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- rdf:value = " El señor TEITELBOIM.-
Como es de conocimiento público, el domingo pasado se efectuó la elección complementaria para designar un Diputado por la provincia de Valparaíso, en reemplazo de nuestra ex colega fallecida, Graciela Lacoste.
El resultado favoreció, como todos saben, al candidato Oscar Marín, apoyado por la Democracia Cristiana, el Partido Nacional y la Democracia Radical.
Me permito recordar que en la sesión del Senado del 6 de julio último usé de la palabra y, entre otros problemas, traté el de la campaña electoral de Valparaíso. Por ser expresiones dichas doce días antes del comicio, creo que no resulta ocioso evocar algunos de los conceptos emitidos entonces.
Recordé el 6 de julio en esta Sala que estuvimos un tiempo en Valparaíso, donde fuimos a trabajar, como la gran mayoría de los parlamentarios comunistas y de la Unidad Popular, por nuestro candidato a Diputado por esa provincia, el compañero socialista Hernán del Canto, Secretario General de la Central Única de Trabajadores.
En esa ocasión expresé textualmente: "Me empapé o me sumergí en ese clima electoral. Y allí también encontré que esta falta de comprensión real del problema básico se ha convertido en una nota dominante. Por ejemplo, se hace girar la campaña, especialmente por el comando del doctor Oscar Marín, en torno de personas y de conceptos geográficos o locales. Se dice que el doctor Marín es un hombre de Valparaíso y que Hernán del Canto sería afuerino. Considero que esta forma de análisis es francamente pueril y que nada tiene que ver con el fondo de las cosas. El doctor Marín nació en Iquique. No sé de qué lugar es natural Hernán del Canto; pero eso no tiene ninguna importancia, porque si nos guiáramos por este criterio, el valor de las personas estaría determinado por el sitio donde sus madres dieron a luz, con desconocimiento absoluto de su talento, de su real disposición de servicio social, de su trayectoria. "
Chauvinismo de patria, chica.
Recordé que en todas partes del mundo nacen personas de distintas calidades y que, por lo tanto, el criterio geográfico para definir a una persona es completamente anticientífico e irreal, y sólo persigue exaltar cierto "chauvinismo" de patria chica que no me parece la mejor manera de elevar el tono y la discusión en el ámbito político.
Agregué entonces que tampoco estábamos de acuerdo en hacer de la persona del candidato un tema central de argumentación, "porque, al fin y al cabo, lo que interesa en Valparaíso, y por lo cual se está librando esta batalla, es conseguir un objetivo de índole político nacional, pues en última instancia, que la Democracia Cristiana o la Unidad Popular tenga un Diputado más, no significa ningún cambio en la correlación de fuerzas en la Cámara". No quita ni pone rey. "Quedará igual. Pero allí, infortunadamente, esta campaña se ha convertido en una campaña contra el Gobierno por parte de la directiva de la Democracia Cristiana, que va aliada con el Partido Nacional y con la llamada Democracia Radical. "
También deseo recordar que en el discurso que pronunció a continuación del mío el Honorable señor Fuentealba, aquí presente, él manifestó estar de acuerdo en los planteamientos sobre esta materia, con lo expresado por mí. Su Señoría estimó que en la campaña de Valparaíso las personas de los candidatos eran efectivamente secundarias, y que la campaña tenía una significación más profunda. Tampoco concedió el relieve que pretendió dar la propaganda del doctor Marín a los factores geográficos o localistas.
Bien, señor Presidente; la campaña ha pasado y, a mi juicio, conviene, especialmente por parte de los hombres responsables de la Unidad Popular, que perdió la elección, hacer una reflexión acerca de ella.
Sentido social y de clase de la elección.
En primer término, deseo recordar que dentro del total de la provincia, Hernán del Canto triunfó ampliamente en las mesas de varones. Obtuvo 74. 041 votos, y el señor Osear Marín, 61. 538 o sea, Del Canto aventajó en los registros de varones a Osear Marín por más de 12 mil votos. Pero, a su vez, perdió en los de mujeres, porque el doctor Marín obtuvo 80. 091 votos, y Del Canto, 63. 002; vale decir, la ventaja de 17 mil votos que tuvo Marín en los sectores femeninos le dio la victoria final.
