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- rdf:value = " REFORMA CONSTITUCIONAL.- SEGUNDO TRAMITE.El señor ALLENDE (Presidente).-
En el Orden del Día corresponde tratar el informe recaído en el proyecto de ley de la Cámara de Diputados sobre reforma Constitucional.
El proyecto figura en los Anexos de la sesión 78ª, en 7 de febrero de 1967, y el informe en los de esta sesión, documentos Nºs 7 y 1, respectivamente.
El señor ALLENDE (Presidente).-
De conformidad con el acuerdo adoptado por los Comités, tiene la palabra el señor Ministro de Justicia.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
El informe en debate recomienda desechar el proyecto del Ejecutivo por el cual éste propone entregar en forma permanente al Primer Mandatario la facultad de disolver el Congreso por una sola vez durante su mandato, y sugiere, además, que los actuales parlamentarios cesen en sus cargos y convocar a elecciones generales para reemplazarlos. El Gobierno mantiene su punto de vista sobre la materia. Estima que la solución propuesta es la única adecuada y aceptable. Por mi intermedio, el Ejecutivo, reitera sus planteamientos, contenidos en el referido proyecto. Procuraré, en esta oportunidad, explicar los fundamentos y motivos que tiene el Gobierno para pensar del modo que acabo de exponer. Al mismo tiempo, me esforzaré por señalar a la ciudadanía, desde esta tribuna, los puntos de vista del Gobierno ante la crisis que nos agobia y el momento actual de la política chilena.
Deseo empezar por recordar, como lo expresé en la Comisión Especial de Reforma Constitucional, que el proyecto tiene una idea fundamental, cual es la de incorporar a nuestra Constitución disposiciones que permitan al pueblo y a la nación expresar su voluntad política, orientar la acción gubernativa y participar de modo más activo y real en la política nacional. Es un hecho que nuestro actual sistema democrático representativo deja entregado a la ciudadanía un papel absoluta y totalmente pasivo, en que su función, desde el punto de vista político, está limitada única y exclusivamente a la elección periódica de sus representantes en el Parlamento y de Presidente de la República. Tal posición pasiva no se aviene con la cultura cívica de nuestro pueblo ni tampoco con los temas que, a diario, aborda la política nacional de los gobiernos modernos, que dicen relación a la ciudadanía entera y que la afectan de múltiples y variadas maneras. Por lo tanto, la realización de esa política y la orientación del Gobierno no le pueden ser indiferentes de modo alguno.
Esta idea representa, además, lo que está señalando también la tendencia del Derecho Constitucional moderno, cual es la conveniencia de abrir los estrechos límites del régimen representativo a uno de democracia semidirecta. Sea por medio del plebiscito, de la disolución de las Cámaras u en otra forma, se da al pueblo la oportunidad de actuar de manera más directa. Tal es la idea contenida fundamentalmente, a mi juicio, en el proyecto, y ella representa una solución a la crisis institucional. No es una idea improvisada por el Presidente de la República. Mucho se ha dicho, en forma interesada, naturalmente, para no abordar la explicación de fondo del problema en sí, que esta idea ha sido fruto de un momento de ofuscación del Primer Mandatario. Bastará recordar que Su Excelencia el Presidente de la República, durante el curso de su campaña presidencial, de norte a sur del país fue entregando a la ciudadanía lo que era su pensamiento fundamental respecto de cada uno de los problemas nacionales. En lo tocante a nuestro régimen político, fue constante para expresar lo mismo que este proyecto expone: la necesidad de incorporar a nuestra Carta Fundamental disposiciones y normas que permitan al pueblo tener mayor actividad, mayor responsabilidad y mayores derechos.
El Presidente de la República no se limitó a expresar lo anterior como su pensamiento político durante la campaña y a proponerlo como realización durante su Gobierno, sino que, llegado a él, de inmediato dio las instrucciones pertinentes para que se presentara como efectivamente se hizo ante la Honorable Cámara de Diputados 24 días después de asumir el mando un proyecto de reforma constitucional tendiente precisamente a ese objeto, para lo cual establece el plebiscito.
No se trata, pues, de una idea que haya sido improvisada por Su Excelencia el Presidente de la República, sino de un propósito que constituye la expresión fiel de su pensamiento reiteradamente expresado. Se trata, además, de una idea que refleja la tendencia de los constitucionalistas modernos. Como tendré oportunidad de señalar más adelante, es una idea que también anida en nuestro pensamiento político, y no es ésta la primera oportunidad en que llega a ser planteada como base de proposiciones concretas de reformas constitucionales.
El proyecto plantea algunas cuestiones que es necesario, para un mejor orden, tratar de dilucidar por separado.
¿Existe realmente, en este instante, una crisis que obligue a los Poderes Públicos a adoptar alguna actitud frente a ella y, por consiguiente, a procurar una solución para salir de la dificultad en que nos encontramos? Si esta crisis existe realmente, cabe preguntarse: ¿se trata de una crisis política, de una crisis institucional o, a la vez, de una crisis política e institucional?
Finalmente, cabría también preguntarse si la solución propuesta por el proyecto del Ejecutivo y aprobada por la Cámara de Diputados, es adecuada y racional para resolver esta crisis política o institucional, o política e institucional.
Por mi parte, anticipando brevemente mi pensamiento, puedo decir que, a juicio del Gobierno, no cabe duda de que existe una crisis; de que ésta es, a la vez, política e institucional, y de que ella encuentra su adecuada solución en el proyecto de ley a que me estoy refiriendo.
Trataré de expresar mi pensamiento al respecto.
En cuanto a si la crisis existe o no existe, me parece que ya se han producido hechos lo suficientemente claros como para que sea necesario extendernos demasiado sobre el particular. Si el diálogo ha tenido alguna ventaja, ha sido precisamente para esclarecer que tal crisis existe. Así es como el informe de la Comisión Especial de Reforma Constitucional recientemente repartido a los señores Senadores, deja constancia de que este proyecto de ley, despachado por la Cámara de Diputados, fue aprobado en general, pero lo fue en el entendido de que la finalidad de esta iniciativa legal era precisamente la de solucionar la crisis política existente. Para que no quepa duda sobre la materia, daré lectura al acuerdo signado con la letra a), que figura en la ina 34 del informe y que dice textualmente:
"El señor Presidente declara que somete a votación general el proyecto, en el entendido que ello implica solamente aprobar la idea de legislar sobre un sistema de solución que, en su conjunto, permita resolver el conflicto o discrepancia que existe entre el Presidente de la República y el Parlamento".
Puesta esta idea en votación, ¿cuál fue la respuesta dada por la Comisión Especial de Reforma Constitucional? Lo dice a continuación el informe:
"Por cuatro votos contra uno se aprueba en general la idea de legislar dentro del predicamento del señor Presidente de la Comisión".
Es decir, cuatro señores Senadores estuvieron de acuerdo en que existe en este instante una crisis, un conflicto o discrepancia entre el Presidente de la República y el Parlamento.
Más adelante agrega el informe:
"Votaron favorablemente los Honorables Senadores señores Reyes, Ampuero, Chadwick y Jaramillo Lyon. El Honorable Senador señor Durán deja constancia que él entiende que lo que se vota es el pro yecto propuesto por la Cámara de Diputados y, en esta inteligencia, lo ha hecho negativamente. Declara una vez más, que está dispuesto a buscar una solución integral al problema planteado, a través de una fórmula seria y responsablemente estudiada."
De manera, entonces, que ni siquiera el voto que aparece formalmente expresado en forma negativa discrepa de esa idea fundamental.
Para ser concreto, termino leyendo el párrafo que dice:
"El Honorable Senador señor Ampuero precisa que el alcance de la votación no es otro que permitir que la discusión subsista a fin de que llegue a conocimiento de la Sala del Senado alguna fórmula de solución".
No creo, pues, que pueda estimarse como cuestión discutida o discutible el hecho de que nos encontramos enfrentados a una crisis respecto de la cual los poderes públicos se hallan en la necesidad de encontrar una solución, especialmente si se analiza o se trata de precisar en qué consiste esa crisis y cuál es la forma como ella se proyecta en nuestro medio y en la acción gubernativa. Diría yo que no cabe la menor duda de que esta situación impide al Gobierno dar solución a los problemas inherentes a nuestra condición de país subdesarrollado, con graves deficiencias estructurales. En mi concepto, es ésta la descripción real, exacta y sintética de la crisis a que nos abocamos.
El Gobierno se encuentra en la imposibilidad advirtamos seriamente las palabras de dar solución a los problemas inherentes a nuestra condición de país subdesarrollado, con graves deficiencias estructurales. Tal imposibilidad determina la paralización gubernativa, y para el país, abocado a graves y serios problemas estructurales, como lo acabo de expresar,, significa no sólo no progresar, sino, lisa y llanamente, agravar su estado y las situaciones sociales y económicas, en especial las que afectan a las clases populares, vale decir, las que soportan de manera más grave, directa y pesada esas deficiencias generales y estructurales básicas.
Por consiguiente, dicha crisis, de cuya existencia no podemos dudar, es grave, porque lleva a la paralización gubernativa e, incluso, puede poner en peligro nuestro régimen democrático, ya que esa paralización, inevitablemente, causará la frustración de nuestras clases populares, que en la elección presidencial de 1964 aprobaron un programa, y para su cumplimiento y realización eligieron a un hombre, en quien depositaron su fe, a fin de que sus problemas fueran resueltos. Sin embargo, si el Ejecutivo se encuentra en la imposibilidad de llevar adelante ese programa, no es aventurado decir que estamos creando las condiciones claras y precisas para que el pueblo no sólo se sienta frustrado en cuanto al cumplimiento de ese programa, sino que también se sienta frustrado respecto de nuestro Gobierno, de nuestro régimen político y de nuestro régimen democrático.
Frente a una crisis descrita en los términos que acabo de expresar, no puede haber excusa alguna para buscar solución rápida y eficaz que permita al Ejecutivo salir de la imposibilidad en que actualmente se halla, pues ella no afecta solamente al Gobierno, al Presidente Frei o al Partido Demócrata Cristiano: es la imposibilidad en que se halla el país para resolver sus problemas. Y esa imposibilidad constituye un problema, cuya solución no admite dilaciones, pues compromete la eficacia de los poderes del Estado, para tratar de encontrar una solución adecuada e integral.
Si hemos de proceder de este modo, parece necesario e indispensable ahondar más para precisar si la crisis es política o institucional. A mi juicio, sobre este punto se ha abundado mucho en palabras, y quizás ellas no han contribuido lo suficiente a aclarar los conceptos. En opinión del Gobierno, como ya lo anticipé hace un instante, estamos ante una crisis política y, a la vez, institucional. Al afirmar que nos encontramos frente a una crisis política, nos apoyamos en las circunstancias que acabo de describir: un Ejecutivo que se halla en la imposibilidad de gobernar, de orientar su acción en un sentido determinado sin poder hacerlo; un Gobierno que tiene deberes y responsabilidad que no puede asumir. Esta situación, sin duda, constituye una crisis política que es importante señalar. Y es política esa crisis, porque el Ejecutivo no cuenta en esta Honorable Corporación con una mayoría suficiente para llevar adelante su programa.
Si admitimos que efectivamente existe crisis y que ella está representada y definida por esa imposibilidad del Gobierno de llevar adelante su programa de desarrollo y de cambios en las estructuras sociales del país, debemos llegar a la conclusión ineludible de que esa imposibilidad está ubicada en el Senado, pues el diferendo político entre el Ejecutivo y esta Corporación, que ha originado tal imposibilidad, se ha producido aquí.
La mayoría del Honorable Senado es opositora. Y así, tanto los partidos Radical como Nacional, Socialista y Comunista, que constituyen mayoría en esta Sala, han definido su posición política frente al Gobierno. Sin duda, ello demuestra que es aquí donde radica la imposibilidad en que se encuentra el Gobierno de llevar adelante su programa y, en buenas cuentas, de poder administrar.
Para poder establecer y señalar los contornos y contenido de esta crisis política, hay que decir además que no existe posibilidad de superarla mediante una coalición de partidos capaz de dar al Gobierno una orientación definida. ¿Por qué? Porque el Ejecutivo ha expresado en forma reiterada que, habiendo recibido un encargo y un mandato debe cumplir su programa, por lo cual no está dispuesto o no se cree autorizado a transigir en cuanto su cumplimiento, pues ello Constituiría traición. Asimismo, significaría desconocer la confianza que el pueblo depositó en el Gobierno y no estar a la altura de aquél.
Si, por una parte, es cierto que el Ejecutivo y el Partido Demócrata Cristiano no están en condiciones de entrar en coalición con los partidos de Oposición, no lo es menos que estos últimos no están dispuestos a colaborar con el Gobierno para el cumplimiento del programa que el Ejecutivo se propuso llevar a cabo de conformidad con sus deberes políticos.
A todo lo anterior, debería agregarse que no cabe la menor duda que la mayoría opositora de esta Corporación carece de planteamientos políticos comunes. En efecto, se trata de una mayoría opositora con planteamientos heterogéneos y contradictorios que no le permiten sino aunar su acción en determinadas y contadas circunstancias y muchas veces con un sentido negativo que no significa aporte alguno a la solución de los problemas que afectan al país.
Es un hecho creo que en esta Corporación no puede negarse que las fracciones que integran el FRAP, es decir, los partidos comunista y socialista no estarán jamás en situación de hacer una coalición de partidos con el Partido Nacional, ya que en esta misma Sala hemos oído la forma discrepante Como ellos aprecian los problemas políticos, sociales y económicos.
Si el Partido Radical definiera su posición, sea para mantener su independencia, sea para coaligarse con el Partido Nacional o con aquellas colectividades que integran el FRAP, ocurriría que ninguno de ellos estaría en situación de presentar al país una alternativa concreta, conocida, positiva, vital y capaz de establecer rumbos realmente constructivos.
En consecuencia, este problema político, dentro de la mecánica que conforman los distintos grupos políticos que integran el cuadro, no permiten avizorar una solución inmediata.
Pero hay más: la Oposición tampoco ha sido desarrollada o realizada dentro de un marco o de ciertos límites que permitan suponer al Ejecutivo que contará con su aquiescencia, por lo menos para afrontar los problemas vitales. Por el contrario, la situación en que se ha colocado permanentemente la Oposición frente al Gobierno ha sido la de no dar ni pedir cuartel. Siempre y constantemente no ha hecho sino expresar su repudio al Gobierno y, más que eso, su voluntad clara y decidida de evitar el cumplimiento de su programa.
El señor GOMEZ.-
¡Le dimos las dos vigas maestras, y todavía habla de que no se le da cuartel!
No se puede mentir impunemente.
El señor MUSALEM.-
El señor Ministro tiene razón.
El señor GOMEZ.-
¡ Qué va a tener la razón... !
El señor MUSALEM.-
Esa es la verdad.
El señor GOMEZ.-
¡No se puede mentir impunemente!
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
No deseo aceptar interrupciones, señor Presidente.
El señor GOMEZ.-
Eso está muy bien cuando hay respeto.
El señor ALLENDE (Presidente).-
El señor Ministro desea no ser interrumpido.
Puede continuar Su Señaría.
El señor GOMEZ.-
No se pueden decir tantas falsedades juntas, señor Presidente.
El señor NOEMI.-
Más adelante tendrá oportunidad de contestar Su Señoría.
El señor GOMEZ.-
Cuando hay sangre en las venas, no se puede aguantar tanto.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Deseo mencionar algunos hechos que, por haber ocurrido al comienzo de la actual Administración, son más útiles de recordar que los acaecidos durante los últimos meses, que están frescos en la memoria de cada uno de nosotros.
El mismo día en que se celebraron los comicios en los cuales fue elegido el Presidente de la República con mayoría absoluta. . .
El señor ALTAMIRANO.-
Con el apoyo de la Derecha.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
... pocas veces lograda, no ocurrió lo que había sucedido en otras oportunidades: que los candidatos derrotados saludaran al Presidente electo y reconocieran su triunfo.
El señor RODRIGUEZ.-
Nuestro candidato no era masoquista.
El señor AGUIRRE DOOLAN.-
Lo mismo sucedió en 1940.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Por rara coincidencia, la directiva de la CUT, en cuyos lugares claves había representantes de los Partidos Socialistas y Comunistas, también se negó a saludar al Presidente de la República, no obstante haberlo hecho todas las autoridades del país y los elementos representativos de nuestras organizaciones sociales y sindicales.
También deseo recordar que el Congreso Pleno citado para proclamar al Presidente de la República y conocer, en buenas cuentas, el resultado electoral entregado por el Tribunal Calificador de Elecciones, no tuvo quórum para sesionar en primera citación, y fue necesario convocarlo al día siguiente para celebrar el acto con los parlamentarios que asistieran.
Además, debo recordar que el Primer Mandatario, tan pronto asumió el Poder, solicitó las mismas facultades extraordinarias que los Parlamentos habían entregado sucesivamente a todos los Presidentes anteriores, desde don Juan Antonio Ríos hasta don Jorge Alessandri, en forma amplia, sin vacilación y sin esperar pruebas de buena conducta en el ejercicio del cargo, pues les fueron concedidas tan pronto llegaron al poder. Sin embargo, a este Gobierno se rechazaron las leyes normativas. .
Por otra parte, deseo hacer presente que en el tiempo transcurrido desde noviembre de 1964, cuando se realizó la transmisión del mando, hasta el 10 de marzo de 1965, fecha en la cual se verificaron las elecciones parlamentarias generales, la situación política fue tan tensa que obligó al Presidente de la República a retirar de la convocatoria del Congreso el proyecto de leyes normativas que una Comisión de la Cámara de Diputados había rechazado en general, el que autorizaba la celebración de los convenios del cobre y el que establecía un fondo nacional de solidaridad, que más tarde, bajo el nombre de impuesto patrimonial, fue ley de la República.
El Presidente Frei llamó a la cordura e hizo notar que las circunstancias políticas conducían a que nuestra vida y nuestros hechos políticos se estuvieran desarrollando en términos negativos. Fue así como, en discurso pronunciado el 16 de diciembre de 1964, a raíz del retiro de las iniciativas mencionadas, que el Congreso no quiso despachar, expresó lo siguiente:
"No podemos jugar a la política, porque el juego cuesta vidas, miseria y amargura en muchos hogares. No podemos inmovilizarnos en una especie de equilibrio paralizante, que ha caracterizado nuestra evolución histórica en los últimos decenios, en que todo cedía al compromiso de no hacer las cosas para no herir a nadie ni crear resistencias. Las consecuencias están a la vista."
Pero junto con expresar el propósito de llevar la vida política por otros senderos y por cauces más constructivos, el Presidente de la República reafirmó también, a renglón seguido y en esa misma oportunidad, su fe en el pueblo. Manifestó:
"En una democracia el árbitro supremo es el pueblo... A él entrego los hechos... A él corresponde juzgar... Y que nadie se engañe. Será el pueblo el que pedirá que se cumpla lo que espera y que mañana, si me ve paralizado, se hará presente para exigir la realización del programa que aprobó en septiembre pasado por gran mayoría. . . "
"No quiero ahondar diferencias, ni despertar odios, pero tampoco rehuiré el deber que he asumido de cumplir en forma inflexible el programa que prometí."
Queda bien en claro, entonces, que carecen de fundamento quienes sostienen que este proyecto de reforma constitucional, tan arraigado en el pensamiento expresado con anterioridad por el Presidente de la República, es un acto irreflexivo, una reacción momentánea o fruto de la ofuscación del momento.
Vale la pena recordar también que el llamado del Excelentísimo señor Frei a los partidos políticos y al pueblo encontró un eco distinto. En efecto, en marzo de 1965, pocos meses después de pronunciadas las palabras que acabo de leer, el pueblo le entregó en los comicios, por intermedio del Partido Demócrata Cristiano, la más alta mayoría que pudo tener un partido político en elecciones generales.
El señor AMPUERO.-
¡Mayoría relativa !
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Pero el llamado que sí escuchó el pueblo no lo oyeron los partidos políticos, y la Oposición continuó adelante, como si nada hubiera ocurrido en el país, como si la voluntad popular no hubiera sido expresada, como si el diferendo que ya había surgido casi en el instante mismo de asumir el mando el Presidente de la República, no hubiera sido resuelto libremente por el pueblo en las urnas, en marzo de 1965, en forma tajante, definitiva y categórica.
El señor AMPUERO.-
No le dio mayoría.
El señor CHADWICK.-
Tampoco un cheque en blanco.
El señor PRADO.-
Pero sí la más grande mayoría que ha habido en el país. El señor AMPUERO.- 45% no es mayoría.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Voy a contestar eso más adelante.
Deseo continuar con el uso de la palabra.
A mi juicio, este hecho es de extraordinaria importancia, pues marca un hito dentro de la política nacional; pero en igual forma que las elecciones presidenciales de 1964, no tuvo eco alguno en las directivas de los partidos de Oposición. Fue así como, sucesivamente, el Partido Nacional al momento de constituirse, el Partido Radical, en su convención celebrada a mediados del año pasado en Panimá vida, y los Partidos Socialista y Comunista, en múltiples oportunidades que no vale la pena recordar, fueron reiterando su posición anterior, como si el pueblo no hubiera expresado su voluntad ni señalado la orientación positiva que quería dar al Gobierno. Desoyendo la voz popular, la Oposición se ha coaligado a fin de llegar a lo que acabo de señalar: colocar al Ejecutivo en la imposibilidad de gobernar y cumplir sus funciones, sin que esta mayoría opositora del Senado pueda presentar ningún mensaje positivo, ningún plan constructivo ni ningún programa común, como alternativa, para que el país pueda escoger entre ella y lo que ya había elegido.
El señor TEITELBOIM.-
¿ Me permite, señor Ministro?
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Perdone, señor Senador, pero prefiero no ser interrumpido.
El señor TEITELBOIM.-
¿Se coaligó la Oposición respecto de esta iniciativa? Conteste a eso, señor Ministro.
El señor MUSALEM.-
De hecho, sí.
Por desgracia, la actitud más sibilina en este oportunidad ha sido la del Partido Comunista.
El señor TEITELBOIM.-
¡Abajo las máscaras!
La señora CAMPUSANO.-
¿Y los pareos de Sus Señorías?
El señor MUSALEM.-
Nuestros pareos no han querido deshacerlos sus aliados.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Ruego a los señores Senadores dirigirse a la Mesa.
Honorable señor Musalem, llamo al orden a Su Señoría.
El señor MUSALEM.-
Tenemos pareos, porque...
El señor ALLENDE (Presidente).-
Llamo al orden al Honorable señor Musalem. Ruego a Su Señoría dirigirse a la mesa por mínima consideración y respeto.
El señor TEITELBOIM.-
Su Señoría se pareó para que no se despachara la reforma agraria.
El señor MUSALEM.-
No, señor Senador. Aceptamos pareos, pero creímos que se dejarían sin efecto...
El señor GOMEZ.-
¡Esa es la caridad cristiana!
El señor PALMA.-
¡ Qué coordinación más perfecta entre Sus Señorías!
El señor PRADO.-
Levantemos todos los pareos.
El señor TEITELBOIM.-
Muy bien.
La señora CAMPUSANO.-
¿Dónde están los votos de Sus Señorías?
Nosotros no tenemos pareos.
El señor PRADO.-
Los trece Senadores democratacristianos estamos en Chile. Y sobre los pareos, consulten a sus socios del FRAP.
El señor MUSALEM.-
A Sus Señorías les tocó la suerte de no estar pareados.
El señor TEITELBOIM.-
El Gobierno envió el proyecto, a sabiendas de que había cuatro Senadores democratacristianos pareados.
El señor MUSALEM.-
¡Cómo íbamos a imaginar que los Senadores del FRAP se iban a amparar en los pareos!
La señora CAMPUSANO.-
Sus Señorías engañan al pueblo, como siempre.
El señor MUSALEM.-
Sus Señorías están engañando al pueblo.
El señor PRADO.-
Reúnanse a almorzar con los Senadores socialistas, para que ellos acuerden dejar sin efecto sus pareos.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Pido que se respete mi derecho al uso de la palabra.
Decía que a pesar del claro veredicto popular de 1964...
La señora CAMPUSANO.-
¡Oportunismo político!
El señor PRADO.-
¿Por qué no se parean con la Derecha?
El señor CONTRERAS LABARCA.-
¡ Sus Señorías se parearon para hacer fracasar la reforma!
El señor ALLENDE (Presidente).-
Se suspende la sesión por cinco minutos.
-Se suspendió a las 11.48.
-Se reanudó a las 11.51.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Continúa la sesión. Ruego a los señores Senadores recordar que es mi obligación hacer respetar el derecho de cada uno de Sus Señorías y el del señor Ministro.
Puede continuar el señor Ministro.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Decía, señor Presidente, que la situación política no cambió a pesar del claro veredicto popular de marzo de 1965, y que los distintos partidos políticos que componen la Oposición reafirmaron su postura opositora al Gobierno.
No tengo tiempo, naturalmente, para explayarme y explicar en forma detenida lo que acabo de expresar. Por lo demás, ello resulta innecesario.
Quiero, sí, recordar ciertas palabras que sintetizan en forma clara, viva, cortante y muy expresiva lo que ha sido la postura de los partidos de Oposición respecto del actual Gobierno. En efecto, el Secretario General del Partido Socialista, Honorable señor Aniceto Rodríguez, el 4 de junio de 1966, con motivo de la celebración del duodécimo aniversario del FRAP, en el TeatroCaupolicán, en un acto de carácter oficial, en un lugar público y en palabras que fueron trasmitidas por radio para conocimiento de todo el país, dijo: "A este Gobierno le negaremos la sal y el agua".
El señor RODRIGUEZ.-
Lo volvería a repetir, señor Ministro.
El señor AMPUERO.-
Quería bautizarlo. ..
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Es decir, y estoy en lo cierto cuando lo afirmo, existe una situación política que rebasa lo que puede ser una oposición constructiva y en algún momento colaboradora, aunque no sea con el Gobierno, por lo menos con el país, para solucionar sus problemas. Sin embargo, la Oposición actual se ha colocado en una postura de intransigencia, como lo demuestra esa frase: "A este Gobierno le negaremos la sal y el agua".
Me parece innecesario otros lo harán mejor que yo referirse en forma circunstanciada a otros hechos políticos, que ya corresponden al suceder de los últimos meses.
He querido fijar el acento para recordar algunos hechos, que, por ser pasados, es indispensable traer a la discusión.
No quisiera terminar este acápite, con el cual trato de describir la crisis política en que nos encontramos, sin hacer mención, además, de que, en los últimos meses, esta Honorable Corporación ha procurado, mediante actos, decisiones y acuerdos, en forma consciente o inconsciente, pero, en todo caso, de manera firme, clara y positiva, acrecentar sus atribuciones con el objeto, en cierto modo, de someter y sojuzgar al Poder Ejecutivo a las decisiones del Senado.
Quiero, para este efecto, como lo hice también presente en la Comisión de Reformas Constitucionales, recordar cómo esta Corporación, sentando un precedente no conocido en los anales jurídicos y constitucionales, se negó, cuando conoció del veto a la reforma constitucional que modifica el derecho de propiedad, a decidir entre las dos únicas alternativas y posibilidades que la Constitución le ofrece para resolver, cualquiera que sea la materia a que se encuentre abocada: rechazar o aprobar. El Senado se abstuvo fundado en que el veto tenía carácter inconstitucional y, por consiguiente, inadmisible. Con ello, a la vez, esta Corporación hizo una nueva manifestación de su propósito de exceder sus facultades más allá de lo que la Constitución le permite y de arrogarse facultades de control constitucional sobre actos de otro poder del Estado. En consecuencia, facultades que no le corresponden y que la Constitución no le entrega.
Pero hay más, dentro de este mismo cuadro. No podemos olvidar que el Senado negó autorización al Presidente de la República para concurrir a Estados Unidos. Y en el debate de entonces quedó establecido que, en el fondo, se trataba únicamente de procurar dar sentido y vida propia a un arbitrio constitucional ya arcaico y hoy sin sentido, a fin de consolidar la congestión del Senado con el Presidente de la República en el manejo de las relaciones internacionales, en circunstancias de que esta atribución, de acuerdo con la Constitución Política, corresponde exclusivamente al Presidente de la República, salvo en los casos que expresamente anota.
El señor RODRIGUEZ.-
Este es el caso.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Así, reiteradamente, el Senado ha estado adoptando acuerdos, celebrando actos y tomando decisiones que, no sólo implican una labor de oposición dentro del marco de sus atribuciones, sino que envuelven además, manifiestamente, el propósito de extender esas atribuciones, para convertir esta mayoría opositora en instrumento político aún más efectivo, a fin de que la imposibilidad de gobernar en que hoy se encuentra el Ejecutivo adquiera, en definitiva, carácter absoluto.
Deseo también recordar, porque todos estos ejemplos no son aislados y hay otros que mencionar, que cuando el Senado hubo de tratar algunos ascensos en las Fuerzas Armadas, existió el intento al final no prosperó de designar una comisión prácticamente investigadora, lo que, en el fondo, no significaba otra cosa que realizar actos de fiscalización, facultad que no corresponde a esta Corporación, de acuerdo con las normas constitucionales.
El señor AMPUERO.-
No hubo un solo Senador que calificara de esa manera la naturaleza de esa comisión.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Ya contesté a esas observaciones en la Comisión, señor Senador.
El señor AMPUERO.-
No ha contestado a ninguna, ni siquiera a las preguntas más sustanciales que allí formulamos.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Contesté a Su Señoría en la Comisión de Reforma Constitucional.
El señor AMPUERO.-
¿Podría Su Señoría repetir lo que dijo?
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Respondí que se hizo tal afirmación.
El señor AMPUERO.-
No es así, señor Ministro. ¿Qué Senador la hizo?
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Deseo continuar, porque en la Comisión de Reformas Constitucionales me ocurrió lo que no deseo que me vuelva a ocurrir aquí: por la vía de la interrupción, se me hace imposible usar de la palabra en forma continuada y exponer las ideas.
El señor AMPUERO.-
Se hace imposible mentir.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
El Honorable señor Senador tendrá oportunidad de rebatirme. No pretendo convencer al señor Senador de mi punto de vista.
El señor AMPUERO.-
La falsedad de las afirmaciones del señor Ministro me obligan a rebatirlo de inmediato.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
No acepto que califique de falsas mis afirmaciones.
El señor PRADO.-
Es una falta de respeto.
El señor AMPUERO.-
¡ Hay que respetar al Ejecutivo, pero a nosotros nos tratan como a inquilinos... !
El señor MUSALEM.-
En materia de falta al respeto, Sus Señorías han dado clase.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Por último, deseo recordar un hecho reciente que confirma el ánimo de los partidos de Oposición: el Partido Radical lo dije en la Comisión, en declaración oficial de hace pocos días, manifestó estar estudiando una nueva reforma constitucional destinada a obtener que el nombramiento del Ministro de Relaciones Exteriores contara con el asentimiento del Senado. Por todo lo anterior, al Gobierno no le cabe duda alguna de que nos encontramos en una crisis política, en una divergencia fundamental y muy grave, que desde el punto de vista de la mecánica de la política normal, no tiene solución ni mediante la coalición, ni en el desarrollo de las relaciones que pudiéramos llamar regulares de los partidos políticos de Oposición y el Gobierno.
Yo decía, al comenzar, que esta crisis no es solamente política, sino también institucional; y no habría que mostrarse sorprendido por el hecho de que pudieran encontrarse superpuestas ambas crisis en las actuales circunstancias.
Digo que esta crisis política responde a un hecho básico: a juicio del Gobierno, las mayorías nacionales no están representadas adecuada y fielmente en esta Corporación. Al Senado le falta una auténtica y actual representatividad. Como decía el Honorable señor Aylwin, creo que en la Comisión de Reformas Constitucionales, "no es la legitimidad lo que está en cuestión, sino la representatividad, la circunstancia y el hecho de saber si efectivamente las mayorías nacionales están aquí actualmente representadas con fidelidad y exactitud". Este hecho, que el Gobierno niega, es básico y fundamental. De aquí deriva el conflicto político. Y esta institucionalidad a que me refiero se expresa precisamente en dos formas distintas. En primer lugar, hay crisis institucional porque las normas de derecho público que rigen la política han hecho posible este problema, esta crisis, precisamente porque establecen la renovación parcial del Senado. De ese modo, inevitablemente, a lo largo del tiempo se produce la desactualización de la representatividad que invisten los señores parlamentarios.
El señor GOMEZ.-
El proyecto del Gobierno no corrige ese defecto, señor Ministro.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Tan es así que el profesor Guzmán Dinator manifestó que precisamente el Senado de la República, siempre dentro del contexto general y teórico, estaba representando el lugar del reposo, la función estabilizadora, conservadora, frenadora, y que por eso se justifica fijar lapsos largos para su renovación, así como también se justifica su renovación parcial para evitar los cambios bruscos. Esto nos da un esquema de la situación.
El profesor Guzmán Dinator dijo, además, en desacuerdo con algunos de los que estaban en la Comisión, que realmente este Senado está cumpliendo muy bien sus facultades de estabilizador, de frenador, para evitar los cambios bruscos de las instituciones; para evitar, en buenas cuentas, que las iniciativas del Gobierno para cambiar las estructuras e impulsar el desarrollo del país, tanto en lo económico como en lo social, puedan salirse de los cauces que señalan la prudencia, tradición y experiencia.
Así, entonces, no es de extrañar que nos encontremos en presencia de un órgano o Corporación que, precisamente por estar cimentada sobre la base de que desempeña un papel estabilizador, moderador y conservador, se encuentre en discrepancia con un Gobierno cuyo programa no contiene, evidentemente, esta línea general de acción, sino que, por lo contrario, pretende realizar lo que ha definido como la revolución en libertad.
Ahora bien, ¿por qué la crisis institucional ? Si por tal entendemos el hecho de que las normas jurídicas que rigen nuestra vida política no son eficaces, suficientes ni adecuadas para el momento, es evidente que nos encontramos en presencia de una crisis institucional, porque no cabe la menor duda de que, para una nación en desarrollo que requiere reformas fundamentales y estructurales; para un Gobierno cuya misión y fin no son tanto administrar el país como rehacerlo, es evidente que una Corporación que se renueva y, todavía, parcialmente en un lapso de ocho años, constituye una rémora, por así decirlo, que es necesario eliminar.
Y ocurre que no solamente lo anterior existe en nuestras normas jurídicas. Además, ellas no contienen ningún recurso que permita salir de la dificultad, corregir, rectificar y enmendar este error. Hace un instante, el Honorable señor Gómez me parece me decía que tampoco ese aspecto se resuelve en el proyecto del Ejecutivo. En efecto, el Gobierno mantiene, en su proyecto, el lapso de ocho años para el mandato de los señores Senadores; pero no olvidemos que, si bien lo mantiene, otorga al Ejecutivo la facultad de disolver el Parlamento una vez durante su mandato. Ello, sin duda, permite amortiguar y rectificar el defecto que estoy señalando. No es lo mismo que los Senadores permanezcan ocho años en el ejercicio de sus cargos dos más que los que dura el mandato del Presidente de la República sin que el Ejecutivo tenga la facultad de disolver el Congreso, que si esta última existe. Se trata de cuadros concretamente distintos.
El señor DURAN.-
En el segundo caso, el Ejecutivo puede atemorizar más al Senado.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
De manera que la crisis institucional existe, porque nuestras normas son inadecuadas y porque, además de serlo y de conducirnos a una situación política como la que señalo, no dan a ningún poder del Estado herramientas que per mitan superarla y salvar el estancamiento. Todo este mecanismo jurídico sólo nos llevaría, en consecuencia, a que la Oposición continuara una labor que, en el mejor de los casos, no significaría para el país, más que el equilibrio paralizante y la frustración.
Por eso, creo que, sin duda alguna, nos encontramos en presencia, como afirmé al comienzo, de una crisis política y, al mismo tiempo, de una crisis institucional. De una crisis política, porque la mayoría del Senado está constituida por una Oposición suficientemente capaz como para producirla. La crisis que he descrito tiene aquí su cauce de origen, y no puede tener ninguna otra explicación, de ninguna especie.
El señor ALTAMIRANO.-
En la incapacidad del Ejecutivo.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Por ello, estimo que la solución propuesta por el Ejecutivo es adecuada, tanto en lo que se refiere a lo permanente, como en cuanto al momento político en que vivimos. En lo tocante a este último, porque remueve, rectifica el inconveniente, la dificultad que ha producido la falta de representatividad del Senado, mediante un llamado a nuevas elecciones, tanto de Diputados como de Senadores. Y corrige asimismo la crisis institucional de carácter permanente, al incorporar en la Carta Fundamental disposiciones que otorgan al Jefe del Estado las necesarias atribuciones, también de orden permanente.
Dejo de mano, por ahora, ocuparme en contestar algunas objeciones que tengo anotadas, pues probablemente en el curso del debate se formularán otras. Más adelante, podré responder a todas ellas de una vez.
