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El señor BAYO.-
Señor Presidente, el acceso a la salud es un derecho inalienable de todos los chilenos y es responsabilidad del Estado garantizarlo a todos aquellos que no tienen ingresos suficientes para costearla.
Gracias a los esfuerzos de sucesivos Gobiernos, en las últimas décadas la salud en Chile ha mejorado sus niveles en forma evidente en términos de mortalidad y logros en salud pública como expectativa de vida entre otros.
Sin embargo, en los grupos sociales más desposeídos sigue viéndose una situación de desigualdad que no puede dejar de ser preocupante para todos nosotros.
Es efectivo que hay una parte de la población insuficientemente incorporada a los programas de salud, como los adolescentes, adultos y los ancianos. Existen localidades del país que se encuentran por debajo de los promedios nacionales en lo que a indicadores tradicionales se refiere.
También es efectivo que la estructura de la morbilidad en Chile es una mezcla de la que presentan países desarrollados con aquellos no desarrollados. Los tumores, los problemas cardiovasculares y los accidentes, coexisten con la sarna, la pediculosis y la tuberculosis, entre otros.
Esta es la realidad de hoy; es similar, en general, a lo que sucede en todo el mundo, en los países más desarrollados, a pesar de lo mucho que ha avanzado nuestro país en los últimos 20 años.
Es innegable que en Chile se ha ido progresando en materia de desarrollo social y que la pobreza de hoy ya no es la miseria de antes. La extraordinaria evolución de las cifras de mortalidad infantil, de desnutrición, de las coberturas de agua potable y alcantarillado, de alfabetismo y otros, están demostrando que el camino seguido ha sido el correcto.
El convencimiento, en un pasado reciente, de que la pobreza no se puede combatir sin crecimiento económico y sin una política social que focalice técnicamente la inversión en los más vulnerables, justifica los indicadores analizados recientemente y, consecuentemente, el extraordinario nivel dentro del contexto mundial en que nuestro país está ubicado en el listado de desarrollo humano, confeccionado por el PNUD, a la cabeza de América Latina.
Esto se ha logrado, en gran medida, con una participación creciente del sector privado. Los hechos han demostrado fehacientemente que una mayor confianza en la libre acción individual, guiada por normas e incentivos adecuados, asegura la generación de mayor desarrollo y progreso. Si a ello agregamos que se mantenga una política social que privilegie a los más pobres, estaremos cerrando el círculo vicioso de la pobreza. Ella se nutre de los mismos pobres. En un pasado mediato no se había previsto que a los niños desnutridos había que alimentarlos preferentemente para que pudieran tener el nivel de desarrollo intelectual que realmente les capacitara para competir en igualdad de oportunidades. No podemos hablar de ella, igualdad de oportunidades, si en Chile siguen existiendo desnutridos.
No es con descalificaciones o con desconocimiento de la realidad que se solucionan los problemas.
No podemos compartir algunos criterios enunciados en el área de la salud.
Se critica allí, a la calidad del servicio, atribuyendo su carencia a políticas impulsadas en el Gobierno de las Fuerzas Armadas. No se refieren a la situación de salud en Chile que los técnicos sabemos que es lo importante.
Se critica la disminución del aporte fiscal, pero no se menciona el aporte creciente del sector privado a la dación de salud.
Se dice que el gasto per cápita se reduce en el sector público de $ 13.280, en el año 1974, a $ 11.579, en 1987. Esto no es efectivo. En los mismos años se destinó a salud $ 117.800.000 y $ 143.000.000, moneda de igual valor según cifras del Fondo Monetario.
En relación con el producto geográfico bruto, en 1970 se destinó el 1.7 por ciento de dicho producto, y en 1989 se superó el 2 por ciento de los bienes y servicios generados en el año.
Todo ello, para justificar el deseo de incrementar el gasto fiscal en éste como en otros sectores, cada vez más, como si ello fuera sinónimo de mejor salud y menor pobreza. Nosotros creemos que estos' hechos no van juntos. Inglaterra gasta menos de la mitad que Estados Unidos, y tiene mejores niveles de salud.
Estimo personalmente que esto pensaba el economista democratacristiano Jorge Rodríguez Grossi en 1987, cuando aseguraba:
"Los niños entre 0 y 6 años están muy bien atendidos por el Programa Madre y Niño".
"Chile tiene un sistema de salud que ha superado una aguda crisis económica, sin graves consecuencias para la salud de la población".
"Es mentira que los pobres no tienen salud en Chile. Pero eso no basta, todos deben tener buena atención sanitaria. Esa es nuestra preocupación".
Todavía en Chile hay un importante sector de la población que necesita solución a sus carencias. Todos debemos entregar nuestro aporte a un problema de carácter nacional. Se requiere solidaridad, equidad y tecnicismo en su trato, de todos, del Fisco y del sector privado.
Aquí el señor Ministro ha recordado que el 75 por ciento de la inversión es de origen privado. Hay que tenerlo presente y actuar en consecuencia, no dando signos que tiendan a frenar la empresa privada y, al mismo tiempo, reconocer su valioso aporte.
Desearíamos ver señales claras por parte del Ejecutivo de un espíritu de perfeccionamiento del sistema mixto de salud, que ha jugado tan importante papel en el tratamiento de la pobreza. Nos inquietan algunos signos que tienden a revertir una situación que, probadamente eficaz, es en el presente modelo para muchos países de nuestra América. Es probable que un subsidio a la demanda podría asegurar para los más pobres una igualdad de oportunidades en salud. Ojalá seamos escuchados.
He dicho.
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