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El señor BULNES SANFUENTES.-
Señor Presidente, esta mañana hubo una sesión especial destinada al análisis de las relaciones entre los Poderes Judicial y Ejecutivo. En ella los parlamentarios comunistas tuvieron la oportunidad de proferir las ofensas e inferir los ultrajes que acabamos de escuchar al señor Godoy con relación a la Excelentísima Corte Suprema. Pero los comunistas tienen una manera cobarde de proceder. Ninguno de ellos asistió a la sesión; ninguno de ellos se inscribió; ninguno de ellos expresó palabra alguna, porque sabían que podían ser refutados. Han esperado la hora de Incidentes porque -aunque el lector de las versiones no lo sepa- en ella normalmente habla el orador en compañía del Presidente del Senado y de los funcionarios, y no hay ocasión de replicar. Han esperado esta oportunidad para desatar las infamias que ya publicaron en su prensa respecto de los Ministros de la Corte Suprema.
Yo he venido a esta sesión aprovechando que nuestro turno sigue al del Comité Comunista, para replicar. Pero el Senador señor Godoy, después de lanzar sus insidias y- a conciencia de que yo iba a refutar, abandonó la Sala.
¡Esta es la norma de actuar de los comunistas: lanzan la piedra y esconden la mano!
En un país bien organizado no habría ninguna remuneración superior a la de un Ministro de la Corte Suprema. Así lo planteó su ilustre tío, señor Presidente; tengo buena memoria, y lo recuerdo. Don Pedro Aguirre Cerda, cuando era Jefe del Estado, planteó que en Chile no debería existir ninguna remuneración superior a la de esos magistrados. ¿Por qué? Primero, porque son depositarios de un Poder del Estado. Segundo, porque son hombres de selección, que para llegar a su cargo han debido sobresalir entre muchos hombres de selección; son personas que normalmente tienen 30, 40 o más años de servicio público, y son hombres que, por su condición de funcionarios judiciales, se han visto privados durante toda la vida de tener otras entradas, de conquistar con su trabajo otros ingresos que los obtenidos dentro de la carrera judicial.
En un país bien organizado, los Ministros de la Corte Suprema tendrían la mejor remuneración. Pero en esta nación, donde el Presidente de la República lleva una vida de fantástica opulencia -no quiero entrar en detalles, porque todos los chilenos lo saben-; en este país, donde hay 700 funcionarios, la mayor parte de ellos. políticos de tercera y cuarta fila recién ingresados a los servicios, que ganan más que los Ministros de la Corte Suprema ; en una nación como ésta, se atreven a tocar a rebato las campanas del es-cándalo porque esos magistrados, legítimamente -y lo voy a demostrar-, cobraron durante algún tiempo sus pensiones de jubilación de abogado a que tenían todo derecho.
¿Qué ocurrió? Los Ministros de la Corte Suprema, en virtud de ley, habían obtenido la jubilación de abogado, que se financia casi íntegramente con el aporte de los propios beneficiarios, como lo sabemos todos los abogados del país. La pensión de jubilación de abogado máxima asciende a 10, 11 mil o 12 mil escudos al mes, lo que no es ninguna suma fabulosa.
Se dictó una ley que limitó las remuneraciones de los funcionarios públicos a 20 sueldos vitales; en buen romance, a 40 mil escudos al mes, cantidad -repito- muy inferior a la que ganan muchos funcionarios públicos menores. Los Ministros, en una interpretación legal absolutamente legítima, estimaron que el tope establecido por esa ley no afectaba a las jubilaciones de abogado; es decir, que las pensiones de esa índole no debían incluirse en el conjunto de las remuneraciones-para los efectos de aplicar el tope en referencia.
La interpretación era del todo honrada. Y creo que si se defiende ante un tribunal tiene todas las probabilidades de imponerse. No quiero entrar en detalles; pero hay una ley posterior a la que estableció dicho límite, que me permite sostenerlo.
Además, los Ministros tuvieron legítimas dudas sobre la constitucionalidad de una ley que despoja a los jubilados de sus pensiones, pues se trata de un derecho adquirido que, como tal, está protegido por el Nº 10º del artículo 10 de la Carta Fundamental.
