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- rdf:value = " El señor TUDELA.-
Pido la palabra.
El señor CERDA, don Eduardo (Vicepresidente).-
Tiene la palabra Su Señoría.
El señor TUDELA.-
Señor Presidente, todavía repercuten en la opinión pública los sentimientos de indignación que significó la injusta muerte de un conocido y estimado joven de Rancagua. Los que vivimos en esa ciudad y somos amigos de la familia González Gómez, nos hemos juntado para analizar este atentado y estamos firmemente resueltos a evitar que estos hechos se repitan, y a tratar, con firmeza, que la violencia que se ha apoderado de algunos espíritus deje paso a la fraternidad y a la pacífica convivencia, que debe ser la norma de un país civilizado. Estamos dispuesto a que la justicia investigue lo más ampliamente posible las conexiones que pudieran servir de ramificación a una escalada que la ciudad teme justificadamente, y que todos los círculos condenan de manera muy resuelta.
En verdad, podríamos sacar muchas lecciones de este absurdo crimen, y ya llegará la ocasión en que, aquietados los ánimos y serenadas un poco las mentes indignadas que claman justicia y sanción, podamos conseguir algo que ayude a restaurar la paz entre los chilenos.
En esta oportunidad, deseo referirme a un hecho sobre el cual se viene insistiendo desde hace mucho tiempo, y que ahora, a raíz de la muerte de Gilberto González Gómez, se ha hecho presente en toda su trágica dimensión. Me refiero a la falta, en Rancagua, ciudad de más de 120 mil habitantes, de un servicio de urgencia organizado y habilitado, que sirva para recibir a los enfermos o accidentados que lleguen en estado de gravedad. En la ocasión en que el joven González llegó moribundo al Hospital de Rancagua, hubo necesidad de hacerle una serie de tratamientos de extrema urgencia, con muchas dificultades, por la falta de medios y de recursos materiales y humanos. No voy a afirmar que hubiese sido posible salvar su vida, ya que las heridas recibidas fueron mortales; y, aún más, sé positivamente que el equipo de cirujanos que lo atendió realizó una faena gigantesca y sobrehumana para tratar de salvar su vida.
Al margen de la capacidad y abnegación con que actuaron los médicos y de la rápida atención que desarrolló el personal de auxiliares y enfermeros, se notó la abismante falta del servicio que aludo, pues fui testigo presencial del hecho; incluso me correspondió acompañar al doctor Herrera, gran amigo del padre de la víctima y mío, en una precipitada carrera en busca de un médico especialista en electrocardiografías.
Muchas fallas salieron a la luz en los angustiosos momentos vividos a raíz de estos hechos, y deseamos ahora, aprovechando esta circunstancia dolorosa, reactualizarlos y solicitar a la Dirección General del Servicio Nacional de Salud que se aboque de inmediato a su pronta solución.
El servicio actual no reúne ni las condiciones más elementales para la atención de los enfermos graves. Rancagua tiene, como he dicho, una población de más de cien mil habitantes y un área de atención que sobrepasa los cuatrocientos mil habitantes. A las plazas ya creadas para médicos y cirujanos, es indispensable obtener la creación de seis cargos de pediatría en Asistencia Pública, de cuatro horas cada uno, más cinco de enfermeras y un número adecuado de auxiliares, choferes, practicantes y personal de aseo. Además, faltan médicos anestesistas que atiendan oportunamente los casos de urgencia y permanezcan en el servicio el tiempo requerido. En cuanto a equipo, se necesita resucitadores, una unidad coronaria, una planta de oxígeno líquido y otros elementos indispensables, que debe determinar una comisión técnica integrada, desde luego, por los propios médicos de Rancagua y, muy en especial, por el Subdirector doctor Hordalo, quien conoce a fondo la materia.
En cuanto a un local para una habilitación de urgencia, bastaría con que algunos servicios administrativos, las oficinas de contabilidad y las dependencias de los inspectores de Higiene Ambiental, que funcionan próximos en el mismo piso del Servicio de Guardia, sean desplazados a una casa adecuada que el Servicio podría arrendar en las áreas próximas al Hospital de la ciudad. Con esta medida se entraría a la solución inmediata del problema, sin dejar, por cierto, de pensar que la solución definitiva será la edificación de un local apropiado que, en el futuro, deberá atender las necesidades del actual hospital y las del Hospital del Cobre, agregándosele una central de esterilización.
Debo insistir, señor Presidente, que en el momento actual el Hospital Regional de Rancagua no está ni remotamente en condiciones de atender un accidente colectivo, ni los casos de infartos cardiacos que, en cualquier centro bien dotado, tienen más del 50% de recuperación.
Se ha ofrecido, por parte del ex Senadordon Baltazar Castro, obsequiar una unidad coronaria para 4 enfermos, la que quedará en desuso al no contarse con personal e instalaciones para su buen aprovechamiento.
Deseo que estas observaciones sean transcritas al señor Ministro de Salud y al señor Director General de Salud, para que se sirvan atender a la solución de este grave problema que he expuesto y que, a raíz de una horrorosa circunstancia, estoy actualizando en esta oportunidad.
Nada más, señor Presidente.
El señor CERDA, don Eduardo (Vicepresidente).-
Se enviarán los oficios solicitados por el señor Diputado.
"
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