Termino, pues, agradeciendo al señor Presidente, el amparo que tuvo a bien prestarme.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Puede usar de la palabra el Honorable señor Ampuero.
El señor AMPUERO.-
Señor Presidente, siempre he sido contrario a toda limitación del tiempo en los debates, salvo circunstancias muy calificadas, porque la premura con que debemos organizar y exponer nuestras ideas impide, por desgracia, que los debates cumplan el objetivo de informar debidamente a la opinión pública. Procuraré,, sin embargo, dentro del marco establecido por los Comités, enunciar, al menos, la argumentación que justifica la posición política del Partido Socialista y, en consecuencia, la de sus Senadores.
Parece didáctico comenzar por donde empezó el señor Ministro de Justicia: por examinar si, efectivamente, existe una crisis, y procurar dibujar los contornos de la misma. No queremos ocultar en absoluto nuestro pensamiento respecto de ninguna materia, ni tampoco distraernos en discusiones bizantinas.
Se llame crisis, problema, contienda o desacuerdo, desde hace muchos años virtualmente desde que se dictó la Constitución de 1925 se viene repitiendo una tensión política en que los protagonistas son, por un lado, el Gobierno, y más singularmente el Presidente de la República, y por otro el Congreso, o más específicamente la mayoría parlamentaria. No creo necesario hacer ningún recuerdo histórico especial, porque todos los Senadores presentes hemos vivido esos períodos de tensión y de conflicto, potencial o declarado entre los dos principales poderes del Estado, en lo que se refiere a la conducción del país.
Debemos dar respuesta ahora, de modo eficaz ése es el deber político y jurídico de todos los Senadores, a esa tensión reiterada, mediante una reforma constitucional.
Los socialistas hemos propuesto una indicación, aprobada por la Comisión Especial de Reforma Constitucional que resuelve, hasta donde es humanamente posible resolver con anticipación, los eventuales conflictos de esta naturaleza, porque establece la simultaneidad de las elecciones del Senado, Cámara de Diputados y Presidente de la República. Si las elecciones de los representantes populares de todos los rangos se realizan el mismo día, lo más probable, salvo que ocurra un raro accidente histórico, es que todos los órganos emergentes correspondan a la misma tendencia política mayoritaria. Quisiéramos, por eso, que con relación a este punto juzgara el Senado nuestra iniciativa, y la impugnara, si les parece a los señores Senadores que existe fundamento para ello, pero la aceptaría llanamente si llega la Sala a la conclusión de que es un mecanismo jurídico eficiente para poner término a un conflicto más o menos tradicional.
Pero el aspecto propiamente litigioso de la materia que examinamos empieza cuando se pretende describir los contornos, las causas y la magnitud de la crisis concreta, específica, que se dice que estamos viviendo hoy porque la Democracia Cristiana y el Presidente Frei carecen de mayoría absoluta en el Senado, lo que acarrearía desacuerdos cada vez más importantes y más graves. Sobre el particular, nosotros sostenemos que, no obstante estar el Gobierno y la Democracia Cristiana en la razón cuando diagnostican la existencia de un conflicto derivado de lo que podríamos llamar el "desfasamiento" en la elección de los representantes populares ; sobre este fondo de verdad, sobre ese hecho histórico efectivo, han construido otro conflicto, ficticio, y lo utilizan en este instante con la sola finalidad de obtener ventajas y dividendos políticos en la próxima elección municipal.
Veamos en qué forma se ha expresado tal desacuerdo en los últimos tiempos y sobre qué materias ha recaído. Desde luego siempre apremiado por la necesidad de expresarme con brevedad, quiero señalar dos episodios de este pleito. Uno, el que parece haber desencadenado todo este proceso que nos ha traído hasta las discusiones de hoy, se originó en el ejercicio por el Presidente de la República del derecho de veto respecto de una reforma constitucional, veto que a nuestro modo de ver era aditivo y, en consecuencia, ajeno a las disposiciones de la Carta Fundamental, y excedía, en consecuencia, los límites de la facultad presidencial.
Tan cierto es que ese veto excedía el marco de las atribuciones constitucionales del Presidente de la República, que el propio Primer Mandatario, en su discurso pronunciado en Castro algunos han explicado que se trató de un "lapsus" reconoció literalmente que había remitido un "veto aditivo". El señor Ministro, por su parte, ha seguido sosteniendo incansablemente sin aceptar una discusión circunstanciada, que el Senado atropello al Ejecutivo al calificar el alcance de una facultad entregada por la Carta Fundamental al Presidente de la República.
Manifesté denantes al señor Ministro, y se lo repito ahora, que podría objetarse hipotéticamente la legitimidad de esta decisión del Senado, si el veto ejercitado por el Presidente de la República hubiese sido inocuo para nosotros, si no hubiere ni disminuido ni aumentado nuestras facultades, si no hubiera influido de ningún modo en nuestra propia autoridad; pero ocurre que, mediante ese veto aditivo, el Jefe del Estado nos obligaba a reiterar por enésima vez el pronunciamiento mayoritario del Senado, de la Cámara y del Congreso Pleno, pero en esa oportunidad necesariamente por los dos tercios de la Corporación. De otro modo, la disposición que contó con la voluntad mayoritaria del Senado, desaparecía, como en el hecha desapareció merced a la promulgación ilegal del texto. Ese es el efecto de malicioso procedimiento consistente en adicionar el texto de la reforma constitucional con un precepto que, se sabe, repugna a la voluntad mayoritaria de una rama del Congreso: indirectamente deja sin efecto lo que ya el Parlamento aprobó.
En una oportunidad, procuré demostrar cómo, mediante esos recursos vedados, esta Constitución nuestra, calificada como "flexible" para dar a entender que su reforma es fácil y expedita, pasaría a ser una de las Constituciones más rígidas del mundo.
Para comprobar mis palabras basta el siguiente esquema de las distintas alternativas :
1) Si las dos Cámaras aprueban el veto, se incorpora el texto del Presidente de la República de manera definitiva a la Constitución y desaparece el texto sancionado por el Congreso Pleno.
2) Si una Cámara aprueba el veto y la otra lo" rechaza, queda desechado el veto, pero también desaparece el texto aprobado por el Congreso Pleno.
3) Si una de las Cámara rechaza el veto e insiste y la otra también lo rechaza, pero no reúne quorum para insistir, se desecha el veto, pero igualmente desaparece el texto del Congreso Pleno.
4) Si las dos rechazan el veto y ninguna insiste, desaparece el texto del Congreso Pleno.
5) Si las dos Cámaras rechazan e insisten por los dos tercios, se desecha el veto y se mantiene condicionalmente el texto del Congreso Pleno, pero sujeto a la posibilidad de que el Primer Mandatario exija consulta popular y lo someta a plebiscito. Es la única circunstancia en que la voluntad inequívoca y reiterada del Congreso Nacional podría sobreponerse a la voluntad del Presidente de la República y de una minoría concordante con su pensamiento político, minoría equivalente a un puro tercio de una sola de las ramas del Parlamento...
Esto nos llevó a rechazar el precedente y al Presidente de la República, a aprovecharse del acuerdo para dar la impresión de ser víctima de una confabulación contra su Gobierno, que impedía el avance de la "revolución en libertad".
También me parece pedagógico recordar que el contenido, el propósito y el resultado del veto tenían una sola finalidad: dar garantías de estabilidad, frente a las iniciativas de expropiación, a la gran minería, reiteradamente sometida a juicio, en esta Sala y en la Cámara de Diputados en el curso de la discusión de la reforma constitucional, para la cual, en determinado instante, la mayoría del Parlamento exigió cambiar el sistema de protección de sus pertenencias, a fin de permitir la rápida reincorporación al patrimonio chileno de las riquezas que hoy día están en manos de compañías extranjeras. Si el señor Frei, rehusando someterse al pensamiento mayoritario del Congreso e insistiendo en el otorgamiento de estas garantías a las compañías mineras, cree que le hemos impedido la realización de su programa, sería importante que se explicara mejor y no se detuviera exclusivamente, según las expresiones de su Ministro, en las dificultades procesales. El problema de fondo es que el Ejecutivo se jugó por otorgar la estabilidad exigida por las compañías norteamericanas.
El otro pleito utilizado deliberadamente para enconar un conflicto institucional fue la autorización denegada por el Senado al Presidente para ausentarse del país, visitar Washington y mantener contactos directos y personales con el Presidentede los Estados Unidos. Con motivo de este otro episodio, se ha venido sosteniendo un verdadero despropósito constitucional.
He escuchado aquí afirmar y repetir que las relaciones internacionales del país constituyen una atribución exclusiva del Presidente de la República. ¡Eso no es cierto! Carece absolutamente de asidero en la letra de la Constitución. Sería una aberración antidemocrática en una nación republicana. La Constitución Política del Estado, en las normas pertinentes, se limita a especificar que corresponde al Presidente de la República "mantener las relaciones políticas con las potencias extranjeras, recibir sus agentes, admitir sus cónsules, conducir las negociaciones, hacer las estipulaciones preliminares, concluir y firmar todos los tratados de paz, de alianza, de neutralidad, de comercio, concordatos y otras convenciones", y agrega que tales "tratados, antes de su ratificación, se presentarán a la aprobación del Congreso".
Es totalmente falso que en nuestro régimen el Presidente de la República tenga la atribución exclusiva de mantener las relaciones internacionales. Sería inadmisible en cualquier democracia del mundo que la paz y la guerra, la elección de los amigos o enemigos de la nación o la selección de sus aliados, dependieran de la voluntad personal del Primer Mandatario. Tan absurdo es, que el constituyente se encargó de dejar expresa constancia del alcance de la facultad entregada al Presidente de la República y al Poder Ejecutivo y de aquellas otras estrictamente reservadas al Congreso.
Por lo demás, cuando sostengo que ha habido un aprovechamiento politiquero, electoral, de un conflicto con base histórica efectiva, me hago cargo también de las contradictorias expresiones del Gobierno. Si a éste se le ha negado la sal y el agua, ¿cómo es posible que en cada discurso público el señor Frei se refiera entusiastamente a las gloriosas y abundantes realizaciones de su Gobierno? ¿Qué sentido tiene la frondosa enunciación de variadas conquistas programáticas? ¿Qué sentido tiene llamar "viga maestra", vale decir, pieza fundamental de la política económica del señor Frei, a los convenios del cobre, cuando justamente ellos están aprobados, si no es el de que los otros problemas son subalternos y secundarias? ¡Curiosa dualidad con que el Gobierno encara los problemas! Me parece que no puede sostener, dramáticamente a veces, como aquí, que durante dos años no ha podido hacer nada porque el Congreso le rehusa los instrumentos jurídicos y constitucionales y, al mismo tiempo, proclamar en la plaza pública que el país, camino a la prosperidad, da sus primeros trancos en el paraíso, porque ya los campesinos están liberados, porque los pobladores viven en condiciones espléndidas porque la clase media tiene amplias perspectivas profesionales, porque incluso los industriales tienen sus empresas en expansión. ¿Para qué seguir? ¿Cómo es posible esta contradicción? ¿Es efectivo que el Congreso ha paralizado la acción del Ejecutivo y lo tiene próximo al colapso y al fracaso, o es inexacto? Tenemos derecha para exigir del Gobierno cierta consecuencia en sus afirmaciones. Mientras tanto, estamos confirmando aquel viejo adagio popular, de que el cojo siempre echa la culpa al empedrado.
Hace algunos años, cuando se sentaba con nosotros en este hemiciclo un Senador del mismo nombre del actual Presidente de la República, sostuvo literalmente: "El señor Presidente," se refería, por supuesto, a su antecesor "en su entrevista del 21 de diciembre, formula diversas críticas al Parlamento, Poder Público al cual dice respetar; mas no pierde oportunidad para atacarlo. En este país sucede algo curioso: si alguien se atreve a opinar siquiera sobre el funcionamiento del Poder Judicial, se rasgan mil vestiduras y tenemos que soportar las frases hechas más repetidas y sacrosantas. Su Excelencia se siente víctima de continuados ataques. ¡Pero todos tienen derecho a destruir el prestigio del Congreso, que es por esencia la expresión de una democracia!"
Eso decía el señor Frei cuando era Senador. Añadía algo que también desearía recordarle:
"El Poder Ejecutivo chileno, el que tiene mayor poder, quiere más poder.
"Yo me pregunto si es más poder lo que necesita o si bastaría con que usara bien, el que tiene".
Frente al problema planteado, legítimo o ilegítimo, formulado en términos reales o exagerados, estamos, sin embargo, de acuerdo con el Ejecutivo en que el último árbitro de cualquier situación difícil debe ser el pueblo.
A este respecto, se desfigura a menudo nuestra posición. Se pretende sostener que el marxismo y los marxistas repudian de manera sistemática toda decisión mayoritaria, toda decisión democrática. Con esa imagen tendenciosa se procura presentarnos como partidos y corrientes de carácter mesiánico, que cuando encuentran algún caudillo con suficiente habilidad política para permitirles la captura del poder, se inclinan ante ese caudillo y le entregan facultades discrecionales para que, en nombre del partido o del pueblo, adopte las medidas que conduzcan a la prosperidad del Estado.
Independientemente de nuestra convicción fundamental en orden a que cambios revolucionarios sólo se pueden producir cuando el poder público se encuentra firmemente en manos de los trabajadores, tenemos en el acontecer político cotidiano una posición de respeto por el desarrollo y profundización de la democracia. Inalterablemente, en todas aquellas coyunturas en que debemos optar entre las tendencias dictatoriales o cesaristas del poder público y aquellas otras que devuelven al pueblo la decisión de determinados problemas, nos inclinamos por ampliar la democracia, por aumentar las oportunidades en que el pueblo mismo tenga que resolver acerca de problemas que le afectan en su vida económica, social o política. Tenemos, en consecuencia, una clara posición pro democrática, cuando en un país, como en el caso del nuestro hoy día, debemos decidir entre las tendencias que exigen una expansión de los mecanismos democráticos y aquellas otras que procuran aumentar y consolidar la hegemonía de un partido, o entregar a un solo hombre el destino de todos. Ese es el problema de fondo en el proceso chileno.
Hemos venido denunciando en forma inalterable, desde el primer día, el estrecho parentesco entre el "freísmo" y las tendencias cesaristas aparecidas en otros países del mundo. Aún más, consideramos que su modo de pensar tiene hondas raíces en el pensamiento fascista.
Examinemos el problema de hoy, señor Presidente.
Don Eduardo Frei fue elegido Presidente el 4 de septiembre de 1964 con mayoría absoluta. Sin embargo, su partido, el único que lo apoya, su única base de sustentación política en la opinión pública y en el Parlamento, no alcanzó sino el 42% de los votos en marzo de 1965.
Es falso que quienes votaron por el señor Frei, al hacerlo así, votaron por un programa. Hemos pedido por favor, hemos suplicado a los más altos jerarcas de la Democracia Cristiana, entre ellos al señor Ministró de Justicia, que nos traigan el programa y nos describan la forma en que fue ratificado y por quiénes. No existe, señor Presidente. Existe, sí, un proyecto de programa y existen discursos, a veces incongruentes y contradictorios, del propio candidato, que reflejan en cada ocasión distintas modalidades políticas o diversos estados de ánimo. Pero un programa formal, estimado como el documento inviolable al que está sujeto el ejercicio del poder por el Presidente de la República, no existe.
Pues bien, si no existe ese documento,, si no existe ese pacto, si no existe ese compromiso, ¿alrededor de qué elemento se pretende uniformar el pensamiento político de Congreso y Ejecutivo? Si es alrededor de la Democracia Cristiana, no veo la razón de ello, pues es una fuerza que jamás ha representado el pensamiento mayoritario del país. Nunca lo ha logrado.
En consecuencia,, sólo nos queda una fuente de inspiración, un punto de apoyo, para pedir que el país se galvanice en una sola voluntad, en forma que Diputados, Senadores, Presidente de la República y Ministros nos dirijamos todos, sin deserciones, en una dirección única: el pensamiento, la voz, la orden, el mandato del señor Eduardo Frei.
Esto es lo que se ha llamado el principio del "Führer". Es el principio jurídico que sirvió de base al Tercer Reich y para deificar la dictadura de Hitler. Es la piedra fundamental de toda la estructura Jurídica y política de la Italia mussoliniana: la idea de que el pueblo debe delegar en un hombre, en su voluntad discrecional, en su voluntad revelada en contacto directo con la divinidad, todos los poderes, todo su destino, todo su futuro. Esto es, concretamente, lo que ahora se nos pide y, fundamentalmente, lo que nosotros, socialistas, rechazamos. Ese es camino del fascismo, del totalitarismo.
No estamos usando ligeramente estas palabras. Los procesos de toda clase no siempre se presentan de inmediato en toda su brutalidad. Son procesos secretos, subterráneos, sibilinos, que van construyendo una mentalidad, edificando instituciones, consagrando prejuicios, hasta el momento en que el país se encuentra maniatado, prisionero de una dictadura.
Para continuar en esta demostración de los propósitos ocultos, de la intención oblicua de la reforma constitucional propuesta, quiero analizar, de paso, ciertas condiciones de forma.
El Presidente de la República, dueño de una antigua convicción a este respecto, según ha revelado ahora el señor Ministro de Justicia, pero que la calló cuidadosamente durante los diez, quince o veinte años que estuvo con nosotros en el Senado, redescubrió la fórmula de la disolución del Congreso en un momento revelador de los móviles que tuvo: como respuesta casi automática al ejercicio por el Senado de un derecho legítimo, ejercitado al no otorgarle el permiso para ausentarse del país.
¿Puede alguien negar el carácter revanchista y, por lo mismo, pequeño y mezquino, también de la actitud del Presidente de la República? Si alguien, con indulgencia, lo absolviera de esta acusación, o la estimara ligera, fruto de mi apasionamiento, quiero recordar a los señores Senadores otras circunstancias perfectamente congruentes con lo que estoy sosteniendo.
El Primer Mandatario, convencido de que el Senado debe desaparecer, para ser reemplazado por otro, no tomó la actitud lógica de decir: "Tengo el conocimiento de que debemos remover este obstáculo, y pido atribuciones para decretar yo la disolución del Senado". Agrega el escarnio, intenta una humillación anticipada del Congreso y nos pide, a nosotros, que, como única alternativa de la contienda, reconozcamos ser los culpables, el obstáculo; tener un mandato espúreo; que el país está paralizado por nosotros; que durante dos años hemos ejercido la dignidad que el país nos dio para detener la marcha de la nación. No otra cosa significaría que fuera el propio Senado quien decretara su disolución.
Mientras tanto, los publicistas de la Democracia Cristiana, con menos escrúpulos que los Ministros o el Jefe del Estado, han procurado amedrentarnos creando una imagen odiosa del Parlamento. Ahora resulta que defender un mandato que nos dio el pueblo, si quien lo defiende es un Senador, constituye vergüenza pública, pues no estaríamos protegiendo ningún fuero legítimo, ninguna dignidad republicana, sino la "galleta", la "pega". Todos seríamos unos incapaces que, fuera de este recinto, moriríamos de hambre. Pero basta que alguien sugiera, en una disposición jurídica difícilmente reemplazable, si se quiere lograr determinado fin, que el Presidente de la República termine su mandato un año antes, para que salgan los defensores del señor Frei y consideren una impropiedad, una injuria que alguien quiera "robar" al Jefe del Estado parte insignificante de su mandato.
Yo no tengo vergüenza de ser Senador. Estoy convencido de que los órganos representativos en la democracia burguesa están muy lejos de simbolizar la verdadera voluntad y, sobre todo, los verdaderos intereses del pueblo. Pero los socialistas, no sólo no nos avergonzamos de nuestra investidura, sino que estamos orgullosos de ella.
Ahora, la formulación del mensaje es una culminación de esta forma tendenciosa de plantear el problema. Se ¿dice que hay un conflicto. Pues bien, un conflicto supone que haya dos personas, dos elementos, dos antagonistas que sustentan criterios distintos.
La reforma ha sido elaborada sobre la base de que si el conflicto existe, es exclusivamente porque uno de los antagonistas está equivocado o realizando una labor negativa: nosotros. Tan así es que, en el fondo, llama a una sola cosa: implícitamente, llama al pueblo de Chile a elegir, en la renovación del Parlamento, un Senado para Frei. Es la única circunstancia, la única alternativa en que el mecanismo propuesto resuelve el problema.
Indudablemente, si a los 82 "yes men" de la Cámara de Diputados agregamos 23 "yes men" en el Senado, el problema estaría absolutamente resuelto y el país caminaría por una senda apacible, muy próxima a la tranquilidad del Paraíso.
¿Pero constituye disparate o conjetura estúpida suponer que este mecanismo podría no dar como resultado un Parlamento para Frei? No es ninguna torpeza.
El profesor de Derecho Constitucional señor Jorge Guzmán Dinator, que nos acompañó en nuestros debates en la. Comisión, trajo a colación algunos ejemplos bastante significativos.
Churchill, después de haber ganado la guerra y de haberse transformado en la figura de más relieve del siglo, creyó para usar una expresión chilena que "la leche estaba cocida", y consultó a los ingleses, seguro de que su mandato sería renovado. Inglaterra no se lo renovó, y Churchill, el vencedor, la figura cumbre de esta centuria, se fue derrotado.
¿No podría pasar al señor Frei !una cosa parecida, vale decir, no sufrirá un contraste electoral inesperado para la óptima impresión que él tiene de sí mismo y de su Gobierno?
¿Y qué pasa si la Democracia Cristiana, en vez de 82 Diputados, saca 60, y en lugar de 23 Senadores, obtiene 15, 20 ó 22? El señor Ministro de Justicia, jurisconsulto de habilidad indiscutida, hombre familiarizado con el Derecho Público, tuvo una respuesta genial: "Ahí veremos". Este es el complemento de la reforma constitucional.
El señor MIRANDA.-
Muy jurídica.
El señor AMPUERO.-
¡Por supuesto,, mayor solidez jurídica, mayor previsión de estadista, mayor perspicacia para evitar que el país siga consumiéndose en conflictos estériles, es difícil concebir!
El señor RODRIGUEZ.-
Eso lo retrata de cuerpo entero.
El señor AMPUERO.-
Por eso, sostenemos que este proyecto, por su intención, formulación, términos literales y contenido, es una barbaridad en el terreno del Derecho; y si lo analizamos desde el punto de vista político, una maniobra turbia y oscura.
Por lo demás, me parece necesario desvirtuar ciertas argumentaciones que, en los últimos tiempos, se han tolerado más allá de lo conveniente.
Si uno escucha las cadenas radiales o a los propagandistas de la Democracia. Cristiana, dejan la impresión de qué el país, inalterablemente, ha venido robusteciendo su apoyo al Partido de Gobierno en los últimos años.
Durante los días de debate en la Comisión, me entretuve en averiguar qué habría pasado si en la elección presidencial del 4 de septiembre de 1964 se hubieran renovado todo el Senado y toda la Cámara de Diputados. Aquí habría 26 Senadores freístas, o de las tendencias que apoyaron al señor Frei; es decir, un número en el cual estarían comprendidos Se nadores liberales y conservadores. Y habría aquí, también, 19 Senadores del FRAP: 3 por la primera agrupación provincial de Tarapacá y Antofagasta, y 2 en todas las demás. Esta sería la composición del Senado si se hubiera renovado totalmente el 4 de septiembre de 1964.
El señor MUSALEM.-
¿Con qué ley electoral?
El señor AMPUERO.-
Su Señoría puede sacar la cuenta, si lo desea.
¿Qué quiero significar con esto? Señalar que si hay una distorsión en la representación del Senado, uno puede encontrar argumentos de todas clases y, con seguridad, cada partido también podría hallar los que le convengan para demostrar que la falta de representatividad no es del partido al que está representando, sino de los otros. ¡Juego inútil, absurdo!
Si existe voluntad sincera de probar, de comprobar, mejor, en qué medida la estructura representativa del país corresponden a la realidad, lo natural ahora sería hacer una consulta total, a fin de saber si fue el señor Frei, como Presidente de la República, quien perdió casi medio millón de votos entre el 4 de setiembre de 1964 y el primer domingo de marzo de 1965, o si sólo fue una pérdida de la Democracia Cristiana; y también para saber si este Senado puede ser inhabilitado o inhibido en el cumplimiento de sus funciones, sólo por el hecho de recordar que muchos Senadores fueron elegidos hace bastantes años y otros, muy recientemente.
Por lo demás, en la conducta de los distintos partidos hay síntomas reveladores de las razones por las cuales se oponen a una renovación integral de los órganos representativos. En el caso nuestro, lo decimos explícitamente, nos oponemos porque el señor Frei, para nosotros, en este momento, mucho más que Presidente de la República para decirlo en forma todavía más expresa: más que Presidente de todos los chilenos, es el generalísimo electoral del Partido Demócrata Cristiano. Si la elección para renovar el Congreso se realizara bajo la égida del hombre que ocupa la Primera Magistratura con el objetivo principal y casi exclusivo de dar mayoría a su partido, estamos convencidos de que esa elección no apaciguaría los ánimos, sino que se inscribiría en los prolegómenos de una lucha violentísima, respecto de la cual nadie podría garantizar que no desembocaría en guerra civil.
Otros partidos, como el Nacional, eluden la posibilidad de ir a la renovación del Presidente de la República porque no quiere pagar dos veces la misma penitencia; ¡le parece demasiado duro tener que votar por el señor Frei en una nueva elección!
El señor JARAMILLO LYON.-
¡No tenga cuidado, Honorable colega! No volveremos a caer en ese error.
El señor AMPUERO.-
Pienso que, por desgracia, el proceso de extorsión que consiste en colocar a la Derecha frente a la alternativa de una revolución "buena", la de la Democracia Cristiana, o una revolución "mala", la de los marxistas, llevará al resto de los colegas del señor Senador, no obstante la opinión del Honorable señor Jaramillo, a seguir prefiriendo al señor Frei.
El señor JARAMILLO LYON.-
Creo que no.
El señor AMPUERO.-
Eso es lo que el Partido Nacional trata de evitar. No ha dado hasta ahora ninguna razón jurídica para desestimar una elección conjunta, pero está así implícito el motivo en su pronunciamiento...
El señor JARAMILLO LYON.-
Pero lo estamos estudiando. Es un hecho nuevo.
El señor AMPUERO.-
..., ante el temor de encontrarse en una disyuntiva, tan lamentable desde el punto de vista de su amor propio y de sus intereses políticos.
Con lo dicho, creo haber justificado plenamente nuestra proposición central, la consistente en substituir el texto de la Cámara de Diputados por otro que establece la elección simultánea de Presidente de la
República, del Senado y de la Cámara de Diputados. Para alcanzar tal finalidad, hemos modificado los términos de los mandatos de Senador y de Diputado, a fin de sincronizarlos con los seis años de la administración presidencial. Estamos llanos dejo constancia de ello a aceptar cualquiera sugerencia de modificación, siempre que se mantenga la idea substancial: la simultaneidad de las elecciones. Estimamos que los plazos constituyen asunto de detalle, algo secundario.
Para dar salida al conflicto concreto, grande o pequeño, artificial o no artificial, aceptamos que, por una disposición transitoria, termine anticipadamente nuestro mandato y el de los Diputados; pero también el del Presidente de la República, por las razones ya dichas.
Además, desde el punto de vista formal, entregamos esa posibilidad de renovación completa de las instituciones representativas, o la decisión para provocar ese proceso, simultáneamente al Presidente de la República, para que él resuelva mediante decreto fundado, o al Congreso, para que lo haga por decisión mayoritaria de ambas Cámaras. Vale decir, en lugar de consagrarla como medida punitiva para un cuerpo al que se atribuye estar obstruyendo de mala fe el éxito de un Gobierno, establecemos un mecanismo que califique responsablemente la coyuntura política y permita a cualquiera de ambos, poderes suscitar este pronunciamiento popular. Mienten, en consecuencia, los que, de una u otra manera, pretenden hacernos aparecer como refractarios a cualquiera consulta popular o como negándonos a someter a su veredicto nuestro propio mandato. Estamos dispuestos a hacerlo, siempre que la consulta sea efectivamente democrática y no implique el reconocimiento virtual de una culpabilidad que no rechazamos.
Como complemento de estos artículos, hemos propuesto otros, destinados a convocar a una Asamblea Nacional Constituyente.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Hago presente a Su Señoría que a la una suspenderé la sesión.
El señor AMPUERO.-
¿A qué obedece la segunda iniciativa nuestra.? Es muy clara: hemos estimado que, más allá del llamado conflicto institucional y de la contienda política vigente en estos momentos, hay también lo reconocemos hidalgamente la necesidad imperativa, de renovar nuestras instituciones políticas. El afán por reformar con prontitud nuestra Carta Fundamental viene de todas las bancas, y esto ha hecho que se acumulen en la Comisión Especial de Reforma Constitucional del Senado no menos de ochenta indicaciones que afectan la esencia de nuestro régimen y tienen trascendencia teórica y doctrinal muy vasta. Yo he llegado a la conclusión personal de que no saldrán estas reformas si se mantiene el mecanismo actual. El peor capítulo de la Constitución que nos rige es el referente a la reforma de ella misma. Es el más insuficiente, el más plagado de vacíos, el más contradictorio y el más propicio a los conflictos artificiales. En consecuencia, si no deseamos tener allí un vivero de litigios futuros y, además, paralizantes de la labor constructiva de la Comisión, es necesario buscar otro camino para abrir una discusión seria, positiva y rápida sobre materias que no admiten postergación. A ello obedece nuestra iniciativa sobre creación de la Asamblea Nacional Constituyente, la que, según nos dicen colegas dirigentes de la Democracia Cristiana, figuraría como punto concreto de su programa si existe tal programa y está positivamente en el nuestro que realmente existe.
¿Qué dificultad puede presentarse? El sistema de elección lo hemos dicho sería el de Cámara de Diputados; estableceríamos un sistema unicameral para los efectos de reforma constitucional. Tendría la flexibilidad indispensable para producir rápidos resultados. Actualizaríamos los censos, para que no ocurra la aberración actual de que un distrito como el tercero de Santiago siga, eligiendo cinco Diputados, en circunstancias de que, de acuerdo con la norma constitucional escrita, debería elegir dieciocho o veinte. Y damos a la Asamblea plazo de un año. ¡ Entonces empezaría a creer que el país está realmente por los cambios y que colocamos en manos del pueblo instrumentos eficientes para producirlos!
Señor Presidente, si no hubiera inconvenientes, preferiría quedar aquí, para continuar mis observaciones durante, el tiempo de que dispone mi partido, una vez que se reanude la sesión.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Se suspende la sesión hasta las tres y cuarto de la tarde.
-Se suspendió a las 12.58.
-Se reanudó a las 15.22.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Continúa la sesión.
De acuerdo con el orden de inscripción, puede usar de la palabra el Honorable señor Sepúlveda.
El señor SEPULVEDA.-
No es mi propósito entrar al acalorado debate público, que se está produciendo también en esta Sala, de tipo político partidista.
Nuestra calidad de Senadores independientes tanto el que habla como el Honorable señor Von Mühlenbrock, quien ha mantenido una posición similar a la mía nos ha permitido enfrentar esta emergencia de orden político e institucional en una condición de neutralidad e independencia, y a la vez de objetividad. Más que procurar el predominio de posiciones políticas determinadas, nos ha guiado el propósito de buscar una solución a este problema y de aportar ideas que pueden ser eventualmente útiles para que los partidos políticos, los que tienen la gran responsabilidad ante el futuro de nuestra democracia en la emergencia que estamos viviendo, puedan resolver con mejor acierto, y, si es posible, con mayor serenidad lo relativo a esta importante cuestión planteada a la consideración del país y del Honorable Senado.
Comprendemos muy bien que en nuestro país, en la vida de nuestra democracia, está haciendo crisis un problema de orden institucional que no quedó resuelto cuando en el año 1925 se dictó la actual Constitución Política del Estado, que transformó el régimen parlamentario entonces existente en uno presidencial y determinó para el futuro un sistema en que la independencia, de los poderes públicos, establecida en forma precisa y tajante, creara un equilibrio dentro del cual el Ejecutivo, haciendo uso de las prerrogativas propias de un régimen presidencial, tuviera la responsabilidad de la administración, y el Congreso, la misión de legislar, con participación del Ejecutivo, como colegislador. En aquella oportunidad, ya se planteó en forma seria la posibilidad de que en nuestra Constitución se determinara algún sistema para dirimir las dificultades que se produjeran entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, dentro de este orden rígido a que asistimos.
La historia de la vigencia de nuestra Constitución actual cuenta que el Presidente de la República de esa época, don Arturo Alessandri, bregó con entusiasmo por fijar alguna facultad, del tipo de la disolución del Congreso por parte del Primer Mandatario; o la de recurrir al plebiscito para consultar a la nación en casos de surgir diferencias fundamentales entre ambos poderes del Estado. En aquella oportunidad sólo se consiguió el plebiscito como una manera de resolver en última instancia, al final del proceso, las dificultades resultantes entre el Ejecutivo y el Legislativo precisamente en los casos de reforma constitucional. Tal procedimiento se consigna en el artículo 109 de nuestra Carta. Fundamental.
Pero resulta que desde entonces, en mayor o menor grado, casi todos los Mandatarios que han gobernado en Chile en los últimos treinta años han venido planteando diferencias fundamentales con el Congreso Nacional en cuanto a las facultades concernientes a cada uno de los poderes públicos, no obstante que en la Carta Fundamental de 1925 se consagró el régimen presidencial, después de la crisis del parlamentarismo, que culminó en aquella época. Recordamos en especial la pugna planteada por el PresidenteAguirre Cerda, que alcanzó ribetes de gravedad; y por el PresidenteJuan Antonio Ríos, quien obtuvo la modificación a la Ley Suprema que entregó al Ejecutivo la iniciativa exclusiva en cuanto a los gastos públicos.
Recordemos también cómo el General Ibáñez gobernó durante todo su período en abierta beligerancia con el Congreso, suscitándose a menudo la interrogante de una posible clausura del Parlamento en forma "manu militari".
Por su parta, don Jorge Alessandri envió, casi al término de su mandato, un proyecto de reforma constitucional que tocaba a fondo el problema de las diferencias del Ejecutivo con el Congreso y propone resolverlas tanto mediante la facultad de disolución del Parlamento como del plebiscito.
También el PresidenteFrei, a poco de iniciar su Gobierno, presentó un proyecto de reforma general de nuestro régimen constitucional que, por su amplitud y alcances, aún se encuentra en estudio en este Senado.
Dentro de este cuadro general, se ha venido configurando una pugna entre el actual Presidente de la República y el Senado, que culminó recientemente con la negativa hasta ahora sin precedentes, pero encuadrada en las facultades que la Constitución concede al Congreso de este último a autorizar el viaje a los Estados Unidos del PresidenteFrei, para cumplir compromisos de carácter internacional que él consideró de la mayor importancia.
Para zanjar estas dificultades, el Gobierno ha propuesto, mediante el proyecto de reforma constitucional que estamos tratando en esta oportunidad, la disolución del Congreso como sistema, permanente ; o sea, como facultad propia del Presidente de la República para disolver el Parlamento por una vez durante cada período o mandato presidencial. Asimismo, propuso como medio de superar estas circunstancia de emergencia., la disolución directa del Congreso por imperio de la propia reforma constitucional del actual Parlamento, para convocar a elecciones en los próximos meses.
El sistema de disolución del Congreso como facultad del Presidente de la República, no encaja en el régimen presidencial establecido en Chile por la Constitución de 1925. Ha quedado demostrado que en ninguna auténtica democracia contemporánea se consagra esta estructura constitucional, pues ella lleva al Congreso a someterse a la voluntad del Ejecutivo, con quiebra del indispensable equilibrio de los poderes en que descansa nuestro régimen constitucional. La disolución del Congreso es, a la inversa, la contrapartida de los regímenes parlamentaristas como el de Inglaterra, por ejemplo, generan el Poder Ejecutivo dentro del mismo Parlamento.
Es interesante traer a la consideración del Senado los argumentos expuestos en la Comisión de Reforma Constitucional por el distinguido profesor de Derecho, de la Universidad de Chile don Jorge Guzmán Dinator, quien, según el informe respectivo expresó, en magnífica exposición hecha ante dicha Comisión, que "la facultad en análisis" esto es, la facultad de disolución del Congreso propuesta por el Ejecutivo "está en contraposición con la esencia misma del régimen presidencial que nos rige; pues él está concebido sobre la base de una separación más o menos tajante de los poderes públicos y, en consecuencia, una de sus característi cas principales es precisamente el hecho de que el Ejecutivo no tiene la facultad de disolver el Congreso".
Agrega el señor Guzmán que "la institución de la disolución es propia del régimen parlamentario, fundado, a la inversa del presidencia], en una estrecha colaboración entre los poderes públicos, y en el cual el Gobierno reside en un Gabinete que se mantiene en funciones mientras cuente con la confianza del Parlamento. Si deja de contar con ella, deberá optar entre irse, o disolverlo, convocando a nuevas eleciones para que el pueblo decida cuál de los dos tiene la razón. Si la consulta le es adversa, debe dimitir; en cambio, si le es favorable, permanece en funciones".
