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- rdf:value = " El señor FUENTEALBA.-
¡Ojalá sea así! Yo creo que el movimiento se prueba andando.
Manifestaba que de la educación ideológica de los subordinados responde el militar profesional, pero al lado de ellos existe un "Comisario Político" encargado de velar por la lealtad de los mandos y la capacitación marxista de la tropa.
A semejanza de lo que ocurre en las fábricas o en la administración pública, también en las Fuerzas Armadas existen "células comunistas", como señala Alberto Sepúlveda, quien afirma que esta situación implica también una activa participación de los militares en el juego político del Partido. Dice: "Cabe recordar, por ejemplo, la importancia que tuvo el apoyo del mariscal Zhukov, en un momento, en la derrota de la vieja guardia de Stalin por parte de Kruschev."
Pero no es sólo la afiliación al Partido y la formación en las ideas marxistasleninistas 3o que puede asegurar la lealtad de las Fuerzas Armadas y su apego a la ortodoxia. Hay también, a todos los niveles, servicios secretos, como la K.G.B., Comité de Seguridad del Estado y loa destacamentos especiales de "00", que son secciones de contraespionaje. Gracias a estos servicios Stalin pudo realizar la gran purga de 1937, en que fueron eliminados el 40% de los más antiguos oficiales y entre la mitad y la cuarta parte de los jóvenes. De lo expuesto es fácil deducir algunas características que son propias del sistema imperante en la Unión Soviética en relación con las Fuerzas Armadas. Ellas son: penetración ideológica, formación marxistaleninista, afiliación al Partido, control a través de éste, y servicios especiales, ortodoxia estricta.
b) China Comunista.
Mao Tse Tung ha escrito un ensayo "Acerca de la corrección de las concepciones erróneas en el Partido", divulgado en español y que algunos de los señores Senadores deben tener. Criticando la concepción puramente militar que existe en gran número de "camaradas" del Ejército Rojo, expresa lo siguiente:
"Se afirma que las tareas del Ejército Rojo son parecidas a las del Ejército Blanco, es decir: tan sólo combatir; no se comprende que el Ejército Rojo Chino es una organización armada que cumple las tareas políticas de la revolución. En el período actual, sobre todo, el Ejército Rojo no puede limitarse sólo a los combates; además de la actividad militar encaminada al aniquilamiento de las fuerzas armadas del enemigo, tiene muchas tareas importantes que cumplir: la propaganda entre las masas, la, organización de éstas y su armamento, la ayuda a las masas en la creación del poder revolucionario e incluso de las organizaciones del Partido Comunista."
Como un medio de corregir las concepciones erróneas que critica, propone "intensificar el trabajo de educación política entre oficiales y soldados, y en particular entre los ex prisioneros que están en las filas del Ejército Rojo; fomentar la crítica de las organizaciones del Partido del Ejército Rojo por las organizaciones locales del Partido, y la crítica del Ejército Rojo por los órganos del poder popular, con el objeto de influir en las organizaciones del Partido del Ejército Rojo, así como en sus oficiales y soldados."
"Desde que llegó al Poder, el Ejército Rojo fue concebido en la Revolución como una organización política que tenía, también, un fin bélico."
Sepúlveda anota sobre este particular que "la tradición guerrillera de Mao y de los jerarcas chinos ha impregnado su política de Defensa. Esperan, ahora, derrotar a los norteamericanos, en una eventual guerra, usando la táctica que, en el pasado, les dio tanto éxito; por ello insisten en el rol político de las Fuerzas Armadas. La debilidad relativa en material bélico debe ser compensada por el número y el entusiasmo combativo de las masas, y la labor política y de contacto del militar con el pueblo está destinada a mantener el ardor marxista.
"La Revolución Cultural ha alterado radicalmente el papel del Ejército en la sociedad china. Desde el triunfo en la guerra civil, las Fuerzas Armadas se habían mantenido férreamente disciplinadas bajo la jerarquía del Partido Comunista. La Revolución Cultural, sin embargo, es un enfrentamiento entre Mao y la burocracia del Partido."