Por lo tanto, no sólo podía- interpretarse que la ley no alcanza a las jubilaciones de abogado, sino, además, que si las afecta es una ley inconstitucional, porque -repito- el legislador no tiene derecho para despojar a persona alguna de un derecho adquirido. Y es absolutamente indiscutible que la pensión de quien ya está jubilado es un derecho adquirido. Es discutible si antes de haberse obtenido la jubilación hay un derecho incorporado al patrimonio del que está haciendo las imposiciones. Pero es verdad irrebatible que una vez adquirida la jubilación, el derecho ingresa al patrimonio y queda protegido por el Nº 10º del artículo 10 de la Constitución Política.
Pues bien, los Ministros de la Corte Suprema continuaron percibiendo sus pensiones de abogado. Respecto de esas pensiones -se les desea dar el carácter de fantásticas, en circunstancias de que se trata de 10 mil u 11 mil escudos al mes, cantidad inmensamente inferior a la correspondiente a la pensión que percibe el señor Eduardo Novoa, quien está en pleno ejercicio de la profesión de abogado y cobra suculentos honorarios por la prestación de su servicios-, la Contraloría General de la República emitió un dictamen en que estimó que la limitación incluía la jubilación de abogado.
En realidad, el organismo contralor no podía abocarse al estudio de la cuestión constitucional, porque sólo le corresponde aplicar la ley. No podía pronunciarse sobre la constitucionalidad de la ley, pues sólo le está permitido hacerlo sobre la legalidad de los decretos. Y, dentro de esa limitación de funciones de dicho organismo, el señor Contralor consideró que, no obstante ser respetable la interpretación de los Ministros de la Corte Suprema, el tope comprendía a las pensiones de abogado, y que esos magistrados, por lo tanto, debían dejar de recibir las futuras jubilaciones y devolver las sumas ya percibidas por tal concepto.
En conocimiento el Gobierno del problema, el Secretario de.Justicia, don Jorge Tapia, dijo a los Ministros de ese alto tribunal que no se preocuparan de la situación pasada, porque él iba a resolver el problema en un proyecto de ley y envió al Congreso una indicación en virtud de la cual se condonaba cuanto hubieran recibido los magistrados por concepto de pensiones de jubilación de abogado. Como esa disposición no establecía la fecha hasta la cual se condonaba, lógicamente que la condonación se producía al momento de vigencia de la ley. Porque si se dicta una ley que diga Condónase todo lo percibido por los magistrados por concepto de pensiones de jubilación de abogado, sin duda queda condonado tedo lo que recibieron hasta que la ley se dictó. Y el Ministro señor Tapia -todos lo sabemos- no es tonto, sabe bastante derecho, y cuando quiere escribir una cosa no escribe lo contrario. De manera que si escribió que se condonaba hasta la vigencia de la ley, fue evidentemente porque el acuerdo consistía en eso.
Concedo una interrupción al Honorable señor Jerez.
El señor JEREZ.-
Señor Presidente, no quisiera interrumpir la intervención del Honorable señor Bulnes. Pero no deseo dejar pasar dos cosas, y me gustaría que el señor Senador se refiriera a ellas en mi presencia.
En primer lugar, Su Señoría manifestó que el Primer Mandatario llevaba una vida de, fantástica opulencia. Creo que es una exageración que s��lo está de acuerdo con la expresión fantástica que él mismo usó; o sea, es producto de una apreciación fantástica, producto de la fantasía, y por lo tanto, un hecho irreal.
Porque estimo, Honorable colega, que todos los Presidentes de Chile han llevado una vida más o menos sacrificada o muy sacrificada. No me parece que a un Primer Mandatario, por los problemas que debe enfrentar como tal, le quede mucho tiempo y templanza de nervios -esto desde hace algunos años a la fecha- como para, aparte ejercer las labores inherentes a la magistratura, poder disfrutar de una vida opulenta o fantásticamente opulenta.
Quiero decir más.
Considero que, en general, todos los Presidentes de la República han llevado en la práctica el mismo régimen de vida, salvo don Jorge Allesandri, quien fue considerado un hombre extraordinariamente sobrio, por la naturaleza de su personalidad. Todavía más -y esto no lo digo en tono de sorna ni mucho menos-: creo que es hombre al que se le podrá combatir por sus concepciones políticas; sin embargo, desde el punto de vista de su ascetismo personal -llámeselo como se quiera-, es un hombre que dio una tónica a su Gobierno, lo que, además, le sirvió mucho políticamente, pues quizás muchos de sus errores compensados ante la opinión pública por esa vida sobria que llevaba. O sea que, aparte el señor Alessandri, creo que todos los demás Presidentes han llevado prácticamente una vida normal.
