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El señor ARANCIBIA (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Moreira .
El señor MOREIRA.-
Señor Presidente, la política se encuentra cada vez más desacreditada entre nuestra población y, especialmente así lo indican las cifrasen nuestros jóvenes, quienes no encuentran incentivos verdaderos que los motiven a participar, ya sea como electores o inclinando sus vidas al servicio público.
Casi un millón de jóvenes no tiene intenciones de participar en las próximas elecciones, y no han querido inscribirse en los registros electorales, ni lo harán. Esto es evidente. Lo sabe y lo percibe todo el mundo. Sin embargo, como el avestruz, escondemos la cabeza ante esta realidad, y después de cada elección de autoridades políticas escuchamos declaraciones de satisfacción por la alta participación y madurez de nuestro pueblo. Ello, es sólo una más de las formas en que nos autoengañamos: la participación es alta, porque el voto es obligatorio. Hemos transformado un derecho el de votaren una obligación cuyo incumplimiento deriva en una denuncia al juzgado correspondiente.
Por eso, sostenemos que no queremos más democracia bajo apercibimiento judicial. De esta manera, nunca mejoraremos nuestra política y la gente seguirá sientiéndose alejada de ella.
Por eso, propongo aplicar a la política la misma receta que a nuestra economía, es decir, incentivos correctos. Los electores no pueden ser un mercado cautivo para los políticos; hay que entregar libertad a las personas para que aquellos tengan que ganarse de verdad su interés y deseo de participar en las elecciones. Para ello, dejemos que el voto sea realmente un derecho y que lo ejerzan quienes se sientan motivados a hacerlo.
Terminemos con el actual sistema en que los políticos exigimos eficiencia a los demás, pero no somos capaces de autoimponernos normas que nos obliguen a ser eficientes y a que se nos mida en forma objetiva de acuerdo con la cantidad de personas que somos capaces de movilizar.
¡Qué increíble lo que decía el Diputado señor Latorre! Aquí hay que hacer movilizaciones para tener quórum cuando, de una u otra forma, deben aprobarse iniciativas de ley o proyectos de acuerdo. La verdadera razón de esto es que, actualmente, nuestra democracia se entiende únicamente como el acto de votar cada cuatro años, lo que aleja a las personas de la política.
Hay elecciones, pero no participación. Si el voto fuera voluntario, tendríamos que ganar el interés de las personas entregando espacios reales de participación; ello significaría quitarnos poder a los políticos y traspasarlo a la comunidad. Así, habría real motivación por participar en las elecciones sin necesidad de verdaderos apremios judiciales.
Por todo lo anterior, un grupo de parlamentarios de la UDI ha presentado esta mañana un proyecto de reforma constitucional que termine con la obligatoriedad del sufragio. Así podremos conocer la verdadera razón de la participación ciudadana y medir también la calidad de nuestra política y de nuestros políticos.
Un sistema democrático sano no requiere obligar a las personas a participar en los procesos electorales, y esta participación tampoco es en sí misma garantía de estabilidad política o de madurez social si se consigue sólo sobre la base de apremio o de la acción punitiva del Estado.
Conocidas democracias occidentales muestran una enorme solidez, a pesar de que el porcentaje de participación electoral no alcanza al 50 por ciento de los potenciales electores. Lo que en verdad otorga estabilidad es la percepción de legitimidad que tienen las personas respecto de sus autoridades, a partir de la forma en que éstas accedieron al poder y de la manera en que lo ejercen.
Un Estado que entrega mayores espacios de libertad a sus habitantes y más posibilidades de participar en las decisiones que les afectan, tendrá autoridades con mayor grado de legitimidad ante los gobernados y la participación será espontánea y libre.
En parte, éstos son los fundamentos de la reforma constitucional que hemos presentado hoy.
No podemos seguir en los espacios políticos en que vivimos. La gente cree, porque así lo hemos demostrado, que los políticos queremos todo: financiamiento de los partidos políticos y de las campañas electorales y, además, que voten obligatoriamente por nosotros.
Si decimos que nuestra democracia es tan sana y sólida en América Latina, es hora de que los políticos demos verdaderos ejemplos aquí, donde aprobamos las leyes.
He dicho.
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