"Para este enfrentamiento, Mao se ha apoyado en los estudiantes y en los militares, dando a éstos una mayor influencia que en el pasado. Todo lo acontecido no significa una alteración fundamental, puesto que en realidad Mao es el Partido y tiene la mayor y más decisiva preponderancia dentro de él."
Podemos, por eso, afirmar como conclusión que en China existe también el control del Ejército Rojo por el partido, el que está organizado dentro de sus filas, y que sus miembros deben estar formados en la ideología comunista e identificarse absolutamente con las luchas de las masas, siendo el fin bélico de las Fuerzas Armadas secundario, frente a su carácter fundamental de organización política al servicio de la revolución.
c) Cuba comunista.
A semejanza de China y a diferencia de la Unión Soviética, también en Cuba llegó Fidel Castro al Poder después de una lucha guerrillera en que las Fuerzas Armadas regulares del régimen de Batista desaparecieron.
Poco a poco se fueron creando las nuevas Fuerzas Armadas. "Nuestro Ejército, nuestro Estado Mayor, nuestro Ministerio de las Fuerzas Armadas, durante estos años ha realizado, como decía, un extraordinario esfuerzo formando cuadros; de manera que hoy nuestro país cuenta en las Fuerzas Armadas con una enorme y formidable reserva de cuadros aptos para cualquier tarea que se les señale." Así se expresaba Fidel Castro en su discurso de 19 de abril de 1968, en los actos conmemorativos del séptimo aniversario de la victoria contra el imperialismo yanqui en Playa Girón.
Dando cuenta al pueblo de algunas medidas adoptadas, decía: "Han sido ascendidos a capitanes 56 primeros tenientes y los 56 son militantes de nuestro Partido. Así por el estilo. Sólo que, naturalmente, en los grados de primer teniente, teniente y subteniente, constituidos los núcleos de estos cuadros por compañeros más jóvenes muchos de los cuales cuando la guerra tenían doce o trece años o diez años ya el porcentaje de viejos combatientes del Ejército Rebelde no es tan alto. Pero en total, de los 1.848 ascendidos, 682 son combatientes del Ejército Rebelde. Y de los 1.848, 1.307 son militantes de nuestro Partido y 155 son militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas. En total, 1.462 de 1.848 promovidos." En un artículo dedicado a una "Plenaria de Organización del Partido en las Fuerzas Armadas", publicado en el diario "Gramma", se dice: "Las experiencias alcanzadas hasta hoy demuestran que los objetivos principales para los cuales se crea nuestro Partido en las Fuerzas Armadas, aún faltándonos unidades por construirlo, están garantizados plenamente : el de contribuir con todas sus energías a que nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias cumplan su misión de defender la integridad territorial de nuestro país, protejan el trabajo creador del pueblo y las conquistas de la Revolución, rechazando y aniquilando cualquiera agresión, venga de donde venga, y el de educar en los principios del marxismo leninismo a todos nuestros oficiales, clases y soldados, así como en el profundo amor a nuestras tradiciones y a los pueblos que se enfrentan resueltamente al imperialismo; de la misma forma que tenían como misión fundamental educar a todos los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, permanentemente como tarea, en la absoluta fidelidad al pueblo trabajador y en el incondicional acatamiento a las orientaciones del Comité Central de nuestro Partido y de nuestro Comandante en Jefe."
En otros párrafos se puede leer: "Ayudar al Partido Comunista de Cuba en el cumplimiento de sus dos principales deberes en las Fuerzas Armadas: la educación de los soldados, clases, y oficiales en los principios del marxismo leninismo; y la elevación constante de la capacidad combativa de las Unidades."
