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- rdf:value = " RESTABLECIMIENTO DE RELACIONES DIPLOMATICAS, COMERCIALES Y CULTURALES CON CUBA.El señor FIGUEROA (Secretario).-
Corresponde continuar tratando el informe de la Comisión de Relaciones Exteriores recaído en la resolución adoptada acerca del proyecto de ley iniciado en moción de los Honorables señores Ampuero y Chadwick, sobre relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con Cuba.
-La moción figura en los Anexos de la sesión 10ª, en 21 de junio de 1967, documento 6, y el informe, en los de la 19ª, en 12 de julio de 1967, documento 2.
El señor ALLENDE (Presidente).-
Quedó con la palabra el Honorable señor Aylwin.
El señor AGUIRRE DOOLAN.-
Por qué no votamos.
El señor GOMEZ.-
Votemos.
El señor AYLWIN.-
Personalmente, no tengo ningún deseo de prolongar el debate, ...
El señor AGUIRRE DOOLAN.-
¡Se está atrasando todo el trabajo del Senado!
El señor AYLWIN.-
... pero en la sesión anterior se dijo tal número de cosas después de la intervención del camarada Senador Renán Fuentealba, por parte de varios Senadores del FRAP, que me veo en la necesidad y en el deber político de contestarlas y precisar nuestros puntos de vista con relación a este problema.
En esta materia, hay envueltos tres problemas: uno, de aspecto político; otro, constitucional, y un último, reglamentario.
En cuanto al aspecto político, como lo expuso el Honorable señor Fuentealba, tenemos motivos derivados de la existencia de un tratado vigente, que obliga al país, y también razones de decoro.
De acuerdo con el artículo 20 del Tratado de Río de Janeiro, la decisión adoptada en la Reunión de Consulta de Cancilleres es obligatoria para los países suscriptores. Y Chile, aunque discrepó de ella, una vez adoptada, quedó obligado por esa decisión.
Ha sido principio básico de la política internacional de Chile el cumplimiento y respeto de los tratados internacionales. Cuando yo decía esto en la sesión anterior, el Honorable señor Ampuero me preguntaba -y pedía una respuesta- por qué, si una ley obligaba al Presidente de la República a romper o a reanudar relaciones sería inconstitucional, no lo es también un tratado que imponga a un país la obligación de hacer tal cosa. Si es atribución privativa del Jefe del Estado manejar las relaciones exteriores, un tratado no podría intervenir en esa atribución. Si se admite que un tratado pueda hacerlo, también debería aceptarse que una ley pueda realizarlo.
Ese razonamiento plantea un problema de gran trascendencia en cuanto al valor de los tratados como fuente del derecho. ¿Cómo se concilia la obligatoriedad de los tratados en la esfera internacional con la soberanía legislativa de cada Estado, con el libre ejercicio de las potestades legislativas, administrativas y jurisdiccionales que corresponden a cada nación? Diversas teorías explican y tratan de resolver este problema de derecho internacional. No me detendré en ellas.
Es conocido que la opinión de los juristas está dividida entre quienes preconizan el dualismo o el monismo. Es decir, los que consideran que el derecho internacional y el derecho interno son separados y los que estiman que el derecho es uno solo. La tendencia actual se inclina manifiestamente por la teoría monista: el derecho es uno solo.
El tratado ocupa un lugar en la jerarquía de las normas jurídicas, no sólo hacia el exterior, sino también dentro de cada país lo suscribe. Si el convenio obliga al Estado, también lo hace respecto de todos sus poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Ello no lesiona la soberanía, pues el tratado no ha sido impuesto sino que el Estado concurre voluntariamente a aceptarlo, convenirlo, a perfeccionarlo En consecuencia, la norma jurídica establecida en el tratado al cual se somete, es producida por su propia voluntad, es el fruto de su propio consentimiento.
El Ejecutivo, al concertar un tratado internacional, y el Legislativo, al ratificarlo, adoptan una decisión soberana, libre y voluntaria, que los obliga, como decisión propia y no de otros ni ajena, mientras no sea regularmente desahuciado.
Esta doctrina, que no está en modo alguno reñida con nuestro derecho público, que no contiene normas sobre la materia, se encuentra específicamente consagrada en varios países, entre otros en la Constitución Política de Francia. En el artículo 28 de esa carta, se dispone que los tratados diplomáticos regularmente ratificados y publicados, tienen autoridad superior a la de las leyes internas, y sus disposiciones no pueden ser derogadas, modificadas o suspendidas, sino en virtud de denuncia o desahucio regular, notificados por la vía diplomática. Agrega que cuando se trata de algunos de los tratados a que se refiere el artículo 27 del mismo texto, que requieren ratificación en virtud de ley (porque en el régimen francés algunos tratados no requieren tal exigencia, y otros, sí). Los desahucios o denuncios deben ser autorizados por la Asamblea Nacional, salvo en los tratados de comercio.
En consecuencia, nadie podrá sostener, a mi juicio, como contrario a la Constitución Política que el Gobierno de Chile, y el legislador chileno, luego, concierten y ratifiquen tratados que imponen al Estado obligaciones que, naturalmente, llegado el momento, debe cumplir en cuanto afecta a sus relaciones internacionales con otros Estados. Es el caso, desde luego, de la Carta de las Naciones Unidas, aprobada por la unanimidad del Congreso Nacional, respecto de la cual nadie ha puesto en duda que obliga al Estado chileno, que constitucionalmente la ratificó y está obligado por ella.
La otra cuestión planteada es el aspecto del decoro. Es un hecho que a pesar de la buena disposición de que ha dado muestras el Gobierno de Chile...
El señor RODRIGUEZ.-
¿Me permite, señor Senador?
Con relación a lo que plantea Su Señoría, me gustaría conocer su opinión -por lo menos, yo tengo dudas- sobre la supremacía de los tratados regionales, como el de Rio de Janeiro, sobre la Carta de las Naciones Unidas, porque es un juicio analizado y compartido por tratadistas de su colectividad política que el Tratado de Río de Janeiro se colocó en pugna con la Carta de las Naciones Unidas, y eso los llevó a formular severas críticas, tanto en Chile como en diversas reuniones internacionales, en tal forma que muchas de las soluciones que fluyen del convenio de Río aparecen en pugna con el documento básico, que es la carta magna de los países: la Carta de las Naciones Unidas. De ahí la pregunta que formulaba al Honorable señor Aylwin: si Su Señoría estima, respecto de las prioridades de un texto jurídico de obligatoriedad permanente para las naciones, si tiene o no tiene supremacía la Carta de las Naciones Unidas sobre los tratados internacionales de carácter regional.
El señor AYLWIN.-
Confieso no tener juicio formado sobre el problema planteado por el Honorable señor Rodríguez por no haber estudiado esa materia. En verdad, como lo dije en la sesión anterior, no soy técnico en derecho internacional. Sólo me he preocupado de estudiar la respuesta a la pregunta planteada en la reunión pasada por el Honorable señor Ampuero de la jerarquía del tratado internacional dentro de las diversas normas jurídicas, que personalmente había estudiado con motivo de la cátedra que desempeñé en la Universidad en otro tiempo.
