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- rdf:value = " El señor VON MÜHLENBROCK.-
En estos momentos preside el Senado el Vicepresidente de la Corporación y colega de mi zona, Honorable señor Luis Papic. Es normal que Su Señoría presida -lo hace con talento y con brillo- la hora de Incidentes; pero yo hubiera deseado que nuestro Presidente titular, don Ignacio Palma, fuera el que en estos momentos estuviera en la Mesa, porque quiero elevar mi voz en este hemiciclo para felicitarlo, en nombre del Partido Nacional y de muchos miles de demócratas, por el coraje y la entereza que demostró anoche en el Canal 13 de Televisión, teniendo a su lado el tricolor patrio y a nuestro Edecán Naval, al expresar la posición del Senado de Chile, de los partidos demócratas de Chile, y revelar un hecho inusitado, sin precedentes en la historia del país: el de que se denegó el uso de una cadena de televisión y de una cadena de radios al Senado de Chile para dirigirse a las colectividades democráticas, a la opinión pública; para que informaran los partidos y el Poder Legislativo a toda la nación acerca de la gravedad del minuto que vivimos.
Mi anhelo es que en esta versión se refleje lo que yo sentí como un desgarramiento -estoy seguro de que así lo sintieron todos-, ante la gravísima denuncia hecha por el Presidente del Senado, Honorable señor Ignacio Palma. Porque hay muchos centenares de miles de chilenos que en estos instantes se formulan algunas preguntas: ¿Hacia dónde va nuestra patria? ¿Hacia dónde rueda nuestro querido Chile? ¿Qué vendrá? ¿Qué nos trae el destino? ¿Qué nos trae el acontecer de mañana?
Y a esas preguntas yo podría contestar desde esta Alta Tribuna. Y lo quiero hacer con la pequeña autoridad moral que me da toda una vida política honesta y limpia. Para explicarse lo que pasa en Chile, el drama que vive Chile, la tragedia hacia la cual rodamos, hay que poner los ojos en una sola figura, que se llama Salvador Allende Gossens. El es el gran símil de Chile. Y para entender nuestra tragedia, nuestros problemas, nuestros dolores, nuestras angustias, nuestras inquietudes, y lo que viene, hay que dividir el problema en dos partes: lo que fue Salvador Allende Gossens en el pasado, hasta el instante en que en esa banca de enfrente juró como un compromiso moral eterno para su alma de hombre, de caballero y de político, respetar el Estatuto de Garantías Constitucionales aprobado por el Congreso Nacional, y lo que ha sido como Presidente de la República.
El Allende de ayer, el que fue Senador, el hombre de Izquierda y de avanzada, campeón del derecho de reunión, de petición y de asociación, es distinto del hombre que hoy ha puesto en marcha en la República, para escarnio de Chile y de sus instituciones, para nuestro retroceso social y gremial, la más gigantesca máquina de represión, que denigra y envilece el historial democrático chileno.
Señor Presidente, con razón el diario La Segunda de hoy me ayuda a confirmar este símil, porque sólo estudiando las actitudes, las contradicciones, los saltos mortales, los malabarismos, las claudicaciones, la total renegación moral del actual Jefe del Estado, podemos explicarnos el abismo a que rueda nuestro país. Esto es necesario decirlo, porque ya no se puede traicionar ni conculcar más la ley ni la Constitución, ni la palabra dada, como se ha hecho por quien fue Senador de la República y hoy es Presidente del país.
Citaré un párrafo de un discurso pronunciado en este Senado -aparece en La Segunda de hoy- el 1º de septiembre de 1965, por don Salvador Allende, quien, con frases lapidarias, con frases de hombre, con frases de político y estadista dignas de ser grabadas en el mármol, afirma lo siguiente: Somos contrarios a la obligación impuesta mediante presiones a las radios para que transmitan programas grabados en cintas magnetofónicas uniformes, los cuales, sin decirlo, llevan el sello de una información controlada. Nos oponemos, igualmente, al uso de las cadenas radiales oficiales obligatorias, lo cual es algo muy diferente de informar. Estamos contra el uso arbitrario de la publicidad estatal y no aceptamos la presión sobre los medios informativos. Me refiero a la distribución de avisos y al desplazamiento de los respectivos contratos exclusivamente hacia determinados medios de publicidad. ¡Caramba que tienen poder de información los organismos estatales cuando quieren tenerlo!
