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- rdf:value = " MODIFICACION DE LA LEY 15.576, SOBRE ABUSOS DE PUBLICIDAD.El señor FIGUEROA (Secretario).-
Corresponde continuar la discusión del proyecto que modifica la ley Nº 15.576, sobre abusos de publicidad.
En la sesión pasada, quedó pendiente la discusión del artículo 24.
-El proyecto figura en el volumen IV de la legislatura 298ª (septiembre de 1965 a mayo de 1966), página 3560; el primer informe, en el debate de la sesión 7ª, en 15 de junio de 1966, y el segundo, en los Anexos de la sesión 39ª, en 2 de agosto de 1966, documento Nº 12, página 2574.
El señor GARCIA (Vicepresidente).-
Ofrezco la palabra.
El señor TEITELBOIM.-
Los Senadores comunistas no habíamos tenido ocasión aún de participar en el debate, que -reconozco-se ha prolongado tal vez en exceso. Sin duda, la materia que discutimos se relaciona con problemas de vasta profundidad.
Aunque algo tarde, deseamos aprovechar la discusión del artículo 24 para exponer nuestro pensamiento.
Los Senadores comunistas nos pronunciamos decididamente por la libertad de prensa, con todos los riesgos, abusos y desafueros a que pueda dar origen. Al hacerlo, nos acogemos a los principios democráticos que han sido motivo de lucha de los sectores de avanzada de nuestro país desde los albores de la Independencia.
El connotado escritor español José Joaquín de Mora, en el prospecto de la revista mensual "El Mercurio Chileno", que se publicó hacia el año 1828, decía lo siguiente: "De todas las instituciones que la libertad trae consigo y que los pueblos de América adoptaron desde que proclamaron su emancipación, ninguna ha dado frutos tan positivos, tan abundantes como la libertad de imprenta. Las publicaciones periódicas han sido en estos países los órganos de todas las opiniones, los acusadores de todos los abusos y los defensores de todas las garantías. No puede dudarse que muchas de ellas, traspasando los límites de la moderación y de la decencia, han hecho un daño real a la causa que pretendían defender; pero, en general, nadie les negará el mérito de haber erigido un tribunal público, al cual ha tenido que someterse frecuentemente el poder supremo y cuyas decisiones han impuesto silencio a la calumnia".
Casi ciento cuarenta años después de escritas esas palabras, la verdad es que no siempre los periódicos han sido en nuestro país órganos igualitarios de expresión de todas las opiniones, pues algunos grupos plutocráticos tienen el control mayoritario de la prensa. Tampoco han sido defensores de todas las garantías, porque en la prensa chilena, como en la viña del Señor, hay de todo, y existen diarios que luchan contra las garantías populares.
Los comunistas entendemos que la libertad de prensa constituye una garantía que de ninguna manera debemos restringir, pues el pueblo la necesita para poder expresar su opinión.
Además, una historia de más de cincuenta años nos dice que las persecuciones contra la prensa no se han ejercido jamás contra "El Mercurio", de Santiago o Valparaíso, y nunca, o casi nunca, contra "El Diario Ilustrado". Esta ley no se ha usado contra los grandes poderes financieros y económicos que controlan las radios o diarios. En cambio, sí se ha usado, y muchísimas veces, en contra de la prensa popular. El fundador de ella en el siglo XX, Luis Emilio Recabarren, conoció numerosas veces los calabozos y el destierro; los diarios populares fueron clausurados innumerables veces; sus periodistas, maltratados y muchos de ellos desterrados. Son muy pocos los directores del diario "El Siglo" que no han conocido la cárcel.
El verdadero cáncer de la nación.
Por esa razón, no podemos contribuir a ninguna legislación represiva. Fuimos enemigos decididos del decreto-ley Nº 425. También nos pronunciamos contra la ley 15.576, la "Ley Mordaza", que crea una serie de figuras realmente limitativas de la libertad de prensa. Tampoco estamos de acuerdo con las normas restrictivas aprobadas por la Cámara, ni con aquellas proposiciones hechas en el Senado en el sentido de establecer sanciones de distinta naturaleza para aquellos periodistas que, a juicio de la ley, abusen de la libertad de prensa.
Nos parece superficial y equivalente a remediar con aspirinas un mal profundo, un verdadero cáncer de nuestra nación, el pretender erradicar la crónica roja, así como el delito y el crimen, por el expediente de proceder contra la prensa. La época moderna sufre en el mundo capitalista el mal de la crónica roja. Hay un conjunto de métodos que tratan de influir en la conducta humana y que son usados por los grandes poderes financieros, los cuales transforman la publicidad en un negocio y también en un medio de control social singularmente eficaz, para realizar igualmente el lucro de la crónica roja.