Pero también quiero señalar que dentro de las distintas comunas hubo votaciones diversas que revelan claramente el sentido social, económico, de clase que revistió esta elección.
Si, para los efectos de una simple comprobación, nosotros restamos, del total de 137. 043 votos que obtuvo el candidato Hernán del Canto, los de la Comuna de Viña del Mar, resulta que él logró poco más de 112 mil sufragios. En cambio, el doctor Marín, que alcanzó en suma 141. 629, obtuvo en Viña del Mar 33 mil, o sea, casi 8 mil votos más que el señor. Del Canto. Y la diferencia total entre los dos candidatos alcanzó a 4 mil votos. Es decir, Viña del Mar fue la comuna que cambió el resultado electoral.
Dos factores gravitantes.
Como es lógico, hicimos esta operación aritmética meramente con fines de análisis de estratos sociales y de sectores económicos. En él resaltan dos factores esenciales: Viña del Mar dio el triunfo al doctor Marín, y probablemente el sector de mujeres, especialmente, inclinó la victoria a favor del candidato de la Democracia Cristiana, del Partido Nacional y de la Democracia Radical.
De ello, pueden deducirse dos conclusiones claras: primero, la insuficiencia del trabajo de la Unidad Popular en los sectores femeninos mayoritarios, problema que ha afectado históricamente a la Izquierda desde hace mucho tiempo. A pesar de que ella fue la primera en plantear la necesidad del voto femenino, la verdad es que ha debido pagar un notorio tributo cívico del cual no podemos arrepentimos, porque, como es evidente, la votación de la mujer es absolutamente indispensable dentro de una democracia.
Pera la mujer comienza su ejercicio político en Chile hace poco más de 20 años; por lo tanto, llega atrasada a la actividad electoral y social, porque durante siglos fue recluida, conforme al viejo concepto germánico medieval de "las tres K", especialmente a la cocina, los niños y la iglesia. Se pensó que el hombre era de la calle y la mujer, de la casa, y que atentaba incluso contra principios morales que la mujer se dedicara a la política y tuviera participación social activa.
Ni recriminaciones ni remordimiento.
Ese fue el concepto tradicional predicado por sectores retardatarios.
Sobre la mujer operan con más fuerza los impactos emocionales: los llamados a la seguridad, las imágenes terroríficas respecto de la suerte de la familia y de sus hijos. Y en razón de eso ya se produjo en Chile el hecho de que, en el año 1958, en los comicios presidenciales en que compitieron Jorge Alessandri, Salvador Allende, Eduardo Frei, Luis Bossay y Antonio Zamorano, ganara Salvador Allende en los registros de varones y perdiera por la votación femenina la Presidencia de la República.
Nada más lejos de nosotros que la recriminación, el remordimiento o el afán de volver atrás las páginas de la historia, pensando que el voto femenino es un error. Por el contrario, estimamos que es una gran prueba y un desafío inevitable: el Movimiento Popular debe afrontar con entereza y profundidad la integración de la mujer, junto al hombre, a la comprensión exacta de su condición social, de su situación de clase y, por lo tanto, de una ubicación política coherente y coincidente con la de su compañero, con la de sus hijos, con la de los varones del grupo familiar y de su clase.
Ese es el primer concepto que deseo precisar.
Una conciencia esclarecida entre las mujeres.
Y, por cierto, el Movimiento Popular debe mejorar inmensamente su trabajo para demostrar que no constituye amenaza alguna para la familia ni para los niños, y la mujer puede tener la más plena confianza en que el nuevo régimen acaba con los privilegios, como se ha dicho mil veces, salvo con un privilegiado: el niño. Y lo ha demostrado fehaciente y concretamente a lo largo de los ocho meses de Gobierno del Presidente Allende.