De tal suerte que la proposición contenida en el mensaje del Ejecutivo, aprobada por la Cámara de Diputados, resulta absolutamente contraria a la concepción filosófica en que se funda nuestro régimen constitucional.
Sería posible prever un cambio más o menos general de la estructura constitucional ; pero no parece aceptable ni conveniente para la salud de nuestra democracia que, por la vía de una modificación sustancial que podríamos llamar de parche, se transforme fundamentalmente nuestro régimen institucional, estableciendo un elemento o facultad que pondría término al equilibrio de poderes y colocaría al Congreso Nacional, a uno de estos poderes, en una posición absolutamente desventajosa frente al Ejecutivo.
La facultad sin contrapeso del Presidente de la República para disolver el Congreso, sencillamente lleva a la existencia de un Congreso sumiso o sometido la voluntad del Primer Mandatario, cualquiera que éste sea. No parece entonces prudente comprometer el futuro de nuestra democracia con desaprensiva ligereza. Por ello, debemos prevenir los graves trastornos que pueda ocasionar una abrupta disolución del actual Parlamento para entregar al país a las contingencias de una lucha sin cuartel, ruinosa en el orden social y económico, apasionada y violenta, que sólo se sabe dónde empieza, pero no se sospecha dónde termina, pues se ha llegado hasta plantear, sin disimulo, la posibilidad de una crisis presidencial como consecuencia de lo que pudiéramos llamar si no fuera dramático un infantil juego de desafíos y contra mdesafíos reñidos con la más elemental norma institucional.
De ahí que el planteamiento fundamental del proyecto en debate, en cuanto se refiere a la proposición formulada por el Ejecutivo y aprobada por la Cámara de Diputados, no parece aceptable dentro de nuestra concepción del régimen jurídico institucional que estamos viviendo, y resulta profundamente perjudicial, por lo contrario, para la integridad de nuestra democracia.
Por otra parte, el informe de mayoría de la Comisión Especial de Reformas Constitucionales acoge un amplio concepto de la idea de legislar; pero propone, en cambio, disposiciones tanto o más drásticas que las que el Gobierno se ha atrevido a formular. Las indicaciones de los Honorables señores Ampuero y Chadwick, que se traducen en el informe de mayoría, están concebidas dentro de su criterio ideológico y político, para mí muy respetable, aunque no comparto, pero que resulta unilateral planteado frente al país como solución de la crisis político-institucional que estamos viviendo. Así como era unilateral el planteamiento del Ejecutivo, también resultó serlo el de los socialistas ...
El señor AMPUERO.-
Es bilateral.
El señor SEPULVEDA.-
. . .porque nos lleva derechamente a. una concepción diferente de lo que son nuestro Estado democrático y nuestro régimen representativo. Esa concepción no es, seguramente, la que prevalece en la mayoría del país. Por lo tanto, aunque es respetable el pun to de vista doctrinario de los Honorables colegas, resulta necesario buscar alguna fórmula de solución institucional que sea aceptable para la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos, quienes no comparten por lo menos hasta ahora así se ha establecido dentro de nuestra convivencia democrática el ideario marxista en que estas indicaciones están inspiradas.
El señor AMPUERO.-
No tienen nada de marxistas.
El señor SEPULVEDA.-
Me refiero en especial a la relativa a la Asamblea Popular Constituyente, porque si bien es cierto que se propone un mecanismo para realizar una reforma general de nuestro régimen constitucional, no lo es menos que está inspirada, desde luego, en una determinada fórmula, de carácter doctrinario. En efecto, según dicen los Honorables colegas, la indicación tiene por objeto llegar a la formulación de un texto constitucional que establezca un estado de tipo social y popular, que mucho sospecho que tenga un parecido extraordinario con el régimen imperante en Cuba o en otros países, que no son precisamente de democracia representativa como la que nosotros vivimos y deseamos mantener y defender.
A mi juicio, desde este punto de vista se han planteado posiciones que no conducen a una solución del actual problema, sino que lo agravan peligrosamente.
El sistema de elección simultánea, en la forma como está concebido, junto con la facultad que se entregaría a la asamblea constituyente de provocar la caducidad del mandato del Presidente de la República, significa introducir un elemento de incertidumbre, de inestabilidad institucional que podría resultar extraordinariamente dañoso para los superiores intereses del país.
Por tal motivo, dentro de una concepción muy diferente de la planteada por los Honorables colegas que yo respeto, como digo, pero que no comparto tampoco podemos aceptar el criterio en que está inspirado el informe de la mayoría de la Comisión. Por eso, con el Honorable señor Von Mühlenbrock hemos gastado esfuerzos por llevar a la convicción del Senado y por intermedio de nuestros Honorables colegas, a la de los partidos políticos la conveniencia que existe de encontrar una solución.
Nosotros sabemos no podemos ignorarlo que existe una crisis latente de orden institucional en el país, que se ha venido planteando desde hace muchos años. La opinión pública espera del Senado una solución ecuánime y serena a este problema. Por este motivo, nos hemos atrevido a proponer, con tranquila, reflexión, sin animosidad para nadie, sin intereses personales ni partidistas comprometidos, una solución que satisfaga a la opinión pública y cumpla con el sano propósito de dar en lo futuro una salida eficaz a los conflictos o dificultades profundas que surjan entre el Ejecutivo y el Congreso, en el uso de sus respectivas facultades privativas. Hemos concebido tal solución mediante el régimen de plebiscito para consultar a la voluntad soberana de la nación o del pueblo cuando surjan dificultades fundamentales entre el Ejecutivo y el Legislativo. Y ésta es una necesidad que se impone, porque, como decía al principio, desde la generación de nuestra Constitución Política, en 1925, quedó sin solución el problema de ¿quién dirime los diferendos entre el Ejecutivo y el Legislativo, dos poderes paralelos, con facultades propias, vigorosas e independientes? Cuando aparezcan dificultades insuperables entre ellos, ¿quién ha de zanjarlas mejor, si no es la voluntad soberana de la nación, del pueblo, del que genera los poderes?
El propio profesor Guzmán Dinator hace presente en su exposición que "el sistema presidencial, junto a sus muchas ventajas, tiene también serios inconvenientes, entre los cuales está el de no presentar soluciones fáciles de tipo institucional a los conflictos de poderes, como resultado de que tanto el Ejecutivo como el Legislativo tienen facultades perfectamente claras y definidas. De allí agrega "que ante la existencia de un Presidente de la República y de un Congreso de tendencias contrapuestas, sólo cabe recurrir a soluciones de tipo político, que básicamente son tres: el sometimiento del Jefe del Estado a la mayoría del Parlamento; el sometimiento del Parlamento a la opinión del Jefe del Estado o la búsqueda de una solución armónica".
Yo, ante el sometimiento eventual del Ejecutivo al Parlamento o del Parlamento al Ejecutivo, me inclino por la fórmula de la solución armónica y por establecer en nuestra Constitución un camino permanente que permita recurrir en casos excepcionales, por cierto; no por cualquier motivo ni a diaria ocurrencia, cuando surjan dificultades insuperables, a la consulta a la nación. Este sistema es perfectamente democrático y aceptado hoy día por la cátedra y por muchos países del mundo.
Recurro una vez más a la brillante exposición que hizo el profesor señor Guzmán Dinator por desgracia no concurrió ninguno de los demás catedráticos a la Comisión, seguramente por estar ausentes de la capital, debido a la época en que nos encontramos, pero que seguramente representa la opinión unánime de la doctrina constitucional. Dicho profesor, en respuesta a una consulta sobre las posibilidades de encontrar la forma de zanjar tales dificultades, expresó que "existe también el referéndum en la Constitución francesa, el cual, como todos sabemos, se usa. Agregó que "es una institución que se está abriendo paso cuando se trata de cuestiones fundamentales. Siempre que hay duda en cuanto a la forma como se interpreta el pensamiento de la nación o el pueblo en las cuestiones fundamentales, parece lógico recurrir a la nación o al pueblo para saber quién es el que está interpretando bien su pensamiento."
Nosotros llevamos al debate de la Comisión el sistema del plebiscito, desglosándolo del proyecto de reforma constitucional presentado por el actual Gobierno al iniciar su mandato y que por su extensión y amplitud ha sido abordado ya en parte, y aún se encuentra pendiente de la consideración del Senado. Como digo, separamos el articulado propuesto por el Ejecutivo y modificado levemente por la Cámara de Diputados, no por hacerlo nuestro o porque compartiéramos todos los términos en que está concebido, sino como una manera de llevar al seno de la Comisión un aporte que permitiera abrir la discusión para perfecionar el sistema, y, en caso de haber sido acogida, traer nuestra proposición a la Sala y representarla al país como una solución de la crisis que estamos viviendo.
No es mi ánimo hacer un análisis de cada una de las disposiciones de dicho articulado. Algunas de sus disposiciones han merecido reparos, y yo mismo no las comparto. Por ejemplo, se ha señalado a mi juicio con bastante acierto y conocimiento de las posibilidades que podrían presentarse en el empleo práctico de este mecanismo constitucional la inconveniencia de permitir el plebiscito respecto de los tratados internacionales. Considero lógica esa objeción, pues resulta demasiado aventurado realizar una verdadera campaña de opinión, que ha de traducirse en una consulta de tipo electoral, sobre un problema de carácter internacional que muchas veces envuelve conceptos jurídicos, políticos y técnicos que el pueblo no puede estar en condiciones de dirimir con pleno conocimiento. Ello tiene el inconveniente, además, de crear, dentro de nuestros sectores populares, posiciones en pugna respecto del interés de nuestro país en sus relaciones con las demás naciones del mundo. Resulta profundamente perjudicial dividir la opinión pública nacional entre partidarios y no partidarios o enemigos de algún país vecino, con ocasión de someter al conocimiento de ella un tratado de orden internacional.
También considero muy justas las observaciones que se alcanzaron a hacer en el seno de la Comisión en el sentido de que para llegar a establecer el plebiscito es indispensable precisar los términos de las eventuales consultas, a fin de que, a pesar de estar limitadas a tres durante cada mandato presidencial, según el articulado, este instrumento sólo sea utilizado en cuestiones de verdadera magnitud nacional, pues el abuso de él lo llevaría a su desprestigio e inutilidad.
No deseo penetrar más en el estudio del referido articulado porque repito sólo lo propusimos como base de discusión, para que los miembros de la Comisión, en caso de haberlo acogido, lo perfeccionaran.
Debo decir, con cierta satisfacción, que aun cuando la Comisión no acogió, al votarla, la idea del plebiscito, teórica o doctrinariamente la mayoría de los Senadores que participaron en ella se declararon dispuestos y llanos a considerarlo como una forma de solución hacia lo futuro; y los Honorables colegas socialistas, quienes votaron en contra de esta posibilidad sólo aprobaron sus propias indicaciones dejaron establecido, si mal no recuerdo, por boca del Honorable señor Ampuero, que su colectividad no era contraría a la idea del plebiscito como planteamiento general, pino que no lo aceptaba, en estas circunstancias, como elemento de transacción frente al problema político planteado.
Quisiera decir solamente, respetando tal posición, que jamás los Senadores que formulamos esta indicación hemos pretendido presentarla como una fórmula de transacción en el concepto claudicante de este término, sino como una solución de tipo doctrinario, institucional y político a una realidad existente en el país. Estimamos que no podemos desentendernos de esta crisis institucional o política, como se la quiera llamar. Creemos, también, que el país está esperando del Senado de la República una solución ecuánime, serena y eficaz, que permita superar una crisis planteada en forma apasionada y vehemente, y dar a nuestro régimen institucional del futuro, un sistema que oportunamente solucione los conflictos que se produzcan en el ámbito constitucional; un sistema capaz de prever esos conflictos que, como hemos anotado con anterioridad, resulta lógico e indispensable resolver.
No se trata de trocar nuestro régimen constitucional por otro. A mi juicio, en Chile no se han producido dificultades de la profundidad necesaria como para transformar nuestro régimen institucional, jurídico y constitucional. Solamente han surgido dificultades previsibles, que reclaman el perfeccionamiento del sistema que actualmente nos rige. Y ese perfeccionamiento puede estar no quiero ser excluyente de otras fórmulas y posibilidades, porque no tengo esa pretensión en el establecimiento del régimen de referéndum o de plebiscito, para consultar a la voluntad soberana de la nación en dificultades de orden sustancial entre los poderes públicos.
De ahí que si del debate y del estudio que se está realizando de este proyecto no surge la posibilidad de una solución ecuánime como la que hemos planteado, o de otra que cumpla esos objetivos superiores, los Senadores liberales independientes el Honorable señor Von Mühlenbrock y el que habla nos veremos obligados a votar en contra de este proyecto. No queremos contribuir con nuestra aprobación 'a que se siga profundizando tan peligrosamente una crisis política que en este momento no tiene una salida prudencialmente previsible, que está produciendo profunda confusión pública, que puede llevar a los peores trastornos de orden institucional y provocar al país los más serios quebrantos.
Eso es todo lo que deseaba expresar por el momento, señor Presidente. Más adelante ocuparemos el resto del tiempo del Comité Independiente,
El señor ALLENDE (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Contreras Labarca.
El señor CONTRERAS LABARCA.-
Señor Presidente, aun cuando es conocida la posición del Partido Comunista frente al proyecto del Ejecutivo que dispone la renovación del actual Congreso, queremos exponer en forma breve, ante esta Corporación, los fundamentos de nuestra conducta.
Al ser rechazado por el Senado el permiso pedido por el Presidente Frei para viajar a Estados Unidos a entrevistarse con el señor Johnson, el Ejecutivo planteó la existencia de una crisis institucional profunda, que partía del supuesto enfrentamiento producido entre el Senado y el señor Frei.
Nuestro Partido, así corno el Partido Socialista, votó en contra del permiso por razones de principios, por una actitud consecuentemente anti-imperialista como integrantes del movimiento de liberación nacional. También votó en contra el Partido Nacional, representante de los sectores oligárquicos, por razones absolutamente contrapuestas, en una especie de celosa revancha en contra de quien está suplantándolo en los favores del imperialismo.
La actuación del Senado, en todo caso, se encuadró rigurosamente dentro del marco constitucional, en ejercicio de una facultad consagrada en el artículo 67 de la Carta Fundamental.
De aquí arranca el planteamiento del Gobierno que restringe el problema referido sólo al conflicto entre el Presidente y el Senado, determinado por el hecho de que este último se renueva por parcialidades y sobre todo por la función conservadora que históricamente ha desempeñado, independientemente de que en uno u otro proyecto el Senado ha tendido una posición más avanzada que la Cámara de Diputados. Es por esto por lo que el Partido Comunista siempre ha sido partidario que haya una sola Cámara. Es preciso agregar que la lentitud de la labor legislativa 110 deriva de la Oposición, sino de la existencia de dos Cámaras, lo que prolonga excesivamente los distintos trámites constitucionales de las iniciativas.
El señor Frei buscó una salida a esto conflicto consistente en la disolución del Congreso, y lanzó el desafío de consultar al pueblo.
El Partido Comunista recogió el guante. No podía dejar de aceptarlo, por estar convencido de que el pueblo debe tener participación activa y consciente en los procesos sociales y, además, porque igual actitud había adoptado cuando el Presidente de la Democracia Cristiana, Honorable señor Aylwin, planteó ante esta Corporación la renuncia de sus cargos de los Senadores y, más tarde, cuando los Diputados de esa colectividad la presentaron, por su parte, en la Cámara.
Nuestro partido no teme al pueblo; es de la esencia de su política apelar a las masas para resolver todos y cada uno de los problemas que atañen a los intereses populares.
Lenin decía que la democracia permite a los ciudadanos orientarse en la lucha de los partidos e iniciarse en la política; es decir, descubrir y comprender la realidad histórica y social, eliminar la mentira y encontrar la verdad, interviniendo en favor del interés nacional y la emancipación del hombre.
Consideramos que en estos momentos en que se derraman torrentes de diatribas y calumnias contra los partidos populares por la prensa y la radio, es conveniente que el pueblo tenga la oportunidad de juzgar la conducta política tanto del Gobierno democratacristiano como la de los distintos partidos. Tenemos profunda confianza en que la inmensa mayoría del país dará su más amplio respaldo a las fuerzas que sincera y firmemente impulsan los cambios y sancionará tanto a los que se oponen a ellos como a quienes los sustentan en forma inconsecuente o demagógica y dan pasos hacia atrás y caen en el pantano de la conciliación y el continuismo.
Ante el hecho evidente de que la reforma no cuenta hoy con la mayoría constitucional necesaria, cuestión que no podrá escapar al conocimiento de les autores del proyecto, cabe preguntar: ¿desean el señor Frei y su partido apelar realmente al pueblo para que se pronuncie sobre su actuación?
El Gobierno no puede sacar cuentas alegres. Un vistazo al país basta para convencerse del evidente deterioro que afecta a la base social y política del partido de Gobierno. Y no puede ser de otro modo, porque en lo fundamental las condiciones de vida de los obreros, campesinos y capas medias se han agravado como consecuencia de la política reaccionaria que sustenta el Gobierno democratacristiano.
En el país hay una ola de creciente indignación y descontento por las sucesivas alzas, el aumento de impuestos; los reajustes mezquinos de salarios y sueldos; el intento de copar la Administración Pública al obligar a jubilar a los funcionarios con 15 años de servicios; la labor divisionista en el movimiento sindical; el despilfarro de los fondos públicos; el aumento de la cesantía, que siembra el hambre y la desesperación en las familias proletarias, etcétera.
En tanto que las masas son sometidas a los tormentos de esta situación, agravada por la desvalorización de la moneda, el Gobierno es generoso y amplio con las empresas norteamericanas del cobre, a las que otorga inmensos privilegios; favorece a los monopolios y a los bancos, y robustece las posiciones de la oligarquía nacional. Nadie podría afirmar que el Gobierno ha tenido un comportamiento serio y meditado en la tramitación del proyecto de reforma, si se toma en cuenta que los Senadores de Gobierno son responsables de que no exista en este momento la mayoría de los votos conformes de los Senadores en ejercicio, porque cuatro de ellos no pueden votar por estar pareados. Deliberadamente, entonces, y a hurtadillas, están derrotando su propio proyecto. En cambio, nosotros, los comunistas, comprendiendo la profundidad de la crisis que agobia al país, hemos tomado todas las providencian para asegurar la participación y el voto de nuestros parlamentarios. Estamos aquí los cinco Senadores comunistas. Ninguno se halla pareado. Hemos suspendido nuestras giras a provincias y anulado todos los compromisos para concurrir a votar, a fin de abrir las puertas a un pronunciamiento popular.
Tampoco vale el argumento de que algunos de estos pareos serían anteriores al envío del proyecto al Congreso. Si esto fuera así, significaría, evidentemente, que el Ejecutivo, en el instante mismo de presentarla, sabía que patrocinaba una iniciativa muerta; que enviaba un proyecto condenado irremisiblemente, a conciencia de que no iba a contar siquiera con los 13 votos de los Senadores democratacristianos.
En estas condiciones, aparece como un engaño decir que se deseaba una salida a la crisis institucional planteada.
El señor REYES.-
¿ Me permite una interrupción, dentro del tiempo del Comité democratacristiano ?
El señor CONTRERAS (don Carlos).-
Con todo gusto.
El señor REYES.-
Su Señoría se está refiriendo a los pareos que habrían concertado Senadores de la Democracia Cristiana.
El señor CONTRERAS (don Carlos).-
Efectivamente.
El señor REYES.-
Como consta a Su Señoría, todos esos pareos fueron pactados con anterioridad al envío del proyecto sobre reforma por el Ejecutivo...
El señor TEITELBOIM.-
Eso es lo que decía el Honorable señor Contreras La barca.
El señor REYES.-
Uno de estos pareos, el del señor Gormaz, no está registrado, porque se estableció sólo verbalmente con e1 SenadorMiranda. Hemos hecho la petición formal y directa al partido socialista en el caso de dos pareos; al Senador Tarud, en cuanto al que tiene concertado con el Honorable señor Musalem y, en este momento, precisamente, lo estábamos haciendo con el Honorable señor Miranda. Pues bien, todos los Senadores con quienes teníamos pactados estos pareos, bajo su responsabilidad y no la nuestra, se han negado a levantar el compromiso.
El señor TEITELBOIM.-
¿Por qué no responde a la segunda observación que sobre esta misma materia acaba de formular el Honorable Senador y compañero señor Contreras Labarca? ¿Por qué el Gobierno, a sabiendas de que había tres o cuatro Senadores democratacristianos pareados, envió este proyecto que, como nadie puede ignorar, ni mucho menos el Gobierno, exige un quórum constitucional de la mayoría de los Senadores en ejercicio, y, en consecuencia, a sabiendas de que, en virtud de estos pareos, dicho quórum no se alcanzaría a reunir?
El señor REYES.-
La verdad es que nosotros no imaginamos que estos pareos no serían levantados y que se usarían como recurso para impedir el quorum requerido.
El señor JARAMILLO.-
¡Tan ingenuos estos niños! ¡ Son candorosos!
El señor CONTRERAS (don Carlos).-
He cedido una interrupción al Honorable señor Ampuero, señor Presidente.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Con la venia de la Mesa, puede usar de la palabra el Honorable señor Ampuero.
El señor AMPUERO.-
Sin perjuicio de que el Comité socialista recoja oportunamente las observaciones del Honorable señor Reyes, quiero dejar constancia de que el régimen del pareo tuvo sentido perfectamente claro hasta hace muy poco. Si un Senador, por razones de enfermedad o de ausencia del país, quería nivelar la situación de su partido con la del partido adversario, concertaba un acuerdo para anular el voto de un Senador de la otra tendencia. Este sistema, por supuesto, daba cierta equiparidad, pero no absoluta, porque como existen procedimientos parlamentarios que exigen quorum de dos tercios o de uno, en materia de insistencias o de veto, ocurría y así se aceptó siempre la institución del pareo que, a veces, lo que parecía equitativo en el momento de concertarse el compromiso, resultaba inequitativo con el correr del tiempo.
Sin embargo, como había que dar una solución lo más justa posible al problema que se planteaba en esos casos, funcionó siempre así el sistema, y nadie reclamó nunca, ni ningún Senador pretendió hacer del pareo una institución que lo favoreciera a él o a su partido y perjudicara siempre a los adversarios o al partido que éstos representaban. Fueron los señores Senadores democratacristianos quienes innovaron en el sistema, al obligarnos a aceptar un pareo condicionado, que ha estado funcionando, en el último tiempo, en beneficio de la Democracia Cristiana. Esta ha podido utilizar eficazmente un tercio de votos en el Senado, porque el pareo empezó a ser restringido, restringido en determinadas circunstancias, y a quedar sin efecto en otras. Repito que esa innovación, a la que tuvimos que acceder, significó que la institución del pareo, de ordinario institución pareja y equitativa para todos, pasó a ser empleada por la Democracia Cristiana en un sentido absolutamente utilitario: le dio una conformación que permite usar el pareo siempre que beneficie a la Democracia Cristiana, o, en el peor de los casos, que no la perjudique.
De tal manera que el Partido Socialista está en una posición perfectamente clara : si para los señores democratacristianos el viejo compromiso de honor, a las duras y a las maduras, desapareció, para cautelar sus intereses políticos y ganar, a veces, votaciones, aquí, como consecuencia de esa limitación impuesta por ellos, nosotros tenemos perfecto derecho a seguir usando del pareo, ahora en beneficio de nuestras posiciones; y como el Honorable señor Tomás Reyes sabe que mantenemos una posición intransigente, contraria a la maniobra politiquera, a la triquiñuela electora! planteada por el señor Frei, usaremos este recurso reglamentario para derrotar lo que nos parece una iniciativa tendenciosa, mal intencionada y contraria al interés de la democracia y del país.
El señor FUENTEALBA.-
¿Por qué no hacen una confesión más clara?
El señor MUSALEM.-
Todas esas cosas tan deleznables de que se nos acusa. .
El señor AMPUERO.-
¿Por qué no se lo dice a los comunistas, si es tan valiente para emplazar?
El señor MUSALEM.-
¡ Esa es la contradicción del FRAP!
El señor CONTRERAS LABARCA.-
No hay tales contradicciones.
El señor AMPUERO.-
Contradicciones íntimas, sí las hay, entre Senadores democratacristianos. Para darlas a conocer tendríamos que traer a colación algunas confesiones.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Puede continuar en el uso de la palabra el Honorable señor Contreras Labarca.
El señor CONTRERAS LABARCA.-
Entiendo que el tiempo de las interrupciones se imputará a los Comités respectivos, señor Presidente.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Sí, señor Senador: al de los Comités Demócrata Cristiano y Socialista.
El señor CONTRERAS LABARCA.-
Señor Presidente, la interrupción del Honorable señor Tomás Reyes confirma el aserto que acabo de exponer, en el sentido de que, efectivamente, el Partido Demócrata Cristiano concertó pareos que afectan, me parece, a cuatro de sus Senadores. El pareo es una institución voluntaria. Ellos han contraído voluntariamente un compromiso, en este caso un compromiso de honor, ante el Senado, puesto que tales pareos se encuentran registrados, según tengo entendido, en la Secretaría de la Corporación.
Ahora bien, los compromisos de esta índole se contraen para cumplirlos. ¿Qué argumento se puede dar para eludir el cumplimiento de una obligación voluntariamente concertada ? Si ésta es. ..
El señor MUSALEM.-
¿Me permite una interrupción, dentro del tiempo de nuestro Comité?
El señor CONTRERAS LABARCA.-
Cómo no.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Con la venia de la Mesa, puede usar de la interrupción el Honorable señor Musalem.
El señor MUSALEM.-
Señor Presidente, toda esta argumentación, tan privada y tan doméstica del Senado, es muy justificable entre nosotros; pero creo que para el pueblo de Chile, para nuestros conciudadanos, el hecho de que los Senadores de nuestras bancas estén presentes porque hemos llamado a regresar al país a dos de ellos que estaban en el extranjero,. . .
El señor CAMPUSANO.-
¡Para continuar la faramalla!
El señor MUSALEM.-
. . .en circunstancias de que quienes nos rehúsan deshacer el pareo no han salido de Chile, constituye una actitud inconcebible, inaceptable y me atrevo a decirlo amoral. No sólo yo la considero así, sino el pueblo.
El señor AMPUERO.-
¡ En el fondo están clamando porque no aceptamos su petición !
El señor MUSALEM.-
Aquí pueden darse toda clase de explicaciones: que los pareos son pacto de honor entre caballeros y que están representando un compromiso hasta el mismo día hasta el cual fueron concertados; pero nadie jamás ha pensado, el pueblo no podía imaginar que, tratándose de resolver un conflicto tan fundamental, tan importante, que ha tenido preocupado a todo el país, se asilarían los señores parlamentarios, como lo han hecho en especial los del Partido Socialista, en los pareos, para no dar el quórum necesario a la aprobación de esta reforma, para que ella fracasara, y no por la vía dilecta y franca del voto. El pueblo exige procedimientos claros a sus representantes, y lo que acabo de exponer lo es, y no pueden negarlo los parlamentarios de Oposición. El Senado no está adoptando la actitud moral limpia, clara, diamantina que corresponde precisamente a la representación y a la confianza que el pueblo ha depositado en nosotros. Se está faltando a la confianza que el pueblo ha depositado en los señores Senadores y los partidos políticos que los designaron como sus candidatos, al ampararse en ese subterfugio de los pareos para hacer fracasar una reforma; es decir, se procede escondiendo la mano y no directamente por la vía del rechazo.
El señor AMPUERO.-
En el fondo de su corazón, está lleno de gratitud por nosotros el Honorable señor Musalem. Eso lo sabemos todos.
El señor JARAMILLO.-
¡ Es una actitud diamantina!
El señor MUSALEM.-
¿Gratitud, señor Senador, yo, por el pareo? No entiendo a Su Señoría.
El señor DURAN.-
¡ El "otro yo" del doctor Merengue!
El señor AMPUERO.-
Eso estaría bien en el Honorable señor Lorca, no en Su Señoría.
El señor MUSALEM.-
En mi actitud no se refleja, señor Senador.
El señor JARAMILLO LYON.-
No se necesita ser muy imaginativo.
El señor MUSALEM.-
La falta de correspondencia hacia el pueblo la tienen ustedes, al no aceptar deshacer los pareos.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Puede continuar el Honorable señor Contreras Labarca.
El señor CONTRERAS LABARCA.-
Señor Presidente, el Honorable señor Ampuero ha dado al Honorable señor Musalem una respuesta explícita y categórica sobre la materia planteada hace pocos minutos por este último señor Senador. El problema es sumamente claro y sencillo: el Gobierno envió al Congreso este proyecto a sabiendas de que existían pareos y de que éstos se conciertan para ser cumplidos.
Explique al país el Gobierno y explique el Partido Demócrata Cristiano ante la ciudadanía cómo se justifica que se jugara precisamente el destino de un proyecto en materia de tan enorme trascendencia nacional, enviándolo al Congreso sin tomar los más elementales resguardos para asegurar el cumplimiento de la disposición constitucional respectiva que exige, para la aprobación de la iniciativa, la mayoría absoluta de los Senadores en ejercicio.
Tal pregunta debe ser contestada ante la nación, porque hay muchas dudas, y bien fundadas, en el sentido de que no son pocos los que no desean que este proyecto prospere, y parece que antes de ser enviado al Parlamento ya habían cavado su tumba. Si es así, ¿qué significación puede tener, entonces, este proyecto de ley?
A nuestro juicio, tiene como única explicación o como explicación fundamental el hecho de que pasa a ser, en estos momentos, un arma de demagogia y un instrumento de acción política y electoral, además de que estaría destinado también a desviar la atención de los sectores más modestos de la población de los terribles problemas que a diario los golpean, y a los cuales me acabo de referir hace pocos minutos. No lo conseguirán, sin embargo, porque hace ya tiempo que nuestro pueblo abrió los ojos, y aun cuando algunos sectores insuficientemente desarrollados desde el punto de vista político pueden caer en la trampa que les tienden la Democracia Cristiana y sus instrumentos de penetración en las masas, la verdad es que a lo largo del país hay conmoción popular en contra de la política reaccionaria del Gobierno.
Aparte lo anterior, queremos observar que pocas veces se había visto, en el país, una campaña más virulenta e injusta en contra de un poder público como la emprendida por el señor Frei y su partido respecto del Senado.
Las acusaciones contra esta Corporación han ido desde el anti-patriotismo hasta la sedición. Además, el Presidente de la República ha proclamado a los cuatro vientos, en muchas plazas de Chile, que esta Corporación es la responsable de que él no cumpla su programa.
En eso sigue también las aguas de otros Gobiernos que han defraudado al pueblo. Ya lo dijo el señor Ibáñez y lo repitió en forma plañidera el presidente de los empresarios, don Jorge Alessandri.
Se ha demostrado hasta la saciedad que no hay ni ha habido tal obstrucción de parte del Senado. La majadería con que se repite la acusación no consigue transformar la mentira en verdad.
No deseo prolongar mis observaciones refiriéndome a la amplísima documentación que nos ha proporcionado la Oficina de Informaciones del Senado, en la cual se rebate con hechos, cifras y antecedentes absolutamente fidedignos, que la acusación lanzada contra el Senado carece por completo de veracidad. En efecto, los proyectos que el Gobierno ha sometido a la consideración del Congreso, con interés real y sincero de que fueran despachados pronto, lo han sido efectivamente y aun en un plazo más breve que en la Cámara de Diputados, donde el Gobierno, como todos sabemos, campea sin contrapeso.
Si ha existido retraso en algunas iniciativa, la culpa recae en el propio Presidente de la República, que no los ha incluido en la convocatoria a la legislatura extraordinaria, ni ha hecho presente la urgencia o la ha retirado; pero, sobre todo, no ha dado prioridad a aquellas materias para cuyo despacho, obviamente, hay mayoría democrática en el Parlamento nacional, como por ejemplo una verdadera reforma del sistema tributario, la llamada reforma bancaria y otras que encontrarían evidentemente en esta Sala y en la Cámara de Diputados amplio ambiente para ser aprobadas en plazo breve. Por lo demás, hablar del Senado como una entidad homogénea es una superficialidad manifiesta. En el Senado actúan partidos políticos que representan distintas clases sociales y tienen intereses antagónicos. Los Senadores de Derecha, defendiendo sus conveniencias, votan en contra de los intereses populares. Los Senadores de Izquierda, en cumplimiento de su mandato, apoyan e impulsan toda medida favorable a los trabajadores.
Los Senadores del FRAP hemos repudiado los convenios del cobre, las leyes normativas, las nuevas franquicias a la Compañía de Acero del Pacífico, la Promoción Popular, la persecución a los empleados públicos y, en cambio, hemos prestado nuestros votos para la reforma agraria y la reforma del derecho de propiedad, que desgraciadamente fueron mutilados por el maridaje del Partido Demócrata Cristiano con la Derecha en esta Sala. Hemos dado también nuestros sufragios para muchos otros proyectos que de algún modo han sido convenientes a los intereses populares.
La acusación que se formula contra el Senado tiene, sin embargo, una brizna de verdad, en cuanto representa una confesión de que el programa de que tanto hablan el Presidente y la Democracia Cristiana se halla empantanado.
No es el Senado el que ata al Presidente de la República para impedirle el cumplimiento de su programa. El Presidente ata sus manos al imperialismo y la oligarquía, que se preparan para arrebatarle hasta el alma y arrancarle toda clase de medidas convenientes a sus intereses. Es el mismo señor Frei quien se ha amarrado al realizar una política predominantemente regresiva, contraria al interés del pueblo y la nación.
Pero los ataques de la Democracia Cristiana no se dirigen sólo contra el Senado, sino también contra los partidos de Izquierda, en particular el nuestro. En su propaganda se habla de un contubernio derechista-comunista, que estaría empecinado en obstruir la marcha del Gobierno, y lo mismo sostuvo recientemente el Honorable señor Aylwin. Tal contubernio existe sólo en la imaginación de quienes tratan de denigrar al Partido Comunista y a los demás partidos de Izquierda, para presentarlos como partidos que abandonan sus principios y sus convicciones revolucionarias.
En cambio, un contubernio verdadero ha existido y existe entre la Democracia Cristiana y la Derecha. Ya se unieron para las elecciones presidenciales de 1964, para aprobar los convenios del cobre, para desmejorar el proyecto de reforma agraria y para otras actitudes antipopulares.
La tendencia a atacar al Partido Comunista obedece, pues, a un retorno a las viejas posiciones del anticomunismo más rabioso, que está destinado a encubrir la ineptitud gubernativa y a buscar un mayor acercamiento al imperialismo y la oligarquía, poniendo en peligro las instituciones democráticas.
El Partido Comunista ha sido y será siempre el adversario más tenaz e irreconciliable de la reacción y por ello ha sufrido siempre sus agresiones, y en la actualidad las recibimos del Partido Nacional y también de los reaccionarios que se anidan tanto en el Gobierno como en las altas cumbres del Partido Demócrata Cristiano.
Estos son hechos irrefutables, que el país conoce suficientemente. La difamación inescrupulosa de que somos víctimas no podrá modificar, pues, este, realidad histórica.
Pasaremos ahora a examinar sucintamente el informe de la Comisión Especial de Reforma Constitucional.
En primer lugar, declaramos que los Senadores comunistas votaremos favorablemente la idea de legislar. Además, apoyaremos el artículo 1º sustitutivo propuesto por la Comisión, que rechazó, por consiguiente, el artículo 1º del proyecto del
Ejecutivo, que tiene por objeto establecer como facultad permanente del Presidente de la República la de disolver el Parlamento una vez durante su mandato.
¿Es original el señor Frei al proponer esta reforma? ¿Tiende ella a modernizar las instituciones? ¿Es una medida progresista? Nada de eso. Tal disposición reproduce una iniciativa del ex PresidenteJorge Alessandri para convertir al Presidente de la República en una especie de monarca y transformar al Congreso en un cuerpo degradado y servil, que viviría bajo la amenaza de la disolución. Oportunamente en la Cámara de Diputados nuestro partido y también el Demócrata Cristiano se opusieron a este proyecto, que hoy es resucitado sin ningún recato.
Por otra parte, esta norma, propia del sistema parlamentario, constituye un injerto en el sistema presidencial vigente y no tiene justificación de ninguna especie.
Aprobaremos, sí, la indicación de nuestros compañeros del Partido Socialista que reduce a tres años el mandato de los Diputados y a seis el de los Senadores. Consideramos conveniente que en su oportunidad coincidan las elecciones de Presidente de la República con las de parlamentarios, a fin de evitar la falta de sincronización que ha venido ocurriendo en los últimos tiempos, con las perturbaciones políticas que todos conocemos. De este asunto se ha hablado extensamente en esta Corporación y no deseo insistir al respecto.
En lo que toca al artículo 2° propuesto por la Comisión, nuestro pronunciamiento será negativo.
