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- rdf:value = " 13.-REFORMAS A LA CARTA DE LA ORGANIZACION DE ESTADOS AMERICANOSEl señor IBAÑEZ (Presidente).-
Corresponde despachar, en seguida, el proyecto de acuerdo de origen en un mensaje, con urgencia calificada de "simple" e informado por la Comisión de Relaciones Exteriores, que aprueba el Protocolo de Reformas a la Carta de la Organización de Estados Americanos.
Diputado informante de la Comisión de Relaciones Exteriores es el señor Carlos Sívori.
El proyecto de acuerdo, impreso en el boletín Nº 11.074, es el siguiente:
Proyecto de acuerdo:
"Artículo único.- Apruébase el Protocolo de Reformas a la Carta de la Organización de los Estados Americanos "Protocolo de Buenos Aires", suscrito por Chile en la Tercera Conferencia Interamericana Extraordinaria, efectuada en la ciudad de Buenos Aires, República Argentina, el 27 de febrero de 1967".
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Me permito hacer presente a la Sala que por acuerdo de la Corporación, la discusión de este proyecto deberá someterse al siguiente procedimiento: a) Durante el debate los Comités dispondrán de los siguientes tiempos: Comité Demócrata Cristiano, 40 minutos; Comité Nacional, 35 minutos; Comité Comunista, 30 minutos; Comité Radical, 30 minutos; Comité Socialista, 30 minutos; y Comité Independiente, 30 minutos.
El Diputado informante dispondrá de un tiempo de hasta 30 minutos y las interrupciones que se concedan se otorgarán con cargo al tiempo del Comité a que pertenezca quien las obtenga. Los tiempos señalados no podrán cederse entre los diversos Comités y podrán usarlos a su arbitrio.
En discusión general el proyecto.
El señor SIVORI.-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Sívori, Diputado informante.
El señor SIVORI.-
Señor Presidente, por encargo de la Comisión de Relaciones Exteriores, me corresponde informar el proyecto de acuerdo, originado en un Mensaje, por el cual se aprueba el Protocolo de Reformas a la Carta de Organización de los Estados Americanos, suscrito por Chile en la Tercera Conferencia Interamericana Extraordinaria, efectuada en la ciudad de Buenos Aires, en el mes de febrero de 1967.
Con el objeto de allegar mayores antecedentes, la Comisión escuchó una exposición que, sobre este particular, hiciera el señor Embajadorde Chile en el Consejo de la OEA, don Alejandro Magnet. Asimismo, la Comisión escuchó al señor Subsecretario de Relaciones, don Patricio Silva.
Como es de conocimiento de los colegas, la actual Carta de la OEA, fue suscrita en la Novena Conferencia Internacional Americana, celebrada en Bogotá desde el 30 de marzo al 2 de mayo de 1948.
La Carta, con el correr de los años, probó ser inadecuada, al concentrar excesivamente la atención de los Estados Miembros en los problemas político-militares. Los esfuerzos de desarrollo del Hemisferio, encarnados en la Operación Panamericana del Presidente Juscelino Kubischek, en la creación del Banco Interamericano y en la Alianza para el Progreso, no encontraban fácil cabida en la Organización.
Le correspondió al Gobierno de Chile impulsar varias iniciativas tendientes a reformar la Carta. Estos esfuerzos fueron bien recibidos por la mayoría de los Países Miembros, los que en la Segunda Conferencia Interamericana Extraordinaria, de noviembre de 1965, acordaron introducir cambios profundos en la Organización.
Estos cambios, como fueron propuestos por Chile, eran principalmente los siguientes: a) Establecimiento de una Asamblea Anual, con fecha fija, al más alto nivel, para reemplazar la inoperante Conferencia Interamericana, que tenía lugar cada cinco años; b) El establecimiento de tres Consejos Autónomos, al mismo nivel, encargados, respectivamente, de los asuntos permanentes de la Organización (reemplazando al actual Consejo), de los asuntos económicos y sociales y de los asuntos de la educación, la ciencia y la cultura. Estos dos últimos, son ahora meros asesores del Consejo con sede en Washington, y no tienen la suficiente autonomía ni reciben la atención adecuada; y c) El establecimiento de normas económicas y sociales más avanzadas, más a tono con la época.
Estas reformas, aceptadas en principio en la Conferencia de Río, de 1965, fueron cuidadosamente analizadas por una Reunión de Expertos en Panamá, de febrero a abril de 1966. El trabajo logrado en Panamá fue luego revisado, en lo que se refiere a los aspectos económicos y sociales, por una Reunión Extraordinaria del CIES, en Washington, en junio de 1966, y finalmente aprobado en la Tercera Conferencia Interamericana Extraordinaria de Buenos Aires, en febrero de 1967. El texto completo de estas reformas a la Carta constituye el "Protocolo de Reforma a la Carta de la Organización de los Estados Americanos" que, conforme a una decisión de la Conferencia, es llamado "Protocolo de Buenos Aires".
Este Protocolo entrará en vigor entre los Estados que lo ratifiquen, cuando los dos tercios de los Estados signatarios de la Carta hayan depositado sus instrumentos de ratificación.
En cuanto a los Estados restantes, entrará en vigor en el orden en que se depositen sus instrumentos de ratificación.
El Protocolo en referencia no constituye una nueva Carta, sino que sólo reforma la Carta suscrita en Bogotá en 1948.
Al analizar las principales reformas introducidas en la Carta por el Protocolo, nos encontramos con que los capítulos I y II, es decir, los denominados "Naturaleza y Propósitos" y "Principios", no fueron modificados sustancialmente.
El Protocolo consulta un Capítulo III nuevo, denominado "Miembros", que abarca desde los artículos 4º al 8º inclusive. Los artículos 4º y 5º corresponden a los artículos 2º y 3º de la actual Carta. Los artículos 6º, 7º y 8º son nuevos, dicen relación con normas sobre ingreso a la OEA y corresponden a disposiciones aprobadas en la Primera Conferencia Interamericana Extraordinaria.
A estas normas se ha sujetado el ingreso de Trinidad y Tobago, Barbados y Jamaica.
Los capítulos siguientes, denominados "Derechos y Deberes de los Estados", "Solución de Controversias" y "Seguridad Colectiva", no fueron objeto de modificación alguna por parte del Protocolo.
Es en los dos capítulos siguientes, denominados "Normas Económicas" y "Normas Sociales", donde nos encontramos con reformas profundas, en la redacción de las cuales la Delegación de nuestro país a las diversas Conferencias y Reuniones ya citadas tuvo una destacada participación.
Las nuevas normas tienen como finalidad esencial establecer, con carácter obligatorio, todo un cuadro de disposiciones, hasta el momento, meramente declarativas, que se encuentran en diversas Cartas y Documentos Internacionales.
Hasta el momento la solidaridad interamericana sólo tenía cabida y definición jurídica en materias de seguridad de tipo militar. Ahora, conforme al artículo 29 de la nueva Carta reformada, "Los Estados Miembros", inspirados en los principios de solidaridad y cooperación interamericana, se comprometen a aunar esfuerzos para lograr que impere la justicia social en el continente y para que sus pueblos alcancen un desarrollo económico, dinámico y armónico, como condiciones indispensables para la paz y la seguridad.
Desde hace muchos años ha sido una posición chilena, defendida en diversos foros internacionales, la de que se debía reconocer que la solidaridad de nuestros países debía encontrar una fórmula capaz de movilizarnos en el campo del desarrollo económico y social.
Las finalidades de ese esfuerzo, en lo económico, están establecidas con claridad meridiana en el artículo 31 del Protocolo, cuya aprobación se propone por el proyecto de acuerdo en discusión.
En diversas oportunidades, nuestro país ha llamado la atención sobre la importante incidencia que tiene en el desarrollo económico el comercio exterior, donde es posible verificar el importante deterioro de los términos de intercambio que afecta a países como el nuestro, productores de materias primas. También nuestro país ha tratado de que se adopten medidas en lo que se refiere a las barreras comerciales que encuentran a menudo los productos de los países latinoamericanos. Ahora, en el nuevo artículo 37, todas estas inquietudes encuentran lugar. En efecto, por medio de este artículo, por primera vez, todos los Estados Miembros se comprometen a la reducción o eliminación, por parte de los países importadores, de las barreras arancelarias o no arancelarias, salvo cuando dichas barreras se apliquen para diversificar la estructura económica, acelerar el desarrollo de los Estados Miembros e intensificar su proceso de integración económica, o cuando se relacionen con la seguridad nacional o las necesidades del equilibrio económico. Además, los Estados Miembros se comprometen a conseguir mejores condiciones para el comercio de los productos básicos, por medio de convenios, procedimientos de comercialización y otras medidas destinadas a expandir los mercados.
Asimismo, es digno de destacarse el artículo 40, que reconoce como uno de los objetivos del sistema interamericano el logro de un Mercado Común Latinoamericano.
Esta disposición está redactada en los siguientes términos:
"Artículo 40.- Los Estados Miembros reconocen que la integración de los países en desarrollo del Continente es uno de los objetivos del Sistema Interamericano y, por consiguiente, orientarán sus esfuerzos y tomarán las medidas necesarias para acelerar el proceso de integración, con miras al logro, en el más corto plazo, de un Mercado Común Latinoamericano."
Respecto de esta materia, de tan trascendental importancia, como es la integración latinoamericana, cuyos objetivos, estoy cierto, comparten todos los colegas, los artículos 41 y 42 contienen normas precisas cuyo alcance es muy claro y se desprende de su sola lectura.
Las nuevas Normas Sociales también representan un avance importante en relación con las establecidas en la actual Carta. En efecto, el Protocolo de Buenos Aires reconoce ahora la necesidad de salarios justos, el derecho a asociación, incluyendo el derecho de negociación colectiva y de huelga; la necesidad de incorporar y hacer participar a "los sectores marginales de la población, tanto del campo como de la ciudad, en la vida económica, social, cívica, cultural y política de la nación, a fin de lograr la plena integración de la comunidad nacional, el aceleramiento del proceso de movilidad social y la consolidación del régimen democrático."
Estas disposiciones están contenidas en los artículos 48 y 44. Los actuales artículos 28 y 29 de la Carta de Bogotá reglamentan esta materia. De su sola lectura se desprende que el Protocolo de Buenos Aires amplía de manera inconmensurable las normas sociales anteriores, algunas de las cuales, en la actualidad resultan francamente absurdas.
El Capítulo IX, titulado "Normas sobre Educación, Ciencia y Cultura", que reemplaza al actual Capítulo denominado "Normas Culturales", que estaba compuesto por los artículos 30 y 31, contiene un conjunto de normas sobre educación, ciencia y cultura, que se caracterizan por su espíritu avanzado y progresista. Es así como el artículo 45 dispone que los Estados Miembros deberán dar importancia primordial al estímulo de la educación, la ciencia y la cultura "orientadas hacia el mejoramiento integral de la persona humana y como fundamento de la democracia, la justicia social y el progreso."
El artículo 46 estatuye que los Estados Miembros deberán cooperar para promover la investigación científica e impulsar el adelanto tecnológico.
Por su parte, el artículo 47 establece normas relativas a la educación tanto primaria como la media y la superior.
El artículo 48 determina que los Estados Miembros deberán prestar atención especial para solucionar el problema del analfabetismo y para asegurar el goce de los bienes de la cultura a la totalidad de la población.
El artículo 49 dispone que los Estados Miembros deberán fomentar la ciencia y la tecnología por medio de instituciones de investigación y de enseñanza.
Por último, el artículo 50 establece que los Estados Miembros deberán promover el intercambio cultural, como un medio eficaz para consolidar la comprensión interamericana.
Como ya se ha señalado, una de las reformas más importantes de la Carta de la OEA dice relación con el funcionamiento de este organismo, y con las enmiendas que la experiencia de 20 años ha aconsejado que se le introduzcan con el objeto de capacitarlo para que pueda llegar a solucionar, con mayor eficacia, los numerosos problemas que afectan al Continente. Es así como los Capítulos X a XXI contienen normas relativas a la composición y funcionamiento de cada uno de los órganos de que se compone la OEA.
Como los colegas saben, en conformidad al artículo 32, la Organización de los Estados Americanos, en la actualidad, realiza sus objetivos a través de los siguientes organismos:
a) Conferencia Interamericana;
b) Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores;
c) Consejo de la Organización;
d) Unión Panamericana;
e) Conferencias Especializadas; y
f) Organismos Especializados.
En virtud de lo dispuesto en el artículo 51 del Protocolo de Buenos Aires, se reemplaza la estructura de la OEA, por los siguientes organismos:
a) Asamblea General;
b) Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores;
c) Consejos de la Organización;
d) Comité Jurídico Interamericano;
e) Comisión Interamericana de Derechos Humanos;
f) Secretaría General;
g) Conferencias Especializadas; y
h) Organismos Especializados.
Como órgano Supremo de la OEA, se crea, por los artículos 52 a 58, la Asamblea General. En líneas generales, puede decirse que ella será la encargada de decidir la acción y la política general de la OEA, funciones que antes estaban encomendadas a la Conferencia Interamericana; deberá, asimismo, aprobar el Programa y el Presupuesto de la Organización, como también coordinará las actividades de todos los organismos y entidades de la OEA. Esta Asamblea será, pues, el Foro Anual, el lugar de encuentro al más alto nivel del sistema.
Sobre este particular, es conveniente resaltar que este órgano de la OEA deberá reunirse una vez al año en sedes rotativas y en épocas fijas, al revés de lo que sucedía con la Conferencia Interamericana, establecida en la Carta en vigencia, cuyas reuniones debían efectuarse cada cinco años. Tal como lo expresara el señor Embajador, don Alejandro Magnet, en el seno de la Comisión, esta enmienda es muy importante, porque significa que el sistema está enfrentado, igual que el de las Naciones Unidas, a una especie de revisión anual, y no a merced de sitúa dones de emergencia, como ha ocurrido hasta ahora en las Reuniones de Consulta.
