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- rdf:value = " El señor LUENGO.-
Señor Presidente, Honorable Senado:
Decidirse a ser actor es algo así como desafiar la vida dos veces. Porque el actor tiene que vivir dos veces la vida: tiene que vivir la propia y, además, representarla nuevamente en las tablas, o vivir la propia y representar la ajena en el escenario. Por eso la vida del actor es dura y difícil, sobre todo cuando en el agitado transcurrir de la época contemporánea apenas si se tiene tiempo para alcanzar a vivir una propia y loca existencia.
Hay muchos actores que viven su propia vida y sólo representan la de los demás, como algo extraño, muchas veces ficticio, inventado, imaginario. Son los actores de profesión, los que cumplen su papel como un oficinista que llega y se va a la hora, sin agitarse por nada, sin identificarse con su quehacer. Hay otros que viven su propia vida y además la representan: son los actores por vocación, los que en cada pasaje de la comedia entregan su emoción, su sentimiento, su pasión. Si además el actor escribe sus propias comedias, el círculo se cierra integralmente, y entonces estamos en presencia de un real valor del intelecto y del sentimiento de alguien que deberá permanecer indisolublemente unido al arte de la representación. Es el caso de Lucho Córdoba y Olvido Leguía, actores por antonomasia, que han vivido una larga existencia de más de cincuenta años en las tablas y que, siendo extranjeros, se han vinculado de tal manera a nuestra idiosincrasia y a nuestro modo de ser, que han representado y siguen representando al común de los chilenos con tanta o más propiedad que el más nuestro de los compatriotas.
Lucho Córdoba y Olvido Leguía han caracterizado en tal forma nuestro modo de vida, que bien pudiera decirse que a través de sus comedias han ido escribiendo o relatando una historia de Chile que no es la que se contiene en los textos, sino esa otra, a veces anodina, pero siempre cotidiana, que se va formando en las conversaciones, en las relaciones humanas, en la vida de los hogares.
Por eso las comedias representadas por estos actores -más de 1.500, se dice- han gustado tanto al público de Santiago como de provincias, especialmente aquellas escritas por el propio actor, que siempre han sido ubicadas en la hora actual, con los temas del día y el último chisme. Nada tiene de extraño, en consecuencia, que un público fiel lo siga desde hace tantos años a través de los teatros "Comedia", "Bandera", "Imperio" -el teatro de Lucho Córdoba, como era llamado-, y ahora el Teatro Maru. La gente ha concurrido a estos teatros como a hacer la tertulia de la tarde, a comentar los hechos del día, porque ellos han ido exponiéndose allí, con gracia y espontaneidad, sin que nada falte, mucho menos la política.
Quizás si por esta última razón se justifique más el homenaje que esta tarde les rinde el Senado de la República. Por ser la política un diario vivir, por girar en nuestro país todo alrededor de la política, Lucho Córdoba y Olvido Leguía tuvieron que salpicar y siguen salpicando sus obras con alusiones políticas, siempre oportunas, siempre respetuosas y siempre aplaudidas, quizás si hasta con más entusiasmo por aquellos que, sintiéndose tocados, comprenden sin embargo la sana intención con que se expresan.
Se dice que Arturo Alessandri Palma se preocupaba cuando no aparecía en las páginas de "Topaze", la conocida revista político-satírica, ya fenecida, que en ocasiones fue extraordinariamente aguda y hasta cruel en sus alusiones. Se agrega que su preocupación era por el temor de estar en decadencia precisamente como político.
Arturo Alessandri, Carlos Ibáñez, Pedro Aguirre Cerda, Elias Lafferte, Marmaduke Grove, Juan Pradenas Muñoz y tantos otros políticos fueron personajes citados con frecuencia en los parlamentos de las obras escritas y representadas por Lucho Córdoba y su elenco, comprobando con ello esos políticos su permanencia en un primer plano.
¡ Cuántos otros de su época no habrán asistido a las representaciones con la recóndita esperanza de oír sus nombres pronunciados con la característica inflexión de voz de Lucho Córdoba, sabiendo que con ello ganaban mucho en popularidad, o de que fueran pronunciados por Olvido Leguía, acompañados de un suspiro, en la seguridad de que con ello entrarían también en el corazón de las mujeres!
Lucho Córdoba y Olvido Leguía, que se han ganado moralmente con largueza el Premio Nacional de Arte, no han podido adjudicárselo legalmente, por el hecho de no ser chilenos de nacimiento, no obstante serlo de corazón mucho más que malos compatriotas que van por los caminos del mundo hablando en contra de la patria. Por ello el Congreso Nacional, con la unanimidad de sus dos ramas, les concedió un premio similar, a título de pensión de gracia, que yo llamaría por la gracia que nos han hecho de entretener a Chile, comúnmente tan serio, por más de cincuenta años.
Señor Presidente, Honorable Senado, en el homenaje que esta tarde el Senado de la República rinde a Lucho Córdoba y Olvido Leguía, tan merecido por tantos conceptos, yo lamento que mis palabras hayan sido tan incompletas y no hayan alcanzado a abarcar los diversos matices y las distintas facetas que ellos supieron agregar al quehacer del actor, y apenas con palidez lunar hayan podido reflejar en mínima parte lo mucho que ellos nos han entregado a lo largo de más de medio siglo en alegrías, tristezas, pasión y emoción.
Por eso, ahora que ellos han sido los espectadores, dejando por un momento su actuar incesante, yo quisiera terminar, parafraseando las palabras finales de las comedias antiguas, diciéndoles: "Señoras y señores, Lucho Córdoba y Olvido Leguía, mi homenaje ha terminado. Perdonad sus muchas faltas."
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