Respecto del problema que me plantea el Honorable señor Rodríguez, confieso modestamente -repito- no haberlo estudiado y no estar en situación de dar una respuesta concreta. Cuando estudie el asunto planteado por Su Señoría, daré respuesta a su pregunta.
Entraba a la segunda cuestión, a lo que se llamó el aspecto del decoro-Es un hecho -decía- que, a pesar de la buena disposición de que dio muestras el Gobierno de Chile para hacer posible una revisión de los acuerdos que afectan a Cuba, desde hace por lo menos dos años nuestro Gobierno no recibe de parte del Primer Ministro cubano, señor Fidel Castro, sino insultos y toda clase de ataques. No vale la pena hacer un recuento de esos hechos. Tal vez, el más digno de mencionar es el ocurrido en julio del año pasado, cuando el Primer Ministro, en discurso público atacó con violencia al Gobierno de Chile y expresó su airada crítica a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas por conceder préstamos y negociar convenios económicos con Chile. Tengo a mano el texto del diario "El Siglo", de 29 de julio de 1966, en que publican las declaraciones del Senador señor Salvador Allende, quien, al referirse a las expresiones del señor Fidel Castro, manifestó que, en el fondo, compartía las críticas formuladas al Gobierno del señor Frei. Dijo en esa oportunidad:
"En otro aspecto, las relaciones de los gobiernos socialistas y los gobiernos reformistas y su cooperación técnica y económica, personalmente hace mucho tiempo que yo sostengo que para algunos países socialistas la posición de lucha de los movimientos populares es poco comprensible. Los países socialistas luchan, fundamentalmente, por sostener la paz y nosotros luchamos por derrotar al imperialismo.
"En el fondo hay una relación entre ambas luchas; pero parece una posición táctica diferente; no habrá paz en el mundo mientras no se derrote al imperialismo. Además he sostenido que mientras el imperialismo tiene una táctica y una estrategia, esto no lo hay en el campo socialista. Es interesante lo que ha planteado el Comandante Castro. Desde el ángulo de Cuba, es absolutamente justo. Desde el ángulo chileno, es importantísimo analizar En lo que se refiere a la política de empréstitos, no creemos que puedan ser indiscriminados y en todo caso, deben tener un sentido social.
"Los socialistas chilenos estimamos inoportuna la invitación que se hiciera al Ministro del Trabajo a la URSS."
Eso ocurrió el año pasado, y fue una etapa, un episodio de la lucha más o menos violenta que el Primer Ministro cubano viene desarrollando en contra del Gobierno de Chile.
Ahora bien, ¿qué se acordó en la reunión celebrada hace poco en La Habana? En la declaración general emitida en esa reunión se dice, señalando al Gobierno de Chile, al del señor Eduardo Frei, como ejemplo típico de seudorreformismo, que no ha cambiado en nada la situación de nuestro país; que éste es "un país lleno de deudas, saqueado por los monopolios, donde impera el latifundio". Esta es la definición que se dio respecto de Chile.
El Honorable señor Altamirano, en una intervención en la hora de Incidentes del martes pasado, rasgando vestiduras con motivo de una declaración hecha por el PresidenteEduardo Frei cuando conoció el texto que publicó el cable sobre los acuerdos de la Conferencia de OLAS, en La Habana, y refiriéndose, también, a las declaraciones del presidente del Partido Demócrata Cristiano Honorable señor Gumucio y a las de los parlamentarios democratacristianos que enjuiciaron tales acuerdos, preguntó: "¿Qué hemos hecho? ¿De qué se nos acusa?". Y en la sesión pasada, cuando nos ocupábamos de esta materia, señaló que ninguna conclusión de OLAS se refería a Chile. Pero aquí hay una declaración específica, en la cual se define a Chile como "un país lleno de deudas, saqueado por los monopolios, donde impera el latifundio". Esta es la definición con que se presenta a Chile...
El señor ALTAMIRANO.-
Y es cierto.
El señor AYLWIN.-
... ante la faz del mundo. Y esta concepción se presenta con el acuerdo del Honorable señor Altamirano, que sale al extranjero a definir así a su país.
El señor ALTAMIRANO.-
¿Me permite, señor Senador?
El señor AYLWIN.-
Excúseme, Honorable colega.
El otro día Su Señoría no me concedió interrupciones, y ahora quisiera terminar de desarrollar mi pensamiento.
El señor ALTAMIRANO.-
O sea, el señor Senador no quiere que le conteste.
El señor AYLWIN.-
Oportunamente Su Señoría podrá contestar, en la forma como lo estoy haciendo yo ahora.
El señor ALTAMIRANO.-
Pero está diciendo cosas que no son efectivas.
El señor AYLWIN.-
El Honorable señor Altamirano suscribió esa declaración. Pero Sus Señorías saben que esta imagen de nuestra patria es, a lo menos, desfigurada e incompleta; que el latifundio está siendo eliminado de nuestro país por la reforma agraria; que en el curso de estos dos años se han expropiado 500 fundos, porque se está haciendo la reforma agraria. Saben de estos afanes y no dicen nada; guardan silencio. Sus Señorías saben de los cambios que se están produciendo en materia educacional; de cómo se han extendido la construcción de locales escolares y la matrícula; de cómo se ha ampliado la enseñanza. Pero nada dicen y guardan silencio. Saben de la organización del pueblo, que hay una ley de Sindicación Campesina que, por primera vez en la historia de Chile, permite a los trabajadores agrícolas afiliarse a un sindicato, y que en estos mismos momentos, también por primera vez en nuestra hismente, dentro del orden jurídico, el derecho de huelga que tienen todos los trabajadores conforme a los principios del derecho moderno. Pues bien, no dicen nada, guardan silencio. Saben que en Chile no imperan los monopolios. Podrá haberlos, pero en el país no controla ni manda monopolio alguno. En este país mandan las autoridades legítimamente constituidas; el pueblo, por intermedio del Poder Ejecutivo, del Legislativo y del Judicial. No dicen nada. Dicen que Chile es un país endeudado. ¿Y dónde van a decirlo? A Cuba. Y ellos saben que esa nación está mucho más endeudada que la nuestra, pues recibe un millón de dólares diarios por concepto de préstamos de parte de la Unión Soviética.
El señor ALTAMIRANO.-
Nada de lo que dice Su Señoría es efectivo.
El señor AYLWIN.-
Pero no dicen nada. Guardan silencio. Callan. No salen en defensa del buen nombre de su patria.
El Honorable señor Altamirano, en su intervención del otro día, se quejaba de que el Presidente de la República hubiera empleado la palabra "traición", y definía ese vocablo. Decía que, conforme al Diccionario, es un "delito que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener". Y yo pregunto: ¿es ésta la fidelidad o lealtad que un chileno, un Senador o un Diputado chilenos deben tener para con su patria en el extranjero, cuando se presenta en una declaración a su país en términos peyorativos y se sabe que eso no es enteramente cierto?
Yo soy muy objetivo. No pretendo decir que Chile sea una nación que esté en posición ideal, que no tenga problemas. Pero manifestar que en Chile la situación no ha cambiado, que es un país saqueado por los monopolios y lleno de deudas y donde impera el latifundio, es presentar una visión deformada y falsa, que quien la oiga y quien participe en una reunión internacional en que se dé esa visión de su patria tiene el deber moral de rectificar, y no guarda la fidelidad o lealtad que debía al tolerar esa declaración.