En la edición del 7 de diciembre de 1969 del mismo diario "Gramma", en el editorial titulado "¡Vivan las Fuerzas Armadas Revolucionarias!", escrito con ocasión de haberse celebrado el 2 del mismo mes el día de su aniversario, se expresa: "Pero más que por su envergadura material, lo que mejor define y caracteriza nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias es el armamento ideológico, político y moral de sus miembros en los principios del marxismoleninismo, en la fidelidad sin límites al pueblo trabajador, a su Partido Comunista y a su Comandante en Jefe."
Como se ve, de las citas anteriores, que parecen más que suficientes, también en Cuba, como en la Unión Soviética y en China, las Fuerzas Armadas deben identificarse con las doctrinas marxista leninistas, el Partido Comunista y el jefe máximo, sirviendo de puntal a la Revolución en una indisoluble unión de Ejército y pueblo.
Conclusión o síntesis de esta parte.
Del examen que hemos hecho sobre el papel de las Fuerzas Armadas en los países llamados "comunistas" o "socialistas", cualesquiera que sean las diferencias que existan entre ellos, se deduce que en todos existe una absoluta identificación entre las Fuerzas Armadas, el régimen de Gobierno, el Partido Comunista y la doctrina marxista leninista, y que una tarea fundamental de ellas es la de ser instrumentos de la Revolución en marcha, característica esta última que es mucho más acentuada en Cuba y China que en la Unión Soviética.
Es perfectamente lógico que en un tipo de revolución totalitaria, en que existe un régimen de partido único; en que el Estado absolutista se identifica con el partido; en que las personas como tales poco o nada pesan; en que el pueblo no tiene otra participación que la que le asigne el partido; en que la fuente de la autoridad reside en el partido, se exija también el sometimiento total de las Fuerzas Armadas al partido y su identificación con los postulados revolucionarios, tal como son concebidos por quienes detentan la maquinaria del poder.
Sería imposible concebir en un régimen totalitario de partido único la existencia de Fuerzas Armadas autónomas e independientes frente al partido y capaces de discernir por sí mismas, porque ello podría conducirlas a discrepancias con el régimen, de las cuales sobrevendrían las críticas y luego la quiebra de las estructuras monolíticas en que se apoya.
Se trata, entonces, de un sistema diferente, de suerte que no puede juzgarse el papel de las Fuerzas Armadas en esos países a la luz de criterios imperantes en regímenes democráticos, donde ellas tienen justamente la misión de asegurar el desenvolvimiento de los procesos sociales, de acuerdo con la voluntad mayoritaria y libremente expresada por el pueblo, dentro de un sistema pluripartidista y democrático.
Las comprobaciones anteriores no obstan a que podamos recoger en esos países muchas experiencias valiosas en cuanto a participación de las Fuerzas Armadas en los procesos de cambio y desarrollo, sin que ello signifique aceptar un sistema de infiltración ideológica y afiliación política, incompatible con nuestra democracia.
Por último, creemos que si el Senador Allende desea aplicar sus propios puntos de vista sobre la misión de las Fuerzas Armadas, deberá hacer grandes esfuerzos para imponerlos, venciendo las posiciones que, consecuentes con su propia ideología, habrán de sostener los Partidos Socialista y Comunista, a quienes no puede serles indiferente su penetración en las filas de las Fuerzas Armadas y la adhesión incondicional de ellas al marxismoleninismo.
Tres fórmulas que no sirven.
Ni profesionalismo tradicional, ni politización al estilo de los países comunistas o socialistas, ni militarismo.
Son tres fórmulas que debemos rechazar.
"La irrupción de los militares en el terreno de las diferentes políticas del Estado es un hecho comprobado mundialmente y nadie ahora podrá echarlos atrás. Propender a encuadrarlos nuevamente en sus funciones específicas, según los cánones del viejo liberalismo, no sólo es inútil, sino contraproducente, ya que las avalanchas de este tipo no se contienen con diques rígidos, sino que se desvían suavemente por canales adecuados. La revolución social del siglo XX ha repercutido también, a su modo, dentro de las Fuerzas Armadas y no hay que cerrar los ojos ante ese fenómeno, ni alarmarse por el mismo, sino estudiarlo con serenidad, sensatez y valor para tomar las providencias consiguientes y amoldar las funciones de dichas fuerzas a las modalidades del presente."
