-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/597267/seccion/akn597267-po1-ds1-ds25
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/597267/seccion/akn597267-po1-ds1
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/597267
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/2
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1151
- rdf:value = " El señor AMPUERO.-
Señor Presidente, la VII Operación Unítas ha provocado sobre la materia un séptimo debate que, virtualmente, se repiten cada año.
El Honorable señor Allende ha expresado los fundamentos generales de la actitud que tenemos, hemos tenido y seguir remos teniendo los Senadores socialistas con relación a este tipo de maniobras. Pero me parece indispensable, por mi calidad de miembro de la Comisión de Defensa Nacional, allegar algunas consideraciones a las ya escuchadas, sobre todo porque no deja de ser alentador y de abrir una pequeña grieta a la esperanza, el hecho de que la oposición, casi siempre minoritaria, que los militantes del FRAP hicimos a las Operaciones Unitas anteriores, haya cobrado ahora un eco relativamente inesperado.
Efectivamente, el año 1964, cuando se iba a realizar la Operación Unitas V, el único voto contrario a dichas maniobras, en la Comisión, fue el del Senador socialista. Ahora, los hechos, la experiencia, el complejo conjunto de situaciones internacionales en vías de desarrollo o las experiencias más recientes, parecen ir convenciendo a sectores cada vez más amplios de cómo es de efectivo que nuestro potencial militar, naval y aéreo, progresivamente, pasa a integrar un establecimiento defensivo hemisférico, que, en lo sustancial, se contradice, es antagónico con lo que pudiéramos definir como el interés chileno.
No deseo extenderme en un examen de la situación internacional, salvo manifestar que en esta VII Operación Unitas debemos considerar acontecimientos que definen de manera categórica a la flota norteamericana como el instrumento principal de la agresión imperialista a pueblos tan débiles como el nuestro.
Es probable que en las primeras Operaciones, cuando no habían ocurrido ni la tragedia de Santo Domingo ni la agresión a Vietnam, más de algún señor Senador pudiera mirar con cierta complacencia un ejercicio naval aparentemente tan desprovisto de intención política. Pero después de que el poder aeronaval norteamericano agredió primero al pueblo de Vietnam del Sur, y en seguida, al Estado de Vietnam del Norte, en la forma salvaje de que han dado cuenta los principales diarios del mundo y que han denunciado los propios intelectuales y universitarios norteamericanos; después de que fueron los marinos yanquis quienes sometieron por la fuerza bruta al pueblo de Santo Domingo, que ejercía un derecho reconocido por todos los tratados y convenios internacionales, me parece que hay sobradas razones de orden moral y político para negar a la escuadra chilena la oportunidad de asociarse, aunque sea por pocos días, con un instrumento de genocidio y de crimen, como tan característicamente lo es el poderío naval norteamericano.
No es éste un asunto secundario. Si hacemos un poco de recuerdo y nos ubicamos en la situación política que prevalecía entre 1939 y 1940, creo que no habría habido ningún legislador chileno que hubiera aceptado realizar ejercicios militares conjuntos con las armadas o ejércitos hitleristas, por razones -repito- de ética internacional, de respeto al orden jurídico internacional y de política elementales. Lo que hoy se nos propone es muy semejante a un ejercicio que se hubiera realizado en las condiciones referidas.
Pero, fuera de esto, quiero llamar particularmente la atención hacia el esfuerzo que hacen nuestros gobernantes, en especial el señor Ministro de Defensa, para convencernos de que este ejercicio es, ideológica, moral y políticamente inocuo; de que es una simple oportunidad para que nuestros oficiales y nuestras tripulaciones puedan manejar determinado instrumental, destinado a detectar, contener y derrotar un ataque submarino; de que no habría nada más que este buen propósito cooperativo de yanquis y chilenos con relación a la Operación Unitas VIL
Pienso que el Honorable señor Allende ha hecho bien al exigir un esfuerzo de franqueza que reconozca que esta operación o ejercicio está incorporado a una política, a una estructura militar que cada día evidencia con mayor fuerza su contraposición flagrante con los intereses de nuestra patria.
En conjunto, nuestros compromisos militares con los Estados Unidos pueden definirse en los términos de la resolución sobre "Cooperación Militar Interamerica-na", adoptada en la Cuarta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores. En lo sustancial de este acuerdo, quiero leer un párrafo que es claro, defi-nitorio. El número 1 de la resolución dice: "Recomendar a las Repúblicas Americanas que orienten su preparación militar de tal manera que, por medio de su esfuerzo propio y de la ayuda mutua, y de acuerdo con sus posibilidades y con sus normas constitucionales, y de conformidad con el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, puedan, sin perjuicio de la legítima defensa individual y de la seguridad interna: a) incrementar aquellos de sus recursos y reforzar aquellas de sus fuerzas armadas en condiciones tales que puedan estar prontamente disponibles para la defensa del Continente, y b) cooperar entre sí, en materia militar, para desarrollar la potencia colectiva del Continente necesaria para combatir la agresión contra cualquiera de ellas".
