-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588576/seccion/akn588576-ds57-ds58-sp105
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Intervencion
- rdf:value = " El señor NOEMI.-
Llamado por trabajadores y dirigentes sindicales de El Salvador y Potrerillos, viajé la semana pasada a esos minerales para conversar con ellos e imponerme personalmente de los problemas que necesitaban plantearme.
Considerando la importancia, gravedad y superior interés que encierra lo que allí pude constatar, y que por afectar a aquella industria debe preocupar a todo el país, he creído conveniente y necesario exponer en esta Corporación lo que escuché y vi en esa visita, más que con el ánimo de hacer una crítica y destacar errores, que en líneas generales son conocidos por la opinión pública, con el propósito de exponer en la forma más objetiva posible una serie de anomalías que el Gobierno tiene la obligación de corregir, si quiere llevar la tranquilidad a un sector importante de la población de esos minerales y reconstruir un clima que permita dar estabilidad e impulso a la producción.
Pienso que podré desarrollar mi intervención refiriéndome principalmente a dos importantes aspectos que pude apreciar en los dos centros laborales: Primero, inquietud y desaliento laboral, y, segundo, problemas de producción.
Sin duda, ambos problemas están ligados estrechamente. Más aún, ambos se complementan, desgraciadamente, en un sentido negativo.
1. Inquietud y desaliento laboral.
Conversé con dirigentes sindicales, con muchos trabajadores e, incluso, con sus familiares. Todos, sin excepción, dejaban traslucir profundas inquietudes, las que en algunos casos permitían entrever pesimismo y temor, y que en todos llevaba involucrado ese hondo desaliento laboral que provoca la amargura y el pesimismo.
a) Un grave problema de seguridad.
Sostienen los miembros de la Comisión Administrativa y los trabajadores con quienes hablé, con acopio de antecedentes, que los índices de ventilación de la mina se han elevado a niveles alarmantes. No niegan, por otra parte, que éste fue siempre un problema en el yacimiento. Pero hacen ver, al mismo tiempo, que excluyendo un breve lapso que corresponde al período de hundimiento - en abril de 1969 - de un tramo de un pique de ventilación, jamás como ahora había aumentado a niveles tan amenazantes. Además, existe un compromiso de la empresa con sus trabajadores, establecido en acta de avenimiento de agosto de 1971, para solucionar el problema de la ventilación de la mina en forma provisional antes de noviembre de 1971, y en forma definitiva en el curso del presente año. No obstante, la situación continúa en un nivel crítico. Se me informó que el representante de los supervisores en la Comisión Administrativa llamó la atención oportunamente sobre este problema. En dicha ocasión denunció el malgasto de recursos y capitales en una solución de parche al problema de la ventilación, pero su denuncia jamás fue atendida ni originó las explicaciones pertinentes. Agregan que, en la actualidad, los encargados de la ventilación de la mina dentro de los niveles comúnmente aceptables como mínimos deben hacer verdaderas proezas, pasando el aire viciado de una sección a otra, ante la imposibilidad de contar con una solución racional y definitiva.
En atención a este problema y otros de higiene ambiental, y a requerimiento del sindicato, concurrió el señor inspector del Trabajo a una reunión a la que también asistió un representante de la empresa COBRESAL. Pues bien, este representante no quiso firmar el acta de comparecencia, manifestando que quien debía pronunciarse era CODELCO. ¿No extraña esta actitud un tácito reconocimiento, a lo menos, de lo expresado por los trabajadores?
Por otra parte, los dirigentes sindicales acusan que han reclamado a CODELCO hace ya casi un año, sin tener respuesta alguna, encontrándose así sin saber a quién acudir, ya que mientras los nuevos ejecutivos niegan facultad fiscalizadora a la Inspección del Trabajo, por otra parte CODELCO no los escucha ni se pronuncia respecto de sus reclamos.
b) Deficiencias en la atención médica.
Otro importante reclamo formulado por los trabajadores de El Salvador se refiere a las graves deficiencias apreciadas en la atención médica que la empresa dispensa hoy a sus trabajadores.
Manifiestan, por ejemplo, que, no obstante que en la mina se producen frecuentemente accidentes, el hospital de dicho mineral careció de médico traumatólogo desde el mes de marzo hasta el 15 de agosto, fecha esta última en que llegó al establecimiento un facultativo a hacerse cargo de esta especialidad.
Otro caso. Anteriormente, los mineros que trabajan en el interior-mina eran controlados respecto de las enfermedades profesionales una vez al año. Ahora, sostienen, hace casi dos años que no reciben ningún control. Peor aún: no hay ni siquiera un médico radiólogo, y la atención de los servicios de rayos X está entregada a una sola funcionaría que debe hacer de todo, apreciándose por añadidura la carencia de reactivos, placas, etcétera.
