-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/589600/seccion/akn589600-ds194-ds195
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/256
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/2
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/256
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/temporal/1107
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/2181
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/15
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/23
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/322
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/589600/seccion/akn589600-ds194
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/589600
- rdf:value = " El señor GUMUCIO.-
Señor Presidente, la declaración que hicieron pública ochenta sacerdotes, como conclusión de unas jornadas sobre Participación de los Cristianos en la Construcción del Socialismo, tuvo y tiene una importancia tal, que merece que en el Senado se pueda analizar el tema que ha provocado un debate, en parte muy elevado, y en parte, por desgracia, malintencionado, y a veces hasta con intervenciones rebajantes, como las del Diputadodoctor Monckeberg.
Cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre lo sostenido por los sacerdotes, hay que agradecerles la forma honesta y valiente con que pusieron en el tapete de la discusión un problema insoslayable en los tiempos modernos, como es la conducta que corresponde a los cristianos en la construcción del socialismo.
La verdad es que a la toma de conciencia de algunos cristianos sobre el sistema capitalista para repudiarlo, sea en apariencia o en profundidad, no se ha respondido con una claridad analítica que permita una toma de posiciones respecto del socialismo. Motivos subalternos de orden político - como puede ser, por ejemplo, una posición opositora a un Gobierno de orientación socialista, u otros motivos de orden táctico de la burguesía, que prefiere la ambigüedad ideológica mientras se recupera de una arremetida social- hacen que para cualquier cristiano, sea laico o religioso, lanzarse con honestidad a decir lo que piensa del socialismo en concreto, con visión histórica o de presente, sea en realidad un riesgo que debe afrontar sabiendo que el capitalismo usará de una infinidad de métodos directos o indirectos para acorralar o pulverizar a quienes se pongan en su camino.
En todo testimonio interesa conocer la calidad moral de quien lo da, el derecho a darlo y su espíritu en un contexto. Los ochenta sacerdotes son hombres que ejercen su ministerio integrados al mundo de los pobres, de los explotados, de los que sufren hambre y miseria. No son sociólogos con título, ni teólogos dedicados a especializarse en la materia, ni tampoco intelectuales de alto vuelo que pretendan que su palabra tenga eco en las "élites". Son simplemente testigos calificados de dramáticas realidades, que, en un gesto de amor y caridad, dicen las cosas que no pueden expresar los miles y miles de explotados que viven junto a ellos.
Nadie, excepto tal vez uno que otro pigmeo, les ha discutido su calidad moral. Los señores obispos, refiriéndose a ellos, dicen: "La situación producida no afecta nuestra estimación por los sacerdotes a que aludimos, ni el aprecio que tenemos por la labor apostólica que ellos realizan, junto con muchos otros, en medio de la clase obrera. Si hemos tocado este punto en nuestra Declaración es únicamente por la resonancia que ha tenido el documento que ellos entregaron."
Opinaron con el derecho que tiene todo cristiano para abrazar una opción política, naturalmente que ligando la elección a su fe. Uno de los sacerdotes que intervinieron en la conferencia de prensa, el padre Arroyo, fue claro al distinguir una actitud política de una partidista. Y el distingo tenía importancia, como se ha podido apreciar en los alcances hechos a la declaración por otros sacerdotes. Casi todos ellos insisten, como punto central de objeción, en la acusación de haber tomado posiciones partidistas, utilizando sus calidades de sacerdotes y, como consecuencia, negando la libertad a los cristianos para elegir otra opción legítima. Se ha vuelto a hablar de "clericalismo", recordando el pasado, cuando la Iglesia, como tal, se identificó con el Partido Conservador, pero olvidando que los hechos son totalmente diversos. El clero de esa época, y aun la Jerarquía, no se limitaba como ahora, en el caso que comentamos, a análisis de una coyuntura histórica y a hablar sobre un tipo de sistema económico- social, sino que hacía cuestión de fe el pertenecer a un partido político como el Conservador, utilizando toda clase de presiones, hasta la excomunión, en los casos de votaciones. No se borrarán de mi recuerdo los duros momentos que viví, como Presidente de la Falange Nacional, cuando se acordó apoyar la derogación de la ley de Defensa de la Democracia.
Estos sacerdotes se declaran dentro de la Iglesia, sin pretender por ello asumir su representación. No dogmatizaron; simplemente emitieron un juicio valioso sobre el socialismo como sistema, que, en comparación con el sistema capitalista, se ajusta más al Evangelio e interpreta mejor al hombre en sus ansias de redención.
El testimonio a que aludo tiene el mérito de demostrar cómo ha evolucionado la Iglesia desde el Concilio Vaticano. Cualquiera que se compenetre en la historia tendrá que reconocer que los hechos de la Iglesia en el pasado confirman aparentemente la hipótesis marxista de la alienación religiosa. La colusión de fuerzas reaccionarias y la Iglesia son un hecho histórico. Si el ateísmo metódico marxista se transformó en ateísmo fundamental, se debió a* que la Iglesia no presentó su auténtico rostro al deformar la verdadera finalidad de sus instituciones; temblaba de miedo ante las corrientes revolucionarias que se hacían presentes en el mundo. El drama existió durante mucho tiempo al instalarse en el capitalismo lo que se llamó "mundo cristiano". Por eso la acusación de oportunismo muchas veces surgió frente a una Iglesia incapaz de dominar a la historia, dando pasos minúsculos de avanzada social, pero, en el fondo, resguardando los privilegios de clase.
Una sola cita nos hace enrojecer de vergüenza, como cristianos. En la Encíclica "Auspicato Concessum", de 1882, se dice:
"La cuestión de las relaciones entre ricos y pobres que preocupa a todos los economistas quedará arreglada por sí misma cuando se establezca y reconozca que la pobreza no carece de dignidad; que el rico debe ser misericordioso y generoso y el pobre, contento con su suerte y su trabajo, puesto que ni uno ni otro ha nacido para estos bienes perecederos, y que éste debe ir al cielo por la paciencia y aquél por la liberalidad."
La Iglesia fue atacada más que nada por su posición sociológica. Por eso, al mismo tiempo que es valiosa la actitud de sacerdotes que tratan de liberar a su Iglesia de un pasado alienante, parece sospechoso el afán casi morboso de los que quieren situar el análisis cristiano únicamente en el campo de la metafísica.
En la hora actual pasa a ser un imperativo el que los trabajadores cristianos integren la Izquierda, abandonando cierta complicidad con la burguesía para intentar hacerla menos derechista. A esa intento va dirigida, desde un ángulo sociológico, la declaración de los ochenta sacerdotes chilenos.
Al caracterizar al socialismo, señalaron con claridad que era un sistema capaz de hacer efectiva la apropiación social de los medios de producción y una esperanza de desarrollo económico que dé contenido humano y fraterno a una nueva sociedad. Esa afirmación no ha sido rebatida por ninguno de los contradictores de alguna valía que han analizado las conclusiones de las jornadas, y no podía ser rebatida porque, si hay algo que cae por su propio peso, es la necesidad urgente de terminar con los privilegios inherentes al sistema capitalista. Cierto es que siempre hay comentaristas poco francos que, sin negar la justeza de una concepción socialista de apropiación social de los medios de producción, adjudican una rigidez al concepto que sólo permite concebir una apropiación estatal, cuando en realidad las formas de aquélla pueden ser variadas.
El cuadro de la realidad chilena expresado en la declaración es real y ajustado a la verdad cuando dice: "La clase trabajadora permanece todavía en condiciones de explotación que implican desnutrición, falta de vivienda, cesantía y escasas posibilidades de acceder a la cultura". Y agrega: "Hay una causa clara y precisa de esta situación: el sistema capitalista, producto de la dominación del imperialismo extranjero y mantenido por las clases dominantes del país."
Con razón declaran que tal situación no puede tolerarse, y en razón de eso se sienten comprometidos con el proceso en marcha y quieren contribuir a su éxito. Creen que la coyuntura puede ser única en la historia chilena y que, por lo tanto, es preciso jugarse con el máximo de solidaridad en la empresa.
La voluntad tan noblemente expresada de colaboración leal y honesta fue motivo de una objeción recta y bien intencionada de otro sacerdote, el padre Beltrán Villegas, quien, en carta publicada por "El Mercurio", dijo al respecto: "Ilay otra frase que expresa la misma tendencia a atribuirle un valor objetivo y necesario a la opción que ustedes han abrazado. Es la siguiente: "La unión de todos los trabajadores, cualquiera que sea su opción partidista, es decisiva en la única oportunidad que se le da a nuestra patria para lograr sustituir el actual sistema capitalista dependiente"."
El padre Villegas se pregunta: "Y si hay otros trabajadores que, siendo anticapitalistas, no creen que sea la única oportunidad para salir del sistema, ¿qué hacer?"
La verdad es que la objeción planteada no tiene asidero. Los sacerdotes declarantes no propician el unipartidismo ni han sostenido que la lucha contra el capitalismo se pueda dar únicamente en esta coyuntura histórica. Dicen todo lo contrario: que la unión de los trabajadores, cualquiera que sea su opción partidista, es decisiva en estos momentos. Y no dejan de tener razón, si la unidad anticapitalista, antimperialista y antimonopólica se entiende en profundidad, o sea, rebasando los marcos partidistas. La ocasión puede ser única o, por lo menos, muy decisiva, porque como nunca los enemigos de la clase trabajadora están arrinconados. Pero también se sabe de los miles de recursos de que disponen para defender en definitiva el statu quo que los favorece.
Ahora, es también muy cierto que existen prejuicios arraigados que hacen feble la unidad de los trabajadores, prejuicios que derivan de una acción sutil de los grupos dominantes, que crean recelos, temores y toda una campaña publicitaria que predica la resistencia y la pasividad, aparte que es bien difícil desarraigar de la masa los efectos centenarios de un "paternalismo", primero, y después, de un "reformismo", tácticas ambas de la burguesía, que elige según los peligros de una revolución caminos apaciguadores que le permitan capear los temporales.
En definitiva, señor Presidente, no se podría dejar de valorizar la comprobación de un hecho que ya está siendo aceptado en todas partes del mundo: no existe incompatibilidad entre cristianos y marxistas para trabajar en conjunto en la destrucción del sistema capitalista y en la creación de una nueva sociedad. Esa posibilidad concordante no implica de manera alguna renunciar a individualidades doctrinarias. Hoy, por lo menos, casi nadie discute, salvo los partidarios del capitalismo, que el análisis científico del marxismo sobre el capitalismo tiene plena validez. Los métodos marxistas de análisis y de exposición - - el primero, separando, rompiendo los fenómenos económicos, y el segundo, reuniendo, juntando y encadenando esos procesos- permiten a todos, sean cristianos o no, formarse un juicio definitivo sobre el capitalismo y su desarrollo.
El diálogo cristiano- marxista ha permitido que en el juego dé las ideologías se hayan acercado las posiciones en lo referente a la visión del hombre y su destino, pasando las diferencias a un nivel filosófico. En realidad, la práctica de la lucha por la liberaci��n económica ha desplazado la- vieja discusión sobre materialismo dialéctico. Una concordancia en lo concreto y coyuntural no se verá entorpecida por las visiones distintas del hombre, sea que esa visión esté sujeta a las expresiones particulares de un modo de producción, o bien, el hombre total sea algo más que esa expresión productiva al recibir también un don divino que administra libremente.
Señor Presidente, como lo hice presente al iniciar esta intervención, la declaración de los ochentas sacerdotes que he comentado permitirá la apertura de un amplio debate, que debe ser franco, leal y sin las inhibiciones que provocan los mitos, los sentimentalismos o, en definitiva, el miedo a las deformaciones de lo que se dice o se piensa. Me refiero a la posibilidad de que personas como el que habla podamos enfocar el cuadro político contingente con relación a la actitud de los cristianos frente a la Izquierda y al socialismo.
Personalmente, creo que ninguna toma de posiciones políticas y partidistas de los cristianos en el presente, puede prescindir del pasado, especialmente del pasado inmediato. Ese análisis, por lo menos por mi parte, lo he hecho reconociendo los errores cometidos de buena fe, y de los cuales, en lo que me toca, me siento responsable en alguna medida.
Muchas veces me he preguntado si los que siempre hemos mantenido la idea de que la revolución en América Latina no se podrá realizar sin el concurso de los cristianos, trayéndolos a la Izquierda, hemos trabajado con eficacia en abrir el cauce para que eso sucediera.
Sería injusto no reconocer que la Democracia Cristiana chilena - no la europea, que ha terminado siendo representante genuina del viejo tradicionalismo conservador- algo ha hecho por organizar al pueblo y desatar las fuerzas sociales. Pero, a la larga, la variedad de su composición social, que va desde los sectores burgueses que viven los mismos temores que la Derecha frente a una socialización, hasta quienes desean vivir una Izquierda en dimensión cristiana, como también el numeroso sector ubicado entre los dos extremos, que queda contento con un partido que dé soluciones más progresistas que las de la Derecha, pero nada más allá, ha hecho que el cauce para una Izquierda cristiana sea un difícil proceso al mantenerse dentro del Partido Demócrata Cristiano un ambiguo equilibrio.
Sin embargo, la campaña presidencial dada por Tomic, su programa de honestos propósitos revolucionarios, su actitud personal y la de sus más próximos seguidores, que, en definitiva, sacrificaron el cálculo electoral que favorecía un triunfo al aceptarse el apoyo de la Derecha, que era la fórmula propiciada por sectores de la Democracia Cristiana, y, por último, las conclusiones del Pleno de la Juventud, pueden ser actitudes que favorezcan la apertura de un cauce para los cristianos de Izquierda.
Las proyecciones futuras de un consenso mínimo de entendimiento entre la Unidad Popular y la Democracia Cristiana dependerán, en gran medida, de la forma como se jueguen las fórmulas de Gobierno y Oposición. En repetidas ocasiones he declarado que entiendo y encuentro útil que exista una Oposición constructiva que no caiga inconscientemente en una Oposición común y corriente. Pero, por desgracia, el manejo de una Oposición democratacristiana escapa al control de los que quieren hacer prevalecer una definición izquierdista del partido. Para crear brechas que hagan difícil, por no decir imposible, un leal entendimiento con la Unidad Popular para impulsar los cambios, basta con endurecer la Oposición a través de una multiplicidad de hechos.
Por otro lado, tampoco es favorable para el Gobierno de la Unidad Popular una colaboración excesivamente condicionada.
La historia política de Chile ha demostrado hasta qué grado la burguesía nacional ha sido hábil para a justar su acción táctica en los momentos en que surge una coyuntura revolucionaria. Las soluciones de emergencia o cualquiera otra medida que detenga la lucha reafirman el statu quo y llevan, por último, a su consolidación. El entendimiento con un partido de Oposición, como la Democracia Cristiana, para legislar en común, deberá realizarse en aquellas materias en donde la coincidencia no disminuya el dinamismo revolucionario de la Unidad Popular ni atropelle la dimensión cristiana a que postulan vastos sectores del Partido Demócrata Cristiano.
Me he permitido hacer el análisis anterior relativo a la Democracia Cristiana, corriendo el riesgo de ser acusado de querer intervenir en su vida interna. Pero en verdad, señor Presidente, es absurdo pretender que nadie pueda comentar lo que se dice, se hace o sucede dentro de un partido que es la primera fuerza política, individualmente considerada.
El fenómeno interno de la Democracia Cristiana chilena, donde juegan diferentes tendencias, no es un fenómeno único del Partido Demócrata Cristiano chileno; se da también en los demás partidos de la América Latina y aun en los de Europa, como es el caso del Partido Demócrata Cristiano italiano, donde una fracción acepta una fórmula similar a la chilena de la Unidad Popular. Por lo tanto, referirse a esos fenómenos tendenciales no es querer dividir. Para la Unidad Popular es más positivo un Partido Demócrata Cristiano definido en una línea de Izquierda que un Partido Demócrata Cristiano dividido.
Sería también incompleto lo expuesto, en lo relativo al cauce que hay que abrir a los cristianos para integrar la Izquierda, si no me refiriera al Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU). Las opiniones que emitiré al respecto son de mi exclusiva responsabilidad.
El MAPU nació como movimiento a raíz de la renuncia que presentamos al Partido Demócrata Cristiano numerosos militantes de esa colectividad. Sería ocioso recordar el origen de la crisis. En resumen, la causa próxima fue el desaliento que cundió en nuestros espíritus al comprobar que la mayoría del Partido Demócrata Cristiano rechazaba la posibilidad cierta de un entendimiento con la Izquierda para aprobar un programa común y un candidato único, eligiendo el camino del aislamiento.
Con posterioridad ingresaron al MAPU numerosos elementos que, siendo de Izquierda, no se habían sentido interpretados por los partidos tradicionales.
Fundamentalmente, señor Presidente, los integrantes del MAPU quisimos realizar por nuestra parte lo que no se pudo hacer en la Democracia Cristiana: contribuir en la medida de nuestros medios a la unidad del pueblo.
La actuación que tuvo el MAPU en todo el proceso de génesis de la Unidad Popular fue importante cualitativamente y, junto a otras fuerzas, dio un carácter auténticamente pluripartidista a la combinación triunfante el 4 de septiembre.
Como era natural en un movimiento naciente, en su primera etapa se desarrolló un esfuerzo serio por delinearse doctrinaria y tácticamente. En el primer aspecto se eligió claramente una opción socialista, aun cuando deliberadamente se ha dejado a posteriores decisiones la señalización precisa y estructurada de la opción. En esa primera etapa, se discutieron ampliamente en el campo táctico dos tesis: una, la del Frente Revolucionario, y otra, la de la Unidad Popular. Al correr del tiempo, la unanimidad de los militantes ha concordado en estimar justa la segunda tesis, y se ha trabajado en ella con extraordinaria honestidad.
El periodista Claudio Orrego, del diario "La Prensa", en un esfuerzo apresurado por atacar las Jornadas de Participación de los Cristianos en la Construcción del Socialismo - ataque de un anticomunismo clásico- , hizo referencias a un supuesto fracaso del MAPU, adjudicándole como doctrina básica el marxismo- leninismo. Esa afirmación es falsa, sin perjuicio de que dentro del movimiento, que no es confesional, puedan militar algunas personas que manifiesten adhesión al marxismo- leninismo.
Personalmente, visualizo el papel del MAPU en una perspectiva que se ajuste al motivo de su formación: trabajar por la unidad del pueblo tras una amplia orientación socialista, y, muy fundamentalmente, a través de una postura abierta para concurrir a crear un cauce político a los cristianos en la Izquierda, para así consolidar el proceso revolucionario que vive Chile.
Considero, señor Presidente, que el éxito de estos cuatro meses de Gobierno se ha debido en gran parte a la inteligencia y lealtad con que el Presidente de la República ha dirigido su gestión y, en otra gran parte, a la conducta unitaria de las fuerzas políticas que componen la Unidad Popular. Pero el camino seguido es sólo el punto de partida de un largo recorrido. Debemos mirar hacia adelante teniendo siempre presente en el cuadro político las fuerzas en juego: por un lado, las clases dominantes tratando de introducir todos los factores que debiliten la acción de la Izquierda y de su Gobierno, y, por el otro, las fuerzas populares, que deberán elaborar tácticas que, al mismo tiempo que consoliden el proceso, permitan conservar el pluralismo que ha sido otro de los resortes del éxito.
Paralelamente a los esfuerzos por reafirmar la unidad de los contingentes que integran la Unidad Popular, habrá que realizar esfuerzos por ampliar esas fuerzas, trabajar a fin de que cada vez la participación del pueblo en el Gobierno sea algo más tangible y, por último, hacer un esfuerzo serio de clarificación ideológica. El pluripartidismo de la Unidad Popular no es ni debe ser un arca de Noé ideológica. Dentro de la combinación, es lógico y justo que convivan partidos marxista- leninistas con partidos o movimientos no marxista- leninistas. Pero a todos en conjunto les corresponde profundizar y coordinar su acción en servicio de un cumplimiento cada vez más cabal del programa que se prometió al pueblo.
"