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El señor FIGUEROA (Secretario). -
Proyecto de ley de la Cámara de Diputados, que modifica la ley número 15.593, que organizó el Consejo Coordinador de Adquisiciones y Enajenaciones de las Fuerzas Armadas. La iniciativa cuenta con dos informes de la Comisión de Defensa Nacional, uno de los cuales es complementario del otro. En ambos, la Comisión recomienda aprobarla con modificaciones.
Los antecedentes sobre el proyecto figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En segundo trámite, sesión 72ª, en 7 de septiembre de 1972.
Informes de Comisión:
Defensa, sesión 20ª, en 18 de octubre de 1972.
Defensa (complementario), sesión 24ª, en 25 de octubre de 1972.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
En discusión general el proyecto.
Ofrezco la palabra.
El señor
PABLO.-
Señor Presidente, la iniciativa de ley en debate se relaciona con nuestras Fuerzas Armadas, razón por la cual deseo reiterar algo que insinué en el homenaje rendido en el día de ayer al General René Schneider, y que, a mi juicio, les atañe en forma especial.
El país ha vivido durante los últimos días el enmudecimiento de la Oposición a causa de la cadena radial de la OIR, que sólo ha permitido expresar las opiniones de Gobierno. Sin embargo, ha sido posible hacer periodismo en las circunstancias que vive el país sin infringir los bandos emitidos por la Jefatura de la Zona de Emergencia. Ello ha quedado claramente demostrado con las transmisiones de Canal 13 de Televisión, el cual ha informado objetivamente. En consecuencia, también estarían en condiciones de hacerlo, a mi juicio, las radioemisoras controladas por la Oposición.
En la actualidad se han clausurado, prácticamente, todas las radios opositoras y de los partidos políticos, invocando el hecho de que han infringido la cadena de radioemisoras ordenada por el Gobierno, la cual es inconstitucional e ilegal, conforme al dictamen del Contralor General de la República.
Lo sucedido en Santiago se repitió también en la zona que represento, donde las radiodifusoras estimaron ilegal la cadena y optaron por cerrar y dar por terminadas sus transmisiones, siendo clausuradas con posterioridad. En Chillán, por ejemplo, fue clausurada una radio que pretendía únicamente obtener algún financiamiento con la transmisión de la propaganda que le tenían encomendada y con algunos avisos comerciales, lo que llevaba a cabo en los momentos en que se difundía música.
Se informó oficialmente que la cadena de radios fue solicitada por el Comandante en Jefe del Ejército. Tal vez éste fue mal informado cuando formuló su petición; pero a estas alturas, basado en los informes de sus asesores jurídicos y frente al dictamen de la Contraloría, debe de haber llegado a la conclusión de que cometió un error y declararlo así ante el país.
Espero, en consecuencia -estoy convencido de ello-, que el sucesor del General René Schneider Chereau tendrá la suficiente espina dorsal para reconocer su error y hacerlo presente al país, a fin de que quienes infrinjan la Constitución y la ley no sigan parapetándose detrás de nuestras Fuerzas Armadas.
Por este motivo, solicito oficiar, en mi nombre, al señor Prats, Comandante en Jefe del Ejército, transcribiéndole mis observaciones, con el propósito de que al menos conozca la opinión de un hombre que tuvo confianza en él en una época pero que en este instante se extraña de que, invocando su nombre, el Gobierno actúe fuera de la Constitución y de la ley.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Si le parece a la Sala, se enviará el oficio solicitado por el Honorable señor Pablo, en nombre del señor Senador.
El señor GARCIA.-
Y también en nombre del Comité Nacional.
El señor MORENO.-
Y en el del Comité Demócrata Cristiano.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Si le parece a la Sala, se enviará el oficio en nombre del Honorable señor Pablo y de los Comités Nacional y Demócrata Cristiano.
Acordado.
El señor VALENTE.-
Pero el Honorable señor Valenzuela no está en la Sala.
El señor MORENO.-
Antes de retirarse manifestó su intención en tal sentido.
El señor VALENTE.-
Aplique el Reglamento, señor Presidente.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Montes.
El señor MONTES.-
Quiero decir muy brevemente que rechazamos de la manera más clara y tajante las injurias que se profieran o puedan proferirse en contra de nuestras Fuerzas Armadas, concretamente contra el Comandante en Jefe del Ejército.
Creemos que el tino, la inteligencia y la actuación ponderada del señor Comandante en Jefe ha impedido que nuestro país fuera conducido a situaciones mucho más graves todavía, de consecuencias más imprevisibles aún que las que hemos vivido y que continuamos viviendo.
Cuando pase algún tiempo y se enfríe la pasión desenfrenada de estos días, podrán observarse con mayor objetividad los hechos ocurridos en Chile y la actuación de nuestras Fuerzas Armadas. Entonces, por lo menos algunos sectores de Oposición podrán valorar en toda su magnitud la actuación que ha cabido en estos días a nuestras Fuerzas Armadas.
Luego de las expresiones de gravedad ilimitada proferidas en el día de ayer por algunas radioemisoras descolgadas de la cadena oficial -a través de ellas se llamó directamente a derribar al Gobierno, se pidió a la ciudadanía reunir los dos tercios para la Oposición en el Senado, con el objeto de destituir al Jefe del Estado, y se lanzaron injurias en contra del señor Comandante en Jefe del Ejército-, la actitud de las Fuerzas Armadas demuestra, precisamente, la responsabilidad con que ellas y Carabineros están actuando en estos momentos, en que, en los hechos, se las provoca de manera directa y casi increíble, a fin de lograr una reacción de su parte que pueda significar la iniciación de un capítulo nuevo en el proceso que estamos viviendo.
A pesar de las injurias, de las calumnias, de los llamados a la sedición y a la violación de la Carta Fundamental por parte de las Fuerzas Armadas, éstas mantienen incólume el espíritu que aquí invocó el Honorable señor Pablo: el del Generalmártir don René Schneider Che-reau.
Creemos que al conocerse en el día de ayer, y también por informaciones que hemos recibido hoy, que existen posibilidades de superar el problema inicial que creó la situación complicada que ha vivido nuestro país en estos días, y precisamente por eso, se han redoblado los esfuerzos en la tarde de ayer y se continúa aprovechando cualquier circunstancia para tratar de agravar los problemas, de evitar que el proceso que afrontamos se encamine a una solución que signifique normalizar la vida nacional. Hay gente que piensa que eso no es conveniente. Muestran, a nuestro juicio, una profunda desesperación porque sus planes han fracasado, aun cuando han producido daños de incalculables proyecciones en la vida nacional.
Y cuando se actúa de la manera como se ha hecho, invocando los más nobles y altos significados morales de la patria, de la libertad y de la democracia, se pretende, sobre todo por alguna gente, simplemente encubrir los atentados que se han venido realizando contra esas normas, que todo ciudadano debe respetar y llevar dentro de sí de modo sincero.
Por esa razón, me parecen totalmente fuera de lugar las expresiones del Honorable señor Pablo. Decir que la espina dorsal del Comandante en Jefe del Ejército es débil, es proferir una grave injuria.
El señor PABLO.-
No he dicho eso, señor Senador.
Si Su Señoría me concede una interrupción, puedo aclarar lo que expresé.
El señor MONTES.-
Con todo agrado.
El señor PABLO.-
Lo que dije es muy claro: que la cadena de la OIR fue solicitada por el señor Comandante en Jefe, según él mismo lo manifestó; que esto, a mi modo de ver, ha sido un error que cometió; y que en este instante, después de conocer el dictamen de la Contraloría General de la República, previo el análisis que debieron efectuar sus asesores jurídicos, debe tener la suficiente espina dorsal para reconocer el error cometido.
Eso es todo lo que manifesté. No sostuve que el señor Comandante en Jefe no tuviera espina dorsal sino que confío en que la tenga y en que reconozca su error.
El señor MONTES.-
En cierto modo hay una sutileza en las palabras del señor Senador. En todo caso, significan un cambio respecto de las pronunciadas en su anterior intervención.
Repito: nosotros no podemos aceptar lo que acaba de manifestar Su Señoría, porque según entiendo, jamás en la historia de nuestro país las medidas tomadas por las autoridades ante los hechos que se comentan habían merecido una acción, una respuesta y una actitud de la naturaleza de la que venimos observando. Ella revela también con mucha claridad el carácter y el contenido de estos acontecimientos.
Cualquiera que haya tenido el hígado suficiente -utilizando una expresión que agrada al Senador Durán- para escuchar anoche las transmisiones de radio Minería antes de su clausura, podrá medir el extremo a que llega el desenfreno de algunos sectores de la Oposición. Porque, cometiendo de manera tan arbitraria un acto absolutamente ilegal, critican la ilegalidad, no de ellos, por supuesto, sino de las resoluciones adoptadas por las autoridades chilenas. Lo que siempre defendieron en el pasado lo queman hoy día ante el altar de su propia soberbia y despecho.
En cuanto al proyecto en estudio, que estimo importante por solucionar problemas relativos a las Fuerzas Armadas, lo votaremos favorablemente. Si esta iniciativa ha permitido abrir debate sobre acontecimientos que suceden en nuestro país, no haremos cuestión de ello, porque no nos negamos a una discusión de esta naturaleza, que puede ser incluso conveniente, en momentos en que, al parecer, todas las puertas del entendimiento estuvieran cerradas, para contribuir de alguna manera, no diré a esclarecer ni a solucionar los problemas ni mucho menos, sino a escuchar los puntos de vista de cada cual sobre materias importantes.
Reitero: los Senadores comunistas votaremos favorablemente el proyecto en debate.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el señor Gumucio.
El señor GUMUCIO.-
Lamento que la Mesa haya permitido el desarrollo de un debate ajeno al motivo de esta sesión especial, que está destinada a estudiar y resolver los proyectos que figuran en el Orden del Día.
Al mismo tiempo, deploro las palabras del Honorable señor Pablo, porque en estos momentos, según he tenido conocimiento --no he participado en ello-, se están haciendo esfuerzos para poner término a los hechos dolorosos que hemos vivido en estos días. Por lo tanto, es muy inoportuno insistir en un tema tan polémicamente político como el planteado por el Honorable señor Pablo. Estoy convencido de que el Comandante en Jefe del Ejército, cuyas condiciones de hombre de honor y militar intachable todos conocen, cuando solicitó la cadena única de radioemisoras lo hizo con el más alto espíritu patriótico. El aspecto jurídico del problema se discutió con posterioridad a raíz de un informe de la Contraloría General. No me pronuncio sobre el aspecto jurídico de fondo, vale decir sobre la legalidad o ilegalidad de esa medida. Pero hay un hecho del que tengo plena conciencia: sea como sea, la mantención de la cadena radial única ha impedido que en nuestro país se desencadenara un enfrentamiento a mi juicio, indiscutido- de tipo sangriento, que nadie desea. Tengo plena conciencia de ello, porque las pasiones son tan grandes, que no cabe duda de que, con plena libertad para decir lo que se quiera a través de las radios, es indudable que se habría incitado a ese enfrenta-miento.
