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El señor CERDA, don Eduardo (Vicepresidente).-
No hay acuerdo.
Ofrezco la palabra.
El señor RECABBARREN.-
Pido la palabra.
El señor CERDA, don Eduardo (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el señor Recabarren.
El señor RECABARREN.-
Le he cedido una interrupción al señor Penna.
El señor CERDA, don Eduardo (Vicepresidente).-
Puede hacer uso de la interrupción el señor Penna.
El señor PENNA.-
Señor Presidente, durante el Gobierno anterior el campesinado chileno, que había estado en el subterráneo de este país, inició su ascenso a la vida ciudadana, primero con la Ley de Sindicación Campesina, después con diversas leyes y, posteriormente, con la Ley de Reforma Agraria.
Se hizo conciencia general de que el campesino iniciaba la lucha por la. tierra para el que la trabaja. Sin embargo, hoy ve, con aprensión y enojo progresivo, cómo se le quieren cambiar las reglas del juego.
Eran unos 5.000 los fundos que habia que expropiar para entregárselos a los campesinos en propiedad. El Gobierno anterior expropió alrededor de 1.500. Era cuestión de tiempo y decisión completar el proceso.
Pero veamos lo que está pasando ahora.
Transcurrido ya un año y medio desde que el señor Allende asumió la Presidencia de la República, vale la pena analizar un documento elaborado por la Comisión Nacional Agraria del Partido Socialista, en octubre de 1970,
Pertenecían a esa Comisión el Presidente de la República, la Senadora María Elena Carrera; el miembro del Comité Central, hoy candidato a Presidente de la CUT, Rolando Calderón; el Subsecretario del Trabajo, Julio Benítez; el Vicepresidente del INDAP, Adrián Vásquez, y otros 44 miembros.
En este documento acordaron la estrategia que se seguiría por el Partido Socialista y el Gobierno en la agricultura chilena.
Textualmente la Comisión acordaba: Hay que enseñar a los campesinos que no es la propiedad de un pellizco de tierra donde se encierra la garantía de bienestar futuro para él y sus familiares, sino en la posesión colectiva de los bienes de producción y en control del poder por la clase obrera organizada.
El documento agregaba: La propiedad estatal y el trabajo colectivo forman un todo inseparable. La explotación colectiva no se cede ni se comercializa para beneficio de grupos.
Y la estrategia socialista continúa, de talladamente: Desde luego, no toda la tierra se podrá colectivizar de inmediato. De inmediato hay medios de producción que pueden afectarse, otros no. Estos últimos requieren de ciertas tácticas progresivas para alcanzar los objetivos del socialismo. Tan importante es diseñar las organizaciones estatales para los latifundios, como, las organizaciones para los pequeños y medianos propietarios, comuneros mapuches y comuneros agrarios del Norte Chico.
Por lo tanto, en este mismo documento se dan dos tipos de soluciones:
a) Para los latifundios establece áreas reformadas.
b) Para los pequeños y medianos propietarios establece organizaciones de transición que tiendan a la propiedad del Estado y explotación colectiva. Estas organizaciones pueden ser Cooperativas y Comités.
Y para el lapso que media entre hoy hasta que estas propiedades sean integradas a los grandes latifundios estatales dice, textualmente: Hay que ajustar la asistencia del Estado y las organizaciones de los pequeños propietarios a la tarea de crear las condiciones para el tránsito hacia la explotación colectiva y hacia la propiedad estatal.
También para los asentamientos hay una táctica implacable y fría. Se pone en dos casos:
1) Los fundos expropiados y asentamientos cuyas tierras aún no han sido adjudicadas deben ser integrados directamente al latifundio estatal y para ello hay que apoyarse en las contradicciones económicas que hay dentro del asentamiento.
2) Las cooperativas de Reforma Agraria, ya funcionando y con tierras asignadas, tratarán de ser ahogadas económicamente.
Este documento jamás ha sido desmentido. Por el contrario, lo más que se llegó a decir fue que la Comisión Agraria del Partido Socialista era sólo un organismo dentro del Partido y que no había sido aprobado todavía por el Comité Central, organismo máximo de dicha colectividad.
Ha pasado un año y medio desde que este Gobierno asumió el poder y ya hay suficiente perspectiva para darse cuenta de que lo que se está aplicando en la realidad es la estrategia diseñada en ese documento. Muchos campesinos, que en ese tiempo no lo creyeron e incluso los pocos partidos democráticos dentro del Gobierno hoy ven asombrados cómo se trata de imponer esa voluntad en el campo.
Más todavía, más allá de lo que el documento anunciaba, el Estado ha ido tomando en sus manos el monopolio de la compra y distribución de los productos agrícolas. Siendo el único comprador, fijador de precios, dador de créditos y vendedor, tendrá un poder centralizado totalitario, con el cual pretende hacer arrodillarse al que se oponga.
