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- rdf:value = " El señor MUÑOZ BARRA (don Roberto).- No hay antagonismo entre las áreas, sino persecución sectaria e implacable de todo trabajador manual o intelectual, profesional o técnico, que no comparta la ideología que predomina en La Moneda, persecución que linda en lo inicuo tratándose del comercio minorista, de los transportistas, de los pequeños y medianos agricultores e industriales, de los profesionales y técnicos, etcétera.
La contradicción está entre lo que prometió el Programa a cuyo amparo se llegó al poder y la forma en que se está ejercitando ese poder, que no respeta las garantías que ofreció ni cumple las promesas que hizo a los mismos sectores del trabajo, a los que ahora combate con saña, olvidando, que, muchos de ellos, ayudaron al triunfo del 4 de septiembre de 1970. La contradicción fundamental está entre los que desean construir una sociedad más humana y justa, pero que no deje de ser libertaria y democrática, pluralista y ajustada a la legalidad, y quienes creen que esa sociedad nueva debe ser presidida por la dictadura, ejercida en nombre de los proletarios, por la burocracia de los Comités Centrales y dentro de las estructuras de otra democracia, distinta de la nuestra, cuyos valores e instituciones estamos dispuestos a defender a todo trance, aunque el señor Allende los declare sin vigencia. La contradicción está entre quienes pensamos que puede llegarse a un nuevo orden social por una vía auténtica y verdaderamente chilena y no por la vía marxista-leninista que el pueblo de Chile repudia y que no fue la que el señor Allende, como candidato, ofreció a Chile. Allí está la contradicción y no en esa falsa y absurda división que ha imaginado el Presidente de la República. Reducir todos los problemas económicos y políticos de Chile a la lucha contra la especulación y el mercado negro es querer asomarse a nuestra realidad por el ojo de la llave y no salir a apreciar el panorama, complejo y delicado, en su amplia y cabal integridad. La mejor prueba de lo que estamos afirmando la proporciona lo ocurrido con la ya tristemente famosa Escuela Nacional Unificada, que fue rechazada y recibió el amplio y rotundo repudio de la enorme mayoría del país, de los estudiantes, de los padres, de la Iglesia y de las propias Fuerzas Armadas. Lo ocurrido respecto de este lamentable intento de romper lo que es la esencia pluralista de Chile podría bastar, a quien no estuviese enceguecido por los dogmas y el sectarismo, para darse cuenta dónde radica la contradicción que destroza a Chile, que está dividiendo el alma común de nuestra Patria; que está entorpeciendo gravemente el proyecto histórico de levantar las estructuras de un nuevo ordenamiento social y económico que traiga bienestar y que no lo reduzca, que amplíe las libertades y no las derogue, que ensanche la democracia y no la asfixie, que libere al país de la dependencia imperialista y no cree nuevas y peligrosas dependencias, como está sucediendo al no ser capaz el Gobierno de impulsar la agricultura para que pueda abastecer a Chile, y al destruir la industria petrolífera, orgullo del país y aval de nuestra seguridad nacional. Si ayer no más los propios trabajadores del petróleo, en carta dirigida al Presidente de la República dicen que, de no enfrentarse con justeza los problemas de esa industria, se corre el peligro de que se conviertan la ENAP y Chile en meras dependencias de gobiernos o empresas extranjeras (El Mercurio, 19 de mayo de 1973). Allí están las contradicciones que están desgarrando nuestra nacionalidad, pues no es fácil despojar a una sociedad de los valores que ha ido configurando y moldeando en el largo curso de su historia y que se confunden con sus tradiciones y su manera de ser.
