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El señor DURAN.-
Señor Presidente, yo también deseo recoger las palabras del señor Luengo, quien ha reiterado el pensamiento que lo lleva a sentirse, al igual que a los demás señores Senadores de la Unidad Popular, representante del pueblo. Al mismo tiempo, ha dado a esta expresión el alcance que le hemos escuchado, en el sentido de que ellos serían persone ros del pueblo porque han llegado hasta estas bancas en representación de los sectores más humildes, más pobres, de menos recursos.
Yo no deseo caer en un problema de orden personal con Su Señoría.
El señor LUENGO.-
No le he negado su derecho. Sólo he dicho que es diferente el sector del pueblo que eligió a Su Seño ría del que nos eligió a nosotros.
El señor DURAN.-
Por cierto. Lo en tendí muy bien.
El señor LUENGO.-
Pero está diciendo una cosa distinta.
El señor DURAN.-
No, señor Senador. Lo que pasa es que Su Señoría me interrumpió y no ha oído el término de mis observaciones. Sería excelente que el señor Senador, junto con haber aprendido a hablar tan bien como lo hace, adoptara igualmente la práctica de aprender a es cuchar. Porque Su Señoría nunca desea oír la opinión de los demás, y cuando uno quiere decirle algo, considera que es buen argumento levantar la voz y gritar. Y eso no es razonable ni convence a nadie.
El señor LUENGO.-
¡Es que el señor Senador actúa como el padreGatica...!
El señor DURAN.-
Su Señoría puede seguir interrumpiendo todas las veces que quiera; pero con ello sólo demostrará mala educación y no tener la razón.
El señor LUENGO.-
El Honorable Senador pretende dar consejos que no sigue.
El señor DURAN.-
No le estoy dando consejos: estoy señalando un hecho.
El señor LUENGO.-
El señor Senador es quien más grita en el Senado.
El señor DURAN.-
Señor Senador, estoy ejerciendo mi derecho a hacer uso de la palabra, que Su Señoría pretende atropellar. Porque yo tengo el derecho a hacer uso de la palabra y Su Señoría tiene la obligación de escucharme. Y si mis palabras no le gustan, puede salir de la Sala. Pero yo tengo derecho a usar de la palabra para dar a conocer mis opiniones, del mismo modo que Su Señoría tiene el deber de escucharme.
Tengo muchos amigos que votaron por el Honorable señor Luengo, y el señor Senador sabe muy bien que esas personas no pertenecen a los sectores proletarios, de aquellos que se ganan el pan con el sudor de su frente. Son personas más o me nos acomodadas, que tienen buenas casas. Su Señoría también vive en una buena casa, vive confortablemente. Es un hombre que representa al proletariado, pero que vive de manera holgada. No se lo critico; al contrario, aspiro a que todos sus anhelos se satisfagan con la mayor amplitud. Pero tengo derecho a decirle que en la vida hay que tener sindéresis o lógica.
Entonces, puedo afirmar en esta Sala, conociendo de la hombría del Honorable señor Luengo, que cuando a alguien se le ocurra asaltar su casa, meterse por la puerta o la ventana y dar maltrato a su mujer o a sus hijos, a menos que sea un "marucho" o no tenga sangre en las venas,...
El señor LUENGO.-
Su Señoría sabe que no lo soy.
El señor DURAN.-
Por eso se lo digo, señor Senador. Y sé cuál será su reacción: se defenderá con lo que pueda. Si tiene armas, con ellas; si no las tiene, con los dientes y las uñas, porque ésa es su obligación de hombre.
El señor LUENGO.-
¿Qué tiene que ver todo esto con lo que estamos tratan do?
El señor DURAN.-
Lo que estoy afirmando quiere decir que un hombre, cuan do defiende el lugar donde vive, la pro piedad que logró formar, él o sus antepasados, recurre a cualquier medio.
¿Y cómo no proceder de esa manera, me pregunto yo, si se piensa en lo que ha ocurrido en la zona que ambos representamos en esta Corporación? Allí había, para citar un ejemplo, una extensión de tierras, ubicada entre Freiré y Cuneo, que se llamaba "Las Siete Leguas". Y eran siete leguas de montaña virgen; pero ahí ya no hay montaña, sino terrenos de explotación masiva, de ganadería, hay crianza y lechería. Sin embargo, esta actividad pro ductiva ha ido sufriendo todos los embates de la persecución hasta ser dañada de la manera más increíble.
