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- rdf:value = " El señor BALLESTEROS.-
Al margen del problema reglamentario de si se puede o no se puede hablar, la cortesía siempre ha imperado en este hemiciclo. Yo nunca he negado una interrupción al Honorable señor Jerez. En primer lugar, deseo recordar al señor Senador que está hablando de problemas distintos, si mal no recuerdo, que se debatieron en el seno de la Democracia Cristiana, en un trámite interno. El Honorable señor Jerez es muy dado a traer a colación los problemas suscitados cuando Su Señoría pertenecía a nuestro partido; parece que le pena un poco lo que se conversaba o se decidía en esos tiempos; creo que es mejor qué el señor Senador se preocupe dé lo que está sucediendo o de lo que sucederá en el futuro.
En esa ocasión no se discutía la supresión del derecho de huelga -eso es lo importante-, sino algo muy distinto: si se limitaba o no se limitaba ese derecho frente a la ley de Reajustes.
El señor GUMUCIO.-
¡No, señor Senador!
El señor BALLESTEROS.-
Repito: se discutía si tenía o no tenía limitaciones ese derecho frente a la ley de Reajustes. Sobre eso se pronunció la junta del Partido. En todo caso, lo que se estaba. . .
El señor MONTES.-
No fue así...
El señor BALLESTEROS.-
¡El Honorable señor Montes no estaba en esa reunión, a no ser que también haya tenido en nuestra junta algunos emisarios! Posiblemente, si los hubo, le habrán informado al respecto, porque dudo que el Honorable señor Jerez le haya dado a conocer algo, pese a que pertenece a la zona que el señor Senador representa.
De todas maneras, repito, el problema era muy distinto: nos encontrábamos en presencia de una disposición que, a juicio de muchos, en ningún caso enervaba el derecho a huelga.
Considero que no necesitamos exhibir aquí nuestro pasado en cuanto a la lucha gremial. Yo nunca he mencionado en la Sala, y creo que he sido mucho más consecuente en mi posición gremial que muchos señores Senadores que hacen gárgaras con ella, que estuve en la cárcel por defender a los trabajadores.
Antes de llegar al Congreso, me correspondió presidir un gremio que estuvo en huelga. Fui a la cárcel, y salí en libertad gracias a una ley de amnistía.
El señor JEREZ.-
La gente cambia.
El señor BALLESTEROS.-
¡Yo no he cambiado!
Mi electorado en Valparaíso -lo sabe muy bien el señor Senador- no proviene de círculos de altos comerciantes o de banqueros, sino de los trabajadores, en particular marítimos, porque he sido consecuente en mi labor gremial. Por lo tanto, cuando hoy día levanto mi voz a favor de otros trabajadores marítimos, como son los oficiales del Sindicato de la Compañía Sudamericana de Vapores, no hago sino seguir esa línea, la misma por la cual no vacilé en ir a la cárcel cuando había que defender sus derechos. En consecuencia, tengo autoridad -y ni el Honorable señor Jerez ni nadie puede discutírmela- para poder expresar mis puntos de vista respecto del proyecto en debate.
Sin embargo, otros sí que cambian de línea en esta materia. Como dije, en el primer trámite de esta iniciativa, después que el señor Ministro la rechazó, terminó por convencerse de que era beneficiosa.
El señor AYLWIN (Presidente).-
Ha terminado el Orden del Día.
El señor BALLESTEROS.-
Que se vote, señor Presidente.
"