A nuestro juicio, esto es consecuencia de un régimen social que crea factores criminógenos de los cuales la crónica roja no es sino una expresión superestructural, que no está en la raíz ni en la esencia, ni es la causa fundamental de la delincuencia. Sería ingenuo negar que la crónica roja ha adquirido últimamente mayor importancia en todo el mundo contemporáneo. Tampoco es un secreto que algunos diarios dedicados principalmente a la explotación de toda noticia excitante, hacen de esa crónica una fuente especial de lucro y comercio. La verdad es que ella dejó de ser hace muchos años un asunto exclusivamente local o nacional.
Los modernos sistemas de trasmisión o distribución de noticias permiten seguir en Chile, sin mayor esfuerzo, los detalles de procesos tales como el que se desarrolla en un tribunal de Londres sobre el llamado crimen del Páramo; el que se ventila en Nueva York respecto de aquel hombre que asesinó a ocho estudiantes de enfermería,...
El señor GONZALEZ MADARIAGA.-
Speck.
El señor TEITELBOIM.-
...Speck, o el que se sigue contra aquel ex "marine" que estuvo en la base de Guantánamo y que, desde una torre de su ciudad de Houston, en Texas, comenzó a disparar con un verdadero arsenal sobre cualquier transeúnte que se pusiera a su vista de tirador experimentado.
Factores criminógenos.
Los reporteros policiales despachan por vía cablegráfica millones de palabras que llegan a todos los puntos del globo y que se publican con profusión inusitada en el llamado mundo occidental y cristiano.
Estos modernos medios de publicidad afectan prácticamente a toda la ciudadanía: hombres y mujeres, niños y adultos, analfabetos y letrados, pobres y ricos, cultos e incultos. Pero las reacciones que se producen en ellos no son de la misma naturaleza. Dependen de las características de cada personalidad, de la capacidad intelectual, del equilibrio emocional, de la condición temperamental, de nivel cultural pedagógico y económico de cada uno de los auditores de esa radio o aparato de televisión o de los lectores de esa prensa. Lo fundamental es el grado de sugestionabilidad, que depende del individuo, incluso de la clase social. Tales informaciones causan mayor impacto sobre los llamados inadaptados sociales, que poseen un alto grado de sugestionabilidad. Entre ellos se reclutan inmaduros, débiles mentales, personalidades psicopáticas, neurópatas y desequilibrados de todo tipo, como anota el señor Israel Drapkin en su obra "Prensa y Criminalidad", aparecida hace algunos años en Chile.
Sin embargo, a mi juicio, la prensa no es el factor decisivo de la criminalidad. Los factores criminógenos están en la esencia misma de la raíz social. Incluso, se pueden producir en el hogar, en la situación económica, en la calle, en el vecindario, en la taberna, en el prostíbulo, en las malas amistades, en la cárcel, en las bebidas alcohólicas, en la ingestión de estupefacientes.
Es de toda evidencia que este problema debe preocuparnos en Chile, donde los datos sobre la delincuencia son impresionantes y alarmantes.
Una sociedad enferma.
La prensa es una institución social de compleja organización, con numerosas funciones y amplias posibilidades, que ejerce enorme influencia en la formación de la opinión pública y, por ende, en la estructura y conducta de diversos componentes de la sociedad. No podemos suscribir aquellas doctrinas que atribuyen la criminalidad exclusiva y fundamentalmente a la prensa misma, a la crónica roja.
No concebimos la criminalidad sin los problemas sociales que se suscitan dentro de la sociedad y, por eso, estimamos fútil y superficial la solución de emprenderlas contra la prensa mediante una legislación represiva, como medio de remover los factores criminógenos. Tiene mucha influencia el factor sociedad sobre la persona humana, evidentemente, sin olvidar que una prensa abusiva crea falsos héroes, "mixtifica" las motivaciones, estimula comportamientos asociales de grupos, desvirtúa las actuaciones negativas.
Pero los Senadores comunistas queremos insistir en esta ocasión en que la causal básica de los crímenes de que da cuenta la crónica roja es una sociedad enferma, que, sobre todo, condena a la dase más baja a los factores de descontrol.
Ese planteamiento no es invención de un comunista. Lo dice la ciencia. Entre otros, un eminente tratadista norteamericano, Micheal Harrington, quien publicó la importante obra "La culata de la pobreza en Estados Unidos", concluye en el capítulo Clase social y enfermedad mental", que, entre los factores criminógenos, la pobreza es un factor principalísimo. Establece que el sufrimiento mental de los pobres determina que un mayor número de enfermedades psíquicas se presente entre las capas más desvalidas de la población. Sostiene que la clase más baja posee un riesgo de salud mental casi 40% mayor que la clase más alta, porque los factores de tensión que inciden en la salud mental se relacionan con la situación económica.
¿Cuáles son los factores de tensión, a juicio de ese tratadista? En la niñez, la mala salud mental de los padres o su salud física deficiente, la privación económica, el hogar destruido. En los adultos, la inquietud por el trabajo, las preocupaciones de dinero, las ansiedades o problemas derivados de su "status" social inadecuado.
El caldo de cultivo de la población callampa.