El Consejo de la OEA, denominado ahora "Consejo Permanente", y reglamentado en los artículos 78 a 92, continúa sin atribuciones de tipo político. Su sede será la de la Secretaría General, asumirá las responsabilidades del Consejo actual de la OEA, con excepción de las atribuciones ahora delegadas en la Asamblea General.
Una de sus funciones más importantes, en conformidad con lo dispuesto en el artículo 82, será la de "velar por el mantenimiento de las relaciones de amistad entre los Estados Miembros, y con tal fin, les ayudará de una manera efectiva en la solución pacífica de sus controversias, de acuerdo con las disposiciones que el Protocolo contempla".
Se establece, como órgano subsidiario de este Consejo, una Comisión de Soluciones Pacíficas que, sin lugar a dudas, viene a llenar un importante vacío de la actual Carta, y que sólo podrá actuar, según lo expresa el artículo 85, previo consentimiento de las Partes.
Los artículos 93 al 98 reglamentan el funcionamiento del Consejo Interamericano Económico y Social, el cual pasa a tener el mismo nivel y autonomía que el Consejo de la OEA.
El Consejo deberá celebrar reuniones anuales a nivel ministerial o cuando lo cite la Asamblea por propia iniciativa o para los casos previstos en el artículo 35 de la Carta Reformada, disposición que es de gran importancia, pues establece un tipo de Reuniones de Consultas de carácter económico para buscar colectivamente solución a los problemas urgentes o graves que pudieren presentarse, cuando el desarrollo o la estabilidad económica de cualquier Estado Miembro se vieran afectados seriamente por situaciones que no pudieren ser resueltas por el esfuerzo de dicho Estado.
El Consejo Interamericario para la Educación, la Ciencia y la Cultura, reglamentado en los artículos 99 a 104, también pasa a tener el mismo nivel que el actual Consejo de la OEA, dejando de ser mero órgano asesor de éste. Tendrá a su cargo un ambicioso programa de desarrollo científico y educativo, a través de una Comisión Ejecutiva Permanente.
El Comité Jurídico Interamericano, reglamentado en los artículos 105 a 111, reemplaza al actual Comité Permanente del Consejo Interamericano de Jurisconsultos. Servirá también de cuerpo asesor de toda la Organización en materia jurídica.
El artículo 112 dispone que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que tendrá como función principal la de promover la observancia y la defensa de los derechos humanos, continuará funcionando hasta que una Convención interamericana de Derechos Humanos determine su estructura, competencia y procedimientos.
La Secretaría General, reglamentada en los artículos 113 a 127, y conocida en la actual Carta con el nombre de Unión Panamericana, seguirá siendo el órgano central y permanente de la OEA. El Secretario General y el Secretario General Adjunto serán elegidos para períodos de cinco años por la Asamblea General.
Las Conferencias Especializadas, regidas por los artículos 128 y 129, y los Organismos Especializados, reglamentados por los artículos 130 a 136, conservan sustencialmente las mismas funciones.
Señor Presidente, éstos son los aspectos más destacados de las reformas que el Protocolo de Buenos Aires introduce en la actual Carta de Bogotá. Estos cambios fueron introducidos después de largos estudios y debates, y corresponden a la posición que invariablemente Chile ha sostenido.
Por último, es conveniente que los colegas tengan presente que nuestro país, en conformidad a lo señalado en el seno de la Comisión por nuestro Embajador en la OEA, se encuentra en una delicada situación respecto del Protocolo de Buenos Aires. En efecto, muchos países ya han ratificado las reformas y es posible que pronto entre en vigor el mencionado Protocolo. Chile, por no haberlo ratificado, quedaría dentro de la Organización, pero sólo sujeto a sus antiguas normas e incapacitado de poder ayudar a aplicar aquellas reformas por las que tanto luchó. De esta manera, pasaría a ser una especie de miembro de segunda clase dentro de la OEA obligado por sus antiguas normas y sin poder hacer efectivas las normas reformadas. En materia de votación, asistencia a reuniones, etcétera, se produciría una situación anómala, que es preciso evitar mediante la pronta aprobación de este Protocolo de Reformas a la Carta de la OEA.
Por todas estas consideraciones, la Comisión de Relaciones Exteriores prestó su aprobación, por la unanimidad de los miembros asistentes, al proyecto de acuerdo que ratifica el Protocolo de Reformas a la Carta de la Organización de los Estados Americanos, criterio que me permito recomendar adopte igualmente la Cámara.
He dicho.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
El señor Ministro, ¿desea hacer uso de la palabra?
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Señor Presidente, yo hubiera preferido oír las opiniones de los señores Diputados antes de intervenir, porque considero que el informe dado por el señor Sívori es suficiente para exponer el proyecto.
Me gustaría hablar al final y contestar las preguntas que se me hicieran por la vía de las interrupciones.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Antes de ofrecer la palabra, debo informar a
los señores Diputados que el Comité Demócrata Cristiano, señor Pareto, ha solicitado de la Mesa que recabe el acuerdo de la Sala en orden a votar en general el proyecto en discusión, no antes de las 19 horas.
Si le parece a la Sala, así se acordará.
Acordado.
Ofrezco la palabra.
El señor ARNELLO.-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Amello.
El señor ARNELLO.-
Señor Presidente, para los Diputados nacionales entrar a analizar la ratificación de las modificaciones introducidas a la Carta de la Organización de los Estados Americanos, significa enfocar el problema desde el exclusivo punto de vista del interés nacional, sin perjuicio de mirar también la mejor manera de que nuestro país pueda relacionarse y mantener intereses comunes con las demás naciones de este continente.
Analizando en forma rápida las modificaciones, podemos llegar, evidentemente, a la conclusión de que la Carta reformada es mejor que la que existía. Las reformas que se han introducido son sustancialmente importantes, y constituyen un mejoramiento de este estatuto de la convivencia americana. La nueva Carta, las reformas que se nos propone ratificar tiene interesantes definiciones de los principios, naturaleza y propósitos de la Organización.
Entrando en aspectos sustantivos, podemos señalar, en forma muy clara, que hay hechos y principios fundamentales para el interés de nuestro país que están debidamente comprendidos. En primer lugar, algo que es básico y primordial en las relaciones exteriores de Chile, cual es el respeto a los tratados, está expresamente señalado y reconocido, sin lugar a discusión, en el artículo 17, que dice: "El respeto y la fiel observancia de los tratados constituyen normas para el desarrollo de las relaciones pacíficas entre los Estados".
El principio de no intervención, que constituye también para Chile un elemento permanente de su política exterior, está también claramente señalado en el artículo 18 del proyecto que se nos presenta, en el que señala que "ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. El principio anterior excluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de ingerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen."
Relacionado con esta misma materia de no intervención y ampliándola aun a hechos que son de trascendencia e importancia prácticas, en el artículo 19 se establece -relacionado también con la disposición del artículo 34- el principio y la idea sumamente importante de que "ningún Estado podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político para forzar la voluntad soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas de cualquier naturaleza." En concreto, la disposición del artículo 19, coincidente, como digo, con la del artículo 34, hace imposible que los Estados firmantes puedan llevar adelante actitudes como la que significaba la "Enmienda Hickenlooper" que pretendió, en ciertos instantes, aplicarse a la nación hermana del Perú.
Tiene también la nueva Carta respeto integral a la soberanía de los Estados, a la defensa de sus intereses, y van señalándose en ella, tanto en materia de cooperación, en materia de solidaridad entre las naciones, como en el aspecto que nos señalaba el señor Diputado informante de posibilidad de solución de las controversias por la vía pacífica, los compromisos que contraen los Estados firmantes de aunar sus esfuerzos para lograr el desarrollo y la justicia socialmente sus respectivos pueblos.
Estas son, entre tantas otras, las medidas que se señalan en esta Carta reformada y que no estaban incluidas en ninguna de las disposiciones que regían hasta ahora a la Organización de los Estados Americanos.
Está también, y esto interesa profundamente a otras naciones con las que nos ligan vínculos importantes, la prohibición para que la Organización de los Estados Americanos pueda aceptar el ingreso de una nación nueva cuando respecto de su territorio haya controversia, litigio o reclamación de una nación americana con una nación extranjera. Es el caso concreto que interesa a Argentina respecto de las Malvinas, o que pudiera presentarse en el caso de Honduras Británica.
La importancia de la ratificación por Chile de estas reformas a la Carta está, en primer lugar, en que con las disposiciones que se han incluido, algunas de las cuales he señalado rápidamente, queda nuestro país con su soberanía, con su independencia y sus derechos más defendidos y mejor garantizados que si no las ratificara. Además, si no lo hacemos en esta ocasión, para que Chile pueda ingresar nuevamente a la Organización, ya no quedaría como Estado miembro de ella, necesitaría de un acuerdo especial de la Asamblea General. No hay ninguna razón para que ello se produzca ni para que nos coloquemos en ese evento.
Creo, señor Presidente, que si hay algún país Iberoamericano que pueda sentirse satisfecho de muchos de los principios, de muchas de las disposiciones incorporadas en esta reforma de la Carta de la OEA, es precisamente Chile. Nuestro país, desde 1954, había venido señalando, en materia de relaciones exteriores interamericanas, la necesidad de establecer una mayor coordinación entre nuestros pueblos y de buscar una cooperación internacional para su financiamiento y su desarrollo. Chile señaló en aquel año, con claridad, metas comunes para los pueblos iberoamericanos: el Mercado Común, aspiración básica y fundamental para desarrollar nuestras economías; la defensa de nuestras materias primas, principio que corresponde exactamente a la condición de ser países grandes productores de materia prima y, en muchos casos, monoproductores de una sola de ellas y consumidores de tecnología y productos elaborados ; la creación de organismos y fondos que permitieran este desarrollo financiero en todo nuestro continente, etcétera.
Todos estos principios, que se deben también a iniciativa chilena, se han venido materializando en años sucesivos. Tal es el caso del Banco Interamericano o la ALALC y de otras conquistas obtenidas en estos últimos años, como la integración de grupos de naciones regionales u organismos para el financiamiento y el desarrollo. Son principios que se incorporan a la Organización de los Estados Americanos y que no estaban incluidos en ella.
Creo, pues, señor Presidente, que con esta ratificación Chile no hace sino continuar el camino que él mismo, con su esfuerzo, abrió; no hace sino ampliar esta ruta creando nuevas posibilidades para obtener una mejor situación y una mayor posibilidad de desarrollo y armonía con las naciones americanas.
Sin entrar en otros aspectos que pudieran faltar y que no vienen al caso, porque no es posible agregar nada a este protocolo sino ratificar en un solo todo lo que se nos presenta, debemos indicar que esta Carta reformada garantiza y resguarda, fundamentalmente, el interés nacional, la soberanía de Chile y los derechos más preciados de libertad e independencia.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Ministro.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Señor Presidente, el proyecto de acuerdo que está sometido a la consideración de la Honorable Cámara, como se ha expresado por los dos señores Diputados que han usado de la palabra, se refiere a la necesidad de incorporar al tratado denominado Carta de los Estados Americanos o Carta de Bogotá, ciertos principios y ciertos mecanismos, unos de fondo y otros, los últimos, formales, destinados a mejorar el funcionamiento y la calidad de esta organización.
Es muy corriente oír hablar en Chile o en otras partes de que esta institución carece de prestigio, no sirve a sus finalidades, no soluciona los problemas; en otras palabras, las frases pactadas no se traducen en hechos.
Esto, en una medida muy importante, es efectivo. Hay innumerables declaraciones y tratados que responden a una intención, pero que muchas veces no se han traducido en hechos. Hay acuerdos que no se respetan; hay procedimientos que a veces no se aplican y no se cumplen. Pero yo me pregunto, señor Presidente, y llevo también a la mente de los señores Diputados una reflexión: si en un país como Chile, con 150 años de democracia, de vida institucional y legal, no podemos sostener perfectamente un régimen de legalidad, porque esta legalidad la rompen los individuos o los grupos, ¿cómo no va a ser -diría yo- casi consubstancial al proceso que vive el mundo que en el orden internacional, que debe ser mirado con mucho más perspectiva histórica, los países aún no logren someter sus intereses, sus apetitos de fuerza, a una ley común?
El argumento que más corrientemente se da es que la Organización de Estados Americanos u otros organismos internacionales no cumplen con sus finalidades. Por una parte, ello no es culpa de los organismos. Los organismos no son ni pueden ser más que lo que son los miembros que los componen; en este caso, no pueden ser más ni hacer más que lo que son o hacen los países que componen esta organización. Si hay críticas y quejas personalmente las he compartido y en numerosísimas reuniones de esta misma organización las he hecho presentes, de palabra y por escrito, ello no significa que esta organización no responda a la necesidad que tienen todos los países, y diría Chile, por un motivo particular que después voy a precisar, de lograr un orden jurídico internacional que respete ciertos derechos esenciales de esos países, su desenvolvimiento propio, la conformación de su geografía, vale decir, el ámbito geográfico en que están ubicados, sus formas políticas, y respete los individuos que dentro de esos países conviven.
Estos objetivos no los discuta nadie. Que no se cumplan no quiere decir que las normas no deban ser impulsadas. Y hay un proceso de perfeccionamiento constante en el orden internacional, que aun está casi en pañales.
A quienes critican la organización en términos de decir que no sirve, yo les haría dos reflexiones. La primera sería: lo mismo podría decirse de las Naciones Unidas. Naciones Unidas respondió, y todavía responde, en una medida fundamental, al anhelo de todas las naciones del mundo de evitar una tercera guerra mundial, porque nació a raíz de la catástrofe que significó la conflagración bélica. En ella se estamparon todos los anhelos y todos los principios que la comunidad había ido creando en cuanto a la convivencia, al derecho humano, a la solución de los conflictos, al control de los armamentos. Basta leer la Carta de Naciones Unidas para ver reflejada en ella la ilusión de toda la humanidad de vivir, finalmente, en paz y en justicia.
