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La señora FREI (doña Carmen) .-
Señor Presidente , el Senado rinde esta tarde un homenaje de respeto y aprecio a un hombre que ocupó un cargo de Senador por Santiago y representó una época de la política chilena.
Los Senadores democratacristianos nos asociamos al homenaje con el mismo respeto y aprecio, pero también con el recuerdo y afecto de haberlo contado entre quienes formaron nuestro Partido, inspirados en los valores que proclamaba su padre, don Rafael Luis Gumucio .
Para algunos, significó abrir juntos un nuevo espacio para los cristianos en la construcción de un mundo distinto, conforme a las enseñanzas de las Encíclicas Sociales. Para otros, fue el recibir de sus actos el compromiso con la libertad, con el cambio social, con la forma republicana de construir la sociedad.
Para muchos, fue un ejemplo de una manera de ser y vivir sus ideas: sin estridencias, con irrenunciable consecuencia entre su pensamiento y su vida, con modestia y afabilidad, tan propias de quienes en la vida creen que es más noble convencer que vencer, como diría Unamuno .
Lo tuvimos entre nosotros aquí, en el Senado, pocos meses atrás. Su presencia reeditó viejos tiempos de nuestro Partido y antiguos recuerdos que nos son muy cercanos, con sus grandezas y triunfos, con sus dolores y derrotas, en medio de tan largas andaduras de más de 60 años.
Importante fue en muchos su influencia y testimonio, en los que puso su impronta de nacionalidad y tolerancia, donde su verdad era expuesta con fuerza pero con respeto, con dureza en los conceptos y argumentos -y diría que a veces hasta con intransigencia-, pero siempre con el afán de conquistar la adhesión, nunca para humillar.
La visión de la sociedad, el rol de los cristianos en política, los cambios que Chile requería, se transformaron en su opción de vida. Estas ideas las concretó entre nosotros como Falange Nacional, y luego, como Democracia Cristiana. Más tarde, en un período de Chile donde la confrontación ideológica culminó en profundos cambios políticos, abandonó nuestro Partido, sin abandonar sus viejas amistades, que tampoco lo olvidaron: será finalmente la historia la que juzgue ese período, no nosotros. Sólo tenemos la conciencia de que en medio de ese fragor, duro y difícil, el Senador Gumucio buscó iluminar caminos sin imponerlos, abrir luces sin enceguecer.
Para ese hombre convencido de sus ideas, transparente en su vida, consecuente en sus conductas, nuestro respeto esta tarde. Para un hombre que fue parte de muchos de nosotros, nuestro cariño a la hora de su muerte. Para quien fue gestor de uno de los más grandes movimientos intelectuales y populares de la segunda mitad del siglo y de mayor trascendencia para los cristianos, nuestro reconocimiento a través de este homenaje.
Así como no puede comprenderse cabalmente el proceso político de Chile sin ese movimiento, tampoco puede conocerse su historia sin mencionar el aporte de Rafael Agustín Gumucio. En nuestras coincidencias y discrepancias, pero siempre en su adhesión irrestricta a la Democracia y a la República.
En su memoria, nuestras palabras.
Para su familia, especialmente para su señora Marta Rivas ; sus hijos Manuela , Rafael Luis , Juan Sebastián y su yerno, que vivieron sus angustias, alegrías y dolores, sus penas y el orgullo de su nombre -una estirpe en la política chilena-, nuestra amistad y condolencias.
He dicho.
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