Mantenemos nuestra posición favorable al artículo 2º del proyecto del Ejecutivo en orden a disolver el Congreso actual y convocar a nuevas elecciones. Reclamamos el derecho a que la consulta popular esté revestida de garantías que permitan asegurar siquiera en alguna medida la manifestación genuina de la voluntad popular y, asimismo, proponemos acortar los plazos para proceder a la renovación del Par lamento, porque estamos convencidos de que la prolongación de esta situación incierta favorece exclusivamente a los sectores reaccionarios é incluso alienta la esperanza de los grupos golpistas.
Señor Presidente, el Ejecutivo ha definido la crisis actual como simplemente institucional, limitándola a una pugna entre el Presidente de la República y el Senado. Este es un planteamiento pueril y simplista.
Hace tiempo que el país ha adquirido tal madurez, que no se le puede entretener con afirmaciones tan inconsistentes. Los grandes combates de nuestro pueblo han sido librados precisamente sobre la base de que la misión de las fuerzas democráticas y progresistas de Chile consiste en dar solución a la crisis profunda que afecta al sistema económico, político y social de la nación.
Es cierto que hay crisis institucional, pero ella es sólo una parte del problema.
No hay duda de que es necesario resolver la crisis de las instituciones, es decir, realizar el remozamiento y la transformación general de la superestructura institucional, añeja y retardataria, que frena el desarrollo del país y las posibilidades de bienestar del pueblo.
Y para ello somos partidarios, como lo ha dicho el secretario general de nuestro partido, de ir mucho más allá. Es indispensable reformar de arriba a abajo los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y las Municipalidades, poner al día los Códigos, ampliar la base democrática del sistema electoral, fortalecer las garantías individuales y dictar una nueva Constitución Política.
El programa de nuestro partido dice: "La clase obrera y las masas populares son las fuerzas, que luchan consecuentemente por las libertades públicas. La revolución anti-imperialista supone un proceso profundo de democratización. La democratización en todos los frentes es la clave para desatar ampliamente las fuerzas creadoras del pueblo y para garantizar el cumplimiento de las tareas de liberación nacional".
Con esta perspectiva, apoyamos la disposición contenida en el informe de la comisión encaminada a la elección de una Asamblea Constituyente que tenga a su cargo la aprobación de una nueva Carta Fundamental que establezca una democracia social y popular fundada en la independencia política, la emancipación y la justicia social.
Estamos persuadidos de que no hay guía mejor que el pueblo para trazarse su propio destino. Pero, al mismo tiempo, sostenemos que la crisis de fondo, el problema medular, es de orden político.
Todo depende de qué clase social ejerce el poder y en favor de quién lo hace. La alternativa de poder está planteada en esta etapa del proceso histórico entre las fuerzas que buscan el avance y el progreso y las que desean perpetuar la denominación de un puñado de magnates sobre el conjunto de la nación, entre las fuerzas revolucionarias y las fuerzas regresivas.
La consigna de que "el Gobierno del pueblo comienza con Frei", tan pregonada durante la campaña presidencial de 1964, se ha evidenciado falsa, no ha tenido realidad. El pueblo no tiene aún su Gobierno.
La consigna "revolución en libertad" es un concepto mixtificado que, bajo la engañosa palabra "libertad", disimula las relaciones capitalistas de dominio y explotación; oculta a la Anaconda, al Banco de Chile, a la oligarquía.
Se trata, por consiguiente, de aunar fuerzas en torno a la clase obrera, a los partidos del Frente de Acción Popular y a todas las demás fuerzas democráticas del país, a fin de impulsar los cambios de fondo y asegurar la conquista de un Gobierno verdaderamente popular, nacional y democrático, de un Gobierno revolucionario de verdad.
Terminaré mis palabras dando lectura en forma textual a un documento emanado de la comisión política de mi partido, dado a la publicidad hace pocos momentos. Dice así:
"Es un hecho que el proyecto de reforma constitucional, en cuanto a la renovación del actual Parlamento, está virtual mente rechazado en esta oportunidad, debido a que los Partidos Nacional y Demócrata Cristiano, comprometidos a apoyarlo, tienen pareados a varios de sus Senadores.
"El Partido Comunista estima absolutamente grave la actitud de las direcciones de estos Partidos que en verdadero contubernio asumen una conducta que linda en el engaño al país. De esta manera y en el hecho, la reforma sólo aparece como una bandera de propaganda del Gobierno y del Partido Demócrata Cristiano con vista a las elecciones municipales a fin de desviar la atención de las masas respecto de los problemas más acuciantes y de los verdaderos enemigos del pueblo.
"En la Cámara de Diputados los dieciocho representantes comunistas votaron a favor de la reforma, mientras los Diputados nacionales y democratacristianos no concurrieron con todos sus efectivos..
"En el Senado, los cinco representantes comunistas, ninguno de ellos pareado, han estado siempre dispuestos a votar el proyecto de reforma en su aspecto sustancial que es la renovación del actual Congreso. Y cualquiera que sea el resultado de la votación, mantendrán esta actitud.
"Al mismo tiempo y en vista del inminente rechazo de la idea de renovar los mandatos de los Senadores y Diputados en ejercicio el Partido Comunista declara que está dispuesto a considerar otras alternativas siempre y cuando permitan, aunque sea en alguna medida," darle una salida democrática a la crisis.
"De todas las alternativas propuestas, el Partido Comunista considera que la mejor es la convocatoria a una Asamblea Popular Constituyente propuesta por el
Senador socialista señor Ampuero. En la oportunidad en que el Senador Ampuero la dio a conocer en el Senado, el Presidente de la Democracia Cristiana, señor Patricio Aylwin, dijo que la consideraba interesante y que contaba con las simpatías de su Partido. Si es así, no vemos inconveniente sustancial para que se pudiera llegar a un acuerdo sobre la materia.
"En la relación con la idea del plebiscito, el Partido Comunista declara que, aunque no es de su agrado, se halla dispuesto a considerar favorablemente, dependiendo su actitud definitiva de los términos concretos en que pudiera convenirse.
"Al formular esta declaración, el Partido Comunista reafirma su más íntimo convencimiento en el sentido de que la crisis que vive Chile no es sólo institucional, sino también y fundamentalmente económica y social, derivada principalmente del hecho de que no se aplica una política concordante con los intereses y los anhelos del pueblo.
"Por esta razón, llama una vez más a la clase obrera y a las masas populares a reforzar sus organizaciones y sus luchas y a exigir que se acelere la reforma agraria, que se ponga término a las alzas, que se atiendan las reivindicaciones económicas de obreros y empleados, que se promulgue de inmediato la ley de sindicalización campesina, que se ponga en práctica un efectivo plan de construcción de viviendas, que, en fin, se realice una política anti-oligárquica y antiimperialista que de verdad abra camino a los cambios."
El señor JARAMILLO LYON.-
Señor Presidente, Honorables Senadores:
Intervengo en este debate en mi condición de miembro integrante de la Comisión de Reformas Constitucionales. Mi partido, el Nacional, ha dado a conocer por la prensa sus puntos de vista sobre la materia en debate, y seguramente otro Senador de esta colectividad fijará dicha posición.
El hecho de formar parte de una agrupación política ampliamente democrática me permite, en este confrontamiento de ideas, expresar mi criterio disímil, lo que, sin lugar a dudas, enaltece nuestra convivencia ciudadana, a la vez que está significando el respeto que nos merecen las opiniones de todos.
En esta ocasión, se trata de analizar el proyecto de reforma constitucional enviado al Congreso por Su Excelencia el Presidente de la República, y cuya finalidad es dar al Jefe del Estado la facultad de disolver el Parlamento una vez en cada período presidencial, y, al mismo tiempo, proceder a la disolución del actual Congreso.
En mi concepto, el espíritu de esta iniciativa no es otro que permitir al Ejecutivo acaparar la suma del Poder, lo que, a mi juicio, constituye la negación de la democracia, puesto que ella se funda en el equilibrio y armonía que deben existir entre los Poderes Públicos y, por sobre todo¡ en el respeto debido a las minorías.
A simple vista, el proyecto en debate, más que como la concepción de un estadista, aparece como el desafío de un político a sus actuales adversarios. Y no podría ser de otra manera.
Hace dos días, en el deseo de informarnos en profundidad acerca de tan delicada materia, los integrantes de la Comisión de Reformas Constitucionales solicitamos la colaboración de los más distinguidos catedráticos de Derecho Constitucional. A esa cita de honor sólo concurrió, con la versación que le es característica, el distinguido profesor don Jorge Guzmán Dinator, a quien rindo, en este instante, el homenaje de mi reconocimiento por su sentido democrático y por su cabal concepto del cumplimiento del deber.
Debo hacer constar que, a petición nuestra, fueron invitados también otros destacados profesores, quienes, por diversas razones, se excusaron de prestarnos su inapreciable colaboración. Entre ellos se cuenta el distinguido jurista don Alejandro Silva Bascuñán, antiguo catedrático de Derecho Público y, según tengo entendido, miembro destacado de la Democracia Cristiana. El señor Silva Bascuñán se excusó de participar en esos debates, aduciendo que no le era posible ir a la Comisión a plantear, sin el debido estudio, una materia de tanta importancia y trascendencia.
¡Y cosa curiosa! El actual Gobierno ni siquiera había planteado la posibilidad de facultar al Ejecutivo para disolver el Congreso en el proyecto de reforma constitucional que envió para nuestro conocimiento a poco de instalarse en el Poder, en noviembre de 1965. No obstante, dos días después de que el Senado, en uso de legítimas atribuciones, denegó al Jefe del Estado el permiso para viajar a Estados Unidos de Norteamérica, el Ejecutivo, en un acto que, a mi juicio, corresponde más a una actitud irreflexiva y pasional, nos hizo llegar esta iniciativa.
Dejo de manifiesto, en consecuencia, el claro distingo entre las actitudes de un maestro que ejerce con responsabilidad su cátedra y la de un gobernante que, a despecho de su obligación de ser aún mucho más cauteloso en atención a las responsabilidades inherentes a su cargo, se deja arrastrar por sentimientos que no se avienen con su investidura, ni muchísimo menos con la tranquilidad de espíritu que debe tener un ciudadano en cuyas manos el pueblo ha depositado su confianza.
No es mi deseo, en esta ocasión, entrar a calificar intenciones, pero estimo que quizás este proyecto de reforma constitucional corresponde más bien al deseo del actual Gobierno de tender una cortina de humo destinada a encubrir los múltiples y reiterados desaciertos de su Administración. De ese modo, pretende trasladar su responsabilidad a otros organismos ajenos al Ejecutivo, particularmente al Senado de la República, y busca distraer la atención de la opinión pública, orientándola hacia problemas contingentes y pasajeros, en vez de estar preocupado por los grandes y permanentes problemas nacionales que inquietan y agobian día a día a la nación.
Una simple mirada a la realidad actual nos obliga a concluir, si queremos ser justos y objetivos, que no existe ninguna proporcionalidad entre el reajuste otorgado al sector público por demás exiguo y discriminatorio y el alza del costo de la vida. Como consecuencia de ello, se ha lanzado a quienes viven de un sueldo o de un salario a la más terrible desesperación.
Tampoco es secreto para nadie, y lo hemos podido apreciar en forma más elocuente este año, el fracaso del bullado plan educacional. Quienes ostentamos un cargo de representación popular, hemos podido formarnos conciencia más directamente de la angustia de la juventud, sobre todo en lo que dice relación al ingreso a las universidades. Se sustituyó el bachillerato, lo que fue señalado como gran conquista para esa juventud, por lo que se dio en llamar las pruebas académicas; y éstas no cabe más que reconocerlo, no han contribuido sino a estrechar todavía más el acceso a los planteles universitarios, en términos tales que hoy suenan a sarcasmo las encendidas palabras que el señor Frei, durante su pasada campaña, pronunció en todos los ámbitos de la República, para hacer presente su buen deseo de que las puertas de las universidades estuvieran abiertas ¡muy abiertas!, decía el Jefe del Estado en esa época, no sólo para un grupo de privilegiados, sino para todos los chilenos, a fin de que por ellas pudieran entrar, con dignidad y facilidad, los hijos de los sectores menos pudientes de nuestra colectividad nacional.
El plan habitacional de que se nos habló durante la pasada campaña de 1964 no ha tenido tampoco el éxito que tanto se propala. Ese programa de 360 mil casas en el sexenio sólo podrá servir como un pintoresco recuerdo para quien, en lo futuro, se dedique a hacer una crónica satírica de lo que son las promesas electorales incumplidas. Sabemos que no son más de 20 mil casas, y de bastante mala calidad, las que se han levantado en cada uno de estos dos años del Gobierno de la revolución en libertad.
Hasta el instante, el Ejecutivo no ha podido mostrar ninguna realización que valga la pena, y las escasas inauguraciones a que ha asistido el Jefe del Estado, con la orquestación y el bombo que parecen tan de su agrado, no corresponden a otra cosa que a la finalización de obras importantes, planificadas, financiadas y ejecutadas durante la pasada Administración del señor Alessandri.
A este respecto, es demostrativo consignar que, hace pocos días, un importante organismo de la construcción afirmó que en la actualidad existen en el país más de 38 millones de pulgadas de madera que no encuentran destino, lo que prueba la paralización en que se encuentra esta actividad.
Mucho se nos habló, por parte del Gobierno, de que para sacar la economía del país de la postración en que, según la Democracia Cristiana, la encontró, era necesario disponer de una "viga maestra". Estos caballeros son aficionados a los nombres rumbosos. La iniciativa correspondiente consistía en autorizar al Ejecutivo para suscribir importantes convenios respecto de la producción del cobre chileno. Recuerdo perfectamente que tan primordial legislación, que contó con nuestros votos los del Partido Nacional y fue objeto en el Senado de un análisis responsable que se prolongó durante cerca de cuatro meses, sirvió para que el Gobierno tocara a rebato las campanas y hablara de la obstrucción que este cuerpo legislativo hacía al proyecto, al no despacharlo con la celeridad que deseaba el Presidente de la República. Incluso, se sacaban cuentas acerca del monto de la pérdida para el erario por cada día de retardo. Repito que el Senado demoró apenas cuatro meses en despachar el proyecto, y, sin embargo, a pesar de que hace ya más de un año que el Congreso despachó íntegramente la iniciativa, los convenios más importantes, con la Anaconda y la Kennecott, aún no se suscriben. Quiero recordar aquí que se dijo a la opinión pública que dichos convenios estaban perfectamente estudiados y absolutamente afinados. En mi concepto, el retardo en que incurre el Ejecutivo debe ser gratuito, porque nunca más el Gobierno ha vuelto a sacar cuentas sobre el costo de cada día de atraso.
Se ha preferido anestesiar a la opinión pública con el opio del engaño. En efecto, el país tuvo ocasión de comprobar ese grandioso "show" organizado en Rancagua el 2 de octubre último, con el cual se pretendió hacernos creer incluso se llevó, para la ocasión, la mesa del Director Supremo O'Higgins que se estaba firmando en definitiva el convenio con la Kennecott, lo que no pasa de ser sino un infundio más, destinado a confundir a la opinión nacional, al pueblo, a ese pueblo en cuyo nombre tanto se habla, pero que tan pocas realizaciones puede comprobar hasta el momento y al que no se ofrece otra posibilidad que la represión brutal como ocurrió en el mineral de El Salvador, cuando no obedece sumiso al dictado gobiernista.
En materia agraria, pese a todas las declaraciones que se hacen, la conducta del Gobierno no ha sido más afortunada. No haré, en esta oportunidad, la defensa de] vapuleado empresario agrícola, que. vive permanentemente bajo el peso de la CORA. Sólo me basta señalar, a modo de ejemplo, la descabellada actitud del Ejecutivo para encarar uno de los rubros de alguna importancia dentro de la agricultura nacional: las papas. En efecto, después de realizar toda una campaña, aparentemente responsable, por medio del Departamento Agrícola del Banco del Estado, a fin de que los productores se embarcaran en la siembra de determinada calidad de este tubérculo, se prefirió abarrotar el mercado con un producto extranjero de alto costo para el erario, con plagas aún desconocidas en nuestro país y de una calidad tan extraordinariamente mala que, en estos días, la prensa ha dado cuenta de que el organismo encargado de la importancia, la ECA, ha debido botar importantes partidas en los basurales contiguos a la capital.
Esta manera de proceder ha perjudicado a la economía nacional y significado importante sangría de dólares; se ha perjudicado al consumidor, al obligarlo a adquirir un producto enfermo y de pésima calidad, y se ha liquidado al productor, agrícola que creyó, de buena fe, en las promesas del Banco del Estado y que ahora está resuelto a perder su producción por no tener un precio siquiera remunerativo.
Muchos aspectos sobre los fracasos del Gobierno podrían señalar en esta ocasión; pero necesitaría disponer de horas para analizarlos uno a uno. Básteme mencionar la fantasmagoría con que se iniciaron las faenas de construcción del túnel de Lo Prado, en la cuesta del mismo nombre, y también otro paso de comedia cómica que se llevó a efecto en Rancagua cuando connotados personeros de Gobierno acudieron a esa localidad a decir que se pondría en marcha, hace ya mucho más de un año, la industria SAMAFA en los edificios que en esa ciudad se llaman la ex CORFIAT.
El Partido Nacional aceptó gustoso el desafío lanzado desde los balcones de La Moneda por el Jefe del Estado, pues tiene conciencia de la ninguna proporción existente en la actual representación parlamentaria. Nuestra colectividad política, que en los pasados comicios obtuvo el 13% del electorado, apenas cubre 6,1% de los asientos de la Cámara de Diputados. Contrariamente, el partido único de Gobierno, con 42% del electorado nacional, ocupa 55% de las bancas de esa Cámara.
Estos guarismos demuestran, a simple vista, la necesidad de plantear una verdadera posición electoral. Sin embargo, deseo ser franco: una elección debe darse no sólo con la fe que inspira la verdad de los postulados que informan determinada doctrina política. Es necesario, además, tener confianza en que las reglas del juego democrático serán respetadas; y, en esta materia, no podemos hacernos ilusiones con relación a la prescindencia electoral del Gobierno.
Personalmente, desconfío de la forma de proceder de este Gobierno y de sus más altos personeros. En la actualidad existe una máquina infernal de intervención manejada desde La Moneda, destinada exclusivamente a aherrojar la libertad de pensar y de actuar de la inmensa mayoría de los chilenos. Básteme señalar que los gastos reservados de la Subsecretaría del Interior, que en el último año del Gobierno del señor Alessandri alcanzaron a la suma cumbre de E9 5.000, alcanzan hoy, para ese mismo servicio y con igual denominación, a la cuantiosa cifra de 10 millones de escudos, que se utilizan con fines inconfesables.
El Banco del Estado se ha transformado, en esta Administración, en hijuela pagadora de servicios a aquellos que estén dispuestos a cantar loas a la Democracia Cristiana. Allí están, para la vergüenza del país, las oscuras maniobras que dieron lugar al bullado escándalo de SOPE SUR, y que no tenían otra finalidad que silenciar a la prensa de Oposición. Allí están los ocho o nueve millones de escudos prestados a La Cartuja, de propiedad de don Luis Pubill, pariente muy cercano de un consejero muy influyente de esa institución crediticia.
Ahora se está hablando de una operación triangular. Pareciera que todo ese descabellado negocio del señor Pubill será transferido a una sociedad que se dedica al negocio de ferias. Hay algunos suspicaces por allí que dicen que la ECA, organismo de Gobierno, tomará el control sobre determinada feria. Los comentarios huelgan. ¿ Quién será el que pagará estos platos rotos?
Y mientras se dilapidan importantes rubros del crédito público, se persigue y arrincona a hombres responsables, de trabajo, que creen todavía, ingenuamente, en la libertad y en la democracia en el país, y piensan que pueden llegar a golpear las puertas de aquel Banco con la frente muy en alto, sin necesidad de ponerse de rodillas y sin más antecedente que haber cumplido siempre con honestidad sus obligaciones y estar contribuyendo en forma honorable al progreso de la producción nacional.
Me hace también desconfiar de la libertad electoral el abusivo veto que el Ejecutivo se permitió enviar al Congreso respecto del artículo 160 de la última ley de reajustes, de cuyo contexto fluye forzosamente no es necesario ser muy imaginativo para llegar a esa conclusión la voluntad de sojuzgar políticamente al funcionario público que no esté dispuesto a cantar, durante las veinticuatro horas del día, que "brilla el sol", aun cuando nos encontremos en la noche más oscura y tormentosa.
Por otro lado, frente a la majadera cadena radial que diariamente aguijonea nuestros oídos sin permitirnos sintonizar otra radio, algunos días tenía la oportunidad de satisfacer las inquietudes de mi espíritu escuchando la voz valiente, el pensamiento claro y la actitud sin dobleces de ese gran político que es don Santiago La barca. Por razones injustificadas y que a nadie convencen, la palabra de este gran valor chileno ha sido amordazada en los espacios de Radio Minería. Es admisible pensar, entonces, que si hoy es Santiago Labarca, mañana, en la pendiente a que nos empuja el Gobierno, estaremos todos los que, con espíritu libre, sin prejuicios ni consignas acuñadas por los planifica dores de La Moneda, nos atrevamos a analizar, con tranquilidad y patriotismo, el devenir de nuestro país.
Tampoco puedo tener confianza en un Gobierno que intenta hacernos comulgar con ruedas de carreta. El mismo día en que, para dar la apariencia de libertad y prescindencia electoral, se sostuvo por la prensa que habían terminado las cadenas radiales, el Presidente de la Democracia Cristiana, Senador señor Patricio Aylwin, se dirigió al país por una cadena de 28 emisoras. No deseo ser mal pensado, pero conozco exactamente el costo del minuto en las más modestas radioemisoras de provincia. ¡Imagino a cuánto habrá de llegar en las grandes "broadcastings" capitalinas! Se me dirá, posiblemente, que todo esto se hace con el aporte de la mili tancia del partido de Gobierno. Pero yo también fui parlamentario de Gobierno, y no hace de ello cuatrocientos años. Lo fui sólo ayer, y conocí personalmente, muy de cerca, las extraordinarias limitaciones económicas que sufrían las colectividades políticas que apoyaron la gestión de don Jorge Alessandri. Me pregunto, por eso, dónde está la varita de virtud que permite tan amplísima generosidad a los bolsillos de los actuales militantes del partido único de Gobierno.
Por todas estas afirmaciones, que formulo con responsabilidad, reitero la ninguna confianza que me asiste en cuanto a que este Gobierno, en las actuales circunstancias, esté realmente dispuesto a afrontar un acto electoral en un ambiente de libertad y prescindiendo de toda intervención.
No me cabe la menor duda de que el proyecto que actualmente discutimos tampoco permitiría resolver el pseudo-problema institucional planteado por el Gobierno. Lo califico así, porque el problema en cuestión es absolutamente ficticio, pues, según informaciones responsables de la Secretaría del Senado, ningún proyecto del Ejecutivo ha sido rechazado por esta Corporación; y la no aprobación de otros, de lo cual tanto se queja el Ejecutivo, se debe exclusivamente a su desidia e incapacidad, a que no ha sabido manejar ni coordinar el sistema de las urgencias y, en no pocos casos, a que esos proyectos ni siquiera han sido incluidos en la convocatoria a la actual legislatura extraordinaria. Y si el Ejecutivo se lamenta por carecer del plebiscito, ¿por qué, así como ahora, no sólo ha usado, sino abusado de la urgencia constitucional en circunstancias en que el Senado ya había acordado receso y en un momento de desbordes pasionales, no hizo presente esa misma urgencia, responsablemente, para el proyecto de reforma constitucional que envió al Congreso al comienzo de su período, si en verdad lo creyó necesario para un mejor entendimiento entre los Poderes Públicos del Estado?
El señor AYLWIN.-
¿Me permite una interrupción, Honorable colega?
El señor JARAMILLO LYON.-
Cómo no, señor Senador, siempre que sea con cargo al tiempo de Su Señoría.
El señor AYLWIN.-
Es un hecho que todo el país conoce y que ningún Senador puede ignorar, que cuando el Gobierno y el Partido Demócrata Cristiano plantearon la posibilidad de declarar la urgencia para la tramitación del proyecto grande de reforma constitucional, recién llegado de la Cámara, iniciativa de ley que contiene enmiendas a numerosos preceptos de la Carta Fundamental, aquí en la Sala, y previamente en la Comisión Especial respectiva, se planteó, por miembros de la Oposición recuerdo exactamente que por los Honorables señores Bulnes y Ampuero, que no aceptarían tramitar el proyecto bajo una urgencia que, en el hecho, impedía un estudio serio, razonado y profundo, como es necesario tratándose de esa reforma constitucional, y que si se los abocaba a tramitar el proyecto con urgencia, aunque el Gobierno tomara el compromiso de renovar la declaratoria respectiva para prolongar el plazo en forma razonable, ellos rechazarían en general el proyecto.
Ese fue un hecho público y notorio. En consecuencia, resulta paradójico y de mal gusto que el Honorable señor Jaramillo venga a representar aquí el hecho de que no se haya pedido tal urgencia.
El señor AMPUERO.-
¿Me permite, Honorable colega?
El señor JARAMILLO LYON.-
Responderé las observaciones del Honorable señor Aylwin y, en seguida, con todo gusto concederé la interrupción que me solicitaba Su Señoría.
Ante lo aseverado por el Honorable señor Aylwin, Presidente de la Democracia Cristiana, quiero decirle que estimo infantil la excusa que nos trae al Senado. Lógicamente, el Honorable señor Bulnes Sanfuentes me merece toda suerte de consideraciones y de respeto. Es mi correligionario. En cambio, constituye novedad para mí imponerme de que para la Democracia Cristiana la voz del Honorable señor Bulnes Sanfuentes mal que mal, no representa sino a cinco Senadores, y obsoletos, al decir de la Democracia Cristiana es tan paralizante como para que el Gobierno no se haya atrevido siquiera a plantear la urgencia frente a un proyecto de la naturaleza del señalado.
Pero no nos engañemos con frases más o con frases menos. Todos sabemos que cuando se inicia un proyecto, éste contiene la clara idea de legislar sobre determinada materia. En el debate parlamentario, la idea matriz puede sufrir modificaciones. El Partido Nacional, por boca del Honorable señor Bulnes Sanfuentes, expuso su desacuerdo con la idea del plebiscito en los términos en que lo planteaba el Gobierno. Con todo, nosotros, como personas razonables, estamos en condiciones de llegar a un acuerdo. Si se plantea el proyecto de reforma constitucional y se abre debate sobre el mismo, es probable alcanzar una solución adecuada. Por eso, sin pecar de apasionado, insisto en el cargo que formulé a la Democracia Cristiana en el sentido de no haber planteado oportunamente la urgencia para el proyecto que llaman grande, relacionado con reformas constitucionales.
Con todo agrado, concedo al Honorable señor Ampuero la interrupción solicitada.
El señor AMPUERO.-
En verdad, lo que acabamos de oír al Honorable señor Aylwin incita a una réplica. Por último, estamos razonando como adultos, y es de esperar que nuestras palabras sean analizadas por personas que están perfectamente conscientes de su contenido. En efecto, cuando llegó desde la Cámara de Diputados la reforma constitucional grande, según se ha dado en llamarla, advertimos que, en conjunto, comprendía alrededor de setenta modificaciones a otros tantos artículos de la Constitución Política del Estado, la que tiene poco más de ciento. Yo diría, sin temor a equivocarme, que las dos terceras partes del texto de la Carta Fundamental están sometidas a revisión con arreglo al proyecto de la Cámara. Lo que el Honorable señor Aylwin debería analizar es si en estas condiciones es lógico o si, al contrario, no lo es, si es sensato o no lo es, exigir que el estudio de un proyecto de ese volumen se haga dentro de un término prudencial o en los veinte días que debería ser el plazo para despacharlo en caso de declararse la urgencia y ésta fuese la de grado menos apremiante. Ello me parece de importancia.
Pienso que habría sido irresponsabilidad o insensatez que el Senado se hubiera comprometido a despachar en ese término una reforma constitucional de esa envergadura, que importa no solamente transformaciones más o menos inocuas del texto, sino que también implica discusiones doctrinales sobre temas en que hay teorías del todo divergentes para enfocar el derecho público chileno y su posible revisión.
Por lo demás, reclamamos particularmente yo, y lo hago, desde luego, a título personal haber patrocinado aquí al menos dos iniciativas que han sido perdón por la falta de modestia las más eficaces para poner en marcha reformas urgentes. La primera consistió en el llamado desglose de la reforma al artículo 10, N9 10, de la Constitución Política del Estado, que obedeció a indicación de los Senadores del FRAP, duramente resistida por el Partido Demócrata Cristiano, circunstancia que colocó al borde de la expulsión al miembro de la Comisión de esa colectividad, don Benjamín Prado, y que determinó un hecho del cual deberían estar agradecidos los Senadores de Gobierno: que la reforma constitucional relativa al derecho de propiedad se promulgara con anterioridad a la reforma agraria, pues de otro modo esta última no habría podido ser aplicada.
En segundo lugar, fuimos también los Senadores de estas bancas quienes propusimos la formación de una Comisión Especial de Reformas Constitucionales. Personalmente defendí el derecho de la Democracia Cristiana a retener en sus manos la presidencia de esa Comisión, y es bien sabido que quien puede determinar el ritmo de trabajo es el Senador que desempeña ese cargo, en este caso un militante de la Democracia Cristiana.
De modo, entonces, que hemos comprobado hasta la saciedad nuestro propósito, no sólo de no obstruir, sino de acelerar las reformas constitucionales. Más aún, somos los únicos que hemos propuesto los mecanismos eficaces para que ellas prosperaran. Distinto es estar dispuestos a legislar respecto de las reformas constitucionales con una picana sobre las espaldas, si se me perdona la expresión. Eso no lo aceptamos, pues estamos aquí cumpliendo responsablemente nuestra misión.
Aparte estos hechos, el Gobierno pudo haber acogido otros consejos dados aquí en cuanto a desglosar otras materias y darles reducidas ya en su magnitud y volumen la celeridad que puede permitirse con el mecanismo de las urgencias. Tampoco lo ha hecho.
De modo que, a mi juicio, la aclaración formulada por el Honorable señor Aylwin queda absolutamente descalificada, conociendo los hechos en la forma como han acontecido.
El señor AYLWIN.-
¿Me permite una interrupción, Honorable señor Jaramillo?
El señor JARAMILLO LYON.-
Siempre que sea con cargo a su tiempo, con mucho gusto.
El señor AYLWIN.-
La observación del Honorable señor Ampuero confirma lo que acabo de decir: los miembros de la Comisión Especial de Reformas Constitucionales expresaron su rechazo terminante, reiterado recientemente por Su Señoría, a trabajar en el proyecto respectivo bajo el trámite de urgencia, el cual aparecía ante ellos como una picana que los estuviera empujando...
El señor AMPUERO.-
Respecto de esas reformas.
El señor AYLWIN.-
Con relación a ellas, aun cuando en la oportunidad en que tal situación se hizo presente, los Senadores de Gobierno plantearon la posibilidad de convenir un plazo y renovar sucesivamente el trámite de urgencia.
El señor AMPUERO.-
¡Eso habría sido indigno!
El señor AYLWIN.-
En esas circunstancias, queda en pie que la mayoría del Senado consideraba indigno trabajar en esas reformas constitucionales bajo el trámite de urgencia.
El señor AMPUERO.-
¡Sus Señorías también. . . !
El señor AYLWIN.-
Por ello, resulta injusto el cargo del Honorable señor Jaramillo de achacar al Gobierno y a la Democracia Cristiana no declarar la urgencia para ese proyecto. No se ha hecho presente tal trámite por respeto y consideración a la opinión, criterio y puntos de vista planteados por los Senadores de Oposición.
El señor AMPUERO.-
¡Tinterilladas!
El señor JARAMILLO LYON.-
Pareciera ello reafirma mi convencimiento en orden a que el Gobierno está dispuesto a realizar una tremenda intervención que el Ejecutivo, al juzgar esta materia, sólo se hubiera planteado la posibilidad de que la Democracia Cristiana obtendrá un holgado triunfo electoral en los próximos comicios. No se explica de otra manera la actitud que asumió en la Comisión de Reformas Constitucionales el señor Ministro de Justicia. Allí analizamos todas las posibilidades que podrían sobrevenir de este acto electoral, y quedó de manifiesto que la única solución prevista consistiría en que triunfase la Democracia Cristiana. Planteada una eventual derrota de esa colectividad política, lo que no le dejaría otro camino que buscar una integración con otras fuerzas políticas, el Honorable señor Durán y yo, conocedores de la prepotencia con que procede el partido de Gobierno y de la arrogancia de sus actitudes, preguntamos al señor Ministro qué sucedería si la Oposición triunfante se negara a formar un bloque con la Democracia Cristiana. ¡Y, admírese el Senado! El señor Ministro, en una frase digna de ser esculpida en el mármol o acuñada en el bronce para ser juzgada por la posteridad, replicó, con toda simpleza: "Ahí se verá".
El señor ALTAMIRANO.-
¿Tiene ahora otra respuesta el señor Ministro, distinta de la que dio en la Comisión?
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
No fue ésa mi total respuesta; por lo demás, el asunto ya fue aclarado por el Honorable señor Aylwin.
¡Su Señoría está mal informado!
El señor JARAMILLO.-
No he concedido interrupciones al señor Ministro.
Ruego a la Mesa hacer respetar mi derecho.
El señor AYLWIN.-
¡Si quien interrumpió fue el Honorable señor Altamirano!
El señor JARAMILLO LYON.-
Queda, entonces, de manifiesto que, o funciona la exacción electoral que pretende imponer la Democracia Cristiana, o el país no tendrá la solución institucional adecuada mediante esta reforma constitucional.
Además, el señor Ministro de Justicia reconoció que el actual sistema legislativo es lento, y señaló, a modo de ejemplo, que cada iniciativa cumple seis revisiones en la Cámara de Diputados, en el primer trámite constitucional, y otras tantas en el Senado, en el segundo. Ante tal afirmación, el Honorable señor Ampuero y e] Senador que habla le hicimos presente que en este proyecto de reforma constitucional enviado al Congreso a revienta cinchas, no hay un solo artículo, una sola línea, ni siquiera una letra que modifique la lentitud del trámite parlamentario. Colegí, en consecuencia, que aun cuando la Democracia Cristiana estuviera en el máximo de su poderío electoral y obtuviera una gran cuota de Diputados y Senadores, no mejoraría en absoluto la situación institucional existente en la actualidad. En efecto, no creo que el hecho de haber más de 80 Diputados y 23 ó 25 Senadores de ese partido ha de significar que el Congreso funcionará en forma más adecuada y rápida.
De lo anterior, se infiere claramente que esta reforma, además de inútil, es inoportuna, porque no resuelve los problemas urgentes ni, muchísimo menos, soluciona en forma adecuada estas instancias el hecho de que un nuevo Congreso entre a desempeñarse un año antes de la expiración del mandato del que actualmente está en vigencia.
Además, esta iniciativa es del todo incompleta. Si bien es efectivo que el Presidente Alessandri concibió un proyecto en el cual, en cierto modo, se consignaba la posibilidad de disolver el Congreso, esa medida formaba parte de un plan orgánico total. Y el Presidente Alessandri ello prueba aún más su sentido de responsabilidad envió al Parlamento esa iniciativa para que sirviera a futuros Gobiernos. Estuvo ausente de su ánimo, en consecuencia, la intención y la jactancia del actual Gobierno, que pretende obtener provecho personal e inmediato de una medida que, en la hora presente, reviste un carácter tan injusto y arbitrario.
Por otra parte, esta iniciativa, como tantas veces lo he señalado, es precipita da, porque el Presidente Frei ni siquiera la incluyó en su plan general de reformas constitucionales.
Mirada desde otro ángulo, la iniciativa es de total inconsecuencia. La Democracia Cristiana ha desarrollado la muy curiosa teoría de que la dinámica del acontecer político resta representatividad a los Senadores después de cuatro años de ejercicio de su mandato. Y mientras el Presidente Frei, en su mensaje original, habla de la renovación total del Senado cada ocho años, el partido único de Gobierno modifica ese criterio y vuelve a plantear la renovación parcial de este cuerpo legislativo.
Tanto o más inconsecuente que lo anterior resulta el hecho de que, mientras por un lado, el Gobierno y los corifeos de su partido único plantean la falta de representatividad de este Senado y afirman que la mayoría de sus miembros están obsoletos y carentes de respaldo popular, por el otro se entrega precisamente al Senado la posibilidad de entrar a resolver un problema que cala tan hondo en nuestra organización institucional.
No puedo comprender qué se pretende con este nuevo sistema en el caso de ser aceptada la reforma. Porque esta iniciativa, además de participar de las características bastante pronunciadas de un régimen presidencial como las del nuestro, es adicionada todavía con nuevas prerrogativas, como la de disolver el Congreso, propias dé los sistemas parlamentarios.
