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- rdf:value = " El señor OCHAGAVIA.-
Señor Presidente, Honorable Senado:
Después de haber visitado durante cuatro días la provincia de Aisén, afectada por uno de los accidentes telúricos más graves que conoce la historia del país y que tiene a los habitantes de esa provincia sumidos en angustia por la situación que viven y por su futuro, me siento obligado a dar a conocer a la opinión pública del resto de Chile la magnitud de la catástrofe que ha significado la erupción del volcán Ventisquero, ubicado al sur de Puerto Aisén y Coihaique.
En un principio, la erupción fue atribuida al volcán Hudson. Pero, en realidad, es el volcán Ventisquero, que se encuentra más al norte del anterior, el que entró en erupción el jueves 12 del presente y que desde esa fecha hasta el día de hoy despide en forma ininterrumpida una masa incalculable de arena, ceniza y humo, más toneladas de lava que cubrieron el valle del río Huemules.
Cuando recibí las primeras noticias de la catástrofe llamé a Aisén y después quise tomar contacto con el Ministro del Interior. Esto último fue el lunes 16, el mismo día en que dicho Secretario de Estado intentó llegar a la zona con el objeto de conocer la magnitud de la tragedia. El martes 17 me propuse trasladarme a Aisén, pero por desgracia el avión canceló el viaje por condiciones climáticas, y sólo pude llegar el miércoles 18, siendo el primer Senador en hacerlo. A mi arribo en el avión Caravelle de LAN, pude apreciar, mediante los instrumentos del avión, que la enorme columna de ceniza, humo y arena tenía una altura de más o menos quince mil metros y cubría un espacio como masa de unos cincuenta kilómetros. Me refiero a una "masa" porque todo ese material volcánico ha sido trasladado hasta 500 kilómetros de distancia, hasta la costa de la vecina República Argentina, en el Oriente.
Decía que desde el jueves 12, el volcán Ventisquero no ha dejado de lanzar material. Los vientos dominantes en la zona, al igual que un remolino, un día soplan hacia el Este, al día siguiente hacia el Oeste, y también hacia el Sur y Norte. Es así como todos los esfuerzos por llevar animales a algunas zonas que estén liberadas de la acción del volcán son infructuosas, se pierden por el efecto de los vientos cambiantes.
El valle más afectado por la acción del volcán ha sido el del río Huemules, que fue barrido por la lava, que arrastró consigo toneladas de nieve que se derritió desde el cráter. Ese valle, de sesenta kilómetros de longitud por tres o cuatro kilómetros de ancho, quedó reducido absolutamente a la nada. Tres metros de lava, nieve y fango están depositados en el lecho de lo que fue el valle del río Huemules, después de haber atropellado a su paso casas, animales y campos.
En ese valle encontraron la muerte por lo menos cinco personas. Tuve ocasión de conversar con el padre y la madre de las dos pequeñas que prácticamente fueron arrebatadas de la mano de aquélla en el momento en que el torrente de lava corría por el valle. Como es natural, esa mujer, que se encuentra en el hospital de Puerto Aisén, está síquicamente traumatizada por la tragedia que le tocó vivir.
Me entrevisté con todos los pobladores del valle del río Huemules, los que perdieron sus terrenos, el trabajo de decenas de años, y que en este momento reclaman del poder público la posibilidad de volver a empezar. Así es la gente de Aisén, ésta es la fortaleza de los hombres que han colonizado esa zona de la Patagonia chilena.
Quiero esta tarde, junto con señalar algunos de los hechos que pude constatar, poner el acento en la fortaleza de los hijos de Aisén; destacar que en el valle de Alto Río Ibáñez, donde 500 pobladores fueron víctimas de un verdadero aluvión de arena, ceniza y humo -viví el día viernes junto ellos- sólo quedaron los hombres para tratar de salvar sus animales, después de haber sido evacuados sus familiares, en porcentaje importante. Ahí pude captar cómo esa gente se mantiene con su fe, con su fortaleza, cuando está viviendo momentos de incertidumbre, sin saber si el día de mañana seguirá existiendo. Para darse cuenta de ello, hay que haber estado cerca del volcán, viajado por toda la provincia de Aisén, llegar a Balmaceda, a más de un centenar de kilómetros de la erupción, ver la pista cubierta por una capa de ceniza y cayendo sobre ella una lluvia permanente que impedía la operación de aviones, por el peligro de que las turbinas se atascaran con la arena. Ver despegar el avión de LAN era un espectáculo dantesco. Llevaba detrás de las turbinas un torrente de humo, ceniza y arena que hacía de ese espectáculo algo nunca visto.
