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El señor FUENTES, don César Raúl (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Lorenzini.
El señor LORENZINI.-
Señor Presidente, comenzaré por decir que estoy totalmente de acuerdo con el pensamiento y la posición inicial de la Cámara.
El colega hablaba de quienes hemos ejercido la profesión de abogado al servicio de los trabajadores en las cosas sindicales.
A mi me tocó nacer a la lucha y al trabajo de abogado precisamente defendiendo a los campesinos, incluso antes de obtener mi título de abogado, que conseguí bastantes años después por estar tinterillando en favor de los trabajadores del campo. Los abogados de Santiago tal vez no tengan mayor problema, porque tienen a los jueces del trabajo, los cuales fallan conforme a un criterio determinado. Pero los que hemos vivido en provincias y hemos tenido que defender a los campesinos o a los obreros en los pueblos chicos sabemos lo que significa realmente esto de una judicatura aparente del trabajo, pero que no es más que una judicatura civilista.
El Derecho lo hemos tomado de pueblos extranjeros, empezando por Grecia y Roma, algo del Derecho Canónigo y hemos venido creando un Derecho propio, nuestro, que viene desde la Edad Media, tal vez de Napoleón y compañía. Pero a los juristas les cuesta mucho entender una cosa: que no es la ropa la que debe modelar el cuerpo que va a cubrir, sino que es el hombre el que necesita un vestido a su medida. La medida del campesinado chileno, del pueblo chileno...
El señor PALESTRO.-
Sabias palabras.
El señor LORENZINI.-
Si quiere una interrupción, con mucho gusto se la doy.
El señor PALESTRO.-
Muy hermosas palabras.
El señor LORENZINI.-
Lamento que el colega piense que crear un Derecho nuevo al servicio del pueblo, un Derecho no clasista, sean palabras hermosas. Creo que son los hechos los hermosos. Estoy fundamentando por qué es conveniente que esta judicatura especial exista, no solamente por aquellos grandes argumentos de los juristas que hemos encontrado en todas las Comisiones de la Cámara cuando hemos consultado a los técnicos, que dan muchas razones de esas que ya se presentan estereotipadas en todos los tratados. Pero la realidad es que este Derecho es el Derecho Civil, un Derecho que tiene una sicología, una mentalidad propia. Y nosotros no podemos pedirle al Juez que se divida en dos seres humanos distintos, uno para aplicar las viejas normas del Derecho Romano, por muy remozado que esté, y otro, para aplicar las normas del Derecho Social que corresponda al sentimiento de la mentalidad de la época que estamos viviendo.
El Juez de un pueblo es simultáneamente Juez del Trabajo y Juez de Letras, pero primeramente es Juez de Letras; además, es Juez del Crimen, y también tiene que atender los casos de menores, y así como un pariente pobre, como un allegado, está el Derecho del Trabajo.
A muchos colegas que han ejercido en los campos, les ha tocado llegar con sus testigos, con sus clientes, para defenderlos frente a un Juez de Letras; gente que ha tenido que venir de lejos; a veces ha llovido y han tenido que pasar canales y ha costado un triunfo llegar con los testigos. Y el Juez tenía un problema de asunto criminal, o civil, o de menores, y les decía: Por atención preferente del tribunal, se posterga la Audiencia. Y los trabajadores, los testigos y el abogado, tenían que irse, y hacer toda la tramitación para una nueva reunión. Todos los que han sido dirigentes gremiales, no sólo abogados, conocen esta realidad.
Por último, llega el momento de fallar. Dice el Derecho del Trabajo que hay que fallar en conciencia. Pero, ¿cuál es la conciencia del juez civilista? Sencillamente apreciar las pruebas en su verdadero carácter jurídico, en ese carácter predeterminado que se da dentro del Código Civil, y le es casi imposible, humanamente, poder captar cuál es la esencia misma del problema.
Ahora, que para evitar los viajes a los trabajadores, que son costosos y difíciles, se la haga la primera sustanciación ante el juez del departamento, ante el juez cercano a la morada del trabajador, es una gran solución. Pero en el fallo definitivo, que se vea si la razón la tiene el patrón o el obrero; que se pueda apreciar hasta dónde un testigo es idóneo o no; hasta dónde un hombre que es administrador, jurídicamente no está impedido de declarar, porque, en el hecho, los jueces del trabajo, que tienen experiencia en estos procesos, saben que desde la partida aquéllos tienen comprometida su conciencia de trabajador, de empleado, como representante del patrón. En síntesis, ellos podrán fallar con mayor libertad.
Por estas razones, a mí me parece que este es un paso grande para llegar a esta cosa hermosa que es la justicia, a la que hay que tratar de liberarla de esas cosas marginales; de esa apreciación que dan las mentalidades formadas en las universidades y en la práctica diaria del ejercicio del Derecho.
Cuando los jueces civiles tienen que fallar, son, antes, que, nada, civilistas. Y eso siempre ha perjudicado a los trabajadores. No digo que los jueces lo hagan por maldad. No digo que lo hagan por querer perjudicar la justicia, sino todo lo contrario. Ellos creen que esa es la justicia, creen que los matices que ellos aprecian son los verdaderos, porque entre la fotografía y una caricatura, no hay más diferencias que la de recargar algunos matices y omitir otros. Y esto es lo que hacen los jueces civilistas cuando tienen que fallar los juicios del trabajo.
Por eso, por la creación de las nuevas tendencias del Derecho, vamos a apoyar la moción primitiva presentada y que hemos aprobado en la Cámara.
Nada más, señor Presidente.
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