Frente a ese aserto, quiero decir que comparto la opinión que el 28 de diciembre de 1961, Día de los Inocentes, dio en el Senado el gallardo parlamentario de ayer, el que no titubeaba en interrumpir una sesión del Congreso Pleno, el romántico defensor de la democracia: el entonces Senador Eduardo Frei. En esa ocasión, dijo textualmente en el Senado: "El Poder Ejecutivo chileno, el que tiene mayor poder, quiere más poder. Yo me pregunto si es más poder lo que necesita, o si bastaría con que usara bien el que tiene".
Pese a la oportunidad en que el señor Frei expuso este pensamiento, y a riesgo de pasar por inocente por seguir creyendo en sus palabras, las comparto, y no puedo aceptar la nueva posición que él asume ahora, convertido en Presidente de la República, que contradice totalmente su conducta democrática, mantenida hasta hace poco. Venir a proponernos medidas de este tipo, en nada engrandece su prestigio, afectado ahora una vez más por el verdadero colapso emocional que tuvo como consecuencia de no poder viajar al extranjero por cuarta vez en el término de dos años.
Pero hay más: el Presidente Frei, ante el Congreso de Colombia, abonó mi pensamiento cuando sostuvo literalmente: "Distintos podrán ser nuestros caminos en los diferentes países, pero una sola' nuestra convicción: para que la democracia sea posible, el pueblo debe expresarse en el Congreso, y todos, desde el Presidente de la República hasta el más modesto de los ciudadanos, 'debemos someternos a las leyes que son dictadas de conformidad con nuestras cartas constitucionales".
El novísimo sistema que ahora se nos propone consagra la más definitiva inestabilidad y el total desequilibrio entre los Poderes. Ignoro quiénes son los nuevos consejeros del Presidente Frei que tan fuertemente gravitan para modificar sus opiniones anteriores. Deseo, sí, señalar que el sistema que actualmente se sugiere sólo existe, insinuado, en la nueva Constitución de Brasil, y reza y cobra vigencia en forma real en la de Paraguay. ¡Espero que el actual Presidente de la República no compartirá ahora sistemas de Gobierno que su partido permanentemente ha vilipendiado!
En la consulta de 1965, la Democracia Cristiana obtuvo un 42%. Si las matemáticas no me engañan, ello constituye mi noria en la totalidad del sector nacional. Por eso, pienso que los Senadores hemos actuado de conformidad con los deseos de la mayoría de los chilenos. No olvide el señor Frei que tener un Congreso avasallado y de rodillas, con la espada de Da mocles de la disolución pendiente sobre su cabeza, lo imposibilitará para dar cumplida satisfacción a los anhelos del país. El Senado, por su esencia, ha sido siempre una Cámara moderadora, lo cual no significa que esa acepción deba tomarse en el sentido de retardatario o de reaccionario. Muy lejos de eso, el Senado, al oponerse, como Cámara moderadora, a las decisiones del Poder Ejecutivo, no está sino reprimiendo muchos excesos, que en gran medida pueden ser calificados de torpes, arbitrarios o abusivos, como lo he señalado en otros pasajes de mi intervención.
Por las consideraciones que dejo expuestas, me he permitido analizar este problema desde el punto de vista de los principios constitucionales. He querido dejar claramente de manifiesto que no existe crisis institucional, sino el deseo prepotente del Ejecutivo de silenciar, en forma arbitraria, cualquier atisbo democrático para mostrarle un camino que, si bien no acata sus designios proselitistas, marca una ruta más chilena, más próspera y más leal dentro de nuestra convivencia democrática.
Pese a las reservas expuestas por mí, el Partido Nacional mantiene su confianza en el buen juicio del pueblo chileno, que sabe distinguir la verdad del engaño, y cuya fe no puede ser explotada impunemente. Por estas razones, no teme al emplazamiento que se propone mediante una elección popular.
Apoyamos como solución transitoria y por una sola vez esta enmienda constitucional, con el único propósito de restablecer el estado de derecho y la normalidad institucional, hoy atropellados por el Gobierno y su partido. Sin embargo, han surgido hechos políticos nuevos. Si no se aprueba la iniciativa propuesta por el Gobierno, como alternativa ya estamos estudiando, con el mayor interés, la solución aprobada por la mayoría de la Comisión Especial de Reformas Constitucionales, porque repito el país no puede seguir aceptando la irresponsabilidad y la demagogia transformadas en doctrina de Gobierno.
He terminado, señor Presidente.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Puede usar de la palabra el Honorable señor Durán.
El señor DURAN.-
Siempre es bueno, cuando se entra a debatir problemas tan trascendentales como el que conoce en estos instantes la Corporación, plantearlos dentro del amplio ámbito de los principios. Y fue esa inspiración, precisamente, la que llevó a la Comisión de Reformas Constitucionales a invitar, como aquí ha sido recordado en varias ocasiones, a hombres que a lo largo de una existencia se han especializado en esas materias tan fundamentales como es el derecho público. A ello obedeció el acuerdo de invitar a numerosos profesores de derecho constitucional al seno de la Comisión. Unos por esta! ausentes, otros por tener otro tipo de compromisos, lo cierto es que la Comisión no tuvo oportunidad de recoger más brillo cultivado en el orden del derecho público que la palabra muy docta del profesor señor Jorge Guzmán Dinator.
Siento por el profesor señor Silva Bascuñán especial admiración y deferencia. Puedo decir que estoy bajo el cobijo y el amparo de su buena y tolerante amistad, sin, por cierto, poder afirmar que me atan profundos vínculos sentimentales o partidarios con él.
Tengo en mi poder un libro, un tratado de derecho constitucional, y me interesaba en forma muy especial saber qué juicio tenía el profesor señor Silva Bascuñán, militante de la Democracia Cristiana, frente al proyecto del Ejecutivo, para comparar este juicio suyo con el que en la cátedra enseña a las nuevas generaciones y el testimonio escrito de su tratado de derecho público. Y lo dije en la Comisión: tengo interés en ver caras sonrojadas por la vergüenza. No, por cierto, la del profesor Silva Buscuñán, porque me asiste la certidumbre de que un hombre que abrazó el sacerdocio del magisterio universitario no vendrá a decir a una Comisión de la jerarquía de la del Senado una cosa distinta de la que enseña, pues su investidura de maestro llegaría hecha andrajos a la clase donde debe orientar, en el orden constitucional, jurídico y moral, a las generaciones del futuro. Pero a. mí no me cabía duda, no obstante conocer a muchos de los hombres que actúan del lado del Gobierno, de que los planteamientos jurídicos de ese tratado, ratificados por su exposición verbal, por el juicio que doctrinariamente le merece este proyecto de ley, iban a producir o podían producir sonrojo en otros. No tuve la suerte de escuchar al señor Silva Bascuñán; sólo leí sus excusas. Las acepto, porque no tengo otro camino constitucional; pero las lamento. Es deplorable que un hombre que abrazó la línea del estudio del derecho público, cuando una rama del Congreso Nacional la más alta tribuna política y partidaria de Chile lo llama a que, con las luces de su cultura y su talento, venga a iluminar el debate que a veces se oscurece un poco por la politización y el partidismo, y a traer la serenidad de la cátedra para orientar nuestro debate, se excuse de asistir. Y sus disculpas espero que el señor profesor perdone la expresión fueron pequeñas, fueron chicas, insuficientes. Dijo, si mal no recuerdo, que tenía muchos compromisos y que, además, él tomaba inspiración de la conducta del Senado; que, en consecuencia, sus conocimientos tenían como fuente el talento y brillo que se expresa en los debates parlamentarios. Debo entender que en esta última parte, sus excusas son serias y no tienen un alcance de mofa o de "pitanza", tan ajenas a la mentalidad de un maestro distinguido.
El señor Guzmán Dinator, durante su exposición, serena y clara, lamentó, al iniciar sus palabras, lo mismo que todos nosotros : la exposición corta, trunca e insuficiente del señor Ministro de Justicia, quien, no sé si por discrepancias con un Senador de Oposición, porque ese día amaneció de mal talante o porque estaba en la política de sonrojo que he señalado, no tuvo la posibilidad de hacer un planteamiento muy integral, fenómeno que también le ha acontecido ahora en la tarde. Naturalmente, sabemos que dispone de tiempo, y esperamos, en el trascurso de este debate, oír toda una extraña gimnasia en la cuerda floja, en la cual abogados y profesores que llegan a Ministros nos expliquen la antinomia brutal que representa el injerto de un sistema en otro, y justifiquen hoy, como hombres de Gobierno, lo que en la cátedra jamás podrán justificar.
El señor Guzmán desarrolló un análisis muy profundo y nos expresó, mediante una breve síntesis de su pensamiento, que los sistemas políticos del mundo se organizan y se hacen aplicables por medio de las instituciones que esos sistemas crean, y que, en consecuencia, la concatenación lógica que pone en movimiento un sistema actúa precisamente mediante las estructuras jurídicas que aquél se da. Por lo mismo agregó, no puede pretenderse, dentro de una lógica mínima de Derecho, sacar una institución de un sistema para encajarla en otro diferente, como no se puede proceder al desmontaje de una máquina, sacar un engranaje chico para montar sobre el eje de éste otro engranaje con dientes de la misma dimensión pero de diámetro mucho mayor, porque esa nueva rueda dentada comunicará al resto de la máquina una velocidad que otros ejes no estarán en condiciones de resistir sin fundirse.
En consecuencia, dentro de normas de sindéresis, no es posible sostener que se puede hacer ese injerto, como tampoco se puede, según dije para emplear un término un poco divertido y hacer más liviano el debate, injertar un mono en un alambre de púas.
¿Qué significa la proposición del Ejecutivo que le permite disolver el Congreso, como solución a lo que él llama crisis política o institucional? Me da lo mismo, porque eso tendremos que examinarlo, y entonces, igual que respecto del problema jurídico, nos vamos a encontrar con la misma característica central del Gobierno: la afirmación tajante de cosas inexactas, para defender fórmulas erradas que, consciente o inconscientemente, está llevando al Partido Demócrata Cristiano a un resbaladizo corredor que fatalmente termina en un sistema totalitario y en la dictadura; lo quieran o no lo quieran todos los militantes de esa colectividad; lo acepten o no lo acepten los viejos troncos democráticos de la Falange. El hecho político nuevo que se ha creado es que alrededor del nombre y el prestigio de un partido que no es nuevo es una colectividad antigua en la vida política, disfrazado ahora, con las canillas con vellos, pero con pantalones cortos, para entusiasmar a los niños, nos vienen a hablar del cambio esencial, con ánimo de renovar todo el sistema. Pero debo reconocer, no obstante toda esta crítica, la existencia en ese partido de grupos que pertenecieron a la Falange y que tienen acendrado espíritu democrático.
¡Cómo no he de lamentar, en consecuencia, que muchos hombres que conocimos en la vida parlamentaria, a quienes escuchamos en la defensa de lo que entonces eran sus principios, vengan ahora a borrar con el codo lo que ayer escribieron con la mano! ¡ Cómo no sentir un poco de pena al observar a diversos señores Senadores, con quienes juntos hicimos jornadas en la Cámara en defensa de principios que nos eran comunes, tan alejados ahora, como consecuencia de la nueva ola, con esos planteamientos que, como antes señalé, empiezan a precipitarlos al abismo!
Ante las palabras del señor Guzmán Dinator, quienes fuimos alumnos de él y lo conocimos en la Escuela de Derecho, sentimos cierto orgullo: el hombre viene a sostener hoy lo mismo que afirmó siempre cuando enseñó derecho constitucional.
El señor Guzmán Dinator nos dijo algo interesante con relación a la historia constitucional de Chile. ¿Por qué el sistema de la renovación parcial del Senado? Aquí se ha señalado como razón, la de ser una rama de un poder público que pretende ser moderador. A mi juicio, es posible que ello sea un error, un tremendo error del constituyente, como se ha dicho en el lenguaje crítico con que se funda la proposición del Gobierno; un tremendo error que los Senadores duren tanto tiempo en sus cargos y que esta Corporación se renueve parcialmente. Pero no parece muy lógico, si ésa, es una de las causas que motivan este proyecto, que el Gobierno nos diga que de todos modos subsistirá el régimen de la renovación parcial. ¿Cómo es esto? ¡Si el fundamento de la crítica es que los elegidos en la anterior renovación parcial están envejecidos en su mandato, no representan al pueblo! Si ésa es la teoría sostenida como fundamento de la reforma, ¿cómo entender que más tarde el Gobierno acepte que la Cámara modifique el proyecto y se mantenga de todos modos la renovación parcial en la proposición de reforma constitucional que hoy conocemos?
El señor Ministro nos dijo que el proyecto del Gobierno no era así. ¡Bueno, pero, por desgracia, en virtud de una disposición constitucional, en el Senado no hay niños! Nos expresó que en la Cámara se había insistido en el mismo sistema vigente y, lamentablemente, el Ejecutivo lo aceptó. Ahora, si el Gobierno nunca aceptó el nuevo sistema de realizar elecciones de todos los Senadores en un solo acto, ¿por qué, entonces, nos trae este lenguaje crítico como fundamento de su reforma ?
A mi juicio, hizo bien el señor Guzmán Dinator al ponernos al día en algunas materias de derecho.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Yo le pediría que explicara cuál fue mi opinión.
El señor DURAN.-
En verdad, quisiera dividir en dos partes las explicaciones del señor Ministro, porque hay aspectos de ellas que son verdadera chacota, y en este punto quiero ser serio.
En realidad, el señor Ministro fue un poco divertido en la exposición de ideas que nos hizo.
El señor MUSALEM.-
Mantengamos el debido respeto, señor Senador.
El señor DURAN.-
¿No fue divertido el señor Ministro? Todos nos reímos mucho, y lamento que Sus Señorías se pongan serios ahora, cuando algunas de las cosas que se escucharon fueron divertidas.
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Quien no procede con seriedad es Su Señoría.
El señor DURAN.-
No pretendo adoptar determinada actitud para ser juzgado por Su Señoría. Estoy actuando con mi real saber y entender. Créame que la primera actitud divertida en la Comisión fue ver a un hombre de sus años defender una tesis de derecho contraria a las que enseña en la Universidad o a la que debería enseñar por lo menos. Esa es la primera bufonada de Chile.
El señor MUSALEM.-
Eso no es así en materia de derecho. Por lo demás, no hay ningún injerto.
El señor DURAN.-
Lo hay y se lo demostraré leyendo la opinión de todos los tratadistas.
El señor MUSALEM.-
Ya se planteó en la Constitución de 1925.
El señor DURAN.-
Se planteó otra cosa, y no se le voy a explicar, porque tampoco lo entendería.
-(Risas).
El señor DURAN.-
Lo que se planteó en la Comisión respecto de estas materias ya de conocimiento de la calle y la prensa, debido a los discursos de los democratacristianos es la teoría nueva de la disolución del Congreso. Se preguntó al señor Guzmán Dinator si habían otras naciones que constitucionalmente dieran al Presidente esta facultad. Dijo: "No hay un solo país en el mundo que teniendo régimen presidencial acepte la disolución del Congreso". Eso me pareció excesivo, pues había visto en "La Nación" una ristra de países donde existe la disolución del Parlamento. Requerido nuevamente el señor Guzmán, manifestó: "Creo que existe no la he leído en la nueva Constitución de Brasil" no es un ejemplo muy constructivo en el orden democrático, por cierto "y, como lo ha recordado también el Honorable señor Jaramillo, en Paraguay".
Brasil, saliente de una dictadura y entrante en otra; Paraguay, envejecido en impenitente sistema dictatorial. Ahora vamos a agregar a Chile, para formar el conjunto de "Los tres Mosqueteros". ¡Bonita compañía en el trato internacional! ¡Después, hablaremos de democracia y de sistema representativo!
Afirmo que, de la exposición no contradicha del señor Guzmán Dinator, queda en claro que el mecanismo de la disolución del Congreso es propia del sistema parlamentario y que no existe en ningún país que tenga régimen presidencial.
A continuación, el profesor Guzmán Dinator hizo una exposición que en un aspecto desearía recordar en la Sala. Respecto del régimen parlamentario, señaló un hecho que nadie puede discutir: la disolución del Congreso en el régimen parlamentario busca y encuentra la armonía entre los dos poderes de la Nación, el Ejecutivo y el Legislativo, porque el pueblo, mediante un acto electoral, constituye una determinada mayoría, la cual forma el gabinete; en consecuencia, las dificultades de tipo institucional no existen, toda vez que, de la posibilidad de disolver el Congreso y llamar a una consulta popular, resulta la formación de una mayoría que constituye el nuevo Ejecutivo.
Solicitamos que se nos explicara la doctrina del régimen presidencial, para ir adelantando en nuestro conocimiento, materia que aquí ya ha sido tratada, de manera que no tengo inconveniente en completar la información, como pedía el señor Ministro. En verdad, se nos dijeron cosas verdaderamente curiosas. Se planteó la solución constitucional mediante una disposición de la Carta Fundamental y, naturalmente, de la ley, y se plantearon los casos eventuales que se pueden producir.
Bien, si, disuelto el Congreso, se elige una mayoría democratacristiana en la Cámara y en el Senado, se acaba el conflicto. Comenzarán los conflictos internos dentro del Gobierno; pero los conflictos entre un poder y otro no existirán. Sin embargo, también es posible, como aquí se analizó, el triunfo de la línea opositora. Entonces se preguntó al señor Ministro, no una vez, sino dos o tres, qué ocurriría en ese caso. Y el señor Ministro guardó silencio. Como se insistiera, contestó: "Más adelante me voy a referir a esa materia". ¡No se refirió nunca! Por último, hubo necesidad de exigirle una respuesta, porque queríamos ilustrarnos. Entonces, el señor Ministro nos dijo, no en forma tan breve como aquí se ha señalado: "Ahí veremos". No, no fue tan terminante, perentorio y exclusivo. Su respuesta agregó una explicación: "Ahí verá el Presidente qué hace". Y lo que puede hacer son dos cosas: buscar un Gobierno de transacción o irse. Ese pensamiento lo expresó más tarde, también, el Presidente del partido de Gobierno, el Honorable señor Aylwin: "Si las cosas van mal y se pierde" manifestó, "el Presidente podrá buscar una fórmula de coalición o transacción". Si no lo dijo o entendí mal, puedo dar una interrupción al señor Senador, para que conteste.
El señor AYLWIN.-
Con cargo a mi tiempo.
En el informe, se citan textualmente las palabras que pronuncié en la Comisión cuando se planteó el problema. La tesis que sostuvimos es que el Gobierno democrático se funda, en su esencia, en la necesidad de que el Ejecutivo actúe en concordancia con la mayoría, y el problema de la crisis institucional nace, precisamente, del hecho de que esa mayoría nacional que respalda al Gobierno no está reflejada adecuadamente en esta Sala.
Pues bien, si llegara a ocurrir que, a consecuencia de una elección, se constituye una nueva mayoría nacional, diversa de la que representa el Gobierno, evidentemente se habrá creado una situación política nueva que obligará al Gobierno a estudiar si le es posible interpretar a dichas mayorías fueron mis palabras textuales, y si existe esa posibilidad, adecuar su política a ellas. Si esa posibilidad no existiera, simplemente el Gobierno tendría que irse.
El señor ALTAMIRANO.-
Lo mismo que decía el señor Senador.
El señor AYLWIN.-
Eso dije, pero no hablé de transacciones ni de combinaciones.
El señor DURAN.-
Las combinaciones existen cada vez que un partido se entiende con otro. Eso se llama Gobierno de combinación. Ahora, si a la Democracia Cristiana le parecen cochinas las palabras "combinación" o "transacción" estoy dispuesto a retirarlas. Pero no cabe duda de que se deberá buscar un entendimiento con otro partido que no piensa exactamente como la Democracia Cristiana, porque si pensara igual, se habrían hecho democratacristianos; tiene que buscar un camino común, y eso, hasta ahora, se llamaba transacción. Pero vamos a pedir que borren la palabra del Diccionario. La otra solución es que, si el Presidente no puede transar, se vaya. De modo que la solución para Chile es disolver el Congreso y esperar que los democratacristianos ganen, porque si pierden, entonces el Presidente renuncia y quedamos abocados a otra elección. Esa es una manera de arreglar las cosas, de dar al país tranquilidad democrática. Y observe el Senado que tengo la certidumbre de que, cuando alguna gente de la calle nos lea, entenderá que la Democracia Cristiana quiere enfrentar esta lucha con un hombre que, con el título de Presidente de la República, va a dirigir la campaña electoral. Ya comenzó a dirigirla en la campaña municipal. Está en calidad de capitán de grupo, y este capitán de grupo, espada en mano, a mandobles con la Oposición, ha encontrado dos socios para su reforma: el Partido Nacional, que representa a la Derecha, y el Partido Comunista, que representa a la extrema Izquierda. Y en su ánimo quijotesco de andar a puñadas con medio mundo, las emprende contra los socios y dice que una combinación bastarda de nacionales o comunistas lo obstruye, porque en este instante "esos dos partidos han acordado votar con ellos. A mi juicio, no es buena manera de traer socios al "club": por lo contrario, es una forma de ahondar los problemas.
Ahora, es útil, en este análisis de la actitud de un jefe de grupo político, preguntar : ¿ qué pasará al término de la contienda si es derrotada la Democracia Cristiana? ¿Va a buscar dicha colectividad alianza con la Derecha? No, porque serían acusados de reaccionarios, y eso es muy grave. ¡No pueden pactar con los "momios". Me parece que sería una unión terrible, imposible.
No podrán buscar alianza con un partido que, al decir de su diario, si no oficial, pero cuasi oficial, "El Clarín", es de "perlas que andan chantajeando para obtener prebendas". Y ello ocurre antes dé la lucha. ¡Imagine el país lo que pasara durante la contienda !
A los comunistas los están tratando duro. Tratan bastante mal a los socialistas. Tampoco podrán hacerse de buenos socios, entonces, para encontrar un arreglo después de la elección, por su ánimo de andar a puñadas. ¿Qué colectividad querrá entenderse con el Gobierno después que el Presidente de la República ha sido jefe de la campaña electoral y tratado de la peor manera a los demás partidos? Creo que ningún partido con dignidad.
En consecuencia, estamos fabricando sólo una fórmula que va a romper con todo: o el Presidente de la República gana las dos ramas del Congreso, o se va de la Presidencia y nos aboca a otro pequeño problema, a un problema electoral en medio de un ambiente politizado, violento, encendido y pasional. ¡ Y esto lo hace un partido político que tiene mayoría en la Cámara y controla el Ejecutivo, y cuya responsabilidad esencial es mantener el orden democrático en Chile!
En la mañana escuchaba al Honorable señor Ampuero decir que, en un ambiente así, se termina en guerra civil. Primero, me pareció una expresión excesiva; pero es cuestión de comenzar la política de la provocación y de la violencia. El día en que aquí se rechazó el permiso al Presidente, se llamó por radio, se juntaron los "niños" y comenzaron por las calles las pedradas y la violencia. Yo creo que estamos iniciando el camino del despeñadero.
La doctrina que vengo sosteniendo con relación a la tesis jurídica, quiero completarla con citas de un libro que tengo a la mano. En los debates y en su elaboración participó el Honorable señor Aylwin, presidente de la Democracia Cristiana. Se llama: "Nueva Sociedad, Vieja Constitución". Es de 1963, en plena campaña presidencial, ya planteadas todas las posibilidades en la estructura de todos los programas y del de la Democracia
Cristiana, que, como alguien ha dicho, no hemos podido encontrar.
Se pregunta a los democratacristianos cuál es el programa, para saber a qué atenerse. Y el programa se va acomodando según venga al naipe; es un programa de fácil manejabilidad. En lo constitucional, no se quedaron cortos. Ahora, en cumplimiento del programa, nos traen la disolución del Congreso. ¿Cuándo la plantearon? ¡Nunca, señor Presidente! Esta es una novedad; no se ha estudiado desde tiempo atrás. ¡Es mucho más fácil pillar a un mentiroso que a un ladrón!
En esta obra, publicada en 1963, varios democratacristianos expresaron su opinión frente a los distintos problemas nacionales, y hablaron de los conflictos de poderes. No leeré el párrafo respectivo, pero el libro queda a disposición de todos mis Honorables colegas. Nunca se plantea, por nadie, la disolución del Congreso. ¡Nunca! Se habla de otra fórmula, que llaman plebiscito, a la cual también me referiré. ¡Y se plantea ahora! Fue incluida en el elefante grande, en ese proyecto de reforma constitucional que se nos envió. Como es natural, éste no puede despacharse con urgencia, en un solo artículo, en un inciso, como se hizo con el número 10 del artículo 10, que estudiamos con bastante apremio, a pesar de su importancia y extensión, creo que en mes y medio o dos meses. La urgencia dura treinta días. ¡Pero si en el proyecto de reforma constitucional se cambian enteras todas las estructuras! La verdad es que yo también me niego a andar con la picana en el espinazo.
Ahora tenemos en la Comisión un presidente cordial el anterior era de bastante mal trato; de modo que es cuestión de que nos cite cordialmente, y allá estaremos. Pero que nos citen a la mala, no. Eso fue lo que ocurrió cuando aquí se produjo un desagradable incidente, que no quiero recordar.
Con relación a esa gigantesca reforma constitucional, el Ejecutivo se queja, por boca del Jefe del Estado, de que no haya sido despachado el plebiscito. Ahí está incluido. Debe faltar año y medio, más o menos, para llegar a él. ¿Por qué no se desglosó? No puedo suponer que el Presidente de la República, que fue parlamentario experto, ágil, haya olvidado las disposiciones reglamentarias, a pesar de que a veces el ejercicio del poder va enmolleciendo todas las coyunturas. Pero debe recordar, seguramente, que puede pedirse el desglose de una materia. Así se hizo con el número 10 del artículo 10, y ahí está, despachada la enmienda.
Si el plebiscito es tan importante, ¿por qué no pidió su desglose el Jefe del Estado? ¿No se le ocurrió? ¿No sabían los democratacristianos que aquí se sientan, que son inteligentes, que ello podía hacerse? Todos los sabían. Entonces, ¿de qué se quejan? Reclaman de cosas que no se les han ocurrido no han querido proponer, y después cargan contra el Senado.
¿Es ésta una política seria, correcta, honorable? Sostengo que no. Eso no puede ser. El Presidente de la República no debe hacer tal juego hacia afuera. Lo está haciendo porque, por desgracia, la Oposición no tiene cómo expresar la verdad. Y entonces, en un derroche gigantesco de propaganda, se ahogan los pequeños gritos que, aquí, escondidos en un rincón de Chile, podemos proferir, sin que casi se oigan más allá de este recinto. ¡Todas nuestras expresiones jurídicas se ahogan en una marejada de fanfarria, de bombo, de gritos y de coros! En la forma como viene actuando el partido de Gobierno, es difícil plantear los problemas.
Tengo a mano algunas opiniones importantes de un tratadista democratacristiano, el señor Silva Bascuñán. Tuve esta obra en mi escritorio durante los debates ' de la Comisión, y confiaba referirme a ella cuando hoy se debatiera el problema doctrinario, porque algunos Senadores han sostenido que tal injerto es posible, que existe en algunas naciones. Espero ser ilustrado en esta materia, con la excepción que acabo de señalar, porque uno no está en condiciones de conocer todas las cosas del mundo, a diferencia de los democratacristianos, que pueden informarse de ellas porque tienen amigos de su misma tendencia en todos los países, o por la vía de la revelación, que a veces también da buenos resultados.
En lo tocante al problema vinculado con el régimen presidencial, el señor Silva Bascuñán dice lo mismo que expresó el señor Guzmán Dinator al examinar los dos sistemas en estudio en la historia del mundo: el inicio del régimen parlamentario en Inglaterra y el inicio del régimen presidencial en Estados Unidos, que se parece mucho al sistema chileno. Y el señor Silva Bascuñán hace algunas afirmaciones importantes. Dice, por ejemplo, que normalmente el Presidente pertenece al mismo partido político que disfruta de la mayoría en el Congreso, pues su elección emana, aunque directamente, del propio cuerpo electoral llamado a designar, en la misma jornada, a los electores miembros de la Cámara de Representantes y a la tercera parte de los integrantes del Senado. Se puede decir que eso rio acontece en Chile. A ello conduce, precisamente, la indicación socialista: a realizar en forma simultánea las elecciones de parlamentarios y presidencial.
Pero el señor Silva Bascuñán dice otras cosas que, en el orden político, me interesa comentar. Expresa que, a pesar de la mayoría con que un Gobierno nace, suele ocurrir que, por el sistema de la renovación del Parlamento, el Ejecutivo pierde el control de una de las ramas del mismo: de la Cámara o del Senado, que se renueva en terceras partes. Observa que ese problema se ha presentado y señala a quién se le ha planteado: al Presidente Traman, y también a Eisenhower, en 1954, en 1956 y en 1958, y antes de que asumiera el señor Kennedy también ocurría lo mismo. Pero dice a continuación algo muy importante: como los Jefes de Estado que ven perder su mayoría tienen que buscar.
un camino para gobernar, esos caballeros no se enojaron, no anduvieron con amenazas ni violencias. Ateniéndose al texto constitucional, trataron de encontrar fórmulas políticas, porque para eso se elige Presidente de la República a políticos, es decir, a personas que conozcan el arte de gobernar. Si se trata de elegir a un "mandarún", sería cuestión de designar a un "milico", que tuviera una voz más o menos fuerte, de disciplina de cuartel, que manejara bien el látigo, a un hombre de hoscos modales. Pero se busca a un político para que resuelva, por caminos políticos, los problemas que se le vayan creando.
Otra disposición me interesa, porque he oído algunos comentarios de Senadores democratacristianos, que dicen que el sistema. . .
El señor ALLENDE (Presidente).-
¿Me permite, señor Senador?
¿Su Señoría desea terminar su intervención antes de que se suspenda la sesión, o prefiere continuar después de la suspensión?
El señor DURAN.-
Preferiría que se suspendiera.
El señor ALLENDE (Presidente).-
¿A las seis, o de inmediato?
El señor DURAN.-
Como quiera, señor Presidente.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Se suspende la sesión por veinte minutos.
Se suspendió a las 17.57. Se reanudó a las 18.25
El señor ALLENDE (Presidente).-
Continúa la sesión.
Puede seguir haciendo uso de la palabra el Honorable señor Durán.
El señor DURAN.-
Señor Presidente, al suspenderse la sesión iniciaba un análisis de la exposición formulada en su "Tratado de Derecho Constitucional" por el profesor señor Silva Bascuñán y recordaba que el régimen presidencial norteamericano, del que arrancan las estructuras presidencialistas de todos los países iberoamericanos, comprende también el sistema de renovación parcial del Senado y, por lo mismo, allá, en diversas oportunidades históricas, se han producido diferencias entre el Legislativo y el Ejecutivo, elegido éste por mayoría en un acto electoral que alcanza a los dos Poderes, mayoría que más tarde puede perder, y en ocasiones ha perdido, como consecuencia de esta renovación parcial, que se realiza por terceras partes.
Decía que esta tesis de la renovación parcial del Senado tiene antecedentes históricos y justificaciones jurídicas de convivencia democrática que son importantes. No los recordaré ahora; pero creo que, si el sistema en sí es impugnado por el Gobierno y el Partido Demócrata Cristiano, la fórmula planteada por el Partido Socialista da solución al problema, naturalmente con el riesgo de que, pasados los tres años, pueda el Ejecutivo perder la elección parlamentaria y, en consecuencia, no controle la Cámara o la parte que se elige del Senado, caso en el cual el Partido Socialista propone, por medio de la facultad otorgada al Ejecutivo, que éste pueda nuevamente actuar con el sistema de disolución del Congreso, para integrar una mayoría que le sea favorable. Lógicamente, la posibilidad es teórica, porque, si viene saliendo de un acto electoral donde no se ha jugado su nombre y ha perdido la elección, es de suponer que, repetida la votación en breve plazo, nuevamente perderá esa mayoría.
Pero estaba recordando, mediante la lectura, la tesis del señor Silva Bascuñán, tesis claramente contraria a la filosofía del régimen presidencial, como se advierte con sólo leer su obra y sus planteamientos.
Ya leí una parte de la opinión del señor Silva. Comentaré ahora el segundo párrafo que me interesa. Dice: "Lógicamente cuando un mismo partido político cuenta en sus filas al Presidente y a la mayoría del Congreso, el régimen de gobierno se traduce en el robustecimiento de la rama ejecutiva. A ello concurren diversas circunstancias. Si es cierto que han solido llegar al solio presidencial figuras cumbres de la política partidista, con frecuencia triunfan candidaturas impuestas por otros factores".
Más adelante formula un comentario, al cual daré lectura, para responder algunas afirmaciones que de manera mal intencionada se han hecho contra el Partido Radical, luego que un dirigente de mi colectividad política sostuvo la conveniencia de que el titular del Ministerio de Relaciones Exteriores tuviera el pase del Senado, no sólo por la razón expuesta por el Honorable señor Ampuero. El ataque consiste en que el Partido Radical está inventando fórmulas para obstruir.
¿Qué dice el señor Silva Bascuñán? Lo siguiente: "Los graves riesgos de la política internacional y sobre todo el recuerdo del histórico rechazo por el Senado del pacto de la Sociedad de las Naciones, propulsado por el mismo Wilson (1919), condujeron al hábito de incorporar a la tarea gubernativa en los momentos de crisis por lo menos en el orden del manejo de las relaciones exteriores, a representantes del partido político en minoría, eventualmente llamado, a veces a muy corto plazo, a asumir la mayoría del Parlamento".
No se trata, por lo tanto, de una idea descabellada ni de propósitos negativos. Es una teoría que ha sido puesta a veces en práctica dentro de un régimen presidencial.
Para terminar esta parte, debo leer otros párrafos:
"Por lo mismo que el Presidente no aparece ante el país completamente identificado con los intereses y conveniencias de la colectividad política que prohijó su postulación, si llega a verse obligado a enfrentar una mayoría opuesta en el Parlamento, dependerá sobre todo de sus personales condiciones de estadista y de la adhesión que su programa alcance en la opinión pública, el que pueda, a pesar de todo, continuar adelante en la realización de sus objetivos públicos.
"La descripción del presidencialismo norteamericano no puede prescindir de dos presupuestos básicos de técnica institucional ajenos al estricto campo de las relaciones entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo".
En esta parte conviene poner mucha atención. "Aludimos, en primer término," dice el profesor "a la existencia de la fórmula federal del Estado que al reservar a cada uno de los cuerpos del Estado Mayor extensa y sustanciosa esfera para sus propios ordenamientos jurídicos, sirve de contrapeso y de poderosa valla a la exageración de la omnipotencia presidencial. Naturalmente, en un Estado unitario, esta última se hace más temible, y cabalmente porque el peligro se ha hecho realidad deplorable en numerosos países, han surgido fuertes resistencias al gobierno presidencial".
Esto lo dice un profesor de Derecho Constitucional que es militante del Partido Demócrata Cristiano.
¿Que han tenido dificultades los Presidentes norteamericanos? ¡Claro que las han tenido, como también los Mandatarios chilenos. ¡Sí, todos los Jefes del Estado tienen tropiezos, porque la convivencia siempre genera dificultades! Desde el punto de vista de la convivencia humana, sería de presumir que no debía haber dificultades entre los que integran una misma familia y tienen la misma sangre, los mismos hábitos, la misma formación, la misma tendencia religiosa. Sin embargo, existen. Hay dificultades en el seno del núcleo que, desde el punto de vista humano, debiera ser el más unido.
Es natural que existan discrepancias. Pero para eso fluye en el régimen presidencial la fórmula directriz del hombre que, con el título de Presidente de la República, maneja el Poder Ejecutivo con un cúmulo de facultades, que han motivado algunos comentarios que también serán materia de algunas observaciones mías en esta intervención.
Quiero finalizar mis palabras en torno del régimen presidencial con la lectura de otro párrafo que también interesa a la materia que estamos tratando.
"Se ha dicho, en efecto," expresa el señor Silva Bascuñán "y lo hemos reconocido más arriba, que uno de los cimientos del buen resultado del presidencialismo norteamericano estriba en aplicarse a un sistema federal de Estado. Ello explica la coexistencia de un Ejecutivo fuerte como para fortalecer la unidad, pero que encuentra a la vez el contrapeso de la resistencia proveniente de la actividad de los Estados integrantes de la Federación, y en cuya autonomía jurídica se hacen posibles las defensas contra cualquier excesivo poder del Jefe del Estado. Entretanto, se ha implantado en esos países latinoamericanos el presidencialismo, ya en Estados unitarios, ya en Estados federales de formación puramente artificial, es decir, ajena a una real fuerza de las diversas regiones integrantes".
Por otro lado, la idea de caudillismo, especialmente de tipo militar, y los rasgos fuertemente personalistas de las formas gubernativas inherentes a estados de derecho que presentan tal expresión, todavía incipientes, explican la inexistencia de gobiernos verdaderamente impersonales, institucionalizados en la mayoría de las naciones Iberoamericanas.
Bascuñán estima, excesivo el sistema norteamericano a pesar del fuerte Poder Fiscalizador del Congreso y el Poder de los Estados Federales.
