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- rdf:value = " El señor IBAÑEZ.-
Señor Presidente, el análisis de la labor realizada por la Unidad Popular en los dieciocho meses que lleva en el Poder dista mucho del cuadro plagado de hermosos colores que acaba de describir el Honorable señor Valente y que es fruto de su fantasía personal.
El examen de la realidad de la Unidad Popular no es más que el recuento de actos de violencia, de atropellos a la dignidad y libertad de las personas, de embates cada vez más concertados contra las instituciones jurídicas y de situaciones ilegales sostenidas con inflexible pertinacia. Todo este plan no tiene otro propósito que quebrar y destruir el sistema democrático, que aparece como incompatible con la instauración del régimen marxista. El Gobierno se empeña en imponer tal régimen a una mayoría que no dispone de otro medio de defensa que no sean precisamente los mecanismos jurídicos que ahora se destruyen, neutralizan o sobrepasan diariamente.
Por lo tanto, ha llegado la hora en que los dirigentes políticos asuman la responsabilidad de hacer eficaz la democracia antes de que el Ejecutivo consolide sus designios totalitarios. El plazo que resta para esta labor urgente es breve. No todo ha sido destruido; pero dilatar la acción defensiva es criminal o suicida. El país así lo siente y su angustia es síntoma de vitalidad, porque es propósito de lucha y no de sometimiento o acomodo a esta realidad que rechaza.
Las afirmaciones anteriores están comprobadas por los acontecimientos sucedidos en las últimas semanas. El Mensaje del Presidente de la República, en vez de constituir la cuenta sobre la marcha política y administrativa del país, como lo dispone la Constitución, no es más que una reiteración de su empecinado afán de acelerar el establecimiento del marxismo.
Por otra parte, las declaraciones del SenadorLuis Corvalán contienen, bajo la apariencia de una autocrítica, notificaciones demasiado explícitas sobre el propósito de su partido de acelerar el proceso de tránsito hacia el socialismo. Bien sabe el país que ese eufemismo significa la dictadura comunista.
La acción apresurada que realizan el MIR y otros grupos violentistas está dirigido al logro del mismo objetivo. Por último, las conversaciones que en estos momentos sostienen los dirigentes de la Unidad Popular, para analizar el fracaso de su política, intentarán sin embargo una estrategia más efectiva para acelerar el derrumbe del régimen democrático.
Ante este cuadro de peligro inminente, corresponde a las fuerzas mayoritarias del país producir un urgente y necesario acuerdo a fin de impulsar una defensa sin tregua, sin renunciamientos ni debilidades.
El anti-mensaje del 21 de mayo.
Sostengo que el mensaje que el Presidente Allende leyó al Congreso el 21 de mayo pasado se aparta de las exigencias de nuestra Constitución Política, porque los temas esenciales que preocupan y alarman a la ciudadanía estuvieron ausentes de ese documento, o fueron objeto apenas de referencias indirectas o anodinas.
El Presidente de la República nada dijo sobre su obligación primordial de imponer orden y restablecer la seguridad de los ciudadanos, terminando con las bandas armadas, las tomas ilegales, la violencia y los asesinatos.
Ocultó la acelerada caída de la producción de cobre y sus efectos desastrosos sobre los ingresos de divisas. Eludió referirse a la inflación galopante que sufren todos los hogares, así como a la escasez que obliga ya al racionamiento.
La destrucción de la agricultura y la consiguiente falta de alimentos tampoco merecieron la preocupación del Primer Mandatario. Ni la tuvieron la paralización absoluta de las obras públicas, ni las pérdidas de 23 mil millones de escudos y 300 millones de dólares en que incurrieron las empresas estatificadas o intervenidas, pérdidas que ascienden a la mitad del presupuesto nacional y que se suman al inmenso déficit fiscal, cuya verdadera magnitud tampoco se precisó.
Si no abordó las materias señaladas, mayor cuidado tuvo en evitar aquellas otras rodeadas de escándalo: los contrabandos de armas; las ventas de la industria automotriz; los abusos de que es víctima el país por el imperialismo soviético, como la usurpación que hace de nuestra tecnología del cobre, o las depredaciones que realizan los barcos rusos, o las compras por Chile de plantas industriales con características inconvenientes y a precios expoliatorios.
Nuestra misión histórica es demoler construyendo, dijo el Presidente Allende, y su mensaje abundó en la reiteración del propósito de demoler nuestro régimen institucional y destruir el sistema económico en que se asientan la independencia y el bienestar de los chilenos.
Quitar los calcetines sin sacar los zapatos.
