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- rdf:value = " El señor VON MÜHLENBROCK.-
Señor Presidente, Honorable Senado, todo Chile vibró ante la dramática acción del VOP contra el Cuartel de Investigaciones, que costó la vida a tres de sus mejores funcionarios.
¿Quiénes fueron ellos?
Mario Marín Silva, subinspector, de 43 años de edad, había ingresado al servicio en 1953. Casado con Riña Flores Arata, sin hijos. Marín Silva llegó a la policía después de cursar 5º año de humanidades, sirviendo en sus 18 años de labor funcionaría en diversas unidades. El miércoles de la tragedia, mientras prestaba guardia en la puerta del cuartel, formaba parte de la dotación del Departamento de Informaciones, a donde había sido transferido en noviembre de 1966.
Carlos Antonio Pérez Bretti, detective cuarto, de 27 años de edad, había ingresado al servicio hace sólo tres años y medio. Después de cumplir con el curso de adiestramiento en la Escuela Técnica de Investigaciones, fue designado a la Primera Comisaría Judicial, donde servía en la actualidad.
Tanto Mario Marín como Carlos Antonio Pérez fueron calificados por la jefatura de este servicio como funcionarios de alto rendimiento. Esta aseveración la comprueban su hoja de servicios y sus últimas calificaciones.
La otra víctima fue Gerardo Enrique Romero Infante, detective primero, de 30 años de edad, quien libró con vida pese a los diez impactos que recibió de una de las ráfagas de ametralladora. Falleció posteriormente. Era padre de dos hijos: Enrique Alejandro, de cuatro años de edad, y Ana Margarita, de uno. Estaba casado con Tunelda Soto Cerda. Perteneció a la Tercera Comisaría Judicial. Al igual que sus compañeros antes mencionados, su calificación había sido óptima.
Mi partido, el Partido Nacional, ha sentido como propia esta tragedia y ha querido expresar su opinión ante tan luctuosos hechos, todos ellos capítulos de un solo doloroso proceso del desenvolvimiento histórico nacional.
¿Cómo hacerlo con altura, con emoción? Porque hechos como la tragedia de Investigaciones, provocada por el VOP, los contempla el país con amarga inquietud, sin atinar a comprenderlos, sin explicárselos. Toda una nación teme por sus destinos.
El Honorable señor Olguín expresó en el homenaje a don Edmundo Pérez Zujovic un concepto que quiero recoger:
"Se odia a los vivos, se enaltece a los muertos, después el tiempo lo borra todo."
Creo que en mis palabras de hoy no impera el oportunismo ni una bella, pero triste, tradición parlamentaria. El acto de hoy forma parte del debate que la tragedia provocó en el Honorable Senado.
Ni el olvido ni el tiempo borrarán fácilmente la etapa de crisis, disyuntiva y destino que vive la República en este sangriento y fatídico mes de junio de 1971, aureolado por la sangre, por la muerte y por el furor de los elementos naturales.
¿Cómo hacerlo, entonces?
Hace años leí un artículo de un periodista chileno, Alberto Baeza. Me impresionó una elocuente comparación que hizo, basado en la admiración que por América Latina experimentaba Paul Valery. Deseo recordarlo ahora, porque me parece el marco adecuado.
El notable escritor francés dirigió cierta vez un mensaje a América Latina, atraído por nuestras bellezas, por nuestra historia, por nuestro destino, por lo que de esperanza teníamos para el mundo. Dijo el poeta:
"Abrigad el convencimiento de que sois para nosotros los testigos de lo que fuimos y los conservadores de nuestra tradición de arte, poesía y cultura superior y noble. Sois nuestra esperanza, amigos de América Latina."
Y en plena segunda guerra mundial, cuando Europa se hundía en una vorágine de sangre, muerte y desintegración, escribió a América Latina este segundo mensaje:
"Evocadnos a nosotros que, en esta Europa en ruinas, entregada a las llamas, la miseria y la devastación, tratamos de salvar algunos fragmentos de los bienes de más valor y algunos de nuestros tesoros intelectuales de pensamiento y energía creadora."