Este es el temor que me asalta: en la medida en que estos hábitos continúen, la producción de leche del país experimentará una caída; la carne se hará insuficiente, y el trigo no abastecerá las necesidades del país.
Tengo la certidumbre ya lo estoy es cuchando de que los culpables de la organización de las mafias, de las "patotas" y de los grupos; los que andan adoctrinando a los indios para la política del asalto y del bandidaje, son los mismos que dirán, sin que se les contraiga un músculo del rostro y con un cinismo dé cara de palo, que los responsables son "los saboteado res de la Derecha", de la reacción, de los latifundistas: los terratenientes. Pero cuando se les pregunta quiénes son los terratenientes, entonces nada se define. La responsabilidad debe recaer en quienes han predicado la política del asalto y del terror. De esta manera se llega a hechos desgraciados como el que deseo recordar ahora, el ocurrido en Carén, donde gente esforzada, propietaria de un predio equivalente a no más de 3 hectáreas básicas de riego del Valle del Maipo, es asaltada en sus tierras y, a veces, en sus casas, debiendo huir de lo que les es propio, de lo que ellos formaron. Y como si los delincuentes fueran ellos, andan en los pueblos dando cuenta de los hechos, mientras a lo largo de Chile la prensa controlada por los partidos de Gobiernos desata una propaganda sostenida para caricaturizar de la manera más falsa y burda los fenómenos que vienen ocurriendo.
Yo estaba en Temuco el día en que se produjo lo de Carén. Un colono de apellido Grüner era el dueño de un predio equivalente, como dije, a 3 hectáreas básicas del Valle del Maipo. Tiene 90 hectáreas de rulo, de tierras donde el esfuerzo del hombre fue creando lugares para mantener una ganadería de mediana calidad.
El Honorable señor Luengo, que es de esas tierras, sabe que en Cautín hay sólo dos estaciones: el invierno y la de Ferro carriles. Y poco más arriba de Curarrehue, en la ruta internacional, ya en el mes de marzo comenzó a hacerse imposible la cosecha de trigo.
Para que los señores Senadores sepan la verdad de la tierra de Cautín, y en par te, de la de Malleco, es preciso decir que el trigo se debe segar cuando está seco. Si se corta húmedo, se nace y se pudre.
Pues bien, entre una y otra lluvia, ahí estaba ese agricultor, como muchos otros pequeños colonos, esperando de la voluntad de Dios que saliera un rato el sol y su gran aliado que es el viento, para que se secara su trigo y alcanzara a salvar algo de la siembra hecha con tanto esfuerzo.
Ese predio, el de Carén, tiene 90 hectáreas, de las cuales no más de 25 han ido siendo limpiadas. Ello implica un esfuerzo verdaderamente extraordinario. Sin embargo, la gente que sólo conoce el campo por lo que ve desde las ventanillas de los trenes, cree que sacar el tronco que queda después de la explotación de la madera es problema simple. Lo es ahora, cuando se atan los troncos con cadenas y se extraen mediante poderosos tractores, lo que per mite limpiar el campo para labrarlo más tarde.
¿Pero cómo era antes? Antes esta misma tarea se realizaba con una, dos o tres yuntas de bueyes. Y eran las manos del hombre, cortando las raíces que penetraban la tierra, las que hacían posible sacar, uno tras otro, quinientos, ochocientos, dos mil troncos por cuadra. Pero ese esfuerzo de nada sirve ante la demagogia criminal que se ha venido desatando en mi patria. Tampoco vale el hecho de que campesinos arraigados en los más escondidos lugares de mi tierra han debido sacar a sus mujeres embarazadas, porque no existe fecha fija para el nacimiento, en carretas sin ruedas, ya que éstas no podían rodar por los senderos de lodo. ¡Así han tenido que trasladar a sus mujeres a las ciudades más cercanas para que pudieran parir a sus hijos! ¡Y muchas de ellas quedaron tendidas en el camino!
Nada de eso tiene valor. Hoy prevalece la prédica sistemática del odio, encamina da a hacer del agricultor un enemigo de Chile, no obstante que su esfuerzo desplegado en el curso de generaciones debiera producir orgullo ciudadano.
