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El señor DURAN.- Tengo el deber de dar respuesta, aunque sea brevemente, a algunas apreciaciones que en forma bastante poco fundada ha planteado el Honorable señor Montes.
Su Señoría cree tener determinado tipo de tuición espiritual sobre sus colegas, que le permitiría fijar las pautas o rieles sobre los cuales uno debe hacer exámenes, en el orden de las apreciaciones, respecto de determinadas materias. Y, transformándose en una especie de tutor enfermedad de que generalmente adolecen los comunistas, que quieren ser tutores del pensamiento de todos los demás, considera que quien no está con él, está contra él y es reaccionario, agente de la CIA, golpista, fascista, etcétera.
Me parece que el señor Senador ha cometido un error, porque cayó en contradicciones.
En primer término, me juzgó imputándome intenciones por las palabras que pronuncié. Yo hablé de un hecho real: de que hay partidos que, en el plano disciplinario, en su vida interna, tienen determinada forma de organización, más o menos nuclear, piramidal; y de que, en tanto, hay otros que tienen organizaciones más bien horizontales, con disciplina más abierta. Hablé de las fórmulas de disciplina rígida para referirme a los partidos marxistas. El señor Senador, dentro del tropicalismo de su mentalidad, ha puesto unas comillas a la palabra marxista que yo pronuncié, comillas que, por lo demás, estoy en la imposibilidad de colocar, porque no estoy escribiendo, sino hablando. Pues bien, Su Señoría quiso ponerle comillas a esa palabra y agregó que la usé con el ánimo de crear un ambiente macabro y tenebroso; y en circunstancias de que yo empleé ese término como sustantivo, según las reglas gramaticales, el señor Senador lo ha adjetivado para formular ciertos comentarios en cuanto a mis claras expresiones sobre los partidos de disciplina rígida.
Por cierto que mi juicio es absolutamente antagónico con el del señor Senador respecto de las democracias. Sus Señorías hablan de democracias populares para referirse a los países de detrás de la Cortina de Hierro. Si el señor Senador me invitara a su fórmula democrática, a vivir en la Unión Soviética, yo le expresaría mis agradecimientos por su gesto y le agregaría que prefiero nuestro sistema democrático, como lo entendemos los demócratas, pues nos permite tener elecciones libres y pluralistas.
Como el problema radicaba en el análisis del proceso interno de cada colectividad, analicé el fenómeno de los partidos marxistas; expresión a la que yo no puse comillas y que no adjetivé en modo alguno, porque no estoy haciendo planteamientos políticos, sino electorales. Afirmo que los partidos de disciplina interna rígida enfrentan el problema de la nominación de sus candidatos con más facilidad que los de disciplina horizontal, más suelta, más amplia o democrática. Y señalé el hecho de que aquellos partidos no sólo pueden eliminar a sus candidatos, sino también cambiarlos de agrupaciones y circunscripciones. Me parece que el ejemplo más típico de esto, en los partidos de disciplina rígida, lo da el Socialista, con Salvador Allende, a quien paseó de candidato a Senador por distintas agrupaciones.
Pero, ¿qué acontece en las agrupaciones de provincias? Que, comúnmente, la gente vinculada a la zona tiene cierto criterio regionalista. Le gusta que sus representantes en el Parlamento estén al tanto de los problemas de sus provincias. Se inquietan por que se construyan más hospitales, caminos, canales de regadío, pavimentación, etcétera. Las figuras nacionales y las internacionales, aquellas a las cuales les queda chico el mundo, o sea, las figuras planetarias, se preocupan poco del fenómeno pequeño o angustioso de cada zona en particular. Por eso, en los partidos democráticos resulta difícil trasladar a un hombre de una zona a otra. Comprendo que en los partidos de disciplina rígida esto sea mucho más fácil. Por eso, en la oportunidad anterior en que hice uso de la palabra debí analizar el caso extraordinariamente difícil de las colectividades democráticas para eliminar candidatos de sus listas, por haber sido elegidos en procesos de lucha interna. Para eliminar o cambiar un nombre, habría que comenzar otro proceso de esa naturaleza, en el que se planteen las nuevas circunstancias que nacen del pacto y que obligan a suprimir o restringir el número de candidatos.
Ese fue el alcance de mis palabras, de manera que no se justifican las expresiones del señor Senador imputándome cosas que no he dicho.
Tengo el deber de expresar a Su Señoría que debe medirse en sus demasías para juzgar los planteamientos de sus colegas tendientes a exponer su parecer en los debates.
En cuanto a mis opiniones, mientras subsista este Parlamento podré expresar mis juicios, cualesquiera que sean las adjetivaciones y hasta la violencia con que se ataque a quienes no compartimos la línea del Gobierno.
Uno ya está un tanto acostumbrado al lenguaje agresivo de que es víctima y a recibir amenazas por carta o por teléfono. No obstante, por lo menos en el Senado, cumpliendo con deberes esenciales, mantendré mis opiniones respecto de mi partido y de los demás, de lo que hacen y de lo que dejan de hacer, y en cuanto a si constituyen o no una amenaza para la vida democrática. Este es un derecho que me asiste, y creo que el Honorable señor Montes aún no tiene las características de tutor del Senado de la República, de modo que no me someto a su tuición.
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