Entonces, fuimos testigos, personeros llamados por el destino a salvar los valores espirituales de la vieja Europa, mejor dicho, los valores de Occidente, de la civilización occidental cristiana.
En pleno derrumbe de Europa, con Europa en sombras, abatida por el odio fratricida, por los torrentes de sangre y por el exterminio de millones de seres humanos, Valery profiere su grito lastimero:
"Evocadnos a nosotros, los que tratamos de salvar algunos fragmentos de los bienes de más valor, de nuestros tesoros dé pensamiento y energía creadora."
Pasó la guerra. Volvió la paz. Corrieron los años. ¿Qué es ahora Europa? ¿Qué índices de progreso exhibe hoy la vieja madre de nuestra civilización occidental?
No son para citarse, pero mencionaré algunos: Parlamento Europeo, Comunidad Europea de Naciones, Mercado Común, Concilio Ecuménico para unir las religiones, reconstrucción, ocupación plena, alto nivel de vida como nunca concibió el hombre. No vale la pena agregar más.
¿Y América Latina? ¿Cómo nos vieron? ¿Cuánto esperaban de nosotros? ¿Qué éramos para la humanidad? Gigante reserva de todos los valores de la especie, prolongados al infinito. Creadores de un alma nueva, de un hombre nuevo, de un destino nuevo, depurado de todo aquello que significó la guerra, el fratricidio, la caída de la vieja madre Europa. Estamos mirando a un abismo. Estamos frente al abismo.
Ya lo dijo Nietzsche en su pensamiento torturado: "No es la altura lo terrible. Lo terrible es la pendiente.
Al igual que el filósofo alemán, tengo angustia por mi patria, por el trágico proceso que vivimos. Porque ayer fue Pérez Zujovic, el mártir, el Ministro, el estadista. Antes, fue Schneider, Comandante en Jefe del Ejército, General nuestro, soldado. Luego, fueron Luis Fuentes Pineda, cabo de Carabineros; Luis Armando Cofre López, cabo de Carabineros; Tomás Gutiérrez Urrutia, carabinero. ¡Soldados, hombres de armas, defensores de la República!
Ahora son Mario Marín Silva, subinspector de Investigaciones; Carlos Antonio Pérez Bretti, detective cuarto, y Gerardo Enrique Romero Infante, detective primero. ¡Soldados, soldados, de la patria!
Un General de Ejército Schneider, tres hombres de Carabineros y tres hombres de Investigaciones. Siete soldados de mi patria, para usar la acepción más noble y más alta del concepto. Porque el Ejército, Carabineros e Investigaciones son garantía del derecho, del orden, de la continuidad institucional de nuestra patria; son depositarios del Código de Honor de la institucionalidad de Chile.
Se han roto dos imágenes: una, Pérez Zujovic, un político; la otra, Ejército, Carabineros e Investigaciones.
Todos ellos fueron asesinados a traición, golpeando el corazón de la República; y no sólo despreciando la vida y la dignidad humanas, sino buscando finalidades sombrías que la chilenidad menosprecia y repudia.
¿Qué justifica la inmolación de estas vidas, el dolor y el luto, las lágrimas, la desolación y la orfandad de tantos hogares? ¿Es un hecho común, como un accidente de tránsito, por ejemplo? ¿No se está conmoviendo la base misma de las instituciones republicanas? ¿No es un hecho insólito y extraño a nuestras normas de convivencia, a nuestras costumbres, a nuestra imagen e idiosincrasia? ¿No es extraño a lo que nos sentíamos nosotros los chilenos y a lo que nos creen quienes están más allá de nuestras fronteras?
Por eso, he recordado la visión de Paul Valery y la pendiente fatídica que definía Nietzsche.
Rodamos por la pendiente. Estamos cayendo. .. bajando de nivel moral... dejando de respetar los valores espirituales.
El periodista Alberto Baeza escribió una frase que tiene un inmenso eco: "No hay que temer a la fuerza del átomo, sino a la fuerza del hombre ciego, que es mucho mayor".