Tuve ocasión de sobrevolar, a no más de un centenar de metros, el cráter del volcán Ventisquero en plena erupción. Fue una experiencia que no olvidaré mientras viva. En un avión de la Fuerza Aérea, en compañía de personal de la misma, llegarnos hasta el cráter del volcán, que ocupa un espacio que es imposible "medir. Se habla de uno, de dos, de tres kilómetros de cráter. La verdad es que no podría decir cuál es su diámetro. Aprovechando una corriente de viento que soplaba hacia el Poniente, pudimos acercarnos al cráter, y la escena que presenciamos fue realmente algo inimaginable. La columna de humo, ceniza y arena era una masa de kilómetros y de más de diez mil metros de altura, según fue medida por expertos con los instrumentos de aviación. Pero más abajo de eso están precisamente el cráter y la lava, toneladas de tierra y lava que se levantan a centenares de metros de altura para caer nuevamente; y todo ello salpicado por rayos que cruzan esa masa, debido a las diferencias enormes de temperatura entre aquello que sale hirviendo y los doce o quince grados bajo cero que hay en el exterior. Ahí uno siente realmente la pequeñez del ser humano frente a la naturaleza desatada, con una furia que no se sabe qué proyecciones pueda tener.
Y siguiendo con este proceso de accidentes telúricos en la zona, tenemos que en ella se están produciendo temblores constantes y que afectan a toda la región, a más de cien kilómetros a la redonda del lugar de la erupción. Al mismo tiempo, está cayendo esa lluvia de arenas y ceniza que alcanza, en sectores como el del valle de Alto Río Ibáñez, por ejemplo, a sesenta centímetros. '¡Imagínese, señor Presidente, lo que significan sesenta centímetros de arena y ceniza! Y ello, sin considerar el peligro de la lava que se ha ido acumulando y que se puede desbordar.
El viernes 20 me tocó pasar el día en el valle de Alto Río Ibáñez, en la localidad de Cerro Castillo y en el pueblo de Puerto Ibáñez, que está en la ribera norte del lago General Carrera, hubo ese día una lluvia de ceniza y arena de más de seis centímetros de espesor.
Señor Presidente, el paisaje de la provincia de Aisén, que por su blancura en esta época se ve maravilloso desde el avión Jet, y que se eleva a gran altura, actualmente presenta una imagen en verdad impresionante: todo es gris oscuro, como producto de la erupción del volcán
Ventisquero. Esto es lo que tiene a los hijos de Aisén en un estado de inquietud y de angustia.
Quiero destacar, desde esta tribuna del Senado, la realidad de la magnitud de la catástrofe, hasta dónde se puede predecir, pues si los señores Senadores me preguntaran cuáles serán las proyecciones del desastre, no podría contestarles. Hasta este momento, han desaparecido valles; algunas familias perdieron su casa, su campo, sus animales. Han quedado ya inutilizados campos posiblemente para siempre. Está la mayor parte de los campos de la provincia recibiendo esa lluvia de arena y ceniza, que no sabemos todavía que efectos ha de producir sobre una región eminentemente ganadera.
Llovió dos días después del jueves 12. Pensarnos que esa lluvia lavaría los pastos. Por desgracia, no ocurrió así, sino que se formó una masa "ligosa" encima del pasto y del "ramoneo", como se llama el alimento de algunos arbustos que en este tiempo de invierno aprovecha el ganado. En consecuencia, los animales no pueden prácticamente subsistir.