En el hospital se ha producido, por último, un drástico recorte de medicamentos, de jabón, papel higiénico, etcétera, cuya provisión se ha reducido a la mitad. Dejan constancia, también, de que la lavandería del hospital funciona deficientemente, en particular por la falta de repuestos indispensables para su maquinaria.
c) Desabastecimiento.
A petición de los trabajadores, estuve en las pulperías de El Salvador y de Potrerillos. Especialmente en la de este último escuché quejas por las alzas de precios y por la falta de diversos productos, sobre todo la de aquellos que figuran en la lista de artículos de tienda y abarrotes incluidos en los convenios colectivos del trabajo, los que, en virtud de lo dispuesto en el artículo 25 de dichos convenios, la empresa está obligada a mantener un stock permanente y adecuado. Efectivamente, faltaban de dicha lista, por ejemplo, arvejas envasadas, jabón Gringo, porotos en conserva, harina, brin, calzoncillos de hombre, frazadas de lana, lienzo y tocuyo.
d) Sectarismo y cuoteo.
He señalado resumidamente algunos de los reclamos más importantes de los trabajadores de El Salvador y Potrerillos, reclamos que, sinceramente lo creemos, pueden y deben ser atendidos y solucionados con urgencia, ya que se refieren a asuntos relativos a una atinada, previsora y eficiente administración de esta empresa.
Hay algo más, sin embargo, que es motivo de descontento y de reproches constantes, y cuya solución debe ser meditada, abordada y resuelta por la autoridad pertinente, yo me atrevería a decir que dentro de un criterio político superior, capaz de imponerse a los actos arbitrarios o mezquinos de los mandos medios que manejan la industria, los que, conociendo la naturaleza de este reclamo, no han sabido escucharlo y, por lo mismo, han contribuido a agravarlo cada día más.
¿Cuál es este problema? Veamos. Tras las visitas que he referido, en reuniones con los dirigentes sindicales y charlando con muchos obreros y empleados, individualmente y en grupos, me dieron a conocer su descontento por la forma como se desenvuelve la vida de todos en ese pequeño mundo de características tan especiales como es la de los grandes minerales. Resulta inaceptable para nosotros, me dijeron, constatar a diario el sectarismo que preside todas las decisiones y regula todas las acciones en los diversos niveles ejecutivos. Para los que laboramos en estas faenas, el mea culpa repetido y los frecuentes reconocimientos de errores que con alardes de autocrítica da a conocer al país la Unidad Popular, no pasan de constituir líricas e hipócritas declaraciones que, en la práctica, no les impiden continuar, como siempre lo hicieron, derrochando sectarismo y alardeando cínicamente del cuoteo como fórmula suprema en la función de decidir y proveer todos los cargos laborales. Con cien ejemplos, los trabajadores me demostraron que en dichas faenas no tiene valor alguno el que un empleado u obrero haya presentado una solicitud de trabajo y esté inscrito con antelación. Ahora añadieron, no cuenta para nada la lista de espera, como siempre lo pretendimos los trabajadores. Simplemente se contrata de acuerdo a la cuota asignada a cada uno de los partidos gobernantes, y lo único realmente valedero para alcanzar el más modesto trabajo, es poder presentarse con el respectivo carné político en la mano.
Hoy ya no se considera en absoluto la preferencia para ser contratado conforme era antes lo usual, y alcanzado como una conquista en las luchas sindicales, el ser hijo de un trabajador al servicio de la empresa. Esta norma ha sido reemplazada por la regla suprema del cuoteo, que no admite excepciones ni tolera consideraciones de ninguna clase.
Las promociones o ascensos tampoco se efectúan alentando o haciendo justicia a los trabajadores que han sido capaces de demostrar su experiencia o de evidenciar su desempeño eficaz. No. Los altos cargos se reservan y son entregados en definitiva a elementos extraños, o afuerinos que, obviamente, aunque carezcan de toda clase de antecedentes laborales que recomienden su incorporación a las faenas en tales cargos, lucen, en cambio, el curioso mérito de ser servidores incondicionales de las colectividades políticas que se creen autorizadas para usufructuar y disponer de estas empresas que son del Estado. Y esto, expresan los trabajadores, ocurre a todo nivel, hasta el extremo increíble de que la contratación de algunos nuevos médicos pareciera haberse efectuado buscando más al activista ideológico que al profesional de la salud.
Mas donde el sectarismo llega a límites realmente grotescos es en el caso de los supervisores, cuyas contrataciones siempre se resuelven con estricto criterio político, sin distinguir niveles universitarios, persiguiendo sólo el afán de incorporar elementos de probada filiación partidista.
Ellos son, además, los preferidos invariables para ser enviados a perfeccionarse y a estudiar a las otras empresas del cobre; dudosas misiones profesionales que los trabajadores con certera intuición llaman festivamente misión de turismo. Inútil es decir que estos viajes no recaen jamás en ingenieros calificados, por muy destacados que sean sus merecimientos, cuando no reconocen filas en algunos de los partidos de la Unidad Popular.