Por eso, fue injustificado rasgar vestiduras en la forma como lo hicieron aquí los Honorables señores Altamirano y Teitelboim a propósito de las declaraciones del señor Presidente de la República, pues la actitud de ellos en dicha reunión, respecto de esa declaración, es al menos comparable, en cuanto a Chile, a la que tuvo Pedro cuando negó por tres veces a Cristo.
El señor TEITELBOIM.-
¿Su Señoría cree que el señor Frei es nuestro Dios?
El señor AYLWIN.-
No, señor Senador. Me refiero a Chile, no al señor Frei.
Pero no es eso todo.
El señor ALTAMIRANO.-
Para el Honorable señor Aylwin, el señor Frei es Chile.
El señor AYLWIN.-
En esa reunión se aprueba un voto especial a propósito de la ayuda de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a los países de América Latina que no sean Cuba. Concretamente, el país que recientemente ha concertado un tratado de ayuda y asistencia económica y técnica con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas es Chile. Con el perdón del Senado, creo necesario repetir el texto de lo que allí se acordó, según la publicación de la revista uruguaya "Marcha", de tendencia socialista, que, sin duda, es suficiente garantía de veracidad en esta materia.
La señora CAMPUSANO.-
No tan socialista, que digamos.
El señor AYLWIN.-
La resolución en referencia se denomina "Denuncia a la ayuda técnica y financiera que prestan algunos países a los gobiernos títeres de la América Latina".
El acuerdo adoptado en la reunión de OLAS dice: "que actualmente se desarrolla una tendencia en algunos Estados del campo socialista a prestar ayuda técnica y financiera a esos Gobiernos títeres; y que esta ayuda, lejos de promover una rectificación, alienta a esos Gobiernos a mantener, impunemente, su criminal complicidad con el bloqueo económico imperialista contra Cuba. Esa ayuda contribuye a engrosar los recursos de las oligarquías y a mitigar las graves dificultades económicas que afrontan esos Gobiernos, y todo ello en contradicción manifiesta con las aspiraciones de los oprimidos y de los explotados. También, que se revierte en contra de los movimientos revolucionarios de aquellos países donde se está librando la lucha armada, porque la misma proporciona recursos adicionales a los Gobiernos títeres que tratan de sofocarla, y se concluye que la ayuda afecta el prestigio de la causa revolucionaria y crea gran confusión en las masas y en las filas del movimiento liberador. Por todo ello, la Conferencia declarará:
"Que la ayuda técnica y financiera que se brinda a los Gobiernos títeres por los países socialistas, viola los principios de la solidaridad y, por consiguiente, no debe prestarse."
El Honorable señor Teitelboim dijo en sesión anterior que el representante, comunista -lo corrobora esta misma versión de "Marcha"- no votó este acuerdo y, por el contrario, quiso impedir que él se adoptara. Pero en definitiva no lo votó, de acuerdo con las publicaciones de "Marcha", porque en las delegaciones paritarias de socialistas y comunistas, como la chilena, los delegados se parearon en los puntos en que había desacuerdo. Eso quiere decir que por lo menos el delegado socialista estuvo de acuerdo con dicha declaración. Como quiera que ello sea, es el criterio de Cuba.
Señaló el Honorable señor Allende en sesión pasada que es plausible que Cuba discrepe con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y que eso demuestra que las relaciones en el campó socialista son distintas.
En el caso de Chile, si con ello se pretende dar una lección, creo que nadie puede desconocer que dentro del continente americano la posición nuestra ha sido siempre digna e independiente y se ha expresado con voz propia, aun cuando le haya correspondido discrepar, llegado el caso. Es así como Chile, bajo este Gobierno, discrepó de modo claro y categórico en un comienzo, no sólo en el asunto de Santo Domingo. Lo mismo ocurrió frente al Ejército ínter americano y en varios problemas relativos a la Carta de la OEA.
Pero hay algo más.
El Gobierno cubano no sólo nos ha ofendido con los insultos del señor Castro y patrocinando acuerdos como los mencionados. También nos ha ofendido urbi et orbi, y así lo expuso el Honorable señor Altamirano en una conferencia que le ha hecho pasar algunos malos ratos, conferencia que apareció publicada en la revista "Punto Final". El criterio del Gobierno de Cuba es que la vía de las armas, la revolución violenta, la insurrección armada, es necesaria en todos los países del continente, sin distinción, incluso en Chile. Esa es la manera como el Gobierno cubano trata al Gobierno chileno, atropellando manifiestamente el principio de no intervención.
Yo pregunto: ¿podemos nosotros en estas circunstancias, cuando el Gobierno de Cuba no pierde ocasión de agraviarnos, tender la mano a quien procede tan injusta y sañudamente en contra nuestra?
No es efectivo que el Honorable señor Fuentealba haya culpado a Cuba de ser agresor en general de América Latina. Sostuvo el señor Senador que estos acuerdos y la posición de Cuba de pretender exportar su revolución al resto de América Latina por la vía violenta, son un atropello a la no intervención y, sin duda, una provocación para los demás países latinoamericanos, entre ellos el nuestro.
El Honorable señor Teitelboim sostenía que nosotros, en un acto de buena voluntad, debiéramos manifestar simplemente que estamos dispuestos a reanudar relaciones con Cuba; que el proyecto de ley que da origen a este debate no persigue restablecer automáticamente esas relaciones, sino que meramente constituye esta expresión de buena voluntad, y que Cuba contestará si tiene interés en acogerse a esa buena disposición nuestra o no lo tiene.
El señor TEITELBOIM.-
No dije eso.
¿Su Señoría leyó mis palabras?
El señor AYLWIN.-
Tomé algunas notas.
El señor TEITELBOIM.-
No me desfigure.
El señor AYLWIN.-
Entendí eso.
El señor TEITELBOIM-
Entendió mal, señor Senador.
¿Me permite una interrupción?
El señor AYLWIN.-
Expresamente dijo Su Señoría que nosotros debiéramos manifestar buena voluntad y que correspondería a Cuba -frente a la afirmación hecha por el Honorable señor Fuentealba, de que el señor Castro había declarado no tener interés en las relaciones con Chile - expresar su interés o no; pero que, en todo caso, con ese gesto habríamos corregido una injusticia -fueron sus palabras, según recuerdo- y abierto las puertas, expresado buena disposición.
Concedo una interrupción al Honorable señor Teitelboim.
El señor LUENGO (Vicepresidente).-
Puede hacer uso de la interrupción.
El señor TEITELBOIM.-
Tengo muchas cosas que contestar al Honorable señor Aylwin y quiero consultar si me asiste derecho a una intervención posterior.
El señor LUENGO (Vicepresidente).-
Sí, señor Senador.
El señor TEITELBOIM.-
Ahora me remitiré exclusivamente a la reproducción de mis palabras en este punto preciso.