Las palabras anteriores, de Benjamín Rattenbach, en un ensayo sobre "Las Fuerzas Armadas y la Política", publicado en "Documentos Internacionales", números 6 y 7, constituyen una condenación o un rechazo muy claro y categórico de la añeja concepción que relegaba a los militares a la vida de cuartel, los mantenía o pretendía mantenerlos en una órbita estrictamente profesional y los aislaba prácticamente del conocimiento de cualquiera otra rama del saber humano que no se vinculara con las materias propias de su profesión. Así tratados, en el fondo eran puestos al servicio incondicional de todo un sistema económicosocial, como el liberalcapitalista, del que terminaban siendo sostenedores inconscientes o de buena fe.
La cuestión estriba entonces en determinar de qué manera y por qué caminos debe ser encauzado el nuevo fenómeno de la irrupción militar, para convertir a las Fuerzas Armadas en una organización que participe y coadyuve en el progreso y bienestar de la sociedad, sin desmedro de su papel fundamental.
La politización y afiliación de las Fuerzas Armadas, como en el caso de los regímenes socialistas o comunistas, no se aviene con el papel que ellas deben tener dentro de un régimen de democracia y libertad, donde deben ser precisamente verdaderos arbitros que garanticen el respeto a las decisiones soberanas del pueblo y, sobre todo, al derecho que éste tiene de expresar libremente su voluntad en forma periódica y secreta para elegir sus gobernantes y mandatarios.
Por otra parte, mayores malas significa el militarismo, o sea, "la intromisión deliberada y autónoma, de todo o parte del cuerpo militar, en esferas públicas que no le son propias, con el objeto de introducir en ellas ideas o sistemas de aplicación general para toda la comunidad social" (según definición de don Patricio Miranda, "El militarismo en Latinoamérica". (1967).
Así como condenamos el sistema de partido único, que niega un derecho esencial de la persona humana tan importante como es el de la libertad de opinión y de pensamiento para profesar las ideas políticas que se quiera, del mismo modo rechazamos el militarismo, o sea, la existencia de un régimen en que las Fuerzas Armadas, como tales, se constituyen en un partido único y asumen la totalidad del poder.
Tal régimen no sólo aparta a las Fuerzas Armadas de su papel trascendental dentro del Estado, sino que atrae sobre ellas y el país los mayores males.
Convertidas en "partido gobernante", pronto comienzan a sufrir los efectos propios de su entronización en el poder. Como es natural, afloran las discrepancias y se forman grupos o sectores antagónicos dentro de ellas, que disputan entre sí y tratan de excluirse unos a otros para apropiarse del gobierno. Las preocupaciones profesionales son sustituidas por las preocupaciones inherentes al ejercicio del poder, se destruye la disciplina basada en la integridad moral de los superiores y cada uno de éstos se convierte en un aspirante más a los cargos máximos, para lo cual necesita contar con su propia camarilla que lo secunde y lo halague. En suma, un deterioro o menoscabo moral tremendo para las Fuerzas Armadas, que pierden su prestigio y quedan permanentemente expuestas a su destrucción.
Benjamín Rattenbach, que fuera Teniente General del Ejército Argentino y se desempeñara como Secretario de Guerra "el mejor que ha tenido el arma", según expresiones de personales especializados, afirma en el ensayo que ya he citado, que las intervenciones militares en Argentina "han retardado más bien el progreso de la Nación y han demostrado visiblemente, que no Son el medio más apropiado para subsanar nuestra deficiencia política. Hasta llegaron a acuñar la frase de que "era preferible un mal gobierno a la mejor revolución", sentencia ésta que no se puede admitir en todos los casos." "Por eso", afirma más adelante" los militares tendrán que convencerse de que su intervención en la política interna no ha mejorado la situación del país, y, salvó excepciones, la han empeorado, de manera que tendrán que valorar en lo sucesivo que a veces es más importante la continuidad jurídica y política del país que la interrupción de un mal gobierno."