Se ha dicho que todos los sucesos que hemos venido presenciando obedecen a un movimiento gremialista. Eso es una falsedad. No cabe duda de que su motivación es política, y así fue declarado con franqueza por algunos. Debo confesar que prefiero la actitud de quienes, directa y francamente, manifiestan que no pueden soportar a un Gobierno que ellos llaman totalitario y marxista y que quieren que éste caiga, y no la poco franca, tartufesca y viscosa de los que afirman no desear que suceda determinada cosa, pero que, en realidad, están en todas las paradas para que ello ocurra.
El señor AYLWIN.-
¿A quiénes se refiere Su Señoría?
El señor GUMUCIO.-
A muchas personas que han hecho declaraciones.
El señor CARMONA.-
De nombres.
El señor GUMUCIO.-
Así lo han afirmado algunos.
El señor AYLWIN.-
De nombres.
El señor GUMUCIO.-
Si usted lo desea, puedo dar una larga lista de personas que, me consta, han dicho que no quieren el derrocamiento, pero que después, en los hechos, están echando carbón...
El señor CARMONA.-
Dé algunos ejemplos.
El señor AYLWIN.-
Siquiera, nombre algunos.
El señor GUMUCIO.-
Su Señoría mismo.
El señor AYLWIN.-
Le contestaré, pero fundamente su juicio respecto de mí.
El señor GUMUCIO.-
Su Señoría dice, por un lado, que no quiere el derrocamiento; pero, por el otro, está apoyando sin reservas, aunque calle, todos los actos de terrorismo que han existido.
El señor AYLWIN.-
¿Sobre qué actos de terrorismo he permanecido callado?
El señor GUMUCIO.-
Sobre todos los que han existido, que han sido bastante violentos y claros.
A mi juicio, la actitud del Comandante en Jefe del Ejército de solicitar la cadena obligatoria de radioemisoras ha impedido que se desate en su integridad ese movimiento pasional que existe. Por eso, lamento las palabras del Honorable señor Pablo, pronunciadas en momentos en que se busca solución al conflicto. Las considero inoportunas, porque pueden tener graves consecuencias. Al mismo tiempo, espero que prosperen las conversaciones que se realizan en estos momentos para poner término a dicho conflicto.
El señor PAPIC.-
Tiene la palabra el Honorable señor Aylwin.
La señora CARRERA.-
Yo la pedí antes, señor Presidente.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
El Honorable señor Aylwin fue aludido. Por eso le ofrecí la palabra.
El señor
AYLWIN.-
El Honorable señor Gumucio, primero, en forma velada, y después directamente, al emplazársele a actuar en forma responsable, me ha imputado un hecho que no puedo aceptar: una actitud hipócrita, tartufesca, según sus palabras, en virtud de la cual lo que el Senador que habla estaría buscando en estos días al apoyar el movimiento gremial como miembro del Partido Demócrata Cristiano, colectividad política que lo está apoyando en su integridad, sería derrocar al Gobierno, alterar el orden constitucional de la República.
No puedo dejar pasar en silencio una acusación de esta especie, porque, desde luego, importa la afirmación del más grave delito que se pueda imputar a un miembro del Congreso Nacional y a un hombre de principios democráticos.
Los Senadores democratacristianos, como todos los miembros de nuestro partido, hemos demostrado, a través de largos años de actuación política, que jamás hemos pretendido utilizar procedimientos extra-constitucionales. En esta materia tenemos una trayectoria absolutamente clara.
La ceguera del oficialismo.
Lo que asombra es la ceguera de algunos sectores políticos para no ver las cosas.
Días atrás, en un programa de televisión, yo citaba declaraciones hechas el 21 de mayo pasado por el Honorable señor Teitelboim al diario La Prensa. En ellas el señor Senador hacía presente que cada vez que hay movimientos sociales, cada vez que los gremios se agitan, que se producen conflictos, es una ceguera y una torpeza pretender resolver el asunto mediante medidas meramente administrativas o represivas, o negarse a ver el fondo que siempre hay: una angustia económica y una inquietud profunda que sirven de fundamento de estos movimientos.
¿Qué ha estado ocurriendo en Chile? Que hay caos económico, que el costo de la vida se eleva en términos desorbitados, que las familias están angustiadas, que hay desabastecimiento y escasez, que la gente que desea trabajar no encuentra repuestos, que durante dos años no se ha invertido en nuestro país, sino que nos hemos estado comiendo las reservas que tenía Chile; que la producción se está paralizando. Junto con todo esto, estamos viendo el intento del Ejecutivo que pretende, a toda costa, estatificar toda la economía.
El actual Gobierno decía, en un principio, que actuaba contra los grandes monopolios, contra los imperialistas y los latifundistas, y que había que distinguir entre el enemigo principal y el enemigo secundario, que serían las clases medias. Afirmaba también que a esta última, a los pequeños y medianos burgueses, había que tratar de tenerlos contentos y a su lado en la lucha contra el enemigo principal. A pesar de esto, ¿qué ha ocurrido? Que el sectarismo y el odio contra todo lo que sea hombre de clase media y trabajador independiente, y el afán de tomar la totalidad del poder en sus manos, han llevado a la Unidad Popular, a través de múltiples medidas, a enfrentar a todos los gremios. A los transportistas, que son gente de clase media, trabajadores, que en su enorme mayoría manejan sus propios camiones, se les ha tratado de frenar y de controlar por todos los medios, y, al mismo tiempo, se ha tratado de crear en forma paralela la empresa estatal de transportistas. A los comerciantes se ha pretendido tenerlos en su mano mediante el control monopólico de la distribución de productos por DINAC, tratando de matar a la única empresa distribuidora que ellos querían crear como cooperativa, la antigua CODINA, para tener otro cauce de distribución. A los empleados bancarios también se pretende someterlos, mediante la banca única, al mismo control estatal, y también a los campesinos, evitando la constitución de asentamientos y negando la asignación de tierras, lo que, en definitiva, hace que surjan en Chile, desde distintos sectores, voces de personas desesperadas que, ante estas situaciones, plantean sus problemas.
Restablezcamos el orden constitucional.
Al respaldar estos planteamientos, la Democracia Cristiana no está buscando el derrocamiento del Gobierno, sino que éste oiga alguna vez, que abra los ojos y que, si verdaderamente es democrático, entienda la voluntad popular y responda a ella. Nuestro partido pudo haberse cruzado de brazos frente a este movimiento y haber dejado que otros, que podrían abrigar intenciones golpistas, tomaran su conducción. Pero la Democracia Cristiana creyó de su responsabilidad interpretar el sentido de las grandes mayorías, que están desesperadas ante la política totalitaria y nefasta del Gobierno, que está hundiendo y destruyendo a nuestro país, y conduciéndolo a la dictadura al suprimir y violar diariamente derechos y, prescindiendo de la gran mayoría del país, pretende imponerles una verdad y negarles todo derecho a expresar la suya. Pues bien, la Democracia Cristiana ha creído que debía ponerse de parte de esa gran mayoría y encauzar el movimiento existente.
En el programa de televisión del domingo pasado, al que se me invitó para participar en un debate con el Honorable señor Teitelboim -a mi juicio, como personas que podríamos expresar razonamientos serenos frente a los problemas que están ocurriendo en Chile-, me llamó extraordinariamente la atención que mis palabras no tuvieran respuesta favorable cuando hice un planteamiento sobre esta materia y dije que lo que el país espera en este instante no es represión, como tampoco derribar al Presidente Allende; que se trata de un movimiento gremial que no persigue alterar el orden constitucional de la República, sino restablecerlo; que la salida frente a la angustia existente en el país y a la división odiosa que se está produciendo entre los chilenos es la elección parlamentaria de marzo próximo, para que el país decida democráticamente, porque el pueblo es el árbitro soberano en una democracia, y que si se cree en ella, debe dejarse que el pueblo decida.
Se dice: Esperemos la elección. Pero, ¿en qué condiciones? Una elección libre, un pronunciamiento democrático libre, implican necesariamente crear el clima adecuado para ello.
Condiciones para la definición democrática.
Recuerdo que hace muchos años, cuando existía el viejo diferendo chileno-peruano sobre Tacna y Arica, un general extranjero que estaba a cargo de la preparación del plebiscito dijo que no había clima plebiscitario, La verdad es que en Chile la Unidad Popular ha llegado a crear un clima que no es el de definición democrática libre. ¿Por qué? Por la muy sencilla razón de que está utilizando todos los medios de poder para negar acceso a la opinión pública, a los sectores que discrepan de ella. Por medio de la política de clausurar radios y de asfixia económica de esos medios de difusión; por medio del manejo del Canal Nacional de Televisión, contrario a la Constitución y a la ley; por medio de la pretendida estatificación de la Papelera con el fin de controlar los diarios mediante la distribución del papel; por medio del cercamiento y asfixia económica de toda la clase media empresarial chilena -el pequeño agricultor, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el pequeño artesano-; por medio de la persecución de los profesionales independientes; por medio de la destrucción de las organizaciones sindicales campesinas y gremiales, cuando no son absolutamente incondicionales al Gobierno; en resumen, mediante el abuso del poder y utilizando la violencia y la amenaza, se pretende atemorizar al país.
¿A qué conduce toda esa política? A que en estas condiciones no pueda haber elección libre, definición democrática. Por eso, nosotros hemos hecho un llamado al Gobierno y a los políticos que lo apoyan, llamado que reiteramos en este instante.
El Honorable señor Gumucio, que se atreve a disparar a la bandada pretendiendo herir a personas a las cuales no tiene derecho a herir, no puede olvidar el ejemplo de la historia de un hombre, de su padre, que siempre fue respetuoso de la Constitución y de la ley. Pues bien, yo llamo a los Senadores de la Unidad Popular, que hablan de democracia y de libertad, a los que la sienten de verdad, a los que creen en el sistema de derecho y a los que dicen creer en él, que sean consecuentes con sus palabras. Yo los llamo a que habrán los ojos ante lo que está ocurriendo en Chile y que busquen una salida. Nadie les pide transigir en el Programa. Nadie les pide que dejen de realizar su aspiración de construir el socialismo en Chile. Pero no pretendan hacerlo por la fuerza o por métodos coactivos; y escuchen democráticamente la opinión mayoritaria del pueblo. ¿Por qué se han negado al plebiscito? ¿Porque no han querido que el país decida sobre las tres áreas de la economía, recurriendo a toda clase de subterfugios para evitar el pronunciamiento legislativo sobre el proceso de estatificación?
Si el Presidente de la República piensa que las elecciones de marzo próximo serán el plebiscito, como lo ha señalado en reiteradas oportunidades, hagamos el esfuerzo de crear las condiciones para que en esa oportunidad el pueblo decida libre y soberanamente.
