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El señor GARCIA.-
Señor Presidente, frente a la tremenda gravedad de los problemas que tiene nuestro país, y que preocupan intensamente a la gran masa de la población, no hay tiempo ni se les dedican momentos de atención para abordar una infinidad de problemas pequeños que, con buena voluntad y con un mínimo de eficiencia administrativa podrían arreglarse. En efecto, la opinión pública a cada instante nos pregunta, nos advierte y nos reclama para que luchemos por defender a los agricultores que ya no sólo son despojados de sus terrenos, sino de sus casas; que atendamos las consecuencias de una inflación que en los últimos doce meses alcanza a un cuarenta por ciento; que legislemos para impedir las arbitrarias intervenciones en la industria; que nos preocupemos de la falta y escasez de muchísimos elementos esenciales para vivir. Y todo esto da por resultado que las cosas que afectan a los grupos más pequeños no son atendidas oportuna y eficazmente. Creo que es también nuestra obligación ocupar un poco el escaso tiempo de que disponemos para señalar las deficiencias y fallas que complican la vida de los habitantes de las provincias de O’Higgins y Colchagua.
Con motivo de las últimas lluvias, me pareció prudente efectuar un recorrido por esos territorios, acompañado de técnicos que me señalaran los defectos y la forma de corregirlos.
Debo primero expresar que el mantener y cuidar los bienes públicos es una labor que la población no aprecia, de modo que los Gobiernos populistas o demagógicos y los intendentes y gobernadores, que sólo miran lo espectacular, la obra que pueda llevar su nombre, la construcción que reporte agradecimientos y admiración, dejan abandonado el trabajo metódico, eficaz, disciplinado y responsable destinado a mantener en buenas condiciones los bienes de uso común.
Me referiré a cada materia separadamente, y, a fin de completar mis informaciones, solicitaré en cada capítulo de mi intervención los oficios correspondientes.
A mi juicio, dos son las causas principales de la destrucción de los puentes y de la inundación de los caminos, cuando se presenta, un año lluvioso como el actual. Es menester en el verano limpiar los cauces, rozar las orillas, de modo que por los esteros y canales pueda escurrirse el agua fácilmente, debiéndose también despejarlos de todos los obstáculos que forman tacos o represas.
Si este trabajo no se realiza, como sucedió en el verano pasado, sube el agua de esteros y canales y amenaza o destruye los puentes. Desgraciadamente, estas obras no pueden efectuarse en invierno, y tendremos que soportar, si continúan las lluvias, enormes destrozos.
Me refiero ahora a otra de las cusas de los anegamientos en los caminos, que los torna intransitables, cual es la falta de funcionamiento en la provincia de Colchagua de las Asociaciones de Canalistas, que ordenaban cerrar los canales en invierno para que no se desbordaran los ríos por ellos, canales que a su vez se desbordaban en los caminos. Al expropiarse los fundos no ha habido preocupación, por parte de los organizadores de asentamientos o de haciendas estatales, de trabajar, como siempre se había hecho, en las bocatomas de los canales.
Deseo, señor Presidente, que se envíe un oficio al señor Director de Riego para que indique qué medidas se han tomado para suplir el trabajo que acabo de señalar de las Asociaciones de Canalistas.
La lista siguiente señala las obras más urgentes que pueden efectuarse.
Puentes.
a) Puente sobre el río Cachapoal, que une a San Vicente con Peumo.
Este puente es de importancia vital, pues tiene una circulación promedio, en el año, de 700 vehículos diarios. Es un puente de ferrocarril al cual se le han agregado durmientes y que permite un tránsito incómodo, deficiente y peligroso. Los durmientes de este puente están sueltos, muchos de ellos carcomidos o podridos, con clavos a la vista, lo que constituye la fuente más inagotable de reclamos que existe en la zona. La Dirección de Obras Públicas sostiene que la reparación le corresponde a Ferrocarriles, y al efecto entregó hace pocos meses Eº 750. 000 para el cambio de los durmientes.
Debo advertir que este puente no se arregla desde 1960, por lo que urge que Ferrocarriles del Estado tome desde luego una decisión, ya que el tránsito, según mis cálculos, con el peaje deja un ingreso anual y libre de alrededor de un millón doscientos mil escudos. Si se cambiaran todos los durmientes, el trabajo podría realizarse en un mes y se gastaría en ello un millón cuatrocientos setenta y tres mil escudos, según cálculos técnicos que se me han proporcionado.
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