Cuando uno traspasa las fronteras; cuando visita a Argentina o recorre Pa raguay o Perú y observa el desarrollo agrícola de esas naciones, siente un pro fundo orgullo, porque hasta los propios argentinos piden a los perseguidos agricultores de Chile que vayan a entregarles su práctica, con el objeto de hacer prosperar la tierra de la vecina república.
¿Qué hace el agricultor que se preparó y entregó su vida y sus aptitudes a sacar los frutos de la tierra? ¿En qué otra cosa puede trabajar? ¿Se le ocurriría a alguien que es lógico, legítimo y moral quitar su título a un médico o a un abogado sin que hubieran cometido un crimen? Cuando un médico comete un crimen, se le cancela el título; lo mismo ocurre al abogado que resulta ser "vivacho" y sin vergüenza. Pero que personas que no han cometido otro delito que el de ser esforzados agricultores y haber entregado su vida con el objeto de arrancar para sí, para su familia y para su patria las riquezas del suelo, reciban el trato que están recibiendo y que esa política encuentre algunos defensores, inclusive parlamentarios, me parece monstruoso.
Comprendo muy bien esa actitud res pecto de ciertos desalmados, de aquellos que, con criterio colonial, practicando todavía el derecho de pernada, tratan a los inquilinos como si fueran bestias: no los hacen vivir en casas, sino en cuevas; les dan un trato peor que al de los animales que trabajan en su campo y que éste pro duce para el comercio normal. Entiendo y solidarizo con ellos a quienes emplean respecto de esos agricultores las ex presiones más duras y aplican, de acuerdo con la ley y si esa ley no existe, hay que crearla, las normas más estrictas en contra de aquellos que explotan a esos se res humanos que, viviendo y laborando junto a ellos en el campo, sólo reciben una mala paga, a veces no obtienen previsión, y en otras oportunidades reciben punta piés y son objeto de persecuciones y vejámenes.
Creo que es preciso ir ubicando estos acontecimientos en el contexto histórico que conocemos.
En el caso del agricultor de la provincia de Aconcagua cuyo fundo se expropió hace poco tiempo, el señor Rivacoba el predio obtuvo el premio "Mazorca de Oro", por ser el primero y más importan te productor de maíz , se trata de un hombre que tiene a sus trabajadores en casas extraordinariamente buenas. Sin embargo, sufrió la expropiación. Y para demostrar que las habitaciones eran malas se fotografiaron viviendas de otros fundos. ¡Cuando la demagogia desato dos los vientos, la impudicia no tiene límites!
Recuerdo también el caso de un agricultor de la provincia de Biobío, cuyo nombre daré, pese a que en este instante uno siente cierto temor de comprometer a la gente. Chile está viviendo en ese ambiente de temor: "¿Qué me irá a pasar si de nuncio un hecho? ¿Qué le sucederá a ese agricultor si formulo tal denuncia?" Sin embargo, tengo la convicción de que, más allá de nuestros propios miedos, deberes ineludibles nos obligan, ante el futuro de Chile, a expresar nuestro pensamiento con claridad: el predio expropiado a Víctor Moller es un fundo ejemplar.
No sigamos generalizando respecto de la agricultura basados en lo que sucede con algunos patrones despreciables, carentes de inquietud social, que no aman la tierra ni sienten afecto por sus trabajadores. No sigamos generalizando ese lenguaje, porque está envejecido, obsoleto, y es falso y cínico.
Lo que acontecía en nuestro país hace veinte años era muy distinto de lo que su cede hoy. ¡De qué manera nos sentimos orgullosos quienes militamos en el Partido Radical en su hora, cuando, al asumir el Mando Supremo de la nación con uno de los nuestros, Pedro Aguirre Cerda, y más tarde con Ríos, nos fuimos metiendo dentro de los procesos sociales! Contamos con la ayuda de Ministros y Subsecretarios de la colectividad que en ese entonces se llamaba Falange Nacional. He visto en esta Sala a algunos parlamentarios que, ocupando cargos como los señalados, colaboraron con nosotros en el impulso vi tal destinado a cambiar, en esa hora, lo que venía aconteciendo en Chile.