Deseaba hacer presente esta circunstancia por una razón. El Honorable señor Bulnes Sanfuentes tiene todo el derecho de usar de la palabra en el Senado; pero resulta difícil no intervenir cuando hace una apreciación de tal naturaleza, y si yo hubiera hecho algo semejante en una época en que fuera Presidente una persona que correspondiera a su tendencia, Su Señoría, con todo derecho me habría interrumpido en igual forma.
Deseo terminar estas palabras refiriéndome a una idea distinta, si el señor Senador me lo permite. Por lo demás, después me podrá contestar.
El señor Senador expresó que el MinistroJorge Tapia ofreció a los magistrados de la Corte Suprema condonar las sumas percibidas, y yo le rogaría que investigará al respecto. Ello no significa que ponga en tela de juicio su afirmación, pero le pido que investigue si acaso se trató de un gesto gracioso del señor Ministro, si fue una ocurrencia, una especie de rayo caído en Damasco, como le ocurrió a San Pablo, a quien de improviso le surgió la inspiración de convertirse al cristianismo, o si se trató de una petición que hicieron los Ministros de la Corte Suprema al Presidente de la República para resolver su problema.
Se lo digo francamente: creo que valdría la pena que se investigara al respecto, a fin de que las apreciaciones emitidas por el Honorable señor Bulnes se ajusten a la verdad.
Agradezco la deferencia de Su Señoría, y le doy excusas por haberlo interrumpido.
El señor BULNES SANFUENTES.-
Respeto la intervención del. Honorable señor Jerez pues comprendo que él debe ser leal al Presidente de la República, y lo es. Pero le pido a Su Señoría que no me arrastre a un debate desagradable, al cual no pretendo llegar.
Mantengo el concepto de que la vida del actual Primer Mandatario es opulenta, y no estoy de acuerdo en que es la misma que llevaron sus antecesores. Vi al actual Senador Frei seguir viviendo, con una gran cantidad de hijos, en la modesta casa que tiene. Vi al señor Alessandri movilizarse en su automóvil modelo 1947, y viviendo en el departamento en que ha vivido gran parte de su vida. Vi al señor González Videla habitando en La Moneda, seminsalubre. Creo que lo misino hizo don Pedro Aguirre Cerda. El señor Ibáñez vivía por allá en la calle Dublé Almeyda, y don Juan Antonio Ríos arrendó de su peculio una residencia que no tenía nada de fastuosa, porque no podía vivir en el Palacio de Gobierno por sus condiciones de salud.
El señor JEREZ.-
Pero no existía el terrorismo que en la actualidad obliga al Presidente de la República a vivir en otras condiciones.
El señor BULNES SANFUENTES.-
Ruego a Su Señoría que no me haga entrar en un terreno desagradable, porque todos vemos al señor Allende, cómo se viste, cómo actúa, y sabemos que no lleva la vida corriente de los anteriores Jefes de Estado, que es la vida normal de los chilenos. En cambio, puedo decirle que los Ministro de la Corte Suprema, a quienes el señor Godoy les faltó el respeto, sin atreverse después a sacar la cara, llegan, muchos de ellos, a desempeñar sus funciones colgados de los buses, porque los sueldos que han tenido durante su larguísima vida de servicio público no les han permitido jamás llegar a tener un automóvil. Por otra parte, insisto en que son muchos los funcionarios que tienen remuneraciones mayores.
Volviendo al caso de la condonación, repito -y eso lo saben todos los que están oyendo- que el señor Tapia cuando redacta, patrocina, sostiene una indicación, no puede estar escribiendo todo lo contrario de lo que quiere decir. Soy miembro de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia, y cuando concurrí con mi voto a aprobar esa indicación, supe perfectamente, como lo supimos todos, que estábamos condonando esas sumas percibidas por los Ministros hasta el momento en que se dictara la ley respectiva. Y todos pensamos también que esa condonación era un expediente transitorio, y que después vendría un proyecto en que a los magistrados se les respetaría definitivamente su pensión de abogados jubilados, pues resulta realmente inicuo que se les arrebate un derecho adquirido, que representa unos 11 mil escudos mensuales, a gente que desempeña las más altas funciones del país y que gana 40 mi' escudos, mientras hay zánganos por ahí que perciben remuneraciones mucho mayores. Y sin hablar de zánganos, sino de buenos funcionarios, el señor Jerez, que es abogado igual que yo, ¿estima concebible que los abogados del Consejo de Defensa del Estado, que deben litigar ante la Corte Suprema, tengan más remuneraciones que los Ministros de este tribunal aun cuando tienen profesión libre y su propia condición de abogados de ese organismo les atrae mucha clientela? ¿Algún abogado puede considerar que ésta es una situación normal?
