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El señor MERCADO (Presidente).-
Solicito la venia de la Sala para conceder un minuto al señor Acevedo.
No hay acuerdo.
Puede usar de la palabra la señora Blanca Retamal.
La señora RETAMAL (de pie).-
Señor Presidente, señores parlamentarios, mucho se ha dicho y muchos homenajes se han rendido a través de todo nuestro país, desde las aulas de la escuela básica en las montañas, en la llanura, de norte a sur, de mar a cordillera en nuestro país; muchos homenajes ha recibido en cada uno de los países de América y en cada una de las naciones de todo el mundo esta gran mujer que fuera Lucila Godoy Alcayaga.
Yo diría, que esta mujer ha sido la mejor embajadora que ha tenido nuestra patria a través del mundo, no obstante que a ella le tocó vivir en una etapa de nuestra historia en que los hombres y las autoridades creían que las mujeres no teníamos inteligencia. Esta mujer, Gabriela Mistral, a quien se conoce por sus obras literarias como la gran poetisa, ni siquiera tuvo derecho a voto en su época. De allí que, aún cuando esta maestra primaria vivió en un período muy desafortunado -diría yo- de nuestra historia, llegó a ser la mejor embajadora que tuvimos los chilenos.
Se recuerda que, en su juventud, era una joven esbelta, de cabellos rubios, de ojos verdes, que supo captar y cantar a la naturaleza entera, que supo ver la belleza aún en las piedras del camino, que supo también captar y ver la belleza en el mar y en el cielo azul de nuestra patria, que supo comprender los problemas y captar la nitidez, dulzura y limpieza de alma y de espíritu de los niños, de los pobladores y de las mujeres de nuestro país, que supo cantar la belleza de toda la humanidad, la belleza que nos ha dado la naturaleza, y que también supo crear la belleza de su poesía, de la que nos enorgullecemos las mujeres y los hombres de este pueblo.
Señor Presidente, yo podría recordar esta tarde muchas cosas de Gabriela Mistral, ya de su juventud, de cuando era maestra primaria, ya de cuando fue maestra secundaria, ya como poetisa. Podríase recordar también lo mucho que se ha hablado de ella. Pero, en esta oportunidad, yo quisiera recordar el homenaje sentido que se rindiera en esta Cámara a esta gran mujer chilena, con motivo de recibir el más alto galardón que puede recibir hombre o mujer alguno, el Premio Nobel de Literatura; y me voy a referir al discurso que dijo un parlamentario, amigo personal de esta insigne poetisa nuestra, compadre de ella, su representante legal en nuestro país, cuando era nuestra Embajadora. Este discurso dice como sigue:
"Los que llamamos "grandes" en esta tierra suelen serlo de dos maneras distintas. Hay dos "grandezas" humanas, señores Diputados. Una, que desciende de la altura, súbita y centelleante, alimentada de sustancias extrañas a la naturaleza común del hombre. Es un tipo de genio que deslumbra, pero no enternece; que llama a la admiración, pero no sabe despertar amor. Y hay una segunda forma de grandeza humana que no tiene el contorno flamígero de la primera, que no pende allá arriba, en lo alto, ajena al hombre y a su heredad de penas y de goces cotidianos. Es una grandeza que va creciendo lentamente, que hunde su raíz en la savia profunda del pueblo, de la tierra parda y eterna, de las cosas sencillas y humildes que forman la trama inacabable de la vida. Hay esta segunda grandeza que tiene el poderío incontrarrestable de la vida misma, porque de ella se alimenta. Esta segunda forma de grandeza, que conoce el viejo secreto de los árboles, que para crecer hacia arriba, muy arriba, saben crecer hacia adentro, muy adentro. Así se alzan, palmo a palmo, lentamente, poderosamente, signo y cifra del mundo que los rodea, al cual pertenecen, del cual extraen su aliento vital, al cual ennoblecen, representan y dignifican. ¡Así está amasada la grandeza de Gabriela Mistral! Así ha crecido esta mujer agreste y profunda, suave y poderosa, dando y recibiendo de los suyos, de su tierra, de su pueblo, de su condición cristiana, el secreto de amar, de sufrir, de vivir.
"¡Qué fáciles resultan las palabras de afecto, de cariño, de gratitud que en el ámbito entero de nuestra América se han dicho en su homenaje! ¡Qué entrañablemente nuestra sentimos todos a "nuestra" Gabriela!
"¿Qué recuerdo de ella, señor Presidente, en este instante en que la Cámara le rinde homenaje? Tres escenas puedo volver a divisar en este momento. Y las tres traducen el mismo signo de desarrollo pausado y fuerte. Recuerdo una tarde llena de sol en una playa de Iquique. Centenares de niños y centenares de personas mayores, habíamos ido a ver a Gabriela Mistral que pasaba en un barco rumbo al norte y que almorzaba en tierra firme. Allí vi, por primera vez con mis ojos, cómo estaba ella ligada a su tierra y a su pueblo, no por la fugacidad deslumbrante del relámpago que rasga el cielo de oriente a occidente para morir haciendo más tenebrosa que antes la oscuridad, sino por mil y mil pequeñas raicillas subterráneas, persistentes, bastas como la tierra y, como la tierra, indestructibles. La vi otra vez, más tarde, en una escuelita perdida en la serranía de su provincia, lugar al cual llegué más por el azar que por la intención. Se repartía ropa y zapatos a los niños pobres -¡a todos los niños!- de la escuelita. Eran ropas y zapatos que mandaba desde fuera de Chile, Gabriela Mistral, con carta para la maestra y con recado para los niños. Señores: ¡si hasta el Premio Nobel llegó así, según la condición de su grandeza, amasada de tiempo y de fuerza serena! Recuerdo que hace cinco años en Suecia, país en el que viví algunos meses en aquel entonces, ya su nombre se daba como el más calificado para el Premio Nobel. Pero su hora había de llegar como todo en su vida: lentamente. Han pasado cinco años desde que los académicos del lejano país pensaron en esta mujer chilena para honrarla con la máxima distinción de la literatura universal. Y hoy, vuelta la paz al mundo, podemos celebrar con el corazón apretado de emoción, esa consagración final,
"¿De qué está hecho el sentido profundo de la vida y de la obra literaria y humana de Gabriela Mistral? ¿De qué está hecho el secreto de su fuerza y de su persistencia? Primero que todo, señores Diputados, de que Gabriela es una mujer profundamente cristiana, bíblica diría yo, traspasada hasta la médula por los imperativos de caridad y de justicia que Cristo trajo al mundo y de los cuales el Evangelio da testimonio.
"Está hecha, además, de una compenetración sustancial con el corazón humano, sus desfallecimientos y sus impulsos de purificación. De una mirada cargada de piedad por los que sufren, por los débiles, por los niños, por los pobres, por los desconsolados de la tierra. Allí está ella volcando su sentido cristiano del mundo de las cosas, pidiendo por los que padecen hambre y sed de justicia, por los que tienen necesidad de una palabra de amor, por los que necesitan pan para ser buenos, por los que luchan por la libertad para ser dignos.
"Ella, la mujer fuerte del Evangelio, está allí, de pie, dando testimonio de la verdad cristiana y humana que hace grávido su corazón. Pero en su lucha, no hay ese grito ronco del desesperado, no hay ese encono sombrío del que es movido por el ánimo de la revancha. No. Ella trabaja segura, tranquila, serena. Tiene confianza en el hombre. Tiene fe en el espíritu humano. Es la esperanza la que alienta su combate de artista. Y es esta fe en el hombre, esta indestructible confianza en la utilidad del esfuerzo y de los sacrificios, otro de los rasgos profundos de su corazón y de su obra misma.
"Por último, agitándose como un nimbo en torno a todo lo suyo, está siempre el dulce y persistente recuerdo de su tierra, de su Patria, de nuestro Chile. Es nuestra y no nos olvida. Su espíritu, ciertamente, no puede encerrarse detrás de una frontera; pero ella sabe ser chilena en lo americano, chilena en lo universal.
"Así ha crecido entre nosotros, formada de la misma sustancia de su pueblo, confundidas sus raíces en el tibio seno de la tierra, transformando la dura materia de las cosas y de la vida en poesía y en enseñanza moral. Así ha ido alzándose Gabriela Mistral, "nuestra" Gabriela. Ayer llegó la hora de su consagración. El árbol tiende ya su sombra ancha sobre el suelo de donde extrajo su fuerza vital. Es con un goce mitad hecho sentido humano y mitad de sentido religioso con que nos acercamos para saludarla, para agradecerle. Su secreto es el secreto de haber amado y haber sufrido mucho. Su tesoro es un tesoro de lágrimas. Ojala que permanezca entre nosotros, como en esta tarde ejemplar, parte de su fuerza, parte de su paz, parte de su amor!"
Señor Presidente, el parlamentario que dijo estas sentidas palabras de nuestra gran maestra, de nuestra gran escritora, de la mejor embajadora chilena en el mundo, fue el entonces DiputadoRadomiro Tomic. Nosotros, los democratacristianos como ayer, hoy y siempre, tendremos en nuestro alero esta enseñanza de profundo humanismo, para que en nuestra tierra, en América y en el mundo, no exista odio, sino sólo amor y paz.
Gracias.
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