Ese fue un impulso que correspondió a una etapa. Antes hubo otras épocas que no tuvieron la sensibilidad de la del año 1938, pero que, dentro de la vida de Chi le, fueron haciendo realizaciones paso a paso, como sabemos que es la vida. No se nace el día siguiente de la fecundación; es preciso esperar meses para que el ser humano se forme en el vientre materno y logre ver la luz del día. Precipitar los acontecimientos puede producir una aparente madurez prematura, pero a veces salen frutos pasmados o, al menos, machucados o podridos.
Por eso, sostener que el fenómeno agrícola de este año es el mismo que se vivió antes de 1938 implica simplemente decir una infamia en contra de Mandatarios a quienes no pierdo ocasión de rendir el homenaje de mi reverencia.
Pedro Aguirre Cerda era un hombre que conocía el campo. Había escrito un libro sobre él. Tenía un terreno cerca de Santiago: explotaba una viña, y lo hacía bien; los trabajadores le tenían afecto, y "Misiá" Juanita era para ellos una especie de hada tutelar de todas sus in quietudes.
¡Cómo no revolverse con justa cólera cuando, por la vía de la generalización, se ataca a los hombres de la tierra!
Yo desciendo de gente campesina. Y quiero decir a los señores Senadores de enfrente, como lo he hecho en más de una ocasión durante mis discursos, que siento mucho orgullo de ser hombre de origen muy humilde. Uno de mis abuelos fue agricultor, colono. El otro trabajó en un molino. El Estado le entregó tierras en Vilcún; se trataba de zonas inhóspitas, de tierras vírgenes; había que meterse con el hacha para hacer un hueco donde encajar un "ruco". Allí, usando chalas por zapatos y con las manos encallecidas por el arado, está el tronco de mi familia. De antes nada sé, como comúnmente sucede a los hombres del pueblo: sólo conocemos hasta de nuestros abuelos; son otros de estirpes más largas, a quienes no envidio ni odio, los que pueden decir quiénes fue ron sus abuelos, sus bisabuelos y sus tatarabuelos. Y les tengo gratitud de chile no, gratitud que arranca de saber que soy integrante de una patria libre, porque con todos sus defectos, productos de la época que vivió el mundo, permitieron crear una bandera, ese pabellón que adorna la testera de esta Sala: el de los tres colores con su estrella solitaria.
Por eso, porque conozco lo que es el campo, porque fui viendo a la gente de mi familia, de mi estirpe, realizar un esfuerzo creador destinado a arrancar riquezas de la tierra, se me subleva la sangre frente al atropello y a su justificación.
Por los campos andan algunos, llama dos "activistas", envenenando el alma de los desposeídos, de la gente de menos re cursos, diciéndoles que cada cual tendrá una gigantesca unidad económica; que les van a regar hasta los cerros; que les crearán bosques sobre las piedras; que les darán maquinarias y les entregarán hasta la mesa servida. Sin embargo, sabemos muy bien y no hago sino repetir las palabras del Excelentísimo señor Allende que este país sólo se salvará mediante un brutal esfuerzo colectivo. De modo que sus partidarios, mientras más siembran demagógicamente la ociosidad, la usurpación y el vicio, más están liquidando las posibilidades de nuestra patria, que el Presidente de la República anhela defender, según lo que expresó en su discurso del 1º de mayo recién pasado.
¡Cómo no sentir, entonces, amargura de chileno frente al acontecer del campo! Cuando uno conversa con Sus Señorías, a veces aprovecha la ocasión para preguntarles qué es esto de los grupos armados. El Primer Mandatario ha dicho que no hay más Fuerzas Armadas que el Ejército, la Aviación, la Marina y Carabineros. ¡No hay más! Por ahí debe de haber una que otra persona con algunos armamentos. Los buscan, trajinan fundos y encuentran algunas armas: escopetas, revólveres. Los agricultores los han usado siempre. Y si ello constituye delito, debo decirlo, para que lo publique "Puro Chile", para que Sus Señorías gocen con este letrero de primera página: "Duran está armado hasta los dientes. El "Paquetón" maneja metralletas en su casa.": no son metralletas; pero tengo revólveres, y cuan do llegue la hora, con ese revólver defenderé a los míos. Los voy a defender hasta cuando mis fuerzas lo permitan, hasta cuando ya mi cuerpo no pueda seguirlos defendiendo.
Creo que Sus Señorías también lo harán, pero, mientras tanto, van creando un clima, van recorriendo los campos de Chi le insuflando en el alma de los humildes ese espíritu de rencor contra todos los patrones, sean buenos o malos, porque da lo mismo.