No dije que nosotros debíamos abrir las puertas y expresar a Cuba que respondiera si quería relaciones diplomáticas con Chile. El meollo de mi razonamiento en este sentido fue el siguiente. Quien rompió relaciones con Cuba fue Chile. Nuestro país tomó la iniciativa. Lo hizo en virtud de una determinación adoptada por la Organización de Estados Americanos, a la cual resté y sigo restando toda autoridad moral, en una resolución adoptada de manera que yo objeto desde el punto de vista ético. El Gobierno chileno se opuso a esa determinación, pero luego resolvió romper con Cuba.
Históricamente, Cuba había mantenido hasta ese instante buenas relaciones con Chile; no se había producido ningún problema de Gobierno a Gobierno, de país a país. Había, incluso, relaciones económicas que convenían altamente a Chile. Sin embargo, en vísperas de la última elección presidencial, rompió esas relaciones.
Mi tesis es la siguiente. Chile, en una muestra de independencia real, al aceptar este proyecto, puede remover una serie de trabas administrativas. Automáticamente no se restablecen las relaciones. El Presidente de la República tiene en su mano hacerlo o no hacerlo. Si lo hace, librará a Chile de la responsabilidad que asumió al romper con un país con el cual no tenía problemas.
Dije: "Puede ser que en este momento el Gobierno de Cuba no manifieste interés en estas relaciones, pero a mí lo que me interesa, y en lo cual tengo que participar, es la actitud de Chile. Si nuestro país se declara llano a entablar relaciones y el Gobierno cubano dice que á él no le interesan, Chile queda bien y habremos cumplido nuestro deber".
Esa es nuestra posición. Es una posición moral desde el punto de vista de los chilenos, que yo considero perfectamente legítima, decorosa y que pone en evidencia ante América Latina y el mundo entero que Chile tiene en esta materia una posición independiente.
El señor AYLWIN.-
Quiero contestar con la mayor tranquilidad el razonamiento que acabo de escuchar.
En verdad, creo haber sido fiel en la cita, pero acepto el alcance que a sus palabras da el Honorable señor Teitelboim.
Si no hubiera otro tipo de razones, como la existencia de tratados internacionales que nos obligan, pregunto al Senado: ¿puede hacerse el gesto que el Honorable señor Teitelboim nos pide, en los momentos en que de parte de Cuba se están recibiendo insultos, agravios y acuerdos contrarios al interés de Chile?
Declaro enfáticamente -es un hecho, no un misterio- que, cuando subió nuestro Gobierno, el Presidente Freí y su Canciller tenían la mejor disposición para crear las condiciones que permitieran obtener la remoción del acuerdo de la OEA, con el propósito, más allá de las diferencias ideológicas, de reincorporar a Cuba en la convivencia entre todos los países del continente americano.
El señor AMPUERO.-
Se necesitaban los dos tercios de los votos.
El señor AYLWIN.-
Pero resulta que no nos dejaron tiempo para avanzar en un trabajo por ese camino, trabajo en el cual, eventualmente, si hubieran surgido obstáculos insalvables, Chile habría tenido que tomar las decisiones más aconsejables.
El señor AMPUERO.-
¿Qué quiere decir?
El señor AYLWIN.-
Muy pronto empezaron los ataques, insultos y otras actitudes que he venido señalando.
El señor AMPUERO.-
¿Me permite una interrupción?
El señor AYLWIN.-
Se la doy.
El señor LUENGO (Vicepresidente).-
Puede hacer uso de ella.
El señor AMPUERO.-
Respecto de lo que acabamos de escuchar, era o un exceso de ingenuidad o una iniciativa destinada conscientemente al fracaso.
El señor Senador debe recordar que, de acuerdo con el mecanismo de resoluciones de la OEA, para dejar sin efecto el bloqueo, la ruptura de relaciones con Cuba y todas las medidas complementarias, se precisaba contar con los dos tercios de los votos de los países miembros de la OEA, en primer lugar. De tal manera que, en las condiciones concretas que vive el continente, suponer que Chile iba a convencer a catorce o quince países latinoamericanos -no sé exactamente cuál es el quórum- para restablecer la amistad y las relaciones normales con Cuba, era -repito- o una ingenuidad o un gesto sin objetivos prácticos, reales.
En segundo término, me parece que ninguno de los miembros del Partido Demócrata Cristiano, por las responsabilidades que tienen en el Gobierno del país, desconoce que uno de los fundamentos básicos de la proscripción de Cuba consiste en que esa nación adoptó un régimen marxista-leninista, que se estima literalmente incompatible con el sistema interamericano.
En consecuencia, la intención que el señor Senador nos recuerda, parecería implicar también de parte de su Gobierno la decisión de remover este obstáculo, lo que vuelve a caer, como dije, ya en un campo de ingenuidad, ya en un campo de simple gesto amistoso sin proyección alguna en la vida práctica.
El señor AYLWIN.-
Señor Presidente, los gestos amistosos pueden llegar a ser fecundos, aunque parezcan ilusorios en un momento determinado, en la medida en que las circunstancias los van favoreciendo con cierta reciprocidad.
El señor CHADWIGK.-
Hay un tremendo bloqueo, señor Senador.
El señor AYLWIN.-
Quisiera que me permitieran desarrollar mis observaciones con cierta tranquilidad.
Nosotros pensamos que las razones ideológicas no pueden excluir a un país de la convivencia panamericana. Es un principio que siempre hemos sostenido. Por eso votamos en contra del acuerdo de la OEA, e incluso así lo hizo también la anterior Administración. Cuando el Gobierno actual asumió sus funciones tenía el decidido propósito de defender ese principio y luchar por que prosperara su concepción en esta materia. Pero después no sólo han existido ofensas para Chile de parte de Cuba, sino que incluso se ha desarrollado toda una teoría, hasta entonces no formulada, de la propagación de la violencia en el resto del continente americano. Indudablemente, a causa de la política que a partir de la Conferencia Tricontinental de La Habana y de los acuerdos allí adoptados viene siguiendo el Gobierno cubano, las aspiraciones y buenos deseos que hubiera podido tener o que tenía el Gobierno de Chile en orden a hacer prosperar la tesis que antes señalé, se han visto totalmente desprovistas de posibilidades de éxito, pero no por la actitud del Gobierno chileno, sino por la del cubano.
Se dice que en el panorama actual resulta ilusorio que prospere la tesis de Chile. Evidentemente, después de la actuación del Gobierno cubano, es en absoluto ilusorio, y no puede pedirse que el Gobierno chileno ponga la otra mejilla para recibir más insultos, más agresiones, más provocaciones, y le diga: "A pesar de lo que usted me insulta y me provoca, yo quiero manifestarle mi buena disposición."
El señor ALTAMIRANO.-
¿Le parecen pocas todas las agresiones del Gobierno de Chile en contra de Cuba?
El señor AYLWIN.-
Nuestro Gobierno nunca ha agredido al de Cuba.
El señor ALTAMIRANO.-
El señor Freí hizo toda su campaña presidencial en contra de Fidel Castro.
El señor AYLWIN.-
Ni el señor Frei ni ningún democratacristiano profirieron injurias en contra de Cuba.
El señor ALTAMIRANO.-
¡Durante toda la campaña!
El señor AYLWIN.-
El señor Frei y la Democracia Cristiana llevaron a cabo una campaña respetuosa. No incurrimos en ninguno de los excesos a que Su Señoría se refirió en una sesión anterior.