Y señalando en otra parte de su mismo trabajo los efectos de las intervenciones militares en el seno de las Fuerzas Armadas, dice:
"La influencia de tales intervenciones en la esfera castrense se manifiesta principalmente en cinco aspectos: en la disciplina, cohesión interna, instrucción, material de guerra y calidad del cuerpo de oficiales.
"En materia de disciplina es indudable la acción disolvente de la intervención política. No es necesario por esto que se produzca realmente un planteo o un golpe revolucionario; el solo hecho de la conspiración es suficiente ya para que se muestren tales efectos.
"De más está decir que la cohesión de las Fuerzas Armadas también sufre considerablemente por tales hechos. Por de pronto, los hombres se dividen en revolucionarios y anturevolucionarios; más tarde surgen entre aquéllos varias tendencias, porque una vez politizados, no hay quién los ponga de acuerdo; por último, surgen también camarillas de armas o trenzas dentro de cada fuerza, cuando no las rivalidades entre las tres fuerzas, que contribuyen aún más a destruir la sólida cohesión inicial. Al final, todo el conjunto de la institución armada del país se halla, dividido en tendencias, trenzas o partidos que representan un verdadero cáncer en su organismo viviente."
"En tercer lugar, sufre considerablemente la instrucción militar. No sólo se pierde en tal sentido el tiempo que dura la acción revolucionaria, sino también todo el período posterior en que las tropas intervienen en medidas de seguridad y vigilancia y los oficiales ocupan cargos políticos."
"En cuarto lugar, se pierde por lo general mucho material de guerra, sea por deterioro, sea por la destrucción de unas armas contra otras, sea por pérdidas de armamento portátil que desaparece entre la población."
"Por último, el cuerpo de oficiales resulta sensiblemente afectado en su calidad, debido a este proceso. En fin, el cadete u oficial joven que ha formado parte en una revuelta política queda infestado mentalmente con ella para siempre. Su espíritu está predispuesto para intervenir de nuevo en cualquier ocasión, y su calidad profesional queda resentida por ello hondamente. ¿Y qué decir de los Jefes y Oficiales Superiores que lo han condenado a tal empresa? Por eso, muchos profesionales militares opinan que un cuerpo de oficiales que ha tomado parte en una revolución no llega a ser saneado sino después de cincuenta años, esto es, cuando el último teniente participante se ha ido al retiro."
Piénsese, después de leer estas palabras, cuán trágico resultan para Argentina, cuya es la nacionalidad de su autor, los continuos golpes militares que allí ocurren. En realidad, en ese país las Fuerzas Armadas se han transformado en una casta gobernante, en un verdadero partido único, que se ha apropiado para sí del poder, sin intervención alguna de la voluntad popular. Así como en los países comunistas la legitimidad del poder emana del Partido, así en los regímenes castrenses la fuente de la autoridad reside en los militares.
¡No hay diferencia alguna en este sentido, de manera que no se vengan a levantar las banderas de la patria para cubrir la ignominia que significa despojar al pueblo de su derecho a ser él quien designe las autoridades que libre y soberanamente quiera darse, cualquiera que sea su ideología política!
En suma, el militarismo es malo para las Fuerzas Armadas y "pernicioso para el normal desarrollo de una sociedad debido a que impide el libre juego de las fuerzas sociales".
La mejor garantía que una nación puede tener para evitar regímenes de esta especie es la existencia de un alto nivel político, de partidos fuertes y prestigiados, de organizaciones sociales libres, poderosas y democráticas.
Se ha dicho con mucha razón que el militarismo es un desafío a la capacidad de los civiles, y es verdad.