Reiteró, también con insistencia, que este proceso había que llevarlo en forma paulatina, sin violencia ni estridencias, y evitando dejar demasiado manifiesta la destrucción de la institucionalidad del país.
Más que una cuenta, el mensaje del Presidente Allende fue una peroración para sus adictos de la Unidad Popular: clara en sus propósitos marxistas, explícita en sus consejos y admonitoria para la Izquierda violentista.
Invocando el programa de la minoritaria Unidad Popular, insistió, en síntesis, en una paciente destrucción de los cimientos de la democracia, pero sin incurrir en precipitaciones peligrosas y guardando las apariencias institucionales. Sus propósitos y sus consejos pueden resumirse así: A la democracia hay que quitarle hasta los calcetines, pero sin sacarle los zapatos. En eso consiste precisamente el tránsito hacia el socialismo.
Pero, ¿hacia dónde vamos transitando? Tenemos que mirar con realismo y coraje el despeñadero al que se nos empuja aceleradamente. Chile va a pasos agigantados a la dictadura comunista, al trabajo esclavo y a la tarjeta de racionamiento, aunque la torpeza o la ceguera de algunos y la maldad de otros traten de ocultar la trágica realidad a que estamos enfrentados.
Ideas claras para una acción eficaz.
En el pueblo, en la ciudadanía toda, existe conciencia de que estamos ante una catástrofe inminente y de que nuestra patria vive horas decisivas.
Lo que no existe es claridad en las ideas, y, en consecuencia, tampoco la hay en la acción política, que exige coordinación, oportunidad y eficacia.
La ausencia de esas ideas certeras y claras sobre lo que ahora acontece proviene de que los análisis políticos que comúnmente se hacen están colocados en una perspectiva tradicional que hoy día carece de validez.
Todo análisis político supone un marco de referencias. Y si aplicamos el marco democrático a que estamos habituados, no sólo perderemos el tiempo, sino que confundiremos a la opinión pública. Para entender nuestra situación política es preciso analizarla conforme al marco de referencias vigente en esta hora: el marxista-leninista.
Por lo tanto, debe tenerse presente que, dentro de dicha perspectiva, el poder político no depende del sufragio de las mayorías, que a las minorías se las priva de sus derechos y que los partidos, en su concepción tradicional, no tienen razón de ser.
El marxismo-leninismo debe entenderse como un proceso en que los actos aislados tienen relativa o ninguna importancia. Así, por ejemplo, las garantías constitucionales que pactó la Unidad Popular permitieron el acceso de los comunistas al Gobierno. Lo que importaba para el proceso era llegar al Gobierno. Las garantías y seguridades que se otorgaron, o la palabra empeñada ayer y olvidada hoy, son elementos accesorios a los que sólo un exceso de ingenuidad u otro tipo de consideraciones pudo atribuir algún valor.
La dialéctica marxista se basa en un juego permanente de afirmaciones y negaciones. Además, cada uno de sus actos originará una situación nueva, a partir de la cual vendrán nuevos avances y algunos retrocesos. Este continuo avanzar dos pasos y retroceder uno, estas afirmaciones seguidas de negaciones, constituyen la esencia de esa dialéctica.
Los marxistas usan el castellano con bastante propiedad. Obsérvese que hablan siempre del tránsito hacia el socialismo. Y, en efecto, mediante este sistema dialéctico que conforma un proceso, vamos transitando permanente e inexorablemente hacia el comunismo.
Pelea Partido Comunista MIR: un tongo.
Un ejemplo claro de este proceso nos lo da el Secretario General del Partido Comunista, Luis Corvalán. En su conferencia de prensa de la semana pasada hizo públicamente agudas y certeras críticas a la Unidad Popular. Sin embargo, después de señalar sus desastres y de fustigar a sus responsables, agregó: Pero dígase lo que se quiera, lo cierto es que bajo el Gobierno de la Unidad Popular se han hecho grandes cosas.
En sus declaraciones trató también al MIR con extrema dureza. Pero luego añadió: Ni el Presidente de la República Salvador Allende ni los partidos de la Unidad Popular, y en primer lugar el Partido Comunista, pensamos, ni de lejos, que debemos tomar medidas represivas contra aquellos grupos que sobrepasan la legalidad.
Sus palabras recuerdan la célebre frase de don Malaquías Concha: No se les vaya a ocurrir, niños, quemar los tranvías. Bastó precisamente esa indirecta para provocar la quemazón. Así también los miristas, ni cortos ni perezosos, recogen la sugerencia y la garantía de impunidad extendida por el jefe del Partido Comunista.