Llega a sostener este autor que los factores de tensión analizados en dicho estudio, realizado en la Universidad de Cornell, son la materia misma de la vida de los pobres: el hogar destrozado, las preocupaciones de trabajo y cesantía, la escasez de dinero y todas sus secuelas, el barrio bajo.
Nosotros tenemos la población callampa, con su vida densa, apretada, promiscua, que actúa asiduamente sobre el individuo, sobre el muchacho, sobre el adolescente; donde en una pieza muchas veces tienen que dormir ocho o diez personas y, como es común en nuestro pueblo, tres o cuatro de distinto sexo en una sola cama. Esta es una experiencia indudablemente pulverizadora, atomizadora del hombre, sucia, triste, que, como es natural, repercute sobre la personalidad y la mente del individuo.
Otros factores que también inciden de manera importante en el temor o ansiedad que caracteriza a tanta gente nuestra, son la inseguridad en el trabajo y la remuneración insuficiente. La mayor parte de los obreros chilenos reciben un salario que no les permite, en modo alguno, atender a las necesidades mínimas de su hogar. Muchas veces el trabajador, el campesino y el empleado, se sienten fracasados y se entregan al alcoholismo, con todas sus secuelas, como el abandono del hogar. Inclusive, muchos jóvenes que entran al mercado del trabajo encuentran las puertas cerradas. En más de alguna ocasión, la crónica roja ha hablado de suicidios de individuos jóvenes llevados a la desesperación por la falta de trabajo.
El culto a la violencia en el cine y la T.V.
A nuestro juicio, la raíz criminógena en nuestra sociedad está precisamente en su condición misma, que no garantiza una salud mental plena al ser humano, a quien hace víctima de toda clase de restricciones insoportables para el hombre y le impide realizarse, como persona, junto a su familia.
Además, el culto a la violencia no se fomenta sólo por medio de la crónica roja de los periódicos. También lo favorece el cinematógrafo, con sus películas de violencia, de "gangsters", de muerte y de sexo, que llenan las carteleras de los cines; y es evidente que ello, por efecto de la sugestión y no sólo de la lectura de los periódicos, influye sobre la mentalidad de algunas personas.
Por otra parte, no sólo la imprenta y el cinematógrafo pueden transformarse en factores criminógenos. También influye la naciente televisión chilena, en la que hemos contado seis programas de violencia, sobre lo cual deseamos alertar. Hemos sido adversarios decididos de la idea de entregar la televisión a manos mercantiles para convertirla en una empresa privada, en un negocio más. Afortunadamente, hasta ahora ha estado reservada a las universidades. Sin embargo, debemos decir que éstas también se han dejado seducir por la tentación fácil de esas películas envasadas, que generalmente vienen de Estados Unidos, con "gangsters", tiros y asesinatos, donde hay demasiado crimen. La televisión, este quinto poder, como se la llama, entra al hogar, y la ve el niño de cinco o seis años, que no sabe leer ni escribir y está sólo asomándose a la vida. Naturalmente, si está varias horas del día ante la pantalla, en la cual ve crímenes y violencias, por cierto nada ejemplares para la formación de los seres humanos durante su infancia, recibe un impacto nefasto.
No el mal menor.
Por las razones expuestas, los Senadores comunistas no queremos jugar al mal menor ni patrocinar una penalidad mínima. Deseamos pronunciarnos contra toda amoralidad, pues, para nosotros, la gigantesca crónica roja que está dominando a este mundo, es la que se encuentra en manos de sectores que hacen el negocio del crimen en grande. Es lamentable, es terrible, que ocurran asesinatos individuales casi todos los días.
¿Quién clama contra la publicación necesaria que día por día, hace toda la prensa, en especial la grande prensa, sobre la suprema crónica roja, el enorme crimen contemporáneo y cotidiano, con el cual nos desayunamos y que parece habernos ya insensibilizado, de que nos hablaba hoy, durante su visita al Senado, el Secretario General de las Naciones Unidas, señor U Thant? Me refiero a ese gran crimen ya la gran crónica roja contemporáneos que se llaman la guerra del Vietnam: un ejército que nada tiene que hacer en el Extremo Oriente, lleva allí medio millón de soldados, y sus bombarderos arrojan "napalm", día a día, sobre la población vietnamita.
Como dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, esa guerra involucra un problema de lucha por la independencia nacional, como la que nosotros sostuvimos entre los años 1810 y 1818 contra la Corona española. Allí se está matando día a día. Cada semana se cometen los llamados "crímenes por error", debido a que los bombarderos norteamericanos hacen blanco en su propio ejército y connacionales. Hemos visto los rostros de las madres con sus hijos asesinados, en los brazos, pero no nos conmovemos suficientemente.
Configuración precisa de la figura delictual.
En mi concepto, debemos proceder contra la crónica roja nuestra y contra la crónica roja mundial, pues, al fin y al cabo, como dijo alguna vez el Dante, la túnica de Cristo es una sola; o sea, la suerte de la humanidad es una sola e indivisible. Por lo tanto, lo que ocurre en Vietnam no es indiferente para el chileno, porque formamos parte de un común género humano, como lo explicaba el Libertador Bolívar.
