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- rdf:value = " El señor IBAÑEZ.-
Sabemos que Estados Unidos es un país fabulosamente rico, pero ni aun así cabe suponer que pueda darse el lujo de insinuar que toda América Latina sea gobernada como Chile, donde están paralizados los proyectos de expansión industrial y agrícola, no llega un centavo de capital extranjero, y-donde, para comer, tendremos que depender de una elevada e inestable cotización del cobre o de la generosidad del Gobierno norteamericano.
Por lo demás, los señores Rostow e Irwin tendrían que atemperar sus fantásticas afirmaciones sobre la Alianza si escucharon la opinión emitida recientemente por la Comisión de Asignaciones de la Cámara de Representantes. Sus miembros no ocultan la decepción que les produce la falta de realizaciones en comparación con los objetivos que se propuso la Carta de Punta del Este, y podemos estar ciertos de que si perseveran en sus investigaciones terminarán por descubrir las verdaderas causas del auto-engaño de que han sido víctimas.
Repudio a la vinculación de Washington con la Democracia Cristiana.
La estrecha vinculación que se ha establecido entre el Gobierno de Washington y la Democracia Cristiana chilena es un factor que impide o posterga la oportuna rectificación de los desaciertos que aquí se cometen. Es por ello que en sectores cada vez más vastos se observa un creciente repudio a la intervención política que significa esta imprudente forma de asociación. Y no es necesario ser profeta para anticipar el deplorable desenlace que tendrá el fracaso de la gestión de la Democracia Cristiana para la amistad entre ambos pueblos.
Por último, es preciso decir que la Alianza para el Progreso no puede seguir sirviendo para que algunos políticos norteamericanos se construyan plataformas "progresistas" a costa nuestra. Tenemos, pues, que exigir el respeto mínimo y elemental que se debe a todo pueblo libre, tanto más si tiene la tradición del nuestro. Necesitamos, en consecuencia, que se nos libere de esa perturbadora interferencia y se nos deje en paz para que nosotros podamos decidir la política que más conviene a nuestro pueblo.
Contradictoria e inquietante protección de la democracia.
Es indispensable tener presentes todas las consideraciones anteriores si se desea juzgar adecuadamente la eventual eficacia del Pacto Militar con relación a las finalidades que lo inspiraron.
Nosotros no ponemos en duda que las maniobras conjuntas representan una interesante oportunidad de perfeccionamiento profesional, atendida la preocupación de los marinos norteamericanos por el progreso de nuestra institución naval. Tenemos, además, gran fe en la Marina de Chile y un claro concepto de su importancia para defender nuestra soberanía y para hacer respetar nuestros convenios internacionales.
Pero si juzgamos esta vinculación como intento de proteger y consolidar las concepciones de vida de regímenes democráticos, es preciso decir que, al menos en el caso de Chile, la política norteamericana resulta absolutamente contradictoria e inquietante.
La solidez y permanencia de la democracia no sólo depende del entrenamiento que reciban sus Fuerzas Armadas. Es fundamental y previo que se ponga término a toda forma de anarquía política y social, de desorden económico, o de debilitamiento de las fuerzas morales de la nación. La vacía retórica que prevalece en nuestras vinculaciones con Estados Unidos no puede ser colmada con conceptos demagógicos. Este procedimiento destruye los cimientos de nuestra nación, debilita su capacidad de resistencia y anula las posibilidades de que Chile pueda participar con eficacia en los programas de defensa continental.
No se requieren "marines", sino políticos y diplomáticos que dominen su oficio.
Para mí, es particularmente penoso tener que hacer estas reflexiones, atendida la admiración y afecto que siento por Estados Unidos y, en particular, por mister Dean Rusk, quien dirige la política exterior de su país. Pero son tan evidentes las contradicciones de esa política, el daño que ocasiona y la desesperación que incuba, que, con motivo del debate de hoy, el Partido Nacional no ha podido dejar de expresar por mi intermedio su profunda preocupación por las consecuencias de la política norteamericana.
Este sentimiento de alarma no está circunscrito sólo a nosotros. También lo experimentan en Washington, como se demostró en la Cámara de Representantes cuando hace pocos meses sus miembros adoptaron el acuerdo de enviarnos "marines", en la vana esperanza de detener un desquiciamiento social que también está impulsado por ellos. Para decir lo menos, ese acuerdo fue atolondrado, pusilánime y superficial.
Lo que falta aquí no son "marines", sino políticos y diplomáticos que dominen su oficio y sean capaces de mantener los ideales de su país con la misma entereza con que sus compatriotas jóvenes mueren por ellos en otras partes del mundo.
La responsabilidad nuestra.
No sería justo tampoco hacer recaer exclusivamente sobre los norteamericanos decisiones políticas que antes que a nadie nos afectan en forma vital a nosotros. No podemos, por tanto, eludir ahora ni en ningún otro momento nuestras responsabilidades más fundamentales.
Cuando Alemania, al término de la Segunda Guerra Mundial, estaba abatida y exánime, hubo uno de sus gobernantes, el visionario y enérgico MinistroErhard, su actual Canciller, que se opuso con decisión indomable a las descabelladas proposiciones de los asesores norteamericanos. Su actitud resuelta fue la que permitió salvar a Alemania de una catástrofe económica y política de repercusiones incalculables, que habría impedido su ejemplar resurgimiento y cambiado el destino de toda Europa.
He creído oportuno hacer esta evoca-cación al terminar mis palabras, porque, guardando las debidas proporciones, parecería necesario preguntarse si no ha llegado el momento de detener el descalabro de nuestro país y hacer, de paso, un gran servicio a Estados Unidos. Pienso, pues, que deberíamos oponernos con toda firmeza a los juicios inmaduros y a los extravíos que nos destruyen y que están vinculados al intento de los norteamericanos de perseverar en una asociación política que resulta inconveniente para Chile y, en definitiva, también será estéril para ellos.
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