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- rdf:value = " El señor RODRIGUEZ.-
Por supuesto que, por la vía de la interrupción, así, banderillera, el Honorable señor Irureta y cualquier otro señor Senador podrá encontrar más de alguna objeción a mis planteamientos. Yo estoy haciendo planteamientos de carácter general y reivindicando para nuestro partido su preocupación permanente sobre los asuntos del mar. He señalado cuáles han sido nuestras iniciativas y, entre otras, aludí en particular a la que creaba la Corporación de Fomento del Mar.
Para responder al Honorable señor Irureta, puedo decir que es muy posible que en el Gobierno anterior, del PresidenteFrei, se hayan comprado uno o dos barcos. No lo discuto. También es posible que el Gobierno de la Unidad Popular haya adquirido sólo uno. Pero ello en nada altera el problema sustancial. En todo caso, esta Administración ha hecho bastante en materia de transporte marítimo, dentro de lo precario de la instalación portuaria y de la herencia que recibimos en lo referente a la marina mercante nacional. Lo único que estoy criticando – y no me refiero a ningún Gobierno en especial, sino al pasado en general; de manera que debe ponerse el sayo quien se sienta aludido - es el hecho de que sólo por concepto de fletes el país debió desembolsar el año pasado ciento ochenta millones de dólares. Esto, por supuesto, no es de responsabilidad del Gobierno de la Unidad Popular, que aún no lleva dos años en el Poder. Por el contrario, es el fruto de la imprevisión que se ha ido acumulando históricamente, de capas de la sociedad chilena y de la política de gobiernos que miraron siempre hacia adentro. Este país se abrió hacia adentro, un poco mirando hacia la montaña y un poco dominado por la oligarquía vacuna de esta nación, con aroma agrario, con la vigencia de un latifundio, y de una gran riqueza minera entregada al imperialismo, pero siempre dando las espaldas al mar. Así, nos legaron esta herencia penosa de un país carente de flota mercante, que no sabe consumir pescado, que cuenta con una estructura portuaria burocrática y a veces abusiva, incluso desde el punto de vista sindical, que gobiernos como el anterior favorecieron de modo que se hinchase en términos desmedidos, sin ninguna planificación científica. Por eso, creo que teníamos razón al decir, refiriéndonos al proyecto que creaba la Corporación de Fomento del Mar:
La miopía chilena se tradujo en no sostener una política continua, perseverante y planificada orientada a dotar al país de una gran flota mercante, en circunstancias de que no pocos períodos históricos pudieron ser aprovechados para el objetivo trascendente y necesario de la economía nacional y sus posibilidades de desarrollo creciente. Bajo las presiones de intereses circunstanciales, cuyas raíces van desde la estructura latifundista del agro hasta el miraje obsesivo de los intereses mineros, proyectándose en el telón de una realidad parroquial que entremezcla egoístas posiciones de banqueros y actividades financieras, siempre se olvidó el mar y las infinitas posibilidades ofrecidas para un gran política naviera y pesquera.
En efecto, ayer fue la obsesión del salitre, estimado como único y absoluto venero de riquezas y puntal de los presupuestos fiscales. Luego y hasta hoy, es el cobre, sin que en lo sustantivo la miope política de ayer cambie fundamentalmente, pues el cobre en manos de empresas imperialistas con todas sus secuencias regresivas, sigue siendo el soporte más firme del presupuesto fiscal y de las disponibilidades de divisas. Esta frágil dependencia de la economía de un solo rubro productivo, acentúa su característica de subdesarrollada.
Esto lo decíamos en julio de 1961. Pero, indudablemente, tiene plena validez hoy día, luego de recoger datos, según informaciones proporcionadas por el señor Ministro, de que, a pesar de todos los inconvenientes, la riqueza pesquera puede significar el tercer rubro en importancia en cuanto a nuestros ingresos de divisas. Pero con una diferencia: Así como se reemplazó el salitre ayer y se agotaron, en consecuencia, nuestras entradas por este concepto, se acabará el cobre mañana, porque son recursos no renovables, a diferencia de las riquezas pesqueras, que son renovables y, por lo tanto, pueden significar una veta permanente para tonificar la economía nacional.
