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El señor TUDELA.-
Pido la palabra.
El señor FUENTES, don César Raúl (Vicepresidente).-
Tiene la palabra Su Señoría.
El señor TUDELA.-
Señor Presidente, en esta oportunidad en que la Sala de Diputados trata el proyecto, de iniciativa de los colegas Aylwin, Salinas y Alvarado, camaradas de Partido, en que se establecen diversas disposiciones en beneficio de los empleados agrícolas, mayordomos, capataces, etcétera, deseo plantear muy brevemente mi pensamiento ya que carecemos del tiempo suficiente para dar las razones detalladas, que significa apoyar muy decididamente esta iniciativa.
Hago presente que este proyecto fue presentado por los colegas Aylwin, Salinas Navarro y Alvarado el año pasado y fue estudiado por la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia justamente para ver su constitucionalidad. Dicha Comisión lo aprobó, pasando posteriormente a segundo informe a la de Agricultura.
Los Diputados democratacristianos apoyamos esta iniciativa, debido al conocimiento que tenemos, desde hace tiempo, sobre la gravedad que significa tener en la más absoluta indefensión legal a un grupo muy respetable y honorable de ciudadanos de nuestra Patria que, habiendo ejercido sus labores en el campo la mayor parte de su vida y entregado ésta a los afanes agrícolas de producir la tierra y cultivarla con eficiencia y con cariño, se han mantenido en una incertidumbre que es intolerable en un régimen de democracia y de respeto que debe imperar en este país.
Hace algún tiempo, fui invitado por un grupo de empleados agrícolas a la localidad de Graneros, comuna vecina a Rancagua, para conocer esta situación y, desde luego, para comprometer la acción del Diputado que habla en una justa y decidida resolución defensa. Así fue como tuve la oportunidad de conocer a muchos hombres dignísimos que se encontraban desorientados ante su abismante situación de incertidumbre, ante la perspectiva actual de no saber qué camino tomar y qué actitud iniciar ante su angustioso problema de inseguridad laboral, social y habitacional. En efecto, luego de promulgada la Ley de Reforma Agraria, y aplicada ya en el Gobierno pasado con todo el ímpetu de una reforma que sacaba a los elementos del campo de su "status" tradicional, dándole al campesino la posibilidad de lograr la tierra que siempre soñó y abriéndole el ancho campo de una perspectiva de dignidad y de superación, se rompía toda una madeja y larga situación de tenencia de la tierra y se entraba de lleno a una realidad revolucionaria de cambio en la producción, en lo social y en lo económico de un país que cifraba en esta reforma las bases de una economía más firme y más digna.
Sin embargo, hubo un elemento que no fue considerado en esta reforma y que injustamente fue marginado, a pesar de que su actividad y experiencia era vital en el proceso que se iniciaba. Me refiero a todos aquellos hombres que laboraban en el campo en calidad de empleados, administradores, mayordomos, llaveros, capataces, etcétera, que con su experiencia, con su trabajo, con su permanente actividad estaban llamados a influir poderosamente en sacar adelante el trabajo agrícola. Aun más, por su don de mando y por su excepcional laboriosidad fueron distinguidos por muchos patrones que premiaron su eficiencia en las labores agrícolas, ascendiéndolos a cargos de responsabilidad; mas, por ello, fueron injustamente considerados apatronados, en circunstancias que muchos fueron campesinos del más humilde origen y ejercieron en el campo sus actividades durante toda una vida. Modestos trabajadores que tomaron su actividad con el cariño de aquellos viejos ilusionados que gozaban viendo brotar el fruto de la tierra y sufrían con la frustrada cosecha de helados inviernos. Muchos de ellos crecieron en la tierra que hacían producir, criaron a sus hijos en el campo y murieron abrazados a la fértil tierra de sus desvelos.
A estos hombres dignos y sufridos, a estos hombres laboriosos y patriotas, no se les había considerado en una iniciativa que les protegiera y que los defendiera. Tal vez, por su inveterada y vieja costumbre campesina de no exteriorizar sus problemas y sus preocupaciones, de sufrir con sus familiares los rigores de la vida diaria, sin vislumbrar un destino cierto. Ahora, sin embargo, se les ha escuchado y esta tarde la Cámara de Diputados está tratando y aprobando una ley que será el baluarte de su defensa.
Yo me permití invitar a una sesión de la Comisión de Agricultura a los dirigentes de su movimiento, que explicaron, con mucho conocimiento, sus problemas a los señores parlamentarios y sugirieron algunas modificaciones que la Comisión acogió unánimemente con consideración y respeto. Por ello, ahora los empleados agrícolas tendrán derecho a indemnización, de acuerdo con la ley Nº 16.455, situación legal que rige para todos los trabajadores de Chile; tendrán derecho a seguir viviendo en la casa que ocuparon toda una vida y se les posibilita que tengan un huerto para trabajar justo en lo que saben y donde han desarrollado toda su existencia; podrán optar a la reserva de la tierra, en favor de alguna cooperativa que se cree entre ellos mismos y, en fin, podrán seguir laborando la tierra y trabajando en lo que ha sido su permanente sustento, sin mirar intranquilos su porvenir y el de sus familiares e hijos.
Espero que esta Honorable Cámara considere esta situación de los empleados agrícolas y presten su aprobación a este proyecto con la misma comprensión y justicia con que lo consideró la Comisión de Agricultura. En esa seguridad, esta alta Corporación habrá hecho justicia a un sector respetable, honorable y digno, que empezará a vivir con más optimismo y mirar el futuro con la misma altivez y dignidad de los campesinos de Chile, que al implantarse la ley de Reforma Agraria pasaron a continuar una gran legión de hombres que trabajan la tierra con la seguridad de que, al hacerlo, están labrando su prosperidad y, por ende, la dignidad de sus hijos y de sus descendientes.
Señor Presidente, he concedido una interrupción al señor Anatolio Salinas.
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