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El señor THAYER .-
Señor Presidente , la muerte reclama sus privilegios, especialmente cuando afecta a personalidades de muy excepcional trayectoria. Se acordó que en representación del Senado hablaría el señor Presidente , pero los Comités sobrepasaron ese acuerdo. Y lo hicieron con razón.
Por eso, doy excusas por hablar improvisadamente, en nombre de los Senadores institucionales y del Comité Independiente, para adherir muy de corazón a este homenaje.
No necesito recurrir a palabras rebuscadas, ambiguas o benevolentes para unirme a este pensamiento común. Como muchos de mis Honorables colegas, conocí personalmente a "Rafa" Gumucio, y quise con mucha sinceridad y gran corazón a él, a su familia, a Martita, aquí presente.
Circunstancias de la vida nos pusieron a veces distantes. A mí, quizá, más alejado que otros. Cuando fui Ministro del Trabajo del Presidente Eduardo Frei Montalva , "Rafa" fue encarnizado opositor a mi Ministerio. Él tenía otro concepto del humanismo cristiano y de la forma de servir a la doctrina social de la Iglesia.
Alguien recordó hace un momento las palabras de Martita en el sentido de que Rafael murió "con su corazoncito muy a la Izquierda". Él creía en la Izquierda. Creo que él continuó el trazo, iniciado por don Rafael Luis Gumucio , de la Derecha hacia el Centro; no se contentó, y siempre criticó una posición de Centro en la Democracia Cristiana y en el Gobierno del Presidente Frei. Le acomodaba la Izquierda. Como muchos cristianos en el mundo, creyó en un socialismo de base cristiana, en un socialismo cristiano. Otros pensábamos que ésa no era la solución.
Pero si hablo con mucho cariño y sinceridad, es porque le conocí como amigo y como adversario muy sincero y claro. Mentiría si dijera que recuerdo de su parte alguna expresión de acritud, algo que tuviera que perdonar a Rafael Agustín Gumucio por haber sido injusto conmigo. A veces fue duro. Pidió al Presidente Frei mi salida del Ministerio. Sin embargo, nunca lo hizo en forma torva, que no respondiera a su condición de hombre de bien y a la adhesión profunda y permanente de su espíritu al pensamiento cristiano.
Por eso, me uno muy consoladamente -si es factible decirlo así- a este homenaje. No puedo decir "con satisfacción", porque siempre la muerte es dolorosa. Pero Cristo, que supo enseñarnos a morir, fue quien nos dejó la imagen de muerte que hoy recuerdo en Rafael Agustín Gumucio, que siempre creyó en el Cristo de la paz, del amor, de los pobres, del servicio, de la unidad.
Estimada Martita , amigos de "Rafa" Gumucio, Honorables colegas, el homenaje que el señor Presidente rindió en nombre de la Cámara Alta y los conceptos vertidos por diversos señores Senadores los hago nuestros, con gran corazón, con profunda amistad, con mucho afecto.
He dicho.
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