Ahora se ha inventado en Cautín y en Malleco, y en parte en Biobío, aun cuan do los problemas son distintos, que hay que ocupar todas las tierras, incluso las inscritas en el Conservador de Bienes Raí ces y aquellas que tienen sentencia de la Corte Suprema. ¡Qué les importa la Corte Suprema al conjunto de hombres y periodistas que sólo se dedican a denigrar a ese poder del Estado y a afirmar que toda esa tierra es de los araucanos!
Nosotros hemos sido víctimas de lo que consideramos una sentencia injusta, pero entendemos que los tribunales de justicia están integrados por hombres, y que algunos de ellos pueden cometer errores. Sin embargo, eso no nos autoriza para levantar la voz, no muy heroicamente, para gritar en contra de los tribunales, pues todos sabemos muy bien que los magistrados no pueden defenderse: deben permanecer en silencio frente a sus sentencias. Resulta barato transformarse en héroe mediante la política de injuriar a los tribunales de justicia y prometerle al pueblo los famosos tribunales populares para que nos juzguen los mismos que hoy asaltan; para constituir, a través del montaje organizativo que ellos están creando, tribunales que primero ordenen fusilarnos y, después, procesarnos. Así, podrán colocar una lápida donde puedan estampar, con ánimo compasivo: "Fue muerto por equivocación."
El fenómeno de Carén es un símbolo de lo que está aconteciendo en Chile. Había una fiesta; se habían reunido para celebrar el triunfo de un regidor nacional. Sacó bastante votación, con gran molestia mía, porque eso perjudicó al segundo radical de la lista. De modo que yo podría estar molesto por la victoria del señor Ulloa ése es el apellido del regidor nacional de la comuna de Pucón. A las 5 de la mañana, al abandonar a Carén, de regreso a Curarrehue, observaron que los alambres estaban cortados, que había dos carretas y que habían parado unas tablas que no alcanzaban a ser un "ruco". Eran sólo unas tablas. Se acercaron para ver de qué se trataba. Comprobaron que los ocupantes eran mapuches, y se encontraron como respuesta a la investigación con palos y con balas, una de las cuales dio en la cadera del agricultor señor Matus, que murió en el hospital de Temuco.
Sé muy bien que algún parlamentario de las bancas de Sus Señorías fue a preguntar cómo estaba el herido de bala y quién era; pero cuando se impuso de que no era uno de los obreros o un miembro del MIR, sino uno de los pequeños colonos, que para el efecto de nombrarlos puede ser también patrón o terrateniente, ya no se interesó más por su salud. Ya no es importante la vida de un hombre. ¡De pende del sector a que pertenezca! Si es de la clase obrera, aun cuando haya cometido un crimen, está bien. Si es un hombre que con iniciativa creó una industria, un trabajo, ya no importa su vida, aun que sea un santo. ¡Ojalá se muera, porque es un perro burgués! ¡Es el lenguaje del "hombre nuevo"!
Habría deseado mucho que alguno de mis ex correligionarios del Partido Radical hubiera estado en este debate, porque, desde el punto de vista de nuestro origen, somos una colectividad con pensamientos similares: somos laicos, democráticos, socialistas. Nos separó una táctica frente al desarrollo de Chile. Nos podrán injuriar cuanto quieran, pero seguiremos siendo lo que somos, pese a toda la prédica y a toda la infamia montada a través de cierta prensa que, con la apariencia de libre, inventa las cosas que publica. Y cuando uno se querella y presenta cinco o seis denuncias en su contra, los encarga reos, los remacha como reos, entonces se produce el indulto. Aunque luchemos contra esa política de difamación montada, los señores periodistas saben muy bien que tienen impunidad mientras puedan contar con el indulto. Y me pregunto a veces: cómo no hay más asaltos, por qué la gen te no roba más, por qué no nos injurian más, no obstante que ya están faltando páginas a algunos periódicos para decir de nosotros las peores cosas e inventar las más trágicas leyendas.