No obstante, más de un temor asalta a Corvalán al proponer este cuadro de descarnado cinismo.
Corvalán se opone a que las Fuerzas Armadas controlen bandas armadas.
Hay por ahí un proyecto, plantea él, que entrega la investigación y el control de los armamentos a las Fuerzas Armadas y establece acción pública para denunciar esas organizaciones de cuyos actos delictuosos se informa a diario. ¿Y qué dice Luis Corvalán sobre esa iniciativa? Dice: ¡Ah! Eso significaría mezclar al Ejército en un asunto poco serio; mezclarlo en una función política o politiquera bastante baja. Yo creo agrega que el Ejército no quiere esto tampoco, ni está dispuesto a ello. El Ejército se transformaría también en una fuerza policial, cosa que también creo que el Ejército rechaza.
Ya lo sabe el Ejército. Ya debe estar enterado de lo que estima el Senador Corvalán que las Fuerzas Armadas deberían creer sobre esta iniciativa que les entrega el control de las bandas armadas, cuyas miras apuntan ahora, derechamente, contra Ejército, Marina, Aviación y Carabineros.
Por último, Luis Corvalán, en un gesto de apertura fraternal y ecuménica, absuelve a los miristas de sus pecados pasados, presentes y futuros. Afirma, en efecto, que el asunto del MIR o de la ultraizquierda estoy citando sus propias palabras se resuelve en el camino de la lucha con el enemigo principal.
O sea, que mientras el MIR continúe asesinando y asaltando a quienes el Partido Comunista considere sus enemigos, podrá tener la certidumbre de que sólo recibirá algunas amonestaciones públicas con las que los comunistas pretenden eludir su responsabilidad y lavarse las manos, creyendo que Chile es un país de imbéciles.
Más adelante, Corvalán expresa que no hay duda que la mayoría del país está por los cambios; y no hay duda que la mayoría del país está por la continuidad constitucional. Todo eso tiene su importancia, dice él. De este modo, el Secretario General del Partido Comunista sintetiza el problema en sus términos exactos. ¿Cómo hacer la revolución, cómo destruir el régimen institucional manteniendo simultáneamente la apariencia de una continuidad constitucional?
La fórmula queda sugerida con absoluta claridad: la palabrita cambios es el anzuelo perfecto para pescar los incautos que necesita el Partido Comunista.
Así pues, la respuesta correcta, conforme a la dialéctica marxista, es bien sabida: dos pasos adelante para destruir la Constitución y uno hacia atrás para reafirmarla. Tesis y antítesis. Luego, la síntesis, que arroja siempre un saldo favorable al proceso.
La elección de Allende, ¿fruto de una Constitución pasada de moda?
El Presidente Allende fue igualmente categórico para sostener esa línea comunista. Nuestro sistema jurídico dijo corresponde a un orden social que está siendo superado. Las fuerzas del cambio se impondrán, La propia Constitución Política no corresponde ya con la exigencia que los cambios instaurados están planteando.
¿Considerará también superada la disposición constitucional que permite que un candidato sin suficiente respaldo popular sea elegido Presidente de la República por la voluntad de los parlamentarios? He aquí una pregunta cuya respuesta sería interesante conocer.
Su afirmación anterior no le impide asegurar, a renglón seguido, que mi Gobierno seguirá defendiendo el régimen constitucional con la misma convicción revolucionaria y patriótica que ha demostrado...
En verdad, el Mensaje presidencial ofrece abundante material para una antología de paradojas, como aquella de demoler construyendo, o la afirmación del señor Allende de que se defiende el régimen legal mediante la acción revolucionaria encaminada a destruirlo; o bien aquella otra de que en el Chile de hoy la revolución social es garantía para el mantenimiento del orden público y que fue expresada en medio de los asaltos, tomas y asesinatos que estamos presenciando.
Sin embargo, debe tenerse presente que esas contradicciones o paradojas son inseparables del proceso marxista-leninista y, por tanto, del marco de referencias que debemos emplear para un análisis político eficaz.
Creciente repudio al marxismo.
Con todo, queda en pie el hecho de que la inmensa mayoría del pueblo no sólo rechaza sino que repudia con energía al marxismo en cualquiera de sus formas, incluyendo sus contradicciones, sus mentiras, sus marcos de referencia y su esclavitud. Este es un hecho de la causa que no requiere análisis ni explicaciones. Ahí están Valparaíso, O’Higgins, Colchagua, Linares, la Universidad de Chile, las escuelas de enseñanza media, los sindicatos, los colegios profesionales. Todas las oportunidades y todas las instituciones donde los chilenos han podido hacer oír su voz atestiguan ese repudio. Y lo atestigua, sobre todo, el temor que sienten el Presidente Allende y la Unidad Popular ante la idea de consultar al pueblo mediante plebiscito. Puesto que saben de antemano que el veredicto popular será abrumadoramente adverso al Gobierno, los vemos realizar prodigios retóricos para eludir esa consulta.