¿Qué pretendíamos con ese proyecto? En primer lugar, crear Un organismo autónomo, allá por 1961, denominado Corporación de Fomento de la Marina Mercante Nacional, también encargado de la política pesquera, dotado de atribuciones legales y de recursos financieros que hagan factible alcanzar al más breve plazo el propósito sustantivo que su propio nombre sugiere.
¿Qué queríamos, en esencia? Así como el enorme empuje del Frente Popular, en la década del 30, había logrado ese gran instrumento para el desarrollo que fue la CORFO, gracias a la cual surgieron la industria del acero, del petróleo, de la electricidad y la industria liviana en general, queríamos que este esfuerzo de fomento se trasladase al mar. Para eso, en 1961, auspiciábamos el proyecto sobre la CORFO del Mar, no pocas de cuyas ideas se recogen, también en esta iniciativa que presentó el Gobierno de la Unidad Popular.
Además, comprendíamos que, junto con el esfuerzo de fomento y de estímulo del desarrollo pesquero y de la flota mercante, debía reafirmarse nuestra soberanía marítima. Por eso, en 1963 presenté, en nombre del Partido Socialista, una iniciativa que extendía la soberanía y la jurisdicción chilena sobre su mar adyacente, modificando la vieja disposición del Código Civil. La verdad es que sólo ahora la Comisión de Legislación está conociendo la moción del Senador que habla, que – insisto - tiene ya casi diez años.
¿Qué pretendo significar con lo anterior? Pretendo demostrar, fundamentalmente, que nuestro partido, en los últimos veinte años de nuestra historia parlamentaria, ha estado atento, vigilante, para despertar una conciencia nacional y promover iniciativas como las señaladas, que, por desgracia, mayorías ocasionales sepultaron en el archivo de los papeles inservibles. Sólo ahora, cuando se ha ido ganando mayor conciencia, cuando hay un Gobierno nuevo, cuando existe un programa que cumplir que considera éste entre otros problemas, vienen a culminar algunos de estas preteridas iniciativas de nuestro partido. Pero, por desgracia, la irracionalidad política de este minuto, en que la Oposición ha estado negando a todo velamen todo lo que propone el Gobierno, retrasará de nuevo la posibilidad de crear este valioso instrumento que es el Ministerio del Mar, con el cual culminaba una posición del movimiento popular y de nuestro partido, destinada a enfrentar el desafío que señalaba al comienzo.
Ahora bien, aquí se ha hablado mucho de los problemas subsistentes en cuanto a la industrialización de la pesca. El Ministro señor Martones tuvo una intervención muy acertada en esa especie de seminario o de foro que se realizó en la Universidad Católica de Valparaíso por iniciativa de la Subcomisión de la Cámara de Diputados que estudió este asunto, presidida, según entiendo, por el Diputado señor Lavandero. Esa Subcomisión de trabajo, en la que participaron todas las corrientes políticas representadas en la Cámara, llevó este asunto al centro neurálgico del país. Sin desdeñar las otras presencias portuarias, las caletas pesqueras de otros puntos del país, la verdad es que Valparaíso constituye un epicentro natural de preocupación marinera, por así decirlo, en el más auténtico sentido de la palabra. Tanto es así que, según entiendo, el Ministerio del Mar se iba a instalar en el primer puerto. Una de las aspiraciones más sentidas y antiguas de los porteños, de la segunda provincia del país, era la de que se radicase allí el Ministerio del Mar. Este Gobierno iba a cumplir con esas aspiraciones. Por eso, resulta mucho más extraño y paradójico que un Senador por Valparaíso - el Honorable señor Prado, cuya opinión respeto, pero considero equivocada - haya vuelto las espaldas a su provincia y negado la posibilidad de que este Ministerio se instalara, con orgullo nacional, en el principal puerto de Chile.
El señor PRADO.-
El proyecto no lo dice así.
El señor RODRIGUEZ.-
No costaba nada solucionarlo, señor Senador. Esa era la intención expresa del Gobierno.
En general, para responder al señor Senador respecto de muchas de cuyas observaciones he de volver más adelante, debo decir que, dando por descontado que el proyecto tuviese limitaciones, vacíos o errores que corregir, el camino estaba abierto para hacerlo, para perfeccionar la iniciativa. Y sigue estándolo, desde luego. Si el señor Senador objeta que no se diga expresamente que el Ministerio se instalaría en Valparaíso, bueno, podemos establecerlo en forma expresa. No sé si es factible hacerlo, desde el punto de vista constitucional y jurídico.
"
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