Por tales razones, somos contrarios a una penalidad en esta materia. Una sanción manejada por manos políticas y punitivas de un Gobierno que en un momento determinado tenga interés en acallar a la opinión pública, no será dirigida contra la prensa poderosa, sino contra la prensa popular. Así ha sucedido en Chile desde los tiempos de la Sociedad de la Igualdad, cuando acallaban a "El Amigo del Pueblo", en los tiempos de Bilbao. Así sucedió en tiempos de los pequeños periódicos de anarquistas y socialistas, como "El Despertar de los Trabajadores". Por eso, seremos muy cuidadosos en esta materia, en especial respecto de delitos que no estén perfectamente configurados. Aceptaremos, sí, esa penalidad para aquellos delitos que presenten un cuadro definido. Por ejemplo, el proyecto en debate consagra una penalidad para quienes hagan propaganda de medicamentos prohibidos, por nocivos, por el Servicio Nacional de Salud. Concurriremos con nuestros votos a aprobar dicha disposición, como también la relativa a las publicaciones pornográficas. Pero de ninguna manera deseamos poner, directa o indirectamente, un grillete sobre el pueblo, sobre los modestos chilenos, por configuraciones vagas de delitos. Por ello, también, hemos rechazado de plano el precepto relativo a la difamación.
Por todas estas razones, somos contrarios a la penalidad establecida en el artículo en debate. Debo decir, además, que nuestra conducta respecto del proyecto en general será en extremo cautelosa, y sólo aprobaremos aquellas sanciones aplicables a delitos perfectamente configurados, respecto de cuya existencia no haya dudas y que en ningún momento puedan prestarse para persecuciones de ningún tipo.
El señor GARCIA (Vicepresidente).-
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
Cerrado el debate.
En votación.
-(Durante la votación).
El señor RODRIGUEZ.-
En representación de la directiva nacional de mi colectividad, debo fundar el voto de los Senadores socialistas, a fin de desenmascarar una campaña mal intencionada contra nuestro partido, en la cual algunos plumarios osan, de vez en cuando, agredir a mandatarios y dirigentes de él, olvidando nuestra limpia conducta política con relación a esta ley.
En 1963, cuando fue enviado al Congreso Nacional el proyecto que se convirtió en la ley sobre abusos de publicidad, sabiamente bautizada por el pueblo como la "Ley Mordaza", la actitud del Partido Socialista fue clara y decidida. Los Senadores socialistas que participamos en los debates en aquella oportunidad -recuerdo los nombres de los colegas Palacios, Quinteros, Corbalán, Allende, Ampuero, aparte el Senador que habla- nos negamos terminantemente a aceptar la legislación impuesta por el Gobierno de la época. En el curso de la campaña presidencial, fuimos nosotros quienes expresamos con mayor claridad un criterio concreto y categórico respecto de la derogación de la ley sobre abusos de publicidad. Incluso, el Honorable señor Allende, consecuente con dicho criterio, presentó un proyecto derogatorio de la ley 15.576, actitud que habríamos querido ver reflejada en el Gobierno actual, que tuvo un criterio similar al del movimiento popular en el enfoque de este problema.
Nuestros atacantes de hoy olvidan un hecho sustantivo y básico: el Gobierno del señor Frei no ha enviado un proyecto derogatorio de la ley sobre abusos de publicidad, sino uno modificatorio, durante la discusión del cual, normal y reglamentariamente, todas las tendencias pueden hacer valer su pensamiento sobre el particular. Sin embargo, ni el diario "Clarín" ni "La Nación" han señalado esta inconsecuencia del Ejecutivo, que, sin duda, desde este punto de vista, vulneró una promesa formal hecha al electorado.
Nuestra actitud no obedece a presiones de ningún orden: corresponde al criterio que en forma inalterable ha sostenido el Partido Socialista en el Congreso Nacional respecto de este problema. Es la misma que mantuvimos ayer, cuando se propuso al Congreso esta legislación, y que hoy patrocinamos, cuando se la modifica.
El Honorable señor Chadwick, llevado por elevadas consideraciones morales, que nosotros respetamos, fue partidario de modificar el artículo 24. Sin embargo, lisa y llanamente, preferimos no aceptar enmiendas que alteren nuestra correcta intención política.
Por estas consideraciones, nosotros rechazamos el artículo en la forma propuesta por la Comisión. Con ello replanteamos nuestra actitud de ayer y de siempre sobre el problema. No nos impresionan los artículos interesados del diario "La Nación", ni la opinión de algunos "plumarios" desplazados de la vida del Partido, desertores de nuestro movimiento, que aprovechan las columnas de algún periódico para denigrar a nuestros compañeros, a nuestro partido y a nuestros mandatarios. Ello nos tiene sin cuidado: la historia es el mejor juez y sabrá juzgar a nuestra colectividad y a quienes, utilizando algunas ventanas periodísticas, actúan en forma baja para atacar a un partido respetable y a sus mandatarios.