En esta misma Sala tuve oportunidad de decirle a algún señor Senador, en ausencia de mi colega el señor Morales Adriasola, que no hay por qué mezclar con infamia las cosas. El Honorable señor Morales Adriasola fue procesado por un presunto delito en relación con la seguridad interior del Estado; pero no en el pro ceso previo, antes de iniciar el juicio, sino que en el de desafuero, se establecieron las dos causales de infracción a la ley de Seguridad Interior del Estado. Sin embargo, no fue sólo la infamia cobarde de esa prensa la que dijo: "Morales implicado en el asesinato de Schneider". Un señor Senador manifestó en esta Sala: "Tranquilo, Senador, más adelante va a salir la cosa."
Saben muy bien que los hechos son distintos, pero, a medida que los mezclan y los revuelven, logran crear hacia el exterior un fenómeno social de provocación. Y cuando en Chile sucede alguno de los hechos con que todos los días nos amenazan, y cuando dicen que no va a quedar ningún perro burgués vivo, sabemos muy bien cuál es su objetivo, el que acuerdan después de sus cábalas y estudios: ir con figurando un cuadro, dando nombres e imputando en personas todo el conjunto trágico de distintos delitos que sus mentes putrefactas idean para que en la hora del desate pasional de lo que hace un instante analizaba, cuando se produzca el hambre, entonces, baste señalar con el de do y decir: "Ese es un dueño de fundo; ése no cosechó trigo, no produjo leche, es un saboteador", para que la masa enfurecida lo destroce.
¡Esa es la justicia de la masa! Y esa masa se desatará en contra de ese hombre ya sea indefenso, o aun estando armado con posibilidades de defenderse y llevarse hasta donde San Pedro unos cinco o seis más para que lo acompañen; pe ro del hombre no va a quedar más que una mancha.
Ya se ha estado montando todo este pro ceso. Al efecto, deseo narrar en forma breve, a pesar de que los señores Senado res lo conocen, el ejemplo típico del señor Grüner en Carén.
Fui al día siguiente del intento de ocupación que fue rechazado por el grupo de personas que estaban con Grüner. Algunos eran patrones, tenían pedazos de tierra; eran pequeños colonos. Otros no eran propietarios. Estaban en la fiesta con ese espíritu tan cordial que prevalece en las distintas zonas, pueblos o ciudades, de juntarse con un amigo con diferencias políticas, pero amigo con el fin de dar le un apretón de manos y decirle: "¡Me alegro de que hayas ganado!" Se produjo el incidente. Los miristas que dirigían esta hueste de mapuches huyeron. Se usa ron metralletas, escopetas, revólveres y garrotes.
El mismo día de la ocupación habían ido dos Diputados nacionales, los señores Momberg y Carmine, a observar y a hablar con el Jefe de Carabineros para imponerse de los sucesos. Yo fui al día siguiente, en la mañana. Se había ocupado de nuevo.
El Intendente fue al lugar donde acontecieron los hechos, se reunió con los habitantes de Curarrehue y los llamó a la tranquilidad y a la serenidad. De los hechos ya estaba conociendo un juez y había unos 18 detenidos. A pesar de la intervención del señor Intendente, a las 7 de la mañana del día siguiente volvieron nuevamente grupos armados y en "patota" a ocupar ese predio de 90 hectáreas, 20 de lomas y el resto de cerros, pero no de un cerro común, sino de uno lleno de grandes rocas, donde, a mi juicio, hasta a las lagartijas les es difícil sujetarse.
Ese "momio latifundista y terrateniente" fue llevado preso. En su ausencia, habían quedado en la casa su cónyuge y cinco hijos, todas mujeres, excepto un mu chacho joven de unos 16 años.
Llegué hasta la casa de ese "momio explotador" tal vez para algunos de Sus Señorías explota a sus hijos y a su mujer, pues trabaja solo en ese pedazo de tierra, y encontré cuidando la casa a un muchacho de 16 años, imberbe, de pelo un poco rubio, que vestía pantalón de mezclilla, pero el pantalón estaba roto en las rodillas. El hijo del "momio" tenía rotas las rodillas del pantalón. Y para tapar su desnudez, y en parte por los fríos, porque había comenzado a nevar, le habían "huilcado" así lo llama la gente del campo como cuando se cose un saco unos par ches en las rodillas y otros en la parte alta de las piernas. Tapaba la camisa sólo con un suéter bastante deshilachado. Le pregunté: "Bueno, y si te asaltan, si te toman la casa, ¿qué vas a hacer?" Me con testó: "Señor, en ausencia de mi padre, defender lo que nos queda."