Pero para que el pueblo decida libremente es necesario que la gente llegue en libertad a las elecciones. Y eso no sucederá si nosotros no vamos a tener radios a través de las cuales expresarnos, ni diarios para ese mismo fin, ya que se clausura a aquellas, se las somete a cadena obligatoria o a la asfixia económica, y nadie que discrepe del Gobierno puede decir su verdad al pueblo. Este sólo es informado desde un ángulo, sobre la base de mentiras, como ha estado ocurriendo estos días, escudando esta conducta bajo el amparo de las Fuerzas Armadas.
Muy responsablemente quiero decir algo sobre este punto. Nosotros respetamos a las Fuerzas Armadas. Creemos...
El señor LUENGO.-
No las respetan.
El señor AYLWIN.-
¡No tiene derecho a negar que las respetamos!
El señor LUENGO.-
¡Han dicho muchas cosas contra las Fuerzas Armadas!
El señor AYLWIN.-
Estoy razonando con serenidad, y no le admito su impertinencia.
El señor LUENGO.-
Señaló que bajo el amparo de las Fuerzas Armadas se está mintiendo. Esa afirmación es una falta de respeto a esos institutos.
El señor AYLWIN.-
Voy a explicar.
El señor LUENGO.-
¡Ahora va a explicar...!
El señor AYLWIN.-
Mantengo lo que he dicho.
Utilización de las Fuerzas Armadas.
Se distrae a las Fuerzas Armadas de sus funciones específicas y se usa de ellas para fines...
El señor TEITELBOIM.-
Eso es una injuria.
El señor MONTES.-
Eso es una injuria.
El señor AYLWIN.-
No es una injuria a las Fuerzas Armadas. Es una acusación a quienes tratan de usarlas.
En este país los institutos armados han tenido prestigio precisamente de ser celosos guardianes de la Constitución y de la ley.
El señor VALENTE.-
Siguen teniéndolo, señor Senador.
El señor AYLWIN.-
Sí. Siguen teniéndolo.
¿Me permite desarrollar mi pensamiento?
Tienen ese prestigio porque se lo han ganado y lo merecen. En 1939, en una reforma de la ley de Elecciones, se estableció que los procesos electorales se realizarían en Chile bajo la tuición de las Fuerzas Armadas. Pues bien, han cumplido esa misión con una altura ejemplar y todo el país ha podido confiar en ellas, porque las ha visto actuar en resguardo de la ley y hacer respetar el derecho de todos, sin discriminación.
En los últimos tiempos el país ha presenciado cómo un sector de la ciudadanía, el que ha llegado al Gobierno, recuerda constantemente la trágica muerte, el vil asesinato del General Schneider, soldado ejemplar a quien todos recordamos y cuyo holocausto todos condenamos. Sin embargo, al recordar a este soldado lo hace como si fuera bandera de unos pocos chilenos contra otros chilenos; y ha empezado un intento sistemático de utilizar el prestigio de las Fuerzas Armadas para cubrir tras ellas acciones manifiestamente arbitrarias o ilegales de las autoridades administrativas.
Situación legal de las cadenas de radioemisoras.
En el caso a que se ha referido el Honorable señor Pablo, yo fui uno de los que conversaron hace poco más de una semana -el lunes de la semana pasada- con el señor Comandante en Jefe del Ejército, General Prats, acerca de la cadena obligatoria de radioemisoras. Nos dijo en esa oportunidad que se había adoptado tal medida a petición de él por la autoridad administrativa correspondiente, la Secretaría General de Gobierno.
Al recordar estas cosas, no creo incurrir en infidencia, porque no se pidió a quienes ahí concurrimos guardar sigilo, y ha sido público y notorio lo que ahí se dijo. Cuando hicimos presente al Comandante en Jefe que la cadena era ilegal, porque el reglamento en virtud del cual se estableció estaba derogado, según dictamen de la Contraloría, el General Prats nos contestó que él no conocía ningún dictamen, sino una opinión del Contralor y que, en todo caso, las Fuerzas Armadas no son los árbitros de lo que es legal y constitucional y que para ello existen otros organismos en el Estado.
Pues bien, con posterioridad a esa entrevista la Contraloría ha vuelto a pronunciarse ratificando su criterio, y luego ha emitido un dictamen muy claro -por petición de los Senadores Bulnes, Juliet y el que habla- en el que establece cuáles son las atribuciones de los Jefes de Plaza y de las autoridades militares en esta materia, al mismo tiempo que consigna que la Oficina de Informaciones de la Presidencia de la República y la Secretaría General de Gobierno no tienen facultades en la actualidad para establecer cadenas, y prescribe que los Jefes de Plaza sí poseen esa facultad, dentro de ciertos límites y para ciertos efectos. Y el Contralor dispuso que se remitiera copia de ese dictamen al señor Jefe de Plaza.
Es decir, ya un órgano constitucional de la República, llamado a dar opinión sobre lo que es constitucional y legal, ha señalado y transcrito oficialmente a la autoridad militar el criterio jurídico sobre la materia. Entonces, tenemos derecho a pedir al señor Comandante en Jefe del Ejército que sea consecuente y no se convierta en árbitro de lo que es legal o ilegal, y habiendo dado su dictamen el organismo llamado por la Constitución y la ley a decir lo que es legal en esta materia, desde el punto de vista administrativo, proceda conforme a los criterios señalados por la Contraloría General de la República.
Ese es el motivo de nuestra queja. Y con todo el respeto que profesamos a las Fuerzas Armadas -al Ejército, a la Armada, a la Aviación y al Cuerpo de Carabineros-, creemos que ningún hombre en Chile, como en toda democracia, puede estar libre del juicio público. Y así como se enjuicia a los jueces, también los altos jefes de los institutos armados tienen la obligación de someter sus actos a la Constitución y la ley; y cuando se salen de ella o incurren en errores, éstos deben serles señalados por la opinión de quienes tenemos alguna responsabilidad en el destino democrático de Chile.
Ruego al señor Presidente que me excuse por haberme extendido en una materia enteramente ajena a la que yo hubiera querido tratar en esta oportunidad. Pero me he visto obligado a ello a raíz de las palabras del Honorable señor Gumucio al imputarme en forma personal una actitud que él, en el fondo de su conciencia, sabe que yo no tengo, porque me conoce.
Hemos tenido muchas discrepancias con Su Señoría; pero así como yo no le lanzaría a él la injuria de llamarlo complotador, tengo el derecho a que no me injurie diciendo que yo estoy amparando alguna especie de sedición.
Responsabilidad del Presidente de la República.
Lo que nosotros estamos diciendo es que si el Presidente de la República no abre los ojos y no ve la realidad; si se deja seguir siendo manejado por quienes lo informan falsamente y lo inducen a decir por cadena nacional de radio y televisión, a todo Chile, cosas que lo ponen en ridículo, se seguirá perdiendo la confianza en él. Porque contarles a los talquinos, Curicanos y linarenses que en Chile todo está en calma, en circunstancias de que en Curicó, Talca y Linares están paralizadas todas las actividades -no hay una tienda donde comprar; no hay un micro que se mueva, y todo está detenido-; decirles a las dueñas de casa que todo se encuentra en calma, que todo es normal, y tratar de minimizar y reducir todo al problema de los miguelitos es ignorar el problema profundo que está ocurriendo en el país y poner al Presidente de la República en la picota del ridículo.
Uno de los problemas graves que está sufriendo el país es que al Primer Mandatario, que un día dijo no ser Presidente de todos los chilenos, sino sólo de una fracción de ellos, Chile le ha perdido toda la confianza, ya no le cree. Y ello porque ha dicho tantas cosas que no corresponden a la realidad y ha sido tantas veces desmentido en los hechos por las actuaciones de su Gobierno y por sus propios actos, como ha ocurrido, por ejemplo, con su más solemne juramento, con sus palabras en esta misma Sala antes de ser elegido, con sus declaraciones reiteradas a la prensa nacional y extranjera y con sus discursos conmovedores al país. Y pienso que lo más grave que puede ocurrir a una democracia es que el pueblo pierda confianza en sus mandatarios.
Por eso pedimos en esta hora que los hombres de la Izquierda marxista chilena y los militantes de partidos y hombres de formación democrática que están a su lado y participan en el actual Gobierno, y el Presidente de la República, que .durante 24 años fue un parlamentario que se forjó en las lides de la democracia y que siempre se ha enorgullecido de ello, abran los ojos, vean la realidad y actúen en consecuencia.
Que el pueblo decida libremente.
No pretendan imponerse abusando del Poder, usando resquicios legales, torciendo la nariz a la ley, prescindiendo de la Constitución Política, desconociendo la voluntad del Parlamento y la opinión de la mayoría de los chilenos. No pretendan imponer a la fuerza la voluntad de una minoría, sino que creen las condiciones para que democráticamente este país, conforme a su tradición de 160 años de vida independiente, y no con la excepción de una guerra civil, sino con la norma jurídica en la mano, siguiendo el camino de la Constitución y de la ley, decida en marzo próximo, democráticamente, si quiere el camino que está imponiendo la Unidad Popular o quiere otro.
He oído al Senador del Partido Comunista señor Teitelboim decir que ellos quieren la salida democrática, la elección, aunque la pierdan. Estimo que, si son sinceros, deben crear las condiciones para ello, es decir restablecer en este momento la paz en el país. No son tales condiciones una tregua que signifique sacrificar su programa; son, sí, el reconocimiento de la Constitución y de la ley como norma de conducta; el respeto a las Fuerzas Armadas como árbitros imparciales, capaces de mantener el orden y el libre ejercicio de los derechos de todos los sectores, para que el pueblo, libremente, informado por todos, teniendo todos acceso a la prensa, a la radio y a la televisión, en igualdad de condiciones, escuche y decida serenamente, no amenazado ni amordazado, sino en forma libre y democrática, el destino de libertad y democracia que, estoy, seguro, la inmensa mayoría de los chilenos quiere para nuestra patria.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Gumucio.
La señora CARRERA.-
Le ruego respetar mi derecho. Cuando un Senador ha sido aludido, tiene diez minutos para responder. No hice la menor interrupción al discurso del Honorable señor Aylwin. No creo que sea correcto. Pero entiendo...
El señor GARCIA.-
Yo estaba inscrito primero.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Está en discusión general el proyecto, y el Honorable señor Gumucio fue aludido.
Tiene la palabra Su Señoría.
El señor GUMUCIO.-
Quiero repetir lo que dije.
Empecé lamentando que el Honorable señor Pablo se hubiera referido como lo hizo al Comandante en Jefe del Ejército, porque considero inoportuno, en momentos en que existe posibilidad de solucionar la crisis, promover un debate de esta índole.