En lo que se refiere a la problemática económica, el Mensaje es de una pobreza franciscana. Nada dice, que valga la pena, acerca de los serios problemas que afectan a nuestra economía y al standard de vida de todos los chilenos y, sobre todo, de quienes no tienen más medio de subsistencia que el trabajo. El país está azotado por la inflación más dramática de nuestra historia. En 1972, los precios aumentaron en 164%. En cuatro meses de 1973, el alza ya es de más del 34%. La escasez se traduce gráficamente en las interminables colas que, a diario, contemplamos en las calles de todas nuestras ciudades y en donde se pone a prueba la capacidad de sacrificio de la mujer chilena, que bajo el sol o la lluvia, aguarda horas y horas para conseguir o no los alimentos más indispensables para su familia. Sin embargo, el Mensaje prácticamente ignora el problema; no lo analiza; no expone al país el criterio del Gobierno acerca de las causas que lo motivan y de las eventuales soluciones. Nada de fondo. Sólo unas cuantas frases vagas que explican, por sí solas, por qué la economía está a la deriva, y ello sucede porque el Gobierno también está a la deriva, porque no tiene una concepción clara, precisa, firme acerca de cómo detener esta inflación desatada, vertiginosa, que nos empuja al abismo. ¿Qué dice el Mensaje? Textualmente, lo único concreto que plantea en materia de acción encaminada a combatir este flagelo es lo siguiente: La política antinflacionaria se proyecta al conjunto de las acciones económicas y constituye una línea central de orientación del Gobierno. La frase no es, por cierto, modelo de claridad ni contribuye, ni en un ápice, a despejar las dudas, la incertidumbre, la angustia, ante una economía que se empequeñece al disminuir la producción, y agudiza, por lo mismo, el desequilibrio entre las necesidades del consumo y las disponibilidades de mercaderías. No hay en el Mensaje ni siquiera un pensamiento que refleje la preocupación del Gobierno por estimular la producción, a fin de que ¡gradualmente pueda restablecerse un equilibrio que permita cierta normalidad del abastecimiento y alguna estabilidad en los precios. Es elemental que, sin aumento de la inversión, no puede haber desarrollo de la economía. Es elemental, porque obviamente, si la capacidad de producción no crece, tampoco puede aumentar la actividad económica. Todos sabemos que en 1971 la inversión disminuyó en 4,9% y que en 1972 la baja, por lo menos, es semejante. El Mensaje no da cifra alguna sobre el particular, sino que se limita a hacer algunos artificios estadísticos para demostrar que en 1971 y 1972, la parte del producto nacional que se destinó a la inversión fue del 14% mientras que en el período 1967-1969 fue del 15%. Con esto, el Gobierno queda muy satisfecho. La verdad, sin embargo, es bastante diferente. Los asesores del Presidente de la República eligieron, como base de la comparación, los tres años del decenio que tuvieron una inversión más baja y, en consecuencia, la comparación no fue del todo desfavorable. Pero este es un artificio que no puede engañar a nadie. La tasa histórica de inversión la determina el promedio del decenio y, en 1960-1970, en promedio y en cada año, Chile destinó el 17, 4% del producto nacional a la inversión. Este porcentaje dista mucho del débil 14% que parece tener muy contento al Presidente de la República, pero que, en el hecho, significa un retroceso y es la negación de lo que un genuino socialismo persigue, cual es la ampliación del potencial productivo y no la reducción, como está ocurriendo en Chile, pues durante dos años seguidos la inversión disminuyó en vez de aumentar.
El Mensaje se lamenta del bloqueo financiero a que estaría sujeto el Gobierno. Bloquear es asediar, cercar a un país, negarle toda ayuda financiera, cerrarle las fuentes de crédito. Pero no es esto lo que le ha sucedido a Chile. Estuve leyendo, a este respecto, la exposición que el 15 de noviembre de 1972 hizo ante la Comisión Mixta de Presupuestos el entonces Ministro de Hacienda, señor Millas Correa. Y en ese documento el señor Millas dice que Chile ha recibido generosas ofertas de crédito de una imponente y larga nómina de países del área capitalista y del área socialista. En efecto, en la página 014 de esa exposición, el señor Millas menciona a Argentina, Brasil, Perú, México, Francia, España, Holanda, Finlandia, la Unión Soviética, China Popular, Polonia, Bulgaria, Hungría, Alemania Democrática, Rumania, Checoslovaquia y la República Democrática Popular de Corea. Si se suman los créditos allí referidos, se llega a concluir que el Gobierno dispone de créditos a largo plazo por más de 500 millones de dólares. En lo que se refiere a las líneas de crédito a corto plazo que, al ascender al Gobierno el señor Allende, tenían un monto de 220 millones de dólares, ahora, según el señor Millas, tienen una cuantía de 490 millones de dólares. Además, el otrora tan vilipendiado Fondo Monetario Internacional concedió al Gobierno un préstamo de 42 millones de dólares. ¿Puede decirse, honestamente, que está bloqueado financieramente un Gobierno que recibe tan cuantiosa cooperación económica externa?