Esta sentencia me impresionó profundamente, y por eso la guardé entre mis anotaciones.
La fuerza del hombre ciego supera a la energía pavorosa de la explosión del núcleo, aquella que destruye los astros. Porque se puede ser ciego de los ojos y ciego del alma. Y a esa segunda ceguera es a la que debemos temer: las de las almas que se cierran a la luz, a la claridad del bien, que no concurren al milagro del amor, que no reaccionan a la tolerancia, a la fraternidad y al diálogo, ni a la superación que es la controversia o la lucha apasionada por los ideales. Y el odio distorsiona el espíritu cambiando en negativa la capacidad creadora de la especie.
Estamos viviendo una etapa de odio y habremos de vencerla, superarla y dejarla atrás. Es nuestra tarea, la tarea de todos los que amamos la dignidad del hombre y creemos que el espíritu se alza sobre la materia; superarla en homenaje a los caídos, a los inmolados, a los mártires del odio.
Han caído un político y siete soldados de la patria.
Quiero expresar mi homenaje, el del Partido Nacional, el de los Senadores de estas bancas, a los tres heroicos soldados de Investigaciones; a estos jóvenes servidores de Chile, que tenían hogar, esperanzas, fe en su corazones, que hicieron del deber un culto. Sus vidas, su sangre, su muerte, enaltecen al Servicio de Investigaciones, afianzan su tradición de honor, expanden la gratitud que les debe la patria.
Señor Presidente, Honorable Senado: hay un bello poema de Osear Wilde que se puede aplicar a Chile y a las horas amargas que vivimos:
"Un día los hombres quisieron que un artista esculpiera la estatua del placer que dura un instante, para perpetuar el minuto maravilloso del deleite a que puede llegar un ser humano.
"Y el escultor forjó su estatua, y era tan terrible, evocativa y real, que las multitudes se estremecieron al verla, porque al contemplar la estatua del placer que dura un instante, el corazón era oprimido por la angustia.
"¿Qué metal habéis empleado, le preguntaron, para vaciar esta imagen, que no es lo que nosotros queríamos? Un solo metal, respondió el artista, el único con que se podía esculpir la estatua del placer que dura un instante: con el metal de la estatua del dolor que dura toda una vida."
El poema habla por sí solo.
No troquemos nosotros, los chilenos, nuestras tradiciones, nuestra alma, nuestro ser, nuestro destino, nuestra fraternidad, nuestra dignidad y convivencia democrática por el minuto efímero del placer de destruir lo que somos, lo que estamos llamados a ser por mandato de la historia.
El dolor y emoción del pueblo, el sacrificio brutal de tantos nobles servidores, el homenaje y las frases que aquí se pronuncian tienen que tener un contenido y llevarnos a encontrar un camino. Sabemos que marchamos al borde mismo de un abismo y que existen quienes trabajan por lograr el enfrentamiento fratricida.
Nuestros sentimientos, entonces, cuando acompañamos al Servicio de Investigaciones en su duelo, es lograr la pacificación y la comprensión, para no vivir después la tragedia, para no rodar por la pendiente, para constituir una esperanza y lograr el bien común: la construcción de una sociedad ennoblecida por el ejercicio pleno de la dignidad del hombre..
Lleguen al Servicio de Investigaciones y a su personal el sentimiento y la adhesión del Partido Nacional, que reconoce plenamente sus sacrificios y su lealtad a los principios fundamentales que forman el patrimonio espiritual de Chile.
Los Senadores de estas bancas nos inclinamos reverentes ante el holocausto de Mario Marín Silva, Carlos Antonio Pére? Bretti y Gerardo Enrique Romero Infante, mártires del cumplimiento del deber y del honor de Investigaciones.
A las distinguidas familias de estos nobles funcionarios, nuestra más emocionada condolencia. .
A pedido especial, presento también al Servicio de Investigaciones, a los tres mártires y a sus distinguidas familias, el homenaje, la adhesión y las condolencias de los Senadores de la Democracia Radical.
He dicho.
"