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- rdf:value = " El señor VALENZUELA.-
Señor Presidente, señores Senadores:
Hace poco más de un mes, dejó de existir en nuestra capital un hombre que pasó silenciosamente, pero que tuvo una vida eminentemente fructífera. El doctor y profesor de la Universidad de Chile, Enrique Laval Manrique, fue un hombre que, durante más de cincuenta años, ocupó todos los cargos, hasta los más altos, en los servicios que han existido y existen en nuestro país para proteger la salud pública.
Tuvo como norte de su vida la amplitud espiritual más grande. Nunca hubo en sus actitudes nada que fuese estrecho, y sí todo lo que tendiese hacia la solución de los grandes y pequeños problemas de nuestro país.
Este hombre que hoy aquí, en el Honorable Senado, tengo la honra de rememorar, tuvo la expresión de lo más vivo y fecundo que tiene el chileno de corazón bien puesto. Porque fue conocido por sus actitudes siempre limpias, nobles y constructivas, al momento de su muerte la noticia recorrió con congoja todos los centros hospitalarios, desde el norte hasta el sur de nuestra patria.
Deseo rememorar en pocas palabras los diversos cargos que desempeñó en su larga y eficiente vida profesional.
Recibió su título de médico cirujano en 1919.
Se inició en el Servicio del profesor Oscar Fontecilla en 1915, como interno, en lo que en ese tiempo se llamaba Casa de Orates, hoy Hospital Siquiátrico.
Sirvió junto a eminentes profesores universitarios. Primero, como interno, junto al profesor González Cortés, después como su ayudante y, más tarde, como jefe de clínica médica del mencionado profesor, en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile.
Fue ayudante del profesor Lucio Córdova en la Sección de Medicina Interna y más tarde jefe de servicio de la misma sección.
Asimismo, fue ayudante de lo que en ese tiempo se llamaba Instituto de Higiene.
Fue director de diversos establecimientos hospitalarios, entre ellos, del Hospital Barros Luco.
Fue nombrado profesor "ad honores" de higiene hospitalaria, previsión y asistencia social en la Escuela de Enfermeras de la Universidad de Chile.
Fue Director General de la Junta Central de Beneficencia, en el carácter de interino, realizando allí una labor eminentemente constructiva.
El doctor Laval se desempeñó, pues, en cargos de extraordinaria importancia, tanto de orden médico-administrativo, como de médico propiamente tal o de salud y como profesor universitario.
Fue profesor en la Escuela de Servicio Social, llegando a ocupar el cargo de médico inspector y de jefe del Departamento Médico en el servicio de la Dirección de Beneficencia de ese tiempo, que es el antecedente de nuestro Servicio Nacional de Salud.
En este momento de su vida, el doctor Laval recorrió todos los centros hospitalarios del país. Era su característica llegar a ellos y tomar conocimiento aún de los detalles más pequeños que pudieran significar alivio en las condiciones del personal y de los enfermos sujetos a su cuidado. Como inspector y director de un establecimiento médico, llegaba a una institución hospitalaria sin hacerse anunciar, y desde adentro iba conociendo y sabiendo lo que en realidad ocurría en dicho centro de salud.
Era extraordinariamente afable, y tenía gran firmeza de carácter.
El doctor Laval jubiló en 1955; no obstante, continuó su obra trabajando "ad honores". Todavía más, cada vez que en su condición de médico de Salud Pública se vio abocado a la necesidad de resolver problemas cuya solución no era posible dentro de los horarios usuales, él nunca mostró una actitud negativa; por el contrario, siempre manifestó que podían consultarlo en su casa. Allí, a cualquiera hora de la noche, fuera día de trabajo o festivo, permanentemente se mostró dispuesto a atender a quienes requerían su ayuda, porque su concepción de la vida era la del servicio a la comunidad social.
Este profesional, en virtud de sus merecimientos, tuvo la posibilidad de ser comisionado por nuestro Gobierno ante diversos eventos internacionales. Al respecto, quiero citar algunos. Por ejemplo, el IV Congreso de Hospitales, organizado por la Asociación Internacional de Hospitales, celebrado en París en 1936; el III Congreso Internacional de Paludismo, efectuado en Madrid; el XII Congreso Internacional de Protección de la Infancia, realizado en Roma, y el Congreso Panamericano de Sanidad, celebrado en Río de Janeiro. Este último evento médico, en el cual también participó "ad honores", sirvió para que el doctor Laval, como en las demás ocasiones, representara brillantemente a Chile.
Desde otro punto de vista, quiero señalar que el doctor Laval, por la amplitud de su espíritu, no se aferró a los viejos principios de salud. Formado en el concepto y en la práctica de la medicina curativa, comprendió lo que después, en los diversos eventos internacionales y hasta llegar a la Organización Mundial de la Salud, se ha considerado como el concepto integral de la salud. Ya en su época, cuando corría el año 1932, comprendía este principio fundamental. Fue así como, junto con otros eminentes médicos, entre ellos el profesor Alejandro del Río y los doctores Coutts, Orellana, Schwarzemberg y Sótero del Río, fue comisionado para elaborar un proyecto que significara la unificación de los Servicios de la Salud, lo que llegó a ser realidad sólo al dictarse la ley 10.383, que creó el Servicio Nacional de Salud.
Sería extraordinariamente largo reseñar en este momento toda la inmensa labor que el doctor Laval realizó en esa materia. Como dije antes, no sólo desarrolló su trabajo en los Servicios de Beneficencia y Asistencia Social, y después en el Servicio Nacional de Salud -a su actuación en este último me referiré próximamente-, sino que también fue profesor en la Universidad de Chile, en una cátedra que amó extraordinariamente: la de Historia de la Medicina.