Y eso lo decía el ex Senador señor Allende, que ahora amordaza a las radios, a los canales de televisión, que priva de avisos a la prensa de Oposición, que tiene encadenado el aire de Chile y muerta el alma nacional, porque en este momento cualquier cosa podría acontecer en la patria, y nadie tiene idea de nada. Ha lanzado a Chile a la asfixiante mordaza de la carencia total de antecedentes políticos.
Y este hombre que ayer alzaba la voz de esta manera, con autoridad moral suprema como jefe legítimo de la Izquierda, al cual yo aprendí a estimar, el 7 de diciembre de 1948 decía lo siguiente en el Senado: Creemos que para que sea efectiva y real la convivencia democrática, es esencial que el Gobierno se sustente en el apoyo de los partidos políticos y que, en lo posible, el sustento del Gobierno represente la mayoría de la opinión pública; pero, en todo caso, es indispensable que existan en el juego amplio de una democracia los derechos de una mayoría y de una minoría y, también, por cierto, es indispensable y fundamental que el Ejecutivo, sobre todo, respete la opinión de los opositores a su Gobierno. No hay democracia sin ese juego, señor Presidente, sin esta condición esencial y fundamental de la convivencia social en los países que se llaman republicanos y democráticos.
¡Juzgue la nación! Haga el símil. Este es el Presidente que no acepta oposición. Este es el Presidente que habla de mayoría y de minoría, y que habiendo jurado respetar un Estatuto de Garantías y terciado en su pecho la banda de O'Higgins, se proclamó después, con sarcasmo, ironía y burla, renegando de toda la tradición cultural de nuestra patria, Presidente de sólo un grupo de chilenos.
Cuando uno toma un diario, la primera noticia que lee es la de que en horas de esta mañana fue detenido el Presidente del Colegio de Ingenieros de Chile, don Eduardo Arriagada, la primera autoridad de la técnica chilena, por el delito de opinar, de llamar a reunión, de preparar a su colegio, que es la autoridad máxima que mueve la tecnología y la producción chilena, a fin de estudiar más tarde la posición que deberán adoptar todos los profesionales y supervisores de Chile frente al gravísimo conflicto actual, en que esta nación se yergue soberana, defendiendo el derecho de asociación y reunión, el derecho a poder luchar por las grandes causas de adelanto social.
En seguida, viene la información según la cual los Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, don Ignacio Palma y don Eduardo Cerda, respectivamente, declaran que se han negado a concurrir a la oficina de La Moneda -los felicito por ello- para conversar con el señor Ministro del Interior, porque a ellos se les negó cadena de televisión y de radios para dirigirse al país, no obstante que se difundieron a todos los ámbitos de Chile las palabras de la Presidenta de las Juventudes Comunistas de Chile, señorita
Gladys Marín, y del Partido Confederado de la Unidad Popular.
De ahí que en estas horas estemos viendo lo que nunca vio Chile: la represión, la represión brutal lanzada en pleno ejercicio de la democracia sobre un pueblo inerme.
Yo he paseado ayer y hoy por las calles de Santiago. ¿Y cuál es el cuadro que enfrentamos con dolor y asombro? Cadenas radiales y censuras de diarios; prisión de dirigentes gremiales; requisición y descerrajamiento de locales comerciales; apaleos brutales de transeúntes en las calles;' bombas lacrimógenas por doquier. Y me tocó ver a un ex Mandatario que durante seis años terció la banda de O'Higgins, que fue garantía de todos los derechos en esta nación, a don Jorge Alessandri, empapado, deliberada y fríamente, por la fuerza pública.