Es cierto que algunos organismos internacionales controlados por Estados Unidos dejaron de prestar dinero a Chile. Es el caso del Banco Mundial, del Banco Interamericano, del Eximbank y de la Agencia Oficial del Gobierno norteamericano, AID. Pero, como hemos visto, si se cerraron estas puertas, se abrieron otras muchas anchas. Por lo demás, si el Gobierno persigue, y con razón, liberarse del imperialismo norteamericano, no puede, si es consecuente, aspirar a que ese imperialismo le siga otorgando préstamos, pues la dependencia financiera es una de las más fuertes y comprometedoras. Además, si se combate el endeudamiento externo contraído por los Gobiernos anteriores, no puede desconocerse que este Gobierno sigue endeudándose con todo fervor y entusiasmo. La verdad es que no hay bloqueo financiero, sino negativa de cuatro entidades a continuar operando con nuestro país. La falta de hostilidad financiera hacia el Gobierno del señor Allende también quedó de manifiesto en la renegociación de la deuda externa. En la exposición del señor Millas no hay nada que pruebe lo contrario. A la inversa, se dice que el acuerdo a que se llegó, en enero de 1972, con los Bancos norteamericanos, tiene la ventaja del alivio que otorga a la continua sangría de divisas, por cuanto permite cubrir el servicio acumulado de la deuda de tres años pagando solamente montos muy pequeños; añade que, durante los años 1972 y 1973 se efectuará sólo un pago simbólico, etcétera. Juzgando el conjunto de la renegociación, la exposición dice: Resumiendo, el alivio total que la renegociación ha representado para el balance de pagos de Chile alcanza a 600 millones de dólares y se traduce, para el período comprendido entre el 1º de noviembre de 1971 y el 31 de diciembre de 1972, en la suma de 378 millones de dólares, debiéndose pagar en 1972 un total aproximado de 100 millones de dólares. (Página 28).
Yo pregunto, ¿se puede, de buena fe, sostener que está bloqueado financieramente un Gobierno al que los acreedores conceden condiciones que el propio Gobierno califica en los términos que acabo de leer? Afirmar lo contrario es algo así como lo del cojo que le echa la culpa al empedrado. Lo que cojea, en Chile es la gestión económica del Gobierno, y es inútil que el Presidente de la República busque, desesperadamente, un chivo expiatorio sobre el cual descargar responsabilidades de las que el Gobierno no puede sacudirse.
No hay ningún otro Gobierno que haya dispuesto de más poder económico que el actual. Es todopoderoso. Es uno de los empresarios más grandes. No olvidemos que es dueño del cobre y que Chile es el cuarto productor del mundo. Es dueño del hierro, del carbón, del salitre, del yodo, de los bancos, de los monopolios, etcétera. El propio Mensaje señala que el área reformada en el campo cubre el 35% de la superficie agrícola del país. Por lo tanto, las decisiones del Gobierno son determinantes del rumbo de la economía. Sin embargo, en 1972 el producto nacional apenas creció en un 3, 4% y estamos a la zaga del desarrollo económico latinoamericano, junto con Jamaica, Guyana y Honduras. El Presidente de la República ni siquiera alude a este problema. Pareciera que, para él, carece en absoluto de importancia que la actividad económica experimente una tremenda contracción y que las cifras de producción se encuentren cayendo vertical y rápidamente. Es cierto que transformar es mucho más que administrar, pero no es menos verdad que, si el Presidente de la República abandona su obligación constitucional de administrar el país, está faltando a sus deberes y precipitando a Chile al caos, como ya se advierte en el orden económico.
Por eso, hacemos este planteamiento, en nombre del Partido de Izquierda Radical, porque creemos que el Mensaje no fue lo serio y responsable de lo que los sectores de la ciudadanía querían del Mensaje.
Muchas gracias, señor Presidente.
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