Recordé hace un instante que cuando el doctor Laval asistía a los establecimientos hospitalarios, manifestaba su interés por conocer los detalles más íntimos, para sacar una conclusión respecto de la forma cómo funcionaban aquéllos. De esa manera, se fue apasionando por el cultivo de la Historia de la Medicina, y sus estudios dieron origen a lo que después se convirtió en el Museo y Biblioteca de la Historia de la Medicina, que el doctor Laval creara, organizara y proveyera, y que, indudablemente, tiene extraordinaria importancia para todos los profesionales de la Salud.
Además, tuvo preocupación por fundar los Anales Chilenos de la Historia de la Medicina y, una vez organizados éstos, se convirtió en su director. Pero esta tarea no sólo la realizó en Chile, sino también en el extranjero, donde junto con los profesores Pedro Laín Entralgo y Luis Granjel, fue Codirector de "Esculapio", que es la continuación de los Archivos Iberoamericanos de Historia de la Medicina de Madrid.
El doctor Laval, hombre de una actividad extraordinaria en el orden intelectual, fue miembro correspondiente de diversas academias y sociedades de distintos países de Europa y América. Es así como estuvo afiliado a la Real Academia de Historia de Madrid, y a las Sociedades de Historia de la Medicina de España, Venezuela, Perú, Brasil y Argentina y de diversas otras naciones, hasta donde siempre llevó esa concepción nueva y fecunda de lo que verdaderamente debe ser la salud de una población.
Se puede decir que en nuestra patria perteneció a todas las instituciones que dicen relación con la ciencia que se preocupó de investigar y divulgar. Fue socio honorario de la Sociedad Médica de Chile, miembro de la Sociedad Chilena de Salubridad y de la Sociedad Chilena de Historia de la Medicina, miembro de número de la Academia Chilena de Historia, miembro honorario de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, de la Academia de Medicina del Instituto de Chile, de la Sociedad Médica de Valparaíso y de la Asociación Latinoamericana de Academias Nacionales de Medicina. Además, fue miembro académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y médico honorario del Servicio Nacional de Salud.
Sería de singular importancia -y sé que así se hará- que la Dirección General del Servicio Nacional de Salud compilara las innumerables obras escritas por el doctor Laval. Sus publicaciones son más de cuarenta y cuatro, todas ellas de gran interés y de la más variada índole, que se enraízan con los primeros tiempos de la medicina de América y de Chile y con el principio fundamental que él nunca olvidó en su vida profesional.
Aparte esas obras, escribió algunas muy valiosas, como la "Historia del Hospital San Juan de Dios", en la que reseña aspectos destacados de lo que fue este primer centro hospitalario en los albores de nuestra patria; y "Los hospitales fundados en Chile durante la Colonia". La última obra que comenzó se titula "Noticias de los Médicos en Chile, siglos XVI, XVII, XVIII y XIX".
El doctor Laval fue un espíritu amplio, generoso y de laboriosidad extraordinaria, al que inquietaron no sólo como médico sino como ciudadano chileno, los problemas que afectan a nuestra comunidad, a nuestro pueblo. Desde los primeros tiempos en que las ideas y la filosofía política de la Democracia Cristiana tuvieron su expresión en Chile, las abrazó porque representaban su aspiración noble y generosa. Militante, primero, de la Falange Nacional y, posteriormente, de la Democracia Cristiana, fue uno de los elementos más valiosos de este movimiento nuestro, especialmente de la Comisión Técnica de Salud, que aprovechó de sus conocimientos tan variados como profundos.
Por eso, esta tarde he querido rendir un homenaje, en representación de los Senadores democratacristianos, más aún, en nombre de los profesionales de la salud, y como un chileno que tuvo la oportunidad de conocer su vigorosa personalidad, al doctor Enrique Laval, por su larga trayectoria fecunda y laboriosa. He considerado de justicia que en el Senado sea recordado su nombre, porque fue un hombre que sirvió leal y limpiamente los grandes ideales comunes de todos los que queremos que en nuestra patria la salud llegue a todas partes y represente verdaderamente un nuevo estado o condición social que signifique vivir en dignidad.
El doctor Laval no dejó sino un recuerdo fecundo y grato. Sirvió con amplitud y generosidad en un medio donde muchas veces encontró incomprensiones; pero las sobrellevó, y la gran calidad de su espíritu hizo que siempre fuera respetado y considerado por sus colegas, superiores y compañeros de trabajo.
Estas palabras sencillas que he pronunciado representan el cariñoso y emotivo homenaje que los Senadores democratacristianos rendimos a nuestro camarada; y yo, como. Senador y como amigo, se lo tributo por haber sido uno de los médicos y profesores que más se han destacado en nuestro país, de modo silencioso y fértil, y puedo decir que en una magnífica actuación de todos los años de su vida.
A mi juicio, hombres como el doctor Laval honran a nuestra patria. De ahí que la Corporación me haya escuchado esta tarde exteriorizar el muy profundo sentimiento que nos causa la partida al más allá de este profesor, de este médico que tan calladamente sirvió a la comunidad, a la que tanto bien hizo. Sin duda, ahora es cuando resalta mucho más su vigorosa personalidad.
Me permito solicitar que se envíen las condolencias del Senado a su viuda, a sus hijos, a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y a la Dirección General del Servicio Nacional de Salud.
El señor NOEMI (Vicepresidente).-
Se enviarán los oficios de condolencia solicitados por el señor Senador.
"
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