Manifesté que, con relación a todo lo que ha sucedido, prefiero la posición de los hombres que decían francamente que deseaban el derrocamiento del Gobierno. Y los hay, y han sido muy sinceros al respecto. Entre otros, el propio Presidente del Partido Nacional, quien ha expresado su deseo de acusar constitucional-mente al Presidente de la República. La acusación al Jefe del Estado es la más grave de las instancias democráticas consagradas en la Constitución que pueden existir en el país. Ese es un planteamiento directo y franco.
Y afirmé que existía otro ejemplo: el de alguien que, pese a declarar que no quería el derrocamiento del Gobierno, hacía todo lo posible para que ello sucediera.
El Honorable señor Aylwin, en forma airada, me pidió concretar. Me vi obligado a referirme a Su Señoría, no con el afán de acusarlo de complotador ni mucho menos, sino porque discrepo profundamente de muchas de sus actuaciones.
En primer lugar -es la primera que recuerdo ahora-, en vísperas de todos los hechos que conoce la ciudadanía, se pidió una sesión extraordinaria del Senado para que los oradores, en forma coordinada, demostraran la ilegitimidad del Gobierno, por haberse salido continuamente de la Carta Fundamental. Y el Honorable señor Aylwin sabe positivamente que, según la clásica teoría filosófica de Santo Tomás, cuando se declara la ilegitimidad de un Gobierno, pasa a ser legítimo su derrocamiento.
Entonces, tengo derecho a manifestar mis discrepancias respecto de la posición de los señores Senadores que, en vísperas de los hechos que conoce Chile, justificaron la legitimidad de la caída de un Gobierno. Son discrepancias que tengo derecho a hacer presentes, del mismo modo en que el Honorable señor Aylwin, haciendo uso también de un derecho, expone su teoría.
Dicha teoría filosófica establece que un Gobierno puede ser derrocado en algunas condiciones: cuando los atropellos a los derechos humanos sean de extraordinaria magnitud o se cometan con excesiva continuidad.
Pues bien, ¿en qué se basaban los hechos precisos y concretos que permitían en este Senado, coordinadamente, declarar la ilegitimidad del Gobierno? En la medida aplicada a la radio Minería, de Viña del Mar; en la clausura de la radio Agricultura, de Los Angeles, cuya concesión estaba caducada, y en el peligro de que la Papelera pudiera estatificarse y, por lo tanto, influir ello en la libertad de prensa.
El señor AYLWIN.-
¿Me permite una interrupción, señor Senador?
El señor GUMUCIO.-
Yo le solicité una interrupción, señor Senador, que no me concedió. Sin embargo, no tengo inconveniente en darle una muy breve.
El señor AYLWIN.-
Un minuto nada más.
Simplemente, señalé una serie de hechos, y sostuve, pidiendo transcribir mis observaciones al Presidente de la República, que el Gobierno estaba cayendo progresivamente en un plano continuado y sistemático de ilegitimidad, lo cual debía rectificar. Y pedí transcribir mis expresiones al Gobierno precisamente para que rectificara, porque pienso que ese plano inclinado puede llevarlo a las condiciones que Su Señoría está indicando. Pero no lo hice -y le consta al Honorable señor Jerez, quien me consultó sobre la materia- con el propósito de declarar que ya era legítima la rebelión, sino para señalarle al Ejecutivo que abriera los ojos y que si continuaba por el camino que sigue y pretende seguir, llegaría el momento en que aquélla fuera legítima.
El señor GUMUCIO.-
¡Caramba que es peligro establecer teorías sobre la base de pronósticos! Porque el grueso del público no hace esa clase de distingos. De la lectura de las expresiones de los Honorables señores Durán y Aylwin y de otro señor Senador que en este momento no recuerdo quién fue, la ciudadanía podría concluir que el Senado de la República consideraba que, a raíz de los hechos ya sucedidos, el Gobierno se encontraba al margen de la legitimidad.
Y esa discrepancia, Honorable señor Aylwin, no atenta contra su honor ni significa que lo esté atacando personalmente. Es una discrepancia legítima que tengo derecho a expresar en el Senado y que reviste gran importancia, porque los hechos ocurridos en esta Administración desde que asumió el Poder tienen perfecta ilación, perfecta consecuencia.
Creo que, en el fondo, es un problema de clase. Es el problema de una clase dominante que, sencillamente, ve perdido sus privilegios, su status; por lo tanto, para ella pasa a ser ilegítimo cualquier Gobierno que altere la base fundamental de su sistema. Ese y no otro es el fondo de la cuestión.
Insisto: ¿en qué se basaba la teoría de la ilegitimidad? En los hechos que mencioné: la medida aplicada a la radio Minería, de Viña del Mar; la clausura de radio Agricultura, de Los Ángeles, y el peligro de que la Papelera se estatificara.
Y ¿es proporcionado alentar y apoyar sin reservas un movimiento de tanta amplitud, que ha paralizado a todo el país, por esos hechos? Está a la vista que no había proporción entre lo sucedido y la acusación de que el Gobierno ha atropellado la ley.
Por otra parte, se habla de que no hay garantías electorales. Pero ha habido tres elecciones complementarias en las que los propios partidos de Oposición han reconocido la absoluta corrección con que se han celebrado.
Volvemos, entonces, al plano del pronóstico. Y se dice que cada vez habrá menos garantías en los medios de comunicación para realizar una campaña libre y desarrollar los comicios en plena libertad.
¿En qué se basa el pronóstico, si la mayoría de las radioemisoras pertenecen a la Oposición? Se dice que partidos de Gobierno han adquirido algunas radiodifusoras. ¿Acaso nunca sucedió antes? ¿No se compró SOPESUR, que es una red de diarios existente a lo largo de todo Chile? ¿No se adquirieron radioemisoras? !Ah, -se dice- se las está ahogando económicamente, y ésa es la muerte de las radios! Y yo pregunto: ¿cómo se financiaban antes las radios de Oposición? ¿Por medio de una ley, de un impuesto? No recuerdo que durante otros Gobiernos hayan llegado a El Siglo avisos de instituciones fiscales o de grandes empresas; tampoco llegaban a Las Noticias de Última Hora, ni a otros diarios. La cuestión es que, cuando el periódico es de un empresario, ahí sí que hay libertad democrática; en otros casos, no. Y en el del empresario, naturalmente, él da los avisos como quiere.
Si se desean más garantías para que se realice la elección, no estoy en desacuerdo con su otorgamiento, siempre que el Presidente de la República así lo quiera.
Pero en el mismo programa de televisión a que nos referíamos, en el que participó el Honorable señor Aylwin, Jaime Guzmán tuvo tal vez un lapsus de franqueza al decir que no les interesaba que hubiera elecciones, porque si la Oposición obtenía el 60% de los sufragios, y 40% el Gobierno, éste mantendría el tercio.
¿No será ése el fondo de todo este asunto? Porque ahí quedó en evidencia que lo que se busca es la seguridad de arrasar con las fuerzas de Gobierno en una elección. Esto no es democrático, y se carece de justificación y de altura para plantearlo como algo básico.
Por último, se ha hablado del General Schneider. Yo he oído aquí rendir emocionado homenaje a la teoría Schneider. Pero ¿nadie recuerda lo que dijo en esos días El Mercurio sobre la teoría Schneider, ni cómo la combatió? Y, si no me equivoco, el Honorable señor Durán, mediante un discurso que pronunció en el Senado, combatió la teoría Schneider. Sin embargo, hoy día todos, emocionados y con lágrimas en los ojos, hablan de esa teoría, la del General mártir.
La cuestión radica en que existe en las líneas una tremenda inconsecuencia, que se ve aun en los detalles.
Hace sólo tres días, radio Portales se marginó de la cadena radial por algunos segundos. Se protestó a alto nivel; se hizo intervenir incluso al Presidente del Senado para protestar por ese hecho. Al día siguiente abandonaron la cadena tres radiodifusoras; pero en ese caso se procedió al revés: los mismos que días antes reclamaban por la actitud de radio Portales, ahora protestaban por la adopción de sanciones que afectaban a esas tres radios, pues consideraban atropellada la libertad de expresión. O sea, el día antes era un hecho condenable que la radio Portales quebrara la cadena, y al día siguiente era condenable que se aplicaran sanciones a otras radios que habían hecho lo mismo.
No me pronuncio sobre el problema jurídico de fondo -lo digo con honestidad-: sobre si la cadena radial es legal o no lo es. Después de lo discutido, no entro a ese aspecto. Pero sí hago presente la necesidad de tener cierta consecuencia, cierta conducta clara, recta, igualitaria, en todo sentido.
Se habla también del pluralismo. En días pasados Senadores de la Unidad Popular enviamos al señor Hasbún, director del Canal 13 de Televisión, una carta en que le pedíamos que nos permitiera rectificar algunos conceptos contenidos en la declaración de la Confederación Democrática que leyó el Presidente del Senado. ¿Qué se nos contestó? Manden primero la rectificación, para que la examine la dirección del Canal; pero no hablarán directamente desde la pantalla.
Sin embargo, durante los últimos días han hablado por ese Canal los señores Vilarín y Cumsille, los ex Presidentes señores Frei y González Videla, y el Senador Fuentealba, ayer.
Y del otro lado, en esa maravilla de espíritu pluralista y democrático, no podemos hablar los Senadores de Gobierno.
El señor AYLWIN.-
Intervenimos en ese Canal para responder al Presidente de la Rep��blica.
El señor GUMUCIO.-
Estoy destacando una inconsecuencia. Si son democráticos, lo consecuente habría sido permitirnos hablar.
El señor AYLWIN.-
El Presidente de la República habló por cadena nacional.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
¿Terminó su intervención, señor Senador?
El señor GUMUCIO.-
No, señor Presidente.
Quiero aprovechar la ocasión para recoger otras observaciones del Honorable señor Aylwin.
Su Señoría sostiene que la Democracia Cristiana no es partidaria del golpe. Pero nunca me he referido al Partido Demócrata Cristiano. Abandoné sus filas por motivos distintos del relacionado con la defensa de la democracia y de la libertad. No obstante, naturalmente conozco la situación interna de esa colectividad -no estoy promoviendo divisiones-; sé positivamente que en su seno hay posiciones divergentes; que algunos dirigentes creen que ha llegado el momento de dar una lucha a "finish"; y lo han dicho: consideran que ésta es la ocasión definitiva para enfrentar al Gobierno; otros piensan de modo distinto: opinan que es preciso buscar una salida a lo que está ocurriendo. Esto me consta. Por lo tanto, no cabe ampararse en la totalidad del Partido Demócrata Cristiano, como lo hace el Honorable señor Aylwin. Hay allí gente de criterios distintos. Puede ser respetable, no lo discuto. Pero no se venga a decir que yo he tratado de sostener que el Partido Demócrata Cristiano no tiene una línea democrática.
Discrepo de la posición del Honorable señor Aylwin. Por lo demás, Su Señoría, que es bastante apasionado, tiene que respetar nuestras respectivas cuotas de pasión. Estamos en una discusión libre y democrática en el Senado, de manera que Su Señoría no tiene por qué sentirse afectado por lo que he dicho.