Ya no les importó privarlo de su pequeña parcela y criadero de rosas en que el gran Mandatario transcurría los últimos días de su vida, como tampoco les importó esa epopeya heroica de la defensa de la Papelera.
Al respecto, a mi juicio, la lucha de los obreros y de los técnicos de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, de sus accionistas y de los que van a dejar su óbolo y contribuyen para impedir que los medios de comunicación sean controlados por la dictadura de la Unidad Popular, por la tiranía de esa combinación política, surgirá en la historia de la democracia chilena con la misma luminosidad radiante y eterna con que luce el martirologio de los Héroes de La Concepción.
Por haber luchado Alessandri en defensa de la Papelera, se lo despojó de su pequeña parcela donde criaba rosas, y ahora se le ha dejado empapado en la calle, como a un muchacho imberbe, atropellado y vejado por el Cuerpo de Carabineros. ¡Eso es lo que estamos viendo!
Pero quiero decir algo que me hiere, y lo hago con mi autoridad de Senador, recurriendo, inclusive, a la serenidad y al freno que debemos poner en nuestros actos.
En el momento en que nace en Chile la resistencia civil; en que vamos a la acción democrática; en que proclamamos la defensa de los derechos gremiales, cuando no queremos que se rompan la Constitución y las leyes y declaramos que el Gobierno puede estar perfectamente tranquilo de que nadie pide ni busca derrocarlo, nuestra aspiración es iluminarnos, inspirarnos en el mismo símil que Mahatma Gandhi dio a la India. No pudo el poder de los acorazados ingleses, no pudieron los ejércitos británicos ni tampoco el bombardeo implacable de los aviones sobre la India, quebrar la figura santa del Mahatma que, pasivamente, dulcemente, sonrientemente, presentaba el pecho de la desobediencia civil a un imperio que aherrojaba su raza y le impedía la libertad. Hoy una dictadura se yergue sobre Chile, y lo que duele es que mientras se conculcan todos los derechos, las Fuerzas Armadas de la patria, encargadas de mantener el orden y de garantizar todos los derechos ciudadanos, permanecen pasivas e indolentes. Mientras se descerrajan candados, mientras turbas desfilan por el centro de Santiago, mientras se quiebran vidrios y se apalea a transeúntes y mientras se detiene a comerciantes, , desfilan tranquilamente los vehículos de los institutos armados, a los cuales está entregado el control de los bienes, de las vidas y del orden público, como si nada aconteciera en el país. Considero indispensable que el Jefe de la Zona de Emergencia se ciña estricta y exclusivamente al cumplimiento de sus deberes. Nada más lejos de mi mente que atribuirle intenciones. Nada más lejos de mi mente que olvidarme de que las Fuerzas Armadas no deben deliberar. Pero no es posible que, por un lado, se autorice a las Juventudes Comunistas y a los partidos de la Unidad Popular a usar las radios y los canales de televisión y, por el otro, se niegue a los Presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado dirigirse a ¡a opinión pública para dar a conocer el texto del pensamiento de los partidos mayoritarios que forman la democracia chilena; especialmente en el caso de los señores Palma y Cerda, que, con sus votos y con la voluntad soberana de la Democracia Cristiana, partido mayoritario en nuestro país, consagraron Presidente de Chile a don Salvador Allende Gossens, hombre que hoy hace todo lo contrario de lo que predicó, hombre que hoy practica todo lo contrario de lo que prometió y que borra con el codo una vida que, prácticamente, podía exhibir con orgullo ante todas las naciones americanas.
