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- rdf:value = " El señor NOEMI.-
Pero lo curioso es eme nada ha dicho mi Honorable colega sobre los principios que él ha sostenido y defendido con tanto calor y que cité hasta con ejemplos, en cuanto a que es una vergüenza tratar de legislar en materias de importancia por el solo procedimiento de la indicación. ¿Dónde quedaron los principios del señor Senador? No sólo pretende legislar por ese sistema sobre materia tan importante como la reforma del Código de Minería, sino que presenta sus ideas un poco de contrabando, pues las formula en la Comisión de Economía y Comercio sin ser conocidas por la de Legislación, ni menos por la Comisión técnica: la de Minería; más aún, prescindiendo de los procedimientos habituales, sin oír a los mineros, que tienen mucho que decir en esta materia. Ni esta vez, ni cuando se Hato la indicación número 268, a que hice referencia y que no fue discutida, se escuchó a ningún minero. Y ahí está la más fundamental diferencia. Su Señoría puede saberse un gran jurisconsulto, y lo sabemos un experto criminalista; pero en materias mineras, debe tener respeto y no despreciar la opinión de esos hombres que entregan a la economía del país, entre otros productos, más de cien mil toneladas de cobre fino, equivalente a veinte por ciento de toda la producción de la gran minería. Como es usual, felizmente, en esta Corporación, el Honorable señor Chadwick debe aceptar que es indispensable escuchar a esos hombres que se meten a las minas por una escalera de gato o de patilla, jugándose a diario la vida; tiene que oír a esos hombres que no compran edificios ni terrenos en Santiago, donde la inversión gana plusvalía, sino que hacen sus inversiones en kilómetros de piques, socavones y galerías, en instalaciones mineras, que cuando falla la ley o se brocea la veta, son inversiones perdidas que nada valen, y tienen que empezar de nuevo. Esos mineros, con su lenguaje sencillo y franco, explicarán al jurisconsulto las características de una mina del pequeño minero, donde jamás ningún inversionista arriesgará un centavo, porque la potencia mineralizada, con toda la mecanización y técnica que se le aplique, tiene una limitación que sólo permite trabajarla por su dueño, parientes y algunos colaboradores. También le explicarán la diferencia entre un yacimiento de la mediana minería, donde generalmente se invierte capital nacional, y un yacimiento de la gran minería, que requiere de grandes cubicaciones y necesita de enormes inversiones, y cuyo desarrollo y explotación se han encarado hasta ahora con inversiones internacionales. De sus explicaciones se tendrá que concluir que no puede aplicarse una legislación general a toda la minería, sino un sistema similar al de la reforma agraria, en la cual se distinguen claramente las condiciones para la propiedad familiar y comunitaria, para la mediana propiedad y para la mayor propiedad agrícola.
Sin adentrarme en el tema, ya que ello importaría una intervención madurada y amplia, mostré al pasar, en mi anterior intervención, que las indicaciones del Honorable señor Chadwick están atiborradas de yerros, y sobre tales informaciones nada se ha contestado. Nada ha dicho Su Señoría respecto del error de igualar las patentes de los minerales metálicos y no metálicos, considerando iguales una veta de oro y un manto calizo; de la inconveniencia de mantener un sistema consistente en pagar patente con relación sólo a la extensión de cada pertenencia o grupo de ellas, cuando, a nuestro juicio, debe también considerarse que el valor de los yacimientos depende de la naturaleza de las sustancias minerales, de su ley, de la ubicación de la mina y de otros factores. Nada ha dicho del impacto que significaría para un minero, por muy bajo que sea el valor de su patente actual, el tener que subirla de un golpe en mil ochocientas veces, como puede ocurrir con el proyecto en debate. A manera de ejemplo, a un minero que actualmente pague veinticinco escudos anuales, su desembolso por este concepto puede subir a cuarenta y cinco millones de pesos anuales. ¡Su patente sube, de veinticinco escudos, a cuarenta y cinco millones de pesos al año!
El señor CHADWICK.-
¿Cuántas hectáreas son ésas?
El señor NOEMI.-
¡La patente puede subir mil ochocientas veces, de acuerdo con las disposiciones del proyecto en debate!
El señor CHADWICK.-
Serían quince mil hectáreas en el ejemplo que da Su Señoría.
El señor NOEMI.-
¿Qué pequeño minero podría soportar este impacto? Piensen mis Honorables colegas lo que significaría en sus presupuestos un alza de esa magnitud en sus contribuciones de bienes raíces.
Reconocemos ampliamente que las patentes mineras deben ser alzadas en proporción razonable, pero destinando una parte considerable de esos ingresos a financiar al Servicio de Minas del Estado, al cual le urge confeccionar un catastro minero, velar por la seguridad minera y cumplir la gran tarea que le impondrá el fiscalizar la función social que deben realizar los yacimientos mineros.
La señora CAMPUSANO.-
¿Cuándo envían el proyecto?