El señor AYLWIN.-
Pero yo no he hecho alusiones personales.
El señor GUMUCIO.-
Fue el señor Senador quien me llevó a eso.
Concretamente, si se han denunciado atentados terroristas de gravedad y que no se pueden negar -reconozco que a veces se producen equivocaciones por parte de los respectivos denunciantes-, como es el caso de la colocación de bombas, de los tramos de vía de ferrocarril levantados y, en fin, de una serie de hechos delictuosos, la persona que está en un línea de condena al Gobierno, que es opositora a éste, pero que no desea su derrocamiento, tiene que denunciar tales hechos para tener autoridad y ser consecuente.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Tiene la palabra la Honorable señora Carrera.
El señor GARCIA.-
¿Por qué?
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Primero está inscrita la señora Senadora; después, el Honorable señor Carmona, y a continuación Su Señoría.
El señor GARCIA.-
Siento mucho no poder hablar, señor Presidente, después de las alusiones que se han hecho.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Advierto a los señores Senadores que a continuación de la Honorable señora Carrera cuatro señores Senadores más están inscritos.
Puede hacer uso de la palabra Su Señoría.
La señora CARRERA.-
Señor Presidente, deploro que algunos señores Senadores hayan desvirtuado el objetivo de esta sesión para entrar a un análisis de la situación política actual.
Nosotros, como Senadores socialistas, estamos absolutamente de acuerdo con las cadenas radiales impuestas por el Comandante en Jefe del Ejército. Y en este predicamento, quizás debamos lamentar únicamente lo sucedido ayer, cuando radio Minería, por algunas horas, se descolgó de esa cadena. No tuve oportunidad de escuchar lo que se dijo en ella durante ese lapso, pero he sido informada, en cambio, de las desaforadas palabras vertidas por quienes tomaron parte en la transmisión correspondiente.
Quiero decir que incluso en el barrio donde vivo desde hace ya veinte años -allí habita mucha gente de clase media, en un ambiente generalmente tranquilo-, pudimos observar como consecuencia de lo anterior, y con gran sorpresa, una agitación que nunca antes se había producido. Ya no fue sólo el toque de las ollas, sino que se hicieron fogatas en las calles, se intentó atacar algunas casas y se amenazó con tirar bombas en los hogares de algunas personas pertenecientes a la Unidad Popular. Un grupo instigado por dicha radio pretendió, precisamente, asaltar una casa donde estaba una señora con su hija y, si no hubiera sido porque algunos vecinos -no de la Unidad Popular, sino pertenecientes a otros partidos, de distintas tendencias- vieron el caso concreto de fascismo y salieron de sus casas a defenderlas, posiblemente habríamos tenido que lamentar alguna desgracia.
A la mañana siguiente, al dirigirnos a nuestras labores habituales, pudimos ver en la Avenida Los Leones, por ejemplo, lo que quedó de las asonadas y de los incendios. Al bajar por Providencia, como muchos señores Senadores lo habrán podido comprobar, se observaban neumáticos quemados, todavía humeantes, y maderos amontonados formando barricadas. Todo ello como consecuencia de la asonada que desató la transmisión de pocas horas realizada por una radio, con intenciones golpistas.
Pero, aparte considerar los atentados terroristas, que ya suman cincuenta y seis o sesenta, más o menos, nosotros queremos manifestar que desde el primer instante, como partido, denunciamos que esto correspondía a una acción coordinada tendiente a derrocar al Gobierno. Es lamentable que el Partido Demócrata Cristiano, que se dice democrático, haya seguido las aguas del Partido Nacional, que ya no tiene interés alguno en atribuirse ese carácter, al igual que Patria y Libertad. Y esta acción coordinada ya llegó a un admirable grado de organización.
Por otra parte, también hemos observado algunas cosas sugestivas que es bueno decir aquí: por ejemplo, el dólar negro ha bajado considerablemente en el país. Y cuando ello se produce es porque hay mayor afluencia de divisas al mercado negro. Al respecto, y sin pecar de demasiado suspicaces, nosotros pensamos que muchas de las entidades que hoy día están en huelga se sostienen económicamente con dinero extranjero.
Creemos que también es preciso destacar algunas tácticas, hechos que no son casuales. Nos hemos impuesto por medio de la televisión, por ejemplo, de que una empresa de camiones mantenía sus vehículos con los neumáticos reventados para que no pudieran requisarse. Los camiones estaban amarrados con gruesas cadenas, soldadas, y se les habían sacado las piezas vitales para que no pudieran utilizarse. Mientras el público se mantenía expectante allí, llegó el dueño o gerente de esa organización camionera, luciendo un estilo gangsteril, y dijo, cínicamente, que los vehículos estaban en panne. Pienso que ni aun el Senador con mayor buena voluntad para apreciar estas cosas, desde el punto de vista de la Oposición, podría haber aceptado que hubiera cuarenta camiones en esas condiciones, y cargados con alimentos y televisores. Todos sabemos que, por lo general, los camiones que están en panne no se cargan.
Esta asonada, este intento de derrocar a nuestro Gobierno ha sido muy bien planeado. Como ya lo dije en otra oportunidad, el vamos de toda esta conjura se dio en esta Corporación, pues aquí el 10 de octubre se habló de la ilegitimidad del Gobierno; el 12 del mismo mes hubo una concentración en la cual se dijo que se pararía Chile, y el 13 de octubre, más o menos -no recuerdo exactamente las fechas, pero fue una sucesión de días al mismo ritmo-, el país ya estaba parado como consecuencia de la huelga de los transportistas.
Por desgracia -repito-, el paro nació aquí, o sea, aquí se lanzó la primera piedra. Y ahora hay un ataque concertado en contra del Ejército de nuestra patria.
Hace dos días tuvimos oportunidad de reclamar porque las banderas del Congreso habían sido izadas al revés. Eso constituye una injuria a nuestra patria y también a las Fuerzas Armadas. Anoche, en radio Minería, se habló en contra de los institutos armados; y ahora escuchamos las palabras insólitas del Senador Tomás Pablo.
Por fortuna, el paro está llegando a su fin, guste o no guste a sus organizadores. Grandes sectores de comerciantes no quieren continuar en él y se reúnen para adoptar acuerdos al respecto. Sólo el temor a las bandas fascistas de Patria y Libertad, compuestas de pijes y hampones que actúan gangsterilmente en los barrios, especialmente en el centro de la ciudad, impide que un número muy considerable de negocios se abra.
Se habla aquí de crear un clima para la elección. Nosotros no podemos participar de la idea de que no existe un clima adecuado para la elección o de que no lo hubiera antes de que ocurrieran los hechos a que me refiero. Los que no desean que haya elección son los personeros de la Oposición. Por suerte, el pueblo nos ha dado una respuesta que nos llena de tranquilidad, de orgullo y de gran sentido patriótico. Nuestros obreros han seguido trabajando, han abierto las fábricas de aquellos patrones que querían adherir al paro. En toda la industria se trabaja. Nuestros jóvenes y nuestras mujeres han salido a cumplir labores voluntarias, entregando toda su energía de día y de noche.
Frente al paro de los comerciantes, se ha procedido a distribuir lo más indispensable: la comida. Podríamos decir que en Chile -es lo que sé hasta dónde llegan mis conocimientos, y espero que así sea- nadie ha pasado hambre como consecuencia de esta huelga antipatriótica y cruel, que ha afectado a la gente más modesta y que han realizado los comerciantes llevados por una directiva antipatriótica.
Pensamos que ésta es la forma como debemos actuar nosotras, las mujeres. Por eso, se ha formado un Frente Patriótico de Mujeres destinado a paliar todos estos ataques dirigidos, especialmente, en contra de la clase trabajadora, del pueblo en general, que han desencadenado las fuerzas antipatrióticas del país.
Se está haciendo un trabajo en materia de salud y otro en lo relativo a abastecimiento. Las mujeres han procurado que el suministro de productos esenciales para la alimentación llegue a todos los hogares. De ahí que se esté patrocinando, a todo nivel, una organización para que los alimentos se distribuyan en los frentes de trabajo: economatos en todas las fábricas; economatos en todas las secciones administrativas de trabajo; economatos en las industrias. Hasta este momento sólo hemos pensado en la conveniencia de distribuir todos aquellos alimentos de los cuales no se puede prescindir. Pero si el paro continúa, las integrantes del Frente Patriótico de Mujeres han pensado que tendremos que comenzar a repartir también productos tales como géneros, zapatos, etcétera. Con este objeto, nos estamos poniendo de acuerdo con los sindicatos respectivos, a fin de que éstos nos proporcionen los elementos mencionados para ir a venderlos a los compañeros trabajadores y a los centros de madres.
En este sentido, consideramos que debemos trabajar, especialmente, en el rubro de la ropa de niños y en los pañales, porque hay muchas madres desesperadas por no poder adquirir estos elementos para sus guaguas recién nacidas.
Las mujeres patrióticas, entonces, estamos en conversaciones con los compañeros obreros patrióticos de las fábricas que producen esos artículos, con el objeto de distribuirlos directamente a las maternidades, a los centros de madres y a otras organizaciones. ¡Esta es la forma como el pueblo responde a una asonada sediciosa!
Pero nosotros creemos que la lucha antifascista podemos desarrollarla también en muchos otros frentes. Estamos satisfechos de los resultados obtenidos y pensamos, además, que la gente de la Oposición puede llevarse una sorpresa extremadamente grande, porque en esta tarea de agrupar a todo el pueblo en contra de esas fuerzas, que quieren llevarnos al hambre y a la miseria y arrastrarnos a una guerra civil, nos hemos encontrado con una respuesta masiva que nos colma de aliento y de orgullo. Y no podía ser de otra manera, pues nuestro pueblo es realmente maduro y no se deja embaucar por los enemigos de la patria.
Estamos absolutamente de acuerdo en que siga la cadena radial por todo el tiempo que sea necesario para que las fuerzas fascistas-derechistas, que pretenden conducir a nuestro país al caos, nos den cierta seguridad de que no incitarán a los sicópatas, que existen en todas partes, a hacer desmanes durante las noches para atemorizar nuestros hogares; no sólo los hogares de los integrantes de la Unidad Popular, sino los de todo Chile.
Sobre el particular, y haciendo algunas encuestas en barrios acomodados, nos hemos impuesto de que la mayoría de las familias es contraria a ese tipo de acciones fascistas. Por eso, ante lo que se está planeando entre la CIA y algún comando del país -es de suponer que en él no estará ninguno de los que se dicen democráticos; pero sí habrá otros que, aun cuando se cuidan muy bien de no decir lo que son, en definitiva constituyen una especie de comisión política o comité central de lo que en Chile está pasando-, nosotros queremos hacer presente que existe una gran separación, una distancia muy grande entre esa directiva antipatriótica y el resto de nuestros conciudadanos.