Y no podía ser de otra manera. El propio Presidente Allende se define como marxistaleninista y una de las características doctrinarias e ideológicas más acentuadas de esta doctrina que profesan comunistas y socialistas en Chile, se puede resumir en su propio slogan, tan difundido: La propiedad privada es un robo.
No debe haber propiedad privada en un Estado marxista. Según ellos, el Gobierno representa al pueblo y, por lo tanto, dicen: A ti, campesino, no te puedo dar la tierra en propiedad, porque si la dejo en su poder, tú trabajarás, producirás más, ganarás más dinero y te harás capitalista, y eso no puedo permitirlo, porque yo estoy contra el capitalismo. Pero, como yo soy el Estado y represento al pueblo, y tú eres del pueblo, aunque no te entrego la tierra, en realidad a ti también te pertenece.
Sabemos, por experiencia, que eso conduce al totalitarismo y a la prepotencia. Del Estado chileno, por ejemplo, se han hecho dueños los militantes de los partidos políticos de la Unidad Popular y, a pesar de que son una franca minoría, se atribuyen el nombre del pueblo.
El primer día de su Gobierno, el Presidente Allende, consecuente con su convicción y doctrina, hubiera deseado terminar con la propiedad privada. Pero, como es un hombre inteligente, se dio cuenta cabal de que no podía hacerlo, no por su gusto, sino por las siguientes razones: 1) porque hay partidos de Oposición que no son de esa opinión; 2) porque hay un Parlamento donde no tiene mayoría; 3) porque hay Fuerzas Armadas profesionales y constitucionalistas que no le permitirán ni a él ni a nadie salirse de la ley; 4) porque hay ¡Tribunales de Justicia independientes, y 5) porque, además, hay un pueblo que tiene otras tradiciones y que no está preparado para aceptar la colectivización.
En efecto, la lucha de los campesinos ha sido siempre, a través de los tiempos, por la propiedad de la tierra, y en esta lucha fueron empujados también por los partidos marxistas. Ellos también dijeron:
¡La tierra para el que la trabaja!
Hoy, que están en el Gobierno, cambian de opinión, se dan vuelta la chaqueta y como no se atreven a hacerlo de frente, fijan la estrategia que está diseñada en el documento mencionado, que les permita llegar a su objetivo final.
Para sus objetivos estatizantes y colectivizantes, el Gobierno sabe que sus principales opositores no son los grandes propietarios, que son relativamente pocos y para los cuales basta con la Ley de Reforma Agraria hecha en el Gobierno anterior. Sus principales enemigos son los medianos propietarios, los pequeños propietarios que poseen de una a quince hectáreas; los comuneros agrarios del Norte Chico, que han luchado históricamente por la propiedad de la tierra; los asentamientos establecidos en el Gobierno anterior, que despertaron a la realidad cuando se les ofreció la tierra. Y todos éstos, junto a los medieros y a las comunidades indígenas, son cientos de miles de personas.
Por ello se fijaron esta estrategia cínica e implacable: formar comités y cooperativas que el Estado conduzca todos los días hacia la colectivización y estatización.
Al final, teniendo el control de los salarios, los créditos, las maquinarias, los precios, la comercialización, etcétera, se tendrá en un puño la totalidad del poder y con ello el destino de todos los campesinos.
La reforma agraria la veo como un ejército que avanza en el frente de combate. No basta con el soldado y su fusil. Se corre el peligro de quedar sin balas, a merced del enemigo. Por ello los militares hablan del problema logístico y de apoyo. Detrás de los soldados, deben ir los víveres, el agua, las balas de repuesto, etcétera.
Asimismo, no basta con el campesino y la tierra para tener éxito en la reforma agraria. Nada saca el campesino con sus puras manos frente a la tierra. Necesita muchísimas otras cosas, ya que no tiene capital ni cultura. Necesita asistencia técnica, maquinarias, semillas, abonos, créditos, canales de comercialización adecuados, etcétera. De otro modo, queda a merced del enemigo, que es el fracaso y el hambre.
Hay muchas reformas agrarias fracasadas en el mundo: la de México en su primera época revolucionaria, la de Bolivia en 1952. Al poco tiempo, los campesinos abandonaron la tierra, porque se estaban muriendo de hambre o porque se daban cuenta de que seguían postergados, igual que antes.
Cuando se quiere hacer fracasar al campesinado libre y ponerlo de rodillas para que renuncie a su tierra, basta con negarle la ayuda, dejarlo solo, y eso es lo que estamos presenciando.
Felizmente, el campesino chileno, a pesar de su sencillez, de su humildad, ya tomó conciencia de que le quieren quitar la tierra, se está organizando para oponerse y su reacción será imprevisible. Y será la lucha campesina la que en definitiva le doblará la mano a estos nuevos patrones.