Por eso, voto que no.
El señor IBAÑEZ.-
Pocas veces había tenido oportunidad de escuchar un alegato más interesante y mejor fundado en contra de la crónica roja que el que hace algunos instantes oímos al Honorable señor Teitelboim.
Después de señalar los graves perjuicios de todo orden que representa para la salud moral de un pueblo el despliegue de este tipo de iniciativas periodísticas, el Honorable colega, en forma curiosa, con una dialéctica que no tiene por qué sorprenderme, dijo que ellos votaban en contra de la disposición que pone atajo, no a la libertad de prensa, porque no es eso lo que está en discusión, sino simplemente al negocio de la crónica roja.
En el momento en que expreso mi voto favorable al informe de la Comisión, me interesa destacar esta actitud de la representación comunista, pues ella demuestra la diferencia existente entre quienes están lealmente con el pueblo y quienes no lo están.
Al visitar la Unión Soviética, pude observar y celebrar -lo dije públicamente en ¡Chile- algunos aspectos extraordinariamente favorables de esa nación. Dije que, en líneas generales y en algunos aspectos, en Rusia existe un clima moral digno de ser destacado. Cuando hice tal afirmación tuve presente, en particular, a la prensa de la Unión Soviética, en la cual jamás se publican crímenes; y no sólo eso, sino que no se da ninguna noticia que altere la tranquilidad psíquica de ese pueblo : en Rusia los trenes no chocan, los aviones no caen, no hay accidentes automovilísticos en las carreteras. ¡Todas son noticias color de rosa!
El señor TEITELBOIM.-
¿Su Señoría leyó esa prensa?
El señor IBAÑEZ.-
Me la hice traducir.
El señor TEITELBOIM.-
Las noticias relativas a choques de trenes o accidentes automovilísticos aparecen en formato chico.
El señor IBAÑEZ.-
En Chile, en cambio, aparecen en primera página, con fotografías y títulos en color rojo, de 15 centímetros cada uno.
Sin participar en absoluto del sistema tremendamente opresivo existente en la Unión Soviética para quienes desean expresar opinión o juicio discrepantes de la doctrina del régimen, comprendo, sin embargo, que, por razones atendibles, allá no se hagan publicaciones de esa índole. Los rusos saben muy bien lo que les conviene y cuidan mucho la salud moral de los habitantes. No obstante esos antecedentes y actitudes dignos de alabanza, que ya celebré aquí y reitero hoy día, el Partido Comunista, con extraordinario dominio en estas materias, según acaba de señalarlo el propio Senador señor Teitelboim, cuando llega el momento de pronunciarse sobre lo que debe hacerse en Chile, adopta una actitud diametralmente opuesta de aquella que él celebró, con toda justicia, respecto de la Unión Soviética.
El señor TEITELBOIM.-
Me parece que el señor Senador no entendió mi razonamiento.
El señor IBAÑEZ.-
Lo comprendí muy bien, y lo escuché con atención extraordinaria, porque las palabras de Su Señoría constituyeron un verdadero curso de dialéctica para sentar premisas irrefutables y, en seguida, sostener la posición contraria.
Termino mis palabras diciendo que apoyaré la modificación propuesta y que la actitud del Honorable colega me permite reafirmar la opinión que tengo formada en el sentido de que el Partido Comunista, que ha estudiado en profundidad todos estos procesos, sabe perfectamente que en Rusia debe hacerse una cosa, y en estos pueblos, otra. Ello es muy explicable: son partidarios -están haciendo esfuerzos extraordinarios para lograrlo- de construir una nueva sociedad. Llevan 50 años enfrentando dificultades. Han hecho algunas cosas interesantes, pero aún les falta mucho por realizar. Y durante ese lapso, el Partido Comunista ha gastado iguales energías para destruir una sociedad no concordante con su pensamiento.
Para quienes siguen de cerca la actitud de esa colectividad política, aquí y en la Unión Soviética, es perfectamente explicable tal contradicción. Allá reprime lo que estima inconveniente para su sociedad: aquí adopta un criterio distinto por carecer de interés en resguardar una sociedad que -lo dio a entender el Honorable señor Teitelboim- quisieran ver desaparecer.
Por tales razones, voto a favor del informe de la Comisión.
El señor GONZALEZ MADARIAGA.-
Quisiera decir algunas palabras sobre este artículo, porque el problema de la libertad de prensa me interesa sobremanera.
Cuando integraba el Partido Radical, fui el único Senador de esa colectividad que votó en contra del proyecto que dio origen a la denominada "Ley Mordaza".
En este aspecto, me he formado juicio, al observar las costumbres de los pueblos sajones: hace centenas de años, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, se han mantenido grandes causas en defensa de la libertad de prensa y de la libre expresión de muchos pensadores. Cuando observo el desarrollo de esos pueblos, compruebo que el derecho a opinar no ha tenido allí restricciones de ninguna especie. Por otra parte, la civilización fue mellando las aristas producidas alrededor de ese proceso. Lo he seguido de cerca y, con dolor, participo de la ansiedad que domina el ambiente cuando se ve colocar tantas trabas contra el pensamiento.