Tenemos la satisfacción de decir, como mujeres, que hemos encontrado una gran acogida en el trabajo que estamos realizando, y que, al mismo tiempo, hemos podido comprobar que las fuerzas que están en contra de la guerra civil, de un enfrentamiento, son inmensamente superiores a aquellas que, disimuladamente o en forma franca, dicen que quieren derrocar al Gobierno, lo que significaría una lucha de proporciones incalculables y de muy larga duración.
Nada más.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Carmona.
El señor
CARMONA.-
Señor Presidente, a raíz de la discusión del proyecto de ley que guarda relación con el Consejo de Adquisiciones de las Fuerzas Armadas, se ha provocado un debate que tiende a analizar la situación política que estamos viviendo.
Yo no protestaré por el hecho de que se haya desviado el debate. La comprobación de este hecho es señal evidente de la preocupación, de la inquietud que tiene el país entero; y que este reflejo de la opinión pública, que debe volcarse en el Congreso Nacional, especialmente en el Senado, ha dado pie a que las intervenciones relativas al proyecto en discusión hayan tomado la naturaleza que acabamos de constatar.
Como aquí se han hecho algunas apreciaciones u observaciones referentes a las Fuerzas Armadas, quisiera precisar algunos conceptos sobre esta materia.
El Senador señor Pablo, al iniciarse el debate, manifestó ciertos criterios en cuanto a la conducta, que el señor Senador considera equivocada, del Comandante en Jefe del Ejército, General señor Carlos Prats. A raíz de ello, de inmediato el señor Montes expresó que se había injuriado a las Fuerzas Armadas en su conjunto y que era insoportable la conducta que respecto de ellas asumían los partidos de Oposición. El señor Senador empleó un lenguaje que, por lo menos para mí, era desconocido en los parlamentarios de la Unidad Popular para referirse a las Fuerzas Armadas, a las que ahora tratan de defender como si alguien las hubiese atacado en su totalidad. Nada más ajeno a la realidad. Incluso, de lo anterior se ha querido sacar una segunda derivación.
¿Cuál ha sido la conducta permanente del Partido Demócrata Cristiano en cuanto a las Fuerzas Armadas de Chile? Las hemos respetado siempre, e invariablemente hemos tenido confianza ilimitada en la actuación de nuestros institutos armados, porque apreciamos debidamente la tradición, la acción, las glorias, las actividades, el profesionalismo y la neutralidad de ellos en el proceso social y político chileno. Estos valores los hemos reconocido siempre, y por eso hemos manifestado nuestra admiración por la conducta de las Fuerzas Armadas de ayer, de hoy y de siempre, porque consideramos que ellas son las mismas y no pueden ser utilizadas con propósito político.
Digo esto porque me extrañan realmente las palabras de algunos Senadores de la Unidad Popular, dada la experiencia que tenemos, pues antes para estos Senadores la actitud de nuestras Fuerzas Armadas merecía injurias y ofensas. Me bastaría, para demostrarlo, con recordar algunos de los debates producidos aquí, por ejemplo, a propósito de las operaciones Unitas, que realiza periódicamente la Armada chilena con algunos barcos de la Armada norteamericana. Podríamos traer algunas apreciaciones que provocarían el asombro del Senado e incluso de quien ocupa la más alta magistratura del país, y que ahora halaga a estas Fuerzas ya no sólo día a día, sino casi minuto a minuto. Tales juicios sobre nuestros institutos de defensa nacional fueron de un alcance rayano en la injuria y en la ofensa.
El señor CHADWICK.-
Eso no es cierto.
El señor CARMONA.-
¡Cómo que no es cierto! Bastaría para probarlo traer a este debate las opiniones de algunas personas, como las del ex Senador Allende, del señor Altamirano, y de otros, incluso de destacados representantes del Partido Comunista. Esas mismas personas, que ahora están en el Gobierno, que calificaban en tales términos esas operaciones efectuadas por nuestra Armada, no han dicho una sola palabra sobre esta materia ahora que acaba de terminar otra de esas maniobras. No trataron de impedirla ni manifestaron ninguna opinión al respecto. ¿Acaso ha variado la naturaleza de estas operaciones? ¿Es que han cambiado los objetivos de ellas? No, no es así. Pero lo que sucede es que los Senadores de Gobierno no desean que se valoren las palabras que ellos dijeron en las oportunidades que he señalado.
La señora CAMPUSANO.-
¿Me permite una interrupción, señor Senador?
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
La Honorable señora Campusano le solicita una interrupción, Honorable señor Carmona.
El señor
CARMONA.-
No deseo ser interrumpido, señor Presidente. Cada cual tendrá oportunidad de hacer las observaciones que quiera sobre este particular, y además no deseo seguir distrayendo la atención del Senado en cuanto a este asunto específico.
Ahora bien, restando toda autoridad moral a quienes en estos momentos están convertidos en defensores de las Fuerzas Armadas nacionales, quiero precisar nuestro criterio al respecto.
Consideramos que la conducta de las Fuerzas Armadas chilenas es irreprochable.
El señor VALENTE.-
¡Dígale eso al señor Aylwin. . . !
El señor CARMONA.-
El señor Aylwin ha manifestado lo mismo, al igual que el señor Pablo y todos los Senadores de mi partido que se han referido a esta materia. Lo que sucede es que Sus Señorías no desean ver la realidad, los hechos que están ocurriendo en estos momentos en el país.
La conducta de las Fuerzas Armadas, a juicio de la Democracia Cristiana, es irreprochable. De otra manera, no haríamos confianza en ellas. Que estemos discutiendo este proyecto de ley, que cambia la estructura y hasta las facultades del Consejo de Adquisiciones de las Fuerzas Armadas, es una muestra de la confianza que tenemos en sus actividades y en la conducción de sus asuntos profesionales. Tenemos confianza en ellas y en quienes se desempeñan como Jefes de la Zona de Emergencia que se ha declarado en algunas provincias. Tenemos confianza en su desempeño en los procesos eleccionarios, a que se refería el señor Aylwin. Tenemos confianza en ellas, y nadie lo puede discutir, porque hemos sido nosotros quienes hemos conseguido que se convierta en ley de la República la iniciativa que pone el control de las armas en manos de las Fuerzas Armadas exclusivamente. ¿Quién puede discutir, entonces, el respeto que nos merecen?
Pero el problema es otro, absolutamente distinto. Lo que sucede en este país -y es conveniente que se sepa de una vez por todas claramente- es que se quiere aprovechar políticamente a nuestros institutos armados; se los quiere aprovechar en dos aspectos fundamentales.
El primero de ellos es que no existe la valentía moral suficiente, por parte de personeros de Gobierno, para adoptar algunas decisiones dé alcance o de carácter político que trascienden la misión profe-sionalista de las Fuerzas Armadas. Por ello, tales personeros y autoridades se cobijan tras la majestad y la neutralidad de esas instituciones: porque no tienen valentía moral para adoptar dichas medidas ni para asumir la responsabilidad política consiguiente.
El segundo de esos aspectos es la utilización continua y constante de nuestras Fuerzas Armadas por parte de las colectividades de la Unidad Popular, las mismas que hace poco las calificaban de burguesas y sirvientes del imperialismo, como se podrá ver en los debates a que me he referido, pues no otras eran las apreciaciones que personeros de esos partidos emitieron en el Senado de la República cuando a éste se le pedía autorización para realizar las Operaciones Unitas. Ahora, continuamente dicen contar con estas
Fuerzas Armadas para llevar a cabo el programa del Gobierno de la Unidad Popular, como puede apreciarse en los votos que formulan estas colectividades. Si hay algunas duda, léanse las declaraciones de la Unidad Popular, léanse las declaraciones de los diferentes jefes de los partidos políticos que la integran, y se verá cómo afirman disponer del apoyo y la colaboración de estas instituciones no en cuanto a la función específica que a ellas corresponde, sino en las resoluciones y en la conducción política de nuestro país por parte de nuestros actuales gobernantes. Estas desviaciones son las que estamos denunciando, pues nos parece que malogran desnaturalizan las funciones que corresponden a nuestras Fuerzas Armadas, las que, por lo demás, están resistiendo estos cantos de sirena y conduciendo sus asuntos profesionales y los que les encomienda la ley con absoluta ecuanimidad y respeto para todos, y con imparcialidad, lo que me complazco en reconocer en estos instantes. Pero hay un hecho que está fuera de estas consideraciones y que, precisamente, es producto de esa desviación y de la falta de responsabilidad política con que se manejan estos asuntos. Es el de haberse adoptado una medida evidentemente inconstitucional e ilegal, como es la de decretar una cadena radial obligatoria, la que se mantiene hasta hoy sin que el Gobierno, por cobardía moral, asuma la responsabilidad que le corresponde. Esta es la realidad. Tan efectivo es lo que estoy diciendo, que el Presidente Allende, que no asume la responsabilidad de esta medida, en declaraciones e informaciones proporcionadas a la opinión pública, ha constituido en responsable de esta decisión al General señor Prats, Comandante en Jefe del Ejército. Él no quiere disminuir su imagen haciéndose cargo del profundo totalitarismo y del carácter dictatorial que tiene esta medida, porque vive pendiente del reflejo de dicha imagen hacia el exterior. Pero no le importa que otros asuman esta responsabilidad, y, por añadidura, los echa al agua ante la opinión pública de nuestro país y del extranjero.
Por eso, queremos delimitar perfectamente la situación en estos instantes. Creo que los parlamentarios de la Oposición tenemos, tal como los partidos políticos y la opinión pública en general del país, pleno derecho a analizar y criticar la conducta de las personas, aunque sean jefes militares, cuando han cometido un error de trascendencia política y que no tiene relación con sus funciones militares como ha sucedido en este caso, error que se debe rectificar.
Es muy curioso analizar el período que estamos viviendo ahora y el que vivimos antes del paro nacional.
¿Por qué se ha producido este movimiento en el país? Porque ha existido no sólo una inquietud, sino un cansancio, pérdida de la paciencia, en diversos sectores de la nación, que por esto quieren hacer presentes al Gobierno algunos errores...
El señor VALENTE.-
¡El paro es de cuatro gatos...!
El señor CARMONA.-
Y no me diga el señor Valente que son cuatro gatos.
El señor HAMILTON.-
Eso es lo que opina el señor Valente de nuestros profesionales, de los jóvenes de la FESES, de los comerciantes. ..
El señor VALENTE.-
Pagados por la CIA.
El señor HAMILTON.-
¡No diga tonterías, señor Senador! Aquí todos somos gente mayor.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Honorable señor Hamilton, llamo al orden a Su Señoría.
El señor CARMONA.-
La CIA está asociada en este momento con empresas estatales rusas que aseguran inversiones norteamericanas en Chile, en el cobre. Esa asociación es la que defiende el Partido Comunista chileno, de modo que ustedes están más cerca de la CIA que nosotros, los parlamentarios de Oposición.
Quiero expresar a quienes están diciendo que son cuatro gatos los que están en huelga que deben recordar una cosa bien clara.