¿Qué proceso está viviendo nuestra patria? El quebrantamiento total de la legalidad. El Gobierno aplica las leyes como quiere, como lo desea o como las interpreta. Pareciera que estuviéramos aplicando la teoría de la energía atómica de las novelas de ciencia ficción: los electrones, protones y neutrones giran a velocidad infinita y están separados entre sí, a pesar de constituir átomos y de formar, al parecer, cuerpos sólidos, por espacios equivalentes a miles de millones de veces su tamaño. Esa teoría habría que aplicarla a la Constitución de Chile y a los resquicios legales por medio de los cuales el Gobierno ha creado el área estatal, ha barrido con la agricultura y la ganadería, ha usurpado la propiedad y ha llegado, inclusive, al cierre de radio-, emisoras y de diarios. Asimismo, ha liquidado el derecho de propiedad total, ha requisado las industrias y los medios de transporte como ha querido, ha convertido la reforma agraria en un instrumento de destrucción de la agricultura y de la ganadería y ha conducido a esta nación al borde del hambre. Además, ha dejado de cumplir, y ha ordenado que no se cumplan ni se apliquen, fallos y sentencias judiciales; ha abusado hasta el infinito del uso de los decretos de insistencia; ha hecho caso omiso de los dictámenes de la Contraloría General de la República; ha amparado a delincuentes y tolera la existencia de grupos armados; y el propio Presidente de la República, como lo expresé en mi discurso del viernes, desfila por las avenidas de esta ciudad igual como lo hacían los emperadores romanos o los zares de Rusia: rodeado de una guardia pretoriana, en circunstancias de que existe el Cuerpo de Carabineros, garantía más que suficiente para todos los Mandatarios de la nación.
Y, en menos de dos años, la inflación se desencadenó sobre nuestra patria.
Se ha destruido lo que el Presidente Frei llamó la viga maestra de la economía. El cobre, nuestro principal producto básico, dejaba utilidades. Hoy día su costo es superior al precio de venta. El metal rojo deja pérdidas a Chile y sólo nos sirve para obtener divisas.
Si tendemos la vista sobre el porvenir de la agricultura y de la ganadería, se puede apreciar que están heridas de muerte y en el corazón. Chile se quedará sin carne y sin leche. Durante el Gobierno del señor Alessandri, la cosecha de trigo en Chile llegó a 14 millones de quintales. Este año no alcanzará a 4 millones. Nuestra avicultura está destinada a desaparecer, no sólo porque se han dejado prosperar plagas como el Newcastle, sino porque tampoco se trajo la riboflavina necesaria para que las vacunas fueran útiles. También se descuidó la importación de maíz. Sin embargo, ahora, en un esfuerzo desesperado, se importan centenares de miles de toneladas de esa gramínea, en desmedro de embarques de trigo que se deben postergar. En los molinos de mi zona se ha recibido orden de enviar el trigo y la harina a Santiago. Por ello, en el Sur, en los campos, actualmente no hay existencia de trigo ni de harina.
Si no hay divisas, si el cobre no rinde utilidades, Chile no podrá importar alimentos. Y eso significa, lisa y llanamente, el hambre para nuestro país.
Por otro lado, los rendimientos de las lecherías en pleno mes de octubre, comparados con los del año pasado en igual período, marcan un descenso de 20%. La leche del 12% que se reparte a los niños no es un producto que se deba distribuir. Estoy consciente de la enorme gravedad de lo que diré, pero debo darlo a conocer y enfatizarlo, pues lo he podido constatar plenamente: no es posible que el reparto del famoso medio litro de leche para los niños menores de dos años se haga sobre la base de un producto con 12% de materias grasas. Para que el contenido de lactosa de la leche, que llega al 40%, pueda ser asimilado por un organismo infantil, es necesario que ella tenga 28% de grasa. En caso contrario, provoca dolores de estómago, contracciones violentas y diarreas mortales. Sin embargo, la leche que en este momento se está repartiendo a los niños de Chile, por su contenido de lactosa y de grasa, los está segando como quien siega una siembra de trigo. Sólo un adulto con una alimentación de otros productos superiores en 75% al consumo de leche, está en condiciones de resistir el 40% de lactosa que lleva esa leche con 12% de grasa. De manera que, careciendo Chile de leche y habiendo escasez de mantequilla y de queso, el porvenir que espera a nuestra infancia será el más trágico que pueda experimentar nuestra nación: la mortalidad infantil.
Oportunamente traeré cifras, estudios y las autorizadas opiniones de los distinguidos profesores universitarios que me han informado sobre este problema de inmensa gravedad y trascendencia. Como Senador de provincias lecheras, me haré un deber en darlos a conocer a esta Corporación.