Difícilmente se encuentra a alguien en el mundo que hoy diga que Naciones Unidas es un organismo que ha respondido íntegramente a esa función. Naciones Unidas es un proceso dinámico, es un foro, es convivencia; es un parlamento con una regulación moral, que va creando el derecho naciente, internacional. Este es el primer principio que implica una cierta supranacionalidad, más que de las grandes potencias que tienen asiento en el Consejo de Seguridad, la supranacionalidad de la moral internacional que expresa y crea el Derecho Internacional.
Pues bien, en Naciones Unidas nos encontramos con que muy frecuentemente las Estados miembros atropellan, en forma muy categórica, ciertas resoluciones que se han adoptado con el voto de las mismas naciones, porque entra en conflicto, en esas oportunidades, el interés de algunos países, de potencias grandes o medianas, con los principios que ellos mismos sustentaron, porque algunos Estados en este tipo de fenómenos internacionales reservan derechos soberanos para hacer valer sus ámbitos geográficos, sus intereses económicos o sus intereses de poder.
Si esto sucede al nivel de Naciones Unidas, yo diría que sucede menos en el ámbito americano, porque la estructuración del Derecho en América Latina, en el ámbito del hemisferio es más antigua; tiene su origen, prácticamente, en el Congreso de Panamá, convocado por Bolívar.
Es interesante comprobar cómo la Organización de los Estados Americanos, que muy corrientemente es calificada como "el instrumento del imperialismo norteamericano", ha respondido desde su creación, e incluso en estas reformas, a la presión latinoamericana para crear un instrumento de derecho defensivo, porque en definitiva, frente a las grandes potencias, particularmente nosotros en este hemisferio, 20 países divididos y relativamente modestos en capacidad, en fuerza y en riqueza, ante un gran país, el más poderoso del mundo, ¿cómo construimos una convivencia racional que trabaje en beneficio común, sino estableciendo y haciendo imperar normas de derecho? Porque el derecho, la justicia, el ordenamiento de principios comúnmente aceptados, es la gran defensa, es el instrumento primero que tenemos nosotros en caso de una dificultad, sea de orden bélico, económico o comercial.
Por lo tanto, es verdad, hasta cierto punto, que esta reglamentación que se ha ido creando desde 1948, en la Carta de Bogotá, no ha respondido aún a aquello qua quisiéramos tener, como es una América Latina integrada, unida, independiente, desarrollada, ajena a los problemas bélicos de otros continentes y con capacidad defensiva frente a los apetitos de otros. No hemos llegado todavía a ese estado. ¡Para allá vamos! Pero la construcción de un orden internacional entre 20 países latinamericanos, todos ellos herederos de un muy vivo sentido nacional, de una gran sensibilidad individual, que poco a poco ha ido transformándose en solidaridad, no es una tarea fácil; es una tarea que toma tiempo; es una tarea de convencimiento, porque el proceso de unidad de América Latina, felizmente, no es un proceso que se va a hacer por absorción de unos contra otros, de uno sobre otros, como normalmente han sido los procesos de integración. No es la presión de uno sobre otro; es un proceso de convencimiento, de adecuación, de entrega de parte de las soberanías en órdenes económicos, comerciales, aduaneros, tarifarios, etcétera, en beneficio mutuo. Este proceso lo hemos estado siguiendo con interés primordial. A él le hemos asignado una prioridad muy alta en los últimos seis años y en este proceso, la reforma que hoy día considera la Honorable Cámara se encuentra formando un hito importante. Ciertamente con esta reforma no está terminado el proceso de mejoramiento del sistema, pero no cabe duda de que, a raíz de la reunión de Río de Janeiro en 1955, donde tuvimos ocasión de plantear el problema fundamental del Sistema, hasta ahora, hemos avanzado enormemente.
En aquella oportunidad, noviembre de 1965, dijimos, en representación de Chile, que no estábamos satisfechos del funcionamiento del Sistema Interamericano, porque no había prestaciones equilibradas, porque la solidaridad establecida en el marco político no estaba correspondida por una solidaridad en el marco económico y en el marco social; porque no se había tomado en cuenta en el Sistema Interamericano un fenómeno naciente de orden político y económico, cual era la integración latinoamericana; porque no había un sistema adecuado a la solución pacífica de las controversias, y por otra serie de factores que ya, históricamente, están sobrepasados porque se encuentran, en una medida decisiva, incorporados en esta reforma.
Este proyecto, esta nueva Carta, en las partes en eme está modificada, responde casi palabra por palabra a lo que dijimos el año 1965, porque me correspondió ser Presidente de la Comisión que estableció las reformas de la Carta en esa oportunidad.
La lucha por conseguir estos principios, sobre todo en el orden económico, ha sido larga. El debate habido en el Congreso de Estados Unidos, al ratificar estas reformas, fue muy largo, porque, como lo decía el Diputado señor Amello, hace algunos momentos, hay incorporados aquí principios de importancia, como lo veremos en su oportunidad, que han servido para instrumentar otras posiciones, como fue la de CECLA, en el año pasado.
Todo esto es un fenómeno positivo que resguarda la creación del orden internacional y va introduciendo en el campo del Derecho, de la Organización de Estados Americanos, que era político y eminentemente jurídico, los componentes económicos y financieros que nos habilitan para nuestro desarrollo, en los términos en que nosotros queramos hacerlo.
Este es un aspecto –decía- de la reforma. Pero hay otro aspecto al cual me quiero referir, porque creo que es, en definitiva, el más decisivo. No hemos trabajado en estas reformas para crear un ordenamiento más perfecto ni construir una arquitectura jurídica general. Estamos trabajando directamente, esencialmente, en beneficio de los intereses chilenos. La Carta, como está, sirve mejor los intereses de la seguridad, del desarrollo de Chile y de sus relaciones con los demás países.
Este es el punto fundamental; si no, todo esto tendría un sentido bastante académico y no un sentido de construcción, legítimo y útil.
Pues bien, señor Presidente, el interés de Chile está realmente en una serie de disposiciones, algunas de las cuales ya han sido citadas y sobre ellas no quiero extenderme, porque son conocidas por los señores Diputados, pero quiero dejar constancia de algunas de ellas.
En el proyecto pueden separarse tres materias bastantes definidas. La primera, que es la parte fundamental, va del artículo 29 al 50 y se refiere a normas de carácter económico y social. Hay un principio, que tal vez los señores Diputados podrán encontrar sólo insinuado, pero muy importante, porque dio origen a un debate muy extenso en el Congreso norteamericano. Es el del artículo 31, donde dice: "Los Estados Miembros, a fin de acelerar su desarrollo económico y social de conformidad con sus propias modalidades y procedimientos,...". Parece algo obvio, pero no lo es tanto porque es una definición inédita en un tipo de documento de esta naturaleza. Hay un reconocimiento jurídico. Por tratado formal cada país tiene derecho a desarrollarse de conformidad con sus propias modalidades y procedimientos. No hay, por lo tanto, hoy en día, en el Derecho Interamericano, la posibilidad de que se nos impongan patrones de un orden u otro en el sistema político, jurídico o económico.
Otro punto, entre los más salientes, y al cual también quiero hacer una referencia, porque ya ha tenido una utilidad práctica en nuestras relaciones hemisféricas, es el del artículo 34: "Los Estados Miembros deben hacer todo esfuerzo para evitar políticas, acciones o medidas que tengan serios efectos adversos sobre el desarrollo económico o social de otro Estado Miembro." Es bien conocida la situación que se planteó en 1968 con motivo de las dificultades que un país latinoamericano tuvo a raíz de algunas expropiaciones, y la posibilidad de riesgo de que se le aplicaran determinados actos jurídicos de parte de otro país americano.
Pues bien, en virtud de esta disposición fue posible darle a la reunión de CECLA un carácter no solamente de orden político, sino que entroncado con una realidad ya ratificada por los países que estaban envueltos en esta dificultad. Y así fue reconocido. Por esa razón, entre otras no la única, las medidas que se habían pensado tomar se suspendieron y, en definitiva, no se aplicaron, con ventaja para el país afectado y para la paz y correcta relación de los países de América Latina.
El artículo 37, que se refiere a las reducciones de barreras aduaneras y arancelarias, es todo un programa destinado a crear en América Latina condiciones más favorables en su comercio con Estados Unidos, que es un mercado que nos interesa vitalmente.
El artículo 38 establece el principio fundamental de que los Estados Miembros reafirman que los países de mayor desarrollo económico no deben solicitar de los países de menor desarrollo económico concesiones recíprocas, punto que ha sido extremadamente discutido en reuniones del UNCTAD y del GATT, sobre acuerdos generales arancelarios, porque se había establecido, como pauta internacional, que las concesiones tarifarias que se hicieran los países fueran recíprocas, es decir, sin consideración al grado de desarrollo de uno u otro. Eso ha paralizado enormemente las negociaciones del comercio internacional, y le ha dado una ventaja indudable a los países de mayor desarrollo. Hay un reconocimiento expreso, por tratado, de que en los tratos económicos entre países de distinto desarrollo, países desarrollados y los que no lo son, las concesiones no son recíprocas. América Latina tiene el derecho, reconocido por los Estados Unidos, de que, cuando obtiene rebajas arancelarias en ese país o en otro, las obtiene sin verse obligada a otorgar rebajas recíprocas, principio de gran trascendencia en el mundo internacional y en el campo de las relaciones interamericanas.
Hay otros puntos, que no voy a analizar en detalle, porque alargarían excesivamente mi intervención, pero que constituyen avances de los que nos podemos tomar para mejorar nuestra capacidad negociadora.
Hay en seguida reconocimiento de una serie de principios de orden social, en el artículo 43 y siguientes, fuera del reconocimiento del fenómeno del Mercado Común, al cual me voy a referir después, que constituyen, ciertamente, principios que para ningún chileno pueden ser discutidos. Que no se cumplen. ¡Bueno! Las leyes no pueden dejar de ser respetadas por el hecho de que haya alguien que no las cumple. Al contrario, son metas que debemos alcanzar y principios por los que tenemos que luchar. Están establecidos. No pierden, por lo tanto, su validez. Al contrario, es mejor que estén establecidos, porque la ley tiene un valor en sí. La ley tiene un valor de creación de conciencia. La ley y el tratado no son solamente principios escritos en el papel, sino principios operativos. La virtud educadora de una ley, en el orden nacional e internacional, me parece indudable.
Es muy importante también la referencia al proceso de integración regional latinoamericana. Hasta la aceptación de estas normas, no se consideraba en el sistema interamericano, sino una relación bilateral entre todos los Estados, y entre cada uno de los Estados con los Estados Unidos.
Aquí nace, por primera vez en un tratado, el reconocimiento de un principio que es fundamental y sobre el cual hemos trabajado largamente, y los latinoamericanos -creo yo- con un éxito creciente. Me refiero a la aceptación de que en América -que cubre los países de la Organización de los Estados Americanos- hay dos elementos que pueden y deben convivir, pero que son diferenciados. Estos dos elementos son: Estados Unidos de Norteamérica y América Latina.
Cuando se empieza a definir esto, como sucedió a raíz de las reuniones de 1965 para adelante, y se aceptó en Buenos Aires, en 1967, se comienza un proceso dinámico que no es fácil, pero que ya ha dado sus frutos. Y es indudable que ése es el destino histórico.
Las razones geográficas e históricas de la convivencia de Estados Unidos con América Latina imponen una obligación que debemos perfeccionar en beneficio nuestro. Que el beneficio de los Estados Unidos lo defiendan ellos. Nosotros tenemos que defender nuestra propia existencia, individualidad, personalidad e interés, y uno de los instrumentos, tal vez el más esencial, para que las relaciones obligadas por la naturaleza, por la realidad de todo orden, estratégica, geográfica, etcétera, que existe entre América Latina y los Estados Unidos, sean equilibradas, dignas, positivas y jueguen en beneficio real de las dos partes, es la unidad de América Latina, el reconocimiento por parte de Estados Unidos de que América Latina está llamada por su propio interés e iniciativa a buscar fórmulas de unidad en términos que, en definitiva, el diálogo no sea entre veintiuno o veintidós, sino que entre dos, porque de esa manera América Latina tendrá fuerza y, por lo tanto, poder. Este principio es, creo yo, el más importante que está establecido en este documento.
Finalmente, no voy a referirme a los cambios formales de Conferencias, que en vez de llamarse así se llaman Consejos o Asambleas. No tiene mayor significación. Pero, sí, quiero llamar la atención sobre un último punto: el de la creación de un instrumento sobre la ciencia y la tecnología.
Con ocasión de la reunión de Presidentes de Punta del Este, en 1967, se estableció en el Capítulo V una norma sobre cooperación en el campo de la educación, la ciencia y la cultura. No cabe duda de que el factor más esencial para el predominio de unos países sobre otros, lo determina la capacidad del desarrollo científico y tecnológico. En otras palabras, el poder de algunas naciones no lo da tanto, hoy día, la superficie o la población, ni siquiera su arsenal bélico, sino el número de científicos, expertos y técnicos que ese país tiene en un momento determinado. La capacidad humana es mucho más importante que las materias primas que cualquier otro factor. El fenómeno que vulgarmente se llama fuga de cerebros o concentración de inteligencias se ha ido produciendo en las últimas décadas en términos que la Cámara muchas veces ha debatido y que a todo el país le preocupa. Esta concentración se produce naturalmente en los centros de mayor decisión. En Estados Unidos, Europa, Japón, la Unión Soviética y en algunos otros países, que son pocos y tienden a concentrarse. Se produce un fenómeno de concentración, que significa un círculo vicioso: mayor riqueza, mayor ciencia, mayor tecnología, mayor poder y, por lo tanto, mayor esfuerzo y mayor riqueza, porque el origen del poder está en la capacidad tecnológica de inventar y desarrollar. Pues bien, aquí es donde encontramos un punto fundamental en estas reformas que por primera vez se tratan. Se crea, a raíz de la Conferencia de Presidentes y después en las sucesivas reuniones, el Consejo Interamericano Cultural, paralelo al Consejo Económico Social. Este Consejo tiene por objeto hacer una distribución de los recursos científicos y tecnológicos que hoy tienden a concentrarse en Estados Unidos.
