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El señor JAUREGUI.-
Pido la palabra.
El señor SEÑORET (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el señor Pedro Jáuregui. Su Señoría puede hacer uso también de los dos minutos que le ha cedido el Comité Demócrata Cristiano.
El señor JAUREGUI.-
Señor Presidente, agradezco la deferencia del Comité Demócrata. Cristiano al cederme este tiempo adicional.
Queremos analizar, en esta oportunidad, un fenómeno que es la consecuencia del avance de la ciencia y de la técnica, en una palabra, qué es una consecuencia de la civilización y del espíritu gregario y de aglomeración del hombre y que tiene extraordinaria importancia para la salud y la vida de toda la colectividad. Nos referimos a la contaminación atmosférica con todas sus consecuencias.
En efecto, podemos decir que la contaminación atmosférica nació con la aparición de las primeras grandes ciudades. Antes de 1850, la población rural predominaba en todas las partes del mundo y ningún país podía ser considerado altamente urbanizado; en 1900 sólo existía uno, producto inicial de la revolución industrial: Inglaterra. Sin embargo, medio siglo después, en 1960, el 33% de la población mundial, como sucede en nuestro país, vivía en conglomerados urbanos y, extrapolando las cifras, se puede estimar que en 1990 más del 50% de la población del mundo residirá en ciudades de más de 100.000 habitantes.
La contaminación atmosférica, como hemos dicho, es un problema del siglo XX,. y ha producido catástrofes muy': serias que la prensa y la historia han consignado. Así, por ejemplo, en 1940, en Donora, estado de Pensilvania, una espesa niebla cargada de anhídrido sulfuroso y sulfúrico, obligó a huir a sus 14.000 habitantes, después que 6.000 de ellos habían enfermado. Antes, en 1930, en el valle del Mosa, Bélgica, una niebla tóxica que cubrió la región determinó la muerte de 63-personas y de 3.000 cabezas de ganado. En Londres, en 1952, en circunstancias parecidas, se registraron 12.000 muertes por causas no previstas, durante los cinco días en que la ciudad estuvo invadida por el "smog".
No hace muchos días, la prensa mundial nos informaba, en un cable de la Associated Press, de una predicción de los científicos de Nueva York, precisamente del Centro de Investigaciones de Contaminación Atmosférica. En ella se decía que en 1990 el hombre debería usar un casco respiratorio especial para vivir en el exterior; se agregaba, textualmente, que hoy "no queda aire limpio en Estados Unidos".
Para el doctor Hulstrunk, de ese Centro Investigador, la mayoría de las áreas urbanas de Norteamérica tiene un contenido de más de 15.000 partículas por centímetro cúbico, siendo lo normal hasta 2.000.
Como todos sabemos, un elemento vital para el hombre es el oxígeno, que en cierta medida es producido por el mecanismo de la síntesis clorofílica en que la planta absorbe, anhídrido carbónico y elimina oxígeno. Pues bien, se ha calculado que la vegetación produce en Estados Unidos, todos los años, 2.600 millones de toneladas de oxígeno, mientras que la combustión de gas natural, petróleo y carbón, consume unos 4.500 millones. La diferencia, de menos de 1.900 millones de toneladas, la compensa especialmente el Océano Pacífico, aportando cantidades adicionales de oxígeno. Se piensa entonces, con razón, que si en todos los países sucediera lo mismo como consecuencia del avance tecnológico de la civilización, se produciría una dramática crisis, de extraordinaria importancia.
Los contaminantes de la atmósfera van desde el polvo, humo, hollín, cenizas, óxidos, sales minerales, etcétera, hasta las nieblas del ácido sulfúrico, formadas principalmente por oxidación de anhídrido sulfuroso, el monóxido de carbono de los escapes de automóviles, el óxido de nitrógeno, los hidrocarburos de la gasolina, etcétera, todos muy tóxicos y con manifestaciones muy peculiares.
La atmósfera que rodea a la tierra constituye una masa de aire enormemente grande, y cálculos científicos estiman que existen unos dos millones de toneladas de aire por cada ser humano, pero a pesar de que vivimos sumergidos en este océano de aire, el hombre no puede utilizar más de un 1% de él.
Por otra parte, diariamente se vacían en la atmósfera 500 mil toneladas de óxidos de nitrógeno, como residuos de motores a explosión, más de 500 mil toneladas de anhídrido sulfúrico; y si consideramos que no podemos prescindir del aire por más de 4 minutos, plazo en el que comienzan a morir las células cerebrales, que son las más ávidas de oxígeno, y si consideramos aún, que utilizamos diariamente en la respiración entre 15 y 20 kilogramos de aire por día, tendremos una idea aproximada de los peligros que envuelve para nuestra salud y para la economía, en general, una masa tan grande de contaminantes.
Los daños para la economía van desde la corrosión y destrucción de materiales, hasta la pérdida en los rendimientos de cosechas, ya que en el anhídrido carbónico y los paraoxiacetil nitritos, provocan lluvias acidas que dañan la vegetación y los cultivos. Se daña la ecología de vastas zonas, ya que se ha demostrado que se altera el equilibrio biológico de ríos y lagos por una baja constante del PH, que produce alteraciones en la vida orgánica y en la ictiología, con desaparición de numerosas especies, fenómeno al cual no es ajeno al uso indiscriminado de pesticidas. La estimación de daños por éstos y otros conceptos en Estados Unidos e Inglaterra es del orden de los 800 millones de dólares anuales.
En cuanto a la salud, estadísticamente está demostrado el progresivo aumento de muertes por bronquitis y enfisema pulmonar con su habitual insuficiencia cardiaca final. Hay también una alta incidencia de cáncer pulmonar en relación a la contaminación atmosférica que es llamativa, especialmente en casos de no fumadores, lo que es significativo, ya que se sabe la acción cancerígena del tabaco.
Como dato comparativo podemos decir, a la luz de datos proporcionados por la Red Panamericana de Muéstreos, que en el segundo semestre de 1967, Santiago de Chile tiene el porcentaje más alto de anhídrido sulfuroso entre todas las capitales latinoamericanas, con 134,4%, siguiéndole Sao Paulo, con 82,9%. En cuanto a polvo de suspensión atmosférica, Santiago tiene un promedio de 0,245 contra 0,119 miligramos por metro cúbico de Estados Unidos.
Para terminar, queda un último factor por analizar: al contaminación atmosférica por la energía atómica y las radiaciones ionizantes, problemas de extraordinaria gravedad y que afecta a la humanidad produciendo trastornos en la hematopoyesis, leucemias, esterilidad y trastornos de las mitosis, es decir, cánceres de todo tipo. Aunque no hay datos definitivos sobre esta materia, y dado el hecho de que se trata de un tema de importancia vital para la humanidad, resulta evidente que los peligros de la contaminación atmosférica por energía atómica, han estado realmente presentes en la reciente conferencia de fíelsínski sobre equilibrio o desarme nuclear, en la que Estados Unidos y Rusia, conscientes del peligro que significa la contaminación nuclear, e incluso lo que se ha llamado "el holocausto atómico", toman las medidas necesarias para evitar una catástrofe de esta índole.
¿Qué medidas deben adoptarse en nuestro medio para disminuir la contaminación atmosférica. Ellas están contenidas, en gran parte, en el decreto Nº 144 del Ministerio de Salud, de fecha 2 de mayo de 1961, en el que se regula y controla todo lo relacionado con contaminantes atmosféricos, pero que lamentablemente se cumple sólo en forma parcial.
Como conclusión de estas observaciones, insinuaríamos las siguientes medidas:
1.- Control efectivo por el Servicio Nacional de Salud de los equipos de combustión y de calefacción de edificios e industrias, como asimismo de los servicios de incineración de basuras.
2.- Control efectivo, por municipios y Carabineros, para evitar la incineración libre de basuras o desperdicios, estableciéndose la penalidad respectiva por los Juzgados de Policía Local.
3.- Prohibición real y sanciones efectivas a los conductores cuyos vehículos despidan humo visible de escape, caso contemplado en el artículo 7º del decreto Nº 144, al que he hecho referencia. . .
El señor SEÑORET (Vicepresidente). -
Perdón, señor Diputado. Ha terminado el tiempo de su Comité, pero yo le voy a ceder los dos minutos del Comité Independiente para que pueda terminar sus observaciones.
4.- El señor JAUREGUI.-
Muy amable, señor Presidente, muchas gracias.
Combatir la grave insuficiencia de áreas verdes que afecta a Santiago, factor fundamental en la lucha contra la contaminación atmosférica, estableciendo desde ya una política de incremento de las áreas verdes, en que participen todos los organismos vinculados al desarrollo urbano, es decir, el Ministerio de Obras Públicas, la CORVI, la CORMU, el Ministerio de la Vivienda, los municipios, la Cámara Chilena de la Construcción, etcétera. Como dato ilustrativo, diremos que cada santiaguino dispone actualmente de sólo 2,3 metros cuadrados de área verde y que la superficie de áreas verdes, que en 1960 era de 1.980 hectáreas, bajó a 1.520 hectáreas en 1967.
5.- Señalar a las autoridades estatales o municipales la prioridad que debe darse a las áreas verdes en todo proceso de remodelación de ciudades, de obras públicas o construcciones en general, haciendo obligatoria la creación de grandes áreas verdes de reforestación, lo que sería controlado por el Ministerio de Agricultura y el Servicio Nacional de Salud, los cuales fijarían, para las grandes construcciones, una reserva para áreas verdes no inferior a un 15% del área edificada (del 5 al 7% superior a la que establece la actual Ordenanza General de Construcciones), imponiéndose a los municipios la obligación de no recibir poblaciones u obras públicas que no cumplan con este requisito.
Solicito, en consecuencia, que se envíen oficios con estas observaciones a los señores Ministros del Interior, de Salud Pública, de Agricultura y de Obras Públicas y, a través de ellos, a Carabineros y a los diferentes municipios de la capital, para que se tornen las medidas a que he hecho referencia, a fin de poner a nuestra población a cubierto de las graves consecuencias de la contaminación atmosférica.
Muchas gracias.
El señor SEÑORET (Vicepresidente).-
Se transmitirán las observaciones a los distintos Ministerios y reparticiones mencionadas por Su Señoría.
El señor AGUILERA.-
En nombre del Comité Socialista.
El señor SEÑORET (Vicepresidente).-
También se hará en nombre del Comité de Su Señoría.
Ha llegado el término de la hora.
Se levanta la sesión
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