El señor PABLO (Presidente accidental).-
Honorables señores Lorca y Contreras, les ruego guardar silencio.
El señor CARMONA.-
A quien me interrumpió para decir que se trataba de cuatro gatos, quiero recordar, porque el país debe estar consciente de lo que ha ocurrido en los últimos meses, que hubo una elección en la CUT, de la que después de cuarenta y cinco días, el país pudo conocer el resultado, arreglado.
El señor VALENTE.-
En esa elección participó la Democracia Cristiana.
El señor CARMONA.-
Sí, señor Senador, participamos en ella.
Después de cuarenta y cinco días, tuvimos ocasión de conocer un resultado, arreglado...
El señor VON MÜHLENBROCK. -
¡Bien empaquetado!
El señor CARMONA.-
. .. y bien empaquetado. Así es.
Esta organización gremial, que se dice representante de todos los trabajadores de Chile, después de muchos pujos, iniciativas, maquinaciones raras y muchas listas dobles, para poder elegir a sus autoridades sólo logró conseguir que votaran -por lo menos eso se dijo ante la opinión pública- 400 mil personas, en circunstancias de que en el país hay más de 3 millones 500 mil trabajadores activos; o sea, de ellos sufragó un poquito más del 10%. Compárese la cifra de 400 mil personas con las de más de un millón que han adherido al paro: profesionales, campesinos, dueños de camiones, estudiantes, comerciantes detallistas, bancarios, empleados, etcétera. Sólo los comerciantes y sus empleados suman más de 300 mil personas. Por lo tanto, ¿se puede afirmar que estamos en presencia de cuatro gatos, que no han producido conmoción nacional, cuando estamos discutiendo las cadenas obligatorias de radioemisoras, en las que no se pueden dar noticias que no provengan de la OIR; y cuando veintidós provincias del país han sido declaradas zona de emergencia, etcétera? Si son cuatro gatos, ¿por qué hay tanto interés -según he escuchado- en llegar a un acuerdo con ellos por parte del Presidente de la República? No estamos en desacuerdo en que se llegue rápidamente a una solución del conflicto, porque nuestro espíritu democrático, nuestra conciencia libertaria, nuestra disposición de ánimo nos hace desear que se arregle.
Para precisar lo relativo a este asunto de las Fuerzas Armadas, quiero hacer una distinción muy clara: se ha tomado una medida inconstitucional. Primeramente, el Jefe de la Zona de Emergencia señor Bravo al asumir sus funciones, dispuso una cadena de radiodifusoras obligatoria, que horas después dejó sin efecto. Según el dictamen final de la Contraloría General de la República, a ese militar le correspondía tomar las resoluciones sobre las informaciones o noticiarios que deberían transmitirse a la opinión pública. Él no las ha seguido tomando, y no se ha respetado ese dictamen del Organismo Contralor. ¡Las informaciones las da sólo el Gobierno, a través de OIR y sin intervención de la Jefatura de Zona de Emergencia! Con posterioridad, el General señor Prats -a quien no corresponde ninguna función en materia de jefaturas de zonas de emergencia, porque, de acuerdo con la ley, tales jefaturas dependen exclusivamente del Ministerio del Interior, y en ese aspecto tienen autonomía para tomar sus decisiones y responden directamente de su conducta ante la ley y ante la opinión pública- intervino para sugerir una resolución de carácter político. ¡Este es el error que estamos representando, en el cual ha incurrido una persona al margen de su calidad de jefe militar o de Comandante en Jefe del Ejército!
El señor MONTES.-
¡ No es así! El señor CARMONA.-Sí, señor. ¡Así es! Y el General señor Prats ha asumido la responsabilidad de decir que él pidió la cadena radial.
Es necesario restablecer la situación que ordenan la Constitución y la ley.
Contesto al Honorable señor Gumucio preguntándole cómo es posible justificar esa cadena, diciendo que los hechos la han impuesto para evitar un enfrentamiento. ¿Acaso el día de mañana, por evitar un enfrentamiento, vamos a prorrogar esa cadena hasta el día mismo de la elección, hasta el 3 de marzo, porque los hechos aconsejarían mantenerla? Señor Presidente, por muy buenos argumentos que se den, estas consideraciones de hecho no pueden colocarse por encima de las disposiciones muy claras de la Constitución y de la ley. Por tal razón, hemos pedido que se reflexione acerca de estos errores que se cometen, porque la ciudadanía también está cansada de oír manifestaciones y confesiones públicas de parte de personeros y dirigentes de la Unidad Popular, y aun de los mismos gobernantes del país, reconociendo que se han cometido errores, que son responsables de una serie de cosas, principalmente del caos económico y de la falta de producción agrícola. He visto declaraciones muy categóricas del Secretario General del Partido Comunista, SenadorLuis Corvalán, diciendo que el sectarismo nuestro es el que impide que haya una solución y un manejo adecuado de nuestros minerales de cobre. Y denunció como el más grande sectarismo el que se ha estado practicando en el mineral de Chuquicamata. ¿Cómo, después de hacer este reconocimiento público de los errores, no se hacen las rectificaciones del caso? Esto es lo único que está pidiendo el país en estos instantes.
Por eso, queremos decir al señor Carlos Prats González- y éste es el sentido de nuestra intervención- que él también debe advertir, con la cuota de responsabilidad que le atribuye el Gobierno, la posición de error y de equivocación en que se ha colocado el propio Ejecutivo, que tiene al borde del enfrentamiento a este país, porque la falta de noticias, la prolongación de esa cadena obligatoria de emisoras es un hecho extraordinariamente grave y un atentado a principios muy fundamentales. El país teme con pavor que el día de mañana, valiéndose de este precedente, el Gobierno, pueda tomar decisiones políticas que guarden relación con los medios de comunicación e incluso con el propio curso del proceso electoral del país.
Tenemos, pues, perfecto derecho a manifestar estas prevenciones, porque la situación es grave y se trata de una materia de alto alcance político que nada tiene que ver con las funciones de nuestras Fuerzas Armadas.
También quiero referirme a las palabras del General señor Prats por las que expresó que ni al Ejército ni a él corresponde calificar la constitucionalidad o legalidad de las medidas. Es cierto. Indudablemente, nosotros no queremos una Fuerza Armada ni un Ejército que dijeran: Señor, creo yo que ésta es la manera de interpretar la Constitución y la ley. Esta es la manera de aplicar las leyes en el país. Así entiendo la Constitución. No queremos que el Ejército ni las Fuerzas Armadas caigan en eso. ¡Pero pongámonos la mano sobre el corazón y preguntémonos si ahora no está en peligro el país de que esto suceda!
Los organismos correspondientes deben interpretar y hacer respetar la ley; interpretarla de manera correcta; adecuar la Constitución a la vida contingente del país. Sin duda alguna, el pronunciamiento de tales organismos debe ser respetado por las Fuerzas Armadas y muy principalmente por el Comandante en Jefe del Ejército. En el caso que nos preocupa, ha habido un pronunciamiento de los Tribunales de Justicia. La Contraloría General de la República, poder contralor por excelencia de nuestra nación, ha emitido tres dictámenes. El Congreso Nacional tomó una decisión referente a esta misma materia:
La Cámara de Diputados aprobó una acusación constitucional contra el Intendente de Bío-Bío, precisamente porque respecto de esta materia consideró que no subsistía el reglamento de radiodifusión. Y ayer, el Senado, con el quórum requerido por el Reglamento y la Constitución, condenó y declaró culpable a ese funcionario. ¿No son éstos los organismos competentes, dentro de los Poderes del Estado, para, actuando conforme a las normas constitucionales, haber tomado tales resoluciones, que deben respetarse?
Esta situación no puede continuar. Por ello, no me asombra que al discutirse un proyecto de ley relacionado con las Fuerzas Armadas, hayamos caído en este debate, porque la inquietud del país y de la opinión pública en general es muy grande. E indudablemente que este Poder del Estado, el Congreso Nacional, tiene que reflejar ese estado de ánimo de todo el pueblo de Chile. Pedimos a los hombres que son responsables de la conducción de este país que reflexionen sobre eso y que realmente rectifiquen, porque quien rectifica asume una conducta moral que le da más autoridad ante el país. Esto se logra cuando se reconoce un error y no cuando se persiste en él. Cuando se insiste en la arbitrariedad, se abre la puerta a un enfrentamiento que nadie desea.
De ahí que, al pedir esta rectificación, estemos cumpliendo un alto deber como parlamentarios de la Oposición, que deseamos realmente la pacificación de nuestro país.
El Honorable señor Moreno me ha pedido una interrupción.
El señor PABLO (Presidente accidental).-
Puede usar de la palabra Su Señoría.
El señor MORENO.-
Hace pocos minutos, el Senador señor Carmona se refirió a que, en fechas pasadas, destacados parlamentarios que hoy militan en la Unidad Popular, particularmente el actual Presidente de la República, habían objetado en términos muy violentos la realización de las operaciones combinadas de la Armada chilena con fuerzas navales de Estados Unidos y otros países, que se denominan Operaciones Unitas. Y aquí, con gran algarabía, la Senadora señora Julieta Campusano, acompañada de otros señores Senadores de la Unidad Popular, exigía al señor Carmona que diera testimonio concreto de que ellos alguna vez hubieran dicho que estaban en contra de esas operaciones. Como por desgracia para ellos, el Senado tiene un archivo muy completo y de fácil acceso para los Senadores y para todas las demás personas, me he molestado en pedir que me trajeran algunas de las intervenciones que yo recordaba haber oído en alguna oportunidad.
Y aquí tengo a mano el texto que reproduce las observaciones, en primer término, de la señora Julieta Campusano, quien, al parecer, sufre en estos días un ataque de amnesia, porque no recuerda que el día 30 de agosto de 1967, en la sesión número 37, declaró textualmente lo siguiente:
Esta mañana la Comisión de Defensa, con nuestros votos, ha rechazado el proyecto que posibilita la realización en aguas territoriales chilenas de la Operación Unitas VIII.
Una mayoría representativa de la opinión general de los chilenos ha estimado inconveniente para los intereses nacionales que nuestras Fuerzas Armadas, nuestra Harina especialmente, participe, junto a unidades navales norteamericanas, en maniobras contra un supuesto agresor extra continental que no se divisa por ninguna parte. La posición de los comunistas es la de siempre, la que hemos manifestado una y otra vez, contraria a atarnos al carro de ¡a política agresiva y de guerra de los Estados Unidos.
Calumniosamente se ha difundido la especie de que quienes se oponen a Unitas VIII son enemigos del perfeccionamiento profesional de las Fuerzas Armadas, a las que ofenden gravemente con su actitud.
Los comunistas denunciamos esto como maniobra para ocultar una política de sumisión al imperialismo, que persigue colocar en oposición a las Fuerzas Armadas con el pueblo y hacer el juego a una estrategia global ajena y contrapuesta a los intereses de la Nación.