Más adelante dice: "La práctica del presidencialismo, desprestigiada al extremo en el modelo norteamericano y fracasada de modo rotundo en sus imitaciones de nuestra América, fortaleció, en las doctrinas y en el sentimiento de los pueblos de otros continentes, sobre todo del europeo, la convicción de que constituía tal fórmula organizativa un régimen viable sólo en las condiciones peculiares, extraordinariamente auspiciosas, de los Estados Unidos de Norteamérica y, por lo tanto, inimitable".
Esta es lo teoría del profesor Silva Bascuñán.
Otro párrafo, que se vincula mucho a las indicaciones que hemos tenido oportunidad de conocer, dice: "Francois Goguel, al formular sus reflexiones sobre el presidencialismo, cuya implantación en Francia favorecían en la actualidad los profesores Vedel y Duverger, manifiesta: 'Tomándolo en consideración, me parece que se pueden resumir los inconvenientes del sistema presidencial reconociendo que hay algo de tosco, de no suficientemente elaborado, en un régimen que envuelve el enfrentamiento de una autoridad personal y de una autoridad colegiada, una y otra emanadas del sufragio universal, sin que ninguna regla constitucional se prevea para provocar o facilitar su armonía, para organizar sus relaciones o para permitir el arbitraje de los conflictos que pudieran suscitarse entre ellas, en otra forma que por la reelección simultánea de ambas". (Rev. Francaise de la Science Politique, junio de 1962, 305).
Nuevamente aparece la crítica al sistema Presidencial por su omnipotencia y se propone como única solución la que proponen aquí los socialistas cuya tesis es rechazada por el Gobierno.
Creo, en Consecuencia, sin detenerme en un examen exhaustivo del régimen parlamentarlo, cuyo juego armónico es conocido por todos los señores Senadores, que la fórmula propuesta por el Partido Socialista implica querámoslo o no un determinado tipo de régimen parlamentario, porque, por la vía de la disolución que provoca el Jefe del Poder Ejecutivo, se llega a la consulta directa al pueblo, consulta que habrá de dar resultado, junto con la elección de una mayoría parlamentaria, la elección del Presidente de la República, como efecto del enfrentamiento directo de las fórmulas presidenciales con respaldo parlamentario.
No deseo detenerme en el análisis de un planteamiento que reiteradamente se ha venido formulando y que algunos partidarios del presidencialismo desprestigian diciendo simplemente que se trata de algo que ya fracasó en Chile. Sin embargo, el propio profesor Silva Bascuñán, después de criticar todo el sistema presidencialista iberoamericano en largas y extensas páginas de examen histórico, concluye con la siguiente afirmación: "En Iberoamérica han sido escasas las tentativas de funcionamiento del sistema parlamentario. Chile realiza un ensayo muy incompleto desde 1891 a 1925".
En consecuencia, de la lectura de estos párrafos del tratado del profesor democratacristiano, nace la conclusión, a mi juicio, de que la tesis por él sostenida atengo la certidumbre de que será la suya, hoy como siempre deja muy en claro que el sistema propuesto es un disparate jurídico y una monstruosidad política.
Un último párrafo que merece mi comentario es el que dice: "En el régimen presidencial, el multipartidismo genera ya el poder omnímodo de la rama ejecutiva sin que ninguna valla eficaz se levante desde el Parlamento, ya, al contrario, la impotencia absoluta de quien es a un tiempo Jefe del Estado y del Gobierno, si resulta prisionero de las mayorías parlamentarias que se niegan a darle los instrumentos legales necesarios para realizar sus ideas de servicio colectivo".
He leído esta última parte del texto del tratadista democratacristiano para examinar, con relación a este aspecto, el planteamiento del señor Ministro. En el segundo de esos aspectos se fundaría el Ejecutivo para plantear una fórmula de solución que no tiene tal carácter y que, en definitiva, agrava los problemas hasta llevarlos a extremos cuyos resultados permiten hacer muchas dramáticas lucubraciones.
Quiero detenerme en esta proposición formulada por el señor Silva Bascuñán para preguntar si ésa es la verdad institucional de Chile y, en consecuencia, entrar al análisis injusto, infundado, que el señor Ministro de Justicia ha hecho con relación al trabajo y a la actitud del Senado de la República.
Dejo testimonio de un hecho: la estructura institucional de la República la conoció el Presidente Frei en su calidad de Senador. El tuvo oportunidad de apreciar los defectos, si los hay, del sistema de reemplazo parcial.
El señor Ministro de Justicia y algunos señores Senadores han afirmado muchas veces que el régimen reglamentario aplicado por el Congreso en el trato de las materias sometidas a su consideración, prolonga los debates y, en definitiva, creamos o no creamos en la filosofía del sistema, obstruye la marcha veloz, urgente, que la Democracia Cristiana pretende imponer al desenvolvimiento de nuestra nación en los órdenes económico, social e institucional.
¿Acaso el Jefe del Estado de hoy no conocía estos textos? ¿Es que el Excelentísimo señor Frei, cuando era Senador de la República, no formó parte de las Comisiones, no se ciñ�� al Reglamento de la Corporación, no conocía el sistema de las urgencias ni lo referente a la renovación parcial ?
Recuerdo que en la época del señor Ibáñez, esa Administración, que contaba con mayoría en la Cámara de Diputados, la perdió por un voto; pero no la perdió tan derechamente, porque había ganado por un voto, y la perdió después, también por el mismo margen, en la elección de Mesa, por razones de orden político-electoral.
Aquí mismo, en el Senado, frente a lo que entonces se llamaba "revolución pacífica" porque la gente de este país viene haciendo revoluciones desde hace mucho tiempo: el señor Ibáñez adoraba la revolución pacífica, y Sus Señorías ahora veneran la revolución en libertad; estos revolucionarios, cuando son parlamentarios, no encuentran, durante su desempeño como tales, fundamentos para plantear fórmulas rectificadoras, cuando el señor Ibáñez asumió el mando y pretendió lo mismo que ahora se desea, es decir, que todo el Congreso se le sometiera, que no hubiera sino voces de aplauso y, de parte de la Oposición, una actitud reticente que le permitiera hacer cuanto quería, no recuerdo haber escuchado a los Senadores democratacristianos alabar a los constituyentes de 1925. Pero ahora los he oído alabarlos y decir: "¡Miren que es bueno el sistema!"
Es útil que el Congreso no se elija como consecuencia de una trágica borrachera electoral; es conveniente que una parte de él quede, porque el conjunto de conocimientos, prácticas, desarrollo parlamentario y ejercicio del debate democrático que esa parte posee, le permite hacer frente a los vencedores que se sienten dueños del mundo y sostienen que detuvieron el carro de la historia, para adueñarse no sólo del presente, sino también considerarse amos del pasado y pensar que la historia de la República nació con ellos.
¡Quizás si Pedro de Valdivia fue el primer cruzado de la Democracia Cristiana! ¡Quizás si Pedro Aguirre Cerda también invistió esta posición espiritual de sacerdocio y de sotana! ¡ Todo se hizo por intermedio del partido de Gobierno! Antes era la noche: ahora, el renacer, la aurora, la nueva hora. Y para el futuro, ¡treinta años de Democracia Cristiana! Menos mal que la historia pasa luego. Algún día Chile tendrá un respiro. No lo veremos nosotros. Así lo creen los democratacristianos. ¡Trágico sino el de este pueblo! Pero si son treinta años, por lo menos quiere decir que la amenaza no es eterna para el porvenir, pues siempre habrá una pequeña rendija para las esperanzas.
Creo que el señor Frei, cuando fue Senador, no impugnó el sistema, el Reglamento ni el trato. Es más, él estuvo, un día, en situación de acoger la invitación del Presidente Ibáñez para ser Ministro y reorganizar el Gabinete. Y el señor Ibáñez era un hombre levantado por una tendencia laica. Era laico, y creo que murió como masón, o, por lo menos, perteneció a esa orden. El Presidente actual, en ese entonces era Senador, era católico. ¡Qué más grande transacción: un masón con un hombre del credo católico haciendo Gobierno! Pero la Democracia Cristiana también tuvo Ministros con los Presidentes Ríos y González Videla. Cito este hecho, de paso, para los efectos de que Sus Señorías guarden la expresión "transacción" como recuerdo.
El señor GUMUCIO.-
¿Me permite una interrupción, señor Senador.
El Honorable señor Durán ha manifestado estar seguro de que el señor Frei, como Senador, conocía el Reglamento y los sistemas de las urgencias y de la renovación parcial del Senado. Efectivamente, los conocía. Pero incurrió en una equivocación: estaba convencido de que, al margen del sistema de formación de las instituciones, subsistía siempre buen criterio que la oposición había demostrado respecto de otros Gobiernos, que permitió a esas Administraciones realizar con facilidad sus programas.
Recuerdo que la oposición al señor Ibáñez no fue muy dura, pues se le concedieron facultades extraordinarias en cuanto las solicitó. Vino, en seguida, el Presidente Alessandri, quien también pidió facultades especiales, las que le fueron otorgadas con los votos favorables de Sus Señorías.
Muy distinto es cuando la Oposición no respeta el régimen democrático, y exagera la nota, o niega la sal y el agua como se ha dicho a un Gobierno.
Repito: el error del señor Frei Consistió en creer que él recibiría el mismo trato dado a otros Mandatarios, y no fue así.
El señor DURAN.-
Según la argumentación del Honorable señor Gumucio, es preciso modificar la estructura jurídica de este país con relación a las personas. Cuando el sistema se aplica a un Presidente al cual en un instante se dan facilidades, hay que mantenerlo y no merece críticas; pero cuando el Jefe del Estado siente que el sistema lo aprieta nadie sabe si por excesos de él, es malo y debe modificarse. Creo que ésta es una mala filosofía personalista.
En todo caso, la observación de Su Señoría apoya, desde el punto de vista de la crítica, lo dicho por el señor Ministro: aquí se obstruye al señor Frei.
El señor Ministro hizo una observación a propósito de los programas, los cuales, como ha sido demostrado infinidad de veces, no se conocen; en lo constitucional, no lo plantearon así. Si el plan constitucional era el proyecto que está pendiente en las Comisiones, el grande, el elefantiásico, en él no figura la reforma que hoy nos plantea el Gobierno. Esta es una innovación.
Ahora deseo detenerme por un instante en lo que el señor Ministro llamaba "crisis política e institucional": imposibilidad de dar soluciones y de progresar; los problemas se agravan; no sólo estamos detenidos, sino retrocediendo. Repito las palabras pesimistas y negativas del señor Ministro.
Tengo a la mano el texto del discurso pronunciado por el Presidente Frei en la ciudad de Castro. No sé si debo quedarme con lo que él dijo de su Gobierno o con lo manifestado por uno de sus Ministros.
¿Qué dijo el señor Frei en esa ciudad? Expresó que su Gobierno es el más extraordinariamente eficaz y que no había recuerdo en la historia de este país comparable con todo cuanto su Administración ha logrado para Chile. En seguida, hizo esta enumeración: en lo económico, brutal aumento de la producción, de 3,6%, a 7% ; respecto del endeudamiento, hemos disminuido su ritmo, estamos endeudándonos menos. En seguida, hizo una síntesis de su éxito con relación a un gigantesco plan habitacional y hospitalario. Habló de la siembra fecunda de escuelas a lo largo de todo el territorio, de su politica de obras públicas, puentes, caminos y tranques. Dijo, con relación a las ideas nuevas para el fomento de las industrias, que allí estaban la celulosa, el cobre y la petroquímica. Hizo presente que la leche llega ahora en abundancia para la alimentación de todos los niños, y que eso se proyectaba en suministro de calcio para las generaciones futuras.
Si esto es verdad, ¿cómo conciliar el éxito extraordinario del Gobierno con las palabras del señor Ministro de Justicia, quien nos dice que, en el orden institucional, se ha logrado paralizar la obra del Ejecutivo? De acuerdo con sus palabras, estamos detenidos, no se logra avance alguno como consecuencia de la estructura jurídica existente.
Entonces, alguien falta a la verdad. Y como yo debo respetar las jerarquías democráticas, quien no falta a la verdad tiene que ser el jefe del otro poder público: el Presidente de la República.
Por eso, deseo que el señor Ministro nos diga cómo logra este malabarismo, cómo se concilia el éxito a que se refiere el Primer Mandatario con el desastre institucional que tiene paralizado al país.
El señor GUMUCIO.-
¿Me permite una interrupción, señor Senador.
El señor GONZALEZ MADARIAGA.-
Con cargo al tiempo del Comité Demócrata Cristiano, a fin de que los Senadores radicales no veamos disminuido el nuestro.
El señor DURAN.-
Eso lo pactamos denantes, señor Senador.
El señor GUMUCIO.-
En realidad, no veo contradicción alguna.
El Presidente de la República, en el discurso pronunciado en la ciudad de Castro, no ha hecho sino mostrar algunos éxitos claros, precisos y comprobados de su Gobierno en cumplimiento del programa.
Ahora, es indudable que ese éxito habría sido mucho mayor de no haberse producido la paralización de que habló el señor Ministro, y ése es un hecho real.
Su Señoría ha hecho mención de la reforma constitucional. ¿Cómo es posible que en dos años no se haya despachado una reforma fundamental, respecto de la cual el señor Senador ha propuesto desglosar lo relativo al plebiscito, que seguramente antes lo consideraba condenable?
Por lo tanto, es indudable que ha habido paralización de tipo legislativo. Podrá tener muchas causales, pero un hecho claro y preciso que ha existido y que no hay contradicción con lo sostenido por el Jefe del Estado.
Con relación a lo dicho anteriormente por Su Señoría, quiero expresar que no he hablado de modificaciones de sistemas. Hice presente que cuando hay Oposición y ésta es democrática, debe ser cuidadosa y no llegar a un grado tal de violencia y de pasión que haga peligrar precisamente la institución en que funciona la misma Oposición. Eso fue lo que pasó en los Gobiernos de los señores Alessandri e Ibáñez, y ello no ha ocurrido, por cierto, en el Gobierno del señor Frei.
El señor AMPUERO.-
Lo que sucede es que ahora no se protesta.
El señor DURAN.-
De acuerdo con lo expresado por nuestro Honorable colega, si no existieran estos demonios de Senadores opositores, los habitantes de Chile estaríamos en una especie de paraíso o algo muy parecido. Porque lo que nos describió el señor Frei se parece mucho al edén: aquí no hay problemas, dijo. Si no lo hubiéramos obstruido, entonces, quizás nuestra felicidad habría alcanzado la plenitud.
El señor GUMUCIO.-
No es para tanto, señor Senador; pero, sin duda, la situación actual es mejor de la que existía antes.
El señor AMPUERO.-
Habría más asesores. ¿Cabe mayor felicidad?
El señor DURAN.-
Según dije ayer en la Comisión Especial de Reforma Constitucional hoy lo ratifico en la sala, habría que ser de una ingratitud intercontinental para poder escuchar con frialdad el lenguaje que expresó hace un instante el señor Ministro y ahora repite el Honorable señor Gumucio. Lo manifiestan sin dar muestras del menor rubor. Partimos con la reforma constitucional. Dicha reforma, el gigante que nos enviaron, ha sido estudiada en Comisión. Pues bien, a iniciativa de los Senadores opositores no de los Senadores democratacristianos, se creó la Comisión Especial de Reformas Constitucionales. Eso lo consideran obstruir. También a pedido de la Oposición, se desglosó el N9 10 del artículo 10, para hacer viable la reforma agraria. Nos han citado a numerosas y largas sesiones para despachar esa reforma. Pero olvidan un hecho: que hasta hace poco, el Presidente del Senado era un militante de la Democracia Cristiana. Olvidan, ademas, que sigue siendo presidente de la Comisión de Legislación un Senador democratacristiano. ¿Por qué no nos citan a sesiones de esa Comisión? "¡Ah!," dicen "porque si lo hacemos, Sus Señorías se quejarán". Naturalmente, nos quejamos cuando nos citan a la mala o cuando, como en el caso presente, se hace toda una escandalera constitucional y nos tienen radicados en Santiago.
El señor PABLO.-
Su Señoría, como radical, debe estar muy contento.
El señor DURAN.-
No, Honorable colega, porque tengo mucho interés en ir a provincias con las órdenes de mi partido. Debo, además, afrontar con muchas dificultades la elección municipal. En cambio, el Partido de Gobierno tiene intendentes, gobernadores, subdelegados; dispone de elementos que lo apoyan en las juntas de vecinos; dispone, asimismo, de la CORA, del INDAP y de los millones y millones consignados en el Presupuesto de la Nación que son de libre disponibilidad de intendentes y gobernadores. Sus parlamentarios, en consecuencia, podrán ganar la lucha sentados aquí, porque tienen numerosos agentes electorales en las provincias. Y, nosotros, ¿de qué disponemos? Radicados aquí, no podemos ir a hablar a las radioemisoras ni asistir a las proclamaciones.
¿No será todo esto una parte del engranaje, de las ideas planteadas por el Ejecutivo? ¿Qué urgencia había en despachar este proyecto antes de abril? ¿Cuál era la premura? ¿No podía, acaso, esperar dos meses más una reforma estructural como la que ahora debatimos?
El señor PALMA.-
Porque las elecciones iban a ser conjuntas.
El señor DURAN.-
Iban a serlo. Pero, a esta altura, ello ya no es posible. Sus Señorías propusieron esa idea, pero se retractaron en lo que concierne a suspender las elecciones municipales. Recuerdo que ya el año pasado se discutió sobre esa materia. El hecho es que no hubo acuerdo. Se habrá consultado ya al PresidenteFrei, constituido en generalísimo de la campaña municipal de la Democracia Cristiana. Ya el señor Frei fue a la ciudad de Castro a hacer la proclamación de los candidatos, en calidad de jefe de ese partido. ¡Jefe de Gobierno y jefe de partido! Esta dualidad me trae, en verdad, una serie de recuerdos. ¡ Si esto de que en una persona se reúnan las condiciones de Jefe de Gobierno y de jefe de partido ya lo habíamos visto antes! ¡No es un sistema nuevo en el mundo! Es un sistema que deberemos analizar.
El señor PALMA.-
Es el caso de Churchill.
El señor DURAN.-
De los nazis, efectivamente. Su Señoría no ha necesitado hacer recuerdos largos.
El señor PALMA.-
Yo me referí a Churchill, señor Senador.
Parece confundido Su Señoría.
El señor DURAN.-
Creí que haba dicho "nazis".
Ahora, después de haber dado las razones que, en mi concepto demuestran palmariamente la falsedad total de la afirmación del Gobierno y de la Democracia Cristiana con relación a la reforma constitucional, ¿qué ha pasado con los demás proyectos ?
Ya tuvimos aquí un incidente muy desagradable, porque ahí siempre dicen, sea los dirigentes, los comentaristas o los plumarios, que el Congreso rechaza los proyectos del Ejecutivo o los mantiene detenidos.
En cuanto a que el Parlamento los rechace, no es efectivo, porque no se ha rechazado ninguno. Los proyectos más importantes, las vigas maestras, los del cobre y de reforma agraria, fueron despachados. Eso explica que el Ministro de Agricultura, haciendo esfuerzos de caballerosidad, declaró aquí que estaba satisfecho, que le habían mejorado el proyecto. El ex Ministro Simián fue todavía más exagerado; a lo mejor, por eso ya no es Ministro. Dijo al Senado que estaba agradecido, que le habían mejorado el proyecto, y repitió esas expresiones de gratitud en la Cámara. Cuando le aprobamos al señor Collados, no la viga maestra, sino apenas un tabiquito, el negocio del Ministerio de la Vivienda, el hombre se deshizo en expresiones de gratitud...
El señor CHADWICK.-
Le hicimos de nuevo el proyecto.
El señor AGUIRRE DOOLAN.-
Y también dejó de ser Ministro el señor Collados.
El señor DURAN.-
. . ., y dejó de ser Ministro. Entonces, ¿qué pasa con este partido y con el Gobierno ?
Ahora, los comunistas dicen al Gobierno que están de acuerdo con la reforma constitucional; lo mismo le manifiestan los parlamentarios del Partido Nacional, y los trata a puntapiés. ¿Qué pasa con el Gobierno?
Estoy verdaderamente alarmado. A lo mejor, el Gobierno tiene complejos. Son hijos del rigor; les gusta que los traten a puntapiés. Pero cuando, mediante una expresión soberana del Congreso, se rechaza un permiso al Presidente de la República y se le pega un puntapié al Ejecutivo; ¡ah!, entonces también se enoja.
En verdad, ya no hay manera de darle en el gusto. Pasa enojado por sus frustraciones, porque creyó hacer todo con su varita de virtud, y la cosa no se concreta. Digámoslo con franqueza: con el cobre nos estamos salvando, pero no por la viga maestra, sino por razones de precio y por el Vietnam, que influye en el precio. SI esta situación no nos hubiera ayudado, no andaríamos con la sonrisa en los labios ni se vería la prepotencia que nace en sus discursos.
Todos debemos alegrarnos, como chilenos, de que el Gobierno no fracase. Queremos que triunfe. Pero una cosa es que triunfe a la buena, con éxito que el país aplauda, y otra que, dentro de lo que ellos mismos califican como éxito del Gobierno, se dediquen con soberbia a pegarle puntapiés a quienes lo han ayudado, a uno u otro grupo: a veces a la Derecha, a veces al FRAP.
Recuerdo que un día en que estaba aprendiendo a volar, allá en Tobalaba, un piloto me decía, cuando hacíamos el pingüineo para tomar el cabezal de la cancha: "Hay que manejar los pedales para que el avión vaya alternativamente a la derecha y a la izquierda, igual que la Democracia Cristiana". No olvidé nunca la lección.
En consecuencia, cuando han ido obteniéndolo todo, ¿no es el colmo de la ingratitud que venga a decirnos el Ministro de Justicia, contra la tesis de sus colegas de Gabinete, que nos agradecieron, que nos hemos portado pésimo, que hemos sido ineficaces, que les hemos creado conflictos? Y no sólo nos dice que nos vayamos a nuestras casas: nos pide que nosotros mismos saquemos nuestros cuchillos y nos hagamos el "harakiri". ¡Y se morirá de la risa cuando vea los tripales de sus opositores !
Creo que se les ha pasado la mano. Si ha de hacerse tal cosa, que no sea con nuestros votos, porque ello, como dicen los penalistas y lo dispone el Código Penal, significaría agregar la ignominia a los afectos propios del delito, y nosotros no estamos dispuestos a colaborar a la consumación de esa figura delictiva.
¿Qué ley ha sido obstruida? Tengo a la vista una extensa nómina de los proyectos que hemos estudiado. No la leeré íntegramente, pues ya la conocen los Senadores y también el país. AI respecto, se ha hablado mucho del proyecto sobre leyes normativas, y a ello ha vuelto a referirse el Honorable señor Gumucio. Es efectivo que el Excelentísimo señor Frei envió al Congreso un Mensaje sobre leyes normativas; quería que, al aprobar esa iniciativa legal, el Congreso entrara de hecho en receso, porque, al sancionarla, dejaríamos al señor Presidente investido de poderes de emperador. Ello parecía excesivo. Estimo lógico, por lo demás, lo planteado por la Democracia Cristiana. Algo positivo han de tener; no todo ha de ser un conjunto de hechos contradictorios. ¿Pero por qué el Ejecutivo no incluyó el proyecto en la convocatoria, ni hizo presente la urgencia ? Sé que me responderán: "Porque lo teníamos perdido". ¡Son adivinos los niños... ! Sin embargo, no se fijan en que tenían perdido en las Comisiones unidas el proyecto sobre convenios del cobre, pero lo ganaron en la Sala. Otras veces, han ganado en Comisión, y perdido en el Hemiciclo. No es raro, porque las cosas en política son más o menos inestables: depende de cómo salgan los proyectos. Salió bien, por ejemplo, el proyecto sobre industria siderúrgica, pero se insiste, pese a que varios Senadores han dado explicaciones. ¡ Adviertan la contradicción, Honorables colegas!
Respecto del proyecto referente a leyes normativas, los democratacristianos, a mí juicio, han procedido con algo de lógica, pero no quieren reconocerlo. En efecto, varias de las disposiciones contenidas en dicha iniciativa han sido incorporadas paulatinamente en otros proyectos de ley. Por ejemplo, en días pasados despachamos el relativo a reajustes. Así se caratulaba aquel proyecto, pero tras esa carátula, detrás de ese rostro, venía el contrabando, un tremendo contrabando concerniente a la previsión social. Allí se legisló sobre previsión social por medio de un sistema que podría considerarse un tanto obligado. Como eso se ha repetido en varias iniciativas legales, el proyecto sobre leyes normativas ha ido quedando un poco obsoleto; ya no sirve. Muchas de las disposiciones que el Gobierno quería obtener mediante aquel proyecto, se han ido vaciando en otras iniciativas. Los demás proyectos que se han señalado duermen en las Comisiones. La razón de esto último es sencilla: el Gobierno es dueño del Congreso durante ocho de los doce meses del año: desde el 19 de septiembre al 21 de mayo, vivimos bajo la convocatoria de la legislatura extraordinaria, dedicados sólo a tratar los proyectos que el Presidente de la República incluye en dicha convocatoria, y dentro de éstos, con preferencia, aquellos respecto de los cuales el Ejecutivo declara la urgencia. Nosotros, al calificar las urgencias, nos limitamos a fijar los plazos, que constitucionalmente no pueden exceder de treinta días. Pues bien, pese a que el Ejecutivo maneja el Congreso durante ocho meses del año, y no obstante disponer de las urgencias, se queja ante el país haciendo aseveraciones falsas, cuya única finalidad es desprestigiar al Congreso para satisfacer anhelos políticos.
No recuerdo haber escuchado en otras oportunidades que parlamentarios se sumaran al lenguaje de crítica injusta del Ejecutivo, sobre todo cuando, al haber retraso, parte de la responsabilidad debiera honestamente ser compartida. Pero a los Senadores democratacristianos les pasa algo extraño, quizás a consecuencia de ser hombres formados al tenor de una religión. Tienen, en cierta medida, lo que podríamos llamar "escape libre": salen de fiesta igual que el resto de los mortales ; pero, cuando los pillan, echan la culpa a los demás; cuentan que iban a visitar a un amigo, cuando los encontró un malo y se los llevó de fiesta.
Es mala costumbre no conocer .la propia responsabilidad. Si el Ejecutivo los acusa, sean lo bastante caballeros para decir que la responsabilidad es común. Hay cosas de estructuras, Honorables colegas, de modo que no politicen el problema ni digan que es la Oposición la que, en actitud casi sediciosa, está obstruyendo la marcha del Ejecutivo. Eso no es verdad, porque, junto a las vigas maestras que el Congreso ha dado al Ejecutivo, a la gratitud expresada .por los Ministros, no se puede señalar proyecto alguno tratado por el Senado que haya merecido el rechazo de esta Corporación.
Tengo a la vista la nómina de proyectos tratados por esta rama legislativa. Del mismo modo que lo pedí en la Comisión Especial de Reformas Constitucionales, solicito ahora que esa lista sea insertada en la versión de mi discurso.
El señor REYES (Presidente accidental).-
Si le parece a la Sala, se insertarán los documentos a que ha hecho referencia el Honorable señor Durán.
Acordado.
Los cuadros cuya inserción se acuerda, son del tenor siguiente:
Ley N° 16.101, de 15 de enero de 1965.
Faculta al Comité Ejecutivo del Banco Central para rechazar los registros de importación que sean presentados en las condiciones y bajo las limitaciones que indica.
REGISTROS DE IMPORTACIÓN I
REGISTROS DE IMPORTACIÓN II
El señor DURAN.-
Hay que hacerse una pregunta. Si lo que el Presidente Frei expresó en Castro, que motivó su satisfacción y su alegría, es verdad, ¿de dónde salieron las leyes que concedieron fondos y recursos, ya que nadie nos podrá hacer creer que ellos fueron también producto de un milagro? De algún lugar se obtuvieron los recursos para los planes habitacional y hospitalario, construcción de caminos, desayunos escolares, escuelas, fomento de la producción, etcétera. ¿ De dónde se obtuvieron? De aquí, señor Presidente, de esta rama del poder público llamada Congreso Nacional, que mediante la dictación de leyes, como la de Presupuestos y otras especiales, otorgó fondos para la Corporación de Fomento y algunas filiales de ella y hasta para la Promoción Popular, entidad que legalmente no ha obtenido respaldo legislativo. ¿Y qué hay del proyecto que legisla sobre la Promoción Popular? También tiene mayoría en la Sala para ser aprobado ; pero no la tiene el montaje de las Juntas de Vecinos, en cuanto a otorgarles recursos que, al eximirse del trámite normal de la Administración Pública, se puedan dilapidar con criterio político y electoral. Si lo hiciéramos, mereceríamos un sobrenombre que no estamos dispuestos a aceptar.
Durante su exposición, el señor Ministro nos habló nuevamente del artículo 10, número 10, de la Constitución Política. Honradamente, creí que el Gobierno no se atrevería a abordar de nuevo esta materia, porque respecto de ella hay una actitud muy comprometedora del Ejecutivo, de conformidad con las normas constitucionales.
El Senado, en un estudio profundo sobre las fórmulas y maneras de procedimiento para el trámite de esa reforma, fijó una conducta. Determinó, de acuerdo con el análisis del artículo 109 de la Constitución Política del Estado, que los vetos aditivos son inconstitucionales, porque así lo dice expresamente dicho precepto constitucional. Sin embargo, el señor Ministro nos ha dicho ahora que dimos al proyecto respectivo un trámite no previsto en ninguna norma reglamentaria, y que hemos invadido las atribuciones del Ejecutivo. Durante todo el debate es lo que me importa destacar, porque no entraré a analizar nuevamente este punto, hablamos de los vetos aditivos, y nos negaron tercamente que las observaciones al artículo 10, número 10, tuvieran tal carácter. Recuerdo muy bien que un señor Senador dijo; "Se están fabricando nombres; esto no existe en el Derecho constitucional; es parte de alguna doctrina, pero no se encuentra en el texto de la actual Constitución". Sin embargo, el Presidente Frei declaró en Castro que él envió un veto aditivo al Congreso Nacional. Es decir, han quedado mal, tanto los Senadores democratacristianos como el propio señor Ministro. El Primer Mandatario ha reconocido que se trataba de un veto aditivo. Pero aquí nace el problema: si el Presidente de la República sabía que el veto era inconstitucional, porque así se lo había hecho presente un informe de la Comisión de Legislación y Justicia del Senado, ¿por qué, a sabiendas de que esta Corporación consideraba que tenía carácter inconstitucional, mandó ese veto aditivo? Planteo la pregunta, porque aquí va naciendo una serie de lógicas consecuencias o derivaciones. Tengo la íntima convicción de que, tras la voluntad del Jefe del Estado, otras voluntades están buscando fórmulas que rompan la convivencia democrática.
Un día alguien señaló en el Senado que el Presidente de la República tenía una idea fija en cuanto a que no le doblen la mano. El cree que cuando a un Mandatario le doblan la mano, significa que ha perdido un campeonato de lucha libre; pero no es así. A los Presidentes de la República muchas veces les han doblado la mano. Ellos, incluso, en forma inteligente, se la han dejado doblar. Hubo un maestro de este sistema en Chile, que fue el Presidente Alessandri no el último, que tiene un carácter distinto, el "León", quien vivía quejándose de que todos le doblaban la mano. Y era como el alcalde de La Pérgola de las Flores: A todos les sonreía, pero hacía lo que él quería. Esta actitud es parte de una fórmula política. Pero resulta que los personajes que ahora estamos conociendo obedecen a otra estructura.
Estoy verdaderamente alarmado. El señor Ministro dio una respuesta que me indujo a formular, con relación a ella, una indicación, Tal indicación está concebida en los siguientes términos: "Si el Ejecutivo no logra el triunfo del partido que lo sostiene, ahí se verá". En mi concepto, ésta es la idea que fluyó del debate; pero lo único que me interesa al formular la indicación es poder apreciar las risas que se producen, y que todos hemos tenido oportunidad de ver. Esto naturalmente causa risa...
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Tal vez, a Su Señoría.
El señor DURAN.-
..., ya que esa indicación no puede prosperar.
El propio señor Ministro se dio cuenta que las cosas no andaban, no porque no estén dispuestos a plantearlas. ¡Si ya lo hicieron! Es que resulta demasiado gordo que este negocio se plantee en la Constitución Política chilena. Ello sólo producirá carcajadas dentro de nuestros límites. Pero cuando lo lean los tratadistas argentinos, peruanos o alemanes, seguramente dirán: "¡Y éste es el primer país democrático de América ! Estos caballeros tienen la pretensión de ser juristas. ¡Miren lo que han dicho aquí: "¡Ahí se verá!"."
Esa no es la manera de arreglar los problemas. Y en este terreno estamos; después, "ahí se verá". ¡Si el Gobierno pierde las elecciones, ahí estudiará lo que hace...!
Como dije denantes, cualquiera de las soluciones que aquí han sido esbozadas es muy mala para el país.
Deseo terminar mis observaciones haciendo alusión a algo que me parece importante dejar consignado en el debate. El proyecto del Ejecutivo pretende que por una sola vez cada Presidente de la República pueda disolver el Congreso. Este será un cuchillo que manejará cada uno de los Mandatarios que el pueblo elija. Como serán elegidos cada seis años, si el hombre no obtiene un éxito claro, si en la segunda elección le va mal, deja caer sobre el Congreso la disolución.
¿Creen los señores Senadores del partido de Gobierno que sus electores le dieron el voto para eso? ¿Están convencidos Sus Señorías de que los eligieron en la creencia de que en la casa de donde democráticamente iban a buscar cobijó para la defensa de sus doctrinas serían víctimas de este ataque brutal que permita, con los votos democratacristianos, disolver el Congreso? ¿Creen que ésta será una fórmula que podrán plantear a sus electores? Yo creo que no. Estimo que para eso no fueron elegidos, sobre todo en un país formado por gente íntegra, varonil, hasta agresiva. Ya lo dijo Alonso de Ercilla y Zúñiga cuando describió los caracteres de esta raza. ¿Elegirán los ciudadanos un Parlamento formado por gente sumisa, castrados morales, sujetos a la voluntad del amo, del Ejecutivo? Aquí se impone un amo que actuará por presencia. La espada estará sobre las cabezas de los parlamentarios: si se portan mal, entonces les caerá el cuchillo y morirán. Entonces, este Congreso será muy heroico, entero, firme y valiente.
Yo prefiero una actitud más derecha. Si los incomoda el Congreso, trabajen con asesores; nombren un conjunto de gente que les obedezca, que esas personas se reúnan en esta sala o en otra, que procedan a votar y más tarde pregunten de qué se trata. Así se despacharán en forma mucho más rápida los proyectos. Pero ello tiene un nombre: se llama dictadura.
Ahora estamos abocados al estudio de un proyecto de ley que trasunta la sed de poder de los democratacristianos: más y más poder; todo les queda chico. Para el señor Alessandri era mucho; para el señor Frei es escaso. ¡ Más y más poder! ¡ Estas borracheras de poder conducen a las peores consecuencias! Es la morfina que no tiene atajo: cada día una inyección más; el vicio del poder los va corroyendo. Pero esa actitud tiene una sanción: el vicio conduce a la muerte. Y eso es lo que temo para Chile: que la sed de poder, que abrasa las gargantas de la Democracia Cristiana y del Ejecutivo termine por liquidarlos. Y en estas circunstancias, el Excelentísimo señor Frei haría muy bien en precaverse del cuidado de algunos sacristanes que terminan siempre por matar al señor obispo.
Aquí, entre la documentación, tengo lo relativo al proyecto sobre plebiscito. Me alegro mucho de que el Honorable señor Sepúlveda haya patrocinado tal iniciativa sólo para los efectos reglamentarios. Si no hay una fórmula que a nadie repugne en forma fundada, yo rechazaré el proyecto original del Ejecutivo. Y me alegro mucho de la indicación formulada por el Honorable colega, pues tengo buena opinión de él. Su explicación de que firmó tal indicación para los efectos reglamentarios está dentro de nuestras prácticas habituales.
He estado leyendo detenidamente el proyecto de plebiscito que se nos plantea. Lo referente a esta materia no lo pregunto a los Senadores democratacristianos, pues sé anticipadamente su respuesta: aquí todos son democratacristianos y van en la línea del partido. Estoy seguro de que cada uno de los Senadores pertenecientes al partido oficial ni siquiera han pensado lo que esto significa.
Soy un hombre muy reservado. Hay cosas que no he dado a conocer ni las contaré nunca. Asimismo, espero que Sus Señorías no revelen nuestras conversaciones sostenidas entre caballeros. Pero debo declarar que cuando los Honorables colegas "engolan" la voz para plantear lo relativo a los pareos, me da risa y salgo de la Sala para que no me sorprendan.
