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El señor CONCHA.-
Por otra parte, ¿quiénes son pobres? ¿Cuántos son pobres?
Son preguntas que nos hacemos, pero no sabemos contestarlas con precisión para que la respuesta sea considerada, por todos, como verdad.
No basta la mera definición del Diccionario de la Lengua para permitimos responder con acierto aquellas interrogantes. ¿Cuál es la medida de la necesidad? ¿O cuánto es indispensable para sustentar la vida? ¿O cuál es el grado de sustentación querida o exigida?
Resolviendo estas interrogantes, tal vez lleguemos a establecer la pobreza absoluta o extrema, pero para determinar la pobreza relativa se necesitará introducir parámetros arbitrarios aceptados por unos y rechazados por otros; por lo que la conclusión nos ayudará poco para señalar con precisión cuántos son los pobres.
Pero más allá de las definiciones, más o menos, precisas que se han dado o se den, más allá de los diagnósticos técnicos, cuya exactitud siempre nos parecerá dudosa, más allá de la cuantificación exacta o no, los pobres existen en Chile. Lo vemos y lo comprobamos diariamente en todos los lugares; son una espantosa verdad y una desgraciada herencia. La pobreza y la extrema pobreza son verdades indesmentibles en nuestro país. Hay pobres, muchos pobres, miles, millones de pobres. Calcular su número, grado, ubicación y distribución es muy importante. Tiene un sentido trascendente; sobre todo, cuando se ha indicado que el 34 por ciento de la población se encuentra en ese estado, lo que traducido en números, considerando la población actual de 13 millones 400 mil habitantes, significa 4 millones 500 mil pobres.
Sin embargo, tanto o más importante que ello es la toma de conciencia que debe tener la totalidad de la población chilena de este problema, y del carácter urgente y prioritario que tiene su solución. Por ello, entrar a examinar lo que se hizo o no, hoy no tiene ninguna importancia. Lo que interesa es implementar una campaña nacional exhibiendo la crudeza de esta realidad que aflige a buena parte de la comunidad, para despertar la solidaridad individual y colectiva de todo el país, y así hacerle frente, teniendo claro que su magnitud sobrepasa todos los límites tolerables; ética, moral y humanamente hablando, y cuya resolución no admite dilaciones ni postergaciones. "Los pobres no pueden esperar", dijo el Papa. La solución debe darse ahora mismo.
Esta toma de conciencia debe generar un gran consenso y llevar a un compromiso nacional para pagar la enorme deuda social con participación de cada uno, de cada persona, en conjunto con el Estado, porque la solución no queda sólo a nivel individual ni tampoco corresponde únicamente al Estado, sino que es responsabilidad de todos, incluso de los propios pobres, cuyo esfuerzo es indispensable para superar su situación. Hay que desarrollar la capacidad y voluntad de erradicarla definitivamente, sin ideologismos, partidismos y fines electorales, asumiendo las experiencias anteriores, sin pretender partir de cero nuevamente.
No es el momento de analizar quién es el culpable de su existencia ni tampoco quién hizo más por ellos; sólo interesa superar el problema. El pobre es un ser humano, una persona igual a cualquiera de nosotros, y no puede ser considerado un número dentro de una estadística que ilustra periódicamente las condiciones técnicas que del problema se hace. Esas personas necesitan y merecen nuestro respeto.
En este esfuerzo nacional nadie puede eximirse. Todos debemos participar con generosidad y sin egoísmos, cooperar en organizaciones gubernamentales o no gubernamentales, generar nuevas fuentes de trabajo remuneradas con justicia, cumplir responsablemente las obligaciones laborales y tributarias, ayudar moral y materialmente al que no tiene, actuar sin mezquindades ni ruindades.
Hace un momento la Diputada señora Cristi radicaba la acción para erradicar la pobreza en el aparato estatal y omitía la acción indispensable de la actividad privada. No basta el mero crecimiento económico, por importante que fuere, para solucionar la pobreza; es condición necesaria, pero ella sola resulta insuficiente. Es indispensable el reparto equitativo del producto de ese desarrollo, a través del incremento de la participación laboral. El mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo es parte indispensable, condición sine qua non del desarrollo. Jamás podrá estimarse como un factor contrario.
El Gobierno actual ha mejorado substancialmente aspectos importantísimos en la vida de los pobres. Se ha producido un aumento substancial de sueldos y salarios, los que en el Gobierno anterior ni siquiera se fijaban. Ha habido un notable aumento en la construcción de viviendas, superando el mejor año del Gobierno anterior. La atención de salud también ha tenido un mejoramiento. Esto lo he comprobado personalmente, porque en Valdivia, mi ciudad, hay gente pobre que necesita ser atendida hospitalariamente. Me han expresado que la diferencia de atención hospitalaria se nota ahora, y que realmente ellos parecen ser personas atendidas por otras personas; no como ocurría antes, cuando eran atendidas por personal que los trataba mal.
El señor BAYO.-
¡Pruébelo!
El señor CONCHA.-
El modelo de desarrollo que concite el consenso político y social debe basarse en una filosofía plasmada en la solidaridad y responsabilidad de cada cual, con una estrategia que combine el crecimiento económico con medidas destinadas a mejorar la participación y distribución del producto económico.
Dentro de este plan, son bases fundamentales el aumento creciente del gasto social, que se traduzca en la eliminación de la marginalidad, en el mejoramiento de barrios y asentamientos humanos, en la construcción de más y mejores viviendas, para hacer desaparecer los campamentos insalubres, rodeados de pestilencias, que son simplemente focos de contagio. Todo ello, con el objeto de obtener mejores condiciones de vida de la población y, especialmente, educar a la juventud, para que ésta sea habilitada e ingrese a las fuentes de trabajo remuneradas en las condiciones que permitan satisfacer dignamente las necesidades humanas.
Se requiere también el reconocimiento de los estratos superiores de la comunidad, de su responsabilidad en la pobreza esto no siempre se logra, la participación de los pobres y su disposición para colocar su esfuerzo personal y hacer realidad aquello de "ayúdate que te ayudaré".
Todo esto requiere esfuerzos y sacrificios compartidos, postergar aspiraciones no urgentes ni indispensables, racionalizar el uso de medios y recursos; aplicar criterios de autoridad, tanto en la administración pública como en la actividad privada; aprovechar los recursos que hoy se derrochan en fines suntuarios o en la adquisición de armamentos que no se justifican si vivimos en un período de paz que todos queremos prolongar indefinidamente, y crear más y más fuentes de trabajo.
El mejor medio de hacer el bien a los pobres no es darles limosna, sino lograr que puedan vivir dignamente sin recibirla. Esta tarea es urgente: los pobres no pueden esperar.
He dicho.
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