Señor Presidente, a mi juicio, ya el barco de la economía chilena llegó a tocar fondo. La inflación para 1972 se puede calcular, con toda serenidad, en 200%: 100% en nueve meses, 50% por la desviación intencionada del índice de precios y el porcentaje del último trimestre que aún queda. Las consecuencias no las podemos ignorar: la paralización total de la inversión, la desmoralización de quien desee llevar a cabo cualquier proyecto y el robo del trabajo del pueblo, porque la inflación aniquila los sueldos y salarios y, como siempre, las bofetadas y el castigo recaen sobre los sectores más débiles. La inflación, por sí sola, constituye un atentado social, es un retroceso social; y si a ella se agrega la pérdida del derecho de reunión, de asociación y de expresión, no tiene nada de particular que, como consecuencia de la conducción económica del país, se esté perdiendo incluso el derecho de cualquier trabajador a recibir el premio justo por el fruto de su trabajo.
No creo que don Salvador Allende vaya a rectificar la política que ha seguido. De ahí la resistencia cívica. De ahí el convencimiento que tenemos los chilenos de que ésta es la verdadera réplica. Los causantes de ella han sido la Unidad Popular, la intransigencia, el fanatismo, la intolerancia y el no entender que Rusia en 1972 viene de regreso de un marxismo-leninismo obsoleto.
Vivimos la época de la revolución tecnológica. Con la inteligencia y la técnica, el hombre superó los problemas del nefasto capitalismo del siglo pasado. El hombre toca hoy las estrellas y es un ser nuevo en virtud de la técnica, de la ciencia y de su propia capacidad. Ese fenómeno Marx no lo entendió. Su doctrina tal vez se justificó en otra etapa completa del devenir humano, pero si viviera en nuestros días, indudablemente comprendería que sus principios ya no tienen aplicación.
Sin embargo, la Unidad Popular parte con 1917, con la Revolución de Octubre. No ha evolucionado ni ha entendido nada. No ha comprendido ni entendido la sociología ni la tecnología. Entretanto, Rusia y Estados Unidos intercambian productos, firman tratados y se apoyan mutua-
mente. Estados Unidos, con su gigantesca capacidad económica, resuelve los angustiosos problemas sociales de Rusia. Mientras ello sucede, en Chile se expulsa a extranjeros, como ha sucedido para vergüenza nuestra en estos últimos días; a los mejores ingenieros que Anaconda y Kennecott tenían laborando en la explotación del cobre chileno, los contrata Rusia y les entrega la explotación de sus gigantescas reservas. Porque aquí se ha equivocado el camino, y el fanatismo y el odio superan toda otra consideración. Son las semillas del odio las que germinarán, y su fruto será la sangre.
Pero mi intención al intervenir esta tarde y felicitar públicamente, con todo el calor de mi alma, al señor Presidente del Senado por su defensa de los derechos democráticos, es usar esta Alta Tribuna para decir al país que nuestra resistencia y nuestra desobediencia son en defensa de la ley y de la Constitución, del destino de Chile, de su futuro, que debe ser por la paz, con la sonrisa en los labios, pero con el gigantesco coraje de quien está dispuesto a morir por sus derechos. Así es Chile; así será Chile. Y los errores de la Unidad Popular, la vorágine de la inflación, los atropellos, la represión y las prisiones se irán y pasarán. Y este Gobierno se irá y pasará como se han ido y pasado todas las Administraciones que olvidaron que la obligación primordial de un Mandatario y un partido es el servicio de los altos intereses nacionales.
Termino mi intervención repitiendo lo que dije el viernes: nuestra adhesión a quienes sufren, a aquellos que yacen en los fondos de las mazmorras, y nuestra suprema interrogante frente a la forma como el General Bravo, Jefe de la Zona de Emergencia de Santiago, está cumpliendo sus deberes militares, contradiciendo la tradición de honor y la dignidad e imparcialidad de nuestros institutos armados.
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