Si América Latina, y Chile en particular, lograra a través de estos mecanismos, como estamos empezando a lograrlo, en términos de becas y de recursos, constituir en nuestro país y en los demás países latinoamericanos centros de investigación, donde nuestros científicos puedan trabajar al mismo nivel que los grandes centros de investigación de otras partes, crearíamos una potencialidad intelectual de orden científico y tecnológico, que aceleraría nuestro desarrollo.
Hoy día todos los países en desarrollo gastan ingentes y crecientes sumas en preparar los factores humanos y decisivos de élites intelectuales científicas. Pero como no encuentran ambiente, como no hay medios, como no hay recursos de todo orden, naturalmente emigran.
La regresión de este proceso para nosotros ha sido un elemento de lucha durante muchos años. Al final, hemos logrado conseguir la aceptación de todos los países para realizar una distribución equitativa y real de estos recursos, no sólo en términos económicos, sino en términos fundamentales de equipamiento y de hombres.
Es así como el fondo destinado para el programa especial multinacional de este Consejo, que es nuevo, ya está operando, antes de ser ratificadas por muchos otros países estas nuevas normas. El año pasado, por ejemplo, ya se inició con un presupuesto de 7,5 millones de dólares. Ahora tiene un presupuesto de 15 millones de dólares, que va creciendo anualmente con aportes de todos los países, fundamentalmente de Estados Unidos.
Si nosotros queremos realmente aumentar nuestro grado de independencia, si queremos eliminar o limitar los niveles de dependencia exterior, no hay nada más importante, mucho más allá de las frases y posturas políticas, que el crear las propias condiciones de categorías humanas, científicas y tecnológicas para sostener un desarrollo independiente, dentro de la solidaridad que en estas materias impera en todo el mundo. Nadie piensa en una autarquía completa en estos términos. En definitiva, se trata de crear instrumentos que trabajen en beneficio nuestro, de hacer que esta organización exista, sin dejar de considerar los demás aspectos de seguridad más estrecha. Se trata de crear un instrumento que revierta los fenómenos comerciales, económicos, humanos y de la ciencia en beneficio nuestro. Si este instrumento no es usado no será culpa de la Carta que se apruebe. Dependerá de la voluntad política de los Estados. Formamos parte de esa Organización. El mundo está regionalizado. Es muy difícil, casi imposible, que los países medianos y pequeños, y aún los grandes, dejen de pertenecer a una Organización. La Organización de Estados Americanos forma parte de las Naciones Unidas. Es un foro del que Chile difícilmente puede prescindir. Ha sido útil en épocas pasadas y difíciles, y no muy pasadas. Ha sido útil para la defensa de nuestros derechos. Es un lugar de encuentro, natural y acostumbrado, con nuestros vecinos, los países latinoamericanos, y con Estados Unidos. Es un instrumento que es útil y que debe preservarse para la seguridad y el desarrollo de Chile y para la mantención y el fortalecimiento de las relaciones que trabajan en beneficio nuestro y en beneficio de los países latinoamericanos con cuyo destino estamos tan íntimamente ligados.
Eso es todo, señor Presidente.
La señorita SAAVEDRA.- Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra la señorita Saavedra.
La señorita SAAVEDRA.- Señor Presidente, el Partido Demócrata Cristiano me ha encomendado exponer su fundamentación al voto favorable del proyecto de acuerdo que aprueba el protocolo de reformas de la Carta de la Organización de los Estados Americanos.
En el proceso de organización internacional que la humanidad vive desde hace unos ciento cincuenta años, hemos visto muchísimos acuerdos destinados a crear bases más o menos estables de convivencia. Primero fue el Concierto de Europa, el Sistema de La Haya, la Liga de las Naciones y la actual Organización de las Naciones Unidas.
En nuestro hemisferio, hemos presenciado cómo se ha desarrollo la actual Organización de los Estados Americanos, a partir de sus humildes comienzos en 1890, en que se inició la formación del "panamericanismo", concebido como el conjunto de pactos que ligan solidariamente a ambas Américas. Es así que la OEA es la organización internacional más antigua.
Es cierto que ese proceso adolece de muchas fallas. Y quizás la más importante es que el proceso tiene lugar dentro de un sistema de Estados nacionales, celosos de sus derechos soberanos y de su igualdad jurídica e impulsados, muchos de ellos por tendencias nacionalistas anarquizantes. Por ello, muchos de los defectos de cualquier organización internacional tienen como primeros responsables a los mismos Estados que la componen, dentro de su juego de la política del poder, en el que cada Estado trata de servir mejor a sus intereses nacionales.
Sin embargo, pese a esas fallas fundamentales, la humanidad sigue tratando de perfeccionar sus acuerdos internacionales, sus mecanismos institucionales, a fin de contar con organizaciones que permitan canalizar todos los esfuerzos que se realizan, dentro de los marcos, cada día más reales, de la interdependencia de los pueblos.
Nuestro hemisferio no escapa de esta regla.
Al concluir la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos había ya desplazado a Gran Bretaña como factor de influencia extrema en América. Y en 1928, las dos Américas convinieron en consultarse en cualquier asunto de importancia internacional y hacerle frente solidariamente.
La Segunda Guerra Mundial no sólo puso a prueba estas resoluciones, sino que contribuyó decisivamente a darles una forma jurídica.
De esta manera, cuando se creó la Organización de los Estados Americanos, en 1948, su Carta no hizo sino dar forma jurídica a situaciones que, de hecho, existían con anterioridad. Y, bajo el impulso de la guerra fría, la OEA se fue convirtiendo más y más en un instrumento de la política exterior de los Estados Unidos de Norteamérica.
Este cuadro explica bien los defectos de que adolecía la Carta. Bajo una igualdad puramente jurídica y abstracta, conviven el país más poderoso de la tierra y algunos de los más pobres del mundo; hay desigualdad entre la solidaridad militar que, gracias al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, tiene un mecanismo que opera en favor de E.E.U.U., y la solidaridad económica y social, pactada en la Carta, que carece de este mecanismo. Los problemas económicos no tenían relieve, y sí, en cambio, los de política internacional.
Por ello, efectivamente, la OEA ha sido, durante muchos años, el blanco favorito de las críticas y ataques de todos aquéllos que consideramos que las relaciones entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos se encontraban establecidas sobre bases de desigualdad e injusticia, que determinaban una enorme falta de solidaridad del país más poderoso hacia sus vecinos del sur, y que, por otra parte, consolidaban un sistema de relaciones descompensadas, forzadas y sin vitalidad.
Con esta conciencia, nuestro Gobierno, apenas asumió en 1964, trató de desarrollar un esfuerzo destinado a reformar la Carta de la OEA, aprobada en Bogotá. Las iniciativas planteadas por Chile en la Conferencia de Río, en 1965, tuvieron acogida en los demás Estados americanos. Ellas, en su mayoría, se encuentran incorporadas al Protocolo de Buenos Aires, gracias a los esfuerzos desplegados por Chile en sucesivas Conferencias, celebradas en Panamá, en 1966, y en Buenos Aires, en 1967.
Sin embargo, a pesar de que consideramos que el Protocolo significa un gran avance en relación con lo existente, y por ello merece nuestro apoyo, creemos que resulta conveniente hacer algunas precisiones.
Efectivamente, la anterior estructura de la OEA dejaba mucho que desear. La Conferencia Interamericana se reunía cada 5 años, de acuerdo con el articulado de la Carta. En el hecho, por falta de interés, sólo se reunió en Bogotá, en 1948; y en Caracas, en 1953. Los Consejos Técnicos, sujetos al control del Consejo de Washington, languidecieron bajo la excesiva preocupación política de este último, hasta que la fuerza de los hechos y la presión de los gobiernos y de los pueblos latinoamericanos comenzó a darles vida propia en los últimos años. Así, tanto el Consejo interamericano Económico Social como el Consejo Interamericano Cultural, en el hecho, lograron independizarse del Consejo de Washington. Este último, por su parte, continuaba preocupado de asuntos políticos, que tendían a dividir a nuestros pueblos en vez de unirlos. Los problemas de la "guerra fría" no tardaron en entrar en los salones del palacio de Washington; haciendo muy difícil cualquier tarea en beneficio del desarrollo económico y social de los pueblos latinoamericanos. Los problemas del desarrollo, de la integración, de la lucha contra el hambre, la miseria y la injusticia social, de la participación de los pueblos en las responsabilidades del Gobierno, permanecían ajenos a las preocupaciones normales de la OEA.
La reforma de la Carta de la OEA tiende a superar estas deficiencias. Por una parte, aclara el concepto de solidaridad económica, en cuanto define, en este campo, como obligación de ambas partes, la de adoptar una serie de medidas en este sentido. Da relieve a los problemas económicos y sociales al crear Consejos de la misma importancia que el permanente o político, que deben encargarse de estas materias. Facilita la consideración de los problemas hemisféricos, al entregarlos a la Asamblea, que debe reunirse todos los años. Adopta medidas para hacer más operante los mecanismos del sistema, como la reducción del plazo del cargo del Secretario General.
La nueva estructura está creada con el directo propósito de encaminar a la OEA hacia el estudio, análisis y solución de los problemas que realmente preocupan a nuestros pueblos. Sin embargo, aun creemos que subsisten ciertos vacíos, ciertas vaguedades o ambigüedad.
Es así como dentro de la Organización, y conforme a uno de los Tratados que forman parte del sistema interamericano, el ya citado Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, los Estados Latinoamericanos se encuentran obligados a correr en auxilio de cualquier Estado Americano que sea atacado. Ya decíamos que esta obligación y su mecanismo no tiene contrapeso alguno en el campo económico y social.
Es indudable que, a pesar de que las Normas Económicas contenidas en el capítulo VII del Protocolo, artículos 29 y siguientes, constituyen un avance significativo sobre las anteriores, aún encontramos muy vagamente, descrito el principio de que los Estados más desarrollados deben solidarizar en forma obligatoria con aquellos países del hemisferio que están tratando de salir del subdesarrollo.
El artículo 32 establece una cooperación mutua y de conformidad con sus leyes.
Así queda soslayada la obligación que debiera pesar sobre los Estados desarrollados de prestar asistencia amplia, sin amarras, a los países de menor desarrollo.
Pero aquí deseo destacar, además, la aparición, cada día con caracteres más nítidos, del concepto del "Sistema Latinoamericano", que no debiera ser antagónico del "Sistema Interamericano", sino que debiera tender a su complementariedad.
Para nosotros, el Sistema Interamericano, pese a todas estas importantes reformas, sigue siendo un sistema desequilibrado. Ya decíamos que, por una parte, se encuentra la Nación quizás más poderosa de la tierra; y, por la otra más de veinte Estados débiles y pobres, aparte de otros como Cuba, que está ausente y respecto del cual, como lo decía el Presidente Frei en el último Mensaje, Chile ha planteado su posición en contra de su exclusión y da las posteriores sanciones. "Seguimos pensando -continuaba el Presidente Frei- que las soluciones buscadas, para proteger el principio esencial de no intervención, no han sido las adecuadas ni corresponden a una concepción pluralista del mundo y de América".
En la OEA, esos países no unen sus voces, sino que continúan tratando en forma separada sus problemas con respecto al vecino del Norte.
Por ello, el concepto de "sistema latinoamericano" y sus manifestaciones principales, como la reunión de "CECLA", de Viña del Mar, revisten trascendencia.
Sobre esta materia, creo que nadie ha sido más claro que el PresidenteFrei, en su Mensaje último. Efectivamente, en el volumen I, Su Excelencia expresa lo siguiente (página 216), refiriéndose a la reforma: "Esta nueva estructura deberá justificarse históricamente facilitando el encuentro de los Estados Unidos con América Latina en un ámbito más propicio".
Agregó Su Excelencia, en la página 217 del Mensaje:
"En resumen, creemos que el régimen de obligaciones recíprocas en áreas definidas y limitadas y con plena libertad para el cumplimiento de los objetivos nacionales, es el único que puede justificar moralmente y dar eficacia política al sistema interamericano.
"El sistema latinoamericano significa hacer posible esa obligación recíproca, al terminar con un régimen de convivencia continental estructurado en función de veinte países subdesarrollados y divididos en veinte "intereses nacionales" distintos y a menudo contradictorios."
"Sin embargo, hay una diferencia esencial entre la comunidad natural de intereses que existe entre los países que forman el sistema latinoamericano y la comunidad pactada entre los Estados que se asocian voluntariamente en el sistema interamericano. Esta diferencia surge de los distintos intereses entre los Estados Unidos, por una parte, y de América Latina, por la otra; diferencia "que no excluye la posibilidad de que tales intereses se hagan coincidir, se transformen en complementarios, en virtud de una creciente cooperación mundial."
Esta necesidad de revisión de las estructuras de la Organización de los Estados Americanos no ha sido ajena a uno de sus organismos consultivos: la Comisión Interamericana de Mujeres, CIM, ante la cual soy delegada del Gobierno de Chile. En 1966, la Cuarta Asamblea Extraordinaria de CIM, reunida en la sede de la Comisión, en Washington, se abocó a la revisión del estatuto de la Comisión, sobre la base de un proyecto presentado por la delegación de Chile. Esta asamblea dio acogida general a las proposiciones contenidas en el proyecto chileno. Entre las modificaciones introducidas, el actual estatuto permite que la Presidenta pueda residir fuera del lugar de la sede, como una forma de abrir el camino para la descentralización de CIM y su ubicación posterior en alguno de los países americanos, atendida la circunstancia de que la inmensa mayoría de los Estados Miembros están situados geográficamente al Sur del Río Grande.
