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- rdf:value = " El señor PALMA (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Durán. Su Señoría dispone de diez minutos.
El señor DURAN.- El Comité Radical me ha cedido uno.
El señor PALMA (Presidente).- Tiene razón el señor Senador. Entonces, cuenta con once minutos.
El señor DURAN.- Es bien penoso observar, a raíz de una materia tan importante y vital para un país hambreado como éste, la premura con que el Gobierno plantea tan trascendental iniciativa. Pero entiendo perfectamente esta premura, dado su ánimo politiquero y electoral. Sin embargo, duele observar, como chileno, que en el Senado de la República un asunto como éste, que he calificado de esencial, sea también debatido casi como corriendo contra el tiempo. Las materias más esenciales, vinculadas con un proceso económico anarquizado, desarticulado y llevado adelante con incapacidad, debemos analizarlas, como ha expresado el señor Presidente, en escasos diez minutos.
He escuchado el discurso del señor Ministro de Hacienda. La verdad es que poco pude oír de su lectura precipitada y rápida, pues también él tenía que correr contra el tiempo y encuadrar sus siete u ocho carillas en el que le correspondía, según la distribución que hicieron los Comités. Pero, de todas maneras, algunas frases tuvimos oportunidad de captar. Por cierto que ellas no son novedosas. Son la repetición constante y majadera que uno oye en cada una de las concentraciones de la Unidad Popular. Cualquier miembro de una JAP o de un partido, o cualquier activista, repite exactamente lo mismo que el señor Ministro nos ha venido a decir.
Este país lo ha reconocido el señor
Ministro sufre de escasez, hay mercado negro, se ha producido una gigantesca alza de precios y especulación. Pero lo curioso es que el Ejecutivo pretende cambiar las responsabilidades dentro de este análisis político. Como si los partidos de Oposición fuéramos Gobierno, deja caer, con toda clase de adjetivos, la responsabilidad sobre nosotros, limpiándose las manos por la que le compete como gobernante.
¿Qué nos dice frente a la escasez, el mercado negro y las alzas? Nos dice que la culpa de todo esto, tal como lo afirmaría cualquier militante de la Unidad Popular en alguna concentración de barrio, repitiendo el lenguaje tan gastado a través de todo el país, la tienen el imperialismo, los monopolios y los latifundios.
¡Qué cosa tan novedosa nos trae el Ministro!
Pero sucede que este representante del Ejecutivo olvida que su propio Gobierno ha dicho al país que el latifundio ya no existe. Senadores de la Unidad Popular, muy felices, han declarado en esta Corporación que el latifundio murió y fue enterrado.
Al mismo tiempo, es útil destacar, respecto de los monopolios, que la actual Administración ya lleva más de dos años en el Poder, y que, a pesar del lapso transcurrido, todavía se queja de la existencia de monopolios. ¿Cuáles? ¿Por qué subsisten? ¿Cuál es la política que el Gobierno ha seguido sobre este particular? ¿Acaso no fija precio a los artículos producidos por distintas industrias? Hace unos días el país despertó estupefacto por un alza en la bencina. Sin lugar a dudas, el Gobierno debe de haber comentado con cada uno de sus personeros: ¡Miren cómo ha subido el precio de la bencina! ¡Miren cómo las compañías imperialistas y las empresas extranjeras aprietan la garganta a los chilenos! ¡Son monopolios!