En la medida en que los gobiernos civiles no demuestren capacidad para resolver los problemas del país, como el subdesarrollo y todas sus consecuencias de dependencia exterior, miseria, cesantía, analfabetismo, enfermedades, hambre, injusticia en general, los sectores militares se sentirán llamados a ser ellos los salvadores de la patria y escucharán las voces de sirenas de quienes siempre están por incitarlos a aventuras golpistas o dictatoriales.
6.- Las Fuerzas Armadas en una nación moderna y democrática.
A menudo, más de alguno de nosotros suele repetir una frase que resume muy bien lo que somos: seres imperfectos. "Sólo Dios es perfecto", decimos, para manifestar que el ser humano tiene limitaciones e imperfecciones propias de su naturaleza, imposibles de eliminar totalmente.
Es en esta imperfección, entre otros factores, donde debe buscarse el fundamento mismo de la autoridad y la necesidad de su existencia y su presencia en la vida activa de las sociedades organizadas. Pero para que ella sea legítima, debe provenir de una designación libre y soberana por parte de los miembros de la comunidad social, quienes le otorgan el derecho a dirigirla y gobernarla, fijándole sus atribuciones y deberes. Por el contrario, quien se erige por sí mismo en autoridad, sin el consentimiento de los miembros de la sociedad, o contra él, fijándose a sí mismo sus facultades, carece de legitimidad, no representa los intereses de sus subordinados, ejerce un poder que nadie le ha entregado y, en consecuencia, es un usurpador que nadie tiene por qué respetar.
Decir, como algunos, "yo soy la autoridad", "yo poseo la autoridad", es una manifestación de orgullo y soberbia que revela la existencia de un espíritu prepotente, imbuido de doctrinas que pertenecen a la historia.
¡Nadie es autoridad por sí mismo! Solamente la voluntad mayoritaria de los hombres y mujeres que conforman el cuerpo social, es el único título legítimo que confiere poder y habilita para ejercerlo en nombre de la comunidad
Quien no acepte o desconozca estos principios fundamentales, será partidario de la vieja teoría del origen divino de la autoridad de los reyes, o de la dictadura de cualquier clase o color, civil o militar, roja o amarilla, pero no será jamás un demócrata, puesto que pretenderá basar su poder en sí mismo, o en el partido único, o en la fuerza armada, o en la camarilla que lo exalte al poder.
Así como la imperfección humana justifica la existencia de la autoridad para hacer posible la convivencia social, del mismo modo justifica la existencia de una institución armada que tenga los medios necesarios para poner la fuerza al servicio de aquélla, a fin de que pueda cumplir y hacer respetar sus decisiones. La paz y el orden, que sólo existen cuando se basan en la justicia, fin de la autoridad, deben ser garantizados por las Fuerzas Armadas, las que, por lo tanto, no constituyen un fin en sí mismas, sino un medio para hacer posible que el Estado alcance a su vez su propio fin, que es el bien común de la sociedad.
Por lo tanto, tenemos la convicción profunda de que las Fuerzas Armadas son indispensables en una democracia y que pensar en eliminarlas sólo es propio de quienes desconocen los fundamentos mismos en que descansa la sociedad humana.
Es evidente también para nosotros que los integrantes de las Fuerzas Armadas no pueden ser tratados como seres extraños a la sociedad de que forman parte y en la cual viven.
Es verdad que tienen una misión específica que requiere un "status" distinto del que pueden tener otros; pero de ninguna manera debe considerarse a los militares como personas ajenas a los fenómenos que tan vitalmente afectan hoy día a nuestra sociedad.
De ahí que estamos de acuerdo en que debe revisarse a fondo el rol que ellas han desempeñado tradicionalmente y que consideramos muy importante fijar algunos puntos de vista básicos que orienten las decisiones que se adopten o las que ya han sido puestas en práctica, aunque de modo parcial.
¿Cuánto tiempo me resta, incluyendo las interrupciones, señor Presidente?
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