Otra de las reformas del Estatuto se refirieron al fortalecimiento del programa de acción de la Comisión, conformándolo a las necesidades impuestas por la realidad presente. Obtenido el reconocimiento de los derechos políticos de la mujer en todo el Continente, CIM se ha concretado, especialmente, a crear una conciencia de la necesidad de participación de la mujer, desde la base de sus respectivas comunidades, en todos los niveles de la vida nacional. CIM está realizando programas de capacitación, dirigidos a la mujer americana y destinados especialmente a aquéllas que, teniendo condiciones potenciales de líderes, no tuvieron acceso a una educación superior. La nueva estructura ha permitido la vitalización del organismo; la incorporación de los comités de cooperación, formados en los distintos países que la conforman, como organismos de acción nacional. Se organizó el trabajo y funciones de la Secretaría Ejecutiva, y el actual Estatuto ha adecuado la Comisión a las reformas establecidas en la Carta de la OEA, que hoy analizamos.
Dentro de su nueva estructura, CIM presta su apoyo, su esfuerzo y su trabajo, fundamentalmente, al proceso de integración de América Latina, en el que las mujeres deben ser parte activa y determinante, cumpliendo el papel histórico que les corresponde como potencial humano, que representa más de la mitad de la población del Continente.
Para terminar, Honorable Cámara, creo que el hecho de que los principios en que se funda la Organización, principios que todos respetamos, hayan permanecido invariables, mientras se perfeccionaba el mecanismo institucional, nos debe inducir a aprobar el proyecto de acuerdo, en el convencimiento de que el proceso de organización internacional avanza lentamente, pero que su marcha no debe ser entorpecida por aquéllos que anhelamos la comprensión de los pueblos. La OEA es un foro importante de nuestros pueblos, en el que Chile siempre se ha expresado libremente. No culpemos a la OEA de deficiencias que, desgraciadamente, están muchas veces en los Gobiernos, en las estructuras internas, en los sistemas caducos. Ni nos privemos del derecho a participar en un foro en el que podremos continuar haciendo oír la voz de Chile, que siempre será una voz limpia, libertaria y progresista. Sigamos el pensamiento del General De Gaulle: "Si buscamos la paz y las buenas relaciones, hay que negociar y para negociar hay que reunirse."
En lugar de encuentro, de diálogo y de negociación entre los Estados Unidos y América Latina, unida podría ser el estrado de la Organización de Estados Americanos. Para que ello sea realmente útil y fructífero, debemos aumentar los esfuerzos para perfeccionar el sistema latinoamericano. Esa es la tarea de hoy y del futuro.
Muchas gracias.
El señor GUASTAVINO.-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra Su Señoría.
El señor GUASTAVINO.-
Señor Presidente, señores Diputados, en los instantes en que la Cámara es solicitada para que apruebe el Protocolo de Reformas a la Carta de la Organización de Estados Americanos, los Diputados comunistas entendemos que, infaltablemente, estamos, a nuestra vez, convocados a plantear algunas de las líneas matrices que conforman nuestro pensamiento general en relación a todo lo referente a la O.E.A. No podemos divorciar, de ninguna manera, la aprobación de este proyecto de acuerdo de la impostergable necesidad, de nuestra obligación moral de replantear, a la luz de los hechos y acontecimientos, ya no sólo del pretérito, sino también de este minuto, las razones por las cuales tenemos que expresar nuestra palabra condenatoria y, en consecuencia, negativa, a propugnar reformas intrascendentes, que en nada cambian sustancialmente lo que la Organización de Estados Americanos, fatídicamente, representa para los pueblos de más acá del Río Grande.
En esta oportunidad, tenemos que felicitarnos, sin embargo, de cosas que, hace tan sólo muy pocos años, eran inconcebibles escuchar, en este Parlamento y públicamente, por personeros de Gobierno, incluso, y por representantes de partidos que se encuentran en él, en relación con la Organización de los Estados Americanos.
Hoy día tenemos que felicitarnos de que el señor Ministro de Relaciones Exteriores reitere aquí el pensamiento que le habíamos escuchado ya en otras oportunidades; pero que se solicite la aprobación y entrega de nuestros votos en relación con un organismo respecto del cual se pronuncia, por estas bocas oficiales, una cantidad enorme de reservas, tiene que merecer nuestra atención.
Acabamos de escuchar a la Diputada de Gobierno, señorita Wilna Saavedra; y ella, de nuevo, como que nos ha invitado a que permanezcamos en la O.E.A. y a que Chile juegue en ésta un papel denunciante, que libremos la batalla. Ella ha comprobado de nuevo aquí que, en general, nuestra América Latina se congrega parcialmente a través de la O.E.A. en función de gobiernos que no representan para nada a América Latina y a sus pueblos, y que no debe ser la O.E.A. la que pague, finalmente, las consecuencias de esos malos gobiernos.
Estamos como invitados a que la clase obrera chilena, por ejemplo, vaya a la Confederación de la Producción y del Comercio en Chile, a librar una batalla en esos salones; es como que los campesinos chilenos fueran invitados a la Sociedad Nacional de Agricultura para que allí denuncien, quemantemente, lo que hacen los señores feudales, en este país, con los campesinos chilenos. Se pide que los gobiernos progresistas expresen su criterio, o que aquéllos que pudieran sostener, aunque tenuemente, por último, de manera declamatoria, una actitud teorética contraria a la que Estados Unidos establece como norma vigente para que estos países concurran a esos organismos.
La verdad es que esto se puede hacer en organismos que juegan un papel transitorio, en los cuales, de pronto, se establece un foro o una tribuna para plantear una posición, pero que no representan obligatoriamente ni siempre a un gobierno entero, como cuando tienen posibilidad de participación, allá, conjuntos distintos, plurales de opinión de un país. Es así cómo el Partido Comunista de Chile ha participado en el Congreso del Parlamento Latinoamericano y con voz propia ha planteado allí su posición y. ha podido usar la tribuna para dar a conocer lo que realmente -pasa en lo que replicando al sociólogo católico norteamericano Richard Hemingway, quien, en su libro "La cultura de la pobreza en los Estados Unidos", habla de la otra Norteamérica- nosotros pudiéramos llamar la otra América Latina, no la oficialista que aparece en los oropeles de las grandes reuniones internacionales de este carácter.
Pero, señor Presidente, la O.E.A. está estructurada en función de lo que es el conjunto de América, la del norte, la del centro y la del sur, donde los intereses económicos juegan un papel decisivo; donde, cuando se habla de integración, sea ésta cultural, sea ésta deportiva incluso, con mayor razón económica, resulta un pecado mortal hacer alusión a lo que efectivamente pesan y juegan los monopolios norteamericanos en el conjunto de los países latinoamericanos, con la sola excepción de Cuba, que se ha liberado de ese fenómeno. Lo cierto es, y aquí se dice incluso por bocas derechistas, que aparece como nuestro drama el ser países productores de materia prima; y cuando un país capitalista desarrollado que dejaba de sella Nueva Inglaterra, y comenzaba a ser los Estados Unidos de Norteamérica y éstos dejaban también de ser un país capitalista industrial para transformarse en un país imperialista que sin depender de sus grandes negocios de exportación de manufacturas exportar otra mercancía, que se llama capital, y lo depositaba en los países que viven bajo su férula económica para usufructuar del petróleo de Venezuela; del salitre de ayer, del cobre y del hierro de hoy de Chile; de las bananas de Centroamérica; del azúcar de ayer de Cuba; del caucho y del café del Brasil; del café de Colombia, de las materias primas que, a raudales, tienen estos países, cuando eso ocurre, se comienza a producir este fenómeno de la exacción imperialista de nuestras economías; los andariveles del desarrollo económico de nuestros países se singularizan en un monocultivo de las materias primas para entregarlas baratas a la metrópoli norteamericana, y para comprar caras las manufacturas con que estas mismas materias primas se devolvían a los países-colonias. Y esto, que en economía se conoce como deterioro de los términos de intercambio, ha hecho decir ya no a hombres que profesan la ideología pacifista marxista, que tienen una concepción científica también incuestionable de la economía, sino que a hombres que se inclinan con alguna seriedad en el análisis económico, que fundamentan también en gran medida el desarrollo social y cultural de toda clase de nuestros pueblos, los han hecho reconocer, digo, que nuestro subdesarrollo es el superdesarrollo de los monopolios norteamericanos. Así es Estados Unidos, país rico, que no se ha vigorizado económicamente sólo con la explotación de sus propias riquezas, sino que ha contado con las arterias, siempre renovadas de éxodos de dineros, de utilidades; riquezas que han salido de nuestros países hacia los Estados Unidos.
Hoy hablamos de la Organización de los Estados Americanos. ¿Cómo, al referirnos a la Organización de Estados Americanos, no recordar lo que escuchara también el señor Canciller en Bogotá, en las sesiones del Parlamento Latinoamericano, por boca del señor Lleras Restrepo, Presidente de Colombia, en ese momento, quien recordaba que, para el caso particular de Colombia, hace diez años, ese país enviaba a Estados Unidos 14 bultos de café para traer un jeep de manufactura norteamericana? Esto era el año pasado. Hoy día expresaba Lleras Restrepo, Colombia debía enviarle a Estados Unidos, 44 bultos del mismo café para traer el mismo jeep de manufactura norteamericana. En otras palabras, la Organización de Estados Americanos no puede ser analizada, ni podemos conversar acerca de ella, sino insertar en este cuadro de expoliación de que son víctimas los países latinoamericanos por el imperialismo norteamericano.
La O.E.A. está instrumentalizada, estructurada, "arquitecturizada" para esta finalidad, a fin de que los Estados Unidos continúen realizando su política a través de ella. ¡Y la OEA expulsa a Cuba de los Estados Americanos, y Chile mantiene una actitud distinta...! En ese sentido actuaba el gobierno del señor Alessandri. El propio señor Alessandri, hace tres meses, ha dicho públicamente, también hoy, como candidato, para atenuar su delito, que él no era partidario de romper relaciones con Cuba, pero que tuvo que aceptar lo que le señalara el Departamento de Estado norteamericano.
-Hablan varios señores Diputados a la vez.
El señor GUASTAVINO.-
Señores Diputados, discutan con el señor Alessandri este problema; no lo discutan conmigo. Lean las publicaciones de sus clanes económicos, y allí vayan a bregar para que no les publiquen éstas, yo no sé si inepcias electorales o rasgos de honestidad, que, en su declaración, pudiera tener el señor Alessandri. Y lo dijo también por televisión. Yo me doy cuenta de que, como ustedes no son los que administran directamente la candidatura del señor Alessandri, tienen que ir a quejarse al señor Pinto Lagarrigue, al señor Julio Philipi...
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ruego a Su Señoría dirigirse a la Mesa.
El señor GUASTAVINO.-
A través de la Mesa, quiero decir a esos caballeros que tratan de interrumpir, que deben ir a disputar con "El Mercurio", con el señor Pinto Lagarrigue, sobre lo que el señor Alessandri ha dicho públicamente en declaraciones y a través de la televisión.
-Hablan varios señores Diputados a la vez.
El señor GUASTAVINO.-
Pero ese Presidente se prosternó también, no obstante que aquí, en Chile, pudiera haber un hálito de mayor independencia en materia de relaciones internacionales.
-Hablan varios señores Diputados a la vez.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Señor Scarella, ruego respetar el derecho del orador.
El señor GUASTAVINO.-
Lo cierto y lo concreto es que esto ha sido así, y el señor Alessandri, en actitud genuflexa, se arrodilló ante una potencia extranjera. Cabe imaginar, señor Presidente, que se pueden reclamar los votos de la ciudadanía, en circunstancias que ésta desea tener un Presidente que se rija más en función de los intereses de Chile y no en función de los intereses de los Estados Unidos, como lo hizo el señor Alessandri.
Pero el señor Alessandri no era el sátrapa más horrendo de América Latina; no era un tipo que tuviera una democracia de cartón o de opereta. Está Duvalier; están los países que, en estos instantes, como Nicaragua y Brasil, tienen, naturalmente,...
El señor SCARELLA.-
¡Como Dubcek!
El señor GUASTAVINO.-
...una posición que nada dice con la decencia y con la honestidad de Cuba, con un Gobierno distinto, generado en una epopeya de honestidad. Por eso fue expulsada más allá y más acá de los alaridos de los demás señores Diputados de la extrema Derecha; pero fue expulsada. Ese es el lincamiento. Lo concreto es, entonces, que la OEA se transforma en un pulmón para que respire el imperialismo norteamericano en nuestros países de América Latina.
El señor Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, don Gabriel Valdés, en pieza oratoria que nosotros destacamos posteriormente aquí en la Cámara de Diputados y en un artículo en el diario "El Siglo", entregó la cifra que ya la CEPAL había proporcionado, a su vez, a la opinión pública de América Latina, en el sentido concreto de que a estos países, entre los años 1952 y 1967, había ingresado, como aportes de capital norteamericano, la cantidad de 12 mil millones de dólares, pero había salido, por concepto de ganancias, amortizaciones e intereses, de América Latina a los Estados Unidos, la cantidad de 16 mil millones de dólares. Esta es la relación que hay entre los Estados Unidos y los países de América Latina, y la OEA se ha prestado para consagrar, permanentemente, este tipo de cosas.¿Cómo podríamos, patrióticamente, tener una actitud de desdén, de displicencia, hacia cualquier proyecto de ley que dijera relación con lo que es la OEA, con el papel que ha jugado? Pero, en uno de los artículos de la Carta reformada, se habla de los derechos humanos.Señor Presidente, yo estuve en Santo Domingo enviado por el Comité Central de mi partido como observador de las elecciones presidencial, que movieron a risa incluso al propio Director del Registro Electoral chileno, señor Andrés Rillón, que se encontraba también allí, oportunidad en que fraudulentamente fue puesto en la Presidencia de la República el señor Joaquín Balaguer.
Y puedo decir que, cuando una noche nos despedíamos de una familia chilena que vivía hacía muchos años en Santo Domingo, no pudimos evitar encontrarnos, de manera dramática, con una balacera espantosa, en la que se asesinaba tranquilamente a hombres y a jóvenes, a la una de la madrugada, en un asalto a la casa de uno de los dirigentes del movimiento que apoyaba a Bosch.