Por lo tanto, quiero dejar bien en claro que, para nosotros, los resultados de la elección de Valparaíso nos imponen la obligación de insistir de manera mucho más profunda en formar, dentro de las masas femeninas, una conciencia más honda y esclarecida, de preocupación más viva, por los problemas que afectan a la madre y al niño, y también por destruir las falsas imágenes con que se trata de aterrorizar y muchas veces se consigue espantar a sectores muy apreciables de mujeres chilenas.
El segundo problema en que deseo insistir es el carácter social, económico, de clase que revistió en forma determinante dicha elección.
Las dos Viñas del Mar.
Por un lado estuvo una mayoría de pueblo, de clase obrera, que votó en inmensa proporción por el candidato de la Unidad Popular. Por el otro, los sectores de la Derecha reaccionaria clásica de este país; estratos medios que todavía se encuentran bajo la presión de concepciones equivocadas respecto de la Unidad Popular, a la que consideran un peligro para ellas, y grupos sin filiación clara, inclusive de pueblo, que en Valparaíso han sido particularmente fuertes.
Hice mención del resultado de la elección en Viña del Mar. De no haber sido por él repito, el veredicto final habría sido distinto, y el ganador sería Hernán del Canto.
En un análisis espectral, ello revela que la elección tuvo también el carácter de un enfrentamiento de clases. Viña del Mar fue, pues, clave en la victoria del doctor Marín.
Estuvimos en dicha ciudad y vi formarse de nuevo la alineación cerrada de los sectores del privilegio que han hecho de Viña del Mar, comuna contradictoria, esencialmente y por antonomasia, la ciudad elegante y lujosa del país.
No es ningún misterio que Viña del Mar es un balneario suntuoso, para multitud de ricos del país, que han trasladado allí su inscripción electoral.
Sin embargo, tampoco puedo olvidar que esa comuna tiene otro rostro: la cara multitudinaria del pueblo, de la gente que vive en Forestal Alto, en Santa Inés, en Achupallas, en Gómez Carreño, y que son los obreros, los empleados, los pobladores modestos de esa comuna dominada por los círculos pudientes.
La triste filosofía de los pobres como lunar.
Cuando fui Diputado por la provincia de Valparaíso, pude advertir incluso, por parte del municipio local, la conducta y la filosofía pragmática, discriminatoria y aristocratizante de quienes querían hacer de Viña del Mar la playa distinguida por excelencia, atractiva para el turista extranjero que viniera a dejar divisas al país y para quien la contemplación de las poblaciones "callampas" era una especie de feo lunar anticomercial, el que, por lo tanto, debía ser excluido. Los trabajadores, las familias modestas, se defendieron; pero, en general, fueron relegados a los cerros más distantes. Y Viña del Mar, especialmente por la falta de terreno plano en Valparaíso, se ha convertido, sobre todo en las zonas altas, hacia el Norte, en un sector dormitorio de obreros y empleados que laboran en esta última ciudad, fenómeno que se extiende tierra adentro, por Quilpué, Villa Alemana, hasta Limache, lo cual obliga a muchos trabajadores a hacer todos los días largos viajes de ida y regreso.
Pero yo vi la hora del desquite pintada en los rostros de muchos millonarios que, habiendo conseguido en la elección de Valparaíso esa alianza sagrada con la cual soñaron lograr que la Democracia Cristiana fuera junto a la Derecha y a la llamada Democracia Radical, creyeron llegado el momento de detener el avance del Gobierno, dándole a los últimos comicios una proyección más que provincial y trasladándola a un plano de significaciones e implicancias nacionales.
Las comunas populares.
