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- rdf:value = " Es señor AHUMADA.-
Los Honorables señores Allende y Barros han hecho algunas consideraciones generales con relación al reajuste de los sueldos de la administración pública, y en especial con relación a los sueldos y salarios que perciben las médicos y el personal paramédico que sirven en el Servicio Nacional de Salud.
En el momento oportuno, cuando se trate en este Honorable Senado el proyecto correspondiente, me referiré en particular a esos temas; pero no puedo dejar pasar el día de hoy sin adherir a las expresiones que acabamos de oír a los Honorables colegas anteriormente mencionados.
Estimo, como ellos, que tanto el personal médico que sirve en el Servicio Nacional de Salud como el que se desempeña en otras instituciones, vale decir, el que está normalizado por el Estatuto del Médico funcionario, percibe remuneraciones que no guardan lógica relación ni con la jerarquía ni con la capacidad intelectual del gremio médico chileno, ni tampoco con el poder adquistivo de nuestra moneda, que no permite a esos profesionales subvenir a los gastos de su grupo familiar, cuyo nivel de vida ha de ser necesariamente, desde el punto de vista intelectual y material, superior al de muchos otros gremios.
En el momento en que el médico egresa de la Facultad, después de haber estudiado siete o más años, su sueldo promedio no alcanza, prácticamente, a mil escudos mensuales. Es indudable que este sueldo va incrementándose con el correr del tiempo, mediante un régimen especial, pero de ninguna manera alcanza un promedio de 1.500 escudos. No pueden, entonces, esos funcionarios -que carecen del ejercicio privado de la profesión, pues sirven "f'ull-time" en los servicios sanitarios asistenciales- llegar a gozar de una vida cómoda, holgada, a la que ni medianamente pueden aspirar.
Este proceso económico se torna más grave aún por el hecho, que ha podido comprobarse, de que el médico chileno, en los últimos años, está emigrando al extranjero, principalmente a Estados Unidos y Australia, y a algunos países latinoamericanos. Este es, lógicamente, un proceso de descapitaiización humana, intelectual y profesional del país. Es natural que los médicos se sientan atraídos por los mayores sueldos que ganan en otros países: aquí, en las primeras etapas de su profesión, no alcanzan a percibir el equivalente aproximado de doscientos dólares, y tanto en Estados Unidos como en Australia el sueldo mínimo de un médico es de alrededor de 700 dólares.
Este proceso de descapitalización, que afecta a alrededor del 25% de los médicos que se reciben anualmente, es grave para el país. Es de una gravedad que todavía no ha podido aquilatarse ni justipreciarse en todas sus consecuencias. Será necesario legislar sobre esta materia, porque no es admisible que el país, que gasta una cantidad calculada en 60 mil escudos -unos diez mil dólares- en la formación de un médico, permita su evasión con una liberalidad contraria a sus intereses nacionales, para que otro país reciba, sin gastar un centavo, un profesional formado. De esta manera, el capital que Chile ha invertido en formar a ese profesional, es aprovechado por el país adonde el médico ha emigrado.
La emigración se está produciendo también en gran proporción por parte de las enfermeras sanitarias y hospitalarias, cuyo sueldo promedio es aquí de 400 a 500 escudos, y es lógico que se vean tentadas por los países que he señalado anteriormente, que les pagan remuneraciones mínimas de 600 a 650 dólares.
Este hecho es grave.
Otro problema, atinente al de los bajos sueldos de los médicos, es el de la exigüidad de las remuneraciones del personal paramédico, que llega a límites asombrosos en cuanto a auxiliares y al personal de sala de los hospitales, pues no alcanza a un promedio de 250 escudos mensuales y en muchos casos es de 200 escudos. Y el personal administrativo percibe un promedio aproximado de 400 escudos. Se puede decir que éste es un personal que vive parcialmente remunerado, cuya situación podríamos definir como de pobreza, para el efecto de su alimentación y la de sus familias y, lógicamente, con relación a las necesidades vitales que una civilización como la nuestra, importa desde el punto de vista cultural y material.
Todas estas consideraciones, que agrego a las anteriormente expresadas por los doctores Honorables señores Allende y Barros, se moverán a intervenir en profundidad, en sesión próxima, sobre esta materia.
Adhiero a las publicaciones que el Colegio Médico de Chile ha hecho profusamente en la prensa nacional, e igualmente a la posición que ha asumido en defensa de justas remuneraciones de su gremio; y, asimismo, desde el punto de vista personal y de mi partido, para reclamar las remuneraciones que substancialmente debe obtener el personal paramédico de enfermeras sanitarias y hospitalarias, auxiliares, laborantes, dietólogos; todo el gremio paramédico en general, así como los asistentes sociales, y el personal administrativo.
En el momento preciso, cuando se trate en la Sala, seguiré insistiendo sobre el particular.
Siguiendo con las observaciones relativas a reajustes de sueldos, me referiré a nuestra Administración Pública.
Quiero señalar unos antecedentes que he recibido de la provincia de O'Higgins, con relación a los sueldos de directores de educación provincial y local. Me llama la atención, de un cuadro que tengo a la vista, la remuneración del funcionario director provincial de educación, formada por el sueldo base, la base adicional, la asignación de título y 140% que representan los trienios al final de su carrera. Todo ello da un total imponible de 1.165 escudos. El director local figura con un total imponible de 1.141 escudos, y el director de primera clase con 992 escudos. Hay diferencia de sueldo en favor de quienes tienen horas de clase; así, por ejemplo, un director de nocturna o un subdirector, con treinta horas de clase, gana mayor sueldo que un director provincial.
Por eso, toda esta escala directiva de educación resulta una anomalía en cuanto
a remuneraciones. Y es por ello que los directores provinciales y departamentales, de las provincias que represento, me han hecho llegar sus observaciones. Manifiestan que sus horas de trabajo llegan, prácticamente, a cincuenta por semana, porque deben desempeñar funciones complementarias, como son aquellas relacionadas con los séptimos años y las derivadas de los grupos que deben atender a la comunidad: juntas de vecinos, centros de padres y apoderados y una cantidad de otras instituciones que se encuentran bajo su jerarquía, todo lo cual amplía, fuera de la oficina, su horario de trabajo.
Señor Presidente, deseo hacer llegar mis observaciones: las primeras, al señor Ministro de Salud Pública, y las segundas al señor Ministro de Educación Pública, de modo que conozca la necesidad de regularizar las diferencias substanciales que existen en la escala de directores provinciales, locales y departamentales de nuestra educación.
El señor REYES (Presidente).-
De conformidad con el Reglamento, se enviarán los oficios solicitados, en nombre de Su Señoría.
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