El plebiscito tiene como finalidad que el Presidente de la República pueda llamar a una consulta popular; es decir, no disolver directamente el Congreso, pero sí llamar a una consulta para la reforma constitucional y, mediante ella, proceder a hacerlo. Esto es, como quien dice, "una carambola con baranda".
En el plebiscito que se nos plantea, el Gobierno puede llamar a una consulta popular cuando cualquiera de las Cámaras rechace uno de sus proyectos. O sea, si una rama legislativa rechaza un proyecto, se produce el plebiscito. Si la Cámara de origen aprueba determinada iniciativa y ésta es rechazada por la otra, la primera puede insistir por dos tercios. Pero cuando estamos aquí debatiendo sobre los pareos, aparece un tremendo matón constitucional, que dice: "Pare la pelea; no sigan en este debate. ¡Plebiscito!"
De ese modo se perturba la acción de una de las ramas del Congreso.
Es disparatado el proyecto que faculta al Presidente para llamar a plebiscito cada vez que en determinado trámite le dicen que no, con las excepciones aquí expresadas. Se llamaría a plebiscito respecto del común de las leyes, pero siempre con una excepción: cuando una Cámara rechace un proyecto de ley por los dos tercios de los Diputados y Senadores que voten.
Respecto de las reformas constitucionales, también se dice: "Rechazada una reforma constitucional en una Cámara, plebiscito". Pero aquí se suelta la mano y se dice: "Yo no llamo a plebiscito si una de las dos ramas del Congreso logra dos tercios de los parlamentarios en ejercicio".
O sea, para impedir el plebiscito en el caso de la reforma constitucional, se exige una votación más alta. Por lo tanto, es mucho más fácil llegar al plebiscito por las reformas constitucionales que por cualquiera de las leyes comunes. ¡Esta es la chacota legislativa !
Este sistema no tiene ninguna estructura jurídica ni ninguna lógica. Y lo que he dicho respecto del trámite de los proyectos dentro del Congreso, también rige para el veto, el cual se regula por la misma norma: dos tercios de los parlamentarios que votan las leyes y dos tercios de los parlamentarios en ejercicio para las reformas constitucionales. Pongámonos en el caso de existir una mayoría opositora estrecha, no de dos tercios. El Gobierno envía un proyecto con el cual pide estabilizar su mandato por veinte años, y el Parlamento lo rechaza. Se llama a plebiscito, a la consulta del pueblo, por haber sido rechazado ese proyecto monstruoso.
Nosotros tratamos de buscar un camino. No me niego a ello. A mi juicio, si hay problemas, deben estudiarse, pero no con el sistema que nos proponen ni antes de una elección de regidores, bajo la fanfarria de una propaganda para esa lucha electoral. Yo los estudio serenamente, y creo que el más sereno debe ser el Presidente de la República, porque cuando en una disputa entre el Congreso y el Ejecutivo, el Jefe del Estado tiende su mano cordial, el pueblo juzga su actitud en la altura moral en que se coloca. Pero cuando el Congreso, sometido a una política de golpes, de violencia, de injurias y difamaciones, es quien tiende la mano, causa ante el pueblo la impresión de estar pidiendo perdón, y sólo los miembros de un Senado palatino besan los pies al asesino, a trueque de vivir. No se puede exigir a un conjunto de hombres dignos que en esta política de dificultades o de querellas busque la política de la mano tendida. En mi concepto, para el país es buena la cordialidad de los poderes, y el Presidente de la República tiene medios de lograrla. No nos pida, sí, que busquemos la ruta del arreglo mediante el lenguaje del Ejecutivo y de su partido. ¡Y no hablemos de la prensa, porque de sólo leerla en la mañana, uno ya tiene descompuesto el desayuno! No se puede llegar a ningún tipo de debate después de leer todo este montaje publicitario.
Tengo aquí un interesante libro de un distinguido tratadista de derecho constitucional, el señor Linares Quintana. Leeré sólo algunos párrafos importantes, que en cierto sentido pueden parecer desvinculados de la materia central. Sin embargo, son definiciones y conceptos tan profundos, que considero indispensable dejar constancia de ellos en la versión taquigráfica de la sesión.
He estado afirmando que el país está viviendo una política por donde se está despeñando el absolutismo bonapartista; el anhelo de más poder, el deseo de ir silenciando, mediante la propaganda, a las oposiciones y de aterrorizar a la gente; es decir, todo un conjunto de políticas. Y en este libro se expresan, en comentarios y en repartición de juicios importantes, algunas ideas que no me resisto a leer, aunque sólo sea en la parte más importante:
"Trocado" dice Platón "el protector del pueblo en tirano, "al principio, en los primeros días de su dominación, ¿no sonríe graciosamente a todos aquellos con quienes se encuentra, no llega incluso a decirles que piensa en cualquier cosa antes que en ser tirano? ¿No hace las más hermosas promesas en público y en privado, perdonando a todos los deudores, repartiendo las tierras entre el pueblo y sus favoritos, tratando a todo el mundo con ternura y dulzura de padre? Preciso es que empiece así. Cuando se ha librado de sus enemigos de fuera, en parte con transacciones, en parte con sus victorias, y cuando ya se ve en paz por esa parte, tiene siempre buen cuidado de mantener viva alguna chispa de guerra, con el fin de que el pueblo sienta la necesidad que de un jefe tiene". Agrega Platón que "algunos de los que han contribuido a su elevación y que poseen la máxima autoridad después de él, ¿no hablarán entre sí con mucha libertad de lo que ocurre, llegando incluso los más osados a quejarse al propio tirano?... Preciso es, pues, que el tirano se deshaga de ellos si quiere reinar en paz, y que, sin distinguir entre amigos y enemigos, haga desaparecer a toda la gente de algún mérito"."
'Más adelante hay otras frases, esta vez de Cicerón:
"La tiranía" afirma "es el peor de los Gobierno", y califica al tirano como "el monstruo más espantoso, el más repugnante, el más abominable de los dioses y los hombres que imaginarse pueda: tiene aspecto humano, pero corazón más cruel que las fieras. Pero añade "a ningún Estado negaré más terminantemente el nombre de República que a ése en que impera como soberana la multitud", pues "el imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombre solo, y esta tiranía es tanto más cruel, cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y nombre del pueblo". Cree Cicerón que "no existe forma alguna de gobierno que por su constitución, organización y reglas pueda compararse a la que nuestros padres nos han transmitido y nuestros mayores establecieron"."
Cicerón cita diversos pueblos donde se impuso una norma de carácter constitucional, gracias a los hombres que señala: "Creta, de Minos; Lacedemonia, de Licurgo; Atenas, cuya constitución ha experimentado tantos cambios, de Teseo, después de Dracón, de Solón, de Clístenes, y posteriormente de otros muchos, hasta que extenuada y moribunda las recibió de un varón sabio, Demetrio de Falerio, que la reanimó un poco, mientras que nuestra república no ha sido constituida por un ingenio solo, sino por el concurso de muchos; ni se consolidó por una sola edad, sino por el transcurso de bastantes generaciones y bastantes siglos."
Creo que para terminar un análisis de la filosofía de los tiranos y de los dictadores, es útil leer "El Estado fascista de Mussolini", sólo en un párrafo. Y lo leeré, pues mucha gente dice: "¡ Qué exageración tan grande! ¿ Cómo se puede imputar a un partido que tiene tradición democrática estos arrestos fascistoides, como calificamos a este mensaje y a muchas otras actitudes?"
Dice el libro de Linares Quintana:
"Al iniciar su vigencia, el l9 de enero de 1949", se refiere al Estado fascista "la nueva Constitución italiana, pocas o ninguna de las disposiciones del estatuto fundamental anterior regían ya. El fascismo, en efecto, introdujo en este último reformas suficientes para injertar en su antigua arquitectura liberal el cuadro del Stato fascista. Sin embargo, tan radical transformación de las instituciones políticas, constitutiva de lo que se llamó la rivoluzione fascista, no fue introducida de manera revolucionaria, mediante la imposición de una situación de facto sobre las normas e instituciones existentes, ni por la substitución de éstas por otras normas e instituciones nuevas mediante la violencia. Todo se desenvolvió bajo las apariencias de la más perfecta legalidad. Cada nueva reforma como aquella por la cual las Cámaras renunciaron a muchas de sus atribuciones o aquella otra por la que se suprimió la Cámara de Diputados fue el resultado de decisiones de los órganos jurídicos existentes. "Es que" como observa Balladore Pallieri "el fascismo, que gustaba proclamarse revolucionario, fue siempre, en los hechos, escrupulosa y pedantemente cumplidor de la legalidad exterior".
Hay dos frases que deseo leer, para que los señores Senadores mediten al respecto, reproducidas en este mismo libro. Son un comentario hecho por Hitler en su libro "Mein Kampf":
"La psiquis de la masa popular manifestaba en su Mein Kampf, que Loewens tein califica como "la Biblia del III Reich" no es sensible a nada que tenga sabor a debilidad, ni reacciona ante paños tibios.
Como una mujer cuya sensibilidad siente no tanto la influencia del razonamiento abstracto como la de un ansia ardiente gobernada por sensaciones, especialmente la de la energía que realiza la tarea por cumplir, y que a dominar al pusilánime prefiere sú voluntad al hombre fuerte, el pueblo prefiere el gobernante al suplicante y siente mayor satisfacción íntima por las doctrinas que no toleran rivales, que por el liberalismo, del que apenas sabe hacer uso y del que pronto acaba por renegar. Tiene tan poca conciencia de la afrenta que representa el hecho de verse espiritualmente aterrorizado como de la violación de las libertades que disfruta en su carácter de conjunto de seres humanos, violación concebida con el propósito de conducirlo a la revuelta; tampoco advierte la falsedad intrínseca del credo. Sólo ve la energía despiadada y la brutalidad de su lenguaje, ante el cual acaba finalmente por inclinarse". "Toda propaganda sostenía el Jefe del Estado nazi debe ser popular, adaptando su nivel intelectual a la capacidad receptiva del menos inteligente de los individuos a quienes se desee que vaya dirigida. De esta suerte, es menester que la elevación mental sea tanto menor cuanto más grande la muchedumbre que deba conquistar".
"Superfluo resulta agregar que, como en Italia, en la Alemania nazi, frente a la omnipotencia del Estado personificado en el Führer, el individuo no podía hacer valer ningún derecho: no era más que un simple y minúsculo rodaje de la formidable máquina estatal, a cuya marcha cabía sacrificar la existencia, la libertad y la dignidad de cualquiera de sus piezas,..."
No voy a distraer la atención de los señores Senadores para repetir algunas de las frases contenidas en el libro de Hitler, que revelan esa misma mentalidad.
"El pueblo ha sido formado por largos siglos de creencia religiosa, por la tradición, por los usos y costumbres; no es una masa. La masa es una cantidad, no formada por ella misma; es necesario dirigirla para que no permanezca puramente caótica y un esfuerzo es realizado para ello. Pero se pregunta "¿cómo?" Por la propaganda partidaria, por panfletos, por divulgaciones superficiales de ciencia, por la radio, por el cinematógrafo; en el hecho por todos los medios por los cuales no alcance la penetración del ser humano. Este proceso de moldeamiento cuantitativo es evidentemente muy superficial en comparación con un verdadero proceso espiritual, y el resultado es deplorable; se resuelve en una cierta despersonalización, una inmersión de la personalidad humana informe en una masa amorfa hasta perder su identidad".
Éstas palabras que he leído y que corresponden a la filosofía de un movimiento totalitario, reflejan, en mi opinión, que cometen un grave error los que presuntuosos, nos hablan de que un día hicieron una concentración gigante en donde el pueblo los aplaudió, como expresión de adhesión a sus tesis. Las masas gigantescas que en la plaza frente a la Casa Rosada aplaudían a Perón, no eran pueblo argentino : eran masa argentina, una masa pervertida y desmoralizada, una masa corrompida en el valor individual, en la propia dignidad que contiene la personalidad de cada uno de los hombres que constituyen el, pueblo argentino. Y allí no sólo aplaudían al tirano, al dictador elegido por voluntad popular. Lo ovacionaban con versos y cantos: "Perón, Perón" todavía suena en nuestros oídos el canto fatídico, ¡ qué grande sos! Perón, Perón; General: ¡cuánto vales!; Perón, Perón, gran conductor, sos .el primer trabajador". Y la masa pululante lanzaba al viento sus sombreros, sus chaquetas, para convertirse en descamisados, servidores de los intereses populares.
Antes que él, en la "Unter den Linden", ¿ no eran las masas alemanas las que aplaudían, cuando, montada la "mise en scéne", el Führer, que viajaba en avión, aterrizaba en la calle sobre una alfombra roja, bajo el estrépito brillante de 20 ó 30 bandas instrumentales de guerra, haciendo resonar los bronces en los himnos de las marchas wagnerianas, para encaramarse en la tribuna de los oradores y estremecer a las multitudes que no razonan y que actúan por pasión generalmente negativa? ¿Dónde están los viejos nazis de ayer? ¿Dónde, no digo los que colaboraron con el Tercer Reich, sino los que aplaudían los discursos del tocado por la mano de Dios? Ahí están circulando después de haber llorado sobre los escombros de sus ciudades destruidas, sobre los cuerpos muertos dé los miembros de sus familias. Ahí están negando que un día ellos también fueron nazis. Y las cenizas de Hitler, olvidadas bajo los fierros y el concreto deshecho de la Cancillería por el bombardeo de las fuerzas de la democracia y la libertad.
¿Dónde quedó la histeria popular por el Duce, por el hombre que hacía temblar a Italia con su lenguaje elocuente en la Plaza del Duce? ¿Dónde quedó esa inmensa masa que aplaudía sus discursos, cuando, colgando de los pies, su cadáver se exhibía al pueblo en compañía de Clara Pe taeci? Seguramente, uno de los mismos que un día en la Plaza del Duce aplaudía sus discursos, sus violencias, sus amenazas, sus demasías, no movió las manos, sino los pies para dar un puntapié en la boca abierta, desencajada por la muerte, del que un día hizo temblar a Italia y amenazó al mundo.
Es la historia de todos los que comienzan a deslizarse en la línea de la sed del poderío. Y creo que nunca hay que perder la posibilidad de encerrarse por un instante consigo mismo y de detener el carro de las demasías antes de que sea tarde, pues las masas, cuando son tales, un día aplauden, pero son las mismas que más tarde dan puntapiés al cadáver del líder o ignoran los movimientos en que militaron.
Todavía es tiempo, señor Presidente y señores Senadores. Nosotros votaremos en contra de este proyecto, porque no queremos cargar con la responsabilidad histórica de lanzar a nuestro país por la vía de la dictadura. Esta iniciativa es para la dictadura, y los primeros en llorarla serán los que se enfrenten a ella. Pero tienen al menos la tranquilidad en el alma, por sentir la satisfacción de conciencia de haber combatido por sus ideas en una hora en que todavía era oportuno. Pero la segunda víctima es el pueblo, en cuyo nombre se piden estas demasías.
Por amor a ese pueblo, por amor a la democracia; por respeto al Parlamento, por actitud, como diría Unamuno, de hombre puro, nosotros vamos a rechazar el proyecto, y esperamos que el Presidente de la República y el Partido Demócrata Cristiano, estudiando con serenidad las horas que vive el país, no empujen a su patria a situaciones que más tarde, más que nosotros, lamentarán nuestros propios hijos.
Ninguno de los hombres que aquí se sientan puede sentirse tan grande, tan importante, tan trascendente que, por soberbia, por orgullo, por pretensión consciente o inconsciente de lo que está aconteciendo, no pueda tener un instante de reposo para juzgar con serenidad el acontecer político.
Para que eso acontezca, en actitud respetuosa, pero firme y decidida, nosotros rechazamos el proyecto del Ejecutivo. No queremos que por medio de ese sistema, por las razones tantas veces expresadas, se rompan las estructuras que, realizadas desde la época del "ancestro" histórico de Chile y perfeccionadas en nuestra evolución histórica, llegaron hasta hoy, esperanzadas en una era constructiva, y no en la violencia desatada en torvas mentalidades totalitarias.
El señor JARAMILLO LYON.-
¡ Muy bien!
El señor GONZALEZ MADARIAGA.-
¿Cuánto tiempo queda al Comité Radical, señor Presidente?
El señor ALLENDE (Presidente).-
Treinta y seis minutos, señor Senador.
El señor GONZALEZ MADARIAGA.-
Pido ser inscrito para mañana, en ese caso.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Ya está inscrito el señor Senador.
Puede usar de la palabra el Honorable señor Pablo, dentro del tiempo del Comité Demócrata Cristiano.
La fecunda imaginación de un político.
El señor GONZALEZ MADARIAGA.-
¿Me permite, Honorable colega?
El señor PABLO.-
Yo escuché con mucho respeto a Sus Señorías y pido que se guarde conmigo la misma actitud.
El señor DURAN.-
Con mucho respeto le pido un minuto.
El señor PABLO.-
Se lo daré con cargo al tiempo radical.
El señor DURAN.-
No interprete mal mi discurso, señor Senador. Yo hice una distinción entre masa y pueblo. Creo que Su Señoría escuchó esa parte de mi discurso y que procederá lealmente.
El señor CHADWICK.-
¿Me permite una interrupción?
El señor PABLO.-
Siempre que sea breve.
El señor PABLO.-
He escuchado con satisfacción al Honorable señor Durán, acompañándolo con agrado en su elocuencia, no en sus conceptos, evidentemente. Al oírlo, me percataba de su tremenda imaginación que, a las posibilidades de la imagen, sacrificaba en definitiva el fondo. Lo escuché también con mucho agrado en la campaña de Curicó, donde fui su adversario en 1964.
¡Cómo olvidar aquellas frases e imágenes tan sentidas para precaver al país del comunismo que avanzaba!
¡Cómo olvidar aquellas referencias que hacía en torno del hecho de que el país estaba amenazado por una experiencia que padría ser similar a la de los países situados detrás de la Cortina de Hierro!
¡Cómo no recordar su frase tan expresiva sobre los "cuajarones de sangre"!
El señor AGUIRRE DOOLAN.-
¿ Quiénes cosecharon, después?
El señor PABLO.-
Sin embargo, mi Honorable colega, en el andar del corto tiempo, vota en el Senado por los mismos que él atacaba y los eleva a la testera de la Corporación.
Por eso, entre la oratoria y el fondo hay que distinguir. Estoy cierto de que el país descubrirá la verdad entre los discursos, explicaciones y cerros de palabras que se han escuchado esta tarde.
Primero voy a recoger uno de los conceptos emitidos. No me dejaré llevar sin embargo en el inicio de mis palabras por mi indignación frente a todas estas expresiones grotescas, como es la de pretender que el hombre que aquí conocimos en este Senado en el trabajo y en la amistad, como un republicano pueda ser comparado en este instante con quienes condujeron la historia por la senda de la tiranía y la dictadura. A mi juicio, nuestro Honorable colega, señor Durán, en cierta medida, ha hecho estas imágenes para rechazar algo que para nosotros es fundamental, y al repetir la frase de Cicerón haría suyo un argumento que rechazamos enérgicamente.
El Gobierno del Pueblo.
Cicerón rechaza el Gobierno de la multitud, lo cual, en las estructuras de hoy, significa rechazar el gobierno del pueblo, y yo, que soy demócrata, repito esta tarde la frase de Lincoln: "La democracia es el Gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo".
Voy a defender la tesis contraria: el derecho del pueblo a decidir, a definir; el derecho del pueblo a dar a conocer su veredicto y a conducir a sus representantes por lo que él estima justo, legítimo y por lo que cree el bien público general.
El señor PABLO.-
Pero Su Señoría hizo suyas las palabras de Cicerón.
El reconocimiento del conflicto de poderes.
Me interesa esta tarde, sin embargo, destacar un hecho claro y evidente: el Ejecutivo nos ha enviado un proyecto de reforma constitucional encuadrado dentro de la Carta Fundamental, nos guste o no nos guste la iniciativa. Ha dicho al Senado que existe una contienda de poderes y que, a su juicio, una forma de resolverla consiste en que el Jefe del Estado cuente con la posibilidad de disolver el Congreso, una vez durante su mandato, y que en esta oportunidad el Parlamento acceda a ello.
Es, por lo tanto, un proyecto que no ha merecido ninguna objeción de carácter constitucional. El propio profesor de derecho constitucional don Jorge Guzmán Dinator, en sesión de la Comisión Especial consta ello en el acta respectiva, dejó establecido que el camino seguido por el Ejecutivo, al proponer la fórmula que, a su juicio, ha de permitirle salir adelante, ha seguido un camino legítimo, que se ajusta a la Constitución. Ningún paso se ha dado fuera de ella: todo lo obrado se encuadra dentro de los términos de nuestra Carta Fundamental.
Una afirmación rotunda del Presidente de la República ha sido compartida, no sólo por la Cámara de Diputados, sino también por el Senado: la de que existe contienda de poderes. La Cámara de Diputados repito coincidió con este pensamiento del Ejecutivo, y puesta sobre el tapete en la Comisión del Senado la idea de legislar sobre la existencia de tal conflicto, fue aprobada por cuatro votos contra uno. No prosperó la indicación del Ejecutivo para dar solución al diferendo, y se aprobaron, en cambio, otras indicaciones.
Así, pues, el Congreso, el Ejecutivo y el país están contestes en que existe un problema de contienda de poderes que, dentro del régimen jurídico institucional actual, no tiene solución, y en que debe buscársele una. Los teóricos convienen también en que ella suele presentarse en regímenes presidencialistas.
La doctrina y el conflicto de poderes.
Y a propósito de teóricos y antes de seguir avanzando, deseo agregar algo. Mi Honorable colega el señor Durán ha citado muchas veces ideas del señor Silva Bascuñán, hombre de mi partido a quien respeto y aprecio. Sin embargo, el pensamiento político y jurídico de la Democracia Cristiana no se rige por la opinión de uno de sus militantes. He oído declarar a don Jorge Guzmán Dinator que es hombre independiente, y lo creo porque él lo ha dicho. Otras personas han expresado que es radical. Pero en el supuesto caso de que así fuera, estoy cierto de que ese partido, como tal, no suscribiría, en cuanto a su programa, la totalidad de los conceptos emitidos en textos de estudio por dicho profesor.
Volviendo atrás, quiero manifestar que, ya se trate de lo expuesto en una obra reciente sobre derecho constitucional por el profesor italiano Paolo Bizcaretti, de Duverger, de cualquiera de los autores cuyas opiniones ha recopilado en cierta medida la Comisión, o de otras obras que cada uno de nosotros pueda consultar por su parte, la doctrina demuestra que, en esta pugna o confrontación de poderes que el Senado, la Cámara de Diputados, el Ejecutivo y el país aceptan que existe, debe alguien dirimir. Y la doctrina indica que los sistemas que permiten encontrar solución al problema son el referéndum o plebiscito y, por otra parte, la disolución del Congreso, en que, por la vía indirecta, por la confirmación de sus componentes o por su reemplazo, que el pueblo exprese cuál es su pensamiento, su voluntad, su elección. Y ese pueblo que vota, Honorable colega Durán, no es masa. Ese pueblo que vota, para un demócrata, es el que ejerce la soberanía; es en él en quien ésta radica, de acuerdo con la Constitución. El nos manda, él da contenido a nuestro mandato. Si en el día de mañana yo creyera que ese pueblo es masa y, por lo tanto, descalificado, me sentiría también descalificado como mandatario suyo.
Estimo, pues, que un zanjón profundo me separa de mi Honorable colega el señor Durán, porque creo lo reafirmo que es en el pueblo en quien radica la soberanía, que él nos otorga su mandato y que, en contienda de poderes entre autoridades que eligió, él debe decidir.
La crisis institucional.
¿En qué consiste la contienda de poderes? Lo que el Presidente de la República ha señalado como crisis institucional existente, ha sido defendido aquí por el Ministro y parlamentarios de Gobierno, lo que también ha tenido detractores.
Quiero hacerme cargo de ambas afirmaciones, para en seguida tratar de explicar algo que el Honorable señor Durán y algunos sectores del Parlamento no entienden: la urgencia nuestra, el dolemos el tiempo, y por qué tenemos, sin duda alguna, una actitud distinta de los que tradicionalmente fueron Gobierno en esta república. Tenemos una posición diferente. Sí, señor Presidente, y somos demócratas, pero tenemos sentido de la realidad nacional, del imperativo histórico que vive el país, que nos obliga a plantear, muchas veces con angustia, decisión y fuerza, nuestro punto de vista, tratando de salir de donde nos encontramos.
El Gobierno ha dicho: "Me obstruyen en el Senado". Quiero señalar dos tipos de asuntos dentro de los cuales configuro tal obstrucción. No quiero dialogar sobre el particular, sino hacer la afirmación y después analizar las respuestas.
El señor AMPUERO.-
¡Vaya al diálogo!
El señor PABLO.-
Llegaré a la conclusión. Recogeré los argumentos para responderlos.
El Senado ha bailado en la cuerda de la inconstitucionalidad.
Creemos que el Senado lo digo con absoluta sinceridad ha estado bailando en la cuerda de la inconstitucionalidad. A mi entender, tres hechos, que relataré esta tarde, lo demuestran.
El señor GOMEZ.-
¿Cómo es el asunto?
El señor PABLO.-
Estoy dando mi opinión. A Su Señoría a veces le cuesta entender.
En cuanto al caso concreto señalado por el Honorable señor Durán, de la inconstitucionalidad declarada al veto del Presidente de la República, hace cuestión Su Señoría de un discurso pronunciado en Castro, en que el Jefe del Estado dijo haber enviado al Congreso un veto aditivo, lo que, según aquí se afirma, sería inconstitucional. Nosotros sostuvimos entonces y ratificamos ahora que la inconstitucionalidad de un acto de poder del Estado no es calificable ni siquiera por el Congreso. De considerar inconstitucional un acto de la Cámara de Diputados, lo rechazamos, pero no emitimos pronunciamiento sobre su inconstitucionalidad. Esa es la tesis que hemos defendido y que fue invariablemente aceptada por la Corporación. El Senado sostuvo la inconstitucionalidad del veto, como consecuencia de lo cual estaba, a nuestro modo de ver, obrando fuera de sus facultades. El Senador Durán considera, en este momento, tal actitud perfectamente lógica; pero quiero decirle que no todos los radicales piensan así. ¡Y no son conversaciones de pasillo las que traemos aquí! El hecho es que, comunicado el texto respectivo, por el Presidente del Senado, al Ejecutivo para su promulgación, el Contralor General de la República, que, según creo, milita en el partido de Su Señoría o es independiente simpatizante radical, no aprobó ese texto enviado por el Senado, sino que de él se aceptó la supresión de la frase cuestionada, de acuerdo con la votación producida. Si hubiera sido inconstitucional el veto, tendría que haber aceptado la tesis de esta Corporación; como no lo era, tuvo que acoger, en definitiva, la del Ejecutivo. Este perdió aquí, en el Senado, y posteriormente ganó frente al reproche de la Corporación.
El señor CHADWICK.-
Señor Senador, ¿usted leyó el dictamen del señor Contralor? Se lo pregunto porque, si no lo ha leído y está opinando de oídas, podría ser excusable lo que acaba de afirmar; pero si lo ha leído, creo que Su Señoría está padeciendo de una perturbación de la memoria.
El dictamen del señor Contralor es perfectamente claro. Establece que, al no poder calificar las razones que haya tenido el Senado para declarar inadmisible el veto del Ejecutivo, se atiene exclusivamente al hecho de que esta Corporación no se pronunciara sobre ese veto; que, ante la imposibilidad de calificar las razones que tuvo la Cámara para conocerlo y aprobarlo, se atiene exclusivamente al hecho de que esa rama del Congreso lo aprobó; y que, por no asistirle facultad para calificar las razones que tuvo el Ejecutivo para entender que el veto era admisible y enviarlo en la forma en que lo hizo, se atiene exclusivamente al hecho de que el Presidente de la República lo formuló.
De esta declaración de no tener competencia para poder calificar los actos de los poderes del Estado en la tramitación del veto, deduce el señor Contralor que no hubo disposición que contuviera una voluntad concorde de las dos ramas del Congreso con el Presidente de la República, manifestada en la forma prescrita por la Constitución. Y dictaminó que se eliminaba todo el precepto controvertido.
En esta forma, señor Senador, el dictamen del Contralor no emite juicio sobre ninguna de las actividades de los tres órgano del Poder Público: ni del' Ejecutivo, ni del Senado, ni de la Cámara de Diputados.
El señor PABLO.-
Señor Presidente, no quiero entrar en este diálogo, porque, realmente.
El señor AMPUERO.-
Vale la pena entrar.
El señor PABLO.-
Es que a las nueve termina la sesión, a menos que se prorrogue para permitirme terminar mis observaciones, que deseo dejar expresadas hoy.
En todo caso, quiero manifestar que la tesis sostenida por el Presidente del Senado en nombre de la mayoría, que era tan clara, no fue aceptada por la Contraloría.
El señor CHADWICK.-
No aceptó ninguna tesis.
El señor PABLO.-
En segundo lugar, como dije al fundar mi voto en aquella ocasión, si el Senado no violaba la letra de la Constitución al negar al Presidente de la República el permiso para viajar a los Estados Unidos, estaba violando su espíritu. Y cité palabras del Honorable señor Bulnes Sanfuentes que en ese instante el señor Senador votaba en contra del permiso pronunciadas en 1957 a propósito de un permiso similar. En aquella fecha sostuvo el Honorable colega que, de acuerdo con la Constitución, al Jefe del Estado le estaba encomendado en forma exclusiva el ejercicio de las relaciones internacionales. El Presidente de aquel entonces, como hoy el señor Frei, hacía uso de un recurso diplomático, cual es el de entrar en contacto con otros Jefes de Estado, y cualquiera que sea su tendencia política comunista, conservadora o radical, cada cual tiene que comprender la conveniencia de un diálogo con los Estados Unidos de América, país que no se encuentra en el Asia, sino en una zona de influencia para nosotros: aquella en que está Chile.
La tercera oportunidad en que, a nuestro juicio, la Oposición estaba poniéndose al margen de la Carta Magna lo digo con absoluta sinceridad, fue cuando se negaba a pronunciarse sobre la calificación de la urgencia de este proyecto de reforma de que ahora se trata, pues estimamos de toda evidencia que tal actitud contrariaba lo dispuesto en el artículo 46 de la Constitución y también algunos artículos del Reglamento de la Corporación. Oportunamente así lo hicimos presente, y existe un informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento, que aprueba en gran medida nuestra tesis al respecto.
La obstrucción en la Legislación.
Pero también hemos dicho que la labor obstruccionista se ha presentado en el Senado por la negativa a leyes importantes para el Ejecutivo, o por el despacho tardío de algunas de ellas.
Aquí se argumenta que no se han votado todos los proyectos, que algunos de ellos están todavía en Comisión. Pero sucede una cosa, Honorable señor Durán: cuando nuestro partido dice oficialmente que es partidario de una iniciativa o contrario a ella, adoptamos una actitud afirmativa o negativa, pero no estamos en el "foto que sí, foto que no", que se hizo tan famoso en la época del señor Haverbeck. No lo entendemos así, señor Senador.
Por eso, después que el Partido Radical votó favorablemente el proyecto siderúrgico en dos oportunidades, en la Comisión de Economía y en la de Hacienda, no pudimos entender que a última hora, en una iniciativa de tanta trascendencia, cambiara de manera oficial su decisión. Por eso, para nosotros, hay proyectos que han sido rechazados. Y hemos querido llamar la atención del Senado...
El señor GOMEZ.-
También cambiamos de criterio en el cobre. En Comisiones votamos negativamente y en la Sala lo hicimos a favor.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Ruego al Honorable señor Gómez solicitar las interrupciones al Honorable señor Pablo.
El señor MIRANDA.-
¿Me concede una interrupción, señor Senador?
El señor PABLO.-
Yo estaría en condiciones de dar interrupciones si se prorrogara la sesión hasta el término de mi discurso.
El señor ALLENDE (Presidente).-
El Honorable señor Pablo no desea ser interrumpido.
El señor GOMEZ.-
No le pido interrupciones, porque no me las concede.
El señor REYES.-
No sea agresivo, señor Senador.
El señor PABLO.-
Sostenemos que algunos proyectos están virtualmente rechazados, por habernos informado de modo oficial los partidos que no los aceptan. Por ejemplo, respecto del proyecto de leyes normativas, del de juntas de vecinos y promoción popular, se nos comunicó oficialmente que no serían acogidos, por lo cual nosotros entendemos que están rechazados.
Además, los democratacristianos tenemos interés en otros asuntos que todavía no se despachan. Ahí están la reforma constitucional, el proyecto de ley sobre industria automotriz...
El señor IBAÑEZ.-
¡El Gobierno puede declarar la urgencia respecto de esas materias!
El señor PABLO.-
También están los proyectos sobre sociedades anónimas, plantaciones forestales, el nuevo estatuto de Arica y muchos otros.
Aquí se arguye que eso se debe a otra razón. La Oposición alega algo que es efectivo. Creo que nunca ha trabajado el Senado como en este período. Lo digo y lo afirmo.
El señor DURAN.-
¡Vaya a decírselo al señor Frei!
El señor GOMEZ.-
¡Dígaselo al Presidente de la República! ¡Para qué lo dice aquí!
El señor PABLO.-
Si uno pide estadísticas, le informan que ha habido más sesiones que el año pasado, que el trabajo ha sido más prolongado. No desconozco ese hecho.
En seguida, se asevera que se han despachado determinadas leyes, entre ellas la del cobre, la del Ministerio de la Vivienda y tres de reajuste.
El señor JARAMILLO LYON.-
Y la reforma agraria.
El señor PABLO.-
No tengo la intención de ponerme ecuánime. No es ése mi propósito. Pero considero que la Oposición, si tenemos en vista lo que eran ayer el Senado y la Cámara, no dejan de tener razón, desde su ángulo.
Pero, ¿qué sucede? Hay que tener presente un fenómeno distinto: ofrecimos al pueblo una revolución en libertad, y revolución es cambio rápido de estructuras. Un autor francés, Charles Ripert, en una obra sobre el régimen capitalista, termina su estudio con la siguiente frase: "Lo que queda después que pasa el tumulto de las revoluciones es el orden jurídico". Después de la Revolución Francesa, de la hoguera y la guillotina; después de las represiones de la revolución rusa; después de lo que puede haber sucedido con el paredón en Cuba, queda el nuevo orden jurídico. ¡Eso es lo que queda! Entonces, para hacer revolución hay que transformar el orden jurídico. Y el problema nuestro es que caminamos lento en este proceso; no logramos realizar todo lo que queremos, dentro de la maquinaria que tiene que colaborar en la formación de las leyes. En una revolución con dictadura es fácil hacerlo, porque el acto legislativo se confunde con el acto administrativo. Para poder llevarlo a cabo en una revolución con libertad, tiene que haber poder político mayoritario en el Congreso y en la jefatura del Estado. Esa es nuestra angustia.
Su Señoría nos dice: "¡Pero cómo el Presidente de la República señala los avances que ha logrado el país!". ¡ Claro! ¡ Los ha logrado el país! ¡Hemos mejorado nuestra balanza de pagos!
El señor GOMEZ.-
Gracias al precio del cobre.
El señor PABLO.-
¡Hemos dado más habitaciones! ¡Hemos hecho muchas cosas! ¡Y voy precisamente a lo que dice el señor Senador!
El señor GOMEZ.-
¡Ustedes propusieron la entrega del cobre!
El señor REYES.-
¡Hasta cuándo majaderea!
El señor GOMEZ.-
¡Hasta cuándo insisten ustedes!
El señor PABLO.-
¡Pido que se haga valer mi derecho, señor Presidente!
El señor GOMEZ.-
¡Nos vamos a imponer!
El señor PABLO.-
¡El totalitario resulta ser Su Señoría!
El señor REYES.-
¡No sea majadero!
El señor PABLO.-
¡Hemos escuchado tranquilamente al Honorable señor Durán!
El señor GOMEZ.-
¡ Hasta cuándo mienten ! ¡ Se nos acabó la paciencia!
El señor PABLO.-
Hemos prestado atención a lo que han dicho, aunque no compartimos sus puntos de vista.
El señor GOMEZ.-
¡Mentiras y mentira s!
El señor PABLO.-
Hemos señalado hechos que significan una nueva mentalidad, una nueva realidad nacional.
El señor GOMEZ.-
¡Hasta cuándo majaderea!
El señor PABLO.-
Sin embargo, no estamos conformes aún con lo que hemos logrado, porque nuestra misión no consiste sólo en alcanzar algunos éxitos en el desarrollo económico y social. Los tenemos y los exhibimos con orgullo. Pero también debemos alterar estructuras. Para eso necesitamos una máquina más expedita en la formación de las leyes. Y aquí está el problema institucional. Tropezamos con un problema bastante grave. Y no se crea que la tesis que planteo es de carácter tropical. Ella está aceptada también por la doctrina, como veremos más adelante.
La angustia de los que piden la revolución.
Creo que nuestros puntos de vista no los comprenden los que participaron en Gobiernos anteriores, para quienes el problema de fondo fue subsistir en el Gobierno, por lo cual hicieron combinaciones heterogéneas con los comunistas; luego, cuando éstos fueron a Pisagua, llegaron los derechistas y, más tarde, otras fuerzas. ¿Qué programa? ¿Qué continuidad de ideas?
El Presidente Frei y su gente tienen una trayectoria limpia en la lucha por imponer un ideario en el país. Jamás han buscado una senda que no sea la del orden democrático. Por ende, cuanto se nos dice en este instante, creo que no nos alcanza. Me parece que enloda más a quienes nos imputan este pensamiento, que a nosotros, que nos encuadramos dentro de las leyes, pero reclamamos urgencia para los problemas de Chile.
Si fue por angustia, porque nos dolía la situación del país, que planteamos este movimiento, con una fisonomía distinta de la Derecha y del FRAP. Nos dolía la alta tasa de mortalidad infantil; nos dolía la niñez sin escuelas; nos dolía la injusta distribución de la renta. Nos dolía una realidad que requería un cambio rápido, cambio que ahora sentimos frenado aquí.
Por eso, hemos venido afirmando que necesitamos salir de la situación en que nos hallamos. El pueblo votó por un cambio trascendental dentro de la democracia, y nos parece que con el sistema con que estamos trabajando no hay cambio rápido ni estamos en la senda que el país espera.
¿Por qué está detenida la máquina? Creo honradamente que se debe a que el Senado tiene una estructura de generación distinta de la de la Cámara de Diputados. La verdad de las cosas es que el Senado se renovó sólo parcialmente. Si esta Corporación hubiera tenido que renovarse totalmente en marzo o abril de 1965, creo, sin presumir de profeta, que habríamos alcanzado mayoría política, porque, si de 20 escaños obtuvimos 11, al renovarse los 45 cargos podríamos haber conseguido 23. Es una suposición. Podemos estar equivocados, pero hay razones para creerlo así.
El Senado, institución morigeradora.
En la Comisión, el profesor señor Guzmán Dinator, a quien citaré esta tarde para defender mis argumentos, sostuvo que el papel del Senado era moderador y que ello fluía de la forma como estaba constituido. Hizo las siguientes afirmaciones: en primer lugar, se exige , más edad para ocupar el cargo de Senador que para ser Presidente de la República o Diputado, a fin de que a esta Cámara llegue gente más moderada; en segundo término, los Senadores permanecen en sus funciones por un período más prolongado: ocho años, en lugar de cuatro, y por último, que se eligen por agrupaciones provinciales y no de acuerdo con la población. Concluye sosteniendo que la finalidad que tuvo el constituyente al establecer el Senado en estas condiciones fue crear un organismo moderador.
Este concepto es contrario a la idea de revolución, porque la revolución obliga a cambios rápidos. Morigerar el cambio, evidentemente, a mi modo de ver, atenta contra ella.
De acuerdo con la concepción original, esta Cámara es moderadora, no Cámara política. Pero yo sostengo con la más absoluta buena fe que el Senado es también hoy día una Cámara política, tal como la de Diputados, y que ello contraviene el espíritu del constituyente.
El constituyente tuvo una visión del Senado a la usanza romana. "Senatus", según dijo el profesor Guzmán en la Comisión, expresa la idea de concurrencia de ancianos, de hombres probos, que en cierta medida se reúnen para opinar de acuerdo con su real saber y entender.
El Seriado, Cámara, política.
Por mi parte, argumenté de la siguiente manera en la Comisión: "Señor Guzmán, .quiero hacerle una salvedad. Tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados impera el régimen de partidos. Aquí hemos visto votar en bloque a los Senadores, y a los Comités los hemos escuchado decir que no comparten la posición de sus partidos, pero obedecen. ¿Quiénes son, entonces, los que mandan? Son los partidos políticos. Y en éstos, para ser miembros de los consejos nacionales, juntas directivas o como se llamen, ¿ se exigen requisitos de edad? ¿Se eligen cada cuatro años o cada ocho? Cada año, y a veces cada tres meses. ¿Son elegidos por agrupaciones provinciales? Nada de eso. Ellos son los que están mandando. Y cada vez que deben resolver sobre algún punto, dicen que tienen que ver lo que opina su partido, pues votan como tal. Como partido actúan los radicales; también socialistas y comunistas. Por lo tanto, ésta es una Cámara política".
Entonces, se pregunta uno: ¿cuál es la importancia de tener dos Cámaras políticas ? El que con motivo de la reforma constitucional de 1925 tuvo una visión muy sagaz, fue don José Maza, pues, al crearse el Senado en las condiciones en que quedó establecido, dijo lo siguiente: "La forma en que va a aprobarse, hará fracasar el fundamento de la reforma en esta materia. Se va a perpetuar el sistema de luchas que existe entre el Senado y la Cámara de Diputados en la formación de las leyes. En pocos años más se verá que el ;Senado, Corporación a la cual se ha querido privar en absoluto de facultades políticas para dejarla como Cámara moderadora, será una Cámara política que dispondrá de medios para detener las leyes y presionar al Ejecutivo".
Eso sostuvo el constituyente, y creemos que se está produciendo. El año 1925 lo previo don José Maza, que no era de nuestras filas. Me parece que es eso lo que está sucediendo en este instante.
El sistema unicameral.
Por eso, muchas personas se han preguntado qué conviene más, si el régimen de dos Cámaras legislativas o el de una sola. Al respecto, citaré aquí al profesor Guzmán Dinator, autor de la obra "Sistemas unicameral y bicameral", impresa el año 1934, que más o menos debe ser la época en que impartía lecciones a sus brillantes alumnos señores Durán y Jaramillo.
El señor JARAMILLO LYON.-
Poco después.
El señor PABLO.-
Bien; pero, en fin, el pensamiento lo tendría más fresco en ese entonces.
La conclusión que sostiene el señor Guzmán en la parte que podríamos considerar el colofón de la obra es la siguiente:
"1°El sistema bicameral tiene razón de ser cuando la segunda Cámara representa algo que no tiene representación en la primera, y que, dentro del Estado, merece tenerla en la categoría de Poder Público. Se justifica, por ende, en los Estados compuestos, en las naciones de gobiernos aristocráticos y en aquellas cuyo escaso desarrollo no permite que ellas se dirijan únicamente por medio de sus representantes.
"2°El régimen bicameral no se justifica en los Estados unitarios cuyo gobierno es democrático.
"3°El Poder Legislativo carece, en general, de competencia técnica.
"4°Para dotar al Poder Legislativo de esa competencia, la organización más adecuada que en la actualidad puede dársele, es la de una sola Cámara, asesorada por Consejos técnicos consultivos".
Eso fue propuesto. Es una visión del problema. Pero es un hecho que, después de la primera guerra mundial, según el texto del profesor Guzmán, la tesis fundamental fue la de los Congresos unicamerales. Después de esa conflagración convengo en que ésta es una observación general, en el hecho no ha existido tal tendencia.
El señor CHADWICK.-
Está equivocado Su Señoría.
El señor PABLO.-
En realidad, existen buenas razones para defender esta tesis. En todo caso, no la estoy defendiendo, sino sólo señalando los problemas que presenta.
Creo lo digo de nuevo con absoluta sinceridad que institucionalmente disponemos de un sistema que nos permite detener la marcha de las leyes.
Estimo, como decía Franklin sus expresiones también son citadas por el profesor Guzmán, que dos Cámaras, a veces con mayoría contradictoria, son un Legislativo demasiado complicado para que el Estado pueda marchar bien, que "una legislatura con dos ramas es una carreta tirada por un caballo adelante y otro atrás, en direcciones opuestas".
El mismo profesor Guzmán señala que el sistema unicameral evita también el triste espectáculo que estamos dando, el hecho real de hoy, en que existe un Congreso cuyas ramas no están de acuerdo. No obstante representar ambas la voluntad nacional, sé manifiesta el absurdo de que, en representación de esa voluntad, mientras una de las Cámaras dice "sí", la otra dice "no". Es decir, la voluntad nacional de los representantes de la nación se contradice a sí misma. Esa es la situación que estamos viviendo.
A mi juicio, la esencia de la razón del Senado radica en el hecho de ser Cámara revisora. En el ámbito parlamentario mundial está pesando la convicción de que la iniciativa parlamentaria está en poder del Ejecutivo, porque éste tiene los organismos de competencia, funcionarios y demás, para estructurar las leyes que deben ser sometidas a la consideración del Congreso.
Las leyes de iniciativa parlamentaria aprobadas en Inglaterra no tengo los datos estadísticos a la mano, pero creo haberlos citado alguna vez no pasan de diez en un lapso de tres a cuatro años. Todas las demás fueron de iniciativa del Ejecutivo.
Pero si se quería Cámara revisora, se podría argumentar que bastaría una que revisara las leyes al Ejecutivo, y éste las podría revisar.
Es indudable que el sistema bicameral tiene otras ventajas. Pero no las analizaré por carecer de objeto su discusión. En todo caso, quiero señalar la situación en que nos encontramos.
El señor AMPUERO.-
No dice nada Su Señoría.
La tiranía de la minoría,.
El señor PABLO.-
Por otra parte, he oído al Honorable señor Durán referirse al problema de las tiranías. Su Señoría manifestó que nosotros queremos llevar al país a una tiranía, y, a nuestra vez, nos quejamos de lo mismo. Personalmente,, por lo menos, creo estar enfrentado a la tiranía impuesta por la minoría electoral que es mayoría en el Senado. Porque la mayoría electoral del país es el pueblo que ejerce la soberanía, expresa fundamentalmente su opinión en la Cámara de Diputados. Entonces, la mayoría del Senado es minoría electoral, y, teniendo tal carácter, evidentemente está impidiendo el avance de los más, en razón del criterio que tienen quienes no representan el sentir actual de la nación.
Para sostener lo anterior, me afirmaré en las argumentaciones del señor Guzmán Dinator, quien dice:
"Aún más, con dos Cámaras, por huir de la tiranía del Parlamento, se crea dentro de él la dictadura de la minoría. En el régimen unicameral, para rechazar una ley se necesita la mitad de una de las voluntades ; en el bicameral, la cuarta parte más una de las voluntades. Supongamos que el Poder Legislativo esté formado por una Cámara de 400 individuos. Para rechazar un proyecto, se necesitaría de 201 votos. Si este Poder Legislativo estuviera dividido, en cambio, en dos Cámara equivalentes, bastaría para rechazarlo el voto de 101 individuos. Esta situación se hace todavía más absurda si las Cámaras son, no equivalentes, sino desiguales en su número. En nuestro país, la Cámara se compone de 142 miembros se refiere al año 1934, y el Senado, de 45. Si un proyecto es aprobado por la unanimidad de los Diputados, puede ser rechazado por la mitad más uno de los Senadores, o sea, por 23 votos. Vuelto a la Cámara de Diputados, y aprobado como la primera vez, el Senado, con 29 votos, impide que el proyecto sea ley, salvo las transacciones a que se llegue por la Comisión Mixta que establece la Constitución. El caso se extrema si el proyecto hubiera sido iniciado en el Senado, porque el voto de 23 Senadores habría bastado para rechazarlo desde luego y para que no pudiera ser reiniciado hasta después de un año. Como se ha dicho, por huir de una hipotética tiranía del Parlamento, se cae en una verdadera tiranía de la minoría."
Esta es nuestra tesis. Nosotros sentimos que, siendo mayoría electoral,
El señor AMPUERO.-
Relativa.
El señor PABLO.-
... ratificada tanto en los comicios de 1964 como en los de 1965, aquí, una mayoría que es minoría electoral y que en este instante carece, a nuestro modo de ver, de la base popular requerida, está entorpeciendo la marcha de la nación.
Del problema del fascismo, serán otros quienes se preocupen. Yo no deseo entrar en ello, pues no creo que valga la pena decir algo sobre el particular.
La representatividad del Senado.
En cuanto a la representatividad del Senado, quiero también argumentar aquí con el profesor Guzmán, cuya opinión ha servido de fundamento jurídico a la Comisión. El profesor pregunta qué representa el Senado. Sabemos que representa una votación por agrupaciones provinciales y que cada Senador tiene una representación distinta. Es el pueblo quién vota; no es el territorio, y aquél está fraccionado en distintas partes. Hay Senadores que llegaron aquí con 220 mil votos, como el Honorable señor Musalem, o sea, casi con tantos votos como los obtenidos en todo el país por el partido a que pertenecen los Senadores socialistas. Hay Senadores que han alcanzado su banca con 6 mil votos, y Diputados que tienen mayor votación que los Senadores que se encuentran aquí. Sin embargo, en materia de poder de decisión, la situación es diversa.
El Honorable señor Durán tuvo la suerte de ser alumno del señor Guzmán Dinator, a quien aprecio lo digo sinceramente, y si argumento sobre la base de sus afirmaciones, es porque a las opiniones que él dio en la Comisión se les ha dado valor definitivo. Aun cuando no comparto el criterio por él expuesto en la Comisión, le agradezco todo cuanto nos dijo, y quiero dejar constancia de mi parecer al respecto.
¿ Cuál es la; conclusión del profesor Guzmán? Sostiene que el Senado no representa regiones económicas ni intereses semejantes, como en Estados Unidos, cuyos estados tienen individualidad propia.
Dice el señor Guzmán:
"En resumen, la actual organización del Senado hace de este organismo una entidad que no representa a nada, ni a intereses económicos que suelen ser divergentes dentro de una misma agrupación provincial, ni al territorio de la República como tal, ni mucho menos a su población. Son los inconvenientes de haber querido ascender a nuestras provincias, simples divisiones políticas y administrativas, al carácter de entidades sociales y económicas."
El señor DURAN.-
Entonces, ¿qué están haciendo aquí Sus Señorías, si no representan nada?
El señor PABLO.-
Estoy repitiendo las opiniones de su profesor, Honorable colega, que no hago mías.
En estas circunstancias, me parece evidente que estamos ante un hecho que realmente nos preocupa: creemos ser mayoría electoral, pues así lo han confirmado los comicios. Sin embargo, no tenemos posibilidad de poner en marcha un engranaje que permita servir al país y cambiar las estructuras tradicionales.
Esta es nuestra angustia. Esto es lo que sentimos, y por eso hemos luchado por lograr cambios rápidos y, como es lógico, en libtertad.
Con otros sistemas tal vez,, con dictadura, es posible que hubiéramos podido avanzar más, pero los hemos rechazado. Esa es la razón por la cual estamos haciendo presentes nuestros puntos de vista y solicitando del patriotismo de los señores Senadores su respaldo.
La Oposición no es alternativa.
En seguida, en materia de oposición debemos tener presente lo que siempre se ha entendido como tal, que es también lo que entiende el profesor Guzmán. Al efecto, en unos foros públicos que él dirigió, y refiriéndose al tema "Nueva sociedad, vieja Constitución", dice lo siguiente:
"... pienso que, como lo manifesté anteriormente, la democracia es fundamentalmente un sistema de equilibrio: sistemas de equilibrios también entre el gobierno y la oposición; sistemas de equilibrio donde es necesario que un partido o un grupo de partidos sean lo suficientemente poderosos como para ser gobierno, y donde otro partido u otro grupo deba también ser lo suficientemente poderoso y determinado como para hacer la oposición y para que el país sepa que esta antítesis podría ser la tesis del próximo período."
Ese es el problema nuestro: la obstrucción que vamos encontrando en nuestro caminar. Pero la actual Oposición, a mi juicio, no es una alternativa en Chile. No imagino que el hombre de la campaña presidencial pasada pueda ser alternativa para el problema suscitado aquí, por muy respetable que sea su posición. Es decir, no creo que esa alternativa exista.
La Oposición aumenta.
La verdad es que estamos enfrentados a un cuadro de oposición que se va agravando, porque a veces los señores Senadores, aunque están de acuerdo con la idea de legislar, nos han dicho: "Pero el compromiso no consiste sólo en votar la idea de legislar, sino que también nos comprometemos con los votos de la Democracia Cristiana y con las posibles observaciones que pueda formular el Ejecutivo. Resulta que ellos tienen la sartén por el mango, o sea, la posibilidad de decir que no en general, y nosotros no contamos con los dos tercios para insistir.
Entonces, ¿qué pasa? Que la idea de legislar se desvirtúa, porque la minoría electoral del país, transformada en mayoría en el Senado, se niega a someterse al criterio de la mayoría electoral de la nación, que está representada en la Cámara de Diputados. Y es aquí donde reside la crisis institucional. Es aquí donde estamos encontrándonos ante el hecho de que, como decía Franklin, "una legislatura con dos ramas es una carreta tirada por un caballo adelante y otro atrás, en direcciones opuestas". Y lo peor .que puede suceder al país es quedar detenido. ¡Esto es lo que nos preocupa y rechazamos!
Por eso, en nombre de los democratacristianos, de los Senadores y Diputados de mi partido, afirmo que creemos en la crisis institucional y que apoyamos la solución que el Presidente de la República ha propuesto como salida al problema, salida que, en parte, puede decirse, no es novedosa, y que serviría, incluso, para tildarnos de continuista.
La posibilidad de que el Presidente de la República pueda disolver el Parlamento una vez en cada período no es idea nueva. Fue propuesta por un Mandatario al cual prestó colaboración el Partido Radical, don Jorge Alessandri. No recuerdo si el proyecto respectivo fue presentado en la época en que esa colectividad política todavía prestaba colaboración a ese Presidente. En todo caso, repito que no es una idea nueva ni tiene carácter tropical. Prueba de ello es que también la tuvo don Arturo Alessandri, porque el problema existe debido a la estructura de nuestras Cámaras, y el país sabe cómo, en el orden político, a veces ha debido sentirse afectado por este sistema.
Aquí se ha rechazado esta idea diciendo: "Señores, esta idea es contraria a la teoría clásica de la división de los Poderes". El Honorable señor Durán se esmeró en señalarlo así, y para ello citó al señor Silva Bascuñán y repitió conceptos de don Jorge Guzmán Dinator. Bueno, pero entendamos en qué estamos. Esta no es una cátedra de Derecho, sino un país vivo, consciente de que está enfrentado a una realidad, a un hecho, lo cual ha sido reconocido por el Senado al aceptar la idea de que existe contienda de poderes y buscar un camino o una solución. Si esto, desde el punto de vista del Derecho actual, se acepta o no se acepta, es problema aparte.
Si alguien, en tiempos de Platón, quien defendía la esclavitud, hubiera planteado el problema de la libertad de los esclavos, posiblemente habría repugnado a la teoría jurídica de aquel entonces. Los políticos jamás se han dedicado a encuadrar en esquemas teóricos sus soluciones, aun cuando puedan usar la técnica para conseguir sus propósitos, pero éstos no pueden ser subordinados a la teoría jurídica. Hacen el Derecho. Y si llegamos a consignar eso algún día en los tratados de los especialistas en Derecho Constitucional se dirá: en un país que se llama Chile, existe el hecho de que en el régimen presidencial se puede disolver el Congreso. Unos hablarán a favor, otros en contra; pero nadie nos desconocerá el derecho a legislar sobre esta materia.
En Francia, régimen presidencial con representación parlamentaria, existe esa situación, porque por último propone la disolución el jefe del Gabinete o el de la Asamblea, pero quien decide es el Presidente de la República.
Por eso, ¿qué preocupación tan especial por la doctrina y la teoría? Yo no digo que carezca de importancia, pero sostengo que lo importante no es saber lo que piensan los teóricos, sino resolver lo que requiere la realidad nacional.
Mi Honorable colega hacía referencia al caso de Estados Unidos de Norteamérica. Debo diferir de él. En efecto, el ex PresidenteTruman dijo que si se perdía el Congreso, él sería ajustado a. la mayoría y a las nuevas condiciones...
El señor DURAN.-
El profesor Bascuñán citó esas mismas frases.
El señor PABLO.-
También lo dice el profesor Bascuñán.
Creo que el pecado de América Latina, al menos de gran parte de nuestros países, es copiar instituciones de países que no tienen una realidad como la nuestra. Durante una época, en el siglo XIX, vivimos afrancesados. Igualmente, en la actualidad, tenemos instituciones que no corresponden a nuestra realidad, muy distinta de la norteamericana. Los partidos políticos de Estados Unidos son muy peculiares. En las elecciones se sabe cuántos Senadores demócratas apoyan al candidato presidencial demócrata, y cuántos republicanos al mismo candidato; y, a la inversa, cuántos demócratas apoyan al candidato, republicano. No hay apoyo oficial. Pude ver que es así; los parlamentarios no se sujetan a órdenes de partido.
En Estados Unidos, quise ver los registros de partidos y comprobé que éstos no existen. En suma, el sistema es distinto del nuestro, y por lo tanto, no podemos adaptarlo a nuestra realidad. Allá existen dos partidos: el Demócrata y el Republicano, y alguien decía que la diferencia entre ambos es la misma que existe entre la Coca Cola y la Pepsi Cola. Lo mismo podemos decir, respecto de Europa, sobre lo que acontece en Inglaterra, en que los partidos Conservador y Laborista son más o menos parecidos; o lo que ocurre en Alemania, cuyos partidos políticos no tienen diferencias que pongan en juego toda la estructura institucional del país.
Pero en, Chile, cada seis años, nos jugamos enteros, porque a un sistema lo puede suceder otro totalmente distinto y cambiar toda la vida y la forma de actuar. Por eso, las elecciones suelen paralizar incluso nuestro modo de andar, y para el inversionista constituyen un problema; al no saber qué tendencia triunfará, opta por retirar sus capitales. Me refiero a todos los inversionistas, y no sólo a los extranjeros.
Un país, sin trabajo y carente de inversiones, no prosperará. Debatiéndonos entre la libertad y el miedo, nos enfrentamos a un problema que no puede ser, en ningún caso, semejante al de Estados Unidos.
Nuestra intransigencia ante los pactos electorales.
Decimos, afirmando nuestro punto de vista, que podemos aparecer intransigentes; sin embargo, al observar con honradez, se comprueba que fuimos intransigentes cuando éramos minoría, y lo somos ahora, que hemos crecido.
Nos opusimos a los pactos electorales cuando fuimos minoría. Por eso, hoy tenemos autoridad moral para decir a quienes formulan indicaciones para restablecer los pactos, que no aceptamos ese sistema. No lo rechazamos porque ahora seamos mayoría, sino porque tal ha sido nuestra posición de siempre: fue nuestra bandera de lucha; lo conseguimos y no abjuramos de ello, porque aspiramos a un régimen de partidos fuertes, y no a una proliferación de colectividades políticas.
En cuanto a la Oposición, deseamos que ella sea también fuerte y, ojalá, homogénea. Es la alternativa que tenemos para construir un Chile mejor, más para ello es necesario saber a dónde va la Oposición, a fin de combatirla. Pero esta Oposición no es homogénea. La base del pensamiento del profesor era que la Oposición fuera una alternativa, pero no lo es, a juzgar por lo que sucede en el Senado.
La disolución del Congreso actual.
Se dijo aún más. Se pudo haber rechazado esta idea, pero quedaba la otra, la consistente en la disolución del actual Congreso. A ello, el Honorable señor Durán respondió: "¿Quieren que nos hagamos el "harakiri"?".
En una declaración entregada por la Secretaría General del Partido Socialista, se dice:
"Para hacer más humillante la situación de los Senadores, se emplazó al Congreso para dictar él mismo su disolución, en un acto que solamente podría interpretarse como reconocimiento expreso de su propia y unilateral responsabilidad en el supuesto conflicto de poderes."
No hemos querido humillar a nadie; nos hemos limitado a plantear nuestro pensamiento. Hemos dicho que un chileno al que se ha tildado de tremendo fascista, ha expuesto un problema y una necesidad. El ha apelado al sentido patriótico de quienes, por ser demócratas, piensan en aquello del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Consultemos, pues, al pueblo. Pero el Senado no lo acepta, y se ha dicho que esa consulta equivale a hacerse el "harakiri". ¿De dónde sacan eso?
Hemos estado permanentemente sujetos al desafío de los sectores radical, socialista y comunista. También el desafío proviene de los Senadores del Partido Nacional. ¿Acaso el Honorable señor Ibáñez no ha dicho que los democratacristianos hemos perdido la mayoría nacional y que ya no la representamos? Por su parte, el Honorable señor Bossay, según expresa el diario "La Discusión", de mi tierra, ha declarado que ésta será la defunción de la Democracia Cristiana; que hemos cometido el más grosero de los errores y que perderemos la mayoría de la Cámara de Diputados y, además, once Senadores que pudieron haber quedado en sus cargos hasta el año 1973.
Resulta que todos están contra nosotros. Para Sus Señorías, nosotros somos el mal de Chile. Somos los más incalificables. Se nos ha tratado de vende patrias, pero hemos tolerado estas injurias tomándolas como de quienes vienen.
Por eso, digo que si realmente ésta es la defunción, ¿por qué no nos ayudan a bien morir? Aquí están los trece Senadores de mi partido. Había dos de ellos en el extranjero y los hemos hecho regresar.
La señora CAMPUSANO.-
¿Para qué? ¿No estaban pareados?
La falta de caballerosidad en el uso de los pareos.
El señor PABLO.-
Pedimos formalmente lo que por medio del Presidente de nuestro partido hemos reiterado. Apelamos a la caballerosidad, que es la base del pareo como institución, pues se dice que aquél es institución de caballeros. No obstante, hubo una oportunidad en que esta materia dio origen a interpretación del Reglamento del Senado. Como me dijo ayer el Honorable señor Fernando Alessandri, la tendencia fue, muchas veces, que esos pactos terminaban no siéndolo. En una oportunidad, el señor Romualdo Silva Cortés, con motivo de un viaje a Europa, concertó un pareo con el señor Haverbeck, pero este último, en determinada circunstancia, en obedecimiento a instrucciones de su partido, rompió dicho pareo. A raíz de hechos como éste, se institucionalizó el pareo, cuya esencia es esta especie de "bona fide". Comprendo que tales pactos rijan con relación a los Senadores que han debido ausentarse del país, pero no me parece que se justifiquen entre Senadores a quienes todos hemos visto caminar por los pasillos del Senado. Por ejemplo, el Honorable señor Tarud, si bien no estoy cierto de que estuvo hoy almorzando en esta Corporación, puedo asegurar que estuvo aquí en la mañana. También hoy he visto al Honorable señor Rodríguez, cuando entraba a la sala de la Presidencia del Senado. Y los Senadores Ampuero y Gómez están presentes.
El señor DURAN.-
Por lo visto, está dedicado a policía, Honorable colega. No debería ni decirlo.
El señor PABLO.-
Sólo digo que los he visto.
De tal modo que si se trata de una institución de caballeros, que vengan todos a decirnos que dejan en libertad a nuestros hombres. Sólo eso estoy pidiendo; es lo único que solicitamos. Porque ¿no es, acaso, una burla al país lo que estamos haciendo ?
Se ha dicho que pensamos en levantar una bandera electoral al enviar este proyecto. Al respecto, no me cabe sino expresar que nos agrada que, a veces, nos crean mucho más inteligentes de lo que somos.
¿ Creen que el Presidente de la República pensaba en una bandera electoral para la campaña de regidores cuando el Senado le negó el permiso constitucional para ausentarse del país? ¿No imaginan que el bochorno que sufrimos no sólo ante nuestro país, sino también en el extranjero, nos impedía detenernos a pensar en la carambola de las elecciones municipales?
Hay un hecho que reconozco con absoluta hidalguía. Sacaré el mayor provecho electoral de la actitud que demuestra la .mayoría del Senado. Quienes nos han desafiado, sepan que en la cancha se ven los gallos. Esta era la oportunidad que tenían para salir a la cancha.
La iniciativa socialista.
El Partido Socialista declara que, si se disuelve el Congreso, también el Presidente de la República debe abandonar el cargo. Estimo tal aseveración fuera de las proporciones del cuadro. Deseo imaginarla en otra forma. Pudiera ser que el Presi dente de la República, constitucionalmente, en lugar de pedir la disolución del Congreso, solicitara la autodeterminación de los mandatos de los Senadores que no fueron elegidos en 1965. ¿Qué se habría dicho? Que las quieren todas. ¿Pero acaso en este proyecto el Presidente y su partido no están poniendo en juego cosas de valor? ¿Nada valen nuestra mayoría en la Cámara y nuestros once Senadores, varios de los cuales han recibido un mandato que expira en 1973? ¿Piensan que nos asiste el derecho de plantear al país una crisis y causar la dimisión del Presidente de la República?
Frei no es un Janio Quadros, por lo que no puede decir que si no nos arreglamos por este camino, dimitirá. No dimitirá. Pero sí hace una oferta al Parlamento, le dice que apela al patriotismo de sus miembros, ¡y vaya si arriesga el Gobierno!
Pienso que la crisis institucional existe y que el Senado así lo ha reconocido al votar favorablemente la idea de legislar. Si la crisis existe, busquemos el camino, la solución. El Presidente, vilipendiado por todos los políticos de Oposición, propone una solución que estima generosa, pues pone en juego su mayoría en la Cámara y sus once Senadores cuyo mandato expira en 1973. ¿ Creen Sus Señorías que todo esto no nos ha hecho pensar? ¿O nos creen un grupo de autómatas a quienes gustan las elecciones? Ninguno de nosotros puede asegurar que volverá. Ninguno, repito.
La elección, por último, significa un tremendo desgaste, un esfuerzo personal y también económico. Sé que algunos Senadores de mi partido aún están pagando los gastos de su elección de 1965.
Por eso, digo que si hemos planteado el problema, realmente no ha sido con el deseo de pasear banderitas electorales. Nos basta la confianza de que el pueblo nos está entendiendo. Tal es nuestra confianza y nuestra única fuerza. El vilipendiado "gobierno de la multitud", según el señor Durán, es el gobierno del pueblo. El constituye nuestra fuerza, y eso es lo que estamos afirmando esta tarde ante el Senado.
La Asamblea Constituyente.
Además, se ha propuesto como fórmula de transacción establecer una Asamblea Constituyente. Me agrada la idea, por lo cual no la rechazo en los términos propuestos por el Honorable señor Ampuero, vale decir, con su sentido popular y un contenido de independencia económica y de justicia social.
Repito que, como idea, me agrada, pero le encuentro algunos problemas, los cuales deseo señalar. Supongamos que, sin suprimir el Congreso, establecemos la Asamblea Constituyente. Entrando en el campo de la doctrina jurídica, cabe señalar que no hay antecedentes en el sentido de que existan, al mismo tiempo, el Parlamento y la Asamblea Constituyente, ni que los miembros de una y otra institución sean elegidos en la misma forma. Ocurriría, en tal caso, que todos seríamos constituyentes, pues nuestros partidos procurarían presentar al país a los más conocidos, para obtener apoyo electoral; no presentarían al profesor Fulano o al profesor Zutano. Los profesores vendrán después, porque serían los especialistas que proporcionarían ayuda técnica a los constituyentes. Los candidatos a tales cargos, como políticos, solicitaríamos apoyo a la ciudadanía.
A quienes se elija constituyentes y parlamentarios a la vez, habrá de ocurrirles, que andarán de un lado para otro, pues en un recinto sesionarán como miembros del Congreso, y en otro, más o menos próximo, como constituyentes. ¿Y quién nos garantiza sobre la duración de dicha asamblea?
El señor CHADWICK.-
Durará un año.
El señor PABLO.-
Me parece excesivo detener todo el país durante un año. Paralizar por todo ese tiempo al desarrollo y el avance del país, lo considero en extremo grave, porque, junto a nuestros debates, está el hambre del pueblo. A eso también debemos darle solución, cómo también a los problemas de justicia social que afectan a nuestro país.
Por eso, la falta de determinación de un plazo, crea un problema bastante serio.
Además, llamo la atención del Senado hacia el hecho que convocar a una Asamblea Constituyente, significa aceptar una situación que me agrada en principio. No habrá Cámara revisora en la Asamblea Constituyente. Me gusta, porque las fuerzas actuales pesarán. Pero ello significaría que si para dictar la ley fundamental, que es la Constitución, tenemos un Congreso Unicameral, con mayor razón, para la formación de las leyes, tendremos que aceptar el sistema de refundir la Cámara y el Senado, para hacer una sola Corporación.
El señor CHADWICK.-
Eso lo resolverá la Asamblea Constituyente.
El señor PABLO.-
Eso es lo más lógico, porque lo que es bueno para la Asamblea Constituyente, que es lo más, no puede ser malo para el Congreso, que es lo menos.
Por eso, digo que todo este proceso entraña problemas bastante graves, que deberán ser encarados.
La adhesión de todos los Senadores del Partido.
De manera, pues, que reiterando, en nombre de los Senadoras de mi partido, la adhesión a este proyecto, debo manifestar con absoluta sinceridad que hemos puesto en juego mucho más de lo que tal vez numerosos hombres de otros partidos y de otras tendencias creyeron que pondríamos alguna vez en juego. Desde luego, ponemos en juego nuestra actual mayoría en la Cámara; nuestra mayoría senatorial para el próximo período, esto es, para después de 1969; pero estamos en un juego limpio. Nos estamos jugando con todo lo que tenemos en el Poder Legislativo.
Por eso, cuando nos dicen "su dos y dos más", les respondemos que no, pues más vale decir aquí las cosas de frente; que no queremos el proyecto que pone en juego la Presidencia de la República, que no está cuestionada. Que el país sirva de árbitro.
Para impedir la consulta al pueblo, se dice que el Gobierno dispondrá de excesiva propaganda; que la propaganda significa dinero, que, por eso, el Gobierno tendrá más medios que la Oposición.
Hace algunos días recordaba, en un foro, al Honorable señor Durán, cuando hizo estas afirmaciones, que quien menos podía hacerlas era él. Yo estuve en Curicó con Su Señoría. Allí no le faltó dinero: le faltó pueblo. ¡En este país el dinero ayuda, pero es necesaria otra cosa!
El señor DURAN.-
Ustedes llegaron en tercer lugar.
El señor PABLO.-
Ello es efectivo, pero terceros que, con posterioridad, dieron mayoría nacional.
El señor DURAN.-
Dé otras razones.
El señor PABLO.-
Podría haber sido una derrota. Pero así como reza el dicho español, me las dieron todas. ¡Ojalá todas las derrotas fueran como ésa! ¡Ojalá todas las derrotas de nuestro partido fueran como la de Curicó, que nos permitió demostrar al país que éramos una solución alternativa frente a un mundo que avanza y que no volverá atrás!
Por eso, con fe en el pueblo...
El señor AMPUERO.-
Fue el miedo.
El señor PABLO.-
Yo escuché el otro día al Honorable señor Tarud y no lo quise interrumpir cuando dijo que eran ilegítimos los votos que obtuvimos de la Derecha. Y los votos del Partido Comunista que obtuvo el Honorable señor Tarud, ¿eran legítimos o ilegítimos? Porque el señor Senador nunca ha sido comunista, y se dice que los socialistas votaron por Albino Barra. Los comunistas votaron por el señor Tarud. Y si el señor Senador ganó la elección, ¿es ilegítimo su asiento en el Senado? Me parece que no. Allá los partidos sabrán resolver sobre lo que quieran hacer.
El señor DURAN.-
Pero Sus Señorías se unieron a la Derecha.
El señor PABLO.-
Por lo tanto, estimo que nuestra situación es muy clara y nuestro punto de vista, muy preciso: con absoluta claridad de ideas, sin vacilaciones, estamos proponiendo una solución al país para que marche y no permanezca detenido por fuerzas que muchas veces nacen de la impotencia de alcanzar de nuevo el poder que tuvieron, porque están, en el fondo, en la negrura de la amargura, añorando lo que un día tuvieron y que perdieron en las urnas; para que el país marche contra los que nos atajan, por creer que les vamos a cerrar el porvenir; para que marche este país en un régimen de democracia y de libertad; para que en Chile podamos hacer los cambios de estructura que a nuestro juicio, en toda América existe la voluntad de hacer,....
El señor DURAN.-
¡ Traigan al capitán Araya...!
El señor PABLO.-
...y que nosotros tenemos el deseo de realizar, cambios de estructura que la técnica, el pensamiento moderno y la justicia social aconsejan.
Por eso estamos aquí y estaremos mañana con todos nuestros Senadores para decir al país que hemos venido a votar favorablemente esta reforma constitucional, y que si no obtenemos el número de votos necesarios, no será culpa de los Senadores de estas bancas. Por esta razón, apelamos a la caballerosidad de los Senadores que obtuvieron pareos mucho antes de que esta situación se planteara. Lo hemos hecho en razón de que el pareo es una institución de caballeros. Y apelamos a ellos para que nos dejen en libertad de votar por algo que creemos fundamental para el progreso de Chile.
El señor DURAN.-
¡Traigan al capitán Araya...!
El señor ALLENDE (Presidente).-
Se va a dar cuenta de una indicación.
El señor FIGUEROA (Secretario).-
Los Honorables señores Jaramillo Lyon, Gómez, Altamirano y Teitelboim han formulado indicación para publicar "in extenso" el debate sobre el proyecto de reforma constitucional.
Se aprueba.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Se levanta la sesión.
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