Por lo tanto, quiero decir que en este proceso se advierte un signo claro de clases. Y si analizamos los resultados de las diversas comunas, vemos que en Las Zorras, en la primera comuna, Hernán del Canto obtuvo una amplia victoria en el registro de varones, la que fue mayor aún en la tradicional segunda comuna, de portuarios: la de Cordillera. Lo mismo aconteció en Barón, donde el candidato de la Unidad Popular, en el registro de hombres, logró un triunfo holgado. Y esto sucedió en todas las comunas donde los trabajadores son mayoría, donde éstos tienen una tradición política. Tal es el caso de La Calera, comuna en la que Hernán del Canto obtuvo, en el registro de varones, 3. 583 votos, contra 1. 661 del doctor Marín; o sea, más que duplicó la votación de éste en una zona eminentemente trabajadora. Lo mismo sucedió allí en el registro de mujeres, donde el candidato de la Unidad Popular logró 2. 823 votos, contra 1. 928 de su oponente. Esto demuestra que cuando se hace un buen trabajo en los sectores femeninos, éstos responden e identifican sus intereses con los de sus compañeros, con los de los hombres de sus familias. Él triunfo del candidato de la Unidad Popular fue más resonante aún en la comuna de Nogales, zona típicamente minera: Hernán del Canto obtuvo 2. 316 votos en el registro de varones, contra 893 del doctor Marín; vale decir, en ese registro el candidato de Gobierno casi triplicó la votación de su contendor. Y la votación de las mujeres de esa zona reciamente proletaria también favoreció al candidato de la Unidad Popular, que obtuvo 1. 523 votos, contra 825 del doctor Marín, o sea casi el doble.
Estas reflexiones, que giran en torno de los dos problemas indicados, me parecen reveladoras de la significación político social y también de la definición de pueblo y antipueblo, de Izquierda contra Derecha que se planteó claramente allí como frontera divisoria, en la elección.
No hubo cambio en la correlación de fuerzas.
Por otra parte, debemos decir que el resultado de los comicios últimos no significó un cambio visible en la correlación de fuerzas. Este se produjo, sí, entre el 4 de septiembre de 1970, día de la elección presidencial, y el 4 de abril de 1971, fecha de los comicios municipales en todo el país.
El 4 de septiembre de 1970 el resultado en Valparaíso fue el siguiente: la primera mayoría la consiguió Radomiro Tomic, con 102. 472 votos, o sea, 33,2% de la votación; el segundo lugar lo obtuvo Salvador Allende, con 101. 127 votos, es decir, 32,8% de la votación; y el tercer puesto fue para Jorge Alessandri Rodríguez, con 100. 336 votos, o sea, 32,5% de la votación. En el hecho, la elección se dividió en tres tercios casi iguales matemáticamente, con una levísima ventaja para el candidato de la Democracia Cristiana, señor Tomic; en segundo lugar el señor Allende y, por último, el señor Alessandri. En abril, apenas siete meses después de la elección presidencial, la Unidad Popular saltó, de 101. 127 votos que obtuvo Salvador Allende en Valparaíso, a 146. 822 votos; o sea, en cuanto al porcentaje, pasó de 32,8% a 48,3 %. Fue un avance espectacular. El domingo, la Unidad Popular conservó esta cifra e, incluso, experimentó un pequeñísimo aumento al subir, del 48,3% del mes de abril, al 48,51%. Vale decir, el cuadro político no ha cambiado esencialmente.
Deducciones carentes de palidez.
Si sumamos los porcentajes que obtuvieron las fuerzas de Radomiro Tomic y las que apoyaron al señor Alessandri hace ocho meses, tenemos el 65% de la votación. Hoy día, esas fuerzas obtienen con el señor Marín el 50,14%, es decir, bajan respecto de la elección presidencial en 14 %; en cambio, los del señor Del Canto suben en un 15% en relación con lo obtenido en la elección presidencial última.
La elección de Valparaíso no supone ningún cambio en la correlación de fuerzas. Por lo tanto, carecen de toda validez las deducciones hechas por ciertos dirigentes ultrarreaccionarios, en el sentido de que ella significa una especie de mandato que la opinión pública no dio para pedir al Gobierno que abandone, mitigue o suavice el cumplimiento del programa o que claudique de él, respecto de los puntos que afectan a los intereses de los grupos oligárquicos. Lo decimos porque durante la campaña, que fue sumamente apasionada, los publicistas del doctor Marín, y en especial los de la Democracia Cristiana, no atacaron las medidas fundamentales del Gobierno Popular, como la nacionalización del cobre, que, por otra parte, contó con el apoyo de la Democracia Cristiana y tuvo aprobación unánime en el Congreso Pleno; ni tampoco las relacionadas con los bancos ni los monopolios. Asimismo, no se hicieron críticas respecto de la Reforma Agraria. Los ataques fundamentales al Gobierno se enfilaron a acusarlo de atizar el odio y la violencia. Trataron de crear una imagen falsa, porque esto no corresponde a la realidad.