¡Pero, señores, si la bencina subió por un decreto del Ejecutivo! ¡No podía ser de otra manera! ��Y quién fija el precio de la casi totalidad de los artículos? El Gobierno. En consecuencia, me parece una falta de respeto pretender hacer creer que aquí se está en una tribuna de gente muy ignara. Y yo protesto por esa falta de respeto, como por el lenguaje empleado por el señor Ministro con relación a lo que él llamó la acción de los antichilenos y de los contrarrevolucionarios. Tampoco es una frase nueva. ¡Cuántas veces la oímos en sus largos discursos al señor Castro, refiriéndose a los contrarrevolucionarios! Aquí, en las mismas concentraciones hechas por la Unidad Popular, las oímos siempre. Sin embargo, los que las pronuncian jamás especifican quiénes son los contrarrevolucionarios. Tampoco dicen quiénes son los revolucionarios, los golpistas y los que quieren derrocar al Gobierno. Y, según afirma este Gobierno, el país vive en permanente conspiración,
Pero más allá de este análisis, yo protesto por algo que, al parecer, no escucharon los señores Senadores, debido a la extraña manera de exponer del señor Ministro de Hacienda, en el discurso que él nos leyó tan precipitadamente, lo cual hizo difícil percatarse de cada una de sus ideas o planteamientos. Dijo el señor Flores que este proceso de avance, progreso y grandeza de la actual Administración estaba siendo frenado o distorsionado por los antichilenos y los contrarrevolucionarios, agregando que éstos estaban incrustados dentro de los otros Poderes Públicos. Los otros Poderes Públicos son el Congreso Nacional y los Tribunales de Justicia; y que un representante del tercer Poder Público, como lo es el Ejecutivo diga eso en este hemiciclo, no sólo me parece una lesura, sino también una falta de respeto que me mueve, al menos, como representante popular ante el Senado de Chile, a expresar mi repudio y mi protesta.
Que haya también algunos con el carácter de contrarrevolucionarios incrustados en el Poder Judicial, tampoco es una frase novedosa traída por el señor Ministro. Es la repetición de expresiones que otro Ministro, me parece que de su propio partido el señor Del Canto, pronunció un día frente a los tribunales de justicia, ¡Pero si el Gobierno ha vivido desprestigiando al Poder Judicial! Ahora mismo se habla de este Poder burgués y de la Corte Marcial. Sin embargo, ¿acaso el Gobierno no podía recurrir de queja a la Corte Suprema? ¿Por qué no apeló ante ese tribunal? Creo útil que respecto de esta materia el país tenga alguna conciencia. No se hizo porque el Ejecutivo continúa en la ruta de desprestigiar a ese Poder Público.
La verdad es que, al dictar leyes punitivas, nos asisten serios temores por la filosofía que inspira la acción del Gobierno desde el punto de vista moral. Este acogió una doctrina llamada de los resquicios legales: aprovecha la más pequeña rendija para meter la ilegalidad. Y aquí le estamos entregando armas punitivas para que, con su doctrina de resquicios legales, todos los chilenos se constituyan en delincuentes frente a la acción, posición espiritual, de este Ejecutivo marxista. Dejamos, pues, constancia de que el delito económico, herramienta indispensable en la vida normal de una democracia, pasa a ser de una peligrosidad extrema en manos de quienes, de acuerdo con la filosofía de los resquicios legales, se saltan a pie juntillas el respeto a la Constitución y a las leyes, haciendo de la tinterillada un sistema de vida normal.
No creo que sólo sean los comerciantes, los industriales o los agricultores los que caerán bajo la espada ciega de quienes, con pasión y criterio electoral, plantean estos problemas.
Si el Gobierno sabía, desde que inició el montaje de sus operaciones por muy ignorante que se lo suponga, que nos llevaría fatalmente a una crisis en el proceso productor y, como consecuencia de ello, a la escasez y a las alzas de precios y su secuela de bolsa negra, en ese entonces debió plantear lealmente el problema ante la faz del país y aquí, en el Congreso. Lo hace ahora, en cambio, con el objeto de acusar de saboteadores, de reaccionarios y de agentes del imperialismo, aparte toda una gama de calificativos largos y majaderamente repetidos, a quienes no seguimos la marcha veloz que se pretende imponer a la legislación que ahora nos ocupa.
Pienso que la actual Administración no merece que se le otorgue ningún tipo de ley que implique alguna confianza. A los que estamos recorriendo el país en calidad de candidatos, la voz del pueblo nos llega en cada campo o población, porque todo ciudadano sabe muy bien que éste es el más grave de los problemas que enfrenta un pueblo descontento ante un Gobierno que lo está hambreando.
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