El número 2 expresa: "Encomendar a la Junta Interamericana de Defensa que prepare con la mayor actividad posible y mantenga al día, en estrecho enlace con los Gobiernos, por medio de sus respectivas Delegaciones, el planeamiento militar de la defensa común".
Vale decir, es claro que Chile ha suscrito instrumentos internacionales que, en forma principalísima, orientan nuestras Fuerzas Armadas hacia una política hemisférica que, en otras palabras, las transforma en segmento, rama o sección de un dispositivo militar que no consigna como finalidad principal la defensa de nuestra soberanía, la seguridad de nuestro país.
Por consiguiente, la dependencia de los objetivos militares • norteamericanos en cuanto al planteamiento militar, quedan fuera de cuestión con sólo analizar los tratados y resoluciones suscritos por Chile. El que acabo de leer es uno entre muchos otros.
En segundo término, tampoco cabe duda de que en materia de aprovisionamiento de material de guerra o de recursos financieros para adquirirlo, es Estados Unidos, prácticamente, la fuente única. Y hasta podría probar que, en opinión de altos jefes civiles y militares norteamericanos, la adquisición en otras fuentes es considerada como chantaje o deserción.
Para no citar cifras dadas por el señor Ministro de Defensa Nacional en sesión secreta, debo recordar una información pública reproducida en "El Mercurio" de 4 de abril de este año, donde se asegura que Estados Unidos, en quince años, ha entregado 486 millones de dólares en ayuda militar. De esta suma, 171 millones fueron para Brasil; 66 millones para Chile, 59 millones para Perú; 51 millones para Colombia, y 31 millones para Uruguay. Por lo que parece deducirse de las informaciones y antecedentes que se han manejado en la Comisión y en la Sala, estas cifras constituyen el grueso de las disponibilidades financieras que han tenido los países latinoamericanos y definen, por otra parte, su absoluta dependencia o su dependencia principal del aprovisionamiento yanqui.
En tercer término, por propias declaraciones de los organismos oficiales norteamericanos, el entrenamiento de oficiales latinoamericanos ha llegado a proporciones gigantescas. La misma información, de 4 de abril, señala que 31.632 oficiales latinoamericanos recibieron adiestramiento en Estados Unidos o en instalaciones de las fuerzas armadas norteamericanas en América Latina. De Brasil participaron en el programa 3.988 oficiales; de Perú, 3.386; de Colombia, 2.874; de Nicaragua, 2.823; de Ecuador, 2.728, y de Chile, 2.613. Prácticamente todo él cuadro directivo, todo el cuerpo de oficiales de América Latina, a la altura de 1966, ha pasado por cursos breves o prolongados en los colegios o centros de entrenamiento norteamericanos.
En cuanto al programa de esos cursos, no es ningún secreto ni constituye una adivinanza saber hasta qué punto están empapados de una doctrina eminentemente política, inspirada en la guerra antisubversiva, en la guerra antiguerrillas, que en términos políticos significa preparar a las fuerzas armadas para resistir de cualquier modo la presión popular para instalar Gobiernos democráticos. Y en muchos casos el entrenamiento de oficiales militares tiene por objeto sustituir a los Gobiernos civiles, cuando ellos son suficientemente débiles como para no dar garantía de que el pueblo no pueda asumir en determinado momento el poder.
Vale decir, seríamos unos ingenuos o unos hipócritas si no llegáramos a la conclusión perentoria de que en materia de planteamiento militar, de aprovisionamiento y de entrenamiento de nuestros oficiales, la dependencia de los ejércitos latinoamericanos respecto del Pentágono es virtualmente absoluta.
Pues bien, la defensa o la tentativa de defensa que se hace frente a este tipo de operaciones de ejercicio como el de Unitas
VII, es primero -repito- la de negar que está incorporado a una política de mucho mayor profundidad. Pero por si esa argumentación no fuera bastante convincente, se asegura que, por último, no tendría ninguna importancia que los Estados Unidos y sus oficiales dieran alguna implícita inspiración política a estos ejercicios, porque nosotros tenemos la suficiente personalidad, y nuestros oficiales superiores también la tienen, como para defendernos de la pretensión de pervertir el sentido puramente técnico de un ejercicio militar.