El señor NOEMI.-
Nada ha dicho sobre eso el Honorable señor Chadwick. Por el contrario, ha querido dejar entendido que todo puede arreglarse por el reglamento que dictará el señor Presidente de la República. Nada de ello es efectivo, pues el reglamento no podrá ir más allá de la ley, que, de acuerdo con las indicaciones, es terminante en esta materia.
El señor CHADWICK.-
Son facultades delegadas.
El señor NOEMI.-
No quiero terminar mis observaciones sin referirme expresamente a las insólitas palabras del Honorable señor Chadwick, que dicen textualmente:
"Esos caballeros que se reunían y se reúnen en la Sociedad Nacional de Minería para conspirar contra la patria y servir con la mano ajena a los intereses extranjeros fueron quienes lograron hacer as modificaciones de nuestra ley básica."
Más adelante manifestó, entre otras afirmaciones, que nuestra actual legislación es producto de un régimen dictatorial, etcétera.
Grave acusación a una entidad que han integrado e integran hombres de todos los sectores y partidos políticos. Diría más: injuriosa calificación, que no hace distingos y denigra por parejo.
No podría hacerme cargo de todos los actos de la Sociedad Nacional de Minería desde su fundación, porque no tengo los antecedentes. Sin embargo, debo responder por quienes ahora nos reunimos en esa sociedad. Al efecto, puedo sostener que la Sociedad en referencia ha estado presidida durante estos últimos veinte años por los señores Hernán Videla Lira y Francisco Cuevas Mackenna; el primero, Senador de la República, que llegó a ocupar la presidencia de esta Alta Corporación, que lo honró con tan digno cargo, ciertamente, por merecer el respeto y la consideración de las mayorías que lo designaron; el segundo, don Francisco Cuevas, fue precandidato del FRAP a la Presidencia de la República en los comicios electorales de 1958. En esa oportunidad postuló junto con el Honorable señor Allende, en lucha interna del FRAP, a la candidatura presidencial de ese año,. . .
La señora CAMPUSANO.-
¿Cree Su Señoría que eso amarra las manos del FRAP?
El señor NOEMI.-
...y obtuvo una alta votación de los delegados de esa combinación política. No pensaban como el Honorable señor Chadwick sus compañeros de bancas que lo designaron para tan alta postulación y que votaron por él.
Pero asómbrense mis Honorables colegas, cuando el Honorable señor Chadwick manifiesta su repugnancia por el Código-de Minería que nos rige, gestado, como dice, en un régimen dictatorial. No atinamos a comprender la intención de sus palabras, porque el decreto ley N° 488, del 24 de agosto de 1932, que dio vida al actual Código de Minería que nos rige, fue dictado durante la llamada República Socialista de Dávila...
El señor CHADWICK.-
¡En esa época estábamos todos presos!
El señor NOEMI.-
...y precisamente lleva la firma de don Carlos Dávila y del destacado Ministro socialistadon Juan Bautista Rossetti.
Excúseme el Honorable Senado que deba referirme a mi persona, pero yo ocupo actualmente el cargo de primer vicepresidente de la Sociedad Nacional de Minería, cargo al que llegué a los pocos meses de haber sido elegido Senador, con los votos de los representantes de la mayoría de las asociaciones mineras del país, cuyos delegados, elegidos libremente por lascases, representan -lo digo sin temor a equivocarme- a todos los sectores políticos del país.
Saben los mineros mi preocupación permanente por sus problemas. Durante mi mandato y en este Gobierno, ellos han logrado hacer realidad caras y sentidas aspiraciones. Entre otras, vale la pena señalar la dictación del decreto número 95, que les ha permitido disponer de un porcentaje de sus propias divisas para importar maquinarias y elementos de trabajo para el desarrollo de sus faenas mineras; el decreto que definió y amplió el capital de la pequeña minería, para los efectos del impuesto único de la minería; la rebaja de -las maquilas, que significó una mejora en las tarifas de compra de la Empresa Nacional de Minería, permitiéndose a los mineros por primera vez imponerse directamente de los costos de compra y tratamiento de dicha empresa. En fin, tantas otras tareas para servir concretamente a la minería chilena, que me ubican muy lejos de ser alcanzado por los calificativos del Honorable señor Chadwick.
Digo estas palabras, porque fui elegido -repito- por los votos de la gran mayoría de las asociaciones mineras, formadas por hombres de esfuerzo que sólo desean trabajar y producir, ninguno de los cuales "ha conspirado jamás contra la patria ni ha servido nunca a los intereses extranjeros" lesionando con ello a Chile. Son esos hombres, señor Presidente, los que creen en la democracia en que vivimos, y la respetan y defienden para vivir en libertad, aportando su esfuerzo al avance social y económico del pueblo entero. En nombre de todos ellos, a quienes represento e interpreto lealmente, quiero rechazar categóricamente esta grave acusación, que considero injuriosa y difícil de justificar y explicar en un Senador habituado al manejo estricto del idioma dentro de las normas tan exigentes como son las del Derecho y en una intervención en gran parte leída.
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