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- rdf:value = " El señor CHADWICK.-
Señor Presidente, deploro no tener a mano mayores datos, pero, antes de hacer una referencia global, consulté al señor Secretario de la respectiva Comisión. Los recursos que el sector público pone a disposición de estas instituciones privadas -según se me ha informado nuevamente- son del orden de 30 mil millones de pesos al año.
El señor RODRIGUEZ.-
¡No es nada!
El señor CHADWICK.-
Como es natural, hay algunas entidades del sector privado que reciben menos que otras, porque el volumen de su trabajo las coloca en esta posición de inferioridad. Pero no cabe duda alguna de que el gran fuerte desus recursos está en la contribución pública. ¿Cuáles serían las instituciones privadas que en nuestro país escapan de esa regia general? Aquellas de origen extranjero, las que tienen sus fuentes de recursos en el exterior.
Pregunto al Honorable señor Gumucio, a quién sé devoto, católico. . .
El señor TARUD.-
Apostólico y romano.
El señor CHADWICK.-
. . . y, como agrega el Honorable señor Tarud, apóstolico y romano; ¿no le resultaría un poco chocante que mañana en una de estas instituciones privadas financiadas con recursos extranjeros se negara la entrada a ella a un sacerdote católico, porque las fuentes de esos dineros provenientes del exterior fueran de origen protestante? ¿No le resultaría un poco penoso que no pudieran llegar allí sacerdotes católicos a hacer clase gratuita de moral a hijos de familias de esta misma creencia enviados por los Juzgados de Menores?
Este problema tiene dos caras. En las familias o en los medios sociales proletarios se extiende cada vez más la concepción puramente humanística, que busca sus valores en el hombre, sin trascendencia ultraterrena. Porque es tal su estado de necesidad económica; porque murió el padre; porque debe acudir a esos centros asistenciales, ¿habrá que dar necesariamente al niño que provenga de tales medios, como contrapartida de la ayuda del Estado impartida por instituciones privadas, una formación religiosa? Parece que el problema no puede cubrirse con palabras. Ahí está la decisión del Gobierno para hacer que estas instituciones, colaboradoras en la acción del Estado, reciban sin libertad a los menores destinados a ellas. Pero, ¿será para someterlos a la formación espiritual, en el mejor de los casos, o al adiestramiento o deformación mental, en el peor de los casos, sin que esos menores tengan la posibilidad de que a ellos pueda llegar un representante de otros credos o, sencillamente, de ninguno, alguien que busque la formación del hombre en el solo plano del raciocinio y de la responsabilidad?
Por eso, insistimos en el alcance de esta supresión, que -repito- no nos es dable enmendar. Nuestra intervención no tiene otro objeto que demostrar que hemos estado conscientes de la política que el Gobierno está siguiendo en esta materia, como en tantas otras.
"