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El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Diputado señor Valentín Ferrada .
El señor FERRADA .-
Señor Presidente , a título personal y en representación de los parlamentarios de Renovación Nacional, quiero dar a conocer, haciendo uso del artículo 34 del Reglamento, el juicio que nos merece un hecho que afecta, desde luego, el honor personal de muchos de nosotros y de la Cámara en su conjunto. Me refiero a la posición adoptada por el empresariado nacional en una reciente reunión de Enade, en la cual se emitieron juicios respecto del Congreso Nacional y de algunos miembros que lo integran que, en nuestra opinión, deben ser respondidos desde la Cámara.
Por lo tanto, solicito la autorización de la Mesa y de la Sala para emitir un pronunciamiento en nombre de mi bancada, en los minutos que para estos efectos otorga el Reglamento.
El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente ).-
Su Señoría puede usar de la palabra en conformidad con el artículo 34 del Reglamento, hasta por cinco minutos.
El señor FERRADA.-
Gracias, señor Presidente.
Una publicitada encuesta realizada hace pocos días entre empresarios nacionales durante una reunión importante de ese sector, reveló que la inmensa mayoría de ellos califica la actividad política parlamentaria del peor modo concebible. Un 50 por ciento de los empresarios consultados no titubeó en poner nota 1 -esto es, la más baja posible en cualquier escala- al conjunto de la actividad política pública desarrollada por el Congreso Nacional a partir de 1990, la que se extiende como juicio generalizado al trabajo de los parlamentarios -senadores y diputados- sin distinción ni excepciones.
¿Es ecuánime, inteligente y razonable un juicio público de esa naturaleza? ¿Posee ese veredicto fundamentos objetivos que permitan tenerlo por serio y responsable, o corresponde, más bien a una arrogancia irreflexiva, a un prejuicio, a una falta de cultura política o, más grave aún, a una clara manifestación de falta de sincera adhesión democrática de ese sector?
¿Podría ocurrir que ese juicio representara -como muchos, lamentablemente, han llegado a creerlo- una expresión de lucha de poder no resuelta entre el poder económico nacional y el poder político?
En muchos sentidos diferentes, adquiere para nosotros el mayor interés conocer cuál o cuáles podrían ser las causas precisas del fenómeno, porque de este desencuentro profundo entre el sector económico productivo y la representación política nacional pueden derivarse múltiples y nefastas consecuencias en el futuro próximo, entre las cuales la fragilidad del sistema político institucional puede anotarse como la más trascendente, no sólo en orden a la conservación del sistema democrático chileno, sino, incluso, respecto del normal desarrollo económico del país que, desprovisto en su base de un soporte político sólido, se convierte, con el andar del tiempo, en insustentable por falta de las recíprocas confianzas sociales que deben servirle de marco y cauce regulador.
Una lucha o contradicción permanente, quizás odiosa, entre el poder económico productivo y el de la representación política nacional, enfrentados a constantes roces, incomprensiones y mutuas desconfianzas, tiende a crear un escenario de situaciones imposibles para ambos, donde la guerrilla semántica de intereses de corto plazo y cuotas de poder menores terminarán por desdibujar enteramente el interés nacional que, en conjunto, ambos deben servir desde sus respectivas posiciones de colaboración nacional.
Los diputados de Renovación Nacional, desde siempre, hemos creído y confiado en el empresariado nacional y los hemos respetado en su filosofía de trabajo, en su contribución al desarrollo nacional y en su ejemplo de inteligencia creadora en el campo de la economía. No obstante, visto está, ellos no creen, no confían -incluso ignoran y desprecian- nuestro arduo trabajo en el desempeño de las delicadas funciones legislativas.
De parte de los parlamentarios de Renovación Nacional no existe una sola actuación o votación que desmienta una leal colaboración a los principios políticos que siempre hemos proclamado.
Desde los inicios de la nueva etapa democrática hemos trabajado por mantener el desarrollo económico impulsado en el país, a través de leyes y resoluciones públicas que así lo posibilitan; hemos procurado impedir que el Estado entrabe el libre juego de la actividad industrial mezclándose en ella; hemos luchado contra la corrupción y la decadencia económica; hemos apoyado y celebrado las acciones de laboriosidad de las personas honestas, de trabajo, demostrando que la libre competencia, con sus estímulos y durezas, es la que incorpora en cada persona el espíritu de trabajo, de superación y, con ello, la prosperidad del país; hemos trabajado, junto a todos los demás parlamentarios, para estimular el progreso y para que el Estado inicie y acometa las grandes obras que el sector privado necesita para desarrollarse con la mayor fuerza posible; hemos procurado corregir también, con criterios de justicia, las asperezas excesivas de la lucha individual, apoyando a los más pobres y débiles, a fin de incorporarlos, efectivamente, al desarrollo del país; hemos observado una conducta política cuyo único norte ha sido el bien general de la nación, creyendo firmemente que representan ese interés general los que viven de su trabajo honesto, a los que hay que proteger, incentivar y fomentar.
Nunca nos hemos conducido de manera que contraríe la sobriedad y la austeridad, sino que lo hemos hecho sin histrionismos políticos, sin caer jamás en el halago fácil al país, con falsas promesas irrealizables -porque creemos que éstas siempre constituyen una falta de respeto- y no hemos despertado sentimientos o expectativas sin sustancia, ni asumido gestos ridículos.
En pocas palabras, no hemos mendigado -lo mismo que ningún otro parlamentario- ni el aplauso ni el voto fácil, porque estamos ciertos de que los países serios no se gobiernan con frases, sino con actos, hechos y ejemplos concretos. El ideal de todos nosotros ha sido servir nuestros cargos como un imperativo de obligación ética impuesto por ese interés nacional.
Los parlamentarios de Renovación Nacional estamos en esta honorable Cámara, junto a todos los demás que la integran, para servir principios y valores de interés nacional, y no para defender o representar a persona alguna, grupo o sector.
El bien general de la nacionalidad es nuestro único norte. En esta escuela de civismo -la que mejor representa las tradiciones políticas nacionales- podrán encontrarnos siempre los empresarios, más allá de sus prejuicios y arrogancias, defendiendo aquello que, por interesar a toda la colectividad como expresión del bien común de la sociedad chilena, los comprenderá también a ellos, como una parte -para nosotros muy respetable e importante- de la comunidad nacional.
Desde esta perspectiva, los diputados de Renovación Nacional y quien habla, lamentamos enormemente la arrogancia e irresponsabilidad de los juicios públicos que ellos han emitido con tanta liviandad, con grave daño a la institución del Congreso Nacional y a sus parlamentarios.
He dicho.
-Aplausos.
"