Quiero traer también a esta tribuna algo que recogí y que me duele decirlo en un momento en que no caben distingos entre Gobierno y Oposición. Antes de salir hacia la zona, me entrevisté con el señor Subsecretario del Interior. Le dije que iba a la provincia de Aisén, que recorrería la zona, que visitaría los lugares más afectados, que conversaría con los jefes de la zona de emergencia, que miraría y traería una visión de la realidad que pudiera constatar. Sin embargo, encontrándome en Aisén tuve oportunidad de escuchar, no las noticias, porque no tenía tiempo de oír informaciones -andábamos hasta altas horas de la madrugada y teníamos que salir muy temprano-, el malestar de la gente de Aisén provocado por declaraciones que habían oído del señor Ministro del Interior, quien calificó de irresponsables a algunos periodista regionales que transmitieron informaciones para que la opinión pública del Norte, de aquí, de Santiago, conociera la realidad del siniestro. A mi juicio, ellos se limitaron a transmitir la real imagen de los hechos. El señor Ministro calificó de alarmistas algunas informaciones. La verdad es que produjo profundo malestar esta actitud del señor Ministro del Interior, ya que precisamente él, que fue al Sur con la intención de verificar los hechos y de proponer las medidas más inmediatas que correspondiera adoptar para atender a las consecuencias de la catástrofe, no pudo cumplir esta tarea; y no la pudo cumplir no por falta de un deseo personal -lo reconozco-, sino porque las condiciones climáticas lo obligaron a estar el día lunes prácticamente encerrado en Puerto Montt, y en el instante en que tuvo posibilidad de volar sólo pudo llegar a Balmaceda, sin haber podido siquiera conversar con las autoridades de la provincia. Luego, sin haber podido sobrevolar la zona, pues no había visibilidad, ni haber podido conversar con los afectados ni haber visto la realidad de la provincia, y habiendo estado sólo unos minutos en el aeropuerto de Balmaceda, que se encuentra en el extremo Oriente de la provincia, el señor Ministro estaba calificando de alarmistas las informaciones de aquellas personas que estaban viendo lo que ocurría y sigue ocurriendo.
Comprendo que la actitud de quienes estábamos allí como autoridades no podía ser la de dar allá informaciones que provocaran alarma. Todo lo contrario; mis intervenciones se encuadraron en el más estricto marco de procurar dar tranquilidad a los ciudadanes. Pero desde la distancia en que me encuentro y ante la necesidad de que el país conozca la real magnitud de la tragedia que vive la provincia de Aisén, creo de mi deber dar a conocer la realidad de lo que vi y que comunicaron algunos periodistas No puedo prever lo que ocurra mañana.
Después de la extensa entrevista tenida con los jefes de la zona de emergencia, me permití manifestarles mi preocupación en cuanto a tomar medidas preventivas frente a la imprevisible necesidad de hacer una movilización masiva de sectores importantes de la provincia. Esta acción debería hacerse mediante elementos de transporte de la Armada Nacional.
Las informaciones que estoy dando se las entregué al jefe de la zona de emergencia, a fin de que, en coordinación con la base naval de Talcahuano, pudiera estudiar tal posibilidad.
Al jefe de la zona de emergencia solicité algunas cosas de inmediata necesidad.
En la zona no hay buenos aviones en condiciones de volar, por el clima. Sólo existe un aparato Beechcraft, muy antiguo. Por esta razón, pedí a ese funcionario la destinación de dos aviones Twinotter para Balmaceda, aviones que pueden operar en canchas cortas.
De igual manera, solicité el traslado de dos helicópteros de la FACH, pues había sólo uno. El otro estaba en Puerto Montt el miércoles 18, cuando llegué a la zona. Esos aparatos han hecho una labor muy importante, la cual debió ser interrumpida por las condiciones imperantes a raíz de la erupción volcánica.
Asimismo, requerí asignar una patrullera rápida de la Armada a la Gobernación Marítima de Aisén, que actualmente no cuenta con embarcaciones de ese tipo. Sólo se han estado usando lanchas pesqueras y las pertenecientes a los servicios públicos. ¿Cómo es posible no contar con una patrullera rápida en una zona con más de trescientas millas de litoral, afectada por la erupción de un volcán y donde la situación de los habitantes de las islas y de la costa debe ser atendida? Quiero reforzar aquí esta petición que hice al jefe de la zona de emergencia en cuanto a la necesidad de trasladar de inmediato una patrullera rápida. Sé que en Valdivia se hallan embarcaciones de la calidad que he señalado.
También deseo expresar mi inquietud frente a las pérdidas sufridas por los pobladores del valle del río Huemules y dar a conocer a la opinión pública y al Senado la situación en que vive esa gente. Al respecto, solicito que en esta parte de mi discurso se inserte una nónima de las personas afectadas, entre los cuales fi-, guran algunos ya muertos, como Manuel Olavarría Muñoz.
El señor NOEMI (Presidente accidental).-
Oportunamente, se solicitará el acuerdo de la Sala, señor Senador.
-El documento, cuya inserción se acordó con posterioridad, es el siguiente:
NÓMINA DE DAMNIFICADOS
NÓMINA DE DAMNIFICADOS (CONTINUACIÓN DOCUMENTO)
NÓMINA DE DAMNIFICADOS (CONTINUACIÓN DOCUMENTO) (2)
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