Lo mismo que en el caso anterior ocurre en los niveles de decisión (fundición y refinería), donde son excluidos invariablemente antiguos jefes de reconocida preparación, que no cuentan a su haber con la militancia política propia de la nueva clase gobernante.
¡Qué decir de la incertidumbre de los que están actualmente trabajando y no piensan de acuerdo con los nuevos patrones! Amenazados y perseguidos implacablemente, viven junto a sus familias en permanente zozobra, con el temor del sobre azul y de la oscura cesantía, tras años de eficientes y sacrificados servicios en labores que consumieron sus iniciativas y sus mejores años.
Debo confesar que al comienzo creí que muchos de estos trabajadores, heridos en su dignidad y en su amor propio, exageraban. Por eso, para tener un cuadro más objetivo y veraz, hube de conversar con el mayor número de ellos que me fue posible. Lamentablemente, las versiones repetidas y coincidentes no hicieron más que confirmar la efectividad de las primeras informaciones.
Es muy posible, señor Presidente, que ciertos sectores de opinión, y particularmente algunos personeros de la Unidad Popular y del Gobierno, puedan, a pesar de todo, dudar de mis palabras y pretender que hay una premeditada intención o un ciego apasionamiento en ellas. Por eso, para despejar toda duda y poner en evidencia la fidelidad de mis palabras con la verdad de lo que está sucediendo en los minerales de El Salvador y Potrerillos, quiero transcribir el contenido textual de una carta dirigida por quien ocupó en aquellos minerales un cargo político en el Gobierno y en representación de su partido el Comunista, y que me parece de tal modo elocuente, expresiva y sincera, que excluye la necesidad de allegar mayores testimonios.
Quiero que se sepa, además, que no la transcribo con el propósito menguado de atacar en gesto político ni al Partido Comunista, ni a la Unidad Popular, ni al Gobierno. Quiero repetirlo: mis palabras esta tarde, aunque duras porque tienen el filo de la verdad, están más allá de la simple crítica que se limita a destacar errores; ellas anhelan servir el propósito tantas veces señalado, practicado en los hechos por la Democracia Cristiana, de evitar al país la trágica caída al despeñadero, hacia donde es empujado a diario por la pasión política, el revanchismo, el resentimiento o la inmadurez de tantos hombres ofuscados o irresponsables.
¿Cuál es esa carta, de quién es y qué expresa?
Diré, ante todo, que el ejemplar en mi poder no me fue entregado por su autor, pero sí por dirigentes responsables que, al igual que yo, ven en su contenido esencial una muestra de que aún es posible creer en el triunfo de la honradez y del buen criterio; que aún existen en nuestro país hombres idealistas y valerosos, capaces de entender que Chile y su pueblo están antes y primero que los partidos, sus consignas y sus metas sectarias.
El señor Orlando Heriberto Muñoz Tapia, Inspector Delegado de Gobierno en la localidad de El Salvador, con fecha 6 de junio de 1972, se dirige al señor Recaredo Hidalgo, secretario del Comité Local del Partido Comunista, en los siguientes términos:
Señor Secretario Comité Local:
Durante un año y medio he estado desempeñando con absoluta diligencia y honestidad el cargo de Inspector Delegado de Gobierno en la localidad de El Salvador, en el convencimiento que con ello estaba realizando y contribuyendo en la construcción de una nueva sociedad en que los trabajadores ocuparan un papel fundamental y así que de objetos pasaran a ser sujetos de la Historia.
A esta causa he entregado mis mejores energías en mi condición y representante genuino de la clase trabajadora pero con el devenir de estos duros meses me he ido convenciendo que la ruta y los medios escogidos se han ido apartando cada vez más de los nobles fines pretendidos; el sectarismo absurdo, los nuevos burócratas con buenos sueldos y no peores vehículos que se limitan al puro activismo sin aportar nada a la producción; el entreguismo de los dirigentes sindicales afectos, el atropello a normas elementales de justicia (ley del embudo); la persecución a compañeros de clase por el solo delito de disentir, estos y otros hechos que cotidianamente ocurren me dicen claramente que el Partido Comunista justifica cualquier medio con tal de alcanzar el poder para establecerse y entronizarse como clase.
Es por ello que siendo consecuente con mis principios que son los de la justicia social presento mi renuncia indeclinable a las filas del Partido Comunista, lo que comunico a Ud. para su conocimiento y fines pertinentes.
Agradezco las posibles deferencias que en algún momento se hayan tenido para conmigo, en el convencimiento que las he retribuido con creces a la causa de los trabajadores. Seguiré ese camino pero libre de ataduras totalitarias.
Orlando Heriberto Muñoz Tapia.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588576
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588576/seccion/akn588576-ds57-ds58