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- rdf:value = " El señor SEPULVEDA.-
Señor Presidente, nuestro partido ha plegado sus banderas por este combatiente ejemplar de la juventud chilena.
El día del desaparecimiento de Rodrigo Ambrosio, sufrimos todos un impacto extraordinario. En los largos años transcurridos de nuestra vida, los que vamos sobreviviendo, los que vamos quedando, hemos visto caer a muchos hombres, a mucha gente sucumbir en el camino. Algunos pasan por el momento nuestro de dolor, pero desaparecen; otros nos impactan más o nos impactan menos. En cambio, el golpe producido por el repentino desaparecimiento de Rodrigo Ambrosio fue realmente serio.
Yo no podría jactarme con honestidad de haber conocido muchos años a Rodrigo Ambrosio. Lo conocí en las luchas de este último tiempo, en la Unidad Popular. Pero en el largo recorrer de mi lucha política personal, he tratado con centenares y centenares de dirigentes políticos, de combatientes, de luchadores; exacerbados algunos, moderados otros; con aspiraciones éstos, modestos aquéllos. Algunos se nos borran de inmediato; otros no pueden grabarse en nuestra mente. Cuesta en algunas oportunidades distinguir a un personaje: tenemos que tratarlo una, dos, tres, cuatro veces o más, para que nos quede algo de él. Rodrigo Ambrosio no era de ésos. Bastaba tener una reunión, conversar con él de un problema, para comprender su valor intrínseco.
No es que lo exalte o lo exaltemos porque haya sido a temprana edad dirigente máximo de un movimiento. Creemos que no fue como lo que a veces lleva la cresta de la ola: espuma, corcho, de todo. Rodrigo Ambrosio no era parte de lo superficial, de lo que mueve la ola. Puede decirse que era como parte de la ola misma. Lo veíamos tan profundamente conocedor, con tanta sagacidad y, a la vez, pese a sus pocos años, con tanta serenidad, unida a una firmeza y decisión tan singular, que si no hubiéramos estado seguros de su honestidad, podríamos haber dicho incluso que aparecía en ocasiones como suficiente. Pero no era tal. Era el hombre seguro de sí mismo, de sus convicciones; con una fe extraordinaria, afianzada en su capacidad, en que lo que estaba afirmando y defendiendo era justo y lógico, pues surgía de lo profundo de su ser anímico y cerebral. De ahí la vitalidad con que defendía sus ideas, con una claridad que también lo hacía extraordinario.
Lo vimos muchas veces en esas actitudes. Algunos que, como les consta a los señores Senadores, somos apasionados para hablar, rara vez pudimos ver a Rodrigo Ambrosio, en discusiones serias, perder, por así decirlo, su afiatamiento, lo que no es usual en quienes apenas sobrepasan los treinta años de edad. Pero ahí estaba ésa era su naturaleza, ésa era su fuerza el hombre afiatado, firme, sereno, claro, perspicaz, sacando antecedentes, aduciendo argumentos convincentes, elevándose por encima de numerosos compañeros de lucha mucho más experimentados que él, que podían oponerle su experiencia de años en el combate. Más allá de ellos estaba él con su clarividencia, que le daba por derecho propio ese carácter de conductor que adquirió en su movimiento.
Creemos que ha sufrido una gran pérdida el movimiento popular chileno, y que la partida de Rodrigo Ambrosio también es una gran pérdida para las nuevas generaciones. No sabemos hasta dónde podría haber llegado Rodrigo Ambrosio; tenía, como se dice, pasta natural de líder, de hombre que es capaz de agrupar a su alrededor a la gente y de aunar las voluntades, y no mesiánicamente, porque en él se unía la fuerza que se asienta en los factores subjetivos a la fuerza ideológica que se expresaba diariamente en todos sus actos. Por eso decimos que es una pérdida extraordinaria para la juventud chilena.
Lo vimos, antes, en sus luchas en la Democracia Cristiana, sin conocerlo, desde lejos, como un hombre que se proyectaba de manera clara y definida; y sentíamos profunda satisfacción de saber que en ese partido, al que hemos criticado muy duramente, acerbamente, estaba ese hombre. Lo veíamos como un elemento positivo, que desempeñaba un papel extraordinario para impedir lo que hemos llamado la frustración de una generación; porque creemos, sin entrar al terreno político, porque ello rebajaría el nivel de este homenaje, que hombres como Rodrigo Ambrosio pueden salvar a toda una generación cuando el movimiento a que pertenecen, como ocurría entonces, aparece no cumpliendo un deber histórico. Mucha juventud de ésa pudo desmoralizarse; mucha juventud de ésa pudo irse a su casa porque no se sintió, por la razón que fuere, realizada dentro de su partido. Cuando eso ocurría, surgió allí una generación cuyo exponente máximo, cuya expresión superior fue Rodrigo Ambrosio. En este sentido, entonces, su corta vida desempeñó un papel extraordinario: encauzar, abrir el camino hacia nuevos horizontes, nuevas perspectivas, y dejar una senda a multitud de chilenos que indudablemente habrán de tener gran influencia en la historia de nuestro país.
Por eso, nos duele profundamente la pérdida de Rodrigo Ambrosio. Nos duele por lo que significa para el MAPU, como alma mater de ese movimiento. Nos duele porque las juventudes también sienten que se ha quebrado un gran conductor. Nos duele por lo que significa para sus familiares, para su hijo y para el que viene, que no pudo conocer. Nos duele, como hombres, porque el que ha desaparecido encarnaba realmente valores del espíritu.
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