El convidado de piedra,
A su vez, nosotros debemos decir que en el último tramo de la campaña intervino un personaje que, a mi juicio, varió el sentido de ella y el fondo del pensamiento de muchos electores, como una especie de corriente soterrada. Ese personaje, convidado de piedra que nadie invitó y que entró de súbito al escenario político, fue el terremoto.
Estimo que el movimiento sísmico influyó la conciencia de mucha gente, porque reemplazó un pensamiento político frío y sereno por un clima emocional, muy aprovechado por la propaganda de la Democracia Cristiana. Porque el problema se presentó con ribetes simples y dramáticos. En realidad, esa elección se celebraba a nueve días de un sismo que en Valparaíso y Viña del Mar fue devastador y más destructivo de lo que parece a simple vista al caminar por las calles del Puerto o del balneario viñamarino. Porque destrozos se ven en ambas localidades; porque los escombros se divisan sobre las veredas de muchas calles; porque la torre de la Catedral se vino abajo; porque hay taxis aplastados por los desplomes. Pero esto es muy poco en comparación con los daños que, en jerga periodística, han inducido a calificar al sismo como "terremoto hipócrita", porque sus consecuencias fueron mayores de puertas adentro que de puertas afuera. De tal manera que cuando uno entra a muchas casas cuyas fachadas están intactas, en su interior vemos muros cuarteados; se advierte la ruina inminente y aterrorizante en una zona como ésa, donde el terremoto fue seguido por una larga serie de réplicas sísmicas, que continuaron hasta el día de la elección y siguen todavía, porque a cada rato tiembla en Valparaíso y Viña.
Ojos y oidos para su propio drama.
Todo esto creó un clima en que la gente veía, por cierto, su daño, su dolor, y no dejaba de tener razón, aunque sea más instintiva que consciente. Y políticamente muchos pensaron en función del agua que faltaba o de la ayuda que requerían.
El Gobierno ha hecho virtuales milagros de esfuerzo, de tesón y de rapidez, para ir en auxilio de los damnificados. Y sigue haciéndolos, porque no es que lo haya hecho antes de la elección y lo olvide después, sino que seguirá manteniendo esta conducta que constituye su deber. Pero debemos decir, por ejemplo, que se produjo la ruptura en los tubos de agua de la captación de Las Vegas, cosa que también ocurrió en el terremoto de 1965, bajo el Gobierno de Frei. En esa época durante 45 días se tuvo a gran parte de la población sin este elemento indispensable.
El señor FERRANDO (Vicepresidente).-
¿Me permite, señor Senador? Ha terminado el tiempo de Su Señoría.
En el tiempo del Comité Demócrata Cristiano, ofrezco la palabra.
El señor PRADO.- Pido la palabra, señor Presidente.
Aun cuando han pasado pocas horas desde la elección de Valparíso, era inevitable que se produjeran interpretaciones quizás demasiado rápidamente sin pesar suficientemente el significado del hecho y sin analizar sus consecuencias en el plano en que, a nuestro juicio, debería hacerse, para que el acto eleccionario representara una experiencia útil para el país y para que quienes hablan en nombre del Gobierno o de la Unidad Popular no se limitaran a una suerte de rosario de raciocinios, tendientes todos a demostrar o que no perdieron, o que dicha elección no tiene ninguna importancia o que quienes votaron por el doctor Marín eran todos ricos y los que lo hicieron por el señor Del Canto eran todos pobres, argumentos todos...
El señor TEITELBOIM.-
¡Que nadie ha hecho...!
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