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- rdf:value = " El señor LUENGO.-
Lo que afirmo son hechos claros, que se pueden comprobar en los diarios de la época. No estoy mintiendo.
Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de Schneider. ¿Alguien puede decir que eso fue una invención? ¿Acaso no está su cadáver en el cementerio? ¿Acaso su muerte no causó consternación pública? ¿Y a quién beneficiaba su muerte? ¿Acaso la Unidad Popular o el señor Allende necesitaban que Schneider muriera para llegar al Poder? ¡Evidentemente que no! Por el contrario, ese fue un hecho que puso en peligro el ascenso de Salvador Allende a la Presidencia.
Pues bien, resulta que el General Schneider, cuando todavía estábamos en la campaña presidencial, sostuvo que él respetaría la Constitución Política, que el Ejército no intervendría y que se acataría el resultado de la elección. El 4 de septiembre no hubo mayoría absoluta y el Congreso, en consecuencia, quedó con la facultad de elegir entre las dos más altas mayorías relativas. Entonces, las palabras del General Schneider, que afirmaba que respetaría la Constitución y agregaba aún que acataría a quien eligiera el Congreso, empezaron a sonar sediciosas para determinados sectores. En ese momento ya no les gustó lo que declaraba Schneider, y desde ese instante quedó condenado a muerte. Y que conste que la Unidad Popular hizo presente que este peligro existía. Según antecedentes de la época y lo que obra en el proceso, Schneider fue advertido también por sus inferiores jerárquicos en el sentido de que debería contar con mayor guardia para proteger su vida. El General Schneider, que fue hombre muy respetuoso de la Constitución -precisamente por eso hacía estas declaraciones públicas, en su calidad de Comandante en Jefe-, creyó que en Chile todos eran como él y que, en consecuencia, todos respetarían la Constitución. Por eso no aumentó su guardia personal, como debió haberlo hecho. De haberla aumentado, tal vez no se habría consumado el crimen.
Lo mismo ocurrió con Edmundo Pérez Zujovic. Él era nuestro adversario político, y lo respetamos como tal. Muchas veces, cuando estábamos en la Oposición, fuimos a hablar con él, en su calidad de Ministro del Interior. La verdad es que, aun cuando a veces fueron muy duras las circunstancias que nos llevaron a su gabinete, siempre terminamos en armonía la conversación. ¿Para qué iba a querer la Unidad Popular su muerte? ¿En qué iba a beneficiarnos? Todo lo contrario, ella podía producir una brecha aún más profunda entre el Gobierno y la Democracia Cristiana. Con ese fin, evidentemente, se
movían los sectores que tramaron su muerte y que son, precisamente, los que siguen tramando más y más cosas en contra del Gobierno, para que la Oposición se distancie aún más de él, para que no haya ninguna posibilidad de diálogo, para que en cualquier instante un desalmado o un grupo de desalmados pueda prender la mecha que lleve a Chile a una guerra civil que nadie desea, o que, por lo menos, no deseamos quienes tenemos espíritu democrático y hemos luchado permanentemente por que los hechos se desarrollen dentro de la normalidad institucional.
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