Pero ¿qué sucedió después, señor Presidente? El Congreso aprobó la disposición propuesta por el Ejecutivo, que nosotros no modificamos. Pero entretanto la Corte Suprema debió enfrentarse al Gobierno para resguardar sus fueros, para reivindicar su condición de Poder del Estado, para impedir que el señor Allende se arrogara, como la ha hecho, la facultad de hacer juicio demérito, como lo llama él o el señor Politoff, que le escribe estas cosas, en la comunicación que envió a la Corte Suprema. Juicio de mérito sobre cada sentencia que se dicta, para ver si procede o no cumplirla. Y porque los Ministros de ese alto tribunal, con ejemplar entereza, resistieron el atropello del Poder Ejecutivo, se les castigó económicamente. Se cometió con ellos una venganza realmente vergonzosa. En el veto se limitó la disposición a lo que hubieran percibido hasta cierto día del mes de febrero. En esa oportunidad, un Ministro de la Corte Suprema el señor Maldonado, que vino a la Comisión de Legislación en representación de sus demás colegas, nos pidió que rechazáramos el veto, aunque ello significaba quedar sin disposición alguna, y que ellos tuvieran que devolver todo, pues preferían eso a que el Gobierno pretendiera decir, como después lo ha hecho, que el acuerdo se refería sólo hasta cierto día de febrero y que los Ministros habían seguido después cobrando las pensiones, al margen del acuerdo. Desgraciadamente, el señor Aylwin y el Senador que habla fuimos un poco ingenuos, pues, sin suponer que habría tanta maldad para explotar estos hechos en contra de los Ministros de la Corte Suprema, decidimos aceptar el veto, para que, por lo menos, no tuvieran que devolver lo percibido hasta el mes de febrero de 1972.
Esta es la verdadera historia. Y ahora, porque la Corte Suprema se enfrenta a un Presidente de la República que se ha permitido, pisoteando la Constitución y las leyes, atribuirse la facultad de calificar las sentencias judiciales, para cumplirlas cuando lo estime conveniente; porque la Corte Suprema defiende la razón de ser del Poder Judicial, los parlamentarios de Gobierno se prestan para iniciar en contra de ellos una campaña que, en el caso de enlodar a alguien, no sólo enlodará a los Ministros de la Corte Suprema sino que a todo el país porque una nación que no tiene un buen Poder Judicial no tiene honor y no vale nada. Y sucede que si hay algo que puede enorgullecer a los chilenos, si hay un conjunto de servidores públicos que son ejemplo en su vida privada y en el desempeño de sus funciones, son precisamente esos sobrios, modestos, competentes y justicieros magistrados de los tribunales chilenos.
Creo que cuando se trata de enlodar a la Corte Suprema, se ataca al país. Yo entiendo que lo hagan los Comunistas, porque ellos tienen que destruirlo todo. Los comunistas son gigantescos roedores. Tienen que destruir una por una las columnas en que se basa el orden social. Ya están destruyendo nuestra historia. En la mañana leía con irritación cómo la empresa editora del Estado, Quimantú, ha publicado una historia de Chile en la cual se presenta a O'Higgins como un falso héroe, en que se ataca a los que condujeron la Expedición Libertadora, en que se les da toda la razón al Perú y a Bolivia en la Guerra del Pacífico. ¡Es que los comunistas tienen que destruirlo todo, tienen que roerlo todo, porque no están al servicio de la patria, sino que al servicio de un Gobierno extranjero, y lo han estado toda su vida!
Deploró que no me oigan; pero no me oyen no porque me haya escondido para hablar. Ellos se escondieron. No se atrevieron a hablar en la mañana, y ahora el señor Godoy huyó cuando vio que yo iba a hacer uso de la palabra.
Protesto por esa campaña infame y, en nombre de mi partido y de - la gente de bien de este país, rindo un homenaje fervoroso a esos hombres que están defendiendo la juridicidad en Chile. Ellos no eligieron el camino de la lucha; pero en el momento en que han debido luchar para defender el Estado de derecho, han sabido hacerlo, con dignidad y entereza que a mí me produce admiración, y que estoy seguro de que la historia de Chile va a registrar.
El señor AGU1RRE DOOLAN (Vicepresidente).-
En el tiempo del Comité Nacional, ofrezco la palabra.
Tiene la palabra el Honorable señor Phillips.
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