Deseo recordar que, con ocasión de la operación "Unitas VI", si no me equivoco, las fuerzas norteamericanas navales vinieron dirigidas por el Comandante de la Flota del Atlántico Sur, Contralmirante Arthur R. Gralla. Este caballero, jefe de una operación técnica, apolítico, ideológicamente neutro, que vino solamente a enseñar el manejo de cierto instrumental moderno a nuestros marinos, se permitió, sin embargo, luego que terminó la operación, el 16 de octubre de 1965, -yo diría que con verdadero cinismo y con evidente falta de respeto a nuestra propia concepción de este ejercicio o, al menos, a la concepción que pueda tener el Gobierno--, dar opiniones como las siguientes:
"Señor Almirante", -le pregunta el periodista- "es poco probable que Chile sufra, en el futuro, una invasión extranjera. ¿Cuál es, entonces, el propósito de estas maniobras bélicas?"
Responde el Contralmirante: "Cuando estalle la próxima guerra no habrá países neutrales. La marinas de guerra tendrán un papel preponderante; por lo tanto, conviene que estemos todos preparados para contener el enemigo."
"¿Cuál enemigo?", agrega el periodista.
"Como Ud. muy bien sabe" -se admira de la ignorancia del periodista: no sabía éste que los chilenos teníamos enemigos muy bien identificados- "hay en el mundo dos bloques: Oriente y Occidente. Los comunistas del bloque oriental luchan por la conquista del mundo; unos utilizan medios pacíficos, y otros, como la China, optan por la violencia. Nosotros defendemos la libertad..."
"¿Usted considera que en Santo Domingo, la libertad estaba en peligro? Según las informaciones, no había más que 58 comunistas dominicanos..."
"Sí, pero tenían una influencia extraordinaria sobre el rebelde Caamaño y su Gobierno. También el actual presidente, García Godoy, le está haciendo demasiadas concesiones a la Izquierda...".
Continúa este oficial naval tan alejado de todo tipo de contagio político:
"¿Qué intereses tienen los norteamericanos en Vietnam?".
"Nosotros no tenemos negocios en el Vietnam. De Gaulle sí que tiene intereses en ese país, y. quiere que nosotros abandonemos la lucha. El es el imperialista, y no nosotros..."
Las pintorescas declaraciones prosiguen:
Le dice el periodista: "Por qué los EE. UU. demuestran una amistad tan marcada por el actual régimen brasileño?"
"Piense que es lógico que seamos amigos del Brasil; fueron nuestros aliados en la última guerra, han estado junto a nosotros en Corea, mandaron tropas a Santo Domingo para defender la democracia... Han estado siempre junto a nosotros. Los Estados Unidos manifiestan amistad por todos sus pueblos aliados, y no veo por qué habrían de negársela al Brasil."
"Sin embargo, ¿no le parece que, en general, la línea Johnson es extremadamente dura?"
"Mire", -dice el apolítico Contralmirante- "El PresidenteJohnson es un hombre de acción. No tiene una figura romántica con un mechón de pelo en la frente, ni una esposa espectacularmente bella, ni dice cosas tan hermosas como el señor Kennedy, pero ¡caramba, es un hombre de acción! Si la crisis del Caribe se hubiera producido estando él en la Primera Magistratura de la nación, habríamos invadido Cuba..."
Este oficial, señor Ministro, no sólo participó en las maniobras, sino que -tengo entendido-, dentro de los turnos en el comando, en cierto momento estuvo mandando a oficiales chilenos para los efectos de cumplir la Operación Unitas.
Este es para mí el problema.
Estamos en un instante en que debemos revelar el profundo significado político, las implicancias morales y jurídicas internacionales que significa asociarnos con la Armada norteamericana en esta operación, que, no obstante sus limitaciones, no obstante ser reducida en su sentido y en sus características militares, es un elemento de la guerra fría, un acto, un episodio en el adiestramiento y discipli-namiento de las fuerzas latinoamericanas, para el caso eventual de que los Estados Unidos quieran que nuestros marinos, nuestros militares y aviadores cumplan con el vergonzoso papel que aquí elogian respecto de los brasileños.
Por estas razones, votamos en contra en la Comisión, y lo reiteraremos en la Sala.
Me parece un tanto ingenua la objeción formulada por el Honorable señor Pablo en el sentido de suponer que por escuchar las razones que dieron los Comandantes en Jefe, quienes tradicionalmente hemos tenido un criterio sobre este punto deberíamos cambiarlo. La verdad estricta es que, no obstante toda la información, todas las seguridades que nos dieron los Comandantes en Jefe y el señor Ministro en el seno de la Comisión de Defensa Nacional, persistimos en nuestra convicción de que aprobar la realización de estas operaciones sería un acto que empequeñecería la personalidad internacional de nuestro país.
Nada más, señor Presidente.
"
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1151
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion