El señor JEREZ.- Creo que nadie discrepa del espíritu de este proyecto de ley. Sin embargo, debo decir que, en lo posible, durante el estudio de la iniciativa en la Comisión, sería conveniente buscar alguna fórmula, tomar las medidas necesarias para que esto, que indiscutiblemente constituye un beneficio, una reivindicación para los artistas nacionales, no se convierta en un elemento que, en definitiva, opere en contra de ellos. Si el tiempo que los artistas nacionales ocuparán en las actuaciones en teatros, locales, radio, televisión es demasiado amplio, ello podría resultar inconveniente, pues se incurriría en repeticiones excesivas. Desde cierto punto de vista, esto redundaría en una desvalorización de los propios artistas y de los espectáculos que presentan. Por otra parte, un porcentaje muy alto de participación de artistas nacionales podría obligar a los empresarios a reclutar conjuntos artísticos de poca calidad para cubrir las cuotas que se establecen en virtud del proyecto en debate. Por otra parte, no olvidemos que los espectáculos vivos son sólo un aspecto del problema. También hay otros medios de expresión del arte, como son la televisión y el cine, con deficiencias mucho más de fondo, y que rápidamente debemos atacar. Como a todos nos consta, en la actualidad la televisión, por contratos que se han celebrado anteriormente, está amarrada, obligada a proyectar producciones extranjeras que en manera alguna constituyen un aporte a nuestros valores propios ni son elementos de desarrollo del nivel cultural del pueblo. Si analizamos el problema en su conjunto, opino que este proyecto tiene un mérito fundamental: la oportunidad que da de abrir debate sobre esta materia. Además, permite corregir ciertos defectos y dar mayor oportunidad a los trabajadores artistas chilenos. Ojalá que, por la vía del veto ya que los artistas y el Presidente de la República han tenido contacto directo a través de los funcionarios a cargo de la oficina pertinente de la Presidencia, se busque la fórmula que haga operante el proyecto para que no sea una reivindicación generosa y un tanto sentimental que se concede sin que produzca efectos reales. Esto hay que decirlo con toda franqueza, porque, como sabemos, algunas radioemisoras ya se encuentran en la imposibilidad de radiodifundir algún otro tipo de manifestaciones que, si bien no son folklóricas ni nacionales, tienen el valor de la cultura universal. Si nos ciñéramos estrictamente a la aplicación de los porcentajes que establece el proyecto en alguna radioemisora de transmisión diaria breve, no se podrían reproducir algunas manifestaciones del arte universal. Por ejemplo, no se podría transmitir la novena sinfonía de Beethoven, por su extensión. Creo que éste es un factor que debemos atender para no caer en el "chauvinismo" y hacer operante la ley. Debemos analizarlo con mucha seriedad, sin perjuicio de defender los derechos de los artistas chilenos y de darles oportunidad para que puedan expresar nuestro arte nacional. Debemos operar de manera inteligente, razonable, y no aprobar leyes que, en definitiva, pueden significar nada más que una buena presentación exterior sin que en el fondo constituyan ningún beneficio real. El valor del proyecto, insisto, es el de permitir el debate de este problema. Ojalá que en el tiempo de que dispone el Presidente de la República para formularle observaciones, en conjunto con las organizaciones representativas de los artistas llegue a establecer qué es posible hacer en concreto. No estoy en condiciones de analizar a fondo el problema. Sólo deseo manifestar una cosa: éste es sólo un aspecto de una materia en relación con el problema de nuestra cultura nacional en su conjunto. Si analizamos otros temas aparte la invasión de la música y de las manifestaciones artísticas extranjerizantes, terminaremos por ver aspectos realmente siniestros, yo diría incluso humillantes para nuestra condición de chilenos, cual es, por ejemplo, el de las imitaciones en los nombres. Si uno pasa por Providencia, verá que a cualquier nombre de casa comercial que tiene su expresión correspondiente en castellano se la denomina con terminología extranjerizante, muchas veces copiada. Tenemos el caso de un hotel en un modestísima aldea del Sur, que se dedica a menesteres que no se pueden mencionar aquí, que se llama "Hotel Sheraton". Es humillante que la ausencia del sentido de la nacionalidad llegue a estos extremos. Por lo expuesto, votaré favorablemente en general el proyecto. Pero creo que algunas de las observaciones que se han hecho en esta oportunidad deberían ser recogidas, en beneficio de los propios interesados, los folkloristas chilenos; porque incluso creo que entre los que están actuando en nombre del folklore o como artistas chilenos, habría que revisar cuál es su verdadera ligazón con los valores de nuestro pueblo.