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- rdf:value = " El señor CASTRO.-
Me he quedado en la Sala sólo para decir algunas palabras con relación a este proyecto.
En el libro que publiqué hace algunos años, un poco intrascendente, titulado "¿Me permite una interrupción?", hice referencia a dos Presidentes de la República pertenecientes a las filas del Partido Radical: don Pedro Aguirre Cerda y clon Juan Antonio Ríos.
Traigo este hecho a colación, porque tratándose de un proyecto para recordar a uno de ellos, si voy a participar en la votación debo decir algo por lo menos respecto de esos Mandatarios y del Partido Radical, sobre todo debido a que, como también escribo habitualmente en la prensa nacional, a veces sobre aspectos políticos, hay miembros de esa colectividad que se sienten ofendidos por algunas de mis apreciaciones. Asimismo, se sienten heridos por opiniones de organismos nacionales, de estudiantes, en especial, y de gente que, de una u otra manera, tuvo que recibir el golpe que la realidad cotidiana dio desde la gestión administrativa de esos mandatarios radicales.
En la obra a que he hecho referencia, recuerdo con cariño a don Pedro Aguirre Cerda, no obstante no haberlo conocido de cerca. Cuando él atravesó la geografía nacional enarbolando ¡as banderas como candidato del Frente Popular, yo era un muchacho que vivía la quieta adolescencia provinciana. Pero hasta allí llegó ese ramalazo de simpatía que significaba la candidatura de aquel educador, que carecía de prestancia de líder y de una figura avasalladora para marear a las multitudes a través del vino de su elocuencia. Conquistaba con los sencillos argumentos del maestro que decía al país que "gobernar es educar".
Esa primera impresión de simpatía se acentúa luego que, conociendo la política chilena desde lejos por medio de las publicaciones, pudimos comprobar, el que habla y los de aquella generación, que Pedro Aguirre Cerda había sido extraordinariamente leal con su partido, con su programa y con quienes cooperaron a su triunfo. Con un pasado donde prevalecía su punto de vista, tal vez un poco diferente del de quienes constituyen 3a base de sustentación de su candidatura, el hombre tuvo la maravillosa dignidad y honestidad de ser leal con el programa prometido al pueblo, de cristalizarlo durante su Gobierno.
De manera que los de esa generación crecimos teniendo para don Pedro Aguirre Cerda una agradable visión de simpatía. Nunca lo olvidaremos. No lo olvidaremos por lo que fue su Gobierno como esbozo de una planificación económica en Chile. Y no lo olvidaremos, sobre todo, por lo que significó su gestión, llevada a la práctica con lealtad hacia sus aliados.
En cuanto a don Juan Antonio Ríos, ese huaso de la frontera que no era hombre de simpatías hacia el Partido Comunista, tuvo hombría para demostrar su anticomunismo, pero con altura de miras, con dignidad de huaso chileno.
Se puede discrepar de sus puntos de vista, pero en igual forma que en el caso de don Pedro Aguirre Cerda, quienes mirábamos desde las provincias la gestión administrativa de don Juan Antonio Ríos, quedamos con la impresión de que este radical de viejo cuño, duro para la pelea como las maderas del Biobío y Cautín, capaz de afrontar los temporales como los antiguos "pioneros" de aquella zona, actuó con mucha dignidad para demostrar sus simpatías y también para exhibir sus antipatías.
De manera que perfectamente se le puede rendir homenaje por esta otra suerte de lealtad para con su manera de ser, para con su expresión política que, viniendo de su partido, lo exaltó a la Presidencia de la República. Es decir, don Juan Antonio Ríos, a quien tampoco conocí ni de vista, tuvo en todo orden de cosas lo que podríamos llamar la nobleza combativa del viejo político sureño, y esa impresión se acentúa cuando uno conoce el tremendo sacrificio que se impuso, a causa de su enfermedad, para cumplir con dignidad criolla sus funciones de Mandatario, hasta el instante en que su dolencia se transformaba en verdadero martirio.
Por estas consideraciones, lo recordamos con simpatía.
El Partido Radical tendrá que excusar a los de aquellas generaciones, cuando a veces tenemos que enjuiciarlo, por no olvidar la experiencia del tercer Mandatario radical.
Mientras mi juventud se iluminaba con la simpatía y adhesión para don Pedro Aguirre Cerda, y después, de serena admiración hacia don Juan Antonio Ríos, durante el mandato del tercer Presidente de la República del Partido Radical tuvo que sufrir la cárcel y tratar de eludir la petición de ese Mandatario tendiente a que me encerraran por diez años por el tremendo delito de ayudar a los mineros del cobre en la conquista de mejores condiciones de vida.
No quiero extenderme en este asunto. En el libro a que hice referencia, me limito a ignorar a ese tercer Mandatario. Me pareció que mi mejor respuesta era, cuando me encerraba calladamente a dar forma a una producción literaria, condenarlo al exilio del silencio. Ahora tampoco extenderé mis observaciones para rendirle homenaje con mis palabras, sino que daré término a mi intervención respecto de este proyecto anunciando que, con mucho agrado, lo votaré favorablemente, pues, a mi juicio, don Juan Antonio Ríos -aun cuando discrepo de algunas actuaciones políticas suyas- representa lo que yo llamaría "los viejos pellines del sur político".
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