Pues bien, habíamos almorzado antes juntos con el señor representante de los derechos humanos, el señor Bianchi...aquí está el señor Millas que me puede ayudar con su apellido, el señor Bianchi Gundián. Lo llamé por teléfono para que él, como representante de los derechos humanos de la OEA ante esa elección presidencial, interviniera, y me respondió que al día siguiente enviaría un oficio protestando por esta situación. Es decir, cuando se habla de libertad, de democracia, de derechos humanos, ¿no resulta realmente un sarcasmo, frente a la realidad negra que viven estos países de América Latina que son sojuzgados por el imperialismo norteamericano? Pero ocurre que no es sólo el imperialismo el que hace estas cosas. También las oligarquías chilena, brasileña, argentina, que en mayor o menor grado de "gorilismo" se prosternan antipatrióticamente ante los representantes del imperialismo norteamericano. En Chile, la Derecha está cansada de tener visagras en las espaldas para prosternarse ante el Departamento de Estado.
Incuestionablemente esta otra actitud "tibia" también la conocemos en los hechos respecto de otro tipo de gobiernos, y, concretamente, el propio actual Gobierno, cuando se asocia o cuando conviene o cuando pacta con los representantes de los monopolios norteamericanos. ¡No, señor! El Ministro de Relaciones Exteriores tuvo una expresión en Bogotá que quiero repetir aquí textualmente: "Hay una suerte de antagonismo irreconciliable entre los intereses de la metrópolis y los intereses de nuestros pueblos latinoamericanos". El problema y el drama es tener consecuencia absoluta entre lo que se declara, entre lo que se comprende teóricamente y lo que ocurre en la práctica. Hay un antagonismo irreconciliables. Nosotros queremos relaciones con el pueblo de Paul Rosenfeld, nosotros queremos relaciones con el pueblo de Lincoln, nosotros queremos relaciones con el pueblo de Sharon Tate. Pero, para tener relaciones con ese pueblo hay que romper las relaciones con los que también se juzgan a ese pobre pueblo y que hoy día, según datos del propio Ministerio del Trabajo de Estados Unidos, mantienen a cuatro millones seiscientos mil norteamericanos, cesantes, lo que produce una contracción económica, una inflación en los Estados Unidos que nunca antes se había conocido.
La verdad es que la OEA aparece regentada por los designios de la metrópoli norteamericana y la metrópoli norteamericana pisotea el vigor que ayer le dio personalidad a ese pueblo industrioso cuando se llamaba Nueva Inglaterra, cuando todavía no pasaba a jugar en el mundo el papel imperialista que hoy juega no sólo en América Latina, sino que también en Asia y Africa.
La verdad es que la corrupción de la sociedad norteamericana, cuyo Gobierno regenta la OEA, es una corrupción que no puede pasar inadvertida, no digo ya a los ojos de algún humanista, sino a los ojos de cualquier observador con algún sentido de la dignidad y de la decencia. Nueve de cada diez norteamericanos en este momento de acuerdo con las estadísticas, a las cuales son tan adictos los propios norteamericanos y que, -a modo de "boomerang", han dado a conocer a la humanidad- son asaltados, violados o han sufrido la persecución de la propia policía norteamericana. Ocho de cada diez norteamericanos mayores de 14 años de edad han comprado armas de fuego en Estados Unidos. Por si esto fuera poco, más allá del drama horrendo de aquel hombre que ayer asesinara a siete personas de una vez y esto no conmueve a los señores de la Derecha chilena, está también lo que ocurriera anteayer: el crimen de Sharon Tate. Esa es la realidad. No se trata de genocidios, no se trata de matanzas de la guerra imperialista, no se trata de masacres, que pudieran anotarse al haber del clima psicológico que crea una guerra en que se encuentra involucrado un joven determinado de Estados Unidos. Se trata de la actuación individual de un norteamericano que en la sociedad norteamericana adopta este papel.
Ahora, ustedes dirán: "Pero, ¡qué distancia hay entre lo que dice el DiputadoGuastavino y lo que es la OEA!". Señores, la OEA está regentada por el Gobierno que tiene ese tipo de sociedad. Por eso es por lo que nos encontramos sencillamente con que para América Latina no hay atenuación alguna de la política norteamericana que en el plano económico se ha puesto en práctica hacia nuestros países. Al contrario: se agudiza, se hace más grosera y más flagrante.
En este instante mismo, Chile está sufriendo las consecuencias de este tipo de política, y ya no hablo de los grandes andariveles del cobre, del hierro o cosas por el estilo. Hoy el país está conmovido por el hecho de que la Ford Motor Company ha cometido un fraude aduanero de 7 millones de dólares, que son menos dólares para nuestro país, para nuestra economía. Eso significa concretamente que el subdesarrollo de nuestro país es el superdesarrollo de los monopolios norteamericanos, en este caso de la Ford. Cuatro mil quinientas casas CORVI podrían haberse construido con esos 7 millones de dólares con que se ha defraudado al Fisco chileno y que han ido a engrosar las faltriqueras de los monopolios norteamericanos. La ausencia de esas casas hace más terrible nuestro subdesarrollo. Por ejemplo, cuando Xerox Corporation es denunciada por los parlamentarios de estos bancos, en esta Cámara de Diputados, por el fraude que significa el que la Superintendencia de Aduanas en Chile haya avaluado en 2.500 dólares una máquina que es infinitamente más grande que una máquina Xerox menor, que en los Estados Unidos mismo se ofrece al público en 5.500 dólares, Chile está recibiendo menos plata, el conjuro de la política imperialista que se realiza sobre nuestros gobernantes, quienes, en forma complaciente, aceptan este tipo de política que, al fin de cuentas, significa menos ingresos que debe pagar un monopolio norteamericano y se contrae de mejor manera la imagen de país subdesarrollado que nosotros, junto a otros pueblos de América Latina, tenemos.
Por eso, aunque se trate de reformar sencillamente, de modo formal, a manera de parche, a la Organización de Estados Americanos, nosotros no cumpliríamos con nuestro deber si no levantáramos aquí la voz para decir que nos felicitamos, porque, incluso cuando se piden nuestros votos favorables por parte del Ministro de Relaciones Exteriores, él mismo haya hablado del imperialismo norteamericano; él mismo haya tratado de explicar el papel que ha jugado la OEA en otras oportunidades.
Pero queremos decir que no podemos entregar nuestros votos favorables, sino que tenemos que utilizar moralmente esta tribuna, en esta ocasión, para manifestar, junto con fundamentar nuestra oposición, que nuestro deber de patriotas, de chilenos, es levantar la voz, en forma permanente, para demostrar cuál es la razón fundamental por la que en Chile y en América Latina 70 millones de personas deambulan sin saber leer ni escribir y 23 millones de familias no tienen viviendas. En Chile ocurre, concretamente, que una y otra vez vamos anotando, como en otros países de América Latina, la situación terrible de nuestros pueblos, al conjuro de una política que la Organización de Estados Americanos ha consagrado y que nosotros rechazamos de modo terminante.
Eso quería decir, señor Presidente.
El señor CLAVEL.-
Pido la palabra.
El señor ARNELLO.-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Clavel; a continuación, el señor Amello.
El señor CLAVEL.-
Señor Presidente, lo que voy a decir lo diré en mi nombre, ya que los parlamentarios radicales, para el efecto de esta votación, tenemos libertad de acción, porque en nuestro partido se acostumbra discutir y colocar en la mesa los antecedentes que cada uno tiene, para luego sacar resultado. El resultado de nuestras reuniones ha sido decretar libertad de acción, y como consecuencia de ello hablo a título personal.
Señor Presidente, nuestro país pertenece a la Organización de Estados Americanos desde su fundación. En toda época esta organización ha sido objeto de críticas de todos los sectores políticos del país, y, más aún, ha estado en el tapete de la discusión internacional su inoperancia, demostrada cada vez que ante un problema se ha pedido reunión urgente de ese organismo para que adopte medidas oportunas y evite consecuencias mayores. Las críticas han continuado. Sin duda alguna, a pesar de su fundamento, esta organización, por desgracia, no tiene en la opinión pública unanimidad de pareceres como toda organización en que están representados hombres o países. Pero, si nosotros tuviéramos la forma o la manera de poder darle un nueva organización, si pudiéramos introducirle modificaciones a este protocolo de reformas, a esta Carta para que fuera no sólo más chilena, sino que representara en mejor forma a todos nuestros países, sin duda alguna, lo haríamos. Pero, desgraciadamente, como se ha dicho esta tarde, sólo podemos aprobar o a rechazar. Ante esta situación que se nos coloca después de haber integrado la Organización desde que fue creada y no habiendo otros procedimientos u otra alternativa, creo que no podemos quedar aislados, Hoy, más que nunca, necesitamos la unidad de todos los países y del mundo entero, para que exista una verdadera paz y una convivencia pacífica.
Algunos parlamentarios del Partido Radical estimamos que es preferible estar dentro de la Organización de Estados Americanos para poder hacer las críticas y plantear futuras reformas. Y más que eso, creemos que todos estos estatutos que rigen a organizaciones de esta clase más que lo que dice su texto, los inspiran los gobiernos, la línea política de cada gobierno. Estas reformas han sido ratificadas, hasta el momento, por 19 países; creo que lo han hecho todos nuestros vecinos que no son, ni mucho menos, muy democráticos.
Yo, señor Presidente, prefiero que nuestro país forme parte de esta Organización para que, en esa tribuna, se oiga su voz democrática y la escuchen aquellas naciones que no gozan de este régimen de libertad.
Nada sacaríamos con lamentar decisiones que tomara esta Organización, si nos quedáramos fuera de la casa.
Es por eso, señor Presidente, que voy a votar favorablemente este proyecto de acuerdo, y así lo harán, también, otros colegas de mi partido.
Pero, antes de terminar, quiero hacerle una pregunta al señor Ministro para que dé respuesta a algunas inquietudes que tengo.
En la página 3 del Protocolo, figura el artículo 3°, que ha dejado de ser 5º, que en su letra e) dice: "Los Estados Americanos condenan la guerra de agresión: la victoria no da derechos." El señor Ministro debe entender por qué estoy haciendo estas preguntas.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Ministro.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Señor Presidente, el texto que ha leído el señor Diputado y sobre el cual formula la pregunta, la letra e) del artículo 3º, ex artículo 5º, corresponde a la Carta de Bogotá, aprobada en el año 1948 y ratificada por esta Cámara, por unanimidad, a mediados de julio de 1953. Por lo tanto, no es una norma nueva que se incorpore en esta oportunidad. En otras palabras, no está la Cámara llamada hoy a pronunciarse sobre este texto, porque él forma parte de un tratado que ya Chile aprobó, como decía, en el año 1953 y que fue promulgado a fines de ese año.
En la frase a que el señor Diputado se refiere, por lo tanto, no hay ninguna modificación, como no la hay en ninguna parte política de enunciados en esta materia. Quero dejar esto en claro, porque tiene importancia establecer que no se está modificando ningún criterio político.
La historia de esta disposición corresponde a lo que se pensó en el año 1948 y a lo que se ha pensado siempre en materia de guerra de agresión. En realidad, no puede pensarse que en América Latina y en América se pueda olvidar la guerra de agresión; fórmulas parecidas están establecidas en los tratados de las Naciones Unidas.
Puede ser que se estime que esta disposición no ha sido muy respetada en la historia. La historia está llena de ejemplos, de agresiones, pero yo puedo dar la más absoluta seguridad a los señores Diputados de que en esta norma aprobada como decía en el año 1948 y ratificada en 1953 por este Parlamento, no hay y no puede existir nada en contra del interés de Chile, porque la situación de Chile en lo internacional está regida por tratados perfectamente claros, válidos, inobjetables y antiguos. Además se consagra en esta Carta el principio de reconocimiento de los tratados como una fuente del Derecho Internacional, al decir en la letra "b": "El orden internacional está esencialmente constituido por el respeto a la personalidad, soberanía e independencia de los Estados y por el fiel cumplimiento de las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del Derecho Internacional". Por otra parte, se agrega, a mayor abundamiento, además del capítulo referente a la Solución Pacífica de Controversias, una disposición que fue extremadamente controvertida en una discusión de varios años y, particularmente, en Buenos Aires. Me refiero al artículo 17, que dispone: "El respeto y la fiel observancia de los tratados constituyen normas para el desarrollo de las relaciones pacíficas entre los Estados."
Pero, además de lo que se establece en el capítulo referente a la Solución Pacífica de Controversias, me interesa dejar en claro para la historia fidedigna del establecimiento de la ley, que en los artículos 82 y siguientes de la Carta, se contempla todo un mecanismo nuevo con tal objeto. Es así como en el artículo 90 se expresa que en la solución pacífica de las controversias deben tomarse en cuenta la existencia de los tratados vigentes entre las Partes. Esa disposición es nueva, no existía en la Carta de Bogotá y fue motivo de controversia no por Chile ni respecto de Chile, sino de otras situaciones que todavía existen latentes en América Latina a las cuales, por razones obvias, no me voy a referir; pero que todos las tenemos presentes en la mente. Por ellas se establece que para arreglar problemas que se susciten entre países de América Latina deben tomarse en cuenta los tratados vigentes entre las partes.
Más aún, esta circunstancia, esta disposición, ha hecho que uno de los países que no han ratificado las modificaciones a la Carta, tenga dificultades para hacerlo. El problema que se suscita en ese país no tiene relación con Chile, no es un país vecino de Chile ni se refiere a ninguna situación chilena. De manera que puedo dar la más amplia garantía de que ni esa disposición ni ninguna otra puede afectar la situación de Chile o los derechos de Chile de ninguna manera.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Puede continuar el señor Clavel.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Por último, y porque me interesa este punto,...
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Puede hacer uso de una interrupción el señor Ministro.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Gracias, señor Presidente.
Chile ha sido un país que ha hecho una norma internacional, en su vida independiente, de respeto a la libre determinación y a la no intervención, y de condenación a las guerras de agresión y hemos recalcado en todas las disposiciones en que hemos intervenido y en los actos de todos los Gobiernos, el respeto a estas normas, de sujeción a los tratados, de no agresión y de condena a todo acto de intervención, vengan de donde vinieren. Esta ha sido nuestra conducta constante en los 150 años de vida independiente de la República.
Eso es todo.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Puede continuar el señor Clavel.
El señor CLAVEL.-
Muchas gracias, señor Ministro.
Señor Presidente, la explicación dada por el señor Ministro, al menos a mí, me satisface ampliamente. Y creo que sus palabras eran necesarias para aclarar un punto en el que, al menos yo, tenía dudas.
Señor Presidente, no deseo ampliar más mi intervención, ya que este proyecto, con mi colega Jarpa, en nuestra calidad de miembros de la Comisión respectiva, tuvimos oportunidad, durante su discusión, de estudiarlo y pronunciarnos respecto de cada artículo de la reforma.
Solamente, señor Presidente, quisiera saber de boca del señor Ministro, como lo último, si el Gobierno, al firmar, al ratificar esta Carta, lo hará con alguna o algunas reservas.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
¿Terminó, señor Clavel?
El señor CLAVEL.-
Espero la contestación del señor Ministro, si me pide una interrupción.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
¿Quiere hacer uso de la interrupción que le ofrece el señor Clavel, señor Ministro?
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Cómo no, señor Presidente.
Debo manifestar que el Gobierno no ha consultado ninguna reserva, porque ninguna de las normas establecidas en su texto le merece reparos. Por el contrario, la mayor parte de ellas corresponden a principios que hemos incorporado como decía en mi intervención, por las que se ha venido luchando hace largo tiempo. Y, por el contrario, no hay nada que nos merezca reparos en el orden aquí establecido.
Dejamos constancia, sí, que también nos habría gustado, como lo ha dicho el señor Diputado, y como lo han expresado otros, que se hubieran establecido otras materias, pero como se trata de un tratado multinacional que, por su naturaleza, requiere del asentimiento de todas las partes, hay que llegar por etapas a donde se pueda llegar. Aquí hemos llegado a una nueva etapa, pero anhelamos alcanzar una mejor, donde haya comprensión para los problemas que hemos planteado nosotros que son comunes a nuestros países.
Por eso, consideramos positivo; por eso, hemos querido plantearlo al Parlamento; con la preocupación de que, como ya decía el señor Diputado, de los 21 países, solamente quedan 3 sin ratificarlo.
Y antes de dejar la palabra, señor Presidente, quiero hacer presente también, como ya está ratificada por más de los dos tercios de los Estados Miembros, la nueva Carta con sus nuevas instituciones ha comenzado a regir y, el día de mañana, se reúnen por primera vez estos órganos.
Yo he pensado y no voy a concurrir a esta reunión a la cual van a ir, prácticamente, todos los Ministros de Relaciones, por una deferencia natural y elemental para con el Parlamento, para con el Congreso Nacional de Chile, porque, no estando ratificada esta Carta con la aprobación del Tratado, los representantes de Chile no tendrían la calidad suficiente para actuar, participar y votar en las discusiones de los reglamentos de los Consejos.
Quiero dar esta explicación, a través de la Honorable Cámara, para que se entienda que la falta de concurrencia del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile a esta reunión no se debe a un desinterés, sino a una circunstancia con orden jurídico y político que me parece elemental, como es el no poder asumir una representación como ésta cuando el Parlamento está conociendo de esta materia.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Puede continuar el señor Clavel.
El señor CLAVEL.-
Termino, señor Presidente, concediendo una interrupción al señor Jarpa.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Puede hacer uso de la interrupción el señor Jarpa.
El señor JARPA.-
Señor Presidente, los integrantes de la Comisión de Relaciones Exteriores, el que habla y el Diputado Clavel, votamos favorablemente estas reformas de la OEA en base a que, como lo ha manifestado el Diputado informante y el señor Ministro, ellas eran prácticamente estructurales y en ellas también se establecían normas como la de organización de la Comisión de los Derechos Humanos y la aprobación de normas económicas y sociales que sirven de regulación al Consejo Interamericano, especialmente sobre la promoción de la ciencia y la tecnología. Prácticamente eran problemas de orden sociológico, económico y tecnológico.
Desde luego, la primera reforma se refiere a la Asamblea General, que iba a sesionar periódicamente, todos los años, en sesiones rotativas; y allí tenía la oportunidad de ir analizando, año a año, mejorándola en su trabajo, para resolver mejor los problemas contingentes de la realidad que se está viviendo actualmente. Fueron estas las circunstancias que nos movieron a nosotros a dar nuestro voto favorable.
Mucho hemos lamentado, sí, que a esta revisión, a este estudio del Protocolo de las reformas, en las sesiones correspondientes no hayan concurrido nuestros compañeros de Sala socialistas y comunistas, porque a mí me habría gustado haber conocido de cerca sus apreciaciones, las cuales respeto mucho, como las de todos los señores Diputados, para haberme formado un mejor concepto. Todos estamos conscientes de lo que significan estas organizaciones americanas en nuestra patria.
Somos un partido esencialmente antiimperialista; pero no somos antidemocráticos. Queremos buscar los medios adecuados, de tal suerte que encontremos el día de mañana la ecuación necesaria para alcanzar la paz y la justicia social.
Diversos sectores, con razón o sin ella, han criticado sin misericordia a la Organización de Estados Americanos, sin ofrecer siquiera algunas soluciones que hicieran más operante, más de acuerdo al espíritu americano, más científica y moderna esta institución tan necesaria y vital.
Digo necesaria y vital, porque nadie puede concebir una hermandad latinoamericana, centroamericana y norteamericana sin la presencia de un organismo que sirva como elemento catalizador, moderador, impulsor y moral. Nadie puede imaginarse el diálogo entre países limítrofes o domiciliados en un mismo continente o hemisferio, sin una tribuna donde sea respetado el que habla y el que escucha; el que ofrece y el que recibe; el que tiende la mano y el que estrecha esa misma mano.
Sería primitivo pedir el fusilamiento en el silencio de este organismo interamericano, ya que nos quedaríamos suspendidos en el vacío de nuestras relaciones de amistad y compromiso con los países de las tres Américas.
Oportuno y visionario es el solicitar la reforma de su estructura, incluso la revisión de sus objetivos y, ¿por qué no decirlo?, de sus principios mismos. No en vano estamos viviendo una época de cambios globales que tienen como meta el cambio de vida de la sociedad en un sentido más humano y moderno, en donde la miseria pase a ser un horrible recuerdo; y la felicidad, el paso siguiente a dar.
Por eso, salvo un mejor y superior criterio de mis colegas, estimo que debe ser aprobado este Protocolo de Reforma a la Carta de la Organización de los Estados Americanos, tanto más cuanto que viene a ser el punto culminante de la evolución del sistema americano; y, para su mejor y oportuna operación, se dan formas y estructuras jurídicas por todas aceptadas, reafirmando los derechos y los deberes fundamentales de cada Estado.
Estimo que los órganos por medio de los cuales la Organización realizará su cometido están absolutamente de acuerdo con el espíritu, criterio y sueño americano que se iniciara como un vagido de vida en la napoleónica fecha de 1826, en la Ciudad de Panamá.
Mi formación intelectual y moral me impiden aceptar, aplaudir o callar los crímenes que se cometen en algunos países hermanos; pero eso mismo, el mismo deseo de justicia me exigen luchar por el mejoramiento de los mecanismos e instrumentos de liberación y comunicarlo no sólo a los Gobiernos que se cobijan bajo el cielo americano, sino a su misma médula productora como son los pueblos trabajadores.
Por esta circunstancia, señor Presidente, votaré favorablemente repitoel Protocolo de Reformas de la Carta de la OEA.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
El señor JAQUE.-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Jaque.
El señor JAQUE.-
¿Cuánto tiempo le queda al Comité Radical, señor Presidente?
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Catorce minutos, señor Jaque.
El señor JAQUE.-
Señor Presidente, tal como ha expresado mi colega de estos bancos, señor Clavel, nuestro Comité declaró en libertad de acción a los señores Diputados sobre esta materia. De tal manera que me intervención va a ser solamente a título personal, para expresar mis puntos de vista sobre esta materia, discrepando, naturalmente, del punto de vista que ha expresado en esta Honorable Corporación mi colega Clavel.
Señor Presidente, es un hecho indiscutido, y así lo ha expresado esta tarde el señor Ministro, que la Organización de los Estados Americanos ha sido un organismo absolutamente inoperante, y él mismo expresó su inutilidad. Es evidente, también que este sistema nos ha llevado a afiliarnos a la política exterior de los Estados Unidos, más específicamente, a sus intereses exteriores en materia de política internacional. Y lo que para mí es grave, es que, en lugar de haber logrado nuestra liberación económica, ha sucedido lo contrario: se han acentuado nuestras dependencias económicas. Por consiguiente, tampoco hemos obtenido nuestra liberación política, que para nosotros es lo más importante y fundamental.
Señor Presidente, yo creo que estas cosas hay que denunciarlas en términos claros y categóricos, aprovechando esta oportunidad, en que se debate una materia de tanta trascendencia para el destino de estos países, especialmente los latinoamericanos.
Yo considero que todas estas declaraciones, respetando también en términos absolutos la opinión que cada señor Diputado tenga sobre esta materia, todo esto que se ha conseguido como sistema interamericano no pasa de ser una romántica declaración de principios. Esa es la verdad. Basta dar una ojeada a los diversos documentos, tratados o convenios que ha suscrito nuestro país con el resto de los países de América Latina.
Tengo a la vista el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro del año 1947, el cual, en sus considerandos, expresa el espíritu que animó a ese convenio. Establece que "la comunidad regional americana afirma como verdad manifiesta que la organización jurídica es una condición necesaria para la seguridad y la paz, y que la paz se funda en la justicia y el orden moral y, por lo tanto, en el reconocimiento y la protección internacionales de los derechos y libertades de la persona humana, en el bienestar indispensable de los pueblos y en la efectividad de la democracia para la regulación internacional de la justicia y de la seguridad."
Me voy a referir señor Presidente, a otros documentos, como por ejemplo, el Acta de Chapultepec, sobre las declaraciones de Asistencia Recíproca y Solidaridad Americana, que sirvió de antecedente para suscribir el Tratado de Río de
Janeiro y que, entre otras cosas, expresa que "todo Estado tiene derecho al respeto de su personalidad de independencia, por parte de los demás miembros de la comunidad internacional."
Luego, la antigua Carta de los Estados Americanos establecía, en su artículo 15, que hoy día pasa a ser artículo 18, que "ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro." Y luego agrega que "el principio anterior excluye no solamente las fuerzas armadas, sino también cualquier otra forma de ingerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen."
La verdad, señor Presidente, es que, al leer estas declaraciones de carácter romántico, todo este ordenamiento da la impresión y suena a sarcasmo, cuando uno recuerda cómo se han quebrantado todos estos principios de convivencias democráticas, de ordenamiento jurídico, de respeto de los derechos y de la libertad en estos países subdesarrollados de América Latina; cuando uno recuerda el caso de la República Dominicana, que fue vejada por el imperialismo norteamericano; cuando uno recuerda, en este mismo momento, el oprobioso sistema de dictaduras militares que hay en América Latina; el caso que, en estos días, estamos presenciando en la República de Ecuador, cuando se conculca la Constitución Política del Estado; cuando se apresan al Rector de la Universidad de Quito, al Presidente de la Central Unica de Trabajadores o al Presidente de la Federación de Estudiantes, ¿dónde queda todo este sistema americanista, ideado fundamentalmente para respetar los derechos y la personalidad humana y obtener el desarrollo y la liberación económica de estos pueblos, cuando, en verdad, esto no se ha conseguido? ¿Acaso no está muy fresco en nuestro recuerdo el Plan Gamelot, que fue investigado por la Cámara de Diputados, ideado por el Ejército de Estados Unidos y financiado por el Departamento de Estado? ¿Acaso esta misma Cámara no llegó a una conclusión clara y concreta sobre la intervención del imperialismo en nuestro país? ¿Acaso no está presente el recuerdo de la teoría que han estado sustentando en los últimos años los Estados Unidos sobre las fronteras ideológicas, es decir, sobre la política de intervenir en estos Estados sudamericanos unilateralmente, cada vez que aquí exista un sistema de orden político, social o económico que no sea del agrado de los Estados Unidos?
Yo pienso que esta estructura de carácter jurídico se ha ideado fundamentalmente para servir los intereses políticos, militares y económicos de la gran potencia del norte
El señor Ministro señalaba, hace un momento, que tampoco se respetaba, en algunas ocasiones, el ordenamiento jurídico en el aspecto interno. Quizás si respecto de esto sería preciso entrar a los detalles para emitir un juicio de esta naturaleza; pero, la verdad es que, en el orden internacional, se han quebrado los principios básicos y fundamentales y, lo que es más grave, esta idea de frustración ya se ha hecho colectiva en nuestro continente.
Concluyo estimando que este nuevo ordenamiento constituye sencillamente un instrumento, una agencia más al servicio de los intereses del imperialismo norteamericano.
Por eso, considerando la inutilidad de este organismo para alcanzar nuestra positiva liberación económica y, a su vez, nuestra independencia política, la que será fruto de la lucha constante y permanente que tienen los pueblos latinoamericanos, voy a emitir mi voto en contra de este proyecto de acuerdo.
El señor ARNELLO.-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Amello.
El señor ARNELLO.-
Señor Presidente, sólo deseo formular, en forma breve, algunas observaciones, porque no es posible permanecer en silencio ante ciertas afirmaciones, como aquella de que la votación favorable y la ratificación de este acuerdo significarían un acto contrario al interés nacional, como se ha dicho recientemente.
Cabría preguntarse si todo lo que ha señalado el señor Diputado que me ha antecedido, sus críticas a hechos que ocurren en nuestro continente, se solucionaría si nuestro país no ratificara las reformas a la Carta de la OEA, o si se alejara, incluso, de ese organismo. ¿Dejaría nuestra economía de ser débil o de tener algún tipo de dependencia por el hecho de ser más débil? Es evidente que nada de esto se eliminaría o se evitaría por Simple recurso de no ratificar las modificaciones de la Carta de la OEA.
Como hemos indicado anteriormente, este texto reformado, por el contrario, viene a afirmar los derechos de cada una de nuestras naciones iberoamericanas, de su soberanía e independencia; viene a demostrar que en esté sistema interamericano existe jurídicamente respeto a la igualdad y existe una fórmula que, aun si se la compara en este aspecto, tiene ventajas sobre las propias Naciones Unidas, donde existe para algunas potencias poderosas el derecho a veto. Este derecho a veto no se registra en la Organización de los Estados Americanos.
Por lo demás, que quede muy en claro que en el sistema interamericano no rigen doctrinas como las que existen en otras partes del mundo, que le dan a un Estado la tuición para mantener las conquistas socialistas que se hayan obtenido en el respectivo país.
La doctrina Brezhnev, que es la que rige para las naciones unidas por el Pacto de Varsovia, señala claramente cómo el sostenimiento, el refuerzo y la protección de las conquistas socialistas deben ser resguardados por los otros países socialistas, aun en contra de la opinión de los pueblos.
Para nosotros existe el derecho de no intervención, y estamos dispuestos a defender y a exigir su respeto.
Por eso mismo, porque estos principios que sostenemos están señalados en forma clara en el texto reformado de la Carta de la OEA, vamos a insistir en su aprobación por la Cámara, ya que la ratificación por el Congreso constituye, precisamente, una manera de continuar en el camino de defender el interés nacional y de seguir dando pasos constructivos que terminen, de una vez, con la declamación y la vaguedad que había, sin duda, en las reuniones interamericanas, hasta hace, como digo, unos 15 ó 16 años, en que se ha empezado ya a avanzar en forma positiva.
Los pasos dados el Banco Interamericano de Desarrollo, la ALALC, los mercados regionales, las organizaciones, entidades o sistemas que se están poniendo en práctica, la misma institución que aprobó el Senado en el día de hoy, la CORFO Andina, están buscando y señalando el camino de las naciones libres del continente americano, que están viendo manera de coordinar sus esfuerzos y de cooperar para lograr el desarrollo que tanto necesitan.
Nada más, señor Presidente.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
Cerrado el debate.
El señor NAUDON.-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Señor Naudon, excúseme...
Un señor DIPUTADO.-
Está cerrado el debate.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
¿Usted había pedido la palabra?
El señor NAUDON.-
Sí, señor Presidente, pero está cerrado el debate.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
No obstante estar cerrado el debate, solicito el asentimiento unánime de la Sala para reabrirlo.
El señor PARETO.-
Con mucho guste.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Acordado.
Tiene la palabra el señor Naudon.
El señor NAUDON.-
Señor Presidente, a mí me parece que en determinaciones de esta importancia, uno tiene que dar su opinión.
Yo voy a votar favorablemente el Protocolo de Reformas a la Carta de la Organización de Estados Americanos, porque estimo que, aunque tiene muchos defectos, en todo caso no se ha propuesto su sustitución.
Sabemos que depende o tiene gran regencia sobre ella los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, su utilidad es evidente y tiene organizados a los países latinoamericanos y a los Estados Unidos de Norteamérica desde el año 1900. Entonces, destruir parece mucho fácil que construir, pero como aquí no se ha dado una solución distinta, como sería, por ejemplo, -lo hemos dicho otras veces- un organismo que sólo consultara la presencia de países latinoamericanos y Brasil, yo voy a votar afirmativamente este protocolo de enmiendas. Lo haré, además, porque no aprobarlo nada significa -así lo tengo entendido- para nuestro país, que seguirá siendo miembro de la Organización de los Estados Americanos, por haber sido ya aprobado el protocolo por los dos tercios.
Nada más, señor Presidente.
Concedo una interrupción al señor Salvo.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Puede usar de la interrupción Su Señoría.
El señor SALVO.-
Señor Presidente, deseo expresar que comparto las expresiones vertidas por el colega Duberildo Jaque. Nosotros creemos que la Organización de los Estados Americanos es un estado jurídico que representa tan sólo la posición de Estados Unidos frente al resto de los países de América.
Aquí se ha dicho que es un organismo que presta algunos beneficios. Podríamos decir con absoluta claridad que la Organización de los Estados Americanos no ha prestado ningún beneficio a la convivencia de les países que la integran. La invasión a Santo Domingo, las dificultades entre Chile y Bolivia; la crisis de la democracia representativa en Argentina, en Brasil, en Ecuador, y en la casi totalidad de los países americanos, no ha encontrado una respuesta adecuada y afortunada de este organismo.
Sin embargo, los jóvenes de toda American ven cómo sus manifestaciones de rebeldía, cómo su posición en defensa de los valores nacionales se ve menguada por un organismo u organización, la Central de Inteligencia Americana, que libremente, sin las críticas directas de estos organismos internacionales, puede actuar, asesinar y derrocar gobiernos en toda América. Se nos dice, entonces, que como no se propone otro organismo mejor, es conveniente que votemos favorablemente esta reforma de la Carta de la OEA....
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Señor Salvo, ha terminado el tiempo del Comité Radical.
El señor SALVO.-
Termino diciendo que vamos a votar en contra, porque es un organismo que no nos representa.
Nada más.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Pido la palabra.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Ministro.
El señor VALDES (Ministro de Relaciones Exteriores).-
Señor Presidente, solamente para establecer una situación de hecho.
El señor Diputado que acaba de hacer uso de la palabra ha expresado conceptos en relación con la falta de eficacia de la Organización de Estados Americanos, y ha citado un caso muy particular: las dificultades que se produjeron hace algunos años, en Administraciones pasadas también, entre Bolivia y Chile, con ocasión del aprovechamiento de las aguas del río Lauca.
Quiero recordar al señor Diputado que en esa ocasión precisamente Chile tuvo en la Organización de los Estados Americanos el lugar donde expuso con claridad sus títulos, sus derechos y sus correctos procedimientos utilizados en aquella oportunidad.
A raíz de esa intervención en la OEA, no prosperó una acusación que se había llevado contra Chile, par ser declarado país agresor, y el Consejo de la Organización estimó que esos cargos eran infundados; a tal extremo que Bolivia, que en esa oportunidad podría haber acusado a Chile, se retiró temporalmente de la Organización de Estados Americanos. Al pedir Bolivia que se mantuviera esta situación injusta para Chile, de no haber sido miembro Chile de la Organización en aquella oportunidad, los demás países habrían podido crear, dentro del contexto del Tratado de la Organización de Estados Americanos, una situación difícil a Chile al haber podido ser condenado de agresión. Esto tiene mucha importancia y no podemos tomarlo en conjunto con los problemas que se refieren al imperialismo americano y otros temas en los cuales podría discutirse latamente y sobre los cuales hay, evidentemente, diversas apreciaciones.
Pero entramos aquí a un punto extremadamente riguroso, que toca a la seguridad de Chile, máxime cuando la Carta de las Naciones Unidas establece que en el caso de dificultades entre un país y otro, las organizaciones regionales tienen prioridad para dirimir estas situaciones. De modo que no podría llevarse el asunto directamente a las Naciones Unidas, sin pasar, previamente, por las organizaciones regionales, que son parte de ella, en una situación de conflicto. De modo que está aprobado no solamente en el caso del Lauca que la OEA fue útil para defender nuestros principios y nuestros derechos; ahí el gobierno tuvo amplia oportunidad de exponer los puntos de vista que Chile tenía.
También debo recordar que hace poco, con ocasión de una guerra entre Honduras y El Salvador, la Organización de Estados Americanos prestó útiles servicios, y no son muchas las guerras de la última década que se han podido solucionar en base a conversaciones, porque hay otras en el mundo, que todos presenciamos con gran preocupación y que están bajo el control de las Naciones Unidas como son las del Medio Oriente y Asia, que no han podido ser terminadas; en cambio, esta guerra fue solucionada mediante mecanismos pacíficos a raíz de reuniones de consulta. Estos son puntos favorables, al haber.
He sido el primero en decir también que hay una serie de imperfecciones, pero yo diría que es mucho mejor tener este instrumento y tener un foro donde Chile pueda hacer valer sus intereses, sus principios y derechos, porque ninguno de los principios que están incorporados a este Protocolo puede ser rechazado en sí.
Señor Presidente, no he oído ninguna crítica en esta sesión a ninguna parte del texto; creo que todos lo suscribimos; si no se cumple, es un problema político; es un problema de maduración, de desarrollo; es un problema ya de cada país. Pero Chile puede estar satisfecho y yo creo que la Cámara puede estar segura de que no hay ningún principio que afecte nuestras normas de Derecho interno, constitucionales ni la soberanía de Chile. Estoy convencido de que esta organización, con todos los defectos que tiene, ofrece un foro y los mecanismos para hacer lo que nuestra comunidad libremente decida hacer dentro del ámbito de los Estados Americanos.
Eso es todo.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
El señor TAVOLARI.-
Pido la palabra, señor Presidente.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Tavolari.
El señor TAVALORI.-
Señor Presidente, desgraciadamente el colega Carlos González, miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores de nuestro partido, por problemas, tal vez, ajenos a su voluntad, no ha podido llegar a esta Sala; él tenía el compromiso de plantear este problema a nombre de nuestra brigada. Sin embargo, el Partido Socialista no podría estar ausente de este debate para dar a conocer su opinión respecto de un problema tan interesante como éste.
Yo he escuchado al señor Ministro de Relaciones Exteriores. Me parece que es un político honesto y bien inspirado; que no deja de tener razón cuando afirma que las enmiendas que se le han podido hacer a la carta fundamental de la Organización de Estados Americanos, son enmiendas donde Chile, o la representación chilena, ha tenido una incidencia principal, y que son positivas.
Sin embargo, lo interesante es afirmar y darnos cuenta de que esta Organización de Estados Americanos no es sino el instrumento que tiene Estados Unidos para actuar. Yo no niego que Chile tiene su propia personalidad; no negamos que en muchas oportunidades, cuando ha llegado el instante de decir la palabra de Chile hombres que incluso representaban diversas tendencias políticas, han tenido lo que podríamos llamar "una concepción de chilenos", con un lenguaje y una actitud un tanto independiente, respecto al país del norte. Pero, en el fondo, se sigue haciendo lo que Estados Unidos desea.
Nos decía el Ministro que existe la gran oportunidad de que en esta organización se produzca un foro donde Chile tenga su propia expresión y donde podamos tener la oportunidad de dar a conocer nuestras concepciones.
Sí, señor Ministro, es verdad. Pero es un foro que no lo escucha el pueblo; es un foro entre representantes de países títeres y "gorilas"; es un foro entre gente, salvo una excepción, si es que lo hubiere en un instante dado, que podría ser la nuestra, que va a hablar con distintos lenguajes, pero con un común denominador, la misma política que inspira Estados Unidos. ¿Qué afinidad puede tener un ciudadano de América? ¿Qué afinidad puede tener aquel joven brasileño que en este momento es torturado y llevado a las cárceles donde se mata –digamos- sin sanción de ninguna organización internacional? ¿Qué afinidad puede tener esa juventud con una organización de este tipo? ¿Qué afinidad puede tener la juventud que se inspira en el "Che" Guevara para darse cuenta de que Estados Unidos, como lo decía muy bien un colega, a través de la CIA y de cualquier tipo de organizaciones de esta clase, que son solamente para mostrarlas y nada más, actúa en la forma como lo está haciendo, cercenándoles cada vez más a los pueblos el derecho de pensar y, lo que es más grave, el derecho de vivir?
En estas circunstancias, nosotros, que nos preciamos de ser un pueblo diferente, que tenemos la arrogancia de ser distintos y que en esta misma Cámara, aún cuando hay muchas diferencias, cuando nos empinamos, tenemos una actitud que nos une, ¿cómo es posible que seamos capaces, como países, de vincularnos a una organización de ese tipo, que no puede y no tiene nada que ver con la mentalidad ni con lo que quiere toda una generación deseosa de cambiar las estructuras no sólo de Chile, sino de América? ¿Cómo es posible que a estas alturas de nuestra vida nacional y en los momentos por que atraviesa el mundo, que son de inquietud, pero de inquietud en el orden de liberarse, como acontece en casi todo el orbe, nosotros estemos haciéndole algunas enmiendas a una Carta que representa una organización que es una traición y que jamás va a jugar el verdadero papel mientras sea Estados Unidos el que siga manejando a los pueblos que están matriculados en esa entidad?
Por eso, por ningún motivo, porque sería traicionar a una juventud que nos está observando, porque sería traicionar a nuestros pueblos, porque toda la América nos está mirando con la esperanza de que nosotros tengamos una actitud viril y, sobre todo, porque este Parlamento escribiría la más hermosa de las historias, si es que simplemente dijéramos: "¡Basta! No queremos más teatro, preferimos estar solos, actuar solos, pero con dignidad y no con este tipo de ayuda que son migajas, muchas veces, o estas intervenciones que, indudablemente, lesionan esta dignidad de la cual tanto nos preciamos.
Por eso, los Diputados de estos bancos votaremos en contra. Queremos tener la responsabilidad histórica de asumir una actitud en este sentido, porque sabemos que debemos darles una respuesta a los pueblos que nos están observando y creyendo, como con toda razón debe ser, que Chile, aun aislado del mundo, tiene dignidad; pero esa dignidad hay que demostrarla, hay que conjugarla, hay que vivirla.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
Cerrado el debate.
En votación general el proyecto de acuerdo.
-Efectuada la votación en forma económica, dio el siguiente resultado: por la afirmativa, 44 votos; por la negativa, 23 votos.
El señor IBAÑEZ (Presidente).-
Aprobado en general el proyecto.
Como no ha sido objeto de indicaciones, se declara también aprobado en particular.
Terminada la discusión del proyecto.
-(El proyecto despachado por la Cámara al Senado, se hizo en los mismos términos)
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