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El señor SANHUEZA (Presidente).-
Por acuerdo de la Corporación corresponde rendir homenaje a la República Popular China.
Tiene la palabra el señor Ortega, don Leopoldo.
El señor ORTEGA.-
Señor Presidente, los Diputados comunistas queremos expresar nuestra satisfacción y júbilo, porque en la noche del 25 de octubre recién pasado la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó, por una gran mayoría de votos, el ingreso de la República Popular China a la organización mundial y la expulsión del régimen títere de Taiwan, acontecimiento que marca el más serio revés norteamericano en la historia de ese organismo.
La República Popular China ocupará un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, con poder de veto, después de la histórica decisión.
Se trata, señor Presidente, de la culminación de un largo proceso histórico, iniciado hace 22 años, cuando la Cancillería de la naciente República, constituida el 1° de octubre de 1949, notificó a la ONU de su existencia.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, China se había sumado a los "Cuatro Grandes" en la creación de la ONU y ocupaba, por ello una de las 5 bancas permanentes del Consejo de Seguridad, con el lógico derecho a veto.
Derrotado Chiang Kai Shek por los ejércitos revolucionarios de Mao Tsetung, en diciembre de 1949, se refugia en Taiwan en complicidad con el imperialismo norteamericano y las fuerzas reaccionarias de China e instala su Gobierno títere en Taipei.
Hasta la histórica decisión del 25 de octubre último, las Naciones Unidas habían continuado reconociéndole la representatividad de toda la Nación China a la camarilla de Taipei, negándosela a Pekín, representante efectivo y natural, desde 1949, de los 800 millones de chinos que constituyen esa gran nación.
En favor de situación tan grotesca, por lo irreal, se jugó siempre la diplomacia norteamericana, que maniobró) hasta el último minuto por cerrarle el paso al ingreso de China Popular o para mantener a Taiwan, que ha representado el papel de cabeza de puente en contra de los pueblos de Asia.
Por más de 20 años se pretendió ignorar la existencia de una gra nación; por más de 20 años, en base a maniobras del imperialismo, se pretendió mantener a esa nación continente, la más poblada del planeta, como un ente extraño al conjunto de las naciones del orbe, construyendo en torno a ella, una artificiosa muralla discriminatoria, que aislara su convivencia internacional.
Durante muchos años y hasta muy poco, China Popular no existía para gran parte de los países del mundo. Muy pocos Estados capitalistas mantenían relaciones diplomáticas y comerciales con Pekín.
Por eso es que el acontecimiento que hoy celebramos no ha constituido un logro fácil.
Ya en 1950 la India propone a la Asamblea sustituir a los funcionarios de Taiwan por los de Pekín, lo que naturalmente es rechazado. No obstante, la Asamblea designa una comisión para que estudie la materia y formule recomendaciones. Esta se pronuncia en 1951, declarándose incapaz de presentar iniciativa alguna. Elude cualquier pronunciamiento. Desde entonces la Asamblea decide no considerar el problema, que se mantuvo ausente de la Agenda de deliberaciones, en atención a la manifiesta mayoría contraria a su discusión.
Sin embargo, esa posición se debilita notablemente en 1960, con 42 votos negativos al tratamiento, 34 favorables y 22 abstenciones.
A partir de ese momento la diplomacia norteamericana se vale de recursos más oblicuos para oponerse a la incorporación de China Popular. Junto con Australia, Colombia, Italia y Japón, Estados Unidos logra que la Asamblea General apruebe una moción que transforma el cambio de la representación de China en "asunto importante", lo que significa, de acuerdo al artículo 18 de la Carta de las Naciones Unidas, que el ingreso de la China Popular y la simultánea expulsión de Taiwan requieran el sufragio positivo de los dos tercios de los miembros. Hasta 1970, nunca pudo obtenerse tal mayoría.
No obstante, la causa de China, por ser justa, fue avanzando posiciones. En este largo batallar se jugaron siempre, por entero, la Unión Soviética y todos los países del mundo socialista. Ya en 1970 fueron mayoría, 67 contra 61 países miembros, los que reconocieron el hecho real, de que el Gobierno de China no se encontraba en Taipei, sino en Pekín..
Por eso, señor Presidente, hemos celebrado con gran regocijo el resultado de las dos votaciones que han permitido el ingreso de China Popular a la ONU: la primera, para decidir la petición norteamericana en el sentido de considerar como "asunto muy importante" la expulsión de Taiwan, con 50 votos en contra, 55 a favor y 15 abstenciones; la segunda, en que se votó la admisión de Pekín y la expulsión de Taiwan, que se decidió por 76 votos a favor, 35 en contra, 17 abstenciones y 3 ausencias.
Estos resultados representan una victoria para todos los pueblos y la quiebra total de una política mantenida por décadas por las fuerzas del imperialismo. La expulsión de China nacionalista es una derrota mayúscula para el Gobierno del Presidente Nixon.
Las Naciones Unidas han comprendido que el concurso de esa gran nación socialista es necesario e indispensable para lograr el orden internacional, la paz mundial, su objetivo esencial.
Saludamos al gran pueblo chino por su victoria, que es nuestra victoria y la de todos los pueblos. Saludamos al gran pueblo chino, laborioso, revolucionario y tenaz que, pese a la adversidad y a la discriminación, con la cooperación solidaria de la Unión Soviética y del mundo socialista, pudo vencer su atraso de siglos para transformarse en una gran nación moderna.
Confiamos en que la República Popular China, frente a la nueva y gran responsabilidad que ha de asumir, en uso de sus legítimos derechos de gran nación, ha de contribuir al afianzamiento del movimiento socialista mundial, por encima de cualquiera discrepancias transitorias, discrepancias o divergencias que resultan explicables frente a la magnitud del combate, frente a la dura y permanente lucha contra un enemigo poderoso, de gran potencia de ataque y resistencia, que se repliega y busca cómo rehacerse con ocasión de cada adversidad, para adoptar nuevas formas y tácticas de enfrentamiento.
La victoria que hoy celebramos, unida a tantas otras, va endureciendo la política del imperialismo norteamericano, que hoy amenaza, sin eufemismos ya, a los pueblos que inician el camino de su liberación económica o que se preparan para ello.
El señor SCARELLA.-
¡Con la visita de Nixon!
El señor ORTEGA.-
Frente a un acontecimiento trascendental para el progresivo avance de la humanidad, el Senado norteamericano ha reaccionado de manera soberbia y prepotente. Ha notificado a la opinión mundial que suspenderá la ayuda a los países en desarrollo. Se ha quitado la careta de la convivencia respetuosa y democrática. De manera unilateral, ha decidido interrumpir los aportes que ya estaban considerados en los diversos programas de los países dependientes. Queda demostrado así, una vez más, de manera muy tajante, que todo este tipo de ayuda, que más que ayuda propiamente al, ha sido una débil compensación frente a la implacable y sostenida explotación de los países proveedores de materias primas, siempre fue, implícita o explícitamente, condicionada. La digna actitud de los países débiles que votaron por el ingreso de China Popular parece haber sido un fenómeno inesperado, que desenmascaró al coloso explotador.
Para nosotros, comunistas, para todos los militantes de la Unidad Popular, es un motivo de legítimo orgullo y especial satisfacción, que nuestro Gobierno, en cumplimiento del programa ofrecido al país, haya establecido relaciones diplomáticas y comerciales con la República Popular China a pocas semanas de asumir el mando de la nación, y que ahora, interpretando el sentir de nuestro pueblo, se haya pronunciado por el ingreso de ese gran país socialista a la Organización de las Naciones Unidas.
Gracias, Presidente.
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