El Honorable señor Ibáñez ha paseado por el extranjero, y muchas veces ha hecho referencia a su visita a la Unión Soviética. He conocido otros países socialistas. Por ello, debo decir al señor Senador que las comparaciones de aquéllos con el régimen empresarial nuestro no son acertadas.
En la República Democrática Alemana, donde permanecí un mes, y en la China popular -ya me referí a esas naciones en discursos públicos- no se producen los sucesos aquí observados. Allá no hay crónica roja ni prostitución, porque tampoco existe cesantía, como la hay en los países latinoamericanos y, en general en los regímenes empresariales o capitalistas. Tampoco hay explotación de las riquezas nacionales por un conjunto de instituciones privadas. Allá predomina el interés de la comunidad, que pesa por sobre todo. Es un movimiento muy respetable; por ello, en mi opinión, la idea socialista terminará por imponerse. Desde luego, admito que ese régimen será objeto de rectificaciones, impuestas por las circunstancias y las necesidades. Pero se trata de dos mundos distintos, que no admiten cotejo entre ellos.
Respecto del proyecto que nos preocupa, soy partidario de la libertad de prensa, aun cuando periodistas y editores incurran a veces en abusos. Pero peor es otorgar a la autoridad facultades para aplicar medidas restrictivas, pues no sabemos hasta dónde llegará el abuso de autoridad, lo cual es peligrosísimo. De manera que, entre esos dos males, prefiero entregar a la libre decisión de los tribunales de justicia la sanción de los delitos en que se pueda incurrir, y dar a los particulares el derecho a reclamar la intervención de aquéllos cuando se sientan perjudicados.
De allí que haya sido contrario a muchas de esas medidas y, en particular, a lo consignado en el artículo 24. Su contenido no lo entiendo, porque su redacción es muy curiosa. Dice textualmente:
"Será sancionado con multa de dos a diez sueldos vitales el que, en la publicación o difusión de informaciones o comentarios sobre hechos delictuosos o suicidios, se valiere de imágenes, expresiones u otros medios que, por la forma, contenido o caracteres de su presentación, hieran los sentimientos altruistas fundamentales de piedad, probidad, pudor o patriotismo.
"La comisión habitual del delito establecido en el inciso anterior será sancionada, además, con la suspensión del respectivo medio de difusión por el término de 30 días, que impondrá el Juez en la tercera sentencia condenatoria y en cada una de las siguientes. Para este efecto se entenderá que existe habitualidad por haber sido condenada tres veces una misma o distintas personas en el lapso de tres años, a raíz de difusiones hechas en el mismo diario, revista o escrito, periódico o estación de radio o televisión.".
Si se quiere expresar en forma concreta el concepto contenido en la disposición que acabo de leer, ¿por qué no decir sencillamente: "Si llegara a producirse una tercera sentencia condenatoria, podrá imponerse una suspensión de hasta 30 días?" En esta forma expresaríamos en pocas palabras lo que aquí aparece en términos tan rebuscados.
El texto del artículo 24 me parece extraño. Asimismo, me sorprende la legislación propuesta, ya que lo procedente es mantener en el país la libertad de expresión del pensamiento.
Voto que no.
-Se rechaza la modificación propuesta por la Comisión (11 votos contra 9 y una abstención), y con la misma votación se aprueba el artículo propuesto por la Cámara de Diputados.
El señor FIGUEROA (Secretario).-
A continuación, la Comisión de Legislación ha aprobado las siguientes modificaciones:
"Agrégase a continuación del artículo 24 el siguiente, nuevo:
"Artículo 24 A.- Las mismas penas que establecen los dos artículos anteriores se aplicarán, respectivamente, al que, con el fin de eludir la prohibición a que se refiere el artículo 22, divulgue de manera encubierta informaciones relativas al juicio o juicios en que aquélla hubiere sido decretada, y al que informe o comente hechos delictuosos o suicidios en la forma descrita en el inciso primero del artículo 24, atribuyéndolos a personas ficticias o suponiendo circunstancias imaginarias" ".
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
En discusión.
Ofrezco la palabra.
El señor CASTRO.-
El artículo que propone la Comisión suscitaría en el Senado el mismo debate del precepto anterior, porque se refiere a análoga materia. La Corporación, para dar uniformidad al procedimiento legal, debería rechazar también esta disposición y aceptar lo propuesto por la Cámara de Diputados.
El señor TEITELBOIM.-
Nosotros votaremos en contra del artículo 24 A, porque, como decía el Honorable señor Castro, es como continuación del anterior, pues dispone que "las mismas penas que establecen los dos artículos anteriores se aplicarán, respectivamente, al que, con el fin de eludir la prohibición a que se refiere el artículo 22, divulgue de manera encubierta informaciones relativas al juicio o juicios en que aquélla hubiere sido decretada, y al que informe o comente hechos delictuosos o suicidios en la forma descrita en el inciso primero del artículo 24, atribuyéndolos a personas ficticias o suponiendo circunstancias imaginarias". Por lo tanto, habiendo desaparecido la disposición matriz, este agregado carece de sentido.