Más adelante, el 20 de septiembre, el Honorable señor Teitelboim repite cosas similares, y así sucesivamente.
Deseo que quede constancia de todo esto en el Diario de Sesiones del Senado.
El 24 de septiembre de 1965, el entonces Senador señor Salvador Allende usó de la palabra en el Senado también para denunciar la Operación Unitas, en términos semejantes a los planteados por los militantes del Partido Comunista.
Deseo hacer presente a la Honorable señora Campusano y a los demás miembros del Partido Comunista que esas frases son igualmente aplicables a la Operación Unitas que se acaba de realizar en nuestro país, y que es muy raro que el imperialismo norteamericano esté hoy día efectuando acciones combinadas con la Armada Nacional. Seguramente, este Gobierno popular desea defenderse en contra de algún agresor que debe ser distinto del imperialismo que él ha denunciado.
Termino mis palabras recomendando a los integrantes del Partido Comunista comer pasas para la memoria.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Montes.
El señor CONTRERAS.-
La Honorable señora Campusano fue aludida.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
No fue ofendida, señor Senador.
El señor CONTRERAS.-
¿Cómo qué no?
El señor MORENO.-
Me limité a leer un discurso de la señora Senadora.
La señora CAMPUSANO.-
Ratificamos totalmente lo que dijimos en esa oportunidad.
El señor
MONTES.-
Señor Presidente, al comenzar esta sesión intervinimos para expresar algunas opiniones sobre el debate que aquí se había producido. Con posterioridad, otros señores Senadores han hecho afirmaciones que nos obligan nuevamente a decir algunas palabras acerca de los problemas planteados.
A mi juicio, en esta Corporación se han pronunciado muchas palabras, y vale la pena remitirse a los hechos ocurridos. Porque está sucediendo algo semejante a lo que ocurre cuando alguna persona se defiende de la agresión de un asaltante, no obstante lo cual se le acusa por defenderse. ¿Cuál es la situación producida y lo que originó el complicado proceso que vive nuestro país? Paralizaron los medios de transporte terrestre. Los camioneros, movidos por la directiva de su gremio, suspendieron su actividad. ¿Qué hacer frente a un problema de tal envergadura y naturaleza? Por los datos de que disponemos, en Chile hay alrededor de cincuenta mil camiones que transportan toda clase de abastecimientos para las diversas regiones del país. Si algún señor Senador viajó hacia el sur o hacia el norte del territorio durante los días en que se inició el conflicto, habrá podido observar en la berma de los caminos decenas y a veces centenas de camiones detenidos. Personalmente, tuve oportunidad de viajar por tierra a Concepción el jueves 12 de octubre. Frente a las diversas ciudades se encontraban decenas de camiones paralizados, algunos cargados de verduras, de frutas, de pescados u otro tipo de mercaderías, de las llamadas perecibles y de las que no lo son. Se detuvo el abastecimiento de las más importantes ciudades del país, y también de las menos importantes.
Pues bien, la reacción, la respuesta frente a un hecho de tal naturaleza se considera aquí ilegal, y la actitud de la directiva de los transportistas, absolutamente normal. ¿Cómo es posible sustentar tal criterio? Como es natural, ante estas interpretaciones nosotros reaccionamos, pues estamos absolutamente convencidos de que no podrá haber una interpretación correcta y justa cuando tras el artilugio de argumentos que no tienen en cuenta los hechos, se pretende dar vuelta la realidad, interpretándola de manera distinta. De modo que cuando ayer, en el día de hoy o en otra oportunidad, hablamos de hipocresía para interpretar los hechos, lo que estamos diciendo es que los responsables de la situación producida son presentados como víctimas, y que las medidas adoptadas para defender precisamente la libertad de los habitantes del país las presentan como inconstitucionales e ilegales.
Cuando se producen hechos de tanta gravedad como los señalados, las normas legales y constitucionales permiten al Ejecutivo recurrir a las Fuerzas Armadas a fin de que ellas impongan orden, controlen una situación que perjudica a la inmensa mayoría de los habitantes modestos del país, sobre todo a aquellos que aquí también, hipócritamente, se trata de aparecer defendiendo.
Se habla de la responsabilidad del Gobierno respecto del desabastecimiento, en especial en este último tiempo, en circunstancias de que el objetivo que se ha buscado ha sido precisamente ése.
Ante lo dicho aquí por el Honorable señor Aylwin con relación a su actitud y la de su partido, en el sentido de que es necesario restablecer la paz, debemos señalar que, desde el comienzo mismo del conflicto, hemos mantenido tal idea y tal posición. Pero es absolutamente claro que ello no depende sólo de nosotros, porque el Gobierno reacciona frente a los hechos que se vienen produciendo. Y no puede ser de otra manera, porque el actual Gobierno, al igual que otros anteriores, tiene también la obligación y responsabilidad de mantener la normalidad en el país.
Por nuestra parte, también tenemos una interpretación política de los últimos acontecimientos.
Hemos señalado que en la reunión efectuada en Panimávida por la directiva superior del Partido Nacional, se resolvió cuestionar las elecciones de marzo y lanzarse en un plan de provocaciones de tipo sedicioso, destinadas a derribar al Gobierno. Y en el cumplimiento de esa estrategia resuelta en Panimávida y hecha pública por voceros autorizados del Partido Nacional, en declaraciones formuladas por el Vicepresidente Nacional de ese partido, Diputado señor Maturana, se han venido desarrollando los hechos que estamos presenciando.
El señor IBAÑEZ.-
¿Por qué no se lo dice al Diputado Maturana en la Cámara?
El señor MONTES.-
Porque yo no puedo hablar en la Cámara de Diputados.
Decía que esa estrategia trazada allí por el estado mayor de esa colectividad de Derecha fue lo que comenzó a precipitar los hechos que han conmovido a nuestro país en los últimos diez o quince días. Ella ha sido, en la práctica y en los hechos, la razón por la cual los empresarios han lanzado a la lucha a las organizaciones patronales. Y esta afirmación no es gratuita, pues, si se recuerda la forma como se produjeron el primer movimiento y los que vinieron después, se verá que todas aquellas organizaciones patronales, controladas por los empresarios, fueron lanzadas al combate de manera sucesiva, sincronizada y planificada.
¿Qué organizaciones obreras han paralizado en el país?
El señor IBAÑEZ.-
No lo han hecho por temor a los despidos.
El señor MONTES.-
Pueden darse las interpretaciones que se quieran; yo me estoy refiriendo a los hechos.
La Federación Nacional de la Metalurgia ha trabajado en forma normal en el proceso de la producción en este país, durante todos estos días difíciles. La Federación Textil ha laborado durante todo este tiempo de manera absolutamente normal. La Federación de la Construcción también ha trabajado como de costumbre. Y ello pese al hecho de que al llegar al trabajo los obreros, en determinadas obras, algún contratista, algún jefe de faena los ha detenido en la puerta para decirles: Ustedes no trabajan este día, pero nosotros se lo pagaremos. Los obreros han contestado: No, señor. Le agradecemos mucho su generosa oferta, pero nosotros trabajaremos. Ellos han reaccionado así porque han entendido que el paro propiciado por los empresarios tenía otro carácter, no el simplemente reivindicativo, que, desde el punto de vista gremial, puede plantearse en cualquier instante.
En la Salud, se ha producido la paralización de los médicos, y han parado algunos o bastantes médicos; pero han laborado algunos o bastantes de ellos, y todo el personal de los hospitales está en sus puestos, porque no se ha querido someter a los enfermos a la criminal decisión de dejarlos sin atención médica por razones estrictamente políticas.
En los bancos también ha ocurrido una situación semejante. Parte del personal, el que responde a las directivas políticas de determinados partidos, no ha concurrido a trabajar; pero otro sector de esos funcionarios ha cumplido con su deber, tratando de mantener en servicios algunas secciones, y, en otros casos, la totalidad del banco.
Los portuarios, a quienes también se pretendió sumar al paro, están en sus faenas, trabajando, porque han comprendido que, de adherir a la actitud criminal propiciada por la estrategia derechista, podrían haberse producido muy catastróficas consecuencias para el inmediato abastecimiento de la población, de alimentos, medicamentos, artículos de primera necesidad. Pues es eso lo que se buscaba, eso es lo que se desea.
De manera que, examinando la situación y los hechos ocurridos en nuestro país, no puede sino llegarse a la conclusión de que, para evitar que esta actitud sediciosa prosperara paralizando al país en sus aspectos vitales, como es el abastecimiento, por vía terrestre, por ejemplo, el Gobierno debió tomar las medidas que la opinión pública conoce.
Las Fuerzas Armadas y el Comandante en Jefe del Ejército, con la responsabilidad, como lo señalé en mi intervención anterior, propia de nuestras instituciones castrenses, han desarrollado su labor con tino, con inteligencia, con mesura, con prudencia extraordinaria, con el objeto de no ceder, precisamente, a la táctica de quienes desean hundir a nuestro país en situaciones que podrían ser mucho más graves que las que estamos viviendo en este instante.
Como ésa ha sido la actitud de las Fuerzas Armadas, se reclama, y por ello de labios de algunos frenéticos y, como anota nuestra Honorable colega señora Julieta Campusano, de algunos desesperados, surge toda clase de intentos aventures. Anoche en radio Minería el Senador señor Bulnes dijo muy claramente: Lo que queremos son los dos tercios en el Senado para poder destituir al Jefe del Estado. Así se zanjará la situación.
¡Eso es lo que quieren los empresarios de nuestro país! ¡Eso es lo que desea provocar alguna gente afiebrada! Y como no les ha resultado su estrategia, como han fracasado en el intento de paralizar el país, se muestran desesperados. Porque la clase obrera -yo diría que en su totalidad- ha demostrado en este instante su gran madurez cívica y responsabilidad. Cuando paró la locomoción colectiva particular, a pie llegaron los obreros hasta las industrias a trabajar. Y porque este intento de la Derecha ha fracasado, recurren a toda clase de artimañas para confundir a la opinión pública.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
¿Me permite, señor Senador?
Ha terminado su tiempo.
El señor MONTES.-
¿No se podría votar el proyecto, señor Presidente?
I
El señor FIGUEROA (Secretario).-
Ha llegado a la Mesa una indicación del Honorable señor Pablo para publicar in extenso el debate de esta sesión.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Si le parece a la Sala, se aprobará.
Aprobada.
El señor VON MÜHLENBROCK.-
Podríamos aprobar el proyecto.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Solicito el asentimiento unánime del Senado para prorrogar la sesión con el objeto de despachar en general la iniciativa en debate.
El señor MONTES.-
Estamos de acuerdo.
El señor VON MÜHLENBROCK.-
Para votarlo en general y en particular.
El señor LORCA.-
No hay acuerdo.
El señor PAPIC (Vicepresidente).-
Hay oposición.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588846
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588846/seccion/akn588846-po1