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El señor SANDOVAL.-
Muchas gracias, Secretario .
Sin duda, estamos frente a un acontecimiento y a una disyuntiva terrible desde el punto de vista sanitario, desde el punto de vista de la vida, desde el punto de vista de la salud, desde el punto de vista de la estabilidad de las condiciones económicas en que vive nuestra población.
La pandemia nos puso, sobre la marcha, en un escenario complejo, contrario a lo que uno veía en las discusiones que antes de esta crisis sosteníamos a propósito de la tramitación de diversos proyectos de ley en el Senado. Y hago mención a uno solamente que el Senador Navarro mencionó en algún minuto: el tema del suelo o de la tierra de hoja.
Las preocupaciones de repente cambiaron. La pandemia nos develó una realidad humana, social y económica del país de la cual quizás incluso nosotros mismos nos ocultábamos. ¡Cuántas veces a lo largo de nuestras propias circunscripciones hemos visto realidades sociales que padecen sectores de nuestras comunidades! Gente en campamento, gente viviendo en condición de hacinamiento, gente sin acceso al agua potable, gente con problemas sanitarios, gente que, como aquí se ha señalado tantas veces, vive en ciudades o localidades con profundos niveles de contaminación.
¡Cuántas veces he escuchado aquí de los colegas Senadores mencionar el caso de Bajos de Mena, como ejemplo de estigmatización de una política inadecuada! Bueno, ¿qué se ha hecho para resolver la situación de Bajos de Mena o de las casas Copeva o de las poblaciones "pitufos", que en algún minuto se popularizaron a lo largo de todas las ciudades de nuestro país? ¿Qué hemos hecho para resolver ese tema?
Hace poco en la Comisión de Vivienda conocimos un informe que señalaba que 2,2 millones de chilenos viven en condición de hacinamiento, de precariedad habitacional. ¡2,2 millones de personas!
Y, como bien señalaba la Senadora Rincón, la reciente publicación de un medio norteamericano nos devela realmente en la cara que tenemos muchas personas viviendo en condición de pobreza, en condición de precariedad de vida, en condiciones extremadamente precarias de habitabilidad y hacinamiento o en viviendas que lisa y llanamente están en muy malas condiciones.
Ello, evidentemente, gatilla y es caldo de cultivo para los problemas que hemos vivido en materia de enfoque para tratar el virus, más allá de las estrategias -habrá que evaluarlas en su oportunidad-, respecto de lo cual se requieren ajustes y cambios.
Sinceramente, creo que nos enfrentamos a una situación que debemos abordar con seriedad. La pandemia tiene en estrés al Estado. Hoy día ninguno de los Senadores anda viajando por el mundo y los servicios públicos están eliminando gastos superfluos, pues entendemos que hoy día son otras las prioridades desde el punto de vista de la atención desde el Estado. ¡Cuáles son! Los temas demandantes de calidad de vida para nuestra gente: la salud, la vivienda, entre otros tantos más.
Por eso, uno lamenta realmente que estemos legislando sobre situaciones que deberían ser parte de nuestra cultura.
Pero no, desgraciadamente no es así. Alguien lo dijo: nuestra sociedad se acostumbró a exigir todos los derechos habidos y por haber, pero no a cumplir deberes. Nos acostumbramos a una idiosincrasia, a una forma de ser según la cual reclamamos por cuanta cosa se nos ocurre, pero no estamos dispuestos a cumplir con deberes fundamentales. Vemos a personas trasladándose en helicóptero en pleno período de pandemia. Vemos a otras en algunas localidades requiriendo certificados para desplazarse a otros lugares, donde es evidente que no van precisamente para hacer un resguardo sanitario, sino que para tomarse algunos días de descanso.
Y vemos, como bien se ha señalado acá, a muchas familias viviendo en la informalidad. ¡Si la informalidad es terrible! Es una estadística que nos señala que como país no tenemos nada de excepcional. No somos los jaguares, apenas nos da para gatos callejeros, por la forma como estamos viviendo y construyendo las enormes desigualdades que tiene nuestro país.
Evidentemente, estos proyectos no nos gustan. No nos agrada tener que sancionar a las personas para que cumplan una obligación que, por lo demás, permitirá minimizar los efectos de esta pandemia que hoy nos está dejando en una situación realmente muy compleja.
Secretario, yo voy a votar a favor de esta iniciativa, lamentando, sinceramente, que no podamos construir una cultura de comportamiento cívico. Habrá que hacer un gran esfuerzo para entender que en nuestra sociedad no solo tenemos derechos, sino también deberes.
Pero, igualmente, hay que reconocer que como sociedad no hemos hecho las cosas que debemos hacer de la manera adecuada. Y hoy día...
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