Ya que estoy con el uso de la palabra, deseo aprovechar la ocasión para responder a las observaciones que, al momento de votar, formuló el Honorable señor Ibáñez respecto de las palabras pronunciadas por mí.
El señor Senador manifestó que mi intervención había sido algo así como un modelo de contradicciones, porque después de un fervoroso alegato contra los estragos de la crónica roja, terminé votando en contra de las limitaciones a los supuestos delitos que pueda cometer el periodista en su tarea de informar. Su Señoría dijo que, en su visita a la Unión Soviética, había apreciado cosas muy distintas. Efectivamente; allá no hay crónica roja.
Sobre esta materia, quiero decir que el Honorable señor Ibáñez no entendió o no quiso entender mis razonamientos. Nosotros de ninguna manera ejercemos la crónica roja en Chile, y tenemos un diario, "El Siglo", que tampoco le atribuye importancia extraordinaria, pues da a conocer las noticias esenciales, en la forma en que periodísticamente interesan. Ni las publicaciones de dicho diario ni las de algún otro que hayamos tenido en el pasado, justificarían acusamos de hacer negocio de la crónica roja. En consecuencia, es inexacto que los comunistas en Chile hacen todo lo contrario que los de la Unión Soviética. Nosotros estimamos que no debe allegarse más fuego a la hoguera, porque el problema de la criminalidad en nuestro país es serio, y, por lo tanto, debe ser mirado en profundidad. Pero la solución de fondo en el problema en debate no es podar el árbol de algunas ramas que pudieran estar enfermas, sino ir a la raíz, que es precisamente el sistema imperante.
El Honorable señor Ibáñez, anticomunista pertinaz, tuvo que reconocer que la Unión Soviética es una sociedad sana, donde no se ha hecho un negocio de la crónica roja. Por lo demás, allá no existe ningún negocio: no hay propiedad privada de los medios de producción, ni dueños individuales de fábricas para hacer trabajar a cientos o miles de obreros en beneficio de una persona singular, de otro ser humano privilegiado. Tampoco existen familias Edwards, dueñas de periódicos, ni familias Yarur, propietarias de radiodifusoras, órganos que, naturalmente, informan según el gusto o leal saber o entender de sus dueños, y, por lo tanto, castigan a quienes sus propietarios desean. Como éstos son multimillonarios, hablan a favor de ellos y en contra de los obreros que se declaran en huelga y de los partidos que ponen en tela de juicio los derechos de una minoría para explotar a la inmensa mayoría.
Eso no existe en la Unión Soviética, porque aquella sociedad ha eliminado los factores criminógenos derivados de la miseria, de la desigualdad económica, del hecho de que haya multitudes de personas que ganan salarios de hambre. Allá no hay cesantía. Todos tienen el trabajo asegurado. Todo aquel que llega a la vida sabe que no se encontrará ante la incertidumbre del mañana. Es atendido desde el momento de su nacimiento. La educación es gratuita, y puede tener acceso al nivel universitario. Ese país tiene el más alto porcentaje de personas con educación superior. El factor criminógeno ha sido disminuido al mínimo. Todo aquello que significa presión económica o social ha desaparecido. Naturalmente, hay problemas de ansiedad y desacuerdos entre personas. Estos, en todo caso, son infinitamente menores, porque la ansiedad derivada de una sociedad injusta se ha eliminado.
En Chile, el caso es muy distinto. Quiero dar un dato, que ya tiene algunos años, acerca de la delincuencia en nuestro país en 1953.
De una población de 6.148.287 habitantes que tenía nuestra nación en ese año -puede ser comparable a cualquier otro-, fueron aprehendidas 477.482 personas. ¡Medio millón de chilenos presos! Debo decir que 40% de ellos, cerca de 250.000, fueron detenidos por una especie de virtud nacional, que, en verdad, comporta un vicio, también agravado por la situación social y económica: la ebriedad, calificada por nuestro Código simplemente como falta. El 30%, alrededor de 150.000, fue aprehendido por sospecha; o sea, la policía tiene la idea de que casi en cada chileno hay un sospechoso. Es verdad que muchas veces la fuerza policial abusa de esto, y nunca detiene como sospechoso a quien va bien vestido, sino al de pobre indumentaria. El 21%, más de 100.000 personas, fueron detenidas por infracciones a cuerpos legales cuyo cumplimiento fiscaliza Carabineros, y 7,8%, aproximadamente 40.000, lo fueron por crímenes o simples delitos.
