo de Presidente de la República , sin haber sido elegido legítimamente por el pueblo en democracia plena. Lo logró por la fuerza; siguió como Comandante en Jefe, contra la voluntad del Presidente electo de aquel entonces, Patricio Aylwin , y quiere ostentar ahora el cargo de Senador vitalicio, por disposiciones que él mismo introdujera en la Constitución Política del Estado que nos rige.
Como dijera Marañón , antes que Pinochet naciera, aquí ha habido tres etapas en su vida política: la primera la de dictador, de hacer justamente lo que condenó en otros, abusando en el ejercicio del poder; la segunda, la de prolongar su fuero a través de su condición de Comandante en Jefe, es decir, haciendo uso del recurso al parapetarse detrás de las instituciones armadas; y la tercera, de seguir prolongando su fuero, a través de su condición de senador vitalicio o patriarca.
La pregunta que tenemos que hacernos es por qué esta persona ha querido, con tanto empeño, con tanto esmero, mantener un fuero permanente o sempiterno Desgraciadamente, creo que en ese empeño ha dañado profundamente el alma de Chile, a través de una mentira. Hemos sido víctimas de una manipulación. Ha roto la confianza, con un engaño. El pueblo de Chile, el 5 de octubre de 1988, derrotó con un lápiz y un papel, a través del voto, un régimen dictatorial y esa derrota pretendía que Chile se convirtiera en un país de todos, para todos y construido por todos, como lo exige la democracia plena.
Sin embargo, se advierte nítidamente que este propósito emblemático que congregó a la inmensa mayoría de los chilenos, no se ha podido cumplir.
Por eso, se ha ido creando una distancia entre quienes ocupan los cargos públicos o cargos políticos o la condición de militantes y los que desempeñan las funciones en la vida de la sociedad, sea lo social, cultural, económico o religiosos.
Creo firmemente que el origen de este desencanto se encuentra en que hay una percepción crítica de la actividad política, porque hay un creciente déficit y distancia entre lo que se comprometió, en lo que nos comprometimos (y de ahí la justa ira) al comienzo de la democracia, a través de la Concertación, y lo que hoy sucede.
Hay una mala evaluación producto de la distorsión. ¿De dónde proviene el engaño? A nadie se le escapan las dificultades que ha tenido el proceso democrático posterior a la dictadura.
Pero, desgraciadamente, ha habido una intermediación oculta para el ciudadano común, que surge del hecho de haber mantenido este fuero permanente o sempiterno en poder de Pinochet Ugarte. Para poder lograr su propósito de mantener dignidades o poderes, sin que éstos le hayan sido otorgados por el pueblo, ha querido mantener una serie de ataduras formales, de válvulas de seguridad, de mecanismos de coacción bajo su dominio. Esto es lo que se oculta a la vista lo que se esconde tras las instituciones formales, pero es ni más ni menos que la burda amenaza o coacción ilegítima.
Para eso sirven, por presencia, los senadores designados y vitalicios. Ése es el sentido que tiene, desde este ángulo, el Consejo de Seguridad Nacional. Ése es también el sentido que tiene un régimen electoral que con una tercera parte de los votos se logre tener una mayoría o que se abuse con los quórum calificados en el Senado de la República por parte de la derecha. Permiten el ocultamiento de la verdad; que se haga imposible para los chilenos vivir en democracia plena y “ver” realmente lo que está detrás de las apariencias. Porque no se vive en democracia plena en estos días, no se puede cumplir con la suficiente rapidez y velocidad legal, los cambios sociales, económicos y a través de la presencia de Augusto Pinochet Ugarte en el Senado de la República.
Con ello se sacraliza la mentira; los ciudadanos deben renunciar ahora y para siempre, si se mantienen las cosas a una fiel representación.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Hago presente a su Señoría que queda un minuto de su tiempo.
El señor BALBONTÍN .-
No pueden cambiar lo que han deseado en democracia. Los acuerdos sólo quedan en poder de quienes manejan las válvulas, sea por el poder económico, sea en la condición de padrinos o gatopardos.
Quiero participar en este juicio político hacia un político, porque deseo evitar que se siga manteniendo esta mentira colectiva que constituye un impedimento a la reconciliación verdadera. Necesariamente se asocia a Augusto Pinochet con el régimen autoritario del pasado y además, con su condición de Jefe del Ejército y, además, de defensor de las obras realizadas durante el tiempo en que ejerció el poder. Este fantasma del pasado que la derecha insiste en mantener vivo nos impide avanzar en los cambios.
A mi juicio, la acusación constitucional tiene sentido. Si no es posible entonces, por la mayoría espuria del Senado. Si tenemos que pagar un precio por develar la mentira. Que sea el pueblo soberano el que juzgue a través de un plebiscito.
"
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