Hay que aclarar aquí lo que se hizo en el Gobierno anterior, que es lo que el campesino defiende en estos momentos.
En el fundo había, arriba, un patrón y, abajo, los campesinos, que trabajaban en el fundo y cuyo esfuerzo se traducía en las utilidades que se llevaba el patrón. El patrón compraba este esfuerzo por un salario, pero se llevaba las utilidades.
¿Qué hizo el Gobierno democratacristiano? Sacó al patrón, llamó a los campesinos que trabajaban en el fundo y les dijo: Desde ahora, ustedes son los dueños; reúnanse, elijan una directiva de cinco miembros que dirigirá este fundo en nombre de ustedes y con consulta a ustedes. Ese mismo día, en su tierra empezaba a funcionar una empresa de trabajadores, en que sus miembros hacían la gestión, es decir, tomaban las decisiones acerca de cómo trabajar, qué sembrar o plantar, cómo regar, cómo comercializar, etcétera. El Estado no entraba en la administración del fundo, no estaba adentro, sino que desde afuera, a través de técnicos y mediante el convencimiento, aconsejaba algunas decisiones importantes, en un diálogo en que los campesinos participaban ampliamente.
¿Qué está haciendo este Gobierno, en cambio?
La Unidad Popular, que durante la campaña presidencial se ganó el apoyo campesino prometiendo entregar más tierras que el Gobierno de Frei, hoy día, está en el poder, se olvida de sus promesas y, en vez de formar asentamientos, antesala de la propiedad de la tierra, forma ilegalmente los Centros de Reforma Agraria, antesala de la hacienda estatal. La propiedad pertenece al Estado, el campesino gana un salario, se le coloca a la cabeza un burócrata como un nuevo patrón y solamente se le ofrece una participación en las utilidades. Incluso las maquinarias pertenecerán a alguna institución estatal y los campesinos solamente las arrendarán. Además, cuando llega el momento de cosechar, el Estado se hace cargo de la producción al precio que él fija.
Pero veamos hasta qué punto es verdad lo de la participación en las utilidades que se está ofreciendo. Por cada tres chilenos, dos viven en la ciudad y solamente uno en el campo. Siempre los Gobiernos se cuidan mucho de que no se les dispare el alza del costo de la vida, que todos sabemos que los afecta políticamente más que ninguna otra cosa. Los productos agrícolas son los que más influyen en el índice. Naturalmente, al Gobierno siempre le interesará mantener estos precios al más bajo nivel, porque afectan a la mayoría del país, que es la que vive en la ciudad. Por estas razones, un Gobierno que tiene en sus manos todos los resortes fijará en el nivel más bajo posible los precios de los productos agrícolas. Por lo tanto, las utilidades que se promete repartir no serán sino vanas promesas. Y si no tiene utilidades, ¿cómo pagará la tierra el campesino? Así, el hombre que tenía esperanzas tendrá que contentarse con el puro salario y volver a su estado de siervo de un nuevo patrón, que es el burócrata fiscal. Este podrá ganar de diez a quince mil escudos mensuales, pero, con impudicia le seguirá diciendo momio chico al campesino cuando exprese su deseo de ganar un salario mayor de cuarenta escudos diarios.
La víctima directa es el campesino, pero las consecuencias las sufrirá el país. Cuando se trabaja sin incentivos económicos, ni morales, ni de libertad, se fracasa y, en realidad, el remedio de hoy sale peor que la enfermedad de ayer. Si a las seis de la mañana empieza a llover, el campesino, que se acostó cansado y que entra a las siete de la mañana a su trabajo, se dará sólo una vuelta más en la cama, pensando que el trigo que está a la intemperie mojándose y deteriorándose no es de él, y que la responsabilidad es de otros. Sin embargo, si el trigo que está a la intemperie le pertenece, se levantará, cualquiera que sea la hora, para cubrirlo y protegerlo, y si es necesario, sacará las, frazadas de su cama y las de sus hijos. Es el fruto de su esfuerzo y sudor el que está protegiendo.
Esto no es falta de conciencia, como se trata de argumentar. Es la consecuencia lógica de un deseo que ha guardado a través de la historia, adherido a la tierra y sufriendo por ella.
Para hacerlo cambiar, se necesita que el ejemplo de capacidad, comprensión de los problemas, respeto, moralidad y diálogo vengan desde arriba hacia abajo, sin sectarismos ni prepotencia. Desgraciadamente, no es así. La ignorancia, la incapacidad, la flojera y, por qué no decirlo, una generalizada corrupción de los hombres nuevos, son el ejemplo que recibe No se coloca en los puestos al hombre adecuado. Antes que el conocimiento, antes que la especialización y la capacidad, se prefiere siempre al activista, cuyo único mérito es tener el carnet de algún partido político oficialista.