A la madre, es decir a la mujer del "momio", la encontré en Curarrehue, a donde se había ido con todas las niñas. Un amigo de la zona le ofreció llevarla hasta Pucón para que tuviera alguna seguridad, por lo menos, de seguir viviendo, porque Curarrehue es un lugar donde todo el mundo anda espantado, allá se hace entrenamiento militar a vista y paciencia de las autoridades de Gobierno.
Cuando regresé de Carén, me detuve frente al predio que se quería tomar, toma que finalmente no se materializó. Es taba allí el señor Inspector del distrito. Estaba, en consecuencia, la voz del Ejecutivo. Por cierto que esto no quiere decir que era auténtica la voz del Presidente, porque ese hombre no puede representar al Jefe del Estado. Creo que difícilmente se puede representar a sí mismo. Llegó, nos fue a saludar como si no hubiera pasado nada. Iba yo en la camioneta con un señor Torrealba. Hablé con el oficial de Carabineros, quien me informó de todo. Le pregunté a ese oficial: "Dígame, señor, ¿quién es esa gente que anda ahí?". Eran muchachos que usaban un chaquetón corto, como una especie de casaca de motonetista, y decoraban su brazo izquierdo con una franja roja con las letras M. C. R., Movimiento Campesino Revoluciona rio. El teniente me dijo: "Senador, esa gente forma parte de un grupo de choque. Mire lo que tienen en la mano derecha". Efectivamente, en su mano derecha llevaban un garrote un poco más grande que los que usan los carabineros para dirigir el tránsito, ligado a la muñeca con un pedazo de cuero, que usaban en calidad de arma contundente. Con esos garrotes se rompen bien las cabezas, se pueden quebrar bien los huesos. "Mire, oficial," le agregué "¿usted no ha dado cuenta de la existencia de este movimiento arma do?" Me respondió: "No sólo he dado cuenta, sino que todo el mundo lo sabe. Hacen desfiles. Conocen de la existencia de este grupo el Intendente y mi coronel, en Temuco. Todos saben que existe este movimiento. Distintos Diputados y Senadores lo han visto". Sin ir más lejos, aquí mismo, hace algunos días, celebra ron una reunión jóvenes de la Unidad Popular. No había muchos, sino unos quince o veinte. Me dijeron que integraban algunos de los grupos de choque de los partidos de la Unidad Popular y que venían a montar todos sus emblemas para un acto en que el Presidente de la República haría uso de la palabra, tal como lo hizo en Temuco, hasta donde llegó un con junto muy crecido de gente con banderas no sólo simbólicas de algunos de los partidos que integran la combinación de Gobierno, sino con un emblema negro, blanco y rojo que, según me informaron carabineros, es el del MIR. Y para que nadie se equivocara, precisamente en el medio le pusieron la sigla MIR. Los jóvenes a que me refiero se saludaban no con el clásico "buenos días, compañero" o "bue nos días, camarada", sino, cuadrándose, haciendo sonar sus tacos, como cuando uno hace el servicio militar. Incluso, se daban grados. ¿Para qué seguir, entonces, con él en engaño? ¿Por qué no decir varonilmente qué se pretende hacer con este país? ¿Acaso tienen derecho a ser personas, a vivir en paz, a tener sus hogares sólo quienes obtuvieron el 36% en la última elección presidencial, cuyo abanderado resultó Presidente por la ratificación del Congreso Nacional? No lo dicen, niegan los hechos, pero ahí están y Chile los está viendo.
No constituyamos en delito el hecho de no concordar con las concepciones marxistas frente al montaje de la agresión. No consideremos delincuentes a quienes buscan algún camino para defenderse, en tanto que a quienes organizan milicias para asaltar y cometer crímenes se les transforma en héroes nacionales. ¿Por qué son ellos héroes y no los demás? ¿Se permitirá, no obstante las declaraciones del Presidente de la República, que este siniestro montaje continúe adelante?
Tengo la certeza de que el problema planteado esta mañana es de magnitud in sospechada. Se ha abierto un debate en el que tenemos ocasión de oír explicaciones de estos hechos. En la televisión tuve oportunidad de oír algunas. No las repito porque son infantiles, porque esta Corporación, por su alta investidura democrática, no puede estar escuchando la reiteración de tonterías.
