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Tiene la palabra el Honorable señor Sepúlveda.
El señor SEPULVEDA.-
Hemos escuchado con atención las palabras del Honorable señor Prado, formuladas, según entiendo, en nombre de la Democracia Cristiana, colectividad que ha solicitado esta sesión especial con el propósito fundamental de analizar las denuncias sobre atentados a la vida del Presidente de la República.
A lo largo de su intervención, el señor Senador hizo una enumeración de los casos en que el Gobierno o determinados sectores de la Unidad Popular han expresado que se habría atentado en contra de la vida del Primer Mandatario. Hizo una enumeración y concluyó que tenía una duda moral, porque, a su juicio, los antecedentes que en su oportunidad se entregaron no le merecen fe, no son objetivos. Detalló algunos de ellos y ridiculizó otros. Es cierto que puede haberse cometido errores y excesos en esta lucha compleja que vivimos; pero es necesario que veamos el fondo del problema, el significado que adquieren algunos hechos. Por ejemplo, el Honorable señor Prado cuestionó la gravedad de lo que ocurrió en el Estadio Chile, aunque la Honorable señora María Elena Carrera, como participante en ese acto, le precisó gráficamente lo que ella vio. Al que habla no le consta, pues no estaba en Santiago en esa oportunidad; pero a la señora Senadora, sí, porque prácticamente casi cayó encima de ella. .
El señor IRURETA.- ¿Y Nahum Castro, dónde estaba. . .?
El señor SEPULVEDA.-
Ya le voy a responder, señor Senador. No se apure. No tengo inconveniente en contestar a todo lo que me pregunte. Puedo estar aquí todo el día contestándole.
Decía que en aquella oportunidad casi cayó encima de la Honorable señora Carrera un muchacho socialista que subió al techo del estadio a apagar el incendio.
Pero no entremos a analizar detalles que ya se han precisado. Examinemos el hecho al que resta importancia el Honorable señor Prado. En el Estadio Chile, cuando se repleta, caben cuatro mil o cinco mil personas, o más. Pues bien, allí se produjo un incendio que estalló en dos partes a la vez; sin embargo, este hecho que podría provocar como mínimo -repito: como mínimo- un pánico colectivo, para el Honorable señor Prado no tiene importancia alguna, no significa nada. En realidad, resulta abismante tal criterio. ¿Acaso no sabemos que en un teatro, cuando un irresponsable grita la palabra incendio, se provoca un desbande que muchas .veces ha sido motivo de tragedia y muerte?
Ahora bien, precisamente en los momentos en que se planteaba una lucha política seria, histórica y de profundas contradicciones sociales en el país; cuando efectivamente se ha atentado contra el orden institucional; cuando se quiso impedir a un grupo social el acceso al Poder legítimamente conquistado; cuando en estas circunstancias una fuerza política se reunía en ese local para dar a conocer su posición, en presencia del Presidente de la República; en esos momentos -repito- estallan allí, simultáneamente, dos incendios en el techo, que pudieron provocar la caída de la plataforma superior y aplastar a los que estaban en el escenario, entre los cuales se encontraba el propio Jefe del Estado. Sin embargo, ese hecho tampoco tiene importancia alguna para el Honorable señor Prado y le merece sólo una duda moral.
El señor VALENZUELA.-
El Honorable señor Prado no ha dicho eso. Su Señoría está deformando su pensamiento.
El señor SEPULVEDA.-
Pero expresó algo muy parecido.
Lo importante es que en política tenemos que ser consecuentes y atender no tanto a la forma de las palabras como al fondo.
El Honorable señor Prado culminó su intervención diciendo que lo asalta una tremenda duda. Y después se refirió a otros hechos que también le merecen dudas, como es, por ejemplo, el caso de la bomba encontrada en el Palacio Presidencial de Viña del Mar. Que el artefacto en cuestión estuviera colocado más allá o más acá; que haya reja en el jardín correspondiente o no la haya; que la bomba estuviera en el interior, debajo de la almohada, en el dormitorio o fuera de la reja, es indudable que tiene importancia. Pero, ¿cuál es la cuestión de fondo? Que realmente había una bomba. ¿Que fue colocada para provocar alarma, para intentar aterrorizar? Lo que sea. ¿Pero no es ése un factor importante y grave dentro del normal desarrollo de la institucionalidad del país?
No obstante, el Honorable señor Prado le va restando importancia y descalificando. En esa forma, los hechos que en última instancia debieran constituir el motivo central de análisis de esta sesión, pierden validez e importancia, con el propósito de que los hechos políticos actuales dejen de tener su real valor. Frente a este análisis, creo que existe el derecho a decir que no dudamos de que la Democracia Cristiana tiende a crear una cortina de humo sobre hechos políticos concretos, contingentes, inmediatos.
Por esta razón hoy se ha considerado más importante pedir la lista de los nombres de las cincuenta y tantas personas comprometidas que habría mencionado el Presidente de la República en septiembre de 1970. En su oportunidad no hubo preocupación por esto. Cuando la Democracia Cristiana aún tenía el Poder en sus manos; cuando el Presidente de la República, el Ministro del Interior y todas las autoridades de la Administración anterior tuvieron oportunidad de investigar los hechos, no existió preocupación para determinar lo que ocurría. Ahora, en cambio, quieren pedir una investigación. No sé si los documentos que se mencionan existen o no existen. Lo que sí importa, a mi juicio, es señalar que, después de la denuncia del compañero Presidente de la República, sí que ocurrieron hechos graves en el país. Por cierto, no fue el Jefe del Estado quien cayó. Pero que había la intención, la voluntad, la decisión de los enemigos de la Unidad Popular para impedir el acceso al Poder, a las masas de Chile, sí que la hubo; que había comprometidas fuerzas ajenas al movimiento popular, sí que las había; que había nombres de personas comprometidas, sí que los había; que había personeros de Derecha comprometidos, sí que los había, y que eso culminó en el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, sí que es objetivo.
Después de eso nos parece inconcebible que se plantee, como lo ha hecho el Honorable señor Prado, que en un momento determinado no se sabrá de dónde partirá la bala asesina destinada a matar el día de mañana al Presidente de la República. Y lo dice después de todo lo que ocurrió desde el momento mismo en que obtiene ventaja el representante de un movimiento donde hay fuerzas marxistas; cuando se le ha pretendido desconocer el triunfo apelando a distintos subterfugios, muy legales, como decía el Honorable señor Bulnes. Porque, indudablemente, para el señor Senador, era muy legal intentar presentarnos un billete falso, viejo, -bastante viejo, pero falso-: que el señor Alessandri se presentara a postular al Congreso Pleno y renunciaba de inmediato, lo cual significaba representar una comedia institucional, una farsa que no se había exhibido en la historia institucional, de ningún país.
El señor GARCIA-
La farsa la hicieron Sus Señorías.
El señor SEPULVEDA -
Claro, es indudable que sólo Sus Señorías pueden hacer uso falso de las normas constitucionales. Sólo ustedes pueden usarlas en forma torcida. Cuando nosotros, en cambio, hacemos uso legal de ellas; cuando nosotros ganamos legalmente una elección utilizando todos los mecanismos, que ustedes mismos han creado, entonces nos ponen este tipo de obstáculos, ¡Ahí está la justicia, la democracia de que Sus Señorías siempre hacen tanto alarde!
No señores Senadores, Vamos sacándonos la careta de una vez por todas, ¿Cuál es el fondo del problema? Por primera vez en la historia de Chile llega al Poder un movimiento popular que ha querido ser fiel a un programa, y eso duele a muchos, a aquellos que se sienten heridos en sus intereses fundamentales, en los privilegios de que han gozado durante muchos años. Y frente a estos hechos, a los cambios que estamos haciendo dentro de la institucionalidad, con el respeto a que nos comprometimos, nos encontramos con la obstinación, el obstáculo y la utilización de todos los medios legales de que es posible echar mano para impedir que un Gobierno legítimo pueda ejercer sus derechos.
Es aquí, precisamente, donde nos enfrentamos con hechos lamentables. Por eso nosotros, los Senadores socialistas, a veces somos más duros con la Democracia Cristiana que con los enemigos tradicionales -los señores Senadores de enfrente-, porque sabemos que estos últimos son realmente enemigos nuestros, representan a una clase distinta y defienden intereses diferentes. La Democracia Cristiana, en cambio, es un movimiento vacilante. . .
El señor IRURETA.-
Sus Señorías son sectarios.
El señor SEPULVEDA.-
No somos sectarios. Sólo pretendemos que ustedes alguna vez sean capaces de definirse históricamente; de jugar el papel que dicen que desean jugar; que sean consecuentes con sus principios. Por eso decimos que son Sus Señorías quienes tienen la responsabilidad de lo que está ocurriendo en Chile, y no nosotros. Porque si los democratacristianos hubieran tenido la más elemental consecuencia con sus principios, debieran haber apoyado también la realización de los programas nuestros, que son parte del que ellos también levantaron durante la campaña presidencial.
¿Pero qué observamos en la actitud permanente de Sus Señorías? La indefinición y la vacilación, que les nacen de sus propios principios. Porque la Democracia Cristiana tiene por método y naturaleza una indefinición histórica, y está pagando las consecuencias de ello. La Democracia Cristiana es un movimiento
político que, no obstante las fuerza con que contó, la importancia que alcanzó con las mayorías nacionales de que dispuso, no fue capaz de conservar el apoyo de las masas, de mantenerse en el Gobierno, como dijeron, por 30 años, como consecuencia de su- indefinición. Por su impotencia histórica, por su incapacidad para resolver los problemas, perdieron el Gobierno a los seis años. Fueron desplazados, los abandonaron las masas, y hoy día vacilan entre la Derecha y la Izquierda; pero en última instancia, frente a las decisiones concretas, se atienen a los intereses de la Reacción. Y en estos momentos están sirviendo de instrumento, de mascarón de proa de intereses que Sus Señorías dicen no representar, y que efectivamente no los representan en sus bases, pues nada tiene que ver el pueblo democratacristiano, las bases que apoyan a dicha colectividad, con los intereses que Sus Señorías están defendiendo en estos instantes.
La verdad es que en la actualidad los democratacristianos aparecen eludiendo los hechos concretos, la circunstancia histórica que estamos viviendo. En estos momentos vivimos un proceso de cambios, y frente a ello los democratacristianos se han sumado a quienes no están con los cambios.
El señor IRURETA.-
Ustedes quieren hacer fracasar los cambios.
El señor SEPULVEDA.-
La incapacidad para realizar los cambios fue y es de la Democracia Cristiana, que tuvo una oportunidad histórica, la perdió y no la reconquistará. Y ante ese fracaso, no sólo ha terminado como derrotada, sino que se ha sumado a los enemigos del pueblo de Chile.
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