Estimo que Chile vería disminuir en forma insospechada este alto porcentaje de criminalidad si hubiera realmente un cambio que impidiera llevar a la desesperación a tanta gente nuestra, en especial al pueblo, que muchas veces se ahoga en el fondo de un vaso de alcohol, con la consiguiente actitud de abandono del hogar, donde hay miseria y promiscuidad. Habría muchos menos delitos si el problema habitacional estuviera resuelto y la familia chilena no estuviera obligada, en gran proporción, a convivir en un cuartucho maloliente, de dimensiones mínimas, en donde el recato y decoro debidos a la diferencia de sexos y a una vida privada, decente, no puede mantenerse, no porque estas personas no sean decentes, sino porque la vida y la miseria las obligan a ser indecentes.
Por estos motivos, mi raciocinio es absolutamente nítido. Queremos que en Chile disminuya la criminalidad, pero ella no se reducirá imponiendo penas a los periodistas que informan acerca de los delitos que se cometen, sino erradicando de nuestra sociedad los factores criminógenos que, por desgracia, hacen que los porcentajes de delitos en Chile sean tan pavorosamente altos, como lo he recordado mediante cifras auténticas proporcionadas por estadísticas responsables.
A mi juicio, el Honorable señor Ibáñez no quiso entender mi razonamiento. Reitero que nuestra argumentación queda perfectamente en pie. Por lo tanto, es absolutamente justificada la actitud de los comunistas contraria a la restricción de la libertad ¡de prensa, salvo en aquellos casos en que el delito se configure con nitidez absoluta.
Por las razones expuestas, votaremos negativamente el artículo 24 A, que, en el fondo, no es sino una especie de fleco derivado del precepto anterior, por lo cual tendría razón de ser sólo si se hubiera mantenido el artículo 24, ya desechado por la Corporación.
El señor SEPULVEDA (Presidente accidenta).-
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
Cerrado el debate.
En votación.
-Se rechaza el artículo (10 votos por la negativa y una abstención).
El señor FIGUEROA (Secretario).-
En el artículo 25, la Comisión propone sustituir, en el inciso primero, la frase: "mulita de un tercio de sueldo vital a cuatro" por "pena de multa de dos a diez", y reemplazar, en el inciso segundo, el ordinal "49" por "44".
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
En discusión.
Ofrezco la palabra.
El señor CASTRO.-
A mi juicio, el artículo aprobado por la Cámara es más claro que lo que recomienda la Comisión. En efecto, lo propuesto por el Senado complica un poco la idea de legislar al respecto. Por tal motivo, mi voto será contrario a lo propuesto por la Comisión del Senado.
El señor NOEMI.-
¿Qué propone la Cámara de Diputados?
El señor TEITELBOIM.-
Desearía que se (leyera lo propuesto por la Cámara, para saber cuál es la diferencia con lo aprobado por la Comisión del Senado, porque no aparece en el boletín comparado.
El señor FIGUEROA (Secretario).-
Señor Senador, la Cámara de Diputados no modificó este artículo, ya que mantiene el de la ley vigente. Sin embargo, la Comisión del Senado propone modificar el artículo de la actual ley.
El señor TEITELBOIM.-
Pido que se lea el artículo 25 de la ley 15.576.
El señor FIGUEROA (Secretario).-
El artículo 25 de dicha ley dice:
"Se prohíbe, bajo multa de un tercio de sueldo vital a cuatro sueldos vitales, la divulgación por cualquier medio de difusión de avisos e informaciones que ofrezcan o recomienden medicamentos que hayan sido declarados nocivos por el Servicio Nacional de Salud.
"De las contravenciones a lo dispuesto en el inciso anterior y en el artículo 186 del Código Sanitario, responderán los productores o los vendedores que encarguen la publicación de los avisos. En caso de reincidencia se aplicará, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 49, la pena de reclusión menor en cualquiera de sus grados."
La Comisión propone sustituir, en el inciso primero, las palabras "multa de un tercio de sueldo vital a cuatro" por "pena de multa de dos a diez". En consecuencia, el artículo quedaría como sigue:
"Se prohíbe, bajo pena de multa de dos a diez sueldos vitales, la divulgación por cualquier medio de difusión de avisos... " En seguida, en el inciso segundo cambiar "49" por "44".
El señor TEITELBOIM.-
Nosotros votaremos favorablemente lo recomendado por la Comisión de Constitución, en el sentido de elevar la multa. A diferencia de los otros casos, en que podía haber delito de información u opinión, o no haberlo, éste es un delito perfectamente configurado. No nos merece la mínima duda, porque se trata de recomendar medicamentos declarados nocivos por el Servicio Nacional de Salud. Es un crimen contra la sociedad.
Aquí el delito es claro. Por eso, con la misma energía con que rechazamos otras disposiciones, ahora aceptamos que se aumente la pena.
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
Ha terminado el tiempo dedicado a este proyecto.
El señor TARUD.-
Hay unanimidad para aprobar este artículo, señor Presidente.
-Se aprueba la modificación propuesta por la Comisión.
El señor SEPULVEDA (Presidente accidental).-
Queda pendiente la discusión del proyecto.
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- bcnres:tieneProyectoDeLey = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/proyecto-de-ley/ley-16636