Hace unos días fuimos al cementerio a dejar los restos del señor Baraona. Excúseme el Honorable señor Gumucio que deba referirme, no a la acusación o desafuero del Intendente de Colchagua, cuyo texto no conozco, sino a mi asistencia a ese acto.
Yo conocía al señor Baraona. Tuve oportunidad de hablar con él hace algunos años, con ocasión de una lucha de carácter electoral. Tuvo conmigo una extraordinaria cordialidad. Jamás me dio la impresión de que me tratara en forma apatronada. Por el contrario, lo encontré un poco sumiso, agradable, amistoso, cordial. Me habló de la elección y me dijo que, a su juicio, en esa provincia, no obstante que había algunas dificultades, las cosas podrían darse bien. Así, por intermedio de él, con motivo de las giras, fui conociendo al resto de la familia. Por eso, me sentí impulsado a cumplir un deber ciudadano. Soy un hombre que tiene clara conciencia de su ubicación en la vida. Sé, como antes lo expresara, quiénes son mis antepasados. Recuerdo hasta mis abuelos, porque los hombres del pueblo no sabemos más allá. Antes de los abuelos, la noche. Pero porque entiendo lo que es la gratitud, fui a saludar en la hora de la amar gura a una familia que había sido víctima de un atropello. Leí en la prensa que un día habían entrado al fundo en unas camionetas, en unos "jeeps". No me detuve mucho en la información. Estamos ya un poco acostumbrados a leer que todos los días se toman este fundo, asaltan al de más allá, etcétera. Dejo constancia de que no me quejo por causa propia. Con mi familia tenemos un fundo del que creo que me corresponde una sexta parte. Para desanimar a algunos señores Senadores, debo aclarar que no deben de ser más de 40 hectáreas, ni una hectárea de unidad básica. Las di por perdidas, de modo que si la CORA cree conveniente quitármelas, no me dará ni frío ni calor. Desde que uno puede observar la filosofía que inspira a los Senadores y funcionarios de Gobierno, debe estar dispuesto a que le pase cualquier cosa. Un día me robaron aquí, en la oficina, una máquina fotográfica y nueve o diez expedientes. Le tenía amor a la máquina fotográfica, que era bastante buena. Me la habían regalado en Alemania, que es famosa por fabricar buenos lentes. Al parecer, no encontraron lo que andaban buscando. Habían escuchado que la máquina fotográfica contenía una película que capté de un choque de un automóvil Merceder Benz. Oyeron "Mercedes Benz" y "fotografía", y pensaron que yo tenía la película del choque del automóvil del General Schneider. Así, al menos, lo dirá cierta prensa en algunos días u horas más. La película no apareció nunca. Y si no aparece, naturalmente que la imaginación enferma de algunos dirá que ese rollo contenía pruebas irrefutables del trágico suceso acaecido en nuestro país. Se dejarán caer responsabilidades, así al barrer. A todos se nos quiere meter en el hecho delictivo. No les importa nada. Lo dicen con la frialdad más trágica: "Vinculado al crimen de Schneider". Es la preparación del clima a que me referí.
Más tarde, una semana después, entra ron a mi casa; no al fundo, sino a la casa que tengo en Santiago. Para los in quietos, debo decir que tengo una casa aquí que adquirí por intermedio de la Caja Nacional de Empleados Públicos y Periodistas. De ella obtuve un préstamo, y otra parte del dinero me lo facilitó mi padre. No puedo acudir a su testimonio, porque está muerto. Pues bien, asaltaron mi casa. Uno de los asaltantes baleó a mi hija a cuatro metros de distancia. Mala puntería. La niña se tiró al pasto, gritó y arrancó, se prendieron las luces. Yo llegué un cuarto de hora más tarde. ¿Qué pasó? No lo sé. Porque soy un hombre honrado, nunca he dicho que fue un asalto político. Tampoco he afirmado, porque no tengo antecedentes para hacerlo, que el robo de la máquina fotográfica y de los expedientes haya tenido un móvil político. Repito que soy honrado, y no podría decir una cosa distinta de la verdad. De tener dudas, las tengo. ¡Qué diferencia con la formación espiritual de estos grupos de asaltantes, que inventan las cosas más increíbles para justificar sus crímenes!
Como decía, fui al funeral del señor Baraona y escuché los discursos...
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