Corvalán advierte nítidamente esta situación cuando dice: Esta crisis no tiene solución a espaldas del pueblo, al margen del conocimiento del pueblo y de la participación del pueblo. El problema para la Unidad Popular consiste, pues, en cómo escamotear la expresión de esa voluntad del pueblo, cómo privarlo del conocimiento de la realidad y cómo entrabar su participación política.
Directivas políticas sordas al clamor democrático.
¿Cabe deducir del visible y acelerado deterioro de la Unidad Popular que Chile está en camino de su recuperación democrática? Sin duda cabía pensarlo hace unos meses, después de la espontánea marcha de las cacerolas y de la presión pública que obligó a las directivas de los partidos políticos a consolidar un entendimiento, a destituir un Ministro y a realizar marchas en conjunto.
Pero en las últimas semanas se han producido situaciones inesperadas que debilitaron esa unidad democrática en forma desalentadora. La increíble demora en el rechazo de los vetos a la reforma constitucional y otras actitudes inexplicables han estado enervando la vigorosa recuperación democrática que comenzaba a fortalecerse.
Estas breves semanas últimas, marcadas por vacilaciones, demoras y contradicciones, han sido rápida y eficazmente aprovechadas por la Unidad Popular. Lo comprueba la intensificación de la revuelta en los campos, la creciente inseguridad que angustia a todos los chilenos, las amenazas sobre sus fuentes de trabajo, la sangre que corre y los avances estratégicos entiéndase SINDELEN, MADEMSA, FENSA realizados con desprecio absoluto de las disposiciones legales, de la voluntad del Congreso y de la opinión de los propios trabajadores de esas empresas.
Frente a los triunfos electorales que antes he reseñado y que son importantísimos, si bien dentro de un marco de referencias democrático, la Unidad Popular intensificará su escalada de violencia y marca un fuerte avance de las posiciones comunistas, llegando a un límites de peligrosidad que no puede ser ignorado.
Por otra parte, se aprecia que hay directivas democráticas que parecen no percibir el movimiento incontenible de la ciudadanía que marcha vigorosamente en pos de la renovación del país. La fe en el triunfo que la impulsa se alimenta, además, del fracaso rotundo que ha tenido el Gobierno comunista.
Es inútil que los jerarcas de la Unidad Popular se congreguen hoy en Lo Curro, como ayer en El Arrayán, para hacer el balance de su desastre. Sus deliberaciones, circunscritas fundamentalmente a adjudicarse responsabilidades o a recriminarse con encono, sólo podrán orientarse a estudiar la forma de conservar el poder, no obstante la comprobación definitiva de haber perdido el respaldo popular.
Tenemos, por lo mismo, la profunda convicción de que Chile superará la etapa de extrema decadencia que atravesamos, a condición de que se robustezca la conducción de la lucha y la unidad de la mayoría democrática.
Unidad para la lucha.
El Partido Nacional y los Senadores de estas bancas hemos estado y siempre estaremos llanos a olvidar diferencias, querellas o ataques injustos que nos mantuvieron separados de otros sectores democráticos. Estamos dispuestos a ese olvido y a muchos más. Porque no vivimos horas de recriminaciones, sino momentos en que es preciso aunar fuerzas frente al enemigo común.
Hemos dichos que somos fervorosos partidarios de la unidad democrática. Pero no se trata sólo de esa unidad convencional que se refiere a formas exteriores. Se trata de unidad para la acción, esto es, unirnos para luchar, para crear un frente sólido que defienda aquello que es esencial a la inmensa mayoría de los chilenos: su libertad y seguridad personal, la posibilidad de que la clase media consolide y acreciente su independencia y su libertad de trabajo; la posibilidad de que los sectores proletarios eleven sus precarias condiciones materiales y espirituales y se incorporen rápidamente a una clase media con educación más completa, ingresos más altos y oportunidades más amplias; y que Chile siga siendo una nación independiente, lo que obliga a luchar contra toda instauración colonialista, sea soviética o cualquiera otra, y contra su consiguiente expoliación económica y concientización psicológica.
Para estas tareas, cuya urgencia no puede ser más dramática, Chile entero exige la unidad de los partidos políticos de inspiración democrática. No voy a precisar circunstancias ni a señalar iniciativas que en el curso de las últimas semanas y de los días recientes han perturbado gravemente esta unidad, aminorando la acción vigorosa que hace renacer las esperanzas y las energías de todos los chilenos.
Pero sí es necesario decir que ese debilitamiento existe, sea porque unos han escuchado cantos de sirena del Partido Comunista, o porque otros, ensimismados en expectativas electorales o en otros afanes extemporáneos, entraban en cierta medida la voluntad de actuar que moviliza a Chile.
Chile tendrá la conducción política que requiere.
Señalamos en ocasión reciente que los partidos que abandonan sus funciones y dejan de cumplir sus deberes son sustituidos por otros grupos y otros hombres. Ninguna nación puede quedar sin conducción política. Si el Congreso, que ahora más que nunca debería reflejar la voluntad popular, interpretándola en la forma más fiel, activa y eficaz, no cumple con ésa, que es su función específica, a nadie puede extrañar que nazca la Oposición extraparlamentaria. Una Oposición en la que cada cual combate como puede, pero combate. Una Oposición que busca su propio campo de acción y que sigue a quienes toman sobre sí esa dirección que parecen haber abdicado algunos importantes políticos.
Cuando se produce un vacío de liderazgo, la opinión pública simplemente busca y sigue a otros. A periodistas, a dirigentes gremiales, a dirigentes estudiantiles, a quienquiera que asuma con algún título o experiencia o sin ellos, pero con inteligencia y coraje la función de dirigir al país. Los chilenos no van a esperar que haya Senadores que terminen de conversar o que otros dirigentes abandonen sus bizantinismos ideológicos o sus cábalas electorales. Chile necesita dirección política y la va a tener de todos modos.
El Congreso deberá cumplir su deber.
Si el Congreso no actúa, si deja de cumplir con su deber de aplicar los resortes de que dispone holgadamente para impedir la instauración del totalitarismo de la Unidad Popular, la opinión pública, impulsada por su desesperación e indignación, arrasará simultáneamente con el Gobierno y el Congreso.
La misión del Parlamento es ser el baluarte de la democracia. La obligación de los parlamentarios es que esa misión se cumpla. Si en esta hora trágica abdicamos o dejamos de cumplir las altas funciones para las cuales fuimos elegidos, habremos puesto una lápida sobre el sistema democrático y sobre el propio Congreso, dejando el campo expedito a la violencia. Esto es, a que se emplee cualquier medio para detener el régimen totalitario que el Gobierno intenta imponer mediante la ilegalidad y el atropello.
La firmeza del Partido Nacional, bastión de la democracia.
Los nacionales tenemos plena conciencia de la gravedad de la situación que describo. Sabemos, asimismo, que nuestra fuerza parlamentaria es insuficiente para obligar por su sola voluntad al cumplimiento de los deberes que competen al Congreso.
Pero no obstante esa limitación numérica, los parlamentarios nacionales nos sabemos respaldados por inmensos sectores de la ciudadanía, considerablemente superiores a la proporción de asientos que ocupamos hoy en el Parlamento. Y sabemos, sobre todo, que nuestra posición de lucha irreductible, nuestra actitud que no admite transacciones con quienes pretenden destruir la patria, el espíritu de servicio público que anima nuestra acción ciudadana y la voluntad de juntarnos a otras fuerzas políticas, sin que pesen en nosotros afanes de preeminencia o intereses que no sean los de Chile, sabemos, digo, que esta línea de acción interpreta a todos los sectores de la patria.
Por lo mismo, y cualesquiera que sean las limitaciones de nuestras fuerzas, el Partido Nacional mantendrá la lucha clara, abierta e infatigable que exigen las duras circunstancias que vivimos y que reclaman los chilenos dispuestos a incorporarse a esa lucha para defender su condición de hombres libres.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Restan seis minutos al Comité Nacional.
El señor IBAÑEZ.-
Renunciamos a ellos.
El señor EGAS (Prosecretario).-
Ha llegado a la Mesa una indicación del Honorable señor Contreras para publicar in extenso el discurso pronunciado por el Honorable señor Valente en Incidentes de la sesión de hoy.
Otra del Honorable señor Hamilton para publicar in extenso la intervención del Honorable señor Carmona.
Y finalmente, una del Honorable señor Durán para publicar in extenso las observaciones formuladas por el Honorable señor Ibáñez.
El señor PAPIC (Vicepresidente).
Quedan para el Tiempo de Votaciones de la próxima sesión ordinaria.
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