En extensas zonas, donde había, por ejemplo, cien patrones tradicionales, dueños de fundo, independientes uno de otro hoy existen cien de estos patrones burocratas, todos dependientes de un patrón de patrones, que es el Jefe de Area. E Ovalle, a este jefe regional los campesino le dicen El Mateduro. Es un ferroviario jubilado, que nunca ha tenido nada que ver con el campo, a tal extremo que, cuando una vez un grupo de campesinos le re galo una alcayota, al querer comérsela poco después, creyó que le habían hecho un broma regalándole una sandía verde. E Los Vilos, el Jefe de Area es El Chispa un carnicero de Salamanca. En otras partes, es un profesor primario o un aprendí de sastre. Cuando uno recorre Chile, se d cuenta de que ésta es la regla general; no una equivocación zonal. Estos son lo hombres nuevos que están haciendo volver al campesino a su condición de siervo. Por lo general, no saben nada de administración agrícola, ni saben interpreta al campesino, y sólo se dedican a impone criterios que vienen desde arriba y, muchas veces, de partidos políticos, ni si quiera del Gobierno.
He escuchado a muchos campesinos d los asentamientos decir: Solamente vienen a hablarnos de una revolución que no es la nuestra. Aquí ya creíamos haber hecho la revolución. Estamos ocupando la tierra. Sólo deseamos que se nos ayude para producir más. Pero, cuando esperábamos que apresuraran la entrega de los títulos de dominio, se nos niega toda ayuda si no firmamos individualmente la aceptación del Centro de Reforma Agraria. Pero nosotros sabemos que si firmamos esa solicitud, estamos firmando, en realidad, nuestra renuncia a la tierra. Por ello, ya estamos cansados y no los admitimos en el fundo. Hay una Ley de Reforma Agraria que ordena que nos entreguen los títulos de propiedad en un plazo de tres a cinco años, y para burlarla quieren nuestra firma. Eso no lo haremos jamás.
En otras partes, como en el asentamiento Peralillo, de Illapel, me encontré con la sorpresa de que los campesinos no aceptan siquiera el villorrio que se les ha ofrecido construir. Al final, comprendí que prefieren vivir en sus casas actuales, destruidas por el terremoto, pero que están distribuidas a lo largo y ancho del fundo. Así cuidan personalmente la tierra. Sospechan que si se agrupan en el villorrio, sólo les van a dar el cuarto de hectárea que rodea la casa y la tierra pasará a propiedad estatal.
De este modo se está produciendo en Chile un grave problema. El clima de inquietud de todos los sectores agrícolas es de tal magnitud, que nadie hace inversiones ni trabaja más para aumentar la producción, y ésta ha bajado peligrosamente. Habrá que importar este año 400 millones de dólares en alimentos para las necesidades del país. En el último año del Gobierno de Frei se importaron 150 millones. Es tal la cantidad de alimentos que habrá que descargar por los puertos, que algunos técnicos dicen que, aunque se disponga de los dólares necesarios, de todas maneras habrá escasez, porque los puertos chilenos serán incapaces de descargarla oportunamente.
No sólo no invierten los particulares, sino que tampoco lo hace el Estado. Las estadísticas indican que la inversión reproductiva bajo en 8% entre 1970 y 1971. Por lo demás, el sistema de patrones burócratas en los fundos, todos ellos dependientes del patrón de patrones, que es el Jefe de Area, y éste, a su vez, del Provincial, y encima toda una burocracia santiaguina, va formando una pirámide rígida, incapaz de manejar la agricultura con alguna agilidad. En la punta de la pirámide está el superpatrón, cuyo superpoder puede servir para todo, menos para mantener o aumentar la producción.
Pero, ¡cuidado! El campo chileno se está convirtiendo en una caldera con sobrepresión, que puede reventar y, como un bumerán, golpear en el pecho a los responsables de esta política.
Todas estas políticas están encontrando resistencia, que se transforma en odio. Hoy se toman toda clase de fundos, pequeñas parcelas, pequeñas propiedades, con afuerinos armados. Puede que algunos se ilusionen al principio en sus ansias de tener tierra. Pero, una ve que el campesino está aposentado en la tierra, empieza a pensar que su lucha es para que la tierra quede en poder de los que la trabajan y no del Estado, ni de los burócratas o de los partidos políticos, y al poco tiempo se vuelve en contra de sus padrinos que no lo interpretan.
Vemos cómo, a lo largo de Chile, se está haciendo conciencia sobre esto y el campesino, hasta ayer hombre de segunda, tercera o cuarta clase en Chile, asoma con Ímpetu renovado, con plenos derechos a la propiedad de la tierra y a hombre de primera categoría.
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