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- rdf:value = " El señor MONTES.-
Señor Presidente, en pocos días, golpes repentinos han privado al movimiento popular de hombres valiosos. El corazón generoso de Cipriano Pontigo bombeó la sangre con más fuerza una mañana; muy cerca en el tiempo, callado y solemne como fue su vida sencilla de obrero, cayó también Héctor Corvalán, inesperadamente; y una noche terrible, cuando volvía a casa, junto a la carretera se destrozó Rodrigo Ambrosio. Cuesta creerlo todavía. Se enlutaron las banderas del MAPU, de la Unidad Popular, de todo el pueblo.
Lo conocí en la Universidad de Concepción en el momento en que sus decisiones fundamentales ya lo integraban al movimiento popular chileno como uno de los dirigentes políticos más brillantes de la nueva generación. Como algún otro, su vida fue demasiado corta. Tal vez por eso, rutilante. Pasó como un rayo que alcanza su verdadero destino: la causa de su pueblo. De allí para adelante, más breve aún su historia.
Porque apenas 31 años pasaron desde que nació en Talca, hasta que subió a. Fiat 600 cuando terminaba el día, el último de su propia vida.
A nadie escuché que le negara inteligencia, tampoco pasión y menos elocuencia. Porque donde pasó fue dirigente. Donde él estuvo, fue siempre la primera fila. Al morir, por eso, perdió el país un chileno notable. Se fue con él, más que el bigote largo que iluminaba la sonrisa y esa frente pálida sobre los ojos brillantes, un altivo, apasionado y generoso patriota.
Lo sentimos porque fue hermano nuestro en el combate. Porque su trinchera fue la revolución desde que fue dirigente juvenil del Partido Demócrata Cristiano hasta que se comprometió a fondo con el pueblo.
Fue autor y actor del proceso que llevó a la victoria a la Unidad Popular. Bajo la bandera verde con la estrella roja, llenó teatros, participó en desfiles, se dio a la tarea de asimilar la ideología del proletariado y asumió, sin vacilar, responsabilidades en el Gobierno Popular,
Ambrosio estuvo al servicio del pueblo en horas muy difíciles y luchó por el cumplimiento del programa que contribuyó a crear, dejando con ello una lección más de consecuencia y unidad.
Fue un líder que, de acuerdo o no con el marxismo, participó en el proceso que busca la construcción del socialismo. Chillán lo conoció cuando muchacho, como estudiante en el Seminario. Estudió leyes y sociología en las universidades. Aprendió más aún en París durante un año y regresó a la patria. Hace poco, en China, conoció otro mundo. Pasó a Corea. Llegó a Vietnam. Era ya Secretario General del Mapu.
Su hijo Camilo cuenta cuatro años. Ambrosio no conocerá al que viene. Posiblemente se lo llame Rodrigo. Y cuando sean grandes sabrán también que su padre fue un hombre. Es su herencia. Sencilla como muchas. Como pocas, pródiga en valores humanos. Herencia que ha dejado, además, en el corazón de nuestro pueblo.
Recuerdo un día, con Ambrosio, en los talleres de la E.T.C, de Concepción, conversando con los trabajadores. Queremos recordarlo así: hablando a los obreros en un taller, anticipando la victoria.
Su corta vida daría de más para una historia larga.
Preferimos en este, sobre todo, sentido homenaje de los Senadores comunistas y del Honorable señor Silva Ulloa, destacar su permanente posición de defensa de los trabajadores; de oposición a toda forma de explotación del hombre por el hombre; de firme búsqueda, luchando, de la más verdadera dignidad de Chile y de su pueblo.
Esos valores no se perderán jamás. Esas banderas las mantendrán en alto otras manos, que también son las tuyas, compañero Ambrosio.
"