El señor AMPUERO.-
¿Recuerda el cartel en que aparecía un individuo-antes de ser colocado en el paredón?
El señor TEITELBOIM.-
¡Fue una finura de la campaña presidencial!
El señor AMPUERO.-
¿De dónde provenía toda esa propaganda?
El señor BARROS.-
De Alameda esquina Santa Lucía.
El señor AYLWIN.-
Quisiera referirme ahora al aspecto constitucional.
El artículo 72 de la Constitución, en su número 16, es categórico al declarar que corresponde al Presidente de la República: "Mantener las relaciones políticas con las potencias extranjeras..."
El Honorable colega señor Teitelboim nos dice que el proyecto no pretende restablecer inmediatamente las relaciones diplomáticas, sino derogar disposiciones reglamentarias y decretos para hacer valer
la soberanía del Congreso de Chile. Es cierto que el texto literal deroga una serie de decretos, de acuerdos del Banco Central, etcétera. Pero ello es tan inconstitucional como pretender manejar directamente las relaciones internacionales por acuerdo del Congreso, por ley. Pues no sólo es atribución del Presidente de la República manejar las relaciones internacionales, sin perjuicio de los casos en que debe consultar al Parlamento (artículo 43, números 2 a 5 y el 72, número 5). Aparte de esto, también la potestad reglamentaria y ejecutiva está radicada, por mandato de la Constitución, en el Jefe del Estado : "Un ciudadano con el título de Presidente de la República de Chile administra el Estado...", según el artículo 60. "Al Presidente de la República está confiada la administración y gobierno del Estado...", según el artículo 71. Y son atribuciones especiales del Presidente, según el artículo 72, número segundo: "Dictar los reglamentos, decretos e instrucciones que crea convenientes para la ejecución de las leyes".
Es una cosa admitida hoy día universalmente por los tratadistas de Derecho Púbico, que así como hay un campo en las materias susceptibles de regirse por normas jurídicas, reservado a la ley -lo señala la Constitución en el artículo 44, cuando dice que sólo en virtud de una ley se puede hacer tal o cual cosa-, hay también un campo...
El señor CHADWICK.-
Esa enumeración no es taxativa.
El señor AYLWIN.-
No lo es. Estamos de acuerdo.
Como decía, también hay otros campos que por mandato constitucional expreso o de diversos textos legales están reservados al legislador. Pero también hay un campo reservado al Presidente de la República, a la potestad administrativa del Jefe del. Estado, entre ellas a la potestad reglamentaria y a las ejecutivas. Y así como el Primer Mandatario no debe intervenir en el campo reservado a la ley, el legislador no puede inmiscuirse en el campo reservado a la potestad del Presidente de la República. Esa es la mecánica del principio de separación de los Poderes, tal como lo consagra la Constitución...
El señor CHADWICK.-
No es así.
El señor AYLWIN.-
... en su artículo 4º, que prescribe categóricamente: "Ninguna magistratura, ninguna persona, ni reunión de personas pueden atribuirse, ni aún a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido por las leyes".
En consecuencia, si es inconstitucional un proyecto de ley destinado a establecer relaciones con un país extranjero o romperlas, por ser materia reservada al Presidente de la República e impropia de una Ley, también lo sería uno que indirectamente persiguiera ese fin, atropellando esa facultad constitucional del Primer Mandatario por medio de la derogación de determinados decretos, reglamentos o normas propios de la potestad administrativa del Jefe del Estado, confiados a él y que el legislador no puede invadir.
Por lo tanto, el proyecto es inconstitucional. Si se aceptara, el legislador no sólo desconocería la facultad del manejo de las relaciones exteriores, que corresponde al Presidente de la República, sino, en el hecho, asumiría el desempeño de las funciones administrativas, que competen, por mandato de la Constitución, al Primer Mandatario, y no al Poder Legislativo.
Finalmente, deseo referirme al aspecto reglamentario.
En nuestro concepto, hizo bien el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado Honorable señor Jaramillo al declarar que no procedía discutir y debatir este proyecto de ley y aceptar la cuestión de inadmisibilidad por ser contrario a la Constitución Política.
Cierto es que esa facultad la otorga el artículo 112 del Reglamento al Presidente del Senado, pero no lo es menos que el artículo 33 de dicho texto expresamente hace aplicable sus disposiciones, de manera general, a las Comisiones. ¿No le es aplicable ésta? ¿Qué significa la frase "en cuanto le sean aplicable"? Significa "en cuanto les sean compatibles", en cuanto lógica y racionalmente no sean incompatibles con el régimen de trabajo de las Comisiones, con las funciones de ellas. Y el artículo 33, en su inciso segundo, hace excepción a algunas reglas del Reglamento. Dice que no se aplicará en las Comisiones lo dispuesto en el artículo 54 ni lo establecido en el 103.
Pues bien, las normas del artículo 112 no son racionalmente incompatibles con el trabajo de las Comisiones. Las situaciones previstas en dicho precepto pueden perfectamente tener lugar tanto en el debate de la Sala como en las Comisiones. Cada una de las cuestiones previas que durante el debate de un proyecto es posible plantear conforme al artículo en referencia, pueden suscitarse tanto en la Sala -entre ellas, el 112- es aplicable de que el artículo 33 expresamente haga inaplicable el 103 del Reglamento, que está en el mismo título referente a las discusiones en la Sala, revela que el resto de las normas relativas a la discusión en la Sala como en las Comisiones. Y el hecho también a las Comisiones.
Por lo tanto, para el Senador que habla -este juicio fue compartido por la mayoría de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia, por la unanimidad, en virtud de distintos razonamientos-, el presidente de esa Comisión procedió bien al declarar inadmisible, por inconstitucional, el proyecto.
El señor CHADWICK.-
¿Me perdona, Honorable Senador?
Su Señoría está dando una versión que no corresponde a la realidad.
El señor AYLWIN.-
En virtud de distintos fundamentos, considero...
El señor CHADWICK.-
Nunca hemos considerado que haya procedido bien el presidente de la Comisión.
El señor AYLWIN.-
...que tenía facultad para hacerlo.
El señor CHADWICK.-
Eso es otra cosa.
El señor AYLWIN.-
Me rectifico.
A mi juicio, la Comisión se limitó a reconocerle esa facultad.
Pido excusas por haber incurrido en un error: en realidad, todos estuvimos de acuerdo en que tenía, facultad para hacerlo.
El señor AMPUERO.-
¡Es distinto...!
El señor AYLWIN.-
A juicio de la unanimidad de los miembros de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento, esa declaración no posee la virtud de resolver definitivamente el problema. Las Comisiones no tienen atribuciones para pronunciarse en forma definitiva sobre materias sometidas al conocimiento del Senado. Son sólo organismos de trabajo, informantes y asesores de esta rama del Congreso. Es la Sala quien, en definitiva, debe resolver.
En nuestra opinión, el presidente de la Comisión procedió en forma correcta al someter su decisión al conocimiento de la Sala, paro esta debe pronunciarse sobre el particular.
Por las razones expuestas por el Honorable señor Fuentealba y las formuladas ahora por el Senador que había, los Senadores democratacristianos anticipamos que votaremos favorablemente la decisión del presidente de la comisión de Relaciones Exteriores, en el sentido de declarar inconstitucional y, por lo tanto, inadmisible a discusión esta iniciativa.
El señor RODRIGUEZ.-
En sesión anterior, el Honorable señor Altamirano dio respuesta a las temerarias e injustas afirmaciones del Presidente de la República en la comuna de Las Barrancas, respecto de la delegación del Frente de Acción Popular que participó en la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad en La Habana.
El señor ALTAMIRANO.-
¿Me permite, señor Senador?
El señor RODRIGUEZ.-
Con todo gusto.
El señor ALTAMIRANO.-
Como por desgracia estoy afónico, no podré contestar en forma adecuada muchas de las afirmaciones formuladas por el Honorable señor Patricio Aylwin. Sólo me referiré en forma precisa a dos hechos que, no obstante haberse esclarecido debidamente, el señor Senador persiste en presentarlos de manera tendenciosa.
En primer lugar, manifesté que los delegados chilenos no hicimos declaración alguna sobre nuestro país ni sobre el Gobierno del señor Frei.
Señalé, en seguida, que no habíamos aprobado ninguna conclusión que hiciera referencia en forma expresa a Chile.
El señor AYLWIN.-
Leí un párrafo de una declaración que demuestra lo contrario de lo que Su Señoría expone.
El señor ALTAMIRANO.-
El párrafo mencionado por el señor Senador forma parte de una de las tantas tesis presentadas en esa conferencia. En consecuencia, sobre ella no ha habido pronunciamiento.
No obstante, ello no importa una disculpa. Tenemos derecho a pronunciarnos sobre el Gobierno cuantas veces deseemos. No puede confundirse, como lo pretende la Democracia Cristiana, a Chile con el señor Frei, ni creemos que todo ,1o relativo al Presidente de la República concierne a nuestro país ni que toda crítica formulada al Gobierno democratacristiano importa una censura a la nación chilena.
Debo precisar que cuando el Primer Mandatario concurrió a la Conferencia de Punta del Este, enjuició la política chilena, y dijo, entre otras cosas, que si se le permitiera desterrar 388 mil derechistas -supongo que ODEPLAN hizo el cálculo-, podrían resolverse los problemas internos. Señaló, además, que gran parte de las dificultades por que atravesaba el país se debía a la oposición de Derecha e Izquierda, y entró a calificarnos como si en él estuviera radicado en forma exclusiva el derecho soberano de pronunciarse sobre la política interna del país. Pero, si nosotros nos referimos al actual Gobierno, se nos tacha, siguiendo el acostumbrado procedimiento demócrata-cristiano, de antipatriotas, de traidores, de subversivos o de propaladores de noticias falsas. Mediante procedimiento de esta índole, el Ejecutivo pretenda coartar el legítimo derecho de todos los ciudadanos a manifestar su opinión, sobre todo si ella se refiere al fracaso estruendoso de su Administración.
Una vez más, el Honorable señor Aylwin se ha equivocado. No hicimos tales declaraciones. Reivindicamos, sí, el derecho a hacerlas. El propio Presidente de la República las ha formulado. Más aún: cada embajada, como ya lo expresé, se ha transformado en una especie de agencia de publicidad. Mediante ellas y en folletos, se dan a conocer "las maravillas" del Gobierno. Tengo a la mano el folleto informativo que ha repartido el Embajador de Chile en. Estados Unidos, señor Radomiro Tomic, en el cual se repiten algunas informaciones del señor Ministro de la Vivienda y Urbanismo, señor Juan Hamilton, sobre las miles de casas que se han construido. Los representantes del Primer Mandatario en el exterior tienen derecho de señalar, sin ajustarse a la verdad, la serie de problemas que se han resuelto, pero a nosotros se nos niega dar opinión.
Los Senadores populares, en especial los socialistas, estamos de acuerdo con lo que en La Habana se manifestó. Chile está endeudado en más de dos mil millones de dólares. Aunque le pese al Honorable señor Aylwin, nuestra nación está siendo asaltada por los monopolios, particularmente por los del cobre. Nuestro país se encuentra en peor situación económica que en períodos pasados, a pesar de que nunca en la historia el cobre se cotizó a precio tan alto.
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
Puede continuar el Honorable señor Rodríguez.
El señor AYLWIN.-
¿Me permite una interrupción, señor Senador?
El señor RODRIGUEZ.-
Deseo inicial mi intervención y para ello cuento con breve tiempo. Su Señoría dispuso de muchos minutos para expresar su pensamiento.
El problema en debate recae en una decisión a que hizo referencia el Honorable señor Aylwin. En efecto, plantea el antiguo debate de la legitimidad de las decisiones de la Organización de los Estados Americanos y del carácter jurídico o antijurídico del problema de la exclusión de Cuba de la OEA, por una parte, y, por otra, de la obligación impuesta en la Conferencia de ese organismo en Wasihngton a los cuatro países que aún mantenían relaciones con Cuba después de la conferencia de Punta del Este, de romper definitivamente con esa república del Caribe.
Por mucho que se desee disimular, los tiempos cambian, al igual que las afirmaciones enfáticas.
El señor CURTI.-
¡Todo tiene que cambiar...!
El señor RODRIGUEZ.-
Expresiones políticas de sobresalientes personeros de la Democracia Cristiana yacen ahora sepultadas en el olvido. Por eso, es interesante retrotraer el problema básico del caso cubano a la forma como se gestó, inicialmente en Punta del Este, y luego, en Washington, en la reunión ya mencionada, el acuerdo que obligó en la práctica -equivocadamente, a nuestro juicio- a Bolivia, Uruguay y Chile a romper relaciones con Cuba. Sólo Méjico mantuvo una conducta soberana, autónoma y ejemplar.
Comparto el criterio de qué es inadmisible que organismos supranacionales tiendan a horadar las decisiones autónomas de nuestro país en materias internacionales. Por este motivo, rechazamos anticipadamente la reforma constitucional propuesta por el actual Gobierno, con el objeto de incorporar en nuestra Carta. Fundamental una disposición que supedita nuestras decisiones al criterio de organismos de ese tipo, pues ellos, sin duda, nos atarán más a la política seguida por Estados Unidos.
También expresamos que en Punta del Este se había adoptado una decisión ilegítima al excluir a Cuba del concierto continental, al margen de las resoluciones de ese país o de las decisiones interesadas de algunos Gobiernos de diversa ideología. En verdad, si se da validez al Tratado de Río de Janeiro, esta convención fue pisoteada en Punta del Este. Eso lo dijimos nosotros y también el actual Embajador de Chile en Francia, asesor por largos años de la Cancillería, señor Enrique Berstein. A sus expresiones me referí cuando intervine en la sesión del 6 de agosto de 1964. Acaecida la Conferencia de la OEA en Washington, el señor Berstein, a propósito de Punta del Este y de la errónea interpretación de un tratado, dijo:
"En los últimos meses, el Tratado de Asistencia Recíproca, suscrito en 1947 en Río de Janeiro, ha sido objeto de alarmantes interpretaciones por algunos gobiernos de nuestro Hemisferio. Y empleamos el término "alarmante", porque se ha pretendido torcer la letra y el espíritu de un acto internacional que es fundamental dentro del sistema interaméricano, ya que consagra la solidaridad continental frente a la agresión. Si se interpretan antojadizamente sus disposiciones, puede corromperse uno de los pilares (el otro es la Carta de Bogotá) en que descansa todo el edificio que progresivamente se ha estado construyendo para establecer la solidaridad política, económica y social entre los países del nuevo mundo."
Y agregó más adelante:
"Una reunión de consulta, por altamente autorizados que sean los representantes de los gobiernos asistentes, no puede modificar un Tratado.
"Muchas otras opiniones podrán darse en apoyo de la tesis de que la exclusión de Cuba de los órganos y organismos del sistema interamericano no encuentra cabida dentro del Tratado de Río de Janeiro. Sin embargo, la mayoría de las delegaciones asistentes a la Conferencia de Punta del Este no vaciló en aplicar una sanción no prevista, ampliando, por no decir violando, la letra del Tratado.
"Tales son las tristes conclusiones a que se llega después de haber estudiado los antecedentes de la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores y de haber asistido y participado en sus debates y negociaciones."
En último término, queda en claro que, a juicio de un brillante1 perito en materias internacionales perteneciente a la Democracia Cristiana, la Conferencia de Punta del Este estuvo anticipadamente viciada en cuanto a la decisión de excluir del sistema interamericano a la República de Cuba.
Al recordar en aquella oportunidad esa tesis, también hice mención a lo afirmado por el entonces Senador Radomiro Tomic en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, la noche anterior al día en que analizamos el problema, que ahora de nuevo se ha puesto de actualidad.
El actual Embajador de Chile en Estados Unidos expresó:
"Por eso, es útil recordar lo dicho por nuestro Honorable colega el señor Radomiro Tomic, anoche solamente, en la Comisión de Relaciones Exteriores, en el sentido de que ni en el Tratado de Río de Janeiro ni en ningún otro convenio que rija el sistema interamericano, jamás se ha pactado que América Latina debe estar adscrita a un régimen de libre empresa ni mucho menos se ha pactado la posibilidad de excluir a un país porque llegue a una forma de gobierno socialista."
En la práctica, todas las decisiones políticas fundamentales del Gobierno democratacristiano, como el hecho penoso registrado en la tarde de hoy, en que se trató de impedir una resolución soberana del Congreso para evitar la realización de la Operación Unitas VIII, nuevo eslabón para unir a nuestras Fuerzas Armadas con el Pentágono, lo que es resistido por la mayoría nacional, demuestra, sin duda, que, según la política oficial, pareciera ser pecado capital el hecho de que algún país de América Latina llegue a instaurar un gobierno socialista, como lo ha hecho Cuba. De tal manera que todas esas afirmaciones de principios del pasado parecen haber sido borradas en definitiva en la concepción estratégica básica de la Democracia Cristiana.
Pero hay más. Cuando se aprobaba el Tratado de Río de Janeiro, bastante discutible, de nuevo el señor Tomic, en la sesión de enero de 1949, expresaba, con un realismo dramático, diría yo, lo siguiente:
"Releo con tristeza, la versión oficial de esta Cámara -y también la del Senado- en las cuales el Ejecutivo presentó al Congreso las razones que lo llevaron a firmar este documento, y la petición concreta de nuestro voto para la ratificación de este Convenio. No encuentro nada en el orden sustantivo, de la vida palpitante, que este Tratado pretende regir; no encuentro nada de la realidad americana, compleja, profunda, diversificada, que este Tratado pretende modelar. No hay un solo juicio serio sobre las enseñanzas del pasado, ni una sola estimación del porvenir."
Y continuaba el señor Tomic, más adelante:
"La política internacional es, por definición, como bien se sabe, el instrumento que los países emplean para proteger sus intereses nacionales en relación con los demás Estados. Pues bien, la política internacional de los Estados Unidos, y la de los países del Sur, corresponde a necesidades y a exigencias fundamentales diferentes.
"Sostengo que los Estados Unidos obtuvieron en Río de Janeiro la mayor victoria diplomática que se conoce en el mundo, por lo menos, desde el Congreso de Viena, en 1915.
"¿La consiguieron acaso porque son muy hábiles diplomáticos y conocen a fondo su oficio...? ¿O la consiguieron porque una nación tan poderosa como los Estados Unidos proporciona a sus diplomáticos en su trato con representantes de pueblos tan débiles como los latinoamericanos, ventajas de posición de tal manera arrolladuras, que equivalen a empezar el "poker" diplomático con "escala real" en mano? ¿O la consiguieron, más bien, porque los Gobiernos latinoamericanos viven preocupados de nimiedades o están formados, como ocurre con muchos de ellos, por individuos improvisados y mediocres que llegan al Poder a hincharse de vanidad y a disfrutar aceleradamente de las "buenas cosas de este mundo", sin que una sola hora de su pesada digestión o torpe sueño sea perturbada por el estremecimiento de que ellos son los responsables de la suerte de sus pueblos...? ¿Para qué ahondar...?".
El hecho central que fluye de estas versiones oficiales en los anales del Parlamento, que he traído a colación, es el de que, en uno u otro caso, en Punta de! Este o en la Conferencia de Washington, se levantaron voces similares a nuestro pensamiento, que provenían precisamente de las bancas democratacristianas. Pero ese pensamiento de resistencia a la dominación político ideológica de los Estados Unidos es cosa ya del baúl. Son cuestiones del pasado que no inquietan mayormente, ni al Presidente de la República ni a quienes lo acompañan en su política internacional sustantiva.
Ese es el problema de fondo en este debate. No caben, a mi juicio, disquisiciones más o menos jurídicas, constitucionales o de otro orden, en cuanto a la decisión de reanudar relaciones con un país aislado, bloqueado brutalmente, condenado a la inacción en su intercambio comercial.
Al escuchar al Honorable señor Aylwin referirse a las palabras del Honorable, señor Altamirano, pensaba que se trata de dar la impresión de que algunos colegas de la Democracia Cristiana son unos ángeles celestiales, palomitas blancas inofensivas, que condujeron la campaña presidencial, como lo expresaba el Honorable señor Aylwin, con caballerosidad intachable.
La verdad es que, para reafirmar su resistencia a reanudar relaciones con Cuba, expresan que las agresiones han partido fundamentalmente del Comandante Fidel Castro y de su régimen, contra el Gobierno del señor Frei y la Democracia Cristiana. Pero yo diría, como bien lo recordó con pruebas en mano el Honorable colega señor Altamirano, que las primeras piedras fueron lanzadas por los democratacristianos en Chile, cuando, aliados con la Derecha, impulsaron la campaña presidencial, y a eso no escaparon, en cuanto a conocimiento, ni la directiva del partido de Gobierno actual ni el propio Presidente de la República señor Frei. Se necesitaría ser muy ingenuos o bobos para olvidar todo el contenido amargo, agresivo e injusto de esa campaña presidencial: "affiches" en las calles, en que estaban pintados los elementos del Frente de Acción Popular, en especial Salvador Allende, como verdaderos asesinos, potencialmente por lo menos; en que se reproducían -acto de intervención extranjera en una decisión democrática interna- avisos pagados en la prensa reaccionaria de elementos "gusanos" de la República de Cuba, entre ellos el ex PresidenteUrrutia, como lo recordaba el Honorable señor Altamirano, y en que se publicaban palabras de Juana Castro, conocida en el continente como "Juana la Loca", mujer apatrida y traidora de su país, pero a la cual ustedes, Derecha y Democracia Cristiana, financiaron para que, con su voz interventora, llegase a conmover a espíritus inquietos y de buena fe.
Todo el poder de la intervención extranjera estuvo presente en esa campaña presidencial. ¡Y ahora esos ángeles celestiales, esas palomitas blancas -como digo-, afirman no haber hecho nada contra Cuba! Pero el curso de la campaña tuvo no sólo sentido antichileno -por la intervención extranjera-, antipopular y anti-frapista, sino también un anticipado contenido anticubano.
Por eso, también cabe recordar que, en una oportunidad, el señor Leighton, tomando pie de un interesado cable internacional en que se expresaba que el Primer Ministro cubano, señor Fidel Castro, había dado algunas opiniones sobre un conflicto huelguístico en la mina Plegarias, se anticipó a hacer públicamente un gran desafío, que llevaron por todo el continente los cables internacionales: que el señor Fidel Castro visitara Chile para ver las realizaciones de la revolución en libertad, con la condición de que a él, Ministro del Interior, le permitiera, a su vez, visitar Cuba. Tal desafío altisonante del señor Bernardo Leighton tuvo la siguiente respuesta: el Comandante Fidel Castro, interrogado por los periodistas en La Habana, declaró no haberse referido jamás a un conflicto legal en la mina Plegarias, asunto que motivó el incidente; que por primera vez sabía que en ese rincón de Chile había una huelga, y que no se había referido para nada a nuestro país. Sin embargo, el señor Leighton -repito-, basándose en un cable interesado, manejado por las empresas imperialistas, se anticipó a condenar el régimen cubano, a execrar la revolución cubana y a desafiar a Fidel Castro
a hacer un intercambio de visitas. Y cuando aclaró el problema, el señor Castro agregó: "Que venga el señor Leighton a conocer nuestras realizaciones. Lo recibiremos con mucho agrado. Que recorra libremente toda la Isla y vea los progresos de nuestra revolución. Yo también iré a Chile para ver cuáles son los avances de su famosa revolución en libertad".
Fue aceptado, pues, el desafío. A ello están acostumbrados los democratacristianos, como cuando se trató de disolver el Congreso. Ya no hablan, por supuesto, de tal disolución. Después de la elección municipal, los plebiscitos están también en el cajón del olvido. Ya las fuerzas populares castigamos la soberbia el 2 de abril. Así le ocurrió esa vez al señor Leighton: el desafío quedó en nada. Una vez aceptado, no viajó a La Habana, por supuesto, ni ha permitido que viniera Fidel Castro a ver las realizaciones gigantescas, maravillosas de esta revolución en libertad, que no se ve por ningún lado.
El señor NOEMI.-
Es que la respuesta fue una explicación.
El señor RODRIGUEZ.-
De manera que, en cuanto a los actos de agresión a Cuba, no puede eximirse la Democracia Cristiana. De ellos participó, y hasta la saciedad, en el curso de la campaña presidencial, y cuando ya fue Gobierno, tuvo ese grave desliz que he comentado, que puede estimarse como un episodio anecdótico, pero que es bastante ilustrativo del carácter excluyente de la concepción política internacional del Gobierno actual, que le impide acceder siquiera a tender un puente de relaciones con Cuba.
Por último, declaro que estamos, desde luego, por el proyecto de ley en debate, y afirmamos, por las razones que ya se han dado, su legalidad o constitucionalidad. Por lo demás, mediante él no se pretende restablecer amplias relaciones diplomáticas, pues ha quedado reducido a las de carácter comercial y consular, según entiendo.
He querido traer a colación estos hechos para probar, en primer término, que todas las decisiones de la Organización de Estados Americanos en esta materia han sido ilícitas: primero, la exclusión de Cuba del sistema, y, segundo, la obligación que pesó sobre Chile de romper en definitiva sus relaciones con esa República, tienen origen antijurídico muy claro, estimación ésta que se vio apoyada -repito- por los voceros de la propia Democracia Cristiana cuando examinamos el problema en momentos en que esa colectividad política no había llegado todavía al poder. Y, en segundo lugar, para demostrar que, por lo que se ha dicho, tanto en sesión pasada como ahora, la Democracia Cristiana no puede eximirse de una actitud agresiva anticipada sobre lo que es la revolución cubana y el carácter de su régimen político.
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
Tiene la palabra el Honorable señor Palma.
El señor PALMA.-
¿Cuántos minutos faltan para que termine el Orden del Día, señor Presidente?
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
Tres minutos.
El señor ALTAMIRANO.-
¿Cuándo se vota el proyecto, señor Presidente?
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
Cuando termine el debate, señor Senador. Quedan todavía varios señores Senadores inscritos.
El señor RODRIGUEZ.-
¿Pero no se vota hoy?
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
Si no finaliza el debate antes del término del Orden del Día, no hay votación.
El señor AYLWIN.-
Me ha concedido una interrupción el Honorable señor Palma, señor Presidente.
Quiero hacerme cargo muy brevemente de las observaciones del Honorable señor Altamirano.
Ha dicho el señor Senador que no se adoptó ningún acuerdo referente a Chile en la Conferencia de OLAS y que el párrafo que yo leí de la llamada Declaración General de esa Conferencia pertenece a una tesis, a un trabajo presentado allí. Pero "Punto Final", que no es precisamente una revista democratacristiana, no lo publicó como dice Su Señoría.
El señor ALTAMIRANO.-
¿Cómo lo publicó? ¿Por qué no lo lee?
El señor AYLWIN.-
Lo voy a leer, señor Senador. No se ponga nervioso.
Dice la revista "Punto Final" en el apartado llamado "Documentos" -el mismo que le publicó la conferencia sobre las guerrillas al Honorables colega señor Altamirano- lo siguiente:
"Declaración general de la Conferencia de la OLAS" -ese es el título-. "La Primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), aprobó una declaración general cuyo texto, debido a su importancia y trascendencia, "PUNTO FINAL" da a conocer en toda su extensión. El contenido de dicho documento es el siguiente:".
Y en la página 26 aparece el párrafo en cuestión:
"La llamada burguesía nacional, más comprometida hoy con el imperialismo que nunca, en distintas épocas ha intentado desviar las corrientes revolucionarias de los pueblos por caminos reformistas. El ejemplo más reciente de esos esfuerzos encaminados a desviar el golpe de las enardecidas masas populares de sus objetivos verdaderos, la liquidación de la explotación imperialista, la constituye la política de pretendidas reformas de Eduardo Frei en Chile. Este seudorreformista no ha cambiado en nada la situación de ese país, lleno de deudas, saqueado hoy más que nunca por los monopolios, donde impera el latifundio y a pesar de estos años de llamada "revolución en libertad" no ha podido resolver las crecientes necesidades."
Luego, continúa el acuerdo adoptado por la Conferencia.
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
¿Me permite, señor Senador?
Ha terminado el